Introducción
“Ya no hay pescado” es, con frecuencia, la primera expresión que emplean los habitantes de Barra de Tupilco cuando alguien les pregunta por la pesca. En esta localidad pesquera del municipio de Paraíso, Tabasco, situada frente al Golfo de México, tal aseveración la formulan tanto viejos como jóvenes pescadores, e incluso mujeres, por cuyas manos pasa el pescado que cocinan, regalan o venden, pese a que no es costumbre que salgan a pescar. Dicha expresión, en contraste, suele ser acompañada de recuerdos nostálgicos sobre los tiempos en que un lance en el río, la laguna o la orilla del mar incluso, bastaba para atrapar distintas especies y tamaños de pescado, moluscos y crustáceos en cantidades suficientes. Esos recuerdos, además, dan cuenta del dinamismo que el pescado imprimía a la comunidad: formando parte de la dieta ordinaria de los hogares y de sus ingresos, como base gastronómica de celebraciones cívicas y religiosas, sosteniendo vínculos internos y con comunidades vecinas por la vía del intercambio, o bien generando empleo para las mujeres, como en el desconche de ostión y el despulpe de jaiba, por ejemplo.
Según lo testimoniado por los pescadores, la situación de escasez que experimentan comenzaron a advertirla hace aproximadamente 20 años. Situación similar, empero, ha sido notada en otros lugares y latitudes1 desde hace varios años, dando lugar a una creciente preocupación mundial sobre el estado de conservación de los recursos pesqueros, motivada por el interés de seguir garantizando el acceso a esta fuente alimenticia para una población en aumento2. Y si bien, localmente tienen identificados algunos factores que, a su juicio, han contribuido a ello, estos no constituyen sino parte de los múltiples ingredientes que conforman el fenómeno a escala global, donde destacan los cambios ambientales, la sobrepesca, la pesca ilegal -con su intrincada estructura laboral-3 y la pobreza,4 pero no menos los gobiernos y el mercado,5 que son asimismo escenarios de procesos sociales locales, como sugiere Berkes.6
En consecuencia, se han realizado estudios del estado de las pesquerías con el propósito de frenar su deterioro; algunos de estos han mostrado que la experiencia de los pescadores representa una fuente de información confiable al ser cruzada con datos cuantitativos sobre volúmenes, especies y sitios de pesca.7 De igual manera, ofrecen la posibilidad de acercarse a los conocimientos ambientales de los sujetos, lo mismo que a sus expectativas e inquietudes respecto al futuro de esta actividad.
A tono con esos estudios, el presente documento da cuenta de las causas que, de acuerdo con los pescadores de Barra de Tupilco, subyacen al fenómeno de la escasez; esto, con el propósito último de llamar la atención sobre las condiciones de posibilidad que enfrentan para continuar con el ejercicio de la pesca. Para ello, la información que se presenta es producto de entrevistas semiestructuradas y conversaciones informales con pescadores de la localidad de entre 60 y 40 años de edad, a quienes tocó experimentar años de abundancia y la gradual debacle apuntada, además de la propia observación durante el trabajo de campo (17 entrevistas en total, de las que cinco fueron a pescadores libres y cinco que lo fueron, dos a permisionarios y tres a socios cooperativistas ya inactivos; de todos ellos, ocho también se dedican a la producción de copra). Este fue realizado entre junio de 2016 y agosto de 2018, lo que permitió observar distintos momentos de la cotidianeidad y otros no tan cotidianos (funerales, festejos, celebraciones religiosas y cívicas, por ejemplo).
Debido a que el deterioro de la pesca de especies comerciales trasciende la mera percepción, el texto parte de situar brevemente el fenómeno en términos globales, y luego se destaca, en lo general, la importancia económica de la actividad en el país y en Tabasco. Se ofrecen enseguida algunos datos de contexto sobre Barra de Tupilco y el desarrollo de la pesca, además de una sucinta caracterización generacional de los pescadores, y son expuestos dos momentos en esta: abundancia primero y escasez después y sus causas. Finalmente, se propone una reflexión en torno al futuro de la pesca en este lugar en las condiciones actuales.
Deterioro de la pesca: la visión global
Uno de los más serios problemas que enfrenta la actividad pesquera a nivel mundial es la disminución de las poblaciones de especies comerciales. En su informe de 2016 sobre el estado de la pesca en el mundo, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) señala que este fenómeno de deterioro -advertido desde los años 1970- habría alcanzado su nivel máximo (58.1 %) en 2013, catalogándolas entonces como “biológicamente insostenibles”.8 De acuerdo con el organismo, a esta disminución han contribuido la sobrepesca, la pesca ilegal y la pesca incidental de especies no comerciales, cuyos volúmenes son desconocidos incluso para los gobiernos locales.9 Como es de suponer, estas prácticas tienen efectos negativos en los ámbitos ecológico, económico y social, agravando la situación del sector, sobre todo los pescadores de pequeña escala de los países no desarrollados.10 Tales prácticas, por lo demás, descansan sobre un entramado de confabulaciones en diferentes niveles y ámbitos, incluso institucionales, que dificultan su inhibición a pesar de los distintos mecanismos internacionales diseñados para su ordenamiento.11
Las alteraciones en la temperatura del agua o el aumento del nivel del mar, enmarcados como efectos del cambio climático,12 son factores que, de acuerdo con la FAO y el IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático),13 están incidiendo en la reproducción, abundancia, distribución14 y rutas migratorias de los peces en general. A ello también ha contribuido la contaminación de los océanos15 y aguas continentales, debido sobre todo a la modificación de la composición química del agua. Empero, aún no ha sido posible determinar de manera concreta cómo estos fenómenos impactan en las poblaciones de peces.
