1. Introducción
En México, a pesar del aumento de la matrícula en la educación superior, el ingreso a ésta sigue siendo una opción limitada para la juventud, a lo que se agrega el riesgo de deserción, particularmente en el contexto de la pandemia por la COVID-19 c(SEP, 2020). El abandono escolar tiene que ver con diversas variables, como las económicas, pero también con algunos factores psicosociales, como la percepción negativa de bienestar, un tema poco abordado hasta ahora. Ser universitario o universitaria puede ser experimentado como un evento estresante debido a los cambios que implica, y ante el aumento en la carga y las responsabilidades académicas, mismas que se complican si se trabaja y se estudia al mismo tiempo, o si se requiere mantener económicamente a una familia (Silva, López y Meza, 2020).
El bienestar es la valoración positiva o negativa que cada persona hace sobre sí misma, según las vivencias, sentimientos y emociones experimentadas en su entorno físico y emocional. La evaluación depende de qué tan satisfecho se esté con la vida ante la presencia o ausencia de efectos positivos y negativos (Ryff, Siner y Diengberg, 2004). Los estudios sobre el bienestar surgieron a mediados del siglo XX, equiparando este concepto con otros como calidad de vida, placer o felicidad. Inicialmente, el interés se centró en la calidad de vida en distintas poblaciones, incluyendo una aproximación subjetiva (hedónica) referida al placer y la felicidad. Son múltiples las investigaciones sobre este concepto (Díaz y Sánchez, 2002; Diener et al., 2010).
Las investigaciones acerca del bienestar se sustentan, por un lado, en una visión hedónica que considera la parte subjetiva relacionada con la percepción global de las personas sobre su vida y la felicidad que recuerda haber vivido en diferentes eventos a lo largo de ella (Atienza, Pons, Balauer y García, 2000; Ryan y Deci, 2001; Cabañero et al., 2004). Por otra parte, está la tradición eudaimónica, relacionada con aspectos psicológicos, el desarrollo personal y los esfuerzos para alcanzar metas (Ryff, 1989a, 1989b).
Otros aspectos estudiados son las valoraciones que hace una persona sobre las diferentes circunstancias y el funcionamiento de la sociedad que pueden afectarle, lo que se conoce como bienestar social (Keyes, Ryff y Shmotkin, 2002; Blanco y Díaz, 2005).
Los instrumentos para evaluar el bienestar se enfocan principalmente en aspectos pasados o recordados, sin tomar en cuenta el momento actual (Hervás y Vázquez, 2013). Para cubrir ambos aspectos se construyó la escala o Índice de Felicidad (Pemberton Hapinness Idex-PHI) que evalúa los estados afectivos actuales y los sentimientos en tiempo real, a partir de dos dimensiones: 1) el bienestar recordado, construido a partir de cuatro componentes: (el bienestar general, el subjetivo (hedónico), el psicológico (eudaimónico) y el social, y 2) el bienestar experimentado (actual).
La ventaja de la escala es su practicidad y la reducción de recursos. Permite obtener información sobre el bienestar de una población con una sola escala en lugar de varias (Hervás y Vázquez, 2013). El instrumento fue validado en diferentes países, incluyendo México, con una muestra heterogénea y considerando distintas variables, como el sexo, la edad, el idioma, el nivel socioeconómico, la religión, y otras (Hervás y Vázquez, 2013). También se adaptó en Chile, Uruguay y Cuba (Martínez et al., 2018).
