Introducción
En los últimos cincuenta años, en México, como en otros países de Latinoamérica, la agroecología encuentra en el movimiento social campesino una expresión y fuente de conocimiento. El manejo de los agroecosistemas y el conocimiento generado por los campesinos e indígenas, posee un origen histórico y cultural en los sistemas de producción mesoamericanos que se han mantenido en el tiempo y su mejor expresión se encuentra en la milpa, sustento alimentario de comunidades.
Para abordar la permanencia de procesos y relaciones históricas, Braudel (1986) elaboró un enfoque interdisciplinario entre la geografía y la historia, que se centra en el vínculo espacio-tiempo y lo que resulta de la relación sociedad-naturaleza, al cual llamó la “geohistoria”. La geografía estudia a la sociedad en el espacio y la historia descompone el tiempo pasado y explica los acontecimientos de diversa importancia y duración, abarca procesos, etapas, edades, generaciones y experiencias. Perspectiva pertinente para abordar la agroecología como movimiento social.
Otro concepto que nos permite comprender los procesos y relaciones que trascurren en el tiempo es el de “larga duración”, también propuesto por Braudel (1986), que relaciona en un continuo temporal las estructuras de la sociedad, en ellas se encuentran la economía, la vida social, lo político y lo cotidiano, los hechos geográficos, las crisis, las catástrofes, las guerras o los eventos, según lo aclara Hernández (2012). La geohistoria y larga duración, analizan las persistencias y los cambios en las estructuras de la sociedad, a través del continuo temporal y el espacio. Por ello, es importante considerar que el espacio geográfico es un producto social, un conjunto de formas representativas de las relaciones sociales del pasado y del presente, que se manifiestan por medio de los procesos, donde se pueden observar huellas del pasado y donde se pueden planear acciones futuras (Lefebvre, 1991; Santos, 2000).
Las implicaciones del estudio de la geohistoria para abordar a la agroecología como movimiento social en México llevan a la reflexión sobre Mesoamérica, centro de origen y domesticación de una gran diversidad de especies de plantas (entre ellas el maíz), conocidas y manejadas por los grupos étnicos reconocidos en este espacio. No obstante, a pesar de la riqueza biológica y cultural, actualmente es una región donde predominan condiciones productivas agrícolas y sociales de pobreza y marginación. En la importancia del espacio geográfico como categoría de análisis, está el reconocimiento de prácticas y saberes del manejo de los agroecosistemas de origen mesoamericano que hoy retoma la agroecología. Así, el objetivo de este ensayo es analizar desde la geohistoria y la larga duración a la agroecología, surgida en Mesoamérica, como movimiento social en México.
Para tal fin se realizó la revisión documental en artículos científicos, libros digitales, páginas web oficiales, tesis de posgrado y publicaciones periódicas, en los que se aborda la trayectoria de las organizaciones campesinas e indígenas, consideradas como expresión de movimientos sociales, tomando en cuenta las siguientes dimensiones: la ubicación espacial, la etnicidad, la relación con la tierra, la defensa del territorio y las acciones a favor de la soberanía alimentaria. Las organizaciones que se presentan aquí tienen características propias de un movimiento social, de acuerdo con Revilla (1996), debido a las acciones colectivas que comprenden el cuestionamiento de las múltiples formas de dominio y control históricas.
Este ensayo se divide en tres secciones: la primera comprende al planteamiento de la agroecología como movimiento social; la segunda, corresponde a la descripción de las organizaciones campesinas e indígenas como expresión del movimiento social y la tercera sección corresponde a la discusión desde la perspectiva de la geohistoria y la larga duración, para analizar la agroecología como movimiento social en México.
La agroecología como movimiento social
La agroecología comprende tres perspectivas analíticas: como una disciplina científica, una práctica agrícola y un movimiento social (Wezel et al., 2009). Como disciplina científica, la agroecología surge entre las décadas de los setenta y los noventa del siglo XX, se sustenta en los conocimientos, las teorías y las metodologías de la ecología, la agronomía, la antropología, la economía y se centra en el análisis multidisciplinario e interdisciplinario del agroecosistema, ubicándose en el campo de los sistemas complejos (Álvarez et al., 2014).
