El escritor y periodista habanero Leonardo Padura, Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015, publica en pleno restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos de América y su Cuba natal (con el consiguiente foco mediático puesto sobre la isla) Yo quisiera ser Paul Auster. Ensayos selectos, probablemente uno de sus trabajos más personales, a juzgar por la selección de los ensayos, y reivindicativos, en el sentido más amplio del lema. Tal y como su nombre indica, la publicación se compone de una extensa recopilación de ensayos salidos de la pluma (e ideología) del intelectual, junto con discursos leídos en conferencias y prólogos a obras literarias escritos en las dos últimas décadas. La obra de Padura presenta una clara división de contenidos en dos bloques: un primero, que coloniza la mayor parte del trabajo, bajo el nombre “Literatura y destino, los riesgos de la creación” y un segundo, de menor número de páginas, pero donde estratégicamente el autor da la respuesta al deseo planteado en el título de su trabajo, “Un hombre en una isla”.
El prólogo de la obra, bautizado con un explícito “Escribir en Cuba en el siglo XXI (Apuntes para un ensayo posible)” señala ya las intenciones del autor a lo largo de su obra que no son otras que reflexionar sobre la actividad literaria en una isla que a duras penas consigue mantenerse a flote a través de una oxidada ancla. En efecto, la creación artística y su posterior mercantilización centran las páginas del primer capítulo cuyo mayor atractivo no reside en la descripción de dichas actividades per se sino en la existencia de diversos condicionantes que el artista encuentra al intentar rentabilizar su escritura en un país con limitaciones ideológicas y de escasos recursos materiales donde el ocio no resulta ser el mejor negocio. Padura reflexiona así sobre el trabajo del autor isleño desde la (incómoda, como desvelará a posteriori) posición de ser un escritor que crea y vive en Cuba, consiguiendo que su resultado rezume la autenticidad del conocimiento adquirido in situ en todas y cada una de sus líneas. “Literatura y destino, los riesgos de la creación” da así buen detalle de los códigos políticos imperantes en la vida intelectual y artística cubana que han actuado como claras restricciones en la producción literaria del país tras la instauración del régimen socialista en 1959. El propio Fidel Castro se encargó, de hecho, de explicitarlos en el famoso discurso pronunciado en la Biblioteca Nacional, “Palabras a los intelectuales”, por los que veló con férrea postura el Consejo Nacional de Cultura, asuntos estos tratados por Padura sin tabúes. Lejos de resultar parco en detalles, el autor se detiene en describir el clima poco favorable para la libertad del creador isleño que los nuevos tiempos socio-políticos impusieron a lo largo del país: la asociación del estado marxista y la génesis literaria que el comandante estableció tras el triunfo de la Revolución hizo polvo las esperanzas de los intelectuales que participaron activamente en dicho triunfo con el propósito de que el derrocamiento de Batista abriera una nueva etapa de marcada libertad para los cubanos (en cuya lista caben nombres como Heberto Padilla, Guillermo Cabrera Infante o Reinaldo Arenas) y que el trascurso de los acontecimientos terminó por esclarecer para su mal. Ante tal panorama de asfixia creativa, Padura entra en pormenores de dos grandes sucesos que tuvieron lugar en la vida intelectual de la isla y que alertaron a los jóvenes autores de los condicionantes políticos existentes en el país: por un lado, el “caso Padilla” que conllevaría la privación de libertad para el autor de Fuera de juego por la interpretación estatal de su obra como “subversiva” y, por otro, la legión de autores que fue abandonando la isla caribeña a medida que alcanzaron la ansiada oportunidad de la migración y el exilio aunque, eso sí, con el consabido regreso utópico en su mayoría. Con independencia de dichas restricciones ideológicas, la actividad editorial en Cuba es también un punto en el que Padura recae para reflexionar sobre la supervivencia relativa a la que el pujante escritor se verá abocado a afrontar en su país con su actividad creadora. Así, el ensayo “Literatura cubana: ¿de espaldas o de frente al mercado?” repasa la influencia que el boom de la novela latinoamericana de la década de 1960 acarreó para el desarrollo de la empresa editorial en ciudades como México o Buenos Aires, gracias a la externalización de su literatura a través de su publicación en Barcelona, pero de escasa repercusión comercial en Cuba. Para Padura, la lógica que dio pie al nacimiento de la empresa del libro en otras ciudades latinoamericanas (es decir, la demanda como motor de producción) no cuajó en un país donde la publicación de libros responde a fines ideológicos, próximos siempre al régimen, o fines culturales fieles, en cualquier caso, al socialismo castrista. El proteccionismo impulsado por el gobierno acabó así, siempre para el habanero, con la posibilidad de cobrar royalties como recompensa del trabajo intelectual, salvo pequeños episodios de tiempo, con la imposibilidad para el escritor cubano de profesionalizar su trabajo, viéndose obligado pues a otros quehaceres. En su paseo diacrónico en direcciones inversas la impronta de la literatura cubana decimonónica en la conformación de la ciudad habanera como tótem nacional tras la publicación de Cecilia Valdés o la loma del ángel (1882), de Cirilo Villaverde, o la figura de la mulata como emblema nacional, gracias a la misma obra, por su carácter mestizo y bastardo, son también aspectos socio-literarios de gran interés sociológico de los que se ocupa el intelectual en el primer bloque y, de manera más precisa, en su “La Habana nuestra de cada día”.