En el caso de la población joven, el ingreso a los estudios universitarios puede representar retos que influyen negativamente en su percepción del bienestar, y ésta, a su vez, contribuir de manera desfavorable en su rendimiento académico, posibilitando el abandono escolar (Chacón et al., 2020; Reyes, Muñoz y Alcázar, 2020). Algunos estudios señalan que, en comparación con los hombres, las mujeres suelen presentar mayores niveles en las dimensiones de bienestar psicológico, de dominio del entorno y propósito en la vida, así como en integración y bienestar social (Zubieta y Delfino, 2010; Zubieta, Fernández y Sosa, 2012; Rodríguez et al., 2017). En países latinoamericanos se ha encontrado que el rol masculino se asocia con un mayor bienestar por los atributos instrumentales asociados tradicionalmente con la masculinidad, tales como fuerza, confianza, independencia y seguridad, entre otros. Las diferencias son explicadas a partir del género como categoría analítica y herramienta para el desarrollo de investigaciones sobre las desigualdades entre los sexos, sus orígenes y consecuencias (Scott, 1997). Desde esta perspectiva, la feminidad y la masculinidad, en tanto construcciones sociales, tienen que ver con los roles de género, mismos que no necesariamente se apegan a las categorías binarias de masculino y femenino (Scott, 1997).
Si bien la visión hegemónica tradicional asume a las mujeres como delicadas, bonitas, suaves, tiernas, comprensivas y cariñosas -entre otros atributos que las describirían como femeninas-, en los varones la expectativa social es que sean valientes, seguros, competitivos, agresivos, fuertes, racionales -entre otras características que los definirían masculinos-. Actualmente, se sabe que todas esas características contribuyen a la percepción de bienestar de mujeres y hombres, ya que la condición de género expresada a través de roles se ha encontrado asociada con diversos procesos psicosociales (Matud, Díaz, Bethencourt e Ibáñez, 2016; Rodríguez, Matud y Álvarez, 2017; Abril, Cubillas y Domínguez, 2019).
Lara Cantú (1993) plantea que los atributos socialmente asignados por género coexisten y dan lugar a identidades andróginas, lo que según la autora genera un equilibrio, promueve un mejor ajuste personal y buena salud mental, más que aquellas definidas por estereotipos asignados bajo una orientación binaria. Sin embargo, el género y su representación social y cultural en términos del rol, y su relevancia en el bienestar de mujeres y hombres, aún plantean interrogantes. Los pocos estudios con jóvenes universitarios mexicanos no son concluyentes.
En un estudio, Barra (2010) analizó la relación entre el bienestar psicológico y las categorías de orientación de rol sexual a partir de cuatro categorías: masculino, femenino, andrógino e indiferenciado. La muestra fue de 346 estudiantes universitarios, en quienes el bienestar psicológico presentaba mayor relación con la dimensión de masculinidad que con la de feminidad. En la categoría de indiferenciados e indiferenciadas, el bienestar psicológico fue significativamente menor que en el resto de las orientaciones de rol sexual; mientras que el perfil andrógino, en el que coexisten atributos masculinos y femeninos positivos, presentó mayor nivel de bienestar. Resultados similares se observaron en otro estudio del mismo autor (Barra, 2011), con 261 estudiantes de educación media, donde el bienestar psicológico de los y las participantes, mostró mayor relación con la masculinidad que con la feminidad. Las personas ubicadas en un perfil andrógino obtuvieron mayor nivel de bienestar que las indiferenciadas. En ambos estudios se concluyó que en la percepción de bienestar de las y los participantes hay una combinación de características masculinas y femeninas.
Como se puede ver, la percepción de bienestar está en función de una serie de características de las personas que no se limitan a una división binaria, sino más bien se fusionan en un perfil que se reconoce como andrógino. En el caso de la población joven universitaria, cabría esperar que, por su nivel educativo y su acceso a información sobre igualdad de género, la mayor percepción de bienestar se expresara en ese tipo de perfil (Casanova et al., 2016). Sin embargo, hace falta generar más estudios al respecto en diferentes contextos. De ahí que el objetivo del presente estudio sea analizar la relación entre la percepción de bienestar, medida a través del Índice de Felicidad de Pemberton (PHI), y el rol de género en estudiantes de nivel universitario del estado de Sonora, México.
