Introducción
Una de las cuestiones más relevantes sobre los procesos de movilidad social es conocer en qué medida los estudios superiores favorecen la mejora de las condiciones de vida de los y las egresadas. Se puede distinguir entre movilidad intergeneracional e intrageneracional. La movilidad intergeneracional compara los cambios y movimientos entre generaciones de una misma familia sobre la base de indicadores como educación, ocupación e ingreso. La movilidad intrageneracional, analiza los cambios y movimientos en el ciclo de vida de un individuo sobre la base de indicadores socioeconómicos como la ocupación y el ingreso (Marcel, 2009).
Para el estudio de los procesos de movilidad social se suelen tomar cuatro dimensiones: educación, ocupación, riqueza y percepción. La movilidad educacional mide la relación que existe entre la escolaridad alcanzada por los padres y la que logran los hijos. Por su parte las ocupaciones son credenciales (educación y competencias) que suelen estar acompañadas de beneficios (ingreso, poder y estatus) y permiten identificar cómo una sociedad ha sido jerarquizada o estratificada. El ingreso constituye una medida del logro económico de las personas y se enfoca en la asociación intergeneracional del mismo. Además, el análisis económico de la movilidad social incluye la riqueza, medida a través de la disponibilidad de bienes durables, activos financieros y características del hogar. Finalmente, la percepción de la movilidad social, que refiere a la percepción subjetiva que una persona tiene de su situación actual en relación con la situación del hogar de origen o un momento previo de su vida (Vélez Grajales et al., 2013).
Una de las formas para analizar los procesos de movilidad social es partir de los estudios de seguimiento de egresados y egresadas, que en México suelen reportar la situación de las personas que cursaron sus estudios en universidades en edades normativas (18 a 22 años) y que cursan carreras no vinculadas con la docencia (por ejemplo, Planas Coll, 2013; De Vries y Navarro Rangel, 2011). También existen estudios que reportan lo que sucede con las egresadas de las escuelas normales, quienes tienen carreras vinculadas con la docencia, pero que suelen cursar la licenciatura en edad normativa (por ejemplo, González-Bravo, 2014; Benítez Galindo, 2016). Como resultado de la diversificación del perfil de los y las estudiantes de educación superior (es) en las últimas décadas se ha dado el reconocimiento de nuevas figuras estudiantiles como los indígenas, adultos y padres de familia, entre otros (Guzmán Gómez, 2017). Este reconocimiento ha derivado en investigaciones sobre estudiantes de es que trabajan (Arellano-Martínez y Salas Durazo, 2019; Planas-Coll y Enciso Ávila, 2013; Garabito Ballesteros, 2018; Guzmán Gómez, 2007), pero poco se ha estudiado sobre estudiantes que son madres durante la universidad (Arvizu Reynaga, 2016; Sánchez Velasco, 2020).
Así, poco se sabe qué pasa con las egresadas de un programa como la licenciatura en Educación Prescolar (LEP) que se imparte en las unidades de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN): mujeres fuera de la edad normativa que estudiaron y trabajaron durante la licenciatura y que se dedican a la docencia. Es importante hacer esta distinción pues, como lo señala Guzmán Gómez (2017), a pesar de que la mayor parte de los estudiantes son jóvenes, se necesita reconocer que hay adultos que también se preparan, que son padres (y madres), que tienen la responsabilidad del sostén económico y de la crianza de los hijos. En este sentido, resulta pertinente estudiar a esta población tan diferente a la mayoría de las personas que ingresan a la educación superior para explorar qué elementos son comunes y cuáles distintos de los grupos mayoritarios.
Además de lo poco que se sabe de los procesos de movilidad social en egresados y egresadas de edad no normativa (como las egresadas de LEP), también hay dudas sobre cómo los estudios de nivel universitario contribuyen a la mejora de las condiciones laborales y de ingreso de una generación a otra o dentro del mismo grupo social (Flores Crespo y Rodríguez Arias, 2020a).
Al tener como punto de partida la falta de información sobre los procesos de movilidad social de mujeres que trabajan y estudian, así como la necesidad de estudios que analicen la relación entre es y movilidad social, el presente trabajo tiene por objetivo analizar los procesos de movilidad social de las egresadas de LEP de la Unidad 097 ubicada en la Ciudad de México (a partir de aquí nos referiremos al caso como “la Unidad”). Esta investigación se desarrolló en el contexto de la pandemia Covid 19.
Educación superior y movilidad social intergeneracional. Una revisión de estudios en América Latina y México
Movilidad social intergeneracional
Desde la teoría del capital humano, el grado de calificación de la fuerza de trabajo, la demanda y oferta de individuos determinan la dispersión salarial de la población. Es por lo que la sociedad otorga importancia al acervo educacional, pues supone posibilidades de ascenso en la escala laboral y de ingresos (Améstica et al., 2014). Por ejemplo, de acuerdo con el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (2021), existe una diferencia marcada en el ingreso de las personas en México en relación con su nivel educativo, pues el salario mensual promedio varía en relación con la escolaridad: sin estudios: $4 710; Primaria: $5 408; Secundaria: $6 027; Preparatoria: $7 325; Licenciatura: $11 719; Posgrado: $ 16 443. Sin embargo, Améstica et al. (2014) señalan que para poner a prueba esta hipótesis es necesario tener presente la carrera, la institución donde se cursan los estudios y si los y las egresadas consiguen el título.
