Introducción
México, en el ciclo agrícola 2016-2017 ocupó el lugar décimo primero como productor de café a nivel mundial, aportando 1.6% de la producción y ocupó el décimo segundo lugar como exportador a nivel internacional, aportando 1.5%, después de Brasil (32.2%) y Colombia (8.9%) en el Continente Americano, Vietnam (19.1%) e Indonesia (7.7%) en Asia y Etiopia (4.2%) en África (4.2%) (FIRA, 2016).
El 91.5% de la producción nacional de café en 2019 fue aportado por los estados de Chiapas (35%) Veracruz (20.8%), Oaxaca (18.9%), Puebla (10.2%) y Guerrero (6.5%) (SIAP, 2019). El cultivo es atendido por productores minifundistas indígenas que viven en regiones con alta marginación y pobreza (Robles, 2011; Aguirre-Cadena et al., 2012).
En México, el cultivo de café representa una alternativa viable para mejorar las condiciones de vida de los pequeños productores cafetaleros. La cafeticultura es una actividad de gran relevancia para la población indígena y campesina que habita en las áreas montañosas del centro y sureste de México, debido a que la producción y venta de este grano ha permitido obtener históricamente ingresos económicos para la subsistencia de este segmento de la sociedad (Anta, 2006). Por otro lado, el agro ecosistema cafetal, además de proveer servicios ambientales, representa un espacio para reproducir el mecanismo de generación y transmisión del conocimiento local a través de generaciones, el cual se vive de manera diferenciada según el género y la edad.
Este conocimiento colectivo debe entenderse como una epistemología local sobre una realidad cambiante, desde esta perspectiva, los saberes locales son dinámicos e innovadores (Toledo y Barrera, 2008). Bajo las diferentes condiciones climáticas en que se cultiva el café, la producción y comercialización son afectadas por factores como: plagas y enfermedades, baja rentabilidad, falta de estímulos para la producción (Morales et al., 2019), precios bajos que lo ponen en riesgo, manejo deficiente e insolvencia económica (Figueroa-Hernández et al., 2015a). Además, los predios están en zonas de difícil acceso, lo que dificulta la atención adecuada de la huerta, debido a que los responsables del cultivo, en su mayoría son personas de edad avanzada.
A pesar de dicha problemática (FIRA, 2016; Medina-Meléndez et al., 2016; Cardeña et al., 2019), los productores indígenas, continúan atendiendo las plantaciones de café. Esto por el arraigo sociocultural y económico como estrategia de sobrevivencia de las familias campesinas indígenas y a que no se tienen alternativas de producción, así como la carencia de fuentes de empleo.
Específicamente para el estado de Guerrero, en 2019, el café, con base a la superficie establecida (45 603 ha), ocupó el décimo segundo lugar a nivel estatal, con una producción de 38 465 t cuyo valor fue de $230 018.00 pesos y un rendimiento promedio de 0.94 t ha-1 (SIAP, 2019). Los municipios que más aportan a la producción son Atoyac de Álvarez, San Luis Acatlán, Malinaltepec, Coyuca de Benítez e Iliatenco, con 82% de la producción estatal (Landeta et al., 2011; SIAP, 2019).
Estos municipios se localizan en la región de la Montaña, caracterizada por alta marginación, pobreza, productores de subsistencia, escasos servicios básicos, falta de fuentes de empleo y con predominio de población indígena (Tlapaneco y Mixteco). La situación antes mencionada sobre el cultivo de café está presente en la comunidad de Ojo de Agua de Cuauhtémoc, Malinaltepec.
En esta comunidad, el café es un cultivo considerado de gran importancia social y económica, porque de él, por tradición, depende económicamente la población, involucra a la familia en las actividades del cultivo, genera relaciones sociales al momento de vender el producto y por el ingreso de venta al seno familiar. Sin embargo, se percibe que los productores han abandonado las huertas para realizar otras actividades que complementen el gasto familiar. Bajo esta lógica, es importante documentar el estado actual del sistema de producción del café en la comunidad de Ojo de Agua de Cuauhtémoc para que no se pierda el conocimiento ancestral que la comunidad tiene sobre el cultivo, ya que no existe evidencia sobre el caso.
