Introducción
Los trastornos alimentarios (TA), específicamente la Anorexia Nerviosa (AN) y la Bulimia Nerviosa (BN) son alteraciones, o perturbaciones, en el comportamiento de la ingesta, que se ven reforzados por un temor patológico a subir de peso, una excesiva preocupación por los alimentos y la imagen corporal (Rutsztein et al., 2010).
En la actualidad, se estima que la prevalencia a lo largo de la vida de AN es de 0.21% en la población general, mientras que para BN es de 0.81% (Qian et al., 2013). Asimismo, la población de mujeres que padecen un TA es significativamente más alta, sin embargo, se ha visto un incremento en la población de hombres, por ejemplo, en Estados Unidos se ha reportado una relación de 3:1 en AN, y de 5:1 para BN (National Institute of Mental Health, 2001-2003). Cabe señalar que existen poblaciones con mayores factores de riesgo para el desarrollo de un TA, por ejemplo, los bailarines profesionales, quienes requieren un cuerpo esbelto para hacer el espectáculo más atractivo a la audiencia (Requena et al., 2015).
De acuerdo con la literatura, se han realizado una diversidad de estudios para explorar el riesgo de desarrollar un TA en bailarines, encontrando que los especialistas en danza tienen mayor riesgo que aquellos que no lo son (Rutsztein et al., 2010), no obstante, también se ha mencionado que no existen diferencias en el riesgo de un TA entre bailarines profesionales y amateur (Kurpel et al., 2016).
Por otro lado, se han estudiado diversos tipos de danza para explorar si estaban en igualdad de riesgo para desarrollar un TA, a este respecto, Jáuregui et al. (2016) compararon grupos de bailarines semiprofesionales de flamenco, danza contemporánea y danza neoclásica, encontrando que todos los grupos tenían riesgo bajo para TA, no obstante, esta afirmación se realizó únicamente considerando el índice de masa corporal (IMC) y sin entrevista diagnóstica, a pesar de que 18.0% de los participantes habían rebasado punto de corte del Test de Actitudes Alimentarias (EAT-40, por sus siglas en inglés, Garner et al., 1982).
En el mismo año y a manera de contraste, Liu et al. (2016) realizó un estudio con grupos que practicaban danza clásica, danza tradicional china y danza moderna. En su muestra de 442 mujeres, encontró que 15.4% estaban diagnosticadas con TA y además observó preocupación por la imagen corporal y baja autoestima.
Por otro lado, Danis et al., 2016 estudiaron a dos grupos de bailarines, uno que ejercía la danza de tiempo completo y otro de medio tiempo, encontrando que aquellos que dedicaban más tiempo a la danza estaban más insatisfechos con su imagen corporal, siendo las mujeres las más afectadas.
A este último respecto, si se habla de diferencias entre sexo, el estudio de Nordin-Bates et al. (2016) señala que bailarines hombres y mujeres tienen riesgo de padecer un TA, pero el riesgo aumenta en mujeres si tienen baja autoestima y mayor perfeccionismo, mientras que, en los hombres, el riesgo aumenta si tienen mayor motivación por la danza.
Los estudios previamente descritos hablan sobre el riesgo que tienen los bailarines de padecer un TA, pero pocos han sido los estudios que se han dado a la tarea de analizar la presencia de un TA. Ejemplo de ellos es el estudio realizado por Garner y Garfinkel realizado en 1980, en el que compararon cinco grupos, donde uno de ellos estaba conformado por 183 bailarinas, 7.0% cumplió con los criterios para ser diagnosticadas con AN. Asimismo, en 1987 Garner et al., realizaron un estudio con mujeres de danza clásica en las que encontraron mayor presencia de AN (25.7%) en comparación con BN (2.8%) y sintomatología de TA (11.4%).
Específicamente en México, se realizó un estudio con 72 mujeres bailarinas, en el que también se encontraron más casos de AN (n = 13; 18%) que de BN (n = 3; 4.0%; Vázquez et al., 2000). Más recientemente, Cervantes-Luna et al., (2021) , realizaron un estudio comparando bailarinas de ballet versus un grupo de estudiantes, encontrando que las bailarinas presentaban un IMC más bajo, menor insatisfacción corporal y mayor estima corporal en comparación con el grupo de estudiantes.