Así como hay estudios que resaltan la importancia de la es como factor de movilidad social, hay otros que cuestionan su función social. Flores Crespo y Rodríguez Arias (2020a) se preguntan: ¿la educación superior es reproductora de desigualdades o motor de movilidad ascendente? Por su parte, datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) indican que en México un título de educación superior mejora los resultados en el mercado laboral en comparación con niveles educativos más bajos: quienes obtienen mayor grado participan más y tienen mejores empleos y salarios. Pero estas mejoras no son iguales para todos, pues los resultados en el mercado de trabajo varían según género, edad, campo de estudio y región geográfica (OCDE, 2019).
Otro estudio, desarrollado en Chile con titulados de la Universidad del Bío-Bío, tuvo por objetivo calcular la movilidad partiendo del supuesto que el grado de movilidad intergeneracional es un elemento importante para medir la posibilidad que tiene la población para modificar su estatus de ingresos o educativo en relación con la generación que le precede. A mayor movilidad, se entiende que se incrementa la igualdad de oportunidades (Grandón y Vargas, 2012).
La población objeto de este estudio estuvo constituida por los titulados de la Universidad del Bío-Bío. Los resultados indican que el nivel educacional del titulado (medido en años de estudios), no depende del nivel educacional de sus padres. El estudio también muestra que el nivel de educación del titulado fue significativamente superior al nivel logrado por sus padres. Este dato sugiere una mayor movilidad intergeneracional educativa, lo que indica que el nivel de educación alcanzado por el titulado no depende de su condición familiar de inicio (Grandón y Vargas, 2012).
En Uruguay se hizo un estudio (Rey, 2017) que comparó la posición de clase de una muestra representativa de la población económicamente activa (PEA) de Montevideo con su posición social en el origen, de acuerdo con el esquema de clases sociales de Erikson, Goldthorpe y Portocarrero (1979), para evaluar el efecto de la educación terciaria en la movilidad social. El esquema de clases sociales de Erikson, Goldthorpe y Portocarrero (1979) clasifica a las personas en tres grandes grupos: clase de servicios (trabajadores no manuales con estudios superiores); clase intermedia (trabajadores no manuales de rutina); clase obrera (trabajadores manuales). Los resultados del estudio muestran que aquellos sujetos que cuentan con ES, ya sea completa o incompleta, logran mejorar su posición social, a diferencia de aquellos que no alcanzaron este nivel de formación. Además, la investigación muestra que quienes cuentan con estudios terciarios se desempeñan en muy escasa proporción en trabajos manuales, tanto calificados como no calificados (Rey, 2017).
En México, De Hoyos et al. (2009) identificaron niveles de movilidad educacional positiva entre generaciones. Los autores señalan que la movilidad educativa se traduce en movilidad de nivel socioeconómico (medido a partir de los ingresos), pues descubrieron que cuando hay un menor nivel educativo de los padres es mayor el impacto positivo del progreso educativo sobre los ingresos de las generaciones subsecuentes. Las diferencias entre los niveles de bachillerato, educación superior y posgrado reflejan que la educación tiene límites a su acumulación en un solo individuo, por lo que cada vez que una generación progresa con respecto a la anterior, deja menor margen de mejora para las siguientes generaciones: el 2.5% de los hijos de padres con estudios superiores logran estudiar un posgrado; mientras que aquéllos cuyos padres lograron como máximo la educación de bachillerato, 43.7% registra un logro educativo mayor (De Hoyos et al., 2009).
Estos datos sugieren que a medida que aumenta el nivel socioeconómico, la relación entre el nivel educativo de padres e hijos es más estrecha (existe menor movilidad); en el nivel socioeconómico bajo la relación es menos estrecha; es decir, existe mayor movilidad (De Hoyos et al., 2009). Estos resultados coinciden con lo hallado en España, donde se identificó que existe un cierto determinismo educativo en educación superior, pues si los padres han completado este nivel educativo, es altamente probable que sus hijos también lo hagan (Gil Izquierdo et al., 2010).
Una investigación que se hizo en México con el objetivo de caracterizar la trayectoria y desempeño laboral de los egresados de la licenciatura en Enseñanza del Inglés de la Universidad de Sonora (Ramírez-Romero, 2011), descubrió que, en los primeros años posteriores al egreso, el contar con estudios de licenciatura no parece ser un factor central de movilidad social, al menos no en el caso de los egresados de clases sociales medias. De acuerdo con este estudio la baja movilidad (expresada en salarios menores o iguales a los de los padres) parece más atribuible al bajo estatus de la profesión docente (Ramírez-Romero, 2011).
En otro estudio realizado en México por Villa Lever (2016), con base en una encuesta aplicada a jóvenes universitarios que cursan el último año de universidad en cuatro instituciones de educación superior (IES). Muestra como uno de los resultados que las oportunidades de cursar estudios universitarios para las mujeres de bajos recursos se encuentran principalmente en las universidades de bajo desarrollo académico, usualmente asociadas a la precariedad del ingreso, el acceso a conocimientos y a redes sociales de menor calidad. De acuerdo con la autora, esta situación dificulta un movimiento ascendente en relación con su posición de origen (Villa Lever, 2016).