Con base a lo anterior, la presente investigación tuvo como objetivo sistematizar el proceso de producción de café de la comunidad indígena de Ojo de Agua de Cuauhtémoc, para detectar los puntos críticos y tener un referente que pueda utilizarse en la toma de decisiones sobre iniciativas encaminadas a mejorar la producción de dicho cultivo.
Materiales y métodos
El trabajo se realizó en la comunidad de Ojo de Agua de Cuauhtémoc, municipio de Malinaltepec, Guerrero, en la región de la Montaña Alta, ubicada a 17° 12’ 6.0” latitud norte, -98° 39’ 23.0” longitud oeste, a una altitud de 2 105 m. La población total es de 505 personas, de las cuales, 304 de más de cinco años hablan Tapaneco (Me’ phaa) (SEDESOL, 2013). El 10.7% de la población es analfabeta y 27.1% de la población es económicamente activa. La principal actividad es la agricultura, siendo el maíz y el café los principales cultivos.
La investigación fue descriptiva (Padua, 2004; Tamayo, 2004). Como la comunidad es pequeña, se entrevistó a los 35 productores que cultivan café, no se aplicaron criterios de selección, fue por censo. La información se recabo mediante un cuestionario con preguntas estructuradas, en él se colectó información personal, de los predios, variedades de café, semillero, manejo de la huerta, producción y destino de esta; así como, problemas que afectan al cultivo.
La información recabada se codificó y se capturó en una base de datos de Excel, la cual se analizó mediante estadística descriptiva con el programa Statical Package for the Social Sciences (SPSS) versión 19 en español.
Resultados y discusión
Información de los productores de café
El 57% y 43% de los entrevistados fueron hombres y mujeres respectivamente, con edad promedio de 52 años y un rango entre 19 a 82 años, por consiguiente, los entrevistados se encuentran en edad productiva. El 74% de ellos son casados, 20% solteros, 3% en unión libre y 3% viudos. El promedio de miembros por familia fue de 4.8, 34% de los entrevistados tenían tres integrantes. Los productores jóvenes tienen hijos pequeños, los de mayor edad, viven solos, los hijos han migrado a otros lugares como Tlapa de Comonfort, Acapulco, Ciudad de México y Estados Unidos de América.
El 60% de los entrevistados son responsables del ingreso del hogar, mientras que 25.7% es apoyado por el hijo mayor o la esposa. Las principales fuentes que generan ingreso al seno familiar son: la cafeticultura (62.9%) y los programas del gobierno (37.1%), como Procampo, adultos mayores y fomento a la producción. Bajo este supuesto, 80% de los entrevistados consideran que tienen un ingreso mensual de $500.00 a $1 000.00 pesos, 8.6%, de $1 100.00 a $2 000.00 pesos por mes.
El 34% terminó la primaria, 31% no tuvo estudios, 14% terminó el bachillerato, 12% terminó la secundaría, 6% y 3% primaria y bachillerato incompleto respectivamente; con tendencia de que los jóvenes tienen mayor grado de escolaridad. Por otra parte, 83% de los productores realiza actividades agropecuarias, 14% son amas de casa y 3% albañiles.
Las mujeres que atienden las actividades de campo, es porque los maridos migran en busca de trabajo, debido a que en la región no hay fuentes de empleo. El 63% de los productores tienen más de 20 años como cafeticultores, 22% de 6 a 15 años, 9% de 1 a 5 años y 6% de 16 a 20. Ante esto, se puede señalar que son productores con experiencia en el café, a pesar de un escaso apoyo institucional para la producción y un precio bajo del producto, así lo manifestó 100% de ellos.
Características de los predios
El 100% de los productores tienen tierra comunal, en promedio, 0.93 ha por productor. El 85.7% tiene un predio, 14.3% tiene 2 o 3 predios, desde un cuarto hasta 1 ha. El 97% de la tierra fue heredada y 4% la compró. Por su parte, Figueroa-Hernández et al. (2015b), mencionan que los predios de café en México se han atomizado, en promedio se tiene 1.38 ha por productor, debido a la división de la tierra que se ha heredado a los hijos y por la expectativa de recibir subsidios de programas del gobierno. Esta situación, coincide con lo encontrado en la presente investigación, ya que heredar la tierra a los descendientes es un fenómeno sociocultural, pero tener la esperanza de que con ello se tenga un derecho a los programas de gobierno, este es un tema por confirmar para entender las causas que originan esa forma de pensar.