Los datos previamente señalados favorecen la hipótesis de que la disciplina dancística representa un factor de riesgo para padecer un TA, pues los estándares estéticos requeridos en los bailarines podrían justificar conductas de restricción alimentaria con el objetivo de obtener una silueta delgada (Vázquez et al., 2000).
Cabe resaltar que la danza clásica es el tipo de danza que más se ha evaluado, esto podría deberse a los elevados niveles de exigencia física y estética en sus practicantes (Arecelus, et al., 2014; Wyon et al., 2014), sin embargo, dichos estándares han influenciado también a otros tipos de danza (Kurpel et al., 2016). En el caso específico de México, se ha visto influenciada la danza folklórica con técnicas de ballet clásico y contemporáneo con el propósito de hacer un espectáculo más estilizado y de alto atractivo para el espectador nacional e internacional (Instituto Nacional de Bellas Artes, 2019). Esta influencia estética exige un estándar de bailarín ideal, tal como ocurre en danza clásica, por lo cual es de importancia indagar si incluso bailarines de danza folklórica mexicana presentan sintomatología, o diagnóstico, de TA.
Por consiguiente, el presente trabajo tuvo por objetivo conocer la composición corporal, imagen corporal, sintomatología y presencia de anorexia nerviosa en bailarines de danza folklórica profesionales, recreativos y en muestra comunitaria.
Método
Participantes
La muestra estuvo constituida por tres grupos divididos de manera equitativa: 1) 37 bailarines de folklor profesionales (hombres n = 20; mujeres n = 17), 37 bailarines de folklor recreativos (hombres n = 19; mujeres n = 18) y un grupo control conformado por 37 universitarios (hombres n = 16; mujeres n = 21), dando un total de 111 participantes con un rango de edad de 18 a 26 y una media 22.7 años. Los criterios de inclusión para el grupo de danza profesional fueron: a) Ser mayor de edad, b) practicar danza desde hace 3 años con un mínimo de 8 horas a la semana y c) firmar el consentimiento informado. Para el grupo de danza recreativo, los criterios fueron: a) ser mayor de edad, b) practicar danza desde hace 3 meses con un mínimo de 2 horas a la semana y c) firmar el consentimiento informado. Para el grupo de estudiantes los criterios fueron: a) ser mayor de edad, b) firmar el consentimiento informado
Los criterios de exclusión para todos los grupos fueron: a) Estar embarazada, b) tener una enfermedad psiquiátrica y no estar bajo control farmacológico
Instrumentos y aparatos
Hoja de datos generales: Obtiene información del participante acerca de sus datos demográficos.
Test de Actitudes Alimentarias (EAT-26, por sus siglas en inglés): Este instrumento fue creado por Garner et al. (1982) , consta de 26 ítems con 6 opciones de respuesta en escala tipo Likert, su punto de corte es ≥ 20 (propuesto por Garner y colegas en población estadounidense), el cual indica riesgo de TA, específicamente AN. En población mexicana un estudio realizado por Franco, et al., (2016) sugirió un punto de corte de ≥ 20, además, obtuvo una adecuada consistencia interna (α = .83).
Cuestionario de Imagen Corporal (BSQ, por sus siglas en inglés): Fue elaborado y validado por Cooper et al. (1987) . Este instrumento evalúa la presencia de insatisfacción y preocupación corporal. Consta de 34 ítems con 6 opciones de respuesta en escala tipo Likert. Fue validado en población mexicana por Vázquez et al. (2011) , quienes establecieron el punto de corte ≥ 110, con un coeficiente de consistencia interna α = .98.
Entrevista Clínica IDED-IV (por sus siglas en inglés; Kutlesic et al., 1998): Es una entrevista semiestructurada que tiene como finalidad detectar conductas relacionadas con los TA, y de este modo realizar un diagnóstico de trastorno considerando los criterios diagnósticos del DSM-IV-TR (APA, 2013). A pesar de que los criterios diagnósticos del DSM-IV-TR al DSM-5 se han modificado, siguen conservándose la mayoría, por lo que utilizar esta entrevista no impidió realizar un diagnóstico preciso. La entrevista fue adaptada a población mexicana por el Grupo de Investigación en Nutrición de la FES Iztacala UNAM.
Analizador de composición corporal marca In-Body, con el cual se recabaron las tres siguientes mediciones 1) IMC, el cual se considera indicador de equilibrio o desequilibrio funcional corporal (Saucedo et al., 2001); 2) Porcentaje de Grasa Corporal (PGC), cantidad de tejido adiposo que tiene una persona en relación al total corporal. Para esta medida se tomó en cuenta el sistema propuesto por Lohman (1992 ; ver Tabla 1) ; 3) Masa Muscular Esquelética (MME), medida de la cantidad de tejido muscular total que tiene una persona con relación al total de su composición corporal.
