INTRODUCCIÓN
A nivel mundial, la obesidad infantil ha ido aumentando de manera alarmante en los últimos decenios (OMS, 2012). Se estima que desde el nacimiento y hasta los dos años de edad, del 10.0 % al 20.0 % tendrá sobrepeso y un 10.0 % obesidad (Ogden y col., 2010). En Estados Unidos, 9.7 % de los lactantes menores de dos años de edad presentan obesidad (Saavedra y col., 2013). En México, un estudio identificó que 24.1 % de los niños menores de un año presentan sobrepeso y 3.7 % obesidad (Flores-Peña y col., 2016). Así mismo, se ha identificado que lactantes de entre 9 y 24 meses de edad, que presentan obesidad, incrementarán tres veces su riesgo de continuar con obesidad a los 4 años de edad (Stettler y Iotova, 2010), con implicaciones negativas para su salud futura (Ciampa y col., 2010) y predisponiendo al desarrollo de numerosas comorbilidades a edad temprana, como diabetes, hipertensión, asma y apnea del sueño (Dev y col., 2013).
En lactantes, la etiología de la obesidad es mul-tifactorial, además de los factores genéticos y biológicos están los ambientales, destacando en este último la alimentación del bebé (Saavedra y col., 2013). La ingesta es clave en el aumento de peso del lactante (Shloim y col., 2017). Estudios epidemiológicos indicaron que la lactancia materna puede ofrecer protección contra la obesidad en etapas posteriores en la vida, comparado con la alimentación con fórmula láctea (Arenz y col., 2004), aunque la evidencia respecto a esta relación aun es inconsistente (Harder y col., 2005; Hathcock y col., 2014; Ramírez-Silva y col., 2015).
Los mecanismos biológicos propuestos explican que en esta asociación intervienen tres factores, que están relacionados con la regulación del apetito-saciedad. En primer lugar, destaca el rol que ejerce la lactancia materna en la regulación del mecanismo innato de apetito-saciedad del recién nacido, a través de la leptina y adiponectina; hormonas responsables de la maduración postnatal de la red neuronal del hipotálamo. Segundo, los bebés amamantados tienen mejor autorregulación con respecto a la cantidad de energía que consumen, comparado con aquellos alimentados con fórmula láctea. Tercero, los niños amamantados aprenden a autoregular su ingestión de energía de acuerdo a sus señales internas de apetito-saciedad (Brown y Arnott, 2014), lo cual favorece la autoregulación de su conducta alimentaria cuando inicie el consumo de alimentos sólidos, en la etapa de alimentación complementaria.
A pesar de que los bebés nacen con la capacidad para autorregular el consumo de energía (DiSantis y col., 2011), hay evidencia de que algunas madres perciben pobremente las señales de hambre y saciedad que trasmiten sus hijos al alimentarlos (Hodges y col., 2013), a las cuales el niño responde usando diferentes mecanismos de adaptación, que finalmente se reflejaran en indicadores de salud tangibles, como son los cambios de peso y la adiposidad (DiSantis y col., 2011; Hurley y col., 2011; Mallan y col., 2016). Si la madre destina tiempo suficiente para amamantar a su hijo, permite el vaciamiento adecuado de la mama, garantizando que el hijo ingiera leche intermedia rica en lactosa y leche terminal rica en grasas, éste último componente puede ayudar a que el bebé se sacie y deje de comer (Brown, 2014); rehusándose a continuar aun cuando la madre le ofrezca el seno.
Es importante destacar que, una de las señales tardías del lactante para manifestar que tiene hambre es a través del llanto, algunas madres puede que sólo esta señal identifiquen en su hijo, decidiendo alimentar cada vez que llora. Sin embargo, el bebé llora no solo por tener hambre, sino porque tiene frío o tiene un malestar. De tal manera, que la madre juega un papel fundamental al momento de alimentar a su hijo, la forma de como desempeña esta función tiene un efecto de por vida en lo que respecta a la regulación de los neuropéptidos, los encargados de desarrollar el mecanismo de apetito-saciedad en la etapa posnatal del individuo (Molle y col., 2016). Por lo tanto, conocer los factores modificables que contribuyen en la regulación del apetito-saciedad durante la vida temprana y conocer cómo medirlos, es clave e incluso de gran potencial para la prevención de la obesidad infantil. Pero la mayoría de las investigaciones se han limitado en estudiar las conductas alimentarias en niños mayores de dos años de edad (Aranceta-Bartrina, 2010); en la infancia temprana, los estudios aún son limitados.
Hasta la fecha no se han identificado estudios que describan como percibe la madre las conductas de alimentación del lactante.
El objetivo de este trabajo fue identificar cómo la madre describe las conductas de alimentación de apetito-saciedad (disfrute de alimentos, respuesta de apetito, lentitud para comer y respuesta de saciedad) y cómo estos se relacionan con el estado nutricio del hijo lactante menor de seis meses de edad.