Variedades de café
La variedad que predomina en las huertas es la Typica o criollo (Coffea arabica), 94% de los productores la tiene, 77% como monocultivo y 23% asociado e intercalado con las variedades Caturra Amarillo (11%), Caturra y Mundo Novo (12%). En México, la principal variedad que se cultiva es la Typica (Figueroa-Hernández et al., 2015b; López-García et al., 2016) que, de acuerdo con la experiencia de los productores, es la que mejor se adapta a las condiciones climáticas de la comunidad. Esto permite obtener mejor rendimiento y calidad de grano, otras variedades son más susceptibles a plagas y enfermedades, al viento, a la lluvia y sequía. De acuerdo con Fischersworring y RoBkamp (2001), la Typica se puede cultivar desde 400 a 2000 m de altura, adaptándose a diferentes condiciones climáticas y suelos.
Renovación de cafetales
El 46% de los productores tienen plantas de café entre uno y diez años, 40% entre 11 y 35 años y el resto (14%) más de 36 años. El 77% de ellos renueva plantas entre 8 y 10 años, 14% entre 10 y 15 años y 9% cada año repone plantas que se secan, esto depende de las características que la huerta presente. Las razones para realizar la renovación son: plantas avejentadas (53%), baja productividad (38%) causado por plagas y enfermedades y características físicas de la planta (tamaño) que afectan al fruto (9%).
La renovación es importante para contrarrestar el deterioro físico y garantizar una producción sostenible a largo plazo (Fischersworring y RoBkamp, 2001). De acuerdo con Rendón (2016), la renovación de los cafetales debe realizarse considerando la altura de planta, edad, la variedad, número de plantas, plantas perdidas y el estado fitosanitario del cafetal. Los productores para realizar la renovación coinciden con (Fischersworring y RoBkamp, 2001), ellos son prácticos, visualizan el estado físico de la planta y la producción.
La renovación se realiza con plantas que crecen en la huerta; se selecciona las de mejor apariencia con hojas grandes, color verde y mayor grosor de tallo. Esta actividad se realiza de forma tradicional en la comunidad, por consiguiente, se necesita desarrollar con los productores conocimientos técnicos para producir plantas con mejor calidad para la renovación, y con ello, mejorar la producción de grano.
Vivero y sombra
El 94% de los productores no realiza selección de semilla para establecer un semillero o vivero. 74% no establece vivero por las razones siguientes: 31% no lo considera importante, 26% obtiene la planta de la huerta, 23% mencionó ser muy laborioso y 9% no sabe cómo realizarlo y no cuenta con apoyo institucional para hacerlo. Los que realizan vivero (26%), solo 6% selecciona semilla de las mejores plantas de la huerta. De acuerdo con lo anterior, se debe implementar un programa que desarrolle las capacidades de los productores en la selección de semilla, planta y algunas características como vigor, sanidad, producción sostenida, edad y establecimiento del vivero.
Esto puede realizarse con la participación de los productores, lo que contribuiría paulatinamente a mediano y largo plazo a generar un programa de mejoramiento participativo en la comunidad. El 94% de los productores realizan manejo de sombra, con ello tienen cierto control de plagas y enfermedades del cafetal; lo que concuerda con Rojo (2014) al explicar que las condiciones ambientales y de humedad en el manejo del cultivo son importantes para la incidencia o no de enfermedades. Los productores mencionaron que estos factores los controlan con el raleo de árboles, y con ello obtienen madera que aprovechan para la construcción y como combustible.
El sistema de producción de café que se práctica en la comunidad es el ‘rústico’ o rusticano, ya que el manejo de la sombra está dado por vegetación natural. Este sistema es común en regiones indígenas, caracterizado por un rendimiento bajo (Aguirre-Cadena et al., 2012). En el sistema se tiene una mínima afectación del ecosistema forestal al removerse el estrato bajo de la selva o del bosque (sotobosque). Al respecto, Moguel y Toledo (2000), indican que la simple sustitución de las plantas (arbustivas y herbáceas) del piso de las selvas o bosques por matas de café es lo que se conoce como sistema rusticano o de montaña.