2. Métodos, técnicas e instrumentos
Diseño del estudio
El estudio fue de tipo transversal y no experimental. Se utilizó la técnica de encuesta, a partir de la cual se obtuvo información de tipo demográfico y de temas de interés en estudios de juventud, como salud sexual y emocional, salud alimentaria, entre otros. Para fines de este artículo, solo se presentan los datos relacionados con la percepción de bienestar y felicidad, y el rol de género.
Participantes
Participaron 1106 estudiantes universitarios de diferentes semestres y distintas áreas del conocimiento, seleccionados de ocho universidades localizadas en la región norte (frontera), sierra, sur y centro del estado de Sonora. La selección de los participantes se realizó a través de un muestreo no probabilístico e intencional, bajo la consideración de que a partir de 220 casos o más que representan a un grupo (zonas de estudio), se normaliza la tendencia de los resultados, esto con base en la teoría del límite central (Grinstead, Snell y Laurie, 1997).
Se trabajó en ocho universidades, públicas y privadas, distribuyéndose la muestra de la siguiente forma: 220 estudiantes (20 %) de dos universidades ubicadas en la capital del estado; 365 (33 %) de tres universidades localizadas en el norte en la frontera con Estados Unidos; 288 (26 %) de una universidad ubicada en la cordillera central de la sierra, y 233 (21 %) de dos universidades ubicadas en el sur. La regionalización se hizo de acuerdo con la clasificación de COPLADES (Comité Estatal de Planeación para el Desarrollo, 1985). El período de levantamiento de datos inició en junio y concluyó en noviembre de 2019.
Datos socio-demográficos
Se utilizó un cuestionario que abarcó diversos aspectos sociodemográficos para caracterizar a los y las participantes en el estudio, incluyendo lo siguiente: edad, sexo, lugar de origen, indicadores familiares y de tipo escolar como semestre, promedio y licenciatura de procedencia.
Inventario de Masculinidad-Feminidad (IMAFE)
Con este instrumento evalúan los roles de género de forma confiable y válida. El antecedente de esta evaluación es el inventario de papeles sexuales de Bem (1975), conformado para la población estadounidense y validado en México entre 1983 y 1990 (Lara-Cantú, 1993). El IMAFE cuenta con cuatro escalas. Dos de ellas miden los atributos de masculinidad y feminidad:
1) Masculinidad: Comprende rasgos considerados masculinos y positivos, asociados a lo práctico y la orientación hacia la acción. Incluye los siguientes adjetivos: confiado de sí mismo; tomar decisiones; independiente; analítico; competitivo; racional; reflexivo; personalidad fuerte; hábil para dirigir; seguro de sí mismo; autosuficiente; dispuesto a arriesgarse; valiente; atlético, y maduro.
2) Feminidad: Abarca rasgos valorados como femeninos positivos, asociados con la relación, las habilidades interpersonales, la preocupación por los demás y la expresividad. Incluye: sensible a las necesidades de los demás; comprensivo; tierno; afectuoso; cariñoso; gusto por los niños; dulce; caritativo; de voz suave; compasivo; amigable; cooperador(a); espiritual; deseoso(a) de consolar al que se siente lastimado(a), y generoso(a).
Cada escala cuenta con quince reactivos; cada uno de ellos expresa rasgos de personalidad. En el cuestionario el o la participante tiene que responder si presenta ese rasgo o no, utilizando una escala que va del número 1, correspondiente a «nunca o casi nunca soy así», hasta el número 7, que indica «siempre o casi siempre soy así». La escala fue validada en un estudio realizado con 1513 estudiantes de una universidad pública de Sonora. El análisis de fiabilidad de la escala se estimó con Alfa de Cronbach, obteniendo un valor de .79 para masculinidad y de .88 para feminidad, lo que refleja un alto grado de congruencia interna de la escala (Abril et al., 2019).
