Introducción
El 30 de enero de 2020, la Organización Mundial de la salud declaró al COVID-19 como una pandemia global. Dada la incidencia de casos (8 millones de casos reportados hasta 12 de junio, 2020)1, las estrategias de salud pública y las recomendaciones gubernamentales resultaron en muchas restricciones en la vida diaria, incluido el aislamiento, el distanciamiento social, el confinamiento en el hogar, el trabajo remoto y el cierre de instituciones educativas en todos los niveles, así como centros recreativos tales como gimnasios y albercas2. Este mismo confinamiento también se aplicó en los niños que de manera inmediata y obligatoria fueron alejados de sus rutinas escolares, siguiendo con las clases en línea casi todo el día y sin ningún tipo de actividad física3,4,5. Desde el punto de vista de la salud, los niños se ven menos afectados fisiológicamente que los adultos, a pesar de que la sintomatología tiene características diferentes en cada uno de sus portadores en general6. La enfermedad causada por el SARS-CoV-2 mostró rápidamente que la edad, la obesidad, la diabetes, la hipertensión arterial y otras comorbilidades son factores asociados con un incremento en la mortalidad causada por virus7.
Aun cuando dichas medidas preventivas para preservar la salud pública son de suma importancia, cambiar tan radicalmente los hábitos de estilo de vida de los individuos impactan directamente en la alimentación, la elección de alimentos, la disponibilidad y cantidad de estos2,8. Además, el confinamiento, limita la práctica de la actividad física lo que conlleva a un menor gasto energético, propiciando el sobrepeso y obesidad9. De hecho, un estudio internacional indicó un aumento en el tiempo diario de estar sentado de 5 a 8 horas por día durante las restricciones pandémicas10.
Se sabe que la nutrición y los estilos de vida antes y después del embarazo, lactancia e infancia influyen en el estado de salud de los niños y que condicionan el riesgo para padecer enfermedades cardiovasculares en la vida adulta11,12,13,14, 15. La infancia es un periodo crítico para el establecimiento de los hábitos alimentarios, la cual está influenciada por los padres y viceversa en respuesta al peso de los niños, los niños con menor apetito serán mayormente presionados para comer mayores cantidades que aquellos con buen apetito, aunado a que la dieta será preferencialmente proporcionada por los padres16,17. Existen evidencia que señala que la interacción entre los nutrientes, la calidad y el tipo de comida, así como los patrones dietéticos tienen un efecto directo sobre la prevención y el desarrollo de las enfermedades crónico-degenerativas18,19,20,21. Es evidente que, a través de los años, las preferencias por ciertos alimentos se van modificando debido a factores sociales, económicos, biológicos y ambientales22,23. No obstante, el establecimiento de estas preferencias determina la elección de alimentos y por ende la calidad de la dieta. Ya sean buenos o malos hábitos, ambos impactan en el estado de salud del infante24.
Por otro lado, debido al largo periodo de aislamiento, la pandemia se ha asociado negativamente con la salud mental y las emociones, como el miedo, la tristeza y la ansiedad, que han derivado en una mala calidad del sueño25,26. El impacto de la pandemia fue aún mayor en el desarrollo emocional de los niños en comparación con los adultos8,27. El confinamiento domiciliario se asoció con la ansiedad, que fue atribuible a la interrupción en su rutina diaria y educación, actividades físicas y oportunidades de socialización8,27. La ansiedad y el estrés provocaron un cambio inevitable en las elecciones dietéticas, porque muchas personas encontraron comodidad y consuelo a través del consumo de alimentos ricos en grasas y calorías28,29,30,31.
Por lo tanto, el presente estudio tiene como objetivo conocer las evidencias científicas para identificar los patrones de cambios en los estilos de vida y su asociación con diversos parámetros antropométricos en infantes durante el confinamiento causado por el COVID-19.
Materiales y métodos
El presente estudio fue realizado siguiendo los lineamientos y criterios de la guía PRISMA 2009 para revisiones sistemáticas32.
El análisis presentado es una revisión de tipo sistemática, la cual se realizó siguiendo los criterios del instrumento PRISMA, así como la evaluación de la calidad de la información obtenida. Siguiendo los criterios de inclusión y exclusión del estudio en el cual no se consideraron estudios conceptuales o empíricos, por lo que no es de tipo integrativa.