MATERIALES Y MÉTODOS
El diseño de estudio fue descriptivo correlacional y el muestreo no probabilistico por conveniencia (Polit y Hungler, 1999). Participaron 40 diadas (madre-hijo menor de seis meses de edad) que acudieron a consulta del Programa Control de Niño Sano de la Unidad de Medicina Familiar No. 78 de Nuevo Laredo, Tamaulipas, México (marzo a mayo de 2016). Las madres fueron mayores de 18 años de edad, responsables de la alimentación de su hijo y con disponibilidad de tiempo para participar en el estudio. Los lactantes debían de estar aparentemente sanos al momento de la entrevista.
Para la recolección de los datos, el estudio contó con la aprobación del Comité de Ética de la Facultad de Enfermería de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Se apegó a lo estipulado en la Ley General de Salud en Materia de Investigación (SS, 1987). Además, se obtuvo el permiso de las autoridades de la institución de salud. La participación de las diadas fue voluntaria. Se entregó el consentimiento informado solicitándole firmar en caso de aceptar. Siempre se protegió la identidad de los participantes. Se les explicó la finalidad del estudio y se aclaró que tenían la libertad de retirarse del estudio en el momento que así lo consideraran necesario.
La recolección de los datos se llevó a cabo por dos profesionales de enfermería, previa capacitación. Se abordó a las madres en la sala de espera y se les invitó a participar. La entrevista se realizó en un lugar privado dentro de la institución. Se aplicó la cédula de datos personales para medir variables sociodemográficas de las diadas. Las madres informaron su edad, años de escolaridad, ocupación, estado civil, así como peso y talla actual. Los datos que se obtuvieron del hijo fueron el sexo, la fecha de nacimiento, peso y talla al nacer.
Posteriormente, uno de los investigadores dirigió el llenado del cuestionario Baby Eating Behavior Questionnaire (BEBQ) de Llewellyn y col. (2011), que es una version adaptada a partir del Child Eating Behavior Questionnaire de la version en español, realizada por Santos y col. (2011), del Child Eating Behavior Questionnaire, en niños de 6 a 12 años. Es una escala dirigida a la madre, para evaluar el comportamiento de alimentación (lactancia materna o biberón) de su hijo, durante los primeros meses de vida. Se integra por 18 preguntas, con un patron de respuesta tipo Likert que va desde 1 a 5 (1 = nunca, 2 = rara vez, 3 = algunas veces, 4 = con frecuencia, y 5 = siempre). Está formada por 4 subescalas: "disfrute de alimentos" (mide el gusto del bebé por la alimentación láctea; cuatro preguntas), "respuesta de apetito" (evalúa la facilidad con que el bebé se llena durante la alimentación, indicando la capacidad de respuesta a estímulos internos de apetito; seis preguntas),"lentitud para comer" (mi de la velocidad con la que el bebé termina la alimentación; cuatro preguntas) y "respuesta de saciedad" (sensación de plenitud; tres preguntas). Además, incluye una pregunta única que evalúa el apetito en general del lactante.
Para cada lactante, se calculó un puntaje promedio en cada una de las subescalas. Donde las puntuaciones más altas en "disfrute de alimentos" y "respuesta de apetito", indicaron mayor capacidad de respuesta de la conducta de apetito. Así mismo, puntuaciones altas en las subescalas de "respuesta de saciedad" y "lentitud para comer" indicaron que el niño es más sensible a la conducta de saciedad. La consistencia interna de la escala de BEBQ, en este estudio, obtuvo un alfa de Cronbach de 0.70, lo cual se considera aceptable (Llewellyn y col., 2011). Las cuatro subescalas por separado tuvieron la siguiente alfa de Cronbach: "respuesta de saciedad" α = 73, "lentitud para comer" α = 76, "respuesta de apetito" α = 79 y "disfrute de alimentos" α = 81.
Por lo que, el instrumento puede ser empleado para medir la conducta de apetito-saciedad en lactantes menores de seis meses de edad y en población mexicana.
El peso, se determinó utilizando la báscula elee-trónica neonatal TECNO-COR modelo PEN-201 (Puebla, México), que cuenta con una capacidad mínima de 100 g y máxima de 20 kg, y división mínima de 5 g; garantizando exactitud en la medición. La talla se midió con un infantómetro portátil de extensión telescópica marca SECA Cod. 417 (D.F., México), colocando al infante en posición horizontal decúbito dorsal, sobre una mesa de exploración pedia trica, con un rango de medición de 0 cm a 100 cm, con división de 2 mm. El cálculo del IMC para determinar el estado nutricio del lactante se obtuvo mediante el programa An-thro (versión 3.2.2) de la Organización Mundial de la Salud (WHO por sus siglas en inglés. World Health Organization) (WHO, 2006) y se clasificó en malnutrición severa (< - 3 DE), malnutrición (< - 2 DE a - 3 DE), peso normal (< + 1 DE a > - 2 DE), riesgo de sobrepeso (> +1 DE a + 2 DE), sobrepeso (> + 2 DE a + 3 DE) y obesidad (> + 3 DE).