Este instrumento permite la clasificación de los y las participantes en cuatro medidas según el puntaje obtenido a partir de las medianas de las escalas de Masculinidad y Feminidad. Una persona se clasifica como masculina cuando su puntaje en la escala de masculinidad es alto y la de femenina bajo. Por el contrario, se ubicó como femenina cuando su calificación en la escala masculina es baja y en la femenina alta. Finalmente se calificó como andrógina si el puntaje es alto en ambas escalas, e indiferenciada cuando es baja en las dos escalas.
Escala de bienestar (Hervás y Vázquez, 2013)
El Índice de Felicidad de Pemberton (PHI) está estructurado para medir dos aspectos el bienestar recordado y el bienestar experimentado. El primero consta de 11 afirmaciones relacionadas con el bienestar psicológico (eudaimónico); el bienestar subjetivo (hedónico); el bienestar general y el social. Entre las afirmaciones usadas están: «Estoy muy satisfecho con mi vida» y «Me siento muy unido a las personas que me rodean». En cada ítem se debe señalar el nivel de acuerdo o desacuerdo en una escala de 0 a 10: 0 «En total desacuerdo» y 10 «Totalmente de acuerdo».
El bienestar experimentado se evalúa con 10 ítems sobre acontecimientos que hacen referencia a eventos ocurridos el día anterior. Está conformado por cinco experiencias positivas, como «Pasé un rato divertido con alguien», y cinco experiencias negativas, como «Estuve preocupado por temas personales». La escala de respuesta es dicotómica (Sí / No). La suma de ambas secciones genera un índice de bienestar único. El bienestar global se obtiene de la suma de ambos apartados (Hervás y Vázquez, 2013).
El PHI fue sometido a una validación convergente en estudios con población latinoamericana (incluyendo mexicana) con rango de edad de 16 a 60 años. Se utilizaron escalas como la de satisfacción de la vida, escala de felicidad subjetiva y satisfacción con los dominios de la vida. La confiabilidad para el caso de México fue de un Alfa de Cronbach de 0.92. (Hervás y Vázquez, 2013). El valor del índice de cada participante se obtiene a partir de tres pasos: 1) El promedio de las variables que integran el «bienestar recordado»; 2) el promedio de las variables que forman el «bienestar experimentado», y 3) la suma de estos promedios. La interpretación de los valores resultantes es la siguiente: muy bajo, de 0 a 3.70; bajo, de 3.71 a 5.90; medio, de 5.91 a 7.90; alto, de 7.91 a 9.20, y muy alto, de 9.21 a 10.
Análisis de la información
Los datos fueron procesados y analizados con el software estadístico SPSS 18. Se realizaron análisis descriptivos y comparación de medias con prueba t de Student. Para relacionar el rol de género y el sexo con los componentes del PHI, se utilizaron análisis multivariado (MANOVA) y ANOVA de un factor para determinar diferencias entre grupos.
3. Resultados y discusión
Participaron 1106 estudiantes: 49.5 % fue de hombres y 50.5 % de mujeres. La media de edad fue de 19.84 años en los varones y 19.94 en las mujeres, con un rango de edad de 17 a 29 años. De los varones, 93 % dijo ser soltero, y de las mujeres el 91 %; el resto dijo estar casado o vivir en unión libre (7 % varones y 9 % mujeres). Con hijos vivos se reportó el 6 % de los varones y el 8 % de las mujeres, con un promedio de 1.5 hijos en ambos sexos, y un rango de 1 a 2 hijos. En cuanto a la situación laboral, 43 % de los varones y 29 % de las mujeres declaró trabajar además de estudiar al momento de aplicar la encuesta.
En cuanto a la distribución de los y las participantes por rol o perfil de género, en la Tabla 1 se destaca que más de la mitad de las y los participantes se ubicó en un perfil que no corresponde necesariamente a lo socialmente asignado para su sexo. Es decir: 32.2 % de los hombres y 36.6 % de las mujeres se ubicaron dentro de un perfil andrógino (con características femeninas y masculinas arriba de la media de grupo); y 30.4 % de los hombres y 29.7 % de las mujeres en el perfil indiferenciado (con características femeninas y masculinas por debajo de la media de grupo), lo que muestra cambios en los estereotipos de género tradicionales.
