El objetivo de este libro es compartir con los lectores nuevas propuestas para combatir las crisis económicas del sistema capitalista. El autor afirma que las experiencias de crisis pasadas sirven como guía para no volver a cometer los mismos errores. El texto está dividido en diecisiete capítulos. Aborda temas como la crisis que nadie vio venir, las enseñanzas de la crisis, la inestabilidad financiera y el papel estatal, el Estado de bienestar sostenible.
El autor tiene un objetivo concreto: analizar la crisis del 2008 y proponer una solución para futuras crisis financieras. José Carlos Díez Gangas es profesor investigador en la Universidad de Alcalá. Participa también como colaborador en diferentes medios de comunicación en España. El libro de referencia es un texto para no expertos en la ciencia económica. A lo largo de la lectura, nos encontramos con explicaciones teóricas a través de metáforas.
Inicia con una explicación de los antecedentes de la crisis del 2008, la cual tomó por sorpresa a los inversionistas, empresarios, académicos, e inclusive al propio Gobierno de Estados Unidos y de muchos países del mundo capitalista. Explica que la crisis surgió a partir de las decisiones tomadas por las empresas de rating de créditos, esto es, aquellas que otorgaban una calificación a los valores financieros emitidos por las instituciones bancarias. Las empresas rating de créditos les otorgaban a los bonos calificaciones altas de triple a, cuando realmente eran bonos basura.1
El autor afirma que el dinero pierde valor con el paso del tiempo debido a la inflación. Respalda esta afirmación cuando muestra estadísticas económicas de España, donde la deuda de las familias era de treinta por ciento del PIB en el año 2005; en el año 2007, pasó a ser de ochenta por ciento. Díez menciona que el endeudamiento produce los mismos efectos que el alcohol: genera endorfinas positivas al consumirlo; pero al despertar provoca resaca, malestar y dolor de cabeza.
Compara continuamente el desempeño de las instituciones financieras de Estados Unidos con las de España. A partir de ello, nos ofrece su perspectiva de la crisis del 2008. Ben Bernake, ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, afirmó en uno de sus discursos: "Lo que no puede durar de por vida, alguna vez se acaba". En agosto del 2014 Jeffrey Shafer afirmó que la crisis del 2008 causó impactos financieros más grandes que la Gran Recesión de 1929; sin embargo, los resultados no fueron tan desastrosos debido a que las respuestas políticas fueron diferentes. La principal diferencia entre ambas crisis fue la respuesta de la FED de Estados Unidos: en 1929 los bancos centrales respondieron con timidez e incluso endurecieron la política monetaria; mientras en 2008, la FED dirigida por Bernake recortó las tasas a niveles más bajos, luego bombeó suficiente liquidez al sistema para hinchar el balance de la FED a más de cuatro billones de dólares.
A finales de noviembre del 2007, el gobierno de España señaló la existencia de incertidumbre en los mercados financieros; sin embargo, afirmó que en España se daría un ajuste ordenado de la burbuja inmobiliaria. Con ello se esperaba un crecimiento del PIB de tres por ciento durante el año 2008, es decir, pocos meses antes de que se desatara la peor crisis bancaria de la historia. El máximo responsable de la supervisión de las entidades financieras en España no mencionó los riesgos y vulnerabilidades de sus bancos, a pesar de que estos eran extremadamente dependientes de la financiación en los mercados internacionales y, por tanto, de una restricción del crédito que ya se había activado.
José Carlos Díez describe brevemente los hechos que precedieron la crisis: "A principios de agosto del 2008, Bear Stearns decidió cerrar un fondo de inversión. La American Home Mortgage, el décimo banco hipotecario de Estados Unidos, anunciaba el día cuatro que despedía a todo su personal y el día seis se declaraba en quiebra. El banco alemán IKB, expuesto a inversiones en hipotecas subprime, tuvo que ser rescatado por una entidad financiera pública para evitar la bancarrota. Y ese mismo día, el National City Home Equity se declaraba en quiebra".
Una de las analogías más claras y atractivas del libro fue la siguiente: "A menudo los economistas somos como aquellos aficionados a las corridas de toros que critican al torero. Desde el tendido las cosas se ven con más tranquilidad que desde la arena. Pero los que se juegan la vida delante del toro son los toreros, y en economía quienes se la juegan son los políticos". Díez nos hace reflexionar; afirma que la crisis no es problema sólo de los políticos o del propio gobierno, el problema es de todos, y todos debemos ayudar a resolverlo. Sin embargo, estamos ciertos de que el papel que juegan los políticos es de gran importancia para la economía.
En su momento señaló Niall Ferguson: "La autoridad legal en el papel económico descansa sobre dos bases; la primera es el gobierno, el cual debe poner limitaciones a la libertad extrema en el interés de una libertad auténtica y práctica para todos; la segunda es la defensa de la autoridad legal que brota de la creencia en la superioridad del control autoritario sobre el principio de la libre empresa".