Las mediciones de peso y talla del hijo fueron obtenidas por el personal de enfermería de la institución de salud, quienes para disminuir el riesgo de caídas del lactante, al momento de la medición, estuvieron acompañados de la madre, quien siempre estuvo al pendiente del cuidado de su bebé. Al final de los procedimientos se agradeció a la madre por su participación.
El análisis de datos se realizó con el programa SPSS Statistics para Windows de IBM, Inc. (versión 21). Se obtuvieron frecuencias, proporciones y medidas de tendencia central, para describir las características de las diadas, el estado nutricio y la conducta de apetito-saciedad de los lactantes. La mayoría de los datos de las variables no tuvieron distribución normal (prueba de Shapiro-Wilk), por lo que se utilizaron los coeficientes de correlación producto momento de Spearman para evaluar las relaciones bivariadas entre las subescalas del BEBQ, y el estado nutricio del lactante.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Con respecto al lactante, la Tabla 1 muestra que el 62.5 % fueron del sexo masculino, con una media de edad de 4.03 meses (DE = 1.16). La media del peso al nacer fue 3.254 kg (DE = 0.375) y la talla al nacer de 0.50 m (DE = 0.02). Lo cual, basado en los estándares establecidos por la World Health Organization (WHO, 2006), los lactantes contaban con un peso normal, incluso en algunos casos ligeramente por arriba de la media nacional en México (peso de 2.500 kg a 3.499 kg y talla de 049 m) (NOM-031-SSA2-1999, 2000). En relación con el peso actual, se obtuvo una media de 7.103 kg (DE = 1.870) y la talla de 0.58 m (DE = 0.05). En lo que respecta al IMC (peso/talla), se obtuvo una media de 20.605 (DE = 5.61). Por categoría de IMC, se encontró que el 52.5 % tenían sobrepeso, el 40.0 % peso normal y el 7.5 % bajo peso. Estos resultados son superiores a los reportados por Flores-Peña y col. (2016), quienes identificaron una prevalencia de sobrepeso y obesidad de 27.8 % en lactantes menores de un año de edad en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, así como los reportados por la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT, 2012), donde se registraron prevalencias de sobrepeso (23.8 %) y obesidad (9.8 %), en niños menores de cinco años de edad.
La edad media de la madre fue de 28 años (DE = 5.84); la mayoría con pareja, ya sea casadas o en unión libre (95.0 %). Con respecto a la escolaridad, el 45.0 % contaba con secundaria terminada, y el 37.5 % con estudios de preparatoria; el 47.5 % trabajaban. La media del peso fue de 75.032 kg (DE = 16.117) y de la talla 1.59 m (DE = 0.06). La media del IMC fue 29.665 (DE = 5.75), el 45.0 % y el 40.0 % de ellas, presentaba sobrepeso y obesidad, respectivamente.
En cuanto a la conducta de apetito-saciedad del lactante (Tabla 2), se observó que la subescala con la media más alta fue
para "disfrute de alimentos" (
Se buscó la asociación entre el IMC del lactante y la conducta de apetito-saciedad. No se encontró asociación con las subescalas. Solamente la pregunta mi bebé tiene un gran apetito se asoció con el IMC del lactante (rs = 0.299, Ρ < 0.05). Al respecto, Llewellyn y col. (2011), encontraron que a mayor peso al nacer es mayor el puntaje en la subescala de "disfrute de alimentos", se alimenta más rápido y tiene un mayor apetito en general. Así mismo, muestra una menor capacidad para desarrollar la conducta de respuesta de saciedad.
Es importante mencionar que debido a que se trabajó con una muestra por conveniencia, los datos no se pueden extrapolar a la población en general. Además, los datos corresponden a los resultados de la prueba piloto, donde la muestra no fue representativa. Por lo tanto, se piensa que al aumentar la muestra se pueda observar la relación de las conductas de apetito-saciedad del lactante con el IMC y su estado nutricio.
CONCLUSIONES
Con respecto al comportamiento alimentario del lactante, las madres participantes del estudio percibieron mejor las señales de apetito de su hijo y en menor proporción las de saciedad. Más de la mitad de los lactantes presentaron sobrepeso, los cuales, debido a su corta edad, pueden estar propensos a continuar con sobrepeso en la etapa preescolar. La prevalencia de sobrepeso encontrada estuvo por arriba incluso de la media nacional establecida y de la media para la región noreste del país. Por lo tanto, es necesario diseñar estrategias preventivas para educar a la madre acerca del comportamiento alimentario del hijo y la importancia de apoyarlo en el desarrollo adecuado de su mecanismo de auto-regulación de la conducta de apetito-saciedad, enfocadas a disminuir el riesgo de presentar ganancia rápida de peso a temprana edad. Es probable que si la madre no identifica que su hijo esta saciado, lo anime a consumir más alimento de lo requerido. Así mismo se sugiere realizar estudios con muestras más grandes a partir del primer mes de vida, para conocer el comportamiento alimentario del lactante y su conducta de apetito-saciedad; incluyendo a todas las personas involucradas en su alimentación, como son el padre y las abuelas.