Procedimiento
El estudio se llevó a cabo en dos fases:
Fase uno
Tanto para los grupos de bailarines profesionales como no profesionales, se contactó a las autoridades de las escuelas / academias de danza para explicar los objetivos de la investigación y solicitar su participación voluntaria por medio de un oficio. Una vez aprobado el protocolo, en una sesión de 60 minutos se firmó el consentimiento informado y se aplicó la batería de instrumentos a cada grupo (profesionales, recreativos y grupo control) dentro de las instalaciones de las escuelas y compañías de danza. Además de utilizar el analizador corporal, las medidas de estatura fueron tomadas por una especialista con certificado ISAK (International Society for the Advancement of Kinan-thropometry) mediante un antropómetro compuesto de 3 segmentos de metal que provee una amplitud de 2.10 cm y la precisión de 1 mm.
Fase dos
Una vez analizados los datos de los cuestionarios, se contactaron a los participantes que rebasaron punto de corte en el EAT-26 y BSQ para realizar la entrevista clínica IDED-IV, del mismo modo, se seleccionaron de forma aleatoria a un grupo de bailarines que no hayan rebasado punto de corte para entrevistarlos, esto con el fin de identificar falsos negativos. Las entrevistas se llevaron a cabo en un espacio privado y cerca de las instalaciones de la escuela de danza, acondicionado con una sala, escritorio y buena iluminación.
Resultados
Análisis de composición corporal
Al hacer el análisis de IMC en todos los grupos se pudo observar que la muestra comunitaria obtuvo una media > 25, lo que indica sobrepeso (Organización Mundial de la Salud, 2020); mientras que la muestra de bailarines recreativos obtuvo una media de 24.2, el cual fue ligeramente más elevado que el IMC de bailarines profesionales (22.7), lo que los ubica en normopeso. Al hacer un análisis más detallado por grupo y por sexo (ver Tabla 2) se observó que, en los grupos de bailarines recreativos y muestra comunitaria, había participantes de ambos sexos con obesidad y sólo en la muestra comunitaria se detectaron mujeres con infrapeso.
Hombres IMC | Mujeres IMC | |||||||||||
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Infrapeso | Normopeso | Sobrpeso | Obesidad | Obesidad I | Obesidad II | Infrapeso | Normopeso | Sobrepeso | Obesidad | Obesidad I | Obesidad II | |
BP (n =37) | - | 43.2% | 10.8% | - | - | - | - | 43.2% | 2.7% | - | - | - |
BR (n =37) | - | 32.4% | 13.5% | - | 2.7% | 2.7% | - | 32.4% | 13.5% | - | 2.7% | - |
MC (n =37) | - | 24.3% | 8.1% | - | 8.1% | 2.7% | 5,4% | 27% | 16.2% | 2.7% | 2.7% | 2.7% |
Total | - | 33.3% | 10.8% | - | 3.6% | 1.8% | 1,8% | 34.2% | 10.8% | 0.9% | 1.8% | 0.9% |
Nota: BP= Bailarines Profesionales; BR= Bailarines Recreativos; MC= Muestra Comunitaria
Los resultados de la Tabla 3 muestran la clasificación de la MME y del PGC por sexo y grupo, se observa que hay más participantes de los grupos de bailarines recreativos y muestra comunitaria ubicados en un rango bajo de MME en comparación con los bailarines profesionales; mientras que, en el PGC los grupos de bailarines recreativos y muestra comunitaria son los que tienen más participantes con alto PGC, siendo las mujeres quienes predominan en este rango (29.7% y 40.5% respectivamente).