Otro estudio realizado en México, a partir del caso de egresadas y egresados en un campus periurbano en el Valle de México (Mejía Pérez, 2019), muestra que, independientemente del sexo o la carrera de la persona, la tendencia en la movilidad educativa es positiva. En lo que respecta a la economía, la tendencia es que los ingresos de los egresados y egresadas sean más regulares que los de sus padres y madres. En cuanto a la posesión de casa, la tendencia es que los y las egresadas no tengan casa, lo que implica un retroceso en relación con los padres. En lo que refiere a las prestaciones, de nuevo la tendencia es a no tener acceso a estas ventajas (Mejía Pérez, 2019).
A pesar de que en términos generales la es favoreció la movilidad social de las egresadas y egresados, el estudio mostró la existencia de un mercado de trabajo segmentado y estratificado por sexo, carrera y región. Esta segmentación afecta de manera negativa principalmente a las mujeres, pero en particular a las egresadas de Psicología que eran madres, pues no ejercían su profesión y poseían las peores condiciones laborales (Mejía Pérez, 2019).
Un estudio más realizado en México buscó explorar cómo la educación superior tecnológica contribuye a la movilidad social y de manera específica, qué cambios en términos educativos, ocupacionales y de ingresos han experimentado los egresados durante su trayectoria de vida. La investigación se hizo a través de un estudio longitudinal de panel que recabó información de un grupo de egresados en el nivel de Técnico Superior Universitario en una de las universidades tecnológicas de México (Flores y Rodríguez, 2020b).
Los resultados del estudio muestran que los egresados han podido alcanzar una movilidad educativa intergeneracional y han tenido cambios en su estatus ocupacional, así como en su poder adquisitivo. Además, se observó un cambio ascendente en el nivel ocupacional a lo largo del ciclo de vida de los entrevistados en relación con los trabajos de sus progenitores (idem.).
Este recuento de estudios sobre la relación entre es y movilidad social intergeneracional permite identificar algunos puntos en común y otros que están en discusión. Existen estudios que indican que la es favorece la mejora de las condiciones de vida de las personas, por ejemplo, a través de mayores ingresos (CEEY, 2021; OCDE, 2019), la movilidad educativa (Grandón y Vargas, 2012) y la mejora del estatus ocupacional y poder adquisitivo (Flores y Rodríguez, 2020b; Rey, 2017). Sin embargo, otro grupo de estudios señalan que estas mejoras no son generalizadas, pues depende de factores como estar titulado o no (Améstica et al., 2014), el sexo, la edad o la región geográfica (Mejía Pérez, 2019) o el nivel de desarrollo académico de la universidad en la que se estudia (Villa Lever, 2016). Además, la es favorece la movilidad social de ciertos grupos como los hijos de familias de altos ingresos o clases medias y contribuye en menor medida a la movilidad social de otros grupos, como hijos de familias pobres, mujeres y madres (Solís, 2010; Mejía Pérez, 2019).
Metodología
Contexto del estudio
La UPN se fundó el 25 de agosto de 1978 con el fin de ofrecer servicios educativos para la formación de profesionales de la educación (UPN, 2019a). Las unidades UPN han tenido como principal misión la actualización de maestros en servicio, a diferencia de la sede Ajusco que trabaja principalmente con egresados de bachillerato (UPN, 2020). En 2019 la UPN tenía 70 unidades, 208 subsedes y tres universidades pedagógicas descentralizadas que atendían a más de 56 mil alumnos en programas de licenciatura y posgrado, con modalidades escolarizadas y a distancia (UPN, 2019b).
La Unidad 097 ofrece la licenciatura en Educación Preescolar (LEP), la maestría en Educación Básica y dos licenciaturas en línea (Educación Inicial y Preescolar; Educación Secundaria). Todos los programas educativos que ofrece la Unidad tienen como requisito para sus estudiantes comprobar que laboran en una institución educativa.
Después del terremoto de 2017 la Unidad se ubica en las instalaciones de la unidad Ajusco y atiende a estudiantes que en su mayoría provienen del suroriente de la Ciudad de México, principalmente de las alcaldías Tlalpan, Magdalena Contreras, Coyoacán y Álvaro Obregón.
Proceso de recolección de datos
Para el desarrollo de la investigación se desarrolló un cuestionario que tomó como base el “Esquema básico para estudios de seguimiento de egresados en educación superior” de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES, 2003). De acuerdo con ANUIES, los criterios para elegir las generaciones a estudiar son los años de egreso: deben tener al menos dos años de haber concluido los créditos y menos de cinco. Para este estudio se decidió sólo trabajar con el primer criterio para reunir una muestra no representativa que contempló las generaciones que egresaron entre 2014 y hasta 2019.
A partir del “Instrumento tipo” desarrollado por la ANUIES se hicieron las adecuaciones necesarias para ajustarlo a las características de las egresadas de la Unidad. El instrumento se validó a través de la revisión de una experta y una prueba piloto aplicada a 24 estudiantes de los últimos cuatrimestres de la LEP. La versión del instrumento que se aplicó está compuesto por 159 reactivos organizado en nueve apartados:
Datos generales
Antecedentes familiares
Datos socioeconómicos
Continuación de estudios
Empleo durante la licenciatura
Empleo actual
Desempeño profesional
Opinión de las egresadas sobre la formación profesional recibida
Opinión sobre la organización institucional
Se obtuvieron 128 respuestas distribuidas por generación, como se muestra en la Tabla 1, el número de respuestas representa un poco menos del 35% del total de egresadas de las generaciones contempladas en el estudio.