Estrategias de búsqueda, criterios de selección y análisis de la información
La búsqueda de información se realizó en las bases de datos PubMed, Chrocane y Google Schoolar durante el periodo de abril 2019 hasta junio 2022, cada autor realizó la búsqueda de manera individual y las palabras clave utilizadas en la búsqueda fueron “diabetes mellitus type II o diabetes mellitus tipo II”, “hypertension o hipertensión”, “quarantines o cuarentena”, “covid-19”, “infants/childhoold o infantes”, “children o niños”, “life styles o estilos de vida”, “sedentary behavior o sedentarismo”, “feeding behaviors o comportamientos alimentarios” validadas en el MeSH del NCBI, así como los operadores booleanos “and (y)” e “or (o)”.
Los criterios de inclusión consideraron artículos en inglés que incluyeran la población de estudio y la temática de interés. Los criterios de exclusión consideraron la eliminación de los artículos de metaanálisis, revisiones, revisiones sistemáticas, libros, capítulos de libros, así como artículos sin texto con opiniones y tesis. Los artículos seleccionados se sometieron a los criterios del instrumento PRISMA para evaluar el contenido de los artículos, desde los objetivos hasta los resultados, con la finalidad de evaluar la congruencia y efectividad de la intervención asociada al impacto de la pandemia en los estilos de vida de los infantes debido al confinamiento.
Se aplicaron los siguientes criterios de exclusión a los artículos de texto completo: artículos que no se apegaban al título, que no mencionaran comorbilidades en infantes; estudios que fuesen solo para adultos; artículos donde los datos de comorbilidad infantil eran indistinguibles de los datos de comorbilidad de adultos, artículos con pacientes sin diagnóstico o confirmación a COVID-19, estudios de ciencias básicas; discusiones clínicas, recomendaciones y guías, artículos sin resultados de pacientes informados y estudios de otros coronavirus. La calidad de los artículos se analizó con la guía reportada por Berra y colaboradores.
Resultados
Como se muestra en la figura 1, la búsqueda de información sistemática de bibliografía se realizó en los buscadores PubMed, Google Scholar y Cochrane siguiendo los lineamientos de PRISMA, con la que obtuvimos 675 artículos. El número total de artículos después de eliminar aquellos que estuvieron duplicados fue de 220. Posteriormente, excluido por la temporalidad, se eliminaron 119 artículos, mismos que se limitaron a aquellos de libre acceso y que no fueran tratamientos clínicos, teniendo un total de 23 artículos. Finalmente, se aplicaron los criterios de inclusión y exclusión, resultando en un total de 3 artículos. Se revisó el texto completo de los 3 artículos restantes8,33,34. Los motivos para la exclusión fueron: 5 estaban fuera del rango de edad, 1 se centraba principalmente en los adultos de las familias estudiadas, 2 no se relacionaban con el COVID-19, 1 combinaba varios tipos de SARSCov-2, 1 estaba en idioma Persa, 2 eran artículos con variables relacionadas con aspectos clínicos, 3 eran fragmentos de artículos incluidos en capítulos de libros, 1 estaba fuera del rango de edad establecido, 2 más evaluaban a mujeres embarazadas y otros 2 a padres con hijos. Posteriormente, se les evaluó su calidad siguiendo los criterios de Berra y colaboradores35, los resultados mostraron que dos de los artículos son de calidad media y uno de calidad alta.
Relación entre el confinamiento por COVID-19 con nuevos estilos de vida en infantes
Los estudios incluidos en esta revisión se muestran en la tabla 1, la búsqueda de información sistemática evidencio la escasez de estudios con relación al tema. El estudio longitudinal de Nicodemo y colaboradores en 20218 describe y asocia los hábitos de alimentación con el ejercicio que realizaron los niños de entre 5 y 17 años. Además, lograron establecer asociaciones en función del género, sensación de hambre y el acto de cocinar. Brevemente, el 85.2% de los pacientes desayunaba, el 64.3% consumía fruta como merienda. Aunado a, el 21.6% hacia ejercicio en casa a menudo y el 50% notificó un aumento en la sensación de hambre con una frecuencia de “a veces”. Por otro lado, existe una relación significativa entre sentir hambre con el género (p=0.0001) y con la edad (p=0.048); también entre el género con desayunar (p=0.020) y con cocinar (p=0.006). Derivado de la evaluación de calidad mediante el instrumento para lectura crítica y la evaluación de estudios epidemiológicos, se determina que la calidad de este artículo es media. Remarcando la omisión de información tal como, el nivel de confianza o potencia estadística de la muestra no hace mención del análisis estadístico desde el inicio del estudio, no mencionan los datos perdidos de participantes, las conclusiones no dan respuesta a los objetivos del estudio ni están basadas en los resultados obtenidos.