Hombres | Mujeres | |||||||
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Bajo | Normal | Alto | Bajo | Normal | Alto | Total | ||
BP (n=37) | MME | - | 51.3% | 2.7% | 5.4% | 40.5% | - | 100% |
PGC | 2.7% | 35.1% | 16.2% | - | 21.6% | 24.3% | 100% | |
BR (n=37) | MME | 5.4% | 37.8% | 8.1% | 10.8% | 32.4% | 5.4% | 100% |
PGC | - | 21.6% | 29.7% | - | 18.9% | 29.7% | 100% | |
MC (n=37) | MME | 2.7% | 24.3% | 13.5% | 35.1% | 18.9% | 2.7% | 97.2%* |
PGC | 5.4% | 10.8% | 24.3% | 5.4% | 10.8% | 40.5% | 97.2%* | |
Total MME | 2.7% | 37.8% | 8.1% | 17.1% | 30.6% | 2.7% | 99%* | |
Total PGC | 2.7% | 22.5% | 23.4% | 1.8% | 17.1% | 31.5% | 99%* |
Nota: BP= Bailarines Profesionales; BR= Bailarines Recreativos; MC= Muestra Comunitaria; MME= Masa Muscular Esquelética (kg). PGC= Porcentaje de Grasa Corporal
* El total no corresponde al 100% en la muestra comunitaria debido a que un participante (varón) no permitió que se le tomara esta medida.
Al comparar entre grupos IMC, PGC y MME se observaron diferencias únicamente en IMC y PGC. En el IMC las diferencias se observaron entre el grupo de bailarines profesionales y el de muestra comunitaria, mientras que en el PGC las diferencias se encontraron entre el grupo de bailarines recreativos y muestra comunitaria (ver Tabla 4).
Variable | G. Profesional | G. Recreativo | M. Comunitaria | F | p | |||
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M | DE | M | DE | M | DE | |||
IMC | 22.7 a | 1,7 | 24.2 ab | 3.8 | 25.1 b | 5.0 | 3.86 | .024 |
PGC | 23.0 ab | 6.1 | 27.4 b | 8.3 | 21.7 c | 9.7 | 4.85 | .010 |
MME | 27.5 | 5.4 | 27.4 | 6.2 | 25.8 | 6.7 | 0.84 | .433 |
EAT-26 | 8.4 | 11.9 | 6.4 | 6.8 | 6.8 | 8.0 | 0.51 | .599 |
BSQ | 77.1 | 34.8 | 84.0 | 33.6 | 75.4 | 33.6 | 0.66 | .515 |
Nota: M = Media; DE = Desviación estándar; IMC = Índice de Masa Corporal; PGC = Porcentaje de Grasa Corporal; MME (kg) = Masa Muscular Esquelética
Análisis de imagen corporal y sintomatología de AN
En todos los grupos de estudio se encontraron participantes con insatisfacción corporal, considerando el punto de corte del BSQ, siendo el grupo de bailarines recreativos y profesionales quienes tienen la frecuencia más alta (n = 7, 18.9%). Con relación a la sintomatología de AN que se evaluó con el EAT-26, se observó que el grupo de bailarines profesionales tuvo el porcentaje más alto (16.2%), indicando presencia de sintomatología (ver Tabla 5).
EAT-26 n (%) | BSQ n (%) | Diagnóstico de AN | |
---|---|---|---|
Bailarines Profesionales | |||
Hombres (n = 20) | 3 (15.0) | 3(15.0) | - |
Mujeres (n = 17) | 3 (17.6) | 4 (23.5) | - |
Total (N= 37) | 6 (16.2) | 7(18.9) | - |
Bailarines Recreativos | |||
Hombres (n = 19) | 2 (10.5) | 3 (15.7) | - |
Mujeres (n = 18) | 1 (5.5) | 4(22.2) | - |
Total (N= 37) | 3(8.1) | 7(18.9) | - |
Muestra Comunitaria | |||
Hombres (n = 16) | - | 1 (6.25) | - |
Mujeres (n = 21) | 2(9.5) | 5 (23.8) | - |
Total (n = 37) | 2(5.4) | 6 (16.2) | - |
Al comparar entre grupos las puntuaciones obtenidas en sintomatología de AN e imagen corporal, no se encontraron diferencias estadísticamente significativas (ver Tabla 4).
Diagnóstico de AN
Del grupo de bailarines profesionales, cinco accedieron a participar en la entrevista diagnóstica, de los cuales, uno solamente había rebasado el punto de corte del EAT-26 y cuatro fueron controles. Del grupo de bailarines recreativos tres accedieron a entrevista, sólo uno rebasó el punto de corte y dos controles. Finalmente, en el grupo de muestra comunitaria se entrevistaron a cuatro alumnos, dos que rebasaron el punto de corte y dos controles. A partir de las entrevistas, ninguno de los participantes fue diagnosticado con AN, no obstante, en todos los grupos se detectó presencia de sintomatología como restricción de la ingesta, miedo intenso a ganar peso y la alteración en la percepción corporal. A pesar de que el alcance de este estudio se limitó a conductas relacionadas a AN, se detectó sintomatología asociada a BN como episodios recurrentes de atracones y comportamientos compensatorios.