Generación | Egresadas | Respuestas | Porcentaje |
---|---|---|---|
2011-2014 | 43 | 13 | 30.2 |
2012-2015 | 32 | 13 | 40.6 |
2013-2016 | 59 | 36 | 61.0 |
2014-2017 | 41 | 19 | 46.3 |
2015-2018 | 96 | 19 | 19.7 |
2016-2019 | 101 | 28 | 27.7 |
Total | 372 | 128 | 34.4 |
Fuente: Departamento de Servicios Escolares de la Unidad y Cuestionario de Egresadas LEP.
El cuestionario fue enviado a través de un formulario en Google y estuvo disponible del 22 de enero al 12 de abril del 2021 durante la segunda ola de Covid 19, que obligó al cierre de actividades no esenciales en la Ciudad de México. Esta situación agravó el ingreso de las mujeres al mercado laboral pues ellas suelen ser las encargadas de las labores domésticas no remuneradas y los cuidados. La pandemia ha sido particularmente crítica para el sector de la educación, donde el 70.4% de los puestos de trabajo son ocupados por mujeres (CEPAL, 2021). Para dar cuenta del efecto de la pandemia en el empleo de las egresadas de LEP se incluyó en el formulario el siguiente reactivo al final del apartado VIII: “Para egresadas que no se encuentran trabajando actualmente. Señale la razón más importante por la que no se encuentra trabajando actualmente”. La información que a continuación se muestra es resultado del análisis descriptivo de los datos recopilados a través del cuestionario.
Resultados
Una primera descripción de las egresadas
De acuerdo con las respuestas al cuestionario, el 89% de las egresadas no se han titulado y tienen una edad que oscila entre 25 y 65 años, con una media de 40. Alrededor del 55% de las egresadas tiene 40 años o menos como se muestra en la Tabla 2. La obtención del título es clave para las egresadas en su búsqueda de trabajo pues, desde 2005, en la Ciudad de México es un requisito tener el título de licenciada en educación preescolar para poder ser docente en este nivel educativo (SEP, 2005).
Rango de edad |
Frecuencia | Porcentaje |
---|---|---|
25-30 | 18 | 14.1 |
31-35 | 27 | 21.1 |
31-36 | 1 | 0.8 |
36-40 | 25 | 19.5 |
41-45 | 20 | 15.6 |
46-50 | 21 | 16.4 |
51-55 | 8 | 6.3 |
56-60 | 5 | 3.9 |
60-65 | 1 | 0.8 |
61-65 | 2 | 1.6 |
Total | 128 | 100.0 |
Fuente: Cuestionario de Egresadas LEP.
Como se puede observar en la Tabla 2, sólo un poco más del 10% de las egresadas tiene 30 años o menos, este dato puede estar relacionado con la edad de ingreso a la carrera que, de acuerdo con los registros del Departamento de Servicios Escolares de la Unidad, oscila entre los 19 y los 58 años, con una media de 33 años. Así como en un extremo están las mujeres más jóvenes, en el otro están aquellas que tienen 51 años o más, que representan 12.6% de las encuestadas.
Este primer vistazo a la edad de las egresadas de la LEP permite observar la diferencia que tiene esta población en relación con estudiantes que cursan la licenciatura en la edad normativa (18 a 22 años). Si tomamos como referencia la edad promedio de ingreso de las egresadas de la LEP, en relación con la edad normativa, hay un “retraso” de 15 años en el inicio de sus estudios superiores. Otros rasgos distintivos de las egresadas de la LEP es su condición de madres y que viven en pareja, pues el 83.5% de ellas tiene al menos un hijo y sólo 35.9% respondió ser soltera. En la Tabla 3 se muestran estos datos.
Núm. Hijos | Casada | Unión libre | Soltera | Total | Porcentaje |
---|---|---|---|---|---|
0 | 2 | 0 | 19 | 21 | 16.4 |
1 | 14 | 7 | 16 | 37 | 28.9 |
2 | 33 | 7 | 6 | 46 | 35.9 |
3 | 18 | 1 | 5 | 24 | 18.7 |
Total | 67 | 15 | 46 | 128 | 99.9 |
Fuente: Cuestionario de Egresadas LEP.
Este primer vistazo nos permite identificar que las egresadas son muy diversas en cuanto al rango de edad, que la mayoría tiene al menos un hijo y que 64% vive en pareja. De acuerdo con las respuestas de las egresadas sólo tres viven solas, el resto vive con una y hasta con ocho personas, con una mediana de cuatro. Además, en el 34.3% de los casos la pareja es el jefe de familia, el 24.2% de las egresadas son las jefas de familia, en el 16.4% son los padres, en el 12.5% ellas y su pareja, y en el 18.7% restante es la madre u otra persona.
Para tener un panorama más claro de quiénes son las egresadas de la LEP se calculó el nivel socioeconómico (NSE) con base en la propuesta de la Asociación Mexicana de Agencias de Inteligencia de Mercado y Opinión Pública (AMAI, 2018). La propuesta de la AMAI toma en cuenta seis variables: nivel educativo del jefe del hogar, número de baños completos en la vivienda, número de autos en el hogar, conexión a internet en casa, número de personas en el hogar de más de 14 años que trabajan y número de dormitorios. Cada variable se califica con base en un modelo y las puntuaciones totales, resultado de la suma de cada variable, se puntúan de cero hasta 205. Entre más puntos se acumulen, mayor es el NSE.