El autor considera que uno de los principales responsables de la crisis del 2008 fueron las agencias de rating. Actualmente los rating además de asesorar y vender sus informes, cobran a las empresas y a los gobiernos. A un banco suelen cobrarle una cantidad muy elevada por analizar sus balances y sus riesgos para asignarles un rating.
La economía es como la leucemia, dice Díez, si suponemos que el crédito es la sangre que transporta el oxígeno a las células que activan el crecimiento económico, el sistema bancario es la médula espinal creadora de los glóbulos rojos. La crisis que se vive actúa de la misma manera que la leucemia, imposibilita la creación de glóbulos rojos que ayuden a oxigenar la sangre. La deflación de activos es equivalente a la quimioterapia, afecta por igual a las células sanas y a las enfermas, es decir a los bancos bien y mal capitalizados. Por esta razón, se refiere a estos procesos como "crisis sistémicas", ya que presentan elementos comunes a todos los bancos.
Durante el siglo XX, Estados Unidos pasó por tres crisis económicas. La manera en que los economistas norteamericanos reaccionaron a ellas fue totalmente diferente. En aquella época, los banqueros liderados por el legendario J. P. Morgan, pensaron en un modo de resolver la crisis y propusieron la creación de un prestador de última instancia, lo cual dio origen a la Reserva Federal de Estados Unidos (FED).
La FED es una institución privada cuyos accionistas son bancos y empresas del país. La toma de decisiones ha sido cedida a un comité independiente de expertos economistas que necesitan la aprobación del Congreso. El modelo de la FED se justifica por el miedo a un poder monopolístico público estatal; por tanto, crean una entidad privada que cede su poder a un comité que acaba teniendo influencia política.
Díez afirma que la FED ha demostrado ser más eficaz que el Banco Central Europeo. Durante la crisis, el hombre al frente de la FED fue Ben Bernake, prestigioso economista y especialista en las grandes depresiones. Por el contrario, el presidente del BCE durante la crisis fue Jean-Claude Trichet, un ingeniero sin ningún prestigio académico, elegido para el cargo antes de finalizar el turno de su antecesor por simples cuestiones de reparto de poder entre Alemania y Francia. Trichet demostró en sus discursos y declaraciones tener un escaso conocimiento sobre las grandes depresiones.
Carlos Díez propone algunas soluciones que pudo haber tomado el presidente del BCE para hacer frente a la Gran Recesión del 2008:
El sistema bancario cumple una misión clave en una economía de mercado, que es la de trasvasar el ahorro a inversiones productivas. De manera que el sistema financiero nunca debe ser un fin, sino un medio. Su labor principal es la de canalizar el ahorro a la inversión y permitir la creación de empresas, la financiación de proyectos y la generación de empleos.
El sistema financiero debe estar al servicio de la economía real y esa tiene que ser su principal función. Se trata de mejorar la regulación y la supervisión y de conseguir reducir el tamaño del sistema bancario al mínimo necesario para que cumpla su función principal: canalizar el ahorro a la inversión empresarial.
En los mercados financieros organizados deben priorizarse y mantenerse los mercados de deuda pública, los mercados interbancarios y las bolsas de valores, imprescindibles para garantizar la misión del sistema. El gobierno puede vender bonos al mercado financiero, y actuar en la bolsa de valores del mundo.
Al detectar cómo atendió Estados Unidos la crisis, el autor del libro recomienda a Europa considerar la creación de un prestador de última instancia, como es el caso de Estados Unidos con la Reserva Federal.
El desconcierto de los inversores, de los economistas, de los medios de comunicación y de la sociedad explotó cuando surgió la crisis del 2008. Los inversores están acostumbrados a medir los riesgos y a estimar la rentabilidad de un bono o de una acción. La niebla no deja ver; por eso, cuando es tan densa, los inversores se vuelven prudentes, levantan el pie del acelerador de manera racional, se corta el flujo normal de financiación y los mercados colapsan. Es en ese momento cuando resulta determinante la existencia de un banco central, o de un prestador de última instancia; para eso se inventaron, y su principal misión es evitar la crisis de liquidez.
Otro hecho que marca como detonante la crisis, fue la quiebra del banco Lehman Brothers (fue con este hecho que Díez se da cuenta de la importancia de un prestador de última instancia en España). Ese banco era muy activo en los mercados de derivados; su quiebra provocó un efecto dominó y se llevó por delante a AIG, la mayor aseguradora de Estados Unidos, y a Washington Mutual, la mayor caja de ahorros del país. Ello forzó la intervención urgente de la Reserva Legal y del gobierno para evitar que el sistema financiero estadounidense y, por ende, el global saltasen por los aires.