Autor/año | País Periodo Tipo de estudio | Población | Objetivo | Resultados |
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Nicodemo M, et al; 2021 8 . |
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La población fue de 88 pacientes de entre 5 y 17 años | Investigar los estilos de vida de los pacientes ambulatorios entre 5 y 17 años con c o m p l i c a c i o n e s relacionadas con obesidad que están inscritos en el programa de educación alimentaria del hospital. |
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Wadolowska L, et al; 2019 34 . |
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La población fue de n= 464 estudiantes de 11 a 12 años. | Determinar la sostenibilidad de la educación escolar asociada a la dieta y al estilo de vida sobre el estilo de vida, sedentarismo, actividad física, calidad de la vida y composición corporal de los preadolescentes en un estudio de seguimiento a mediano plazo. |
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Hammersley M, et al; 2021 33 . |
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La población fue de (n = 458) se evaluó a los padres de niños de entre 2 a 6 años. | Evaluar la efectividad de intervenciones remotas de alimentación saludable y vida activa para padres con niños de 2 a 6 años para mejorar la ingesta de frutas y verduras, ingesta de alimentos no esenciales, el índice de masa corporal, actividad física, tiempo en pantalla y sueño. |
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Fuente: Elaboración propia a partir de la búsqueda de información
Por otro lado, Wadalowska y colaboradores en el 201934, plantean como objetivo determinar la sostenibilidad de la educación escolar relacionada con la dieta y el estilo de vida sobre el estilo de vida sedentario y activo, la calidad de la dieta y la composición corporal de los preadolescentes (11 y 12 años) polacos en un estudio de seguimiento a mediano plazo, fue parcialmente compatible con sus resultados. Para demostrarlo, tomaron medidas antropométricas y de ahí se determinó el índice de masa corporal (IMC) y la relación cintura-estatura (WHtR), tanto al inicio como después de nueve meses. Se recopilaron datos dietéticos de un cuestionario de frecuencia de alimentos y se establecieron dos medidas de estilo de vida (tiempo de pantalla, actividad física) y dos puntajes de calidad de la dieta (pro-saludable, pHDI y no saludable, nHDI). Tras nueve meses de intervenciones telefónicas, el grupo intervenido demostró tener un aumento en los conocimientos de nutrición (p<0.01) con una disminución significativamente mayor en la actividad física. Inicialmente mostraron una diferencia significativa en el apego a las recomendaciones emitidas por la OMS acerca de la realización de actividad física (p<0.05). Igualmente, obtuvieron diferencias significativas para la adherencia al índice dietario pro-salud (p<0.05). Finalmente mostraron una disminución en la circunferencia de cintura (p<0.01) y por ende un cambio de sobre peso/ obesidad a normo peso (p<0.05).
Dentro de un contexto similar, el objetivo del tercer artículo33 fue evaluar la efectividad al cabo de 9 meses de intervenciones remotas (vía telefónica, HHP y vía online, T2bH o con un control activo mediante un material escrito) de alimentación saludable y vida activa para padres con niños de 2 a 6 años para mejorar la ingesta de alimentos no esenciales, el índice de masa corporal, actividad física, tiempo en pantalla y sueño. Una mejora significativa en alimentos no esenciales para el grupo intervenido vía telefónica (p=0.001). De la misma forma se obtuvo una diferencia significativa del grupo intervenido vía online del tiempo en pantalla (p=0.008). De los cuales los mayores resultados fueron mediante vía telefónica y no vía online (p=0.028). Finalmente, respecto a los demás datos no se obtuvieron resultados significativos.