De acuerdo con la AMAI, el nivel A/B está conformado en su mayoría por hogares en los que el jefe de la familia tiene estudios profesionales o de posgrado (82%). El 98% de los hogares cuenta con internet fijo en la vivienda. Es el nivel que más invierte en educación (10% del gasto) y el que menos dedica al gasto en alimentos (28%). En el extremo opuesto, casi al final de la clasificación (el NSE más bajo es E), está el nivel D, donde en el 56% de los hogares el jefe del hogar tiene estudios hasta primaria. El acceso a internet en la vivienda en estos hogares es muy bajo, de solamente 4%. Cerca de la mitad del gasto (46%) se dedica a la alimentación y solamente el 16% al transporte y comunicación (AMAI, 2013). En la Tabla 4 se presenta la distribución de las egresadas por nivel socioeconómico (AMAI, 2018).
Nivel socioeconómico |
Frecuencia | Porcentaje |
---|---|---|
A/B | 24 | 18.6 |
C+ | 40 | 31.0 |
C | 40 | 31.0 |
C- | 19 | 14.7 |
D+ | 5 | 3.8 |
D | 1 | 0.7 |
Total | 128 | 99.8 |
Fuente: Cuestionario de Egresadas LEP.
Al tomar como referencia la clasificación de la AMAI, en la Tabla 4 se puede observar que casi el 20% de las egresadas pertenece al NSE más alto y que alrededor del 75% se ubica en los niveles C+, C y C-, y sólo un 4% en los estratos más bajos. En resumen, los NSE predominantes de las egresadas de LEP son intermedios.
Movilidad intergeneracional de las egresadas de LEP
Para dar cuenta de los procesos de movilidad social intergeneracional de las egresadas de LEP se recuperaron las dimensiones educativa y ocupacional de los padres y madres, se analizó el grado de escolaridad máxima alcanzada, así como la ocupación actual que desempeñan. Para el análisis de la movilidad educativa se comparó la escolaridad de padres y madres con el número mínimo de años que implica cursar una licenciatura (15 años para las egresadas de la Unidad).
En el análisis de los procesos de movilidad ocupacional intergeneracional se recuperaron los grupos ocupacionales propuestos por Solís y Blanco (2014) y adaptados por Mejía Pérez (2019), donde se agrupa a las ocupaciones en tres jerarquías: trabajos no manuales, de segunda jerarquía y de baja calidad. A su vez, cada uno de estos grupos contiene subtipos como se muestran en la Tabla 5.
Grupo ocupacional | Subtipos |
---|---|
No manuales | Clase de servicios |
De rutina | |
Segunda jerarquía | Trabajadores por cuenta propia y microempresarios |
Asalariados manuales calificados en empresas establecidas | |
Dependientes en comercios establecidos | |
Asalariados manuales no calificados en empresas establecidas | |
Baja calidad | Asalariados manuales calificados en microempresas |
Trabajadores manuales no calificados en microempresas | |
Dependientes en micro comercios | |
Trabajadores agrícolas | |
No remunerado o no asalariado |
Fuente: Solís y Blanco (2014) y Mejía Pérez (2019).
El subtipo clase de servicios está integrado por profesionales y empresarios medianos y grandes. El otro subtipo dentro del grupo de ocupaciones no manuales está integrado por las actividades de rutina, ocupaciones de oficina que implican actividades repetitivas de poca exigencia cognitiva.
En las ocupaciones de segunda jerarquía, se considera una microempresa, aquellos negocios que tienen menos de 10 trabajadores. Por su parte, las empresas establecidas son aquellas que rebasan los 10 trabajadores y que ofrecen prestaciones laborales a sus empleados (Secretaría de Economía, 2010).
En lo que refiere a los trabajos manuales calificados, éstos son los que requieren de una capacitación especializada para desarrollarse, y que suelen asociarse a credenciales educativas de nivel técnico. En contraparte, los trabajos manuales no calificados no requieren de algún tipo de capacitación especial para desarrollarse.
A la propuesta de Solís y Blanco (2014) se agregó un último subtipo de ocupación de baja calidad: el no remunerado o no asalariado. En este grupo entra el trabajo de las amas de casa, de quienes ayudan en el negocio familiar pero no reciben un pago formal por ello (aunque pueden tener una compensación económica), quienes reciben una compensación económica simbólica por su trabajo (como los voluntarios de un programa) y las personas que tienen un empleo informal (actividades de limpieza o cuidado) en el que no reciben un salario, aunque sí una recompensa económica por su trabajo.
A continuación, se analiza la movilidad intergeneracional de las egresadas de LEP. En primer lugar, se muestran los resultados en relación con la escolaridad de padres y madres. Después, se analiza la movilidad ocupacional.
De acuerdo con las respuestas al formulario sólo el 9.4% de los padres y el 8.6% de las madres de las egresadas terminó la licenciatura, como se puede apreciar en la Tabla 6. Este primer dato sugiere que en lo que respecta a la movilidad educativa, la mayor parte de las egresadas (más del 80%) tuvo un avance en relación con sus progenitores.