La agroecología promueve una alternativa ante los efectos negativos ambientales, económicos y sociales causados por el modelo agroindustrial, asociado al agotamiento y la contaminación de la tierra, el agua, las semillas, a la necesidad creciente de capital monetario y de tierra, así como a la concentración de la propiedad en manos de las multinacionales productoras de semillas, maquinaria, fertilizantes y fitosanitarios (Navalón, 2013).
Así mismo, parte de la crítica hacia los procesos de modernización industrial de la alimentación, para proponer un nuevo paradigma de desarrollo basado en la revalorización del conocimiento tradicional campesino, tanto en el manejo productivo como en la organización sociocultural (Sevilla y Soler, 2010). Desde sus orígenes es de esencia campesina e indígena, “se orienta a una forma de vida en la cual el campesino pueda generar su propio alimento, ser autosuficiente y aun producir un excedente para el mercado con alimentos sanos y naturales” (Sámano, 2013, p. 1255).
Como movimiento social surge de la paradoja entre la conservación ecológica y el crecimiento económico y es representativo de un ambientalismo popular (Martínez, 2004), que se expresa en “la defensa del uso y manejo de los recursos naturales por estructuras comunitarias y locales, como una reacción contra la degradación cultural y ambiental” (Gerritsen y Morales, 2009, p. 191) y como una reafirmación del vínculo inseparable entre naturaleza y cultura (Rosset et al., 2021).
De acuerdo con Revilla (1996), “un movimiento social es una forma de acción colectiva (es un proceso de identificación), pero no toda acción colectiva es la acción de un movimiento social” (p. 4). “Un movimiento social, empieza a transitar y politizar los espacios sociales con sus críticas, demandas, discursos, prácticas y proyectos” (Tapia, 2008, p. 56). La agroecología como movimiento social se distingue de otros movimientos campesinos por la racionalidad ecológica y la búsqueda de alternativas que retan a los paradigmas centrales de la modernización rural (Toledo, 1993), la acción política propia de esta racionalidad, está estrechamente vinculada a la defensa de los territorios y de la naturaleza, en un sentido comunitario (Rosset et al., 2021). En este sentido, la búsqueda de la autonomía campesina, como acción del movimiento social, plantea cambios profundos, de carácter antisistémico y pone sobre la mesa del debate autonómico ejes importantes de su concepción de la soberanía alimentaria y territorial (Rosset y Barbosa, 2021).
Las organizaciones campesinas e indígenas mesoamericanas
La región Mesoamericana de México es el espacio geográfico donde se ubican las organizaciones campesinas e indígenas, que recupera este ensayo, cuyas expresiones actuales de un movimiento social retoma la agroecología.
De acuerdo con Kirchhoff (1943), Mesoamérica comprende desde el noroeste de México hasta el occidente de Honduras, Nicaragua y Costa Rica. En México, se reconocen como áreas culturales el Área Maya, Altiplano Central, Oaxaca, Occidente, Guerrero y el Norte (Figura 1).
Mesoamérica es reconocida como uno de los centros más importantes de domesticación de plantas en el mundo. Esto se relaciona con la gran diversidad de plantas y culturas que caracterizan a la región. Los más de 60 grupos étnicos indígenas de México usan y manejan más de 5 000 especies de plantas, con las cuales mantienen diferentes formas de interacción (Casas et al., 1997, p.32).
Actualmente, en la región permanecen ciertas estructuras productivas como la organización familiar del trabajo, los policultivos, la asociación y rotación de cultivos, el uso de abonos orgánicos, los huertos familiares y los calendarios agrícolas (González, 2000). Un ejemplo, es la milpa, uno de los policultivos más antiguos e importantes para los campesinos e indígenas del país, como parte de su sustento alimentario. El origen del cultivo de plantas domesticadas (principalmente maíz, calabazas y frijoles), corresponde a la cuarta etapa (4300-3500 años antes de nuestra era) (Casas et al., 1997), lo que demuestra la antigüedad de este sistema y su persistencia hasta nuestros días. Para las organizaciones campesinas que practican la milpa, no se trata únicamente de una asociación de granos y vegetales, la milpa es un sistema biológico-cultural identitario que se intenta preservar en la lucha por la conservación de semillas nativas y por la construcción de una soberanía alimentaria (Ajuria y García, 2018).
En las organizaciones campesinas e indígenas consideradas parte del movimiento social agroecológico, destaca la etnicidad y la racionalidad ecológica expresadas en el manejo de los agroecosistemas y en la permanencia de estructuras productivas de origen mesoamericano.
