Reseña
A convivir se aprende. Narraciones de escuelas latinoamericanas es un compilado de relatos que mezclan historias, personas y dichos reales. A través de ellos se busca retratar la cotidianidad de las problemáticas de convivencia que ocurren en las escuelas latinoamericanas. Efectivamente, las autoras plasman en sus textos los problemas, frustraciones, inercias que se viven en los centros escolares de la región, lo que hace que, quienes nos dedicamos a la educación, logremos identificarnos con lo que se narra. Además de los relatos, la obra incluye coloridas ilustraciones de Lorenza Elorriaga que representan la diversidad, la integración, el cuidado, el aprecio, el trabajo colaborativo y la participación, en concordancia con los temas que subyacen a los textos.
El objetivo del libro se menciona en la presentación: “trata de relatos que inspiran para que después fluyan las propias ideas de los lectores, de equipos de trabajo y, con ello, puedan impactar en sus propias escuelas” (Arias et al., 2021, p. 14). Es un texto que inspira a la reflexión, que ayuda a identificar las problemáticas, a proponer soluciones creativas a sabiendas de que es válido errar, y que no siempre los resultados serán los esperados. Es una invitación a transformar la experiencia educativa a nivel aula, escuela, socio-comunitario o, incluso, la vida de algún alumno o alumna en particular. La reflexión después de darle lectura es que, si se logra influir positivamente en un solo estudiante, habrá valido el esfuerzo.
La obra cuenta con nueve apartados compuestos por un total de 17 relatos. Los primeros tratan de agrupar por temáticas a los segundos, aunque suelen sentirse independientes y, a la vez, interconectados. Las narrativas no lo señalan explícitamente pero, prácticamente, todas incluyen los siguientes elementos: primero describen el paisaje general de los lugares en los que se encuentran las escuelas, después, se describe su contexto sociocultural para continuar con un retrato de la vida cotidiana de los planteles, dentro del cual surge una crisis o un elemento detonador que lleva a la reflexión de las y los protagonistas al cuestionarse las inercias institucionales y las prácticas comunes que resultan, generalmente, en un diálogo colectivo sobre la necesidad de intervenir y cambiar. En este punto, se suelen desatar ciertas resistencias de alguna parte de la comunidad escolar, aun así, se ponen en marcha estrategias que buscan incidir en la realidad que, a veces, implica nuevos intentos. Se termina narrando los resultados que, en ocasiones, no son los deseados, en otras representan un avance y eventualmente se logra una transformación de la convivencia escolar.
Las problemáticas de convivencia que se abordan son variadas como la atención a estudiantes con necesidades educativas especiales, la violencia y el acoso escolar, la falta de participación de las familias en las reuniones escolares, los entornos comunitarios vulnerables, marginados y peligrosos, apatía y aburrimiento generalizados, falta de herramientas para abordar constructivamente los conflictos, falta de participación del alumnado, trabajar en grupos con una dinámica compleja de indisciplina, desmotivación de los estudiantes e, incluso, los malestares emocionales del personal docente y directivo.
Cada texto ilustra diversas posibles estrategias de intervención y de mejora de la convivencia escolar contenidas en cada narrativa. Cada una la podemos identificar en los niveles de intervención del modelo de convivencia escolar de Patricia Carbajal y Cecilia Fierro (2021). Respecto a las estrategias de contención se plantean diversos métodos, como el reflexionar de manera cariñosa pero firme junto con el estudiante sobre su comportamiento para analizar las alternativas de acción; escuchar las problemáticas de la comunidad escolar; llamar la atención de forma asertiva ante comentarios agresivos; hasta la implementación de protocolos con la lógica del debido proceso para afrontar los casos de violencia escolar. En las estrategias de resolución de conflictos también se presentan estrategias para enseñar a negociar a las y los estudiantes; para convencerlos que el apoyo mutuo es beneficioso para sus calificaciones; para la identificación de estudiantes en situación de riesgo y poder remitirlos a las instancias competentes e, incluso, aprender a disculparse. De manera acertada, muchas de las narrativas presentan inspiradoras estrategias de transformación como la integración de equipos con estudiantes de distintos niveles de aprovechamiento; reuniones dialógicas y propositivas con familiares; creación de salones lúdicos, multidisciplinarios, que propician la interacción y el diálogo; rehabilitación y acondicionamiento de la biblioteca para ser usada de acuerdo con las necesidades e intereses de la niñez del siglo XXI; implementar dinámicas de conocimiento, aprecio y comunicación con la comunidad escolar; gamificación de la educación para motivar al alumnado; hasta transformar el patio de la escuela para que sea un espacio lúdico con juegos, árboles y aulas a cielo abierto.
Al final de cada narración se incluye un organizador visual que representa los componentes esenciales del conflicto analizado, las personas involucradas, las estrategias y los resultados, que además de síntesis de los casos, sirve como hoja de ruta para analizar otros conflictos similares, ayuda a estimular la creatividad al afrontar nuevos conflictos y plantear soluciones que impliquen el diálogo, la negociación, la cooperación y la transformación en torno a una problemática.
Conclusiones
El aporte de la obra respecto a la literatura sobre convivencia escolar es que se trata de la primera en su tipo debido a su enfoque más literario y menos cientificista ―pero no por ello menos riguroso―, escrita por investigadoras e investigadores especialistas en la materia y, en algunos casos, junto con docentes y directivos de las propias escuelas. Los casos pueden ser analizados desde la mirada académica, pueden fungir como detonadores para realizar actividades educativas, como historias con las cuales comenzar consejos técnicos escolares para motivar e inspirar a la planta docente, como modelos para que otros actores escolares se atrevan a relatar sus historias, problemáticas y conflictos, así como plantearles soluciones.
Un acierto es que el texto sea un trabajo colectivo, con múltiples realidades, que esté escrito en forma de narrativa permite acercarlo a un público más amplio, además que, como investigador, debe ser catártico poder escribir con un estilo más libre, con licencias literarias y buscando sintetizar en un caso la multidimensionalidad y complejidad de la convivencia escolar.
Si tuviera que hacerle una crítica sería que me hubiera gustado un cierre analítico, una especie de conclusiones, de metaanálisis a cuenta de las y los autores, pero al final, es una tarea que nos dejan a los lectores.
Continuamente, las escuelas viven momentos como los retratados en esta narrativa, enfrentando problemas reiterados, usando fórmulas que ya saben que no funcionan pero que no hay voluntad, o no saben cómo cambiar las cosas, incluso, por miedo a la confrontación y desgaste de las relaciones con aquellos que quieren que todo siga igual, incluyendo a sus compañeros. En este relato no hay respuestas fáciles, pero cuando somos confrontados a perpetuar las deficiencias del sistema escolar, los problemas de conducta, la falta de participación y hasta las injusticias sociales de mayor calado, este libro ayuda a volver a preguntarse ¿por qué queremos ser docentes o dedicarnos a la educación?, así como a pensar en qué tipo de escuela nos gustaría estar para trazar proyectos y acciones concretas que nos vayan acercando a ese horizonte, paso a paso. Parafraseando a María Greco “tener la posibilidad de imaginar algo que no está y hacerlo”.