Escolaridad | Padre | Madre | ||
---|---|---|---|---|
Frecuencia | Porcentaje | Frecuencia | Porcentaje | |
Licenciatura completa | 12 | 9.4 | 11 | 8.6 |
Licenciatura incompleta | 3 | 2.3 | 3 | 2.3 |
Carrera técnica | 2 | 1.6 | 4 | 3.1 |
Educación media superior completa | 5 | 3.9 | 5 | 3.9 |
Educación media superior incompleta | 14 | 10.9 | 4 | 3.1 |
Secundaria completa | 13 | 10.2 | 22 | 17.2 |
Secundaria incompleta | 10 | 7.8 | 4 | 3.1 |
Primaria completa | 28 | 21.9 | 36 | 28.1 |
Primaria incompleta | 25 | 19.5 | 29 | 22.7 |
Sin estudios | 8 | 6.3 | 9 | 7.0 |
Sin datos | 8 | 6.3 | 1 | 0.8 |
Total | 128 | 100.1 | 128 | 99.9 |
Fuente: Cuestionario de Egresadas LEP.
Si se coloca el punto de corte en la educación básica (primaria y secundaria), el 55.5% de los padres no completó este periodo escolar; en el caso de las madres, 60.9% está en la misma situación. Así, en términos de movilidad educativa intergeneracional, el salto de las egresadas en relación con sus padres y madres es amplio, pues al menos poseen seis años más de escolaridad, si se consideran los tres años de educación media superior y los tres de la licenciatura. El caso más extremo son las egresadas hijas de padres y madres sin estudios, pues entre ambos grupos existen al menos 15 años de escolaridad de diferencia.
Estos resultados contrastan con los datos del Módulo de Movilidad Social Intergeneracional 2016 del INEGI, donde se indica que, en el caso de las mujeres, cuando el proveedor principal no tenía escolaridad, solo el 3.9% logró alcanzar estudios de nivel superior. El porcentaje de mujeres que alcanzan la es se incrementa cuando el proveedor principal tiene primaria completa (18.8%), secundaria (32.5%), educación media superior (52.2%) o educación superior (69.5%) (INEGI, 2016).
Así, en un primer acercamiento a la familia de origen de las egresadas, los datos muestran que existe una movilidad educativa ascendente, pero ¿qué pasa con la movilidad ocupacional? Los resultados del cuestionario muestran que el subtipo de ocupación más frecuente en los padres (25%) es el de trabajadores por cuenta propia y microempresarios (por ejemplo, comerciantes o vendedores). En el caso de las madres, el subtipo de ocupación mayoritario es el no remunerado o no asalariado (amas de casa), con el 47.3%, como se puede apreciar en la Tabla 7.
Grupo ocupacional |
Subtipo | Padre | Madre | ||
---|---|---|---|---|---|
Frecuencia | % | Frecuencia | % | ||
No manuales | Clase de servicios | 0 | 0 | 4 | 3.1 |
De rutina | 10 | 7.8 | 7 | 5.4 | |
Segunda jerarquía | Trabajadores por cuenta propia y microempresarios | 32 | 25.0 | 11 | 8.5 |
Asalariados manuales no calificados en empresas establecidas | 13 | 10.1 | 9 | 7.0 | |
Baja calidad | Trabajadores manuales no calificados en microempresas | 11 | 8.5 | 7 | 5.4 |
Trabajadores agrícolas | 5 | 3.0 | 0 | 0 | |
No remunerado o no asalariado | 0 | 0 | 61 | 47.6 | |
Otras condiciones | Pensionado o jubilado | 15 | 11.7 | 4 | 3.1 |
Desempleado | 3 | 2.3 | 2 | 1.5 | |
Finado/finada | 28 | 21.8 | 22 | 17.1 | |
Sin datos | 11 | 8.5 | 1 | 0.7 | |
Total | 128 | 98.7 | 128 | 99.4 |
Fuente: Cuestionario de Egresadas LEP.
Otro dato que destaca en la Tabla 7 es el porcentaje de padres y madres que realizan trabajos no manuales, 7.8% en el caso de los padres y 8.5 en el de las madres. En este pequeño grupo también llama la atención que no se localizó ningún padre de familia activo que tenga una ocupación de la más alta jerarquía.
Un aspecto más que resaltar es la distribución en los diferentes grupos ocupacionales entre padres y madres. El 35.1% de los padres tienen ocupaciones de segunda jerarquía, mientras que sólo el 15.5% de las madres. Por último, en las ocupaciones de baja calidad se encuentra 11.5% de los padres y 53% de las madres.
Este primer panorama de las ocupaciones de padres y madres de las egresadas permite observar que, en general, las condiciones laborales de los padres son mejores; sin embargo, las madres son las que tienen ocupaciones de la más alta jerarquía, trabajo no manual de la clase de servicios (como directoras de escuela o jefas de oficina). Así, a pesar de que (en general) los padres poseen mejores empleos, son las madres de cuatro egresadas las únicas que han logrado una ocupación de la más alta jerarquía.
En términos de movilidad intergeneracional, hay una mejora en la jerarquía de la ocupación de las egresadas en relación con sus padres en el 54.4% de los casos, pues los padres realizaron en su mayoría trabajos de segunda jerarquía o de baja calidad. Si la comparación se realiza con las madres, el contraste es mayor. Existe una mejora en la jerarquía de las ocupaciones en el 73.9% de las egresadas, además, el avance va de un extremo (ocupación de baja calidad no asalariado o remunerado, ama de casa), a otro extremo (ocupación no manual de la clase de servicios, como directora escolar, profesora frente a grupo o asistente educativa) para casi la mitad de las egresadas.