Perfil | Hombre (n = 537) |
Mujer (n = 553) |
|||
---|---|---|---|---|---|
Frecuencia | Porcentaje | Frecuencia | Porcentaje | ||
Masculino | 144 | 26.8 | 78 | 14.1 | |
Femenino | 57 | 10.6 | 125 | 22.6 | |
Andrógino | 173 | 32.2 | 186 | 33.6 | |
Indiferenciado | 163 | 30.4 | 164 | 29.7 |
Fuente: Elaboración propia con datos de encuesta.
En porcentajes menores, 26.8 % de los hombres y 22.6 % de las mujeres se adscribieron al rol socialmente asignado para su sexo. Es decir: predominaron en dichas mujeres rasgos considerados tradicionalmente femeninos, por ejemplo: afectividad, comprensión, cooperación, generosidad, sensibilidad a las necesidades de los demás, entre otros. Por su parte, en los varones predominaron los rasgos considerados masculinos: seguridad en sí mismo, competitividad, independencia, racionalidad, valentía, etc. Pero también hubo hombres que se adscribieron a roles femeninos y mujeres adscritas a los masculinos (10.6 % y 14.1 %). Si bien son porcentajes bajos, muestran la emergencia de perfiles disidentes de los hegemónicos.
Independientemente del análisis del rol de género de hombres y mujeres, se puede observar que en ambos sexos el perfil andrógino es mayoritario, seguido del indiferenciado y, finalmente, del perfil de los hombres masculinos y las mujeres femeninas. Con bajo porcentaje están los perfiles cruzados, es decir, de hombres femeninos y mujeres masculinas.
3.1 Nivel de bienestar según sexo y rol de género
El análisis por sexo muestra que al momento de aplicar la encuesta, 87 % de los varones y 83 % de las mujeres se ubicó en un nivel de felicidad de medio a muy alto. En un nivel de bajo a muy bajo se ubicó el 13 % y 17 % de hombres y mujeres, respectivamente. Aunque las diferencias no fueron estadísticamente significativas (p > 0.05), los datos señalan que la media general del índice en hombres (
Ítem | Hombre (n = 548) |
Mujer (n = 558) |
t | p |
---|---|---|---|---|
Bienestar recordado
|
7.75 8.08 8.25 6.49 6.67 |
7.52 8.12 8.12 6.31 6.32 |
1.898 3.590 1.100 1.026 2.043 |
0.058 0.000* 0.272 0.305 0.041* |
Bienestar experimentadoa | 6.68 | 6.55 | 0.876 | 0.381 |
Índice PHI | 7.64 | 7.44 | 1.872 | 0.061 |
Nota: a Corresponde al promedio de las respuestas al ítem 12. P ≤ 0.05.
Fuente: Elaboración propia con datos de encuesta.
El análisis de los diferentes elementos del índice muestra que en bienestar general fueron las mujeres quienes reportaron mayor satisfacción con la vida y mayor vitalidad para realizar sus tareas cotidianas, en comparación con los varones. En bienestar social, son ellos los que perciben que viven en una sociedad que les permite desarrollarse plenamente. En ambos casos las diferencias fueron estadísticamente significativas (p ≥ 0.05). En los otros apartados del índice, aun cuando las diferencias no son estadísticamente significativas, se puede observar que son los varones quienes perciben mejor bienestar
Aunque en el Índice de Bienestar Experimentado las diferencias no fueron estadísticamente significativas, el análisis por ítem (Tabla 3), muestra un equilibrio general en experiencias positivas para ambos sexos, con un mayor porcentaje de varones que disfrutan lo que hacen.