Debido a lo anterior, para la FAO es importante proponer acciones que contribuyan a la regulación de la actividad, de tal suerte que pueda mantenerse en el largo plazo la disponibilidad de peces para el sustento humano (de una población mundial en aumento), al tiempo que seguir generando ingresos para los países no desarrollados, de los que procede “más de la mitad del valor de las exportaciones pesqueras”.16 En consecuencia, dicha Organización busca construir puentes entre diferentes actores involucrados en la pesca, a fin de recuperar en el corto plazo la salud de las pesquerías comerciales, y diseña estrategias de manejo que buscan incorporar activamente a los pescadores en la toma de decisiones sobre los propios recursos. Faltan, sin embargo, mecanismos que permitan contar con información precisa y completa sobre volúmenes de capturas (incluida la ilegal y la incidental), sobre todo de especies comerciales que se encuentran bajo observación.17
En cuanto al papel del mercado, si bien con el aumento de la población también se ha incrementado la demanda de proteína de pescado, los altos volúmenes de las capturas sumados a los de la producción acuícola tienen además otro propósito: cubrir su creciente demanda en países desarrollados cuyas pesquerías colapsaron alrededor de 1980, como Estados Unidos de América, y otros de la Comunidad Europea.18 La producción acuícola, en particular, está teniendo un gran incremento, con efectos en el ambiente aún desconocidos, y aunque en este momento sigue siendo vista como una alternativa laboral para los pescadores de pequeña escala (aunque no solo), ¿qué pasará cuando el volumen de la producción sea mayor al de la demanda, superando incluso el de las capturas? ¿Será también por eso que van siendo incorporadas nuevas especies al gusto de los consumidores?
La pesca en México y Tabasco: importancia económica
El territorio mexicano posee 3’149,920 km2 de zonas marítimas de jurisdicción nacional, las cuales comprenden el mar territorial y la zona económica exclusiva; de ellos, 829,540 km2 corresponden al área del Golfo de México y Mar Caribe.19 Cuenta, asimismo, con 6,500 km2 de aguas interiores (lagos, lagunas, represas y ríos) y 12,500 km2 de lagunas costeras y esteros, además de 11,500 km de costas, de los que 3,100 km pertenecen al litoral del Golfo.20
De acuerdo con el experto en dinámica de poblaciones pesqueras Francisco Arreguín Sánchez,21 la mayoría de las pesquerías en México son desarrolladas en la parte de la plataforma continental, lo que supone que se trata en buena medida de pesca artesanal y ribereña, idea igualmente sugerida por Grande Vidal.22 Esto significa que la pesca se realiza en embarcaciones de fibra de vidrio de 6 a 10 metros de eslora -con capacidad de 1 a 10 toneladas de peso- y motor fuera de borda de hasta 115 hp (caballos de fuerza).23 Al inicio de la administración federal 2012-2018 el número oficial (registradas) de este tipo de embarcaciones fue de 74,055 (más 2,041 para pesca de altura) y 216,283 personas dedicadas a la captura y cultivo (de 272,533).24 Entre las artes más usuales destacan la línea de mano, el palangre, el curricán, trampas y distintos tipos de red y tamaño de luz (de cerco, de arrastre, de cuchara, agallera, de enmalle, tarraya), además de la técnica de buceo. Evidentemente, su uso depende de la pesquería de que se trate y el área de pesca.
El mismo Arreguín Sánchez señala que la contribución de la producción pesquera al producto interno bruto del país (PIB) no es tan relevante como sí lo es en términos de economía doméstica -que comprende también lo relativo a la subsistencia-. Por ejemplo, refiere que a inicios del presente siglo “alrededor de 12 millones de mexicanos están directa o indirectamente ligados a las actividades del sector pesquero”.25 En cuanto al PIB nacional, en 2016 estuvo compuesto en 65 % de los ingresos derivados de las actividades terciarias, 31.4 % de las secundarias y 3.6 % de las primarias (Gráfica 1), en las que se encuentra la pesca.
Para el caso de Tabasco, las actividades primarias apenas aportaron dos por ciento al PIB estatal, con valor de 8,805 millones de pesos.27 A este porcentaje, la producción pesquera -realizada a lo largo de sus 190 km de costa- y de cultivo ha venido contribuyendo con alrededor de un modesto seis por ciento desde hace al menos 10 años.28 De las especies de captura que más ingresos aportan al PIB están la mojarra tilapia (Oreochromis niloticus), robalo (Centropomus undecimalis), huachinango (Lutjanus campechanus), ostión (Crassostrea virginica), peto (Scomberomorus cavalla), langostino (Litopenaeus vannamei), bandera (Bagre marinus), camarón (Penaeus sp), jaiba (Callinectes sapidus), sierra (Scomberomorus regalis), mero (Epinephelus morio) y similares, jurel (Caranx latus), carpa (Cyprinus carpio), tiburón (Carcharodon carcharias) y besugo (Pagellus bogaraveo),29 aunque existen otras también con valor comercial para el Golfo de México y el Mar Caribe.30 Los municipios de donde procede la mayor parte de la producción pesquera son Cárdenas, Paraíso, Centla, y Macuspana y Emiliano Zapata.
De acuerdo con la CNP (Carta Nacional Pesquera),31 de todas las especies susceptibles de captura en el Golfo de México y Mar Caribe solamente el robalo cuenta con plan de manejo, mientras que las rayas y tiburones con dos periodos de veda en el estado y, junto con el mero, con una Norma Oficial Mexicana (elemento de ordenación pesquera).32
En 2013, algo poco más de 17,000 personas en la entidad33 -cifras oficiales- dependían directamente de los ingresos generados por la pesca de captura y cultivo. No obstante, el número podría alcanzar incluso los 100,00034 entre quien realiza tareas de limpieza en locales por donde es llevado el pescado, hasta quienes lo transportan, almacenan, procesan, venden, cocinan o administran, y sus respectivas familias.
Barra de Tupilco
El Territorio
Barra de Tupilco es el nombre del ejido y la ranchería que le da nombre a la barra geográfica en que está asentado. El ejido fue creado en 1939 por resolución presidencial con 1,171 ha (hectáreas) de dotación, y ampliado en 1948 con 273 ha;35 colinda al este con la ranchería Guano Solo, municipio de Paraíso, al oeste con el ejido El Alacrán, municipio de Cárdenas, al sur con el ejido Lázaro Cárdenas, municipio de Comalcalco y al norte con el Golfo de México -con aproximadamente 11 km de costa-. El clima es cálido húmedo todo el año, con una temperatura promedio de 27 °C, aumentando a incluso 36 °C entre los meses de abril y mayo. Como ocurre en prácticamente todo el estado, son dos las temporadas climáticas mejor identificadas, la de “secas” (de los meses de marzo a junio) y la de lluvias (de julio a octubre); aquí, además, la de “nortes”36 (que comprende de octubre a marzo, y a veces abril).
Elaboración: Miguel Ángel Díaz Perera. Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), Geoportal de La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO). Créditos de capa de servicios: Source: Esri, DigitalGlobe, GeoEye, Earthstar Geographics, CNES/Airbus DS, USDA, USG5, AeroGRID, IGN, and the GIS User Community.