Situación laboral actual y movilidad intergeneracional
Este panorama parece mostrar que las egresadas de la LEP han atravesado procesos de movilidad social intergeneracional ascendente, al menos en lo que refiere a las dimensiones educación y ocupación. Sin embargo, estos procesos de movilidad ascendente no garantizan buenas condiciones laborales, particularmente en tiempos de pandemia. De acuerdo con las respuestas de las egresadas, para el periodo en que se aplicó el cuestionario, 36 egresadas no tenían empleo, 33 como consecuencia de la pandemia (por cierre de su centro de trabajo o por recorte de personal) y tres por falta de título o cédula profesional. Además del problema del desempleo, no todas las egresadas que tienen trabajo cuentan con prestaciones laborales, como se muestra en la Tabla 8. Para la elaboración de esta tabla se agruparon las respuestas de las egresadas por número de prestaciones a las cuales tuvieron acceso.
Prestaciones* |
Durante la licenciatura |
% | 2021 | % |
---|---|---|---|---|
Cuatro prestaciones (Vacaciones pagadas, Prima vacacional, Aguinaldo, Seguro social) | 22 | 17.1 | 19 | 14.8 |
Tres prestaciones (Vacaciones pagadas, Prima vacacional, Aguinaldo, Seguro social) | 22 | 17.1 | 18 | 14.0 |
Dos prestaciones (Vacaciones pagadas, Aguinaldo, Seguro social) | 30 | 23.4 | 16 | 12.5 |
Una prestación (Vacaciones pagadas, Aguinaldo, Seguro social) | 39 | 30.4 | 21 | 16.4 |
Ninguna | 15 | 11.7 | 18 | 14 |
Sin empleo | 0 | 0 | 36 | 28.1 |
Total | 128 | 99.7 | 128 | 99.8 |
Fuente: Cuestionario de Egresadas LEP.
En la Tabla 8 hay varios datos que destacar. En primer lugar, destaca que la pérdida de prestaciones entre los grupos de egresadas que contaban con tres o cuatro durante la licenciatura disminuyó menos que entre aquellas que sólo tenían acceso a dos o una. En los primeros casos la pérdida fue de 3%; en contraste, en los otros grupos el número de personas que se quedó sin prestaciones de alrededor de la mitad. En el caso de las egresadas que no tenían acceso a prestaciones durante la licenciatura, el número aumentó, lo que implicó que seis egresadas conservaron el trabajo, pero perdieran las prestaciones.
Estas diferencias hacen suponer que las egresadas que tenían acceso a más prestaciones trabajan para escuelas más estables y que pudieron resistir los efectos de la pandemia. Después, el número de egresadas que no tenía acceso a ninguna prestación aumentó con la pandemia. Finalmente, el dato más dramático: el 28% de las egresadas perdió el empleo (una de cada tres) como consecuencia de la pandemia o falta de título o cédula profesional.
Así, al menos para el grupo de egresadas de la LEP, la movilidad social intergeneracional ascendente en términos educativos y ocupacionales no necesariamente está acompañada de buenas condiciones laborales. Estos datos revelan la existencia de un mercado de trabajo secundario (Piore y Sabel, 1990), caracterizado por la informalidad o la “preformalidad” (una intencionalidad por cumplir en parte con las normas y disposiciones laborales). Estas condiciones laborales no garantizan que a largo plazo las egresadas mantengan la “ventaja” frente a sus padres y madres.
La pregunta que aquí surge es: ¿esta disociación de la movilidad social ascendente con las condiciones laborales es una situación contingente como consecuencia de la pandemia? O, en otras palabras, ¿el proceso de movilidad ascendente de las egresadas se detuvo por la pandemia? Si nos enfocamos sólo en la variable empleo, la respuesta es sí, pues el 100% de las egresadas reportó haber trabajado durante la licenciatura. Estas cifras revelan que la proporción de egresadas que tenían acceso a prestaciones disminuyó con la pandemia, así como el número de prestaciones que tenían. Estos datos sugieren que, al menos en parte, el proceso de movilidad ascendente de las egresadas se vio afectado por la pandemia, pero también que hay condiciones de precariedad laboral en el gremio de las profesoras de educación preescolar que existían de forma previa y que se acentuaron con la pandemia.
Conclusiones
Como se comentó desde el inicio del estudio, el valor de esta investigación radica en que analiza una población poco explorada en México: mujeres fuera de la edad normativa que estudiaron y trabajaron durante la licenciatura y que se dedican a la docencia en educación preescolar. Para analizar los procesos de movilidad intergeneracional de esta población se debe partir de la premisa de que es un grupo en desventaja, por ser mujeres (en muchas ocasiones, también madres) que realizan sus estudios superiores fuera de la edad normativa, que trabajan y que ejercen una profesión poco valorada (la docencia en educación preescolar).
En México, un número importante de mujeres salen del sistema de es o están excluidas por razones relacionadas con los roles género que la sociedad les demanda, donde el papel de madres, esposas y cuidadoras predomina antes que el de profesionistas (Bautista y López, 2020). El incremento en el acceso a la educación superior no implica una reducción de la desigualdad social. En el caso de las mujeres, esta desigualdad se profundiza por su condición de género, pues en los últimos años han tenido mayor acceso a la educación; pero hay condiciones históricas que se mantienen, como su exclusión del mercado laboral y su rol como principales responsables del espacio doméstico (Solís, 2010). Esta información coincide con el perfil de las egresadas de LEP, donde la mayoría vive en pareja y tiene al menos un hijo.