Dentro de la entrevista que se les realizó a los grupos de bailarines, se incluyeron preguntas relacionadas con sus hábitos alimentarios, historial con su imagen corporal y trastorno alimentario a partir de su práctica dancística (ver Tabla 6 y 7).
General (N = 37) | Hombres (n = 20) | Mujeres (n = 17) | ||||
---|---|---|---|---|---|---|
Si | No | Si | No | Si | No | |
Practicar danza por decisión propia | 89.2% (33) | 10.8% (4) | 95.0% (19) | 5.0% (1) | 82.4%(14) | 17.6% (3) |
Modificación de hábitos alimentarios a partir de practicar danza | 75.7% (28) | 24.3%(9) | 70.0% (14) | 30.0% (6) | 82.4%(14) | 17.6% (3) |
¿Consideras que los estándares de imagen corporal exigidos en danza son demasiado altos para ti? | 10.8% (4) | 89.2% (33) | 10.0% (2) | 90.0% (18) | 11.8% (2) | 88.2% (15) |
¿Estuviste sujeta/o a un programa de reducción de peso? | 13.5% (5) | 86.5% (32) | - | 100% (20) | 29.4% (5) | 70.6% (12) |
¿Has padecido anorexia? | 2.7% (1) | 97.3% (36) | - | 100%) (20) | 5.9%(1) | 94.1% (16) |
¿Has padecido bulimia? | 10.8% (4) | 89.2% (33) | 5% (1) | 95% (19) | 17.6% (3) | 82.4% (14) |
¿Has recibido atención profesional? | 2.7% (1) | 97.3% (36) | - | 100% (20) | 5.9%(1) | 94.1% (16) |
General (N = 37) | Hombres (n = 19) | Mujeres (n = 18) | ||||
---|---|---|---|---|---|---|
Si | No | Si | No | Si | No | |
Practicar danza por decisión propia | 91.9% (34) | 8.1% (3) | 94.7% (18) | 5.3% (1) | 88.9% (16) | 11.1% (2) |
Modificación de hábitos alimentarios a partir de practicar danza | 62.2% (23) | 37.8% (14) | 73.7% (14) | 26.3% (5) | 50% (9) | 50% (9) |
¿Consideras que los estándares de imagen corporal exigidos en danza son demasiado altos para ti? | 40.5% (15) | 59.5%(22) | 42.1% (8) | 57.9% (11) | 38.9% (7) | 61.1% (11) |
¿Estuviste sujeta/o a un programa de reducción de peso? | 29.7% (11) | 70.3% (26) | 26.3% (5) | 73.7% (14) | 33.3% (6) | 66.7% (12) |
¿Has padecido anorexia? | - | 100%(37) | - | 100% (19) | - | 100% (18) |
¿Has padecido bulimia? | - | 100%(37) | - | 100% (19) | - | 100% (18) |
¿Has recibido atención profesional? | - | 100%(37) | - | 100% (19) | - | 100% (18) |
Respecto a sus hábitos alimentarios, más de 60% en ambos grupos de bailarines, refirieron haber modificado su alimentación a partir de que empezaron a practicar danza, siendo las mujeres del grupo de bailarines profesionales y los hombres del grupo de bailarines recreativos los que más reportaron esta conducta. De acuerdo a las entrevistas, los bailarines no suelen acudir con un profesional para solicitar un plan nutricional, es más común que entre compañeros se compartan métodos para bajar de peso, siendo la restricción alimentaria, licuados con suplementos alimenticios y cápsulas para reducir la grasa corporal los métodos más frecuentes.
Al explorar en la entrevista su historial con la imagen corporal, refirieron que a partir de su práctica dancística, se elevó su preocupación por diferentes partes del cuerpo, donde 8.1% de bailarines profesionales y 13.5% de bailarines recreativos expresaron que el abdomen es la parte que más les preocupa de su cuerpo, no obstante, el 56.7% de bailarines profesionales y 45.9% de recreativos mencionaron que además del abdomen también les preocupaban otras partes de su cuerpo, entre ellas estaba la espalda, piernas, cintura, pecho, caderas, glúteos, cuello, tez y brazos, siendo esta última parte del cuerpo la segunda que más les preocupaba después del abdomen.