Discusión
Los resultados de esta revisión sistemática mostraron muy pocos estudios relacionados con el impacto del confinamiento por COVID-19 en los estilos de vida de los infantes, de los 8 artículos seleccionados con el instrumento PRISMA el 37% cumplió con los criterios de inclusión y exclusión. Al respecto, si bien es cierto que Nicodemo y colaboradores mostraron que, para mantener un estilo de vida saludable durante el confinamiento es difícil para los niños con obesidad debido a la cantidad de estrés, sedentarismo y aumento en el consumo de alimentos calóricos, pese a que pertenecían a un programa de educación alimentaria8. Esto se corrobora con otros estudios como el de Sidor y Rzymski36, donde el 43.5% de los casos de pacientes obesos informó un aumento en el consumo de alimentos en general. El 51.8% afirmó un aumento en consumo de bocadillos entre comidas. Al respecto se sabe que, el estrés estimula la alimentación en ausencia de hambre, particularmente de dulces37. Las consecuencias de interés derivado de este comportamiento son los riegos cardiovasculares y complicaciones derivadas del sobrepeso y obesidad38. De hecho, en otro estudio, se muestran 2 tipos de comportamiento, ya sea disminuir la cantidad de actividad física o bien dejar totalmente la actividad física durante el confinamiento39,40. Si bien es cierto que durante el confinamiento se disminuye la actividad física, este mismo, promueve el desayuno ya que existe mayor disponibilidad de tiempo para la preparación de los alimentos comparado con el periodo escolar. Ciertamente, los hábitos alimentarios están relacionados con las dificultades del confinamiento y, especialmente, con el estrés y la ansiedad de los cambios abruptos en el estilo de vida.
En todo caso, Wadalowska y colaboradores34, mostraron que el programa de intervención es efectivo para la reducción del riesgo de obesidad central en los preadolescentes; sin embargo, a pesar de que existe mayor conocimiento de la nutrición y una disminución de hábitos poco saludables, es evidente que la actividad física no es prioritaria para el grupo intervenido. Cabe resaltar el efecto de dicha intervención en los parámetros de adiposidad, tales como, el índice de circunferencia-altura y circunferencia z, pero no en el IMC. Dichos resultados son congruentes con otros estudios previos que muestran que los programas educativos que tienen como objetivo mejorar tanto la dieta como el estilo de vida, tienen mayor impacto en la prevalencia de la obesidad y sus comorbilidades41,42,43,44,45. Además, es notorio que los preadolescentes son mayormente participes independientemente de si los padres participan o no, por lo que podría ser que estudios similares pudiesen llevarse a cabo en un grupo de menor edad43,44,45.
Por otro lado, la disminución en la actividad física se correlaciona con una falta de sostenibilidad del programa a pesar de los conocimientos nutricionales46,47y aun así, se logró un efecto positivo en la reducción de la obesidad central, lo que deja entrever que existen factores subyacentes a la actividad física que impactan en el grado de obesidad48,49,50, por mencionar algunos, el aumento del trabajo escolar y las obligaciones escolares, la presión de los compañeros y/o la moda de usar dispositivos electrónicos que va acompañada de un aumento del tiempo que se pasa frente a la pantalla y de una conducta sedentaria51,52. Esto es congruente con otro análisis que consta de 26 estudios longitudinales que muestran que la actividad física disminuye en un 7% por años durante la adolescencia (41%). Por el contrario, Biddle y colaboradores53, informaron que la asociación entre el comportamiento sedentario y la adiposidad en la juventud no está clara y las afirmaciones de causalidad son prematuras. Esto sugiere que los cambios positivos en los hábitos alimentarios pro-saludables sólo pueden ser sostenibles a corto plazo, y este efecto desaparece rápidamente si no se repite la educación.
Desde luego existen discrepancias del alcance que dichos programas pueden tener en una población abierta y eso lo corrobora Hammersly y colaboradores33, mediante su estudio podemos darnos cuenta de que tener un ambiente poco controlado debido al confinamiento, disminuye o anula la efectividad del apego a la intervención y ello se corrobora con sus intervenciones previas, en las que, ya habían mostrado un efecto significativo en el aumento del consumo de frutas y verduras y realización de actividad física en un seguimiento de 6 meses (p=0.021) y de 12 meses (p<0.01); así como una disminución del tiempo frente a la pantalla y sueño (p<0.01)33,54. Ahora bien, otro aspecto importante es la replicación y alcance poblacional que el estudio puede tener, pues cuanto más abierto y diversificación haya, menor es el control que se puede tener54,55. Este fenómeno puede deberse en parte, a la baja motivación y poco compromiso, sobre todo en las intervenciones online que son autodirigidas y poco personalizadas, por lo que existe un bajo grado de responsabilidad y finalización del programa. Aunado a ello, el trabajo en casa y el aumento de responsabilidades hogareñas durante el confinamiento, también condicionó la baja tasa de adherencia a la intervención y mayor grado de abandono.