El segundo apartado de ensayos retoma de nuevo el modelo marcado ya por el primero: es decir, se vuelve a presentar como una mezcolanza de reflexiones sobre el ejercicio de la escritura y la idiosincrasia cubana. Destaca, particularmente, el primer ensayo que inaugura dicho apartado, “Insularidad: la maldita circunstancia del agua por todas partes”, donde Padura recrea un metafórico paralelismo sobre la opresión y angustia que genera sobre el isleño saberse rodeado de agua y los efectos homónimos producidos sobre los sufridos caribeños por el férreo sistema socio-político imperante en la Cuba revolucionaria. El célebre verso de Virgilio Piñera “La maldita circunstancia del agua por todas partes” (La Isla en peso, 1943) sirve así al escritor para jugar con ironía sobre el muro físico que el oleaje crea sobre las orillas de la isla y otros muros de carácter ideológico que, sin producir olas, son capaces de encerrarla de manera más asfixiante, si cabe. Por último, “Yo quisiera ser Paul Auster” se presenta como una alabanza a la obra literaria de dicho autor norteamericano, que el cubano admira y desearía haber podido escribir, pero su mayor envidia no nace de la capacidad creadora de aquel, ni siquiera de las posibilidades que ofrece nacer al otro lado del Estrecho de la Florida. La mayor envidia que le produce la figura de Auster es que, como autor no cubano, sus entrevistas giran en torno a su producción artística, sus colaboraciones cinematográficas o, quizá, su postura frente a los preceptos del gobierno norteamericano en cuestión. Su posición es así deseada por el habanero porque no ha de responder siempre a las mismas cuestiones focalizadas en su posición para / con el régimen socialista vigente en la isla y su decisión de escribir y vivir en Cuba a pesar de los condicionantes de los que él mismo da buen detalle en los ensayos previamente analizados. Efectivamente, Padura alude al posicionamiento político intrínseco del que el intelectual cubano es presa si decide quedarse y crear en la isla o si bien decide vivir fuera de ella y escribir desde la diáspora. Para el literato no hay capacidad de elección y las dos posibles variantes no parecen responder con exactitud a su caso, por lo que su posición en las entrevistas ante las consabidas preguntas, que se repiten con independencia de la razón para el encuentro con la prensa, es siempre un acto incómodo e injusto.
Ante un ejercicio de abstracción del contenido de la obra, la heterogeneidad de los ensayos bien puede ser entendida como un pequeño (por su dimensiones, nunca por su calidad) compendio de literatura cubana contemporánea y actual con el aliciente de ser ejecutado por la figura de un escritor (y no un historiador literario) que, además, se halla in situ, en el lugar del que todos hablan desde la lejanía de las entidades universitarias internacionales o desde el exilio al que otros decidieron (y consiguieron -tarea ardua para muchos de ellos-) escapar. Lo cierto es que la selección de los ensayos que conforman la obra de Padura no evita en ningún momento ningún capítulo, por farragoso y comprometedor que sea, de la historia más reciente de Cuba ni olvida la figura de los exiliados, muy al contrario, se hallan presentes en varios de ellos. Yo quisiera ser Paul Auster. Ensayos selectos actúa así como fuente de estudio para el investigador literario e histórico sobre la situación socio-política diacrónica de la isla y, a su vez, como una amena colección de reflexiones personales para que el lector no especializado disfrute repasando las anécdotas biográficas de un escritor cubano que escribe y vive en (la particular) Cuba actual. El sabio manejo de Padura en la creación de sus textos, materializado en un registro lingüístico cercano a su receptor -invitándole así a ser partícipe activo de sus reflexiones-, la ironía inteligentemente soterrada en muchas de sus líneas y el interés que consigue despertar en la presentación de sus ensayos hacen de su publicación, en su conjunto, una lectura siempre recomendable con independencia de las intenciones del lector que se adentra en las páginas del habanero. Asimismo, la prestigiosa distinción que le otorga la concesión del Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015 (con la consabida propaganda y mayor difusión del título) y el interés de los medios de comunicación en la materia tratada en la obra, alentado con la vuelta a las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos de América, auguran con toda probabilidad a la obra de Padura un éxito significativo (cuanto menos) en su recepción en los mercados editoriales, mientras que la calidad e interés de los ensayos contenidos en su particular selección no defraudarán al lector del último y ciertamente personal trabajo del escritor caribeño.