En el apartado de la entrevista relacionado a presencia de TA durante o previo a su actividad de danza, se observó que solo en el grupo de profesionales, los participantes reportaron haber sido diagnosticados con un TA, de los cuales, uno reportó AN y cuatro BN, no obstante, todos aseguraron, al momento de la entrevista, que ya estaban en etapa de remisión total.
Discusión
El objetivo general de este estudio fue conocer la composición corporal, imagen corporal, sintomatología y presencia de anorexia nerviosa en bailarines de danza folklórica profesionales, recreativos y en muestra comunitaria.
En cuanto a composición corporal, no hubo diferencias significativas en el IMC de los grupos de bailarines profesionales y recreativos, sin embargo, sí las hubo entre profesionales y muestra comunitaria. Esto coincide con lo reportado por Rutsztein et al. (2010) quienes mencionan que el IMC de los bailarines de danza a nivel profesional es significativamente menor a los que no practican danza. De la misma manera, Kurpel et al. (2016) en su estudio realizado con bailarines profesionales y aficionados de ballet, street dance y jazz, mencionan que el IMC de los bailarines estuvo dentro del rango normal, al igual que se observó en los bailarines profesionales y recreativos de este estudio.
Respecto al PGC se observó que el en el grupo de bailarines recreativos y muestra comunitaria habían problemas de malnutrición, ya que su PGC estaba en un rango alto, al contrario de los bailarines profesionales, quienes en su mayoría se encontraban en un rango normal de PGC. Sobre esto último, Betancourt et al., (2008) mencionan que una bailarina con una mayor cantidad de grasa mostrará mayor volumen corporal, lo que incrementará las posibilidades de ser clasificada como “físicamente no apta” en la disciplina dancística. En este caso, no solo aplicaría para el sexo femenino, también para los varones, ya que en las entrevistas realizadas en este estudio, dos participantes del grupo de bailarines profesionales y uno del grupo de bailarines recreativos mencionaron que se hacía evidente si alguno había aumentado grasa corporal y eso interfería en que fueran seleccionados para alguna presentación.
Betancourt et al., (2007) establecen que si un bailarín no tiene equilibrio entre el PGC y la MME habría falta de fuerza y resistencia, lo que limitaría la posibilidad del bailarín de continuar su desempeño en la disciplina dancística. En este estudio se esperaba encontrar que los bailarines tuvieran mayor MME, no obstante, no hubo diferencias significativas entre los tres grupos en ese indicador antropométrico. Una posible explicación a este resultado es que durante las entrevistas, los participantes del grupo de bailarines profesionales mencionaron practicar, además de la danza, otra actividad como gimnasio, o cardio para mejorar su desempeño, sin embargo, los bailarines varones, mencionaron que el bailarín profesional debe verse esbelto, por lo que no es necesario el desarrollo de masa muscular. A pesar de ello, con los resultados de este estudio, los bailarines profesionales tienen un equilibrio entre su PGC y su MME. Por el contrario, en los bailarines recreativos, el PGC fue mayor que la MME, lo que impide un equilibrio corporal. Esto podría deberse a que la exigencia estética y física no es tan alta como en aquellos que practican danza de manera profesional.
Es preciso mencionar que el porcentaje de participantes que rebasaron el punto de corte del EAT-26 es menor a lo esperado, aunado a esto, ningún participante entrevistado fue diagnosticado con AN, sin embargo, algunos participantes cumplían de manera parcial con algunos de los criterios diagnósticos del DSM-5 (APA, 2013). Estos resultados no concuerdan con lo reportado por Garner et al., (1987) quienes mencionan que, posterior a la entrevista diagnóstica, alrededor de 25.7% y 11.4% de los bailarines fueron diagnosticados con AN y sintomatología de TA respectivamente. Tampoco con lo reportado por Vázquez et al., (2000) quienes reportaron 18.0% de bailarines mexicanos con diagnóstico de AN. Parte de la metodología de este estudio, pretendía entrevistar a todos aquellos que rebasaran punto de corte del EAT-26 y a un grupo control, haciendo un total de 40 participantes, sin embargo, sólo aceptaron participar en la fase de entrevistas 12 personas y de las personas entrevistadas, ninguno cumplió cabalmente con los criterios diagnósticos para AN. Una posible explicación a esto es que tener diagnóstico de TA es un factor determinante para la expulsión de la compañía o grupo de danza, siendo una variable que pudo afectar la veracidad con la que los participantes se expresaban durante la entrevista. Si bien se les aseguró a los participantes la confidencialidad de sus datos, constantemente posponían o cancelaban las entrevistas, especialmente aquellos que rebasaron el punto de corte. Al respecto Katz (2019) , sugiere que el levantamiento de datos sea anónimo con el objetivo de que los resultados no atenten contra la permanencia de los bailarines en las academias de danza y se pueda recuperar información lo más verídica posible.