Área maya
El área maya abarca los estados mexicanos de Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. corresponde a una de las tradiciones culturales de mayor duración, que no se limita a la época prehispánica, sino se mantiene en la actualidad, por ello un buen número de hablantes de lenguas mayas aún habitan el mismo territorio que ocuparon sus ancestros (Vela, 2010).
Es en Chiapas, donde se han dado las mayores expresiones de lucha indígena. Es uno de los estados de la república mexicana con mayor número de etnias indígenas, posee una gran biodiversidad y riqueza cultural, pero también es uno de los estados con mayor índice de pobreza y marginación.
La historia de los pueblos indígenas de Chiapas está ligada a la lucha por la tierra y la defensa de los territorios. “Los indígenas asumen el territorio, como un espacio cultural identitario, base de cosmovisiones y de reproducción social de las etnias, de acuerdo con sus particularidades, para mantener viva su memoria histórica, como un referente de la lucha actual” (Tarrío y Concheiro, 2006, p. 33). La lucha y conservación de la tierra se expresan en las prácticas y conocimientos sobre el manejo de agroecosistemas, que las organizaciones campesinas e indígenas han desarrollado a través de la experiencia y observación de la naturaleza y que ahora retoma la agroecología.
Entre las organizaciones chiapanecas que son consideradas parte de este movimiento, destacan, DESMI (Desarrollo Económico y Social de los Mexicanos Indígenas) que surgió en 1969, la cual trabaja en comunidades indígenas y campesinas en las zonas Altos, Norte y Sur de Chiapas. Sus objetivos han sido fortalecer los procesos comunitarios y los mercados solidarios, preservar la tierra y el territorio, incorporando prácticas tradicionales de conservación y manejo de agroecosistemas, para contribuir a la soberanía alimentaria en la construcción de la autonomía (DESMI, S/F). Los proyectos de economía solidaria parten de un enfoque participativo directo denominado modelo de aprendizaje de campesino a campesino. Este enfoque se ha implementado durante los últimos años en la agroecología, basado en la idea de que un agricultor siempre puede entender mejor a otro agricultor (Tobiassen, 2007).
Otra organización que tiene un papel importante en Chiapas es la ARIC UUID (Asociación Rural de Interés Colectivo Unión de Uniones Independiente y Democrática) es una organización conformada por indígenas tzeltales, tzotziles y tojolabales, en la región de las Cañadas. Tiene sus antecedentes en 1975; con la organización Unión de Ejidos Quiptic Ta Lecubtesel, nombre tzeltal que significa “Nuestra Fuerza para la Liberación”, posteriormente en 1980, se transformaría en la Unión de Uniones y finalmente 1988 en la Asociación Rural de Interés Colectivo (Acosta, 2003). Entre sus accione, además de la recuperación de tierras y la defensa de sus territorios, está la revaloración de prácticas agrícolas mesoamericanas, conocimientos y saberes que promueven por medio de la comisión de agroecología desde 1995. Con el manejo agroecológico los campesinos aprovechan mejor sus recursos locales y regionales y han establecido áreas de reserva comunitarias, así mismo, la milpa tiene un significado cultural y espiritual muy importante para los campesinos, al preservarla se aproximan a la autonomía productiva, al tomar la decisión de qué alimentos sembrar y cómo hacerlo (Boege y Carranza, 2009).
Así mismo, la OCEZ-CNPA (Organización Campesina Emiliano Zapata-Coordinadora Nacional Plan de Ayala), surgió en 1982, su lucha inicia por recuperar la tierra en manos de latifundistas y la defensa del territorio; además de luchar contra la exclusión social, la explotación y marginación que padecen los indígenas en Chiapas. De la misma manera, plantea y asume la construcción de la soberanía alimentaria y el cuidado de la naturaleza, ambas preocupaciones se ven reflejadas en las prácticas agrícolas que difunden entre los campesinos de la región a través del Centro de Formación y Aprendizaje para el Desarrollo Campesino e Indígena (Cefadeci). El Cefadeci es un espacio para el intercambio de experiencias en conservación de suelo y semillas, promover el sistema Milpa con el objetivo de la autosuficiencia y obtener alimentos en cantidad y de calidad (Gómez et al., 2019).