Como resultado de la pandemia de Covid 19 aumentó el porcentaje de mujeres desempleadas y la sobrecarga de trabajo no remunerado y de cuidados. Además, los sectores económicos en mayor riesgo emplean a la mayoría de las mujeres y se caracterizan por altas tasas de informalidad, bajas remuneraciones y poco acceso a la protección social (CEPAL, 2021). Por lo que muestran los resultados del seguimiento de egresadas de la LEP, el mercado laboral donde se desenvuelven se caracterizaba, desde antes de la pandemia, por su informalidad: 11% no contaba con acceso a prestaciones y el 30% sólo tenía una. Como lo indica la CEPAL, la pandemia agudizó este mercado laboral precario, generó una disminución del número de egresadas que tenían acceso a prestaciones y dejó sin empleo a una de cada tres.
Así, si bien los resultados del seguimiento de egresadas de LEP indican que han atravesado procesos de movilidad social intergeneracional ascendente, en términos educativos y ocupacionales, este avance no necesariamente va acompañado de buenas condiciones laborales o mejores ingresos. ¿Por qué sucede este fenómeno? En primer lugar, se debe tener en cuenta que en general las egresadas de LEP tiene un punto de partida desigual, al que se acumulan más desventajas, como el inicio “tardío” de los estudios superiores. Las egresadas de LEP tiene un promedio de edad de 33 años al inicio de la licenciatura, lo cual, como proponen Haveman y Smeeding (2006), implica que comienzan “el juego de la educación universitaria” más tarde y con menos recursos que otros grupos más favorecidos, como los y las jóvenes que tienen antecedentes universitarios en sus familias de origen y cursan los estudios superiores entre los 18 y 22 años. A este inicio tardío de la licenciatura se debe agregar el hecho de que un poco más del 80% de las egresadas son madres y que alrededor del 65% tiene pareja, lo que suele implicar más tiempo dedicado al trabajo doméstico y de cuidado, trabajo no remunerado.
Una explicación más de esta aparente discordancia entre los procesos de movilidad social intergeneracional ascendente de las egresadas de LEP y, en su mayoría, con situación laboral precaria, serían las posibles dificultades de acceso a conocimientos y a redes sociales de menor calidad (Villa Lever, 2016), usualmente asociadas a familias con baja escolaridad y ocupaciones de menor jerarquía, como es el caso de este grupo. A este cúmulo de desventajas hay que agregar que casi el 90% de las egresadas no se ha titulado, lo que se asocia con menor movilidad social (Améstica et al., 2014) y menos probabilidad de mejoras laborales y económicas (Urzúa, 2012).
A pesar de estas desventajas, la es brinda beneficios a quienes provienen de familias de clase media, pues disminuye la probabilidad de desempleo y de realizar trabajos manuales (Rey, 2017), como en el caso de las egresadas que conservaron su empleo y que en su mayoría pertenece a los niveles socioeconómicos intermedios y que, desde antes de la pandemia, trabajaba en escuelas que les ofrecían mayores prestaciones. Esta situación parece sugerir que la pandemia afectó a las egresadas de manera diferenciada, quizá la movilidad ascendente permitió conservar sus prestaciones laborales y empleo a las que tenían mejores condiciones laborales, pero no impidió la pérdida del empleo y las prestaciones a las que desde antes poseían malas condiciones de trabajo.
Este acercamiento a los resultados del estudio de egresadas de la LEP permite observar que existen un proceso de movilidad intergeneracional ascendente, en lo que refiere a educación y ocupación. Este proceso tiene aún más importancia en países como México, donde se observan avances importantes en el nivel educativo alcanzado por la población general, pero en el cual el logro educativo de los hijos aún está determinado por el de los padres (Orozco et al., 2019).
La movilidad intergeneracional ascendente aún es más significativa en el caso de las egresadas de la LEP pues, de acuerdo con los datos de la encuesta de movilidad 2011 del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, las mujeres mexicanas experimentan condiciones más adversas de movilidad social que los hombres. Por un lado, las mujeres que nacen en los hogares del estrato socioeconómico más bajo de la escala social enfrentan más dificultades de ascenso que los hombres que nacieron en las mismas condiciones. Por el otro, las mujeres que provienen de hogares con mayor ventaja socioeconómica resultan más vulnerables a la pérdida de dicho estatus, en comparación con los hombres con el mismo origen (Vélez et al., 2013).
En lo que respecta al grupo de egresadas que sus condiciones laborales empeoraron o perdieron el empleo como consecuencia de la Covid 19, la pandemia pudo haber agudizado la intermitencia laboral femenina ante las escasas probabilidades que tienen muchas trabajadoras de mejorar su posición social. Pues, como señala Mancini (2019), para este grupo de mujeres resulta “preferible” salir del mercado de trabajo y dedicarse a conservar el bienestar de sus hogares.
En resumen, se puede afirmar que las egresadas de la LEP han tenido procesos de movilidad ascendente en los componentes de educación y ocupación. No obstante, estos avances no son suficientes para mejorar sus condiciones laborales e ingresos, que eran precarios desde antes y se han deteriorado aún más como consecuencia de la pandemia. De esta manera, los potenciales beneficios en términos de movilidad social de la es se ven limitados por las condiciones de desventaja en las que viven y trabajan las egresadas de LEP, desventajas que se acentúan más por contingencias (como la pandemia) y problemas institucionales (como el bajo porcentaje de titulación de la Unidad).