Por otro lado, 97% de los productores ha plantado especies de sombra como el cuajinicuil (Inga jinicuil Schltdl & Cham Ex G.) (66%) y elite (Alnus acuminata Kunth) (26%); son plantas que retienen la humedad del suelo y sirven como barreras para la retención de este. Por su parte, Vargas y Pire (2017) encontraron que al utilizar plantas de Inga jinicuil como sombra en café, el rendimiento de grano fue mejor en comparación con especies de otro género. En la comunidad, a pesar de que se tiene al Inga, el rendimiento de grano es bajo. Esto porque la producción depende de varios factores como nivel tecnológico (Benítez-García et al., 2015), manejo, variedad, edad de la planta, sanidad, fertilización y clima.
Poda, control de maleza y fertilización
Autores como, Fischersworring y RoBkamp (2001) mencionan que la poda aumenta y regula la cosecha, con ello se evita el agotamiento prematuro del cafeto, mejora la calidad del grano y se facilita la recolección. Bajo este supuesto, 80% de los entrevistados realiza podas de rejuvenecimiento (plantas de 8 a 10 años produciendo) y 20% de formación en cafetos de 6 a 7 meses después de haberse plantado, y consiste en doblar o inclinar una parte de la planta (rama) hacia el lado contrario de donde sale el sol, tal como lo recomienda el Conider (2013). No se realizan podas de formación, por lo que es importante conocer las causas o razones, información que no fue recabada en la presente investigación. Las podas de formación provocan rebrotes en las ramas y ayudan a mantener la productividad en el tiempo (Rendón, 2016), el no realizarlas, afecta el rendimiento de café, quizá, esta es una razón del rendimiento bajo que se encontró en la comunidad.
El 54% de los productores realizan dos limpias de arvenses al año, antes y después de la cosecha y solo 46% realiza una. Esta actividad se realiza de forma manual (100%) empleando machete para no eliminar arvenses comestibles y medicinales, y para no exponer el suelo a la erosión. Esto coincide con Aguirre-Cadena et al. (2012), al mencionar que 90% de los productores de café controla arvenses con machete y que 65% realiza dos deshierbes por ciclo. Por su parte, la FHIA y Unión Europea (2004) indican que el control de malezas en forma indiscriminada puede causar erosión en el suelo. El control de la maleza se realiza en el área de sombra del cafeto, si no se tiene un control adecuado, puede haber pérdidas en rendimiento de grano de hasta 65% (Arcila et al., 2007).
Los productores están conscientes de que fertilizar el cultivo de café favorece la producción, pero debido a los costos altos que implica la compra de fertilizantes químicos y la distancia para su adquisición, así como de la escasa disponibilidad de estiércol para fertilizar, 43% no fertiliza. El 57% que fertiliza, lo hace una vez al año (antes o después de la cosecha), lo cual depende del tiempo del productor y época de lluvia. Para fertilizar se usa abono orgánico (estiércol de bovino y caprino) y con tierra que obtienen de los hormigueros de arriera (Atta mexicana).
De acuerdo con Fortanelli y Servín (2002), el uso de deshechos de está hormiga es un recurso potencial para fertilizar en regiones secas de México. La fertilización es importante, porque además de incrementar la producción se tiene mayor sanidad de la planta (Bedoya y Salazar, 2014).
Para llevar a cabo una óptima fertilización, debe realizarse con base en los resultados de un análisis de suelo (González et al., 2014), una técnica difícil para que los productores de Ojo de Agua lo realicen. Por tal razón, los productores continúan fertilizando el cafeto de forma tradicional, debido a ello, técnicos y productores deben diseñar un plan de fertilización química y orgánica que considere la elección de fuentes y cantidades óptimas para los requerimientos del café en la región. Este plan se podría lograr mediante capacitación participativa de los productores de forma continua. La producción de abonos orgánicos con productos locales puede ser una alternativa para mejorar la producción, por los altos contenidos de nutrientes, además, se logra el equilibrio entre lo social, lo ambiental y lo económico (Restrepo, 2006) y de esta forma reducir los costos de producción.