Ítem | Hombres (n = 548) | Mujeres (n = 558) | ||
---|---|---|---|---|
Fr | % | Fr | % | |
Experiencias positivas
|
440 482 452 408 263 |
80.3 88.0 82.5 74.5 48.0 |
434 492 431 400 279 |
77.8 88.2 77.2 71.7 50.0 |
Experiencias negativas
|
308 326 215 352 412 |
56.2 59.5 39.2 64.2 75.2 |
298 356 211 335 421 |
53.4 63.8 37.8 60.0 75.4 |
Fuente: Elaboración propia con datos de encuesta.
Con respecto a las experiencias negativas, más de la mitad, en ambos sexos, señaló emociones de enfado (64.2 % y 60 % para hombres y mujeres, respectivamente), aburrimiento (59.5 % y 63.8 %), y descontrol (56.2 % y 53.4 %), además de sentirse menospreciados por otras personas (75.2 y 75.4 %).
Se utilizó el análisis ANOVA de un factor para probar la relación entre el rol de género y elementos que componen el PHI. La significancia se estableció en p ≤ 0.05. Los hallazgos del análisis mostraron que hay diferencias estadísticamente significativas entre los componentes y el rol de género, independientemente del sexo, observándose que el perfil andrógino y el masculino son los que parecen percibir mayor bienestar en su entorno, en contraste con el perfil femenino y el indiferenciado (Tabla 4).
Bienestar | Masculino (n = 222) |
Femenino (n = 182) |
Andrógino (n = 359) |
Indiferenciado (n = 327) |
F | p |
---|---|---|---|---|---|---|
Bienestar recordado
|
7.77 7.93 8.35 6.61 |
7.41 7.72 7.96 6.09 |
8.26 8.54 8.87 6.91 |
6.98 7.12 7.47 5.80 |
35.238 28.096 35.088 18.379 |
0.000* 0.000* 0.000* 0.000* |
Bienestar social | 6.28 | 6.41 | 7.01 | 6.14 | 6.133 | 0.000* |
Bienestar Experimentado* | 7.04 | 6.38 | 7.14 | 5.96 | 19.172 | 0.000* |
Índice PHI | 7.71 | 7.32 | 8.17 | 6.89 | 36.525 | 0.000* |
Nota: *Corresponde al promedio de las respuestas al ítem 12. P ≤ 0.05.
Fuente: Elaboración propia con datos de encuesta.
Para determinar cuáles categorías diferían significativamente entre sí, se realizó la prueba de comparaciones múltiples post hoc de Bonferroni, que confirmó que los y las participantes andróginos y masculinos presentaban un nivel significativamente mayor de bienestar experimentado, en comparación con los perfiles femenino e indiferenciado. En bienestar recordado, los andróginos presentaron un nivel significativamente mayor que el resto de los perfiles. Sin embargo el perfil masculino presentó niveles ligeramente mayores que el indiferenciado, pero similares al femenino. Además de estas diferencias, se pudo observar que en el índice general, los andróginos perciben significativamente mayor felicidad que el resto de los perfiles, y los indiferenciados son los que significativamente perciben menor felicidad que el masculino y el femenino. Los datos indican que el rol de género, en los distintos componentes de la escala, varía dependiendo de si se es hombre o mujer.
Para analizar las diferencias significativas de bienestar y perfil de género y si existe relación con el sexo, se realizó un análisis de varianza multivariada (MANOVA). Se consideraron como factores los cuatro perfiles generados en la escala de masculinidad-feminidad y el sexo (hombre / mujer).Como variables dependientes se emplearon las puntuación del Índice de Felicidad y las subescalas de bienestar recordado y experimentado.
En el MANOVA, el análisis de contraste multivariado, los datos obtenidos con la Traza de Pillai indican que hay diferencias significativas en la interacción individual de las variables con rol de género y sexo, que se mantienen en la interacción de estas mismas variables (Tabla 5).