Respecto a la insatisfacción corporal, no se encontraron diferencias significativas en las puntuaciones del BSQ en los tres grupos, mostrando medias muy por debajo del punto de corte. En el caso de los bailarines profesionales y recreativos, este dato en particular, es inconsistente con lo reportado en la entrevista, donde un alto porcentaje (56.7% profesionales y 45.9% recreativos) reporta que la parte del cuerpo que más les preocupa es el abdomen junto con otras que pudieran ser piernas, brazos, espalda, cintura, pecho, caderas, glúteos, cuello y tez. Esto podría sugerir que en el grupo de bailarines profesionales la veracidad de los datos se pudo haber afectado, probablemente por el temor a ser identificados como bailarines “en riesgo de desarrollar TA”, pero en el caso de bailarines recreativos y muestra comunitaria, este resultado podría ser reflejo de un malestar normativo con su imagen, el cual refiere que, aunque se esté insatisfecho con el cuerpo, no implica la realización de conductas para modificar el estado corporal (Devlin & Zhu, 2001).
Cuando se indagó de manera particular por las partes del cuerpo que más les preocupaba a los participantes, los bailarines recalcaron que la danza folklórica requiere en las mujeres fuerza en los brazos debido al uso de la falda en la ejecución, lo que podría explicar la insatisfacción respecto a los brazos, pues en la entrevista refieren la necesidad de ejercitar más esta parte de su cuerpo. Esto coincide con lo reportado por Danis et al., (2016) , quien señala que los estudiantes de danza están expuestos durante los ensayos a factores que alteran su imagen corporal, como los espejos y los uniformes de ensayo que se usan de manera ajustada, mismos que enfatizan y promueven la valoración de la figura.
De acuerdo a las entrevistas, se señaló que compartir métodos de control de peso es algo común entre bailarines, como lo fueron la restricción alimentaria, licuados con suplementos alimenticios y cápsulas para reducir la grasa corporal. Sobre esta misma línea, Dotti et al. (2002) refieren que el compromiso con el control de peso se adquiere dentro de la educación del ser bailarín de manera temprana. Jáuregui et al. (2016) mencionan al respecto que los estudiantes de danza profesional realizan dietas por razones estéticas, siendo las mujeres quienes lo hacen con mayor frecuencia.
Si bien este estudio derivó conocimiento sobre AN y su sintomatología en practicantes profesionales y recreativos de danza folklórica, también se reconoce que hubieron una serie de limitaciones, dentro de las cuales está que no se consideró dentro del objetivo de esta investigación, evaluar la presencia de BN y su sintomatología, la cual, de acuerdo con la literatura, también es común entre los que practican algún tipo de danza. En este caso, se sugiere que en futuras investigaciones se provea de una batería de instrumentos más robusta que permita explorar todos los tipos de TA.
Otra limitación que afectó el alcance del estudio, fue que la mayoría de los participantes que habían rebasado punto de corte se negaran a las entrevistas y otros posponían constantemente las mismas, debido a esto, se sugiere que en posteriores investigaciones se realice de manera anónima, sustituyendo el nombre por un número de folio, para que de esta manera los participantes tengan la libertad de responder sin temor a ser identificados.
Por otro lado, la falta de evidencia sobre este tipo de danza dificultó las comparaciones con otros estudios, pues en su mayoría se enfocan únicamente a danza clásica o contemporánea. A pesar de estas limitaciones, es de nuestro conocimiento que este estudio es de los pioneros en explorar composición e imagen corporal, trastorno alimentario y su sintomatología en población de bailarines de danza folklórica, dejando ver que a pesar de que la exigencia en su imagen y peso corporal no es tan estricta como en danza clásica o contemporánea, también hay presencia de sintomatología de TA, por lo cual, el estudio de otros tipos de danza, deben ser de interés en la investigación y en el ámbito clínico.