Enfermedades y plagas
Las enfermedades se presentan en diferentes etapas de desarrollo de la planta, en el semillero, vivero y plantación establecida. Las más importantes son gotera u ojo de gallo (Mycena citrocolor) (66%) y roya (Hemileia vastatrix) (8%). En México, la roya del café y el ojo de gallo se encuentran presentes en las principales zonas productoras de café, por ello son de importancia económica (SENASICA, 2014 y 2016). En la comunidad de estudio, la incidencia de roya es menos frecuente, ya que los productores mantienen controlada la sombra del cultivo de café y las plantas enfermas las retiran y queman. Por otro lado, la humedad ambiental es baja, lo que afecta la reproducción del hongo. Los productores no controlan las enfermedades, ellos mencionaron que los daños son mínimos y que el costo de los productos para el control es alto, algo que no puedan pagar por su situación económica.
Una de las plagas es la hormiga arriera (Atta mexicana) que ataca a plantas pequeñas (semillero o vivero); para el control usan Furadán esparcido en el suelo y alrededor de la planta. Este producto funciona y lo compran porque está al alcance de su economía. Otra plaga es la broca del café (Hypothenemus hampei) que causa daños al fruto, en edad temprana (caída) o maduros (frutos de bajo peso y mala calidad). Los productores que la controlan (71%) lo realizan con trampas y atrayentes (63%) y repelentes orgánicos (8%).
La sanidad de la planta de café afecta el rendimiento y calidad del grano, por esta situación, es importante concientizar a los productores sobre problemas fitosanitarios y desarrollar un programa sobre el control biológico. Una forma es apoyando la organización y capacitando monitores comunitarios (Rosas et al., 2015) o formando comités de sanidad, aprovechando la estructura de organización que tiene la comunidad por usos y costumbres.
Cosecha y destino de la producción
Para la cosecha se emplea mano de obra familiar, esto porque no cuentan con recursos económicos para contratar mano de obra, así lo mencionó el 100% de los productores. Está se realiza de diciembre a febrero, por lo general deben realizarse de 2 a 3 cortes debido a la irregularidad de madurez del fruto. Sin embargo, los productores (100%) realizan un corte por ciclo (colectando frutos verdes, maduros o secos), lo que resta calidad al grano. Las razones de porque lo hacen es debido al rendimiento bajo por superficie (84%) y los jornales requeridos para la cosecha y el traslado de grano de la huerta a la casa del productor, lo que incrementa los costos de producción. Al respecto, Puerta-Quintero (2000), indica que la presencia de cerezas inmaduras es uno de los factores que afecta la calidad del café mexicano (sabor amargo).
El rendimiento de grano de café fluctúo de 200 a 1 350 kg, según la superficie por productor, la cual fluctuó de un cuarto hasta tres hectáreas. El promedio en dos ciclos de producción fue de 0.598 y 0.694 t ha-1 para el año 2011 y 2012 respectivamente; inferior al promedio estatal (0.902 t ha-1) y nacional (1.26 t ha-1) (SIAP, 2018).
Los productores consideran varias razones por las cuales obtienen rendimientos bajos como menciona el Cuadro 1. Sobresale la existencia de plantas avejentadas (bajo rendimiento), daño por enfermedades (ojo de gallo y roya), plagas, lluvia (deslaves) y viento (ramas quebradas). Estos factores coinciden con lo mencionado por FIRA (2016), al referirse que la producción de café disminuye por plantas avejentadas, incidencia de roya, condiciones climáticas y reducción de la superficie del café. La obtención de mayor rendimiento tiene que ver con mayor atención a la huerta e inversión (Cuadro 1), lo cual tiene relación con Benítez-García et al. (2015), quienes sostienen que la aplicación de tecnología en café favorece el rendimiento de grano.