Por otra parte, la organización Xi-nich, conformada por Tzeltales, Choles y Zoquez de la selva, en los municipios de Palenque, Ocosingo y Oxchuc, fue formada en 1992. Esta organización ha desarrollado un importante trabajo en la promoción de sistemas de abasto comunitario, en la producción y comercialización de café, miel, chile y otros productos, mediante prácticas de conservación y manejo de los recursos, bajo el lema “Cuidar la tierra” (Bartra, 2012).
La defensa de sus territorios, la lucha por la tierra, con una reforma agraria a su favor, y por los derechos, han movilizado a las organizaciones campesinas e indígenas de Chiapas en los últimos cuarenta años. Sus acciones colectivas se ven reflejadas en el rechazo y cuestionamiento de formas productivas y de explotación de los recursos.
La gran biodiversidad, en el área maya ha permitido que un gran número de campesinos e indígenas organizados en colectivos o familias, desarrollen proyectos productivos bajo el esquema de producción agroecológica como es el caso del café y la miel (Mier et al., 2019; Toledo y Barrera, 2017; Toledo y Ortiz, 2014). La agroecología en México se expande como un movimiento social y político dirigido por indígenas y comunidades campesinas. Una buena parte de los proyectos agroecológicos son formas activas y creativas de resistencia contra el modelo agroindustrial (Toledo y Barrera, 2017).
Altiplano Central
En el Altiplano central existe una gran diversidad de climas, vegetación y relieves, donde se han desarrollado técnicas agrícolas adaptadas a las condiciones de cada región. La permanencia de una agricultura tradicional ha permitido a los campesinos desarrollar conocimientos, que se ven reflejados en el manejo de los agroecosistemas.
Las experiencias de las organizaciones que se describen a continuación se ubican principalmente en la Sierra Norte de Puebla, algunas de sus acciones están encaminadas a la defensa del territorio.
Destaca por su experiencia e influencia la cooperativa Tosepan Titataniske (“unidos venceremos” en náhuatl) que ha estado construyendo desde 1977 un proyecto colectivo basado en la cooperación, la solidaridad, la equidad, y el respeto a la naturaleza (Toledo y Ortiz, 2014), conformada por grupos indígenas nahuas y totonacas, se ubica en el municipio de Cuetzalan, Puebla. Uno de sus logros ha sido frenar megaproyectos extractivistas como la explotación minera, han impedido la llegada de la red Walmart a Cuetzalan y la implantación de hidroeléctricas y líneas de alta tensión que iban a cruzar el territorio. D esta forma, han trabajado en la articulación en torno a la producción agroalimentaria tradicional y agroecológica (De Oliveira y Gallar, 2020).
Otra organización importante, formada por indígenas nahuas y totonacas es la Unitona (Unión Indígena Totonaca Náhuatl), ubicada en Huehuetla, Puebla. La Unitona inició acciones en el año 2000 con el objetivo de reflexionar acerca de la situación en materia de derechos indígenas, mercado, recursos naturales y gobiernos locales. Durante ese mismo año la organización promovió el programa Comunitario Defensa de la Biodiversidad. Entre sus acciones de lucha, en 2004, emitieron el Manifiesto en Defensa del Maíz que expresa su oposición al establecimiento de campos experimentales de maíz transgénico en sus territorios. Así mismo, han trabajado la reactivación de la producción agrícola a partir del enfoque de la agroecología (Toledo y Barrera, 2017, Unitona, 2014).
Tanto la cooperativa Tosepan, como la Unitona, son organizaciones representativas de la lucha campesina e indígena por la defensa del territorio, pero también del maíz y la milpa como referentes simbólicos de la cultura campesina.
Por otra parte, una de las organizaciones vinculadas con el movimiento agroecológico es el Grupo Vicente Guerrero, el cual surgió en la pequeña comunidad mestiza del mismo nombre en el municipio de Españita en Tlaxcala. Su historia está ligada con la metodología de campesino a campesino, iniciada en la década de 1970 a través del intercambio de prácticas y saberes con campesinos mayas de Guatemala (Holt, 2008). Como producto de su lucha por la defensa del maíz y las semillas nativas, logró que el Congreso de Tlaxcala aprobara en 2011, la Ley Agrícola de Fomento y Protección al Maíz, como Patrimonio Originario, en Diversificación Constante y Alimentario para el Estado de Tlaxcala. Esta fue una de sus principales acciones políticas en favor de la autonomía y la soberanía alimentaria (Trayectoria GVG, 2011).