Efectoa | Valorb | F a | Gl | Error gl | Significancia |
---|---|---|---|---|---|
Sexo | 0.135 | 16.795 | 9.000 | 3219.00 | 0.021* |
Rol de género | 0.009 | 3.271 | 3.000 | 1071.00 | 0.000* |
Sexo*Rol | 0.021 | 2.525 | 9.000 | 3219.00 | 0.007* |
Nota: aVariable dependiente: PHI, bienestar recordado, bienestar experimentado. bTraza de Pillai. P≤0.05.
Fuente: Elaboración propia con datos de encuesta.
Al analizar los efectos intersujetos, los datos indican que hay diferencias en todas las variables dependientes por separado y por perfil de género (p ≤ 0.05); sin embargo, por sexo, las diferencias solo son significativas en bienestar recordado (p ≤ 0.005). Es decir, tanto individualmente como en conjunto, las variables perfil género y sexo tienen un efecto diferente sobre la percepción de bienestar de los y las participantes (Tabla 6).
Efecto | Variable dependiente | F | gl | Significancia |
---|---|---|---|---|
Sexo | PHI | 2.815 | 3 | .094 |
Bienestar experimentado | 3.133 | 3 | .077 | |
Bienestar recordado | 7.979 | 3 | .005* | |
Rol de género | PHI | 50.432 | 1 | .000* |
Bienestar experimentado | 48.592 | 1 | .000* | |
Bienestar recordado | 28.636 | 1 | .000* | |
Sexo*Rol | PHI | 4.978 | 3 | .005* |
Bienestar experimentado | 4.609 | 3 | .002* | |
Bienestar recordado | 3.229 | 3 | .003* |
Nota: P ≤ 0.05.
Fuente: Elaboración propia con datos de encuesta.
Los datos indican que el perfil de género sí influye en la percepción de bienestar y en los diferentes componentes de la escala. Los hallazgos del estudio parecen indicar que las y los jóvenes que presentaron un perfil andrógino o masculino tienen mayor probabilidad de percibir su entorno que aquellas que se ubicaron en un perfil distinto a estos. Así, la combinación de atributos, femeninos y masculinos, sin distinción del género amplía la gama de estilos o formas de interacción con el entorno y, a la vez, como lo plantea Lara (1993), este perfil resulta más funcional para promover o facilitar un mejor ajuste personal.
4. Conclusiones
Los datos aquí presentados muestran que hombres y mujeres perciben un nivel de felicidad medio. Sin embargo, en proporción, los hombres tienen porcentajes ligeramente mayores a los de las mujeres. Es decir: ellos presentan una tendencia a percibir mejor bienestar en su entorno. Al analizar esto mediante los componentes de la escala utilizada, se identifica que los varones perciben mayor bienestar social que las mujeres, lo que desde una perspectiva de género puede explicarse por el prestigio que aún mantienen los roles masculinos (Pérez et al., 2015).
Por otro lado, fueron las mujeres reportaron mayor satisfacción con la vida y mayor vitalidad para realizar sus tareas cotidianas (Bienestar general) en comparación con los varones. Zubieta & Delfino (2010) señalan que las mujeres, por lo general, obtienen puntuaciones más altas en ese rubro, por el estereotipo de género que las considera más centradas en la búsqueda de armonía y bienestar; mientras que a los varones los orienta hacia la búsqueda del desarrollo personal.
Pese a los avances en equidad de género, los procesos de socialización refuerzan atributos considerados masculinos como habilidades competitivas, de liderazgo, de confianza en sí mismo, entre otros, que son útiles para un mejor desempeño académico. En cambio, en las mujeres se fortalecen otros, como delicadeza, sensibilidad y comprensión, por mencionar algunos que no necesariamente les otorgan ventajas en un mundo masculinizado (Lara-Cantú 1993; Scott 1997, Pérez et al., 2015). De ahí que la percepción de bienestar en los varones esté más orientada hacia la autopromoción y a la búsqueda de objetivos y metas individuales que les permitan su desarrollo personal y social apegado al modelo hegemónico de masculinidad (Connell, 1997; Zubieta y Delfino, 2010; Zubieta, Fernández y Sosa, 2012).