Tiempo después, en enero de 2009, tuve la oportunidad de reunirme en privado con un gobernador de la FED. Nos encontrábamos en medio de la Gran Recesión y la economía norteamericana había destruido medio millón de empleos ese mismo mes. La densidad de la niebla era máxima y en la reunión flotaba una gran preocupación por la depresión y la deflación. Felicité al consejero al considerar que la reacción de la política económica, especialmente la monetaria, había conseguido frenar la dinámica depresiva, y estaba convencido de que en cualquier momento la economía se recuperaría.
En el libro, el autor analiza las crisis económicas de diferentes países, como Estados Unidos y Japón. Busca similitudes y compara las políticas económicas que se tomaron en cada país. El lector podrá observar el resultado de comparar la crisis de 1929 con la del 2008. Se destaca que la producción industrial cayó en ambas crisis con la misma intensidad durante los primeros meses; pero las exportaciones y, sobre todo las bolsas, cayeron mucho más en 2008 que en 1929.
Otra de las crisis que el lector podrá comprender es la del euro, cuando un país adopta un tipo de cambio fijo y los inversionistas lo consideran sostenible en el futuro, su prima de riesgo disminuye. Un inversionista racional debe elegir entre una infinita variedad de activos internacionales para invertir sus ahorros; pero sus cálculos de rentabilidad lo hacen en moneda local. El objetivo de esta actividad es protegerse de la inflación durante el periodo de la inversión. En aquel entonces, el nacimiento de la moneda única provocó un enorme proceso de integración financiera, tal y como anticipaban los estudios. La llegada masiva de flujos de capitales generó la fuerte convergencia de tipos de interés entre la deuda pública de los países de la Unión Europea.
El euro es ante todo un proyecto político; sin embargo, la economía es un medio, y no un fin. El fin es el bienestar de los ciudadanos. Por este motivo, si el euro no consigue generar crecimiento y eliminar el desempleo, será la propia sociedad la que presione a sus dirigentes para salirse de la moneda única. Un ejemplo fue Grecia, en 2007. Antes del inicio de la crisis, menos de cinco por ciento de la población consideraba una opción estar fuera del euro. Actualmente, las encuestas reflejan que casi la mitad de los griegos cree que estarían mejor fuera de la Unión Europea.
La última parte del libro es la de propuestas. La primera es la reducción del gasto público; de esta manera, el Estado genera menores gastos y no es necesario aumentar impuestos. La percepción de la sociedad hacia los políticos es que se han vuelto una casta privilegiada, es decir, que sólo buscan el bien de ellos mismos. Sin embargo, vemos que aunque los partidos políticos tienen sus diferencias, todos abogan por el desarrollo económico para el país. "No es justo culpar exclusivamente a los políticos de esta crisis, pero en una depresión como la actual, la sociedad necesita más que nunca buenos líderes y estadistas. En la mayoría de las ocasiones no es un problema de sueldos, sino de chóferes, dietas y viajes innecesarios, pensiones máximas por estar tan sólo ocho años en el Parlamento, sueldos dobles y triples [...] Suele decirse que es el chocolate del loro, pero antes que la ética está la estética. Y la ética es para cuando no hay hambre."
El autor recomienda acabar con los agujeros de la banca. En consecuencia, todas sus operaciones deben hacerse a la luz. Tras una declaración de intenciones muy ambiciosa en las reuniones del G-20 de 2008 y 2009, los avances en esta materia son insuficientes. Si se quiere evitar futuras crisis financieras, deben ser un asunto prioritario en las agendas de los líderes mundiales
En el texto sólo está la propuesta de una modificación al sistema económico actual, es decir una reforma al sistema capitalista. Pero si repasamos la historia, este sistema no ha funcionado desde el siglo XVIII. Por ejemplo, en Estados Unidos el porcentaje de pobreza es de quince por ciento, en España es de 22.2%, mientras que en México es de 45.5%, según datos del INEGI.
Hubiera sido interesante que el autor nos propusiera un cambio de modelo, quizá así se logre reducir el índice de pobreza en el mundo entero. Aunque el autor ofrece varias propuestas para la crisis, no es del todo concreto; lo deja prácticamente a la interpretación del lector. No obstante, Hay vida después de la crisis es un texto muy interesante y fácilmente comprensible para todos aquellos que tengan un mínimo interés por el entorno económico mundial. Es un libro escrito con la intención de dar optimismo a la sociedad, que de cierto modo ha pasado por distintos episodios de crisis económicas en sus etapas de vida. Es igualmente reconfortante que alguien de reconocido prestigio identifique las causas de la crisis con argumentos bien pensados a partir de estadísticas verificables.
Es un texto entretenido y entendible por la forma en que el autor expresa sus ideas. Aunque me hubiese gustado que fuera más claro con las propuestas antes mencionadas. Quizá sería interesante que en una segunda edición el autor analizara experiencias de otros países como el famoso Efecto Tequila en México o la crisis Samba en Brasil. Quisiéramos terminar con una frase que nos impactó en el libro: "Una depresión equivale a una guerra, y a las guerras se va llorando de casa y con sólo un objetivo: ganar".