Oaxaca
El estado de Oaxaca se caracteriza por su alto grado de etnicidad, con el mayor número de municipios y de población indígena (INEGI, 2020). No obstante, la riqueza cultural y la gran biodiversidad que posee, es uno de los estados con mayor índice de pobreza en el país. Para el 2015, en la región Mixteca más del 50% de la población (261,069 habitantes) presentó muy alta y alta marginación; esta situación tiende a concentrarse en las localidades pequeñas y dispersas de las zonas serranas (Conapo, 2015).
A comienzos de la década de 1970, Oaxaca fue el principal estado en la creación de organizaciones regionales indígenas, para la década de 1980 e inicios de 1990 surgieron numerosas organizaciones regionales independientes (Bartra y Otero, 2008). De esta tradición de lucha campesina e indígena, surgen organizaciones que se caracterizan por su contribución al cuidado de la naturaleza, la defensa del maíz y la biodiversidad.
La UCIRI (Unión de Comunidades de la Región del Istmo) es una organización cafetalera, que se fundó en 1982, con 17 comunidades cafetaleras interesadas en mejorar las condiciones de producción, comercialización del café y el bienestar campesino. Agrupa a 2,600 miembros de 56 comunidades zapotecas y mixtecos del centro y norte del Istmo: chontales del sur, Chatinos de la Costa y Mixes de la parte media y alta (UCIRI, s/f). La UCIRI promueve la agroecología en la producción del café y el comercio justo. Los campesinos de la URICI han logrado exportar su café a Europa (Guerrero y Hernández, 2020) y de esta manera mejorar las condiciones productivas y los ingresos de sus miembros.
Por otro parte, la producción agrícola en la Mixteca es insuficiente para la subsistencia de las familias campesinas, entre otros aspectos por el alto grado de erosión del suelo y bajas precipitaciones, cuyas consecuencias son la pobreza alimentaria y la desnutrición. Para atender estos problemas los campesinos e indígenas se organizaron formando el Cedicam (Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca A. C.), con sede en el municipio de Nochixtlán, y con la participación de aproximadamente diez comunidades de la mixteca alta oaxaqueña. En 1997, con la metodología de campesino a campesino, promovieron el manejo y conservación de suelos y agua, así como técnicas agroecológicas en sus pequeñas parcelas. Los ejes principales de acción del Cedicam son la reforestación, el manejo ecológico de los recursos naturales, salud y nutrición (Boege y Carranza, 2009). Gracias a sus iniciativas ecológicas, en 2008, obtuvieron el Premio Internacional Medioambiental Goldman, por su contribución al mejoramiento del medio ambiente (Velázquez y León, 2006).
Por su parte, la Unosjo (Unión de Organizaciones de la Sierra de Juárez en Oaxaca) integrada en el 2002, trabaja con 19 comunidades zapotecas, con el objetivo de defender las variedades locales de maíz nativo contra la introducción de maíces transgénicos. La Unosjo y otras organizaciones indígenas campesinas del país se han manifestado a favor del reconocimiento de sus territorios y tierras, así como por la conservación de los recursos naturales (Unosjo, s/f). En Oaxaca, además de la histórica lucha por la defensa de la tierra y los territorios, las comunidades campesinas ahora se enfrentan a nuevos problemas que afectan el patrimonio biocultural, como es el caso de los maíces transgénicos.
Guerrero
En la región de la Montaña de Guerrero, una de las regiones más pobres del país, cerca del 80% de su población es indígena y el 86.7% vive en situación de pobreza y pobreza extrema (Coneval, 2015). Aunado a estas condiciones socio-económicas precarias, el contexto geográfico también resulta limitante para la actividad agrícola. El relieve que caracteriza a la región, es de laderas empinadas, propensas a la erosión (Galicia et al., 2021).