Así, podríamos inferir que quizás un ambiente totalmente controlado o escolarizado podría tener mayor impacto y precisamente nuestro último modelo analizado (“Escuelas del futuro”) promueven la salud en un sistema escolarizado para mejorar los hábitos dietéticos y la actividad física; sin embargo, los resultados muestran que el éxito de la intervención depende del tiempo de exposición al mismo, ya que casi no se encontraron efectos positivos en la intervención parcial, donde se asumía que la actividad física tendría un mayor impacto. Esto puede deberse a que el comportamiento de actividad física en los días de medición era variable. En ese sentido, estudios similares, también han reportado que la actividad física es favorable siempre y cuando haya una intervención dietética56. El poco impacto de la actividad física moderada y/o vigorosa, es similar a lo reportado por otros autores con estudios de iniciativas escolares57,58. Los efectos favorables de la intervención completa son remarcables para la parte dietética, pero además se muestra un efecto adverso al disminuir la actividad física ligera59. Sin embargo, los datos son ambiguos debido a que el informe de los padres excluye el horario escolar, donde no pueden evaluar e informar con precisión el tiempo de sedentarismo o actividad física, en comparación con la evaluación de los acelerómetros, lo que es congruente con otros estudios60. El resultado visiblemente notorio sobre el consumo de agua probablemente es resultado de la implementación de acciones adicionales que promueven la salud, como la entrega de botellas de aguas y las políticas de agua escolar. Además, el mismo efecto positivo que se observa en los patrones dietéticos, se han mostrado en diversos estudios, donde se han asociado con la probabilidad de mejorar un segundo comportamiento como el sedentarismo y el tiempo en pantalla61,62. Con respecto al IMC, hay un efecto significativo tanto en la intervención parcial como en la completa, lo que evidencia que sí hay muchas pequeñas mejoras en los hábitos dietéticos y de sedentarismo, tendrán un efecto positivo63,64.
Conclusiones
Dado los resultados analizados podemos decir que, el hecho de omitir los refrigerios matutinos o vespertinos influye en la sensación de hambre-saciedad y que ello conlleva a un aumento en el consumo (mordisqueo) de dulces y galletas por lo que se ve reflejado en el estado nutricional del individuo y en el impacto en el poco apego al plan dietético o al programa de intervención. No obstante, algunos patrones dietéticos se mantienen tras la intervención, en la mayoría de los casos.
Se sabe que la educación escolar relacionada con la alimentación y el estilo de vida puede reducir la adiposidad central en preadolescentes, a pesar de la disminución de la actividad física y la tendencia a aumentar el tiempo frente a la pantalla. En lo que se refiere a los factores dietéticos, se sabe que a la adquisición de conocimientos de nutrición es mayor pero no es suficiente para aumentar los hábitos dietéticos pro-saludables, pero es evidente el cambio en la elección de una mejor alimentación. En esta área, el programa de educación de Wadalowska34, fracasó, este resultado está estrechamente ligado a los hábitos dietéticos familiares bien establecidos que son difíciles de cambiar, así como la disponibilidad de alimentos en el hogar o la escuela, que, para los preadolescentes, depende en gran medida de los adultos. En conjunto, esto sugiere que, para mejorar los hábitos alimentarios pro-saludables de los preadolescentes, las actividades deben estar dirigidas a los adultos responsables de la nutrición, pero aún más importante es la periodicidad de dichos programas.
En conjunto y relacionado con lo reportado por el estudio de Hammersly33, nos deja entrever que, si bien las intervenciones controladas son sumamente efectivas para la salud, cuando estas se trasladan a la población en general, diversas variables se escapan de nuestras manos y por lo tanto la efectividad de la intervención es menor. Finalmente, y debido a todos los percances que comprometieron el éxito del estudio, los resultados que obtuvieron no pueden ser característicos de la población en general.
Con lo anterior, es evidente la necesidad de realizar diferentes tipos de investigación para poder precisar los efectos del confinamiento causado por la pandemia en población infantil.