Originalmente, el territorio en que se asentó el ejido era cruzado por el río Tupilquillo en casi cinco km, que corría paralelo a la costa en dirección hacia el oeste, por donde desembocaba en las aguas del Golfo (Figura 1). Esta corriente era continuación del río Tupilco, el cual interconectaba el sistema lagunar Ostión-Las Flores-Arrastradero, donde descargan los arroyos Tular y Cocohíte, y los ríos Tortuguero, de la Soledad y Seco.37 En la actualidad, la corriente del río Tupilquillo se encuentra interrumpida, y solo forma “pozas”.38
La interrupción del río Tupilquillo es una expresión del dinamismo de la barra geográfica,39 cuya estructura física ha tenido cambios, como la apertura y cierre de su desembocadura en distintos momentos y sitios a lo largo de la misma debido, en parte, a la fuerza del oleaje. No se descarta, sin embargo, que esta geomorfología cambiante esté influida por los efectos inesperados de la llamada -en palabras de Fernando Tudela-40 “modernización forzada del trópico”, echada a andar en 1951 con la creación de la Comisión del Río Grijalva.41 En efecto, las acciones emprendidas en este contexto, como la construcción de nuevas vías de comunicación terrestre, el represamiento del río Grijalva en la cuenca media (en Chiapas), la desecación de las tierras bajas, el desmonte de selva, la (tóxica) “revolución verde” y el impulso a la industria petrolera, por mencionar algunas de las más significativas, implicaron abruptos cambios en la corriente de los ríos, los volúmenes de descargas sedimentarias, la estructura del suelo y alteraciones en la composición del agua que, en última instancia, pudieron repercutir en la estructura de la costa, dada su estrecha relación con el resto de los componentes del ecosistema.42
Tal dinamismo de la franja costera también es posible advertirlo en la gradual pérdida de la línea de playa, cuya estimación según Hernández, Ortiz, Méndez y Gama43 fue de casi 100 metros entre 1984 y 1995. En nuestros días, los lugareños calculan -con base en la distancia que debían recorrer para llegar a la orilla del mar hace cerca de 35 años- que la línea de costa ha sido invadida por el mar en alrededor de un km desde que comenzó a operar el puerto marítimo Dos Bocas (1982).44
Como es de suponer, una de las consecuencias de este fenómeno ha sido la pérdida de viviendas y terrenos plantados con coco al quedar prácticamente bajo el agua, situación que ha orillado a sus propietarios a migrar o reubicarse, incluso dentro del mismo territorio. El caso más significativo de esto último es “La Colonia” -ubicada a unos 100 metros de la orilla del mar-, creada por el gobierno municipal en 2009. Se asienta en un predio de 1.82 ha de superficie, enajenado por el ayuntamiento para beneficiar de forma gratuita a las familias que hubieran perdido sus viviendas por la erosión costera y los huracanes Opal y Roxanne (septiembre-octubre de 1995); está fraccionada en 45 lotes para igual número de familias, con superficies que van de los 307 a los 421 m2, y uno más para la ermita católica (490 m2).45 Como solo fue entregado el terreno, la construcción de las viviendas corrió por cuenta de los beneficiados. Con todo, lo anterior no evitó que algunas familias terminaran por marcharse de la localidad.46
Según cifras oficiales, hasta 2010 el número de habitantes en la localidad fue de 478 personas (258 mujeres y 220 hombres) y 130 viviendas ocupadas; en 30 de estas, que concentraron 103 ocupantes, la jefatura del hogar recayó en mujeres, mientras que en las otras 100, con 375 ocupantes, en hombres.47 Extraoficialmente, en la actualidad cerca del 75 por ciento de los hombres se dedica a la pesca como principal actividad laboral, de los que alrededor de dos terceras partes lo hace en el mar. En general, la población presentó un rezago importante en materia de educación (aproximadamente el 20 % cuenta con seis años de instrucción promedio), y en lo que toca a seguridad social, la mayoría estaba afiliada al Seguro Popular.48 El grado de marginación registrado fue “alto”, contrastando con el municipal y estatal, que fue “medio”.49
Pasado y presente de los pescadores
En el contexto de las acciones agrarias de dotación (1939) y ampliación (1948) del ejido, se advierte que los beneficiarios se dedicaban “exclusivamente” a labores del campo -en particular la agricultura-, las cuales debían ser con fines de subsistencia. Destacaban de estas la cría de animales (en 1945 fueron registradas 16 cabezas de ganado mayor, 8 de ganado menor y 636 aves de corral) y el cultivo de maíz, cacao, frijol, arroz y plátano.50 De acuerdo con el relato de los pobladores de la localidad, debió ser hacia mediados de la década de 1940 que inició el desplazamiento de tales cultivos por la siembra de coco para la obtención y venta de copra -como hasta ahora-,51 convirtiéndose en una importante generadora de dinero.
La pesca, que por entonces debió consistir solo en lances de tarraya y colocación de trampas en aguas interiores, no figuraba como actividad productiva, aunque es muy seguro que además de alimentos proveyera algunos ingresos monetarios y bienes por la venta o intercambio de los “excedentes” que generaba, con vecinos de las localidades aledañas.52 Cómo y cuándo se convirtió en la principal generadora de recursos monetarios, ni los mismos pescadores lo saben con certeza, pero coinciden en que la creación de la única sociedad cooperativa en la localidad en 1974 y la presencia de un grupo de pescadores que recorría la costa del Golfo de México, procedentes de Coatzacoalcos, Veracruz, en la segunda mitad de esa misma década, vinieron a fortalecerla.
En efecto, desde inicios de la década de 1970 el gobierno del estado promovió la formación de la sociedad cooperativa entre los lugareños, autorizándole el aprovechamiento de ostión y especies de escama, tanto de mar como de río. Por lo que toca al grupo de pescadores veracruzanos, durante los casi dos meses que permanecieron en Barra hicieron de instructores de los (entonces) jóvenes pescadores, a quienes enseñaron a “salir”53 enseguida de que pasaran los nortes para la captura del robalo (que empezaba a tener precio) y a mejorar la técnica de buceo.