Ante este contexto, la organización Xuajin Me’Phaa A. C., se crea en el 2004 con la participación de seis comunidades del municipio de Acatepec, en la región de la Montaña de Guerrero; en el 2006 inician la Cooperativa Numa Gamaa Ski Yu Me Phaa con 467 productores, en la cual actualmente se inscriben 1050 familias de 17 municipios (Carrillo et al., 2021). Xuajin Me’Phaa ha impulsado la agroecología entre los productores indígenas de la región. En 2014 iniciaron el proyecto "Mbaá Yuskha: huertos domésticos culturales Me'Phaa", que consistió en la recuperación de alrededor de 200 huertos de traspatio con árboles frutales, hortalizas, hierbas y pequeño ganado (Borda-Niño et al., 2017). Las prácticas de manejo y conservación de los recursos naturales permitieron que las familias campesinas lograran incrementar su producción, de esta manera los campesinos no solo producen para el autoconsumo, también generan excedentes que comercializan a través de la cooperativa. Esta organización, promueve el trabajo organizado y colectivo con el objetivo de mejorar las condiciones de producción agrícola, la alimentación y salud de sus miembros.
Occidente
En el estado de Jalisco ubicado en el occidente de México, la inconformidad de las comunidades indígenas y campesinas ante la pobreza rural y la subordinación que padecen, los motivó a organizarse en búsqueda de alternativas para un mejor desarrollo rural.
La RASA (Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias) ubicada en Ixtlahuacán de los Membrillos Jalisco, comenzó en 1999 con el objetivo fortalecer la agricultura familiar, mantener la dignidad de la vida rural, contribuir en la solución de la pobreza rural y la búsqueda del cuidado de la naturaleza. La agroecología está presente como guía en su planeación, en la toma de decisiones, en sus tareas productivas y experiencias, técnicas y alternativas al uso de agroquímicos (Guerrero et al., 2020).
La RASA ha jugado un papel importante en la formación de otras organizaciones campesinas o de producción agrícola urbanas, en la consolidación de espacios para el comercio justo.
Cada una de estas organizaciones, han surgido por la necesidad de cambiar las condiciones, sociales, ambientales, políticas y económicas, que se han agudizado en las últimas décadas. De esta manera, la organización es el medio de cultivo sobre el cual crece la agroecología (Mier et al., 2019).
La geohistoria y la larga duración en el movimiento social agroecológico mesoamericano
Si bien es cierto que las organizaciones campesinas e indígenas, abordadas en el texto, surgen a finales del siglo XX y principios del siglo XXI, sus acciones colectivas son el resultado de un proceso de larga duración.
Por una parte, de la permanencia de ciertas estructuras productivas de origen mesoamericano, se observa la organización del trabajo familiar, las prácticas de conservación, terrazas, metepantles, el uso de abonos orgánicos y la milpa, que tienen importantes funciones ecológicas, aportan nutrientes, controlan plagas, protegen el suelo y favorecen la diversidad de especies, que los campesinos han preservado durante siglos. Y por otra, de la lucha por la tierra, los recursos y por el reconocimiento de sus derechos y su identidad campesina e indígena.
De acuerdo con Hernández (2012), el concepto de larga duración propuesto por Braudel, comprende el transcurso del tiempo y sus eventos se trata de observar la historia de forma lenta y pausada. La larga duración es útil en tanto relaciona, en un continuo temporal, las coyunturas y estructuras de lo humano, en ellas se encuentran temas como la economía, la vida social (lo político y lo cotidiano), los hechos geográficos, las crisis, las catástrofes, las guerras, los eventos. La larga duración no solo incluye los acontecimientos del pasado, sino aquellos que repercuten en el presente y en el futuro. Para Braudel (1986) la estructura es la que domina los problemas de larga duración; “es una organización, una coherencia, unas relaciones suficientemente fijas entre realidades y masas sociales” (Braudel, 1986, p. 70).
Para reconstruir la historia social de este proceso, Bartra (2012), menciona que se requiere destacar tanto las persistencias como las rupturas y la reconstrucción de los cambios estructurales. El análisis de la agroecología como movimiento social es complejo, no obstante, los aportes de la geohistoria y la larga duración son relevantes para entender las estructuras productivas y relaciones históricas permanentes, pero también los acontecimientos relevantes que influyen en las acciones políticas que llevan a cabo las organizaciones campesinas para defender sus territorios, luchar por la tierra y lograr la soberanía alimentaria.
Los aspectos que caracterizan a estas organizaciones son: a) el espacio geográfico, producto social, donde persiste la relación sociedad-naturaleza, expresada en las formas de manejo de los agroecosistemas, los conocimientos y las prácticas; b) la etnicidad, rasgo identitario importante que influye en las acciones políticas y demandas, que cuestionan las distintas formas de subordinación históricas; c) la concepción de la tierra, como el medio principal para la