Rendimiento bajo | (%) | Rendimiento alto | (%) |
---|---|---|---|
Plantaciones viejas | 29 | Ha invertido más recursos económicos para el manejo de la huerta | 67 |
Ahora hay más plagas y enfermedades | 26 | Ha controlado plagas y enfermedades en la plantación | 17 |
La tierra ya no produce como antes | 23 | Ha renovado las plantaciones y ahora hay mayor producción | 16 |
No hay mercado y precio bajo, por tanto, ya no se atiende a la huerta | 22 |
El 80% de los productores mencionó que la cafeticultura es una actividad importante en la comunidad, y aunque no se recabó información respecto a otras fuentes de ingreso, 60% considera que es su principal fuente de ingreso durante el año, el resto (40%) identifica que los precios obtenidos han sido muy bajos y por tanto, han desatendido la huerta.
El 87.5% de los productores venden toda la producción de grano en presentación capulín a la organización ‘La Luz de la Montaña’, otros venden parte de ella. Cuando está próxima la cosecha, representantes de esta organización acuden a la comunidad para asegurar la compra, pero al momento de vender cada productor lo hace de forma individual. En 2012, el kilo de bola seco o capulín se pagó a $20.00 pesos, solo 17% vendió café pergamino a $40.00 pesos el kilo. La cantidad de café que vende cada productor está en función de la presentación del grano, el precio y de las necesidades que tenga para sobrevivir con la familia.
La falta de incentivos por parte del Estado para la producción de café ha ocasionado la desmotivación de los productores para atender el cultivo. Ante este panorama, una forma de revalorar el cultivo es mediante la gestión de recursos económicos por parte de los productores, que por medio de la asesoría y capacitación desarrollen las capacidades para mejorar el manejo de la huerta y con esto, incrementen la producción y mejoren la calidad del grano.
Problemas y alternativas de solución
La escasa asesoría y la incertidumbre de mercado son los principales problemas que afectan negativamente el rendimiento y calidad del café (Figura 1). El 100% de los productores resaltó la importancia de formar y consolidar una organización, 71% mencionó que organizados podrían agregar valor al grano de café (tostado y molido), mediante la gestión de maquinaria y equipo para la transformación del grano y 29% que se podría buscar opciones de mercado.
La organización permite consensuar las ideologías personales y visualizar un proyecto gremial de vida, que además de productivo, debe ser autogestivo (Sánchez, 2015). Por lo anterior, es importante buscar la asesoría y apoyo a la organización de productores de café en el corto y mediano plazo, y con ello, mejorar el proceso de producción y comercialización. Esto podría lograrse, con la interacción de los diferentes actores, usando las formas de organización internas de la comunidad y aprovechando los vínculos de confianza que los productores de café tienen hacia la autoridad que los representa.
Los productores para mejorar la atención a la huerta de café demandan mayor capacitación y financiamiento (73%). Bajo esta situación, se percibe que los productores aún están arraigados al paternalismo del Gobierno, dejando al margen la posibilidad de la autogestión. El 85.7% de ellos nunca ha solicitado un crédito, solo invierte lo mínimo para realizar las actividades en la huerta, lo que afecta negativamente el rendimiento de grano. De acuerdo con Robles (2011), la falta de estímulos para la producción de café afecta el manejo, rendimiento y los ingresos de los productores.
En la comunidad, por el grado de pobreza y marginación de la población, un estímulo para la producción de café por parte de alguna institución reactivaría la importancia del cultivo por parte de los productores. Al no existir apoyo institucional, hay que generar alternativas de autogestión y generación de recursos. Una forma es la implementación de la economía popular y solidaria, la cual tiene el bien común, en donde el ser humano es el sujeto para atender problemas comunes (Saltos et al., 2016), que mediante el acompañamiento en la gestión se conviertan en autogestores de su propio desarrollo.
Conclusiones
A pesar de un escaso apoyo institucional, deficiente manejo de la huerta, baja producción, escasa asesoría y capacitación técnica hacia los productores. Estos sostienen que el cultivo del café es una actividad importante que les genera ingreso durante el año, por lo que es necesario conservar y preservar como modo de vida que coadyuve en el desarrollo social de la comunidad y el territorio. Los principales problemas que afectan la producción y comercialización del café son fitosanitarios, técnicos, mercado incierto y escasa organización de productores, los cuales se podrían mejorar si los productores son autogestivos para resolver sus propios problemas, fortaleciendo la organización.