Los pescadores igualmente reconocen que la construcción y mantenimiento de caminos -desde los primeros de terracería a finales de la década de 1940 hasta los pavimentados de finales del siglo- y la introducción de la energía eléctrica -años 1980- contribuyeron a la transformación económica de la pesca. En efecto, esto posibilitó que los productos de la pesca local llegaran a los mercados de La Viga de la Ciudad de México y fueran reconocidos por la óptima calidad de su ostión, según lo comentado por el actual presidente de la cooperativa.54
La relevancia económica adquirida por la pesca, sumada a la abundancia de peces por la apertura de la barra, debieron ser razones de mucho peso para que la población local hiciera de ella su principal actividad productiva, pudiendo ser identificados en la actualidad tres grupos de edad entre los pescadores. El primero está conformado por aquellos cuyas edades oscilan los 60 y 75 años, situación por la que ya no todos pescan; el segundo, por quienes se encuentran entre los 30 y los 59, y el tercero, integrado por quienes cuentan con entre 18 y 29 años. En estos dos grupos están concentrados los pescadores activos y su principal sitio de captura es el mar, donde llegan a adentrarse hasta 40 millas náuticas -unos 70 km-. La mayoría de los de estos dos grupos son nietos o bisnietos de quienes comenzaron con la pesca (ya fallecidos), que desarrollaron sobre todo en el río y la laguna y eventualmente en la orilla del mar. Además de estos grupos, hay uno pequeño conformado por hombres de 30 a 50 años que trabaja en la industria petrolera -en Pemex (Petróleos Mexicanos) o en alguna de las compañías que le presta sus servicios-, que también pesca, en particular cuando su situación laboral se complica.
Ahora bien, de entre los pescadores activos es posible hallar los que son permisionarios y los “libres”. Los primeros son titulares de permisos expedidos por la Conapesca (Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca) para el aprovechamiento de distintas especies comerciales, por tanto, también son propietarios de equipos de pesca. De los cinco permisionarios que hay, dos trabajan sus equipos y el resto los dan a trabajar a los “libres” -que pueden ser familiares en distintos grados o vecinos, incluso de otras localidades- a cambio de que les entreguen sus capturas, estableciéndose entre ellos una relación de patronazgo.
En cuanto a los “libres”, podría decirse que por definición son los que poseen solamente su fuerza física para trabajar por cuenta propia, y aunque eventualmente son dueños de equipo, carecen de permiso para pescar. Si bien esta situación los coloca en el límite de la ilegalidad, vista desde otro enfoque, es evidente que también los dota de cierta autonomía para colocar sus capturas con quien mejor se las pague. Así, venden a permisionarios -locales o foráneos- y, al igual que estos, a comerciantes, restauranteros o intermediarios, que son al final quienes se encargan de llevar el pescado a mercados regionales o del centro del país. Con frecuencia, son estos los que se asumen como los verdaderos pescadores.55 Hay también un grupo de socios cooperativistas (alrededor de 10) que por edad ya no pescan.
Desde un inicio, según los testimonios recopilados, las principales especies comerciales de captura han sido el robalo y la sierra, seguidas del huachinango y el ostión, debido a su precio en el mercado. La temporada de captura del robalo -prieto o machín y blanco- inicia hacia finales de septiembre, con la entrada de los “nortes”, y dura hasta mediados de marzo; la de la sierra -que coincide con la cuaresma-, entre marzo y abril. Del huachinango no parece haber una temporada específica, solo que su captura -que es realizada con línea de mano- es en aguas un poco más profundas y de fondo lodoso. El ostión se volvió importante con la cooperativa, sobre todo porque dio lugar a su comercialización desconchado, dando trabajo a las mujeres. El resto del año, los meses sin “r”,56 es aprovechado en la reparación de las propias artes, como redes y lanchas, y en capturas de especies poco comerciales (bagre, ronco, bonito, dorado, paleta y distintos tipos de mojarra).
Las artes que emplean para pescar son redes de nailon, con luz de malla de 1.5 pulgadas para la sierra y de 3 a 3.5 para robalo, con distintas dimensiones (no mayores a los 300 metros de largo y 10 metros de caída); ambas son utilizadas también para capturar otras especies. Sus embarcaciones son lanchas de fibra de vidrio de aproximadamente siete metros de eslora con capacidad para una tonelada de peso y motor fuera de borda de dos tiempos de 60 y 75 hp. Aunque la tripulación suele estar compuesta de cuatro integrantes (motorista, corchero, plomero y senero),57 en ocasiones llegan a salir cinco o tres solamente.
En general, la hora de salida es a las seis de la mañana, sin días específicos de descanso, pero suelen tomarse el domingo. Algunos solo salen a tender la red -para volver enseguida a tierra- y regresan horas más tarde a revisarla, o levantarla si ha quedado pescado atrapado; otros, en cambio, vuelven una vez que han terminado su jornada de varias horas en el mar. Por temporadas ocurre que el horario (muy de madrugada) y sitio de pesca (lagunas) cambian.
Además de la pesca, para algunos pescadores la producción de copra constituye la segunda fuente de ingresos (y para los que ya no salen, la principal). Los que son socios de la Asociación Local Agrícola de Productores de Coco en Paraíso, le venden a esta su producción y, como los no socios, a intermediarios (comúnmente llamados “coyotes”), que son los que mejor pagan (en el momento y a veces con una diferencia de 50 centavos o un par de pesos por kilo cuando mucho). Al parecer esto tiene que ver con el precio que se paga por el kilo de copra, oscilante y generalmente bajo. Por ejemplo, a finales de 2017 su precio fue de 17 pesos -el mayor que había tenido desde que alcanzó los 11 pesos cinco años atrás- para caer en los primeros meses de 2018 a 5.50 pesos. En años recientes, también venden el coco a compradores directos que buscan el agua, quienes a cambio de bajarlo de la palmera lo pagan a tres pesos por unidad. La superficie sembrada con palma de coco es de aproximadamente 120 ha -toda ella resembrada-, de las variedades criolla, enana e híbrida,58 con edades que van de los 40 a los tres años, las más recientes.
Cuando “había vida”
Como ya se anotó, la abundancia de peces debió ser una de las razones por la que los pobladores se volvieran pescadores, condición por la que hoy es reconocida Barra de Tupilco. Esta abundancia es explicada por la barra abierta, que los pescadores sintetizan con la expresión “habiendo barra, hay vida”.59 De acuerdo con ellos, el intercambio de aguas dulce y salada genera condiciones óptimas para la reproducción y desarrollo de ostión, cangrejo, jaiba y distintas especies de pescado en el río y la laguna. Y la bocana misma hace de filtro para que algunas especies de pescado entren a desovar en la ribera de los ríos, como el robalo. Por lo que toca al mar, sin duda la ausencia de plataformas petroleras y el menor tráfico de barcos explica en parte esta abundancia. Además del hecho de que se trataba de un espacio que empezaban a explorar.
“Había vida y había dinero”, pues, como los pescadores reconocen, las abundantes capturas, sobre todo de robalo, les generaban altos ingresos monetarios.
Aquí la vida era… pues, la gente vivía de la pesca; antes mataban toneladas de pescado. Yo recuerdo a mis hermanos, mis hermanos eran seis, seis hombres… y nosotros éramos cinco mujeres; ellos salían a pescar, y este… cuando había mal tiempo [norte] nos daba gusto, porque decíamos ‘¡Ay, van a matar robalo bastante!’ Sí, mataban toneladas de robalo, se veían muy bonitas las lanchas llenas de pescado, de puro robalo. Había dinero, mucho dinero había en aquel entonces. Todos vivían de eso…60
Esos altos ingresos eran suficientes como para que más de uno rechazara o renunciara a un trabajo basificado en la incipiente industria petrolera con tal de seguir pescando. En efecto, el descubrimiento de nuevos yacimientos de petróleo y gas en los límites de Chiapas y Tabasco en 1973-1974, dio lugar a la llamada petrolización de la economía de Tabasco.61 Lo anterior implicó la creación de fuentes de empleo en la industria petrolera hacia la segunda mitad de los años 1970 e inicios de la década de 1980, con salarios bien remunerados en prácticamente todas las áreas (incluidas las que no requerían de mayor escolaridad) y seguridad social. Esta doble condición, que constituía una inmejorable oportunidad de trabajo para la entonces joven población masculina y femenina, rural y urbana, de distintos sectores sociales y grados de instrucción escolar, no encantó a los barreños. Y el despulpe de jaiba, pero más aún el desconche de ostión, también significó una fuente de ingresos para las mujeres de la localidad (familiares o no de los cooperativistas) con la creación de la cooperativa, en cuyos inicios entregaba más de 10 mil unidades de este en la Ciudad de México dos o tres veces a la semana.
Entonces… se empezó a sacar como de… de ocho mil, diez mil, hasta quince mil ostiones … Cada uno; había bastante. ¡Y hasta más!, porque el que tenía bastante gente en su casa… pues le daban turno pa’ lo que sacaran, lo que pudieran sacar … la presa, ya … La pura pulpa. Yo estuve viajando muchísimo a México a entregar ostión; estuve viajando [donde entregaban] … en La Viga, en la vieja Viga; yo conocí la vieja Viga y ahí empezamos a trabajar con la nueva Viga ahí…62
Los pescadores recuerdan, por ejemplo, que durante las temporadas de robalo y sierra podían salir hasta tres veces en un solo día para regresar con las lanchas cargadas de esos animales. En la memoria aún conservan imágenes de sus antiguas capturas, imágenes que no han vuelto a ser vistas: embarcaciones volviendo con 500, 800 kilos, una tonelada o más, lo mismo que animales de gran tamaño. También de enormes cardúmenes que en más de una ocasión dieron lugar al trabajo conjunto; o bien, la relativa facilidad para bucearlos por no tener que alejarse mucho de la superficie ni de la orilla de la playa.
Había. Yo salía, fíjese, yo salía, más me gustaba porque llegaba yo a tirar los tiburoneros… una que le dicen la picuda… un tipo de tiburón, pesa hasta 25, 30 kilos, nada más. ¡Ah, su mecha! Yo traía una tonelada, 800, de ese animal, y tiburón igual, pero más de esa picuda… había bastante … Hubo una vez que traía yo una… y tuvieron que ir a alcanzarme porque… ya no… no daba… Fíjate que esa no íbamos muy lejos, íbamos como a… quizá 3/4 de hora, de aquí de… Y ahí íbamos pescando… más a la orilla y más…63
Entonces, la jornada de trabajo iniciaba muy de madrugada para algunos -1, 2, 3 am- o al despuntar el alba para otros, sin horario para regresar a tierra, lo que no pocas veces sucedía entrando la noche. Incluso los meses de escasez eran igualmente considerables en cuanto a volúmenes de captura, aunque oscilantes y de especies por las que el mercado pagaba barato. Sin embargo, reconocen que muchas de esas especies fueron desperdiciadas por su bajo valor comercial o por no tener la talla, regresándolas muertas en ocasiones al agua o echándolas a la orilla de la playa, donde dejaban que se pudriera, sobre todo cuando enmallaban de manera incidental.
Ahora bien, para aprovechar esta riqueza de recursos, a instancias de los gobiernos federal y estatal fueron introducidos cambios en las artes de pesca hacia mediados de la década de 1970 que permitieron incrementar el volumen de las capturas. Así, el cayuco de madera fue desplazado por la lancha de fibra de vidrio con motor (desde el inicial “seicito” -6 hp-) y las redes de seda por el nailon (incluida la tarraya). Otras, sin embargo, siguen conservando una cierta rusticidad: arpones, anzuelos, líneas de mano y trampas.
Bajo esta misma premisa, los pescadores aprendieron y desarrollaron otras técnicas, las cuales siguen vigentes. Por ejemplo, al muy conocido lance con tarraya y el tendido de red horizontalmente sostenida por anclas durante horas en sitios específicos, agregaron en su práctica el rodeado o encierro cuando avistaban una “mancha” (cardumen), y el buceo, que mejoraron con sus pares veracruzanos. Los cambios en las técnicas y especies entre 1970 y la actualidad, a partir de los testimonios escuchados, están resumidos en la Tabla 1.
Especie | Área de pesca | Arte | Técnica |
---|---|---|---|
1970 (Cayuco y lancha de fibra de vidrio) | |||
Róbalo | Río | Red de enmalle | Enmalle |
Sierra | Río | Red de enmalle | Enmalle |
Mojarra | Río | Tarraya, red de enmalle | Lance, enmalle |
Ostión | Laguna | Mano | Extracción |
Camarón | Río, Laguna | Red camaronera, trampa | Enmalle, trampeo |
Jaiba y cangrejo | Laguna | Naza, red de enmalle | Trampeo, enmalle |
2018 Lancha de fibra de vidrio y cayuco (madera o fibra) | |||
Robalo | Mar, río | Red de enmalle | Enmalle |
Sierra | Mar, río | Red de enmalle | Enmalle |
Mojarra | Río, mar | Tarraya, red de enmalle | Lance, enmalle |
Huachinango | Mar | Línea de mano | Cordeleo |
Barracuda | Mar | Arpón | Buceo |
Ostión | Laguna | Mano | Extracción, cultivo |
Camarón | Río y laguna | Red camaronera, trampa | Enmalle, trampeo |
Jaiba y cangrejo | Laguna | Naza, red de enmalle | Trampeo, enmalle |
Fuente: elaboración propia.
La huida del pescado: “ya no hay pescado…”
Decir que desde hace más o menos 20 años inició el declive de la producción pesquera en Barra de Tupilco, es una manera sencilla de indicar que las bajas capturas que desde entonces vienen registrando los pescadores no responden a un momento o acontecimiento específico, sino a una serie de eventos cuyos efectos acumulativos a largo plazo les permiten explicárselas. Esta situación de relativa escasez, que se agudiza año con año desde prácticamente el inicio del presente siglo, constituye el escenario en que han tenido que desenvolverse los pescadores más jóvenes, y es abreviada con la expresión “ya no hay pescado”.
Dado que el presente de escasez entraña a su vez un pasado de abundancia, la manera en que la gente del lugar ilustra la primera es a partir de imágenes o recuerdos que dan cuenta de estos dos momentos. Así, por ejemplo, es común la alusión al presente desierto de cangrejo azul (Cardisoma guanhumi)64 con el pasado cuando la ranchería azzzuleaba en todas partes por tanto animal -pudiendo incluso cada quien elegir el de su preferencia-.
Por todas partes había ese animalito; una vez hasta me los encontré en uno de los cajones donde guardaba la ropa. Ahí los dejé pa’ cuando se ofreciera. Pero iba usted a la playa: unos encima de otros de tanto animal. Y cuando pasaba del manglar a la orilla de la playa, hasta se escuchaban sus pisadas. Eran miles de esos animalitos. Pero hoy ya no hay; uno que otro que de repente aparece. Hasta el cangrejo moro que antes nadie quería, ya casi tampoco hay mucho…65
Sobre todo, señalan la ausencia del dinamismo que tuvo la actividad pesquera, aludiendo a la inquietante imagen de lanchas varadas a la orilla de la playa por semanas -o ver a los pescadores volver con las redes vacías en temporada alta, o que tengan que levantar las redes luego de varios días sin capturar-. Lo anterior, no parece dejar lugar a dudas respecto a la escasez: es real y no una mera percepción.
… yo, desde chamaco, desde la edad de… quizá unos 15 años, empecé a pescar aquí en la laguna, con mi papá … Al remo. Mojarra y todo eso … pasábamos por aquí … de este lado de La Redonda… Y ahí ya… a la tarraya, a la mojarra, de ahí a las redes. Y había pescado bastante … Robalo había bastante … Ya de ahí, vinieron ya… gentes a pescar, ya fue en el mar… Ya nos hicimos… yo estuve en la cooperativa de Barra de Tupilco, ahí entregábamos mucho pescado, tenía yo una lanchita… con motor, un 40. De ahí, ya este… fuimos, ya… ya me salí de la cooperativa y me hice permisionario de pesca. Y ya fui yo… levantando mi… equipo. Pero había. Orita, fíjese, van seis meses, están varadas las… los equipos.66
No es que un año haya pescado y al otro no, o que en una temporada sea abundante y en la otra disminuya. Es que cada vez las capturas son menores en volumen y variedad (casi una hazaña representa hoy cargar cerca de 100 kilos), o más los días en que no pescan nada, aunque el tiempo invertido siga siendo el mismo, no así el costo para ello -al que desde enero de 2017 habrá que agregar el aumento del precio de la gasolina-. Simplemente el pescado ya no aconcha como antes, dicen los pescadores. Atrás han quedado los días en que pescaban casi a diario, en jornadas de siete horas en promedio (que comprendían el tendido y el levantamiento de la red, el desenmalle de pescado, la entrega), o 10 si iban en busca del huachinango. Y no solo en Barra. Hasta aquí llegan noticias de pescadores de localidades vecinas situadas al oriente del municipio, como El Bellote, Puerto Ceiba, Chiltepec, o de las de los municipios contiguos de Cárdenas y Centla, enfrentando la misma situación.
De acuerdo con lo testimoniado por los pescadores, son el cierre total de la barra y las actividades ligadas a la industria petrolera67 los principales factores que han contribuido a configurar la escasez que enfrentan. Efectivamente, como ya fue señalado, la barra geográfica estuvo abierta de manera intermitente en distintos puntos (la última vez fue en octubre de 1995 con el paso de los huracanes Opal y Roxanne), cerrándose desde 1998 aproximadamente, con efectos negativos para la reproducción y diversidad de peces al cambiar la composición química del río y la laguna. A esto han contribuido, sin duda, los vertimientos de desechos sólidos generados en centros de población rurales y urbanos y los componentes de productos químicos empleados para actividades agropecuarias e industriales. Ejemplo de los impactos que puede tener esta afectación puede advertirse en el ostión, que a inicios de 2018 no alcanzó a desarrollar su talla comercial -12 cm- ni su consistencia sólida.68
Por lo que toca a la actividad petrolera, sigue vigente el recuerdo de peces muertos en la superficie del agua tras el derrame de crudo que provocó la explosión del pozo Ixtoc I en el año 1979 (ubicado en el área de la Sonda de Campeche, a unos 180 km al noreste de Barra). Tal evento constituye en el presente un referente del impacto adverso que sobre las poblaciones de peces tiene la intensiva extracción de hidrocarburos, señalan los pescadores, al contribuir a crear un ambiente marino hostil. Y aunque no ha sido posible establecer en qué medida esta actividad ha contribuido a la huida del pescado, en parte debido a la opacidad informativa con que Pemex se ha conducido sobre accidentes en el mar, tampoco es posible negar su impacto ecológico.
A ello han contribuido en años recientes el incremento de labores en el mar y al tráfico de barcos en torno a las plataformas que se encuentran casi enfrente de la localidad, luego de la instalación de la primera casi diez años atrás.69
Dichas labores han sido continuadas en los últimos tres años con la exploración con explosivos de nuevos yacimientos en aguas someras, ya no solamente por Pemex sino por otras compañías, y al vertimiento de tóxicos y contaminantes en el mar, además de residuos de alimentos y otros desechos que arrojan desde estas. Debido al carácter estratégico para la soberanía nacional de las labores que ahí se realizan, desde 2003 la pesca está restringida en un perímetro de 2.5 km de las plataformas, reduciendo los espacios de pesca, pero también comprometiendo el futuro de la actividad pesquera y el de los jóvenes pescadores, quienes tienen que ir a pescar en El Bellote y Chiltepec (a unos 35 km al este de Barra) o están migrando para ser empleados en el sector servicios en la ciudad de Paraíso o incluso Cancún, estado de Quintana Roo, en la llamada Riviera Maya, o buscando insertarse en las filas del ejército.
Ya lo de… las perforaciones que están aquí enfrente, ya esos ya ni te dejan ir a pescar, tienes que darle por otro lado, donde no hay nada, donde no hay… Porque ya donde, donde están ahí, son… no donde quiera está el pescado, están en donde están los lodazales, donde están los piedregales, ahí es donde está el pescado… Y ya ahí, a 80, a ciento y tantas brazas, pero nuestros motores ya no… A 80 brazas, la agarras más o menos, aquí como a tres horas, corriendo, ya los motores ya no nos aventamos, porque los motores ya no… están muy… usados.70
Otro factor que también ha contribuido a la disminución de peces (poco admitido, por cierto) es la sobrepesca, atribuida en el presente al aumento de la población (“hay muchas lanchas” o “ya somos muchos”, son algunas de las expresiones empleadas) -no solo en Barra sino en la región-, aunque configurada desde el pasado bajo la lógica de la ganancia. En efecto, bajo la fórmula de “sacar más para ganar más” fomentada por el mercado, y la centralidad en el ingreso como (único) remedio contra la pobreza postulada por el gobierno, sumadas a motivaciones de índole personal, la sobrepesca adquirió carta de naturalización justificada por la obtención de mayores ingresos. Por lo demás, aunque oficialmente en Barra hay una disminución de la población entre 1995 y 2010 -con 636 habitantes en el primero y 478 en el segundo-, la sospecha de la escasez no se invalida sino que se fortalece, al tiempo que advierte del deterioro de los recursos pesqueros, pues ¿cómo explicar que antes, que había más gente, los ingresos pesqueros alcanzaban para satisfacer mucho más que solo las necesidades básicas entonces, y ahora que hay menos, apenas logran cubrir parte de estas?
La variabilidad climática es un elemento que empieza a ser reconocido en relación con la baja disponibilidad de peces (si bien, no tanto con el aumento del nivel del mar como afirman los expertos del cambio climático). Básicamente, es en la alteración en el régimen de precipitaciones y en las corrientes de aire y agua, o cambios en la temperatura de esta y su composición química, donde es advertida, haciéndola notar en ideas como “antes los nortes duraban más días; a veces cinco, una semana, incluso dos, y ahora a veces es sólo una pasadita hasta de unas horas”. Como se ha hecho notar ya, una pesquería importante en Barra es la del robalo, que aparece con los nortes; por tanto, al cambiar estos, los pescadores suponen que también cambia el comportamiento de los animales. Quizá a esto se refieran cuando advierten que el pescado está huyendo a sitios más seguros, o que está buscando espacios más cómodos para vivir o reproducirse, como cualquiera de nosotros. Este cambio de comportamiento de los peces, por lo demás, los pone en un dilema económico: ir en su búsqueda (lo que supone contar con equipos mejor acondicionados -videosonda, GPS, brújula, lámparas y chalecos salvavidas-, que no tienen) no garantiza grandes volúmenes de captura, aunque sí un gasto de combustible que puede resultar contraproducente por irrecuperable, sobre todo por su alto costo tales causas que han favorecido la escasez, se resumen en la ilustración de la Figura 4.
¿Hay futuro para la pesca?
Como fue señalado al inicio, en este documento se ha querido reflexionar sobre las condiciones de posibilidad para continuar con la pesca en el Golfo de México; para ello, se propuso un estudio de caso, el de Barra de Tupilco, localidad pesquera de la costa tabasqueña donde los pescadores enfrentan un grave deterioro en sus pesquerías (robalo, sierra, huachinango y ostión) desde hace cerca de 20 años. Esta situación, que provoca incertidumbre sobre el futuro de la pesca, es comunicada con la expresión “ya no hay pescado”. Sin embargo, dicha situación -y expresión- no es privativa de esta localidad sino una constante en los distintos asentamientos costeros de Tabasco.
Aquí han sido expuestas algunas de las causas que, a juicio de los pescadores de Barra, han dado lugar a esta situación de escasez. Pero, salvo la dinámica morfológica de la barra, el resto, extracción de hidrocarburos, cambio climático y sobrepesca y aumento de la población, son compartidas con diferente nivel de afectación por la mayor parte de las localidades costeras del Golfo (y las dos últimas son también causa del deterioro global de la pesca). No es baladí, entonces, preguntar si en estas condiciones hay futuro para la pesca. Y no hay engaño en la respuesta: no, pero sí precisa de matices. Es decir, si estas condiciones continúan y son agudizadas, no solo el futuro de la pesca estará en entredicho.
Afortunadamente, son ya instrumentadas e implementadas acciones dirigidas a reducir el impacto de la sobrepesca y el cambio climático a nivel global (de la primera mediante la restauración de las poblaciones de peces, y de la segunda con acciones orientadas por la adopción de modos de consumo sustentable, aunque es más que obvio que revertir sus efectos o frenarlos es una empresa de largo aliento). Lo anterior pasa por reaprender a aprovechar de manera responsable los llamados “recursos -o ‘bienes’- naturales”. Para el logro de esto último, han sido diseñados distintos modelos de manejo, que en el caso de las pesquerías, van de la construcción de consumidores responsables de variedades capturadas mediante alguna técnica de manejo sustentable a la disminución del esfuerzo pesquero y la implementación de un sistema de cuotas de captura o basada en derechos, hasta la creación de áreas marinas protegidas donde se prohíba la pesca comercial. Destaca de entre ellos el manejo con perspectiva ecosistémica debido a que integra tanto los componentes biológicos como los sociales de la actividad pesquera, de la que uno de sus principios es la gobernanza.71
En términos generales, uno de los propósitos de estos modelos consiste en reducir la incertidumbre respecto a la disminución de las poblaciones de peces, sobre todo con miras a garantizar la alimentación de la población mundial. En tal sentido, el principio de gobernanza -propuesto por la premio nobel de economía 2009, Elinor Ostrom-, sugiere la construcción de acuerdos entre los usufructuarios (directos e indirectos) de los “bienes comunes” pesqueros como medida para lograr su aprovechamiento óptimo y de este modo asegurar su disponibilidad presente y futura.72
Con todo, es necesario corregir -antes, o como parte del proceso de construcción de gobernanza- las distintas fallas que pudieran obstaculizar su concreción. Por tanto, es de la mayor relevancia reconocerlas a fin de emprender acciones en consecuencia. Así, como se anotó, en la configuración de la sobrepesca destacan dos actores con un gran peso en lo que toca a la toma de decisiones, por lo que son igualmente coadyuvantes en cuanto al ordenamiento de la explotación del “recurso” pesquero: el mercado y el gobierno. En cuanto al mercado, hay mucho que corregir, empezando por el mercado ilegal de especies comerciales, protegidas o “exóticas” (al respecto, un elemento con el que se busca contrarrestarlo es el etiquetado de origen, técnica y arte de pesca) y luego con los precios que paga (regularmente bajos) por las que son comerciales, lo cual incide directamente en los ingresos de los pescadores. Una medida para corregir estos van siendo la acuacultura y la incorporación de nuevas especies al circuito comercial, sin embargo, los altos volúmenes de producción que está reportando la primera habla de una actividad que avanza muy rápido pero insuficientemente regulada, situación que de no ser atendida puede derivar en una sobreproducción que arrastre a los productores en primer lugar a nuevas condiciones de precariedad.
Por lo que toca al gobierno, es importante reconocer el bache en que se haya el sector pesquero en México, cuyo entramado institucional-gubernamental en que descansa presenta un gran desorden (deuda, cacicazgos, desinterés, simulación, corrupción, ocurrencias, clientelismo), imprimiéndole a la actividad visos de ilegalidad administrativa en algunos casos, e incidiendo de manera negativa en las poblaciones de peces. Tal desorden, heredado del pasado inmediato, creció a la sombra del andamiaje político que, en aras de la modernización del sector, amplió el número de especies susceptibles de ser comercializadas e impulsó la adquisición de equipos con mayor capacidad de carga. Sin embargo, el mismo entramado no puso atención en el cuidado de los “recursos” y el ambiente, ni procuró la suficiente articulación de sus actores (gobierno-pescadores-iniciativa privada-mercado) como para abonar a la sustentabilidad de las poblaciones en el largo plazo:73 ejemplo de ello es la constante respecto a la ausencia de “reportes de estudios del esfuerzo pesquero que aplica la flota pesquera nacional”.74
A este desorden habrá que agregar la ampliación de la actividad petrolera en las aguas del Golfo desde hace aproximadamente 15 años, que comprendió la costa de Tabasco. Ello ha significado, por un lado, mayor tráfico de buques y barcos exploradores por toda la orilla de la costa, de Veracruz a Campeche, lo que ha dado lugar a inconformidades y protestas de los pescadores contra Pemex en los últimos cinco años.75 Y, por otro, el incremento del número de plataformas petroleras marinas en aguas someras y profundas, previéndose su aumento conforme avance la implementación de la política energética de la actual administración federal (2018-2024) y continúen con la explotación del Activo Integral Litoral Tabasco (a 31 km de Paraíso), donde en octubre de 2018 fueron descubiertos nuevos yacimientos.76 Sobre este particular, conviene tener en cuenta dos temas. Uno, el de la contaminación marina y sus efectos en las poblaciones de peces resultado de las tareas que realizan las compañías petroleras, además de las medidas que están adoptando para enfrentarla. Sin duda, el conocimiento de esta información debiera ser una exigencia no solo de los pescadores sino de otros actores sociales, como los consumidores de “productos” del mar y los ambientalistas.
El otro tema es el de la prohibición para pescar en la base de las plataformas. Derivado del discurso global contra el “terrorismo” tras el ataque a las torres gemelas y el Pentágono el 11 de septiembre de 2001, el gobierno mexicano emitió el Acuerdo Secretarial 117 en 200377 donde, como medida de protección contra actos terroristas en la Sonda de Campeche, creó un área de exclusión en la que es prohibida cualquier actividad ajena a la extracción de hidrocarburos, como la pesca, correspondiendo a la Semar (Secretaría de Marina Armada de México) la salvaguarda del área. Este Acuerdo fue abrogado por un nuevo Acuerdo en 2016,78 extendiendo la restricción a toda instalación petrolera marina en un perímetro de 2,500 metros, que se mantiene hasta la fecha. Este segundo acuerdo fue modificado temporalmente (hasta el 30 de noviembre de 2018), esta vez con el argumento de frenar los robos y actos vandálicos a infraestructura petrolera por “embarcaciones menores que se encubren con las embarcaciones ribereñas que se dedican de manera ilegal a realizar actividades de pesca”.79
De esta manera, bajo la sospecha de ser potenciales terroristas primero y delincuentes comunes después, los pescadores están siendo perseguidos y expulsados de sus otrora áreas de pesca en aras de presuntos intereses mayores, como los de seguridad nacional y el “desarrollo” económico del país -con todas las contradicciones que su implementación ha entrañado-, lo que significa, en última instancia, “la gradual eliminación de la pesca como una estrategia de sobrevivencia”.80 Y como medida de disuasión para evitar cualquier amenaza de estallido social, de acuerdo con Zalik, el gobierno les ofrece apoyos de programas sociales con el argumento de contribuir al logro de su bienestar y promueve la acuacultura como alternativa para generar ingresos.81
¿Hay futuro para la pesca? Sí, sin duda. Pero esto implica avanzar en la construcción de un modelo de toma de decisiones participativo, incluyente, responsable y solidario entre los distintos actores vinculados a la pesca, que pasa por el fortalecimiento de las capacidades de los pescadores y la incorporación de sus propios conocimientos -o quizá partiendo de ellos-82 sobre sitios y especies de captura, además de la elaboración de un diagnóstico amplio que tome en cuenta el estado de las poblaciones de peces y los potenciales impactos derivados del cambio climático.83 Dicho diagnóstico deberá reconocer también las ventajas que pueden desprenderse de este para el desarrollo de nuevas pesquerías. Obviamente, no puede quedar al margen de esto la industria petrolera y su carácter expansionista, que entraña una nueva forma de violación de los derechos de los pescadores.84 Con todo, ningún modelo, por mejor diseñado que esté, dará los resultados esperados siempre, menos aún sin una auténtica voluntad como principio para corregir fallas y dialogar sobre la búsqueda de medidas responsables de captura y comercialización (ello supondrá desechar el actual estigma del pescador como delincuente y potencial terrorista), y para la adopción de compromisos que sigan dando cuenta de la viabilidad de la pesca de pequeña escala.