Al analizar por separado los elementos que componen el bienestar experimentado con referencia a eventos ocurridos el día anterior, en ambos sexos, más de la mitad refiere experiencias negativas. El enfado, aburrimiento y descontrol, entre otros, muestran que la población participante expresa que las condiciones del entorno no le son del todo favorables. La presión en la escuela, el trabajo, la familia o la comunidad, pueden estar causando algún malestar o inconformidad en ellos, restándoles capacidad para ver las oportunidades (Chacón et al., 2020).
Silva et al. (2020) señalan que cuando la o el estudiante percibe un entorno negativo, sobre todo en aquellas situaciones que tienen que ver con su proceso formativo, puede perder el control para afrontarlas, llegando a manifestar ansiedad e insomnio, o viendo esto reflejado en su rendimiento académico mediante el desinterés, el ausentismo o la deserción.
En cuanto al rol de género y su relación con la felicidad y el bienestar percibido, el índice no mostró mayor relación con el sexo, pero si con el rol de género. Los y las jóvenes andróginos mostraron mayor nivel de felicidad y bienestar que los ubicados en un rol masculino, femenino e indiferenciado, independientemente de si se es hombre o mujer. Por otro lado los indicadores mostraron mayor relación con la masculinidad que con la feminidad. Los y las indiferenciados mostraron menor nivel en el índice de felicidad y en los elementos que lo componen. Rodríguez, Matud y Álvarez (2017) señalan que el rol andrógino, independientemente de si se es hombre o mujer, da pauta a los y las jóvenes a adquirir habilidades sociales más diversas, lo que les permite percibir su entorno con mayor bienestar, comparados con otros jóvenes con roles diferentes.
Los resultados expuestos son similares a los reportados por Barra (2010, 2011), en los que concluye que los participantes ubicados en un rol andrógino presentaron mayor nivel de bienestar, y los de rol masculino estuvieron por arriba de los femeninos. Señala, además, que los indiferenciados presentaron un nivel significativamente menor en bienestar que el resto de los participantes.
Estos mismos resultados se obtienen en otros estudios al evaluar el bienestar y la salud en jóvenes, manteniéndose la tendencia de que son los andróginos los que presentan niveles más altos de bienestar y mejores prácticas de cuidado de la salud (Matud et al., 2016; Abril et al., 2019). Los andróginos y masculinos han asumido los valores de una sociedad que privilegia lo masculino, pero en el caso de los andróginos, se muestra la emergencia de roles que reconocen también lo positivo de características que no son inherentes a la biología, sino a la construcción sociocultural del género.
Si bien el inventario de Lara-Cantú (1993), a pesar del paso del tiempo, ha mostrado ser sensible en los resultados expuestos y en su relación con diversos indicadores de salud y calidad de vida (Abril et al., 2019), también plantea la necesidad de desarrollar instrumentos acordes a las realidades actuales y a las juventudes del nuevo milenio.
Finalmente, el estudio logra mostrar la relación existente entre la percepción de bienestar y los roles de género. Particularmente, se destaca que la mayor felicidad y bienestar se observa tanto en hombres como en mujeres que logran un equilibrio en la combinación de atributos femeninos y masculinos. Sin embargo, también debe considerarse que la persistencia de roles masculinizados también lleva a que las y los jóvenes perciban un mayor bienestar con independencia de su sexo, aunque en menor proporción.
Los resultados podrían indicar que los roles de género en las generaciones jóvenes están en transición e impactan la manera en que perciben y se desenvuelven en su entorno. De ser así, cabría esperar el desarrollo de habilidades para la autorrealización y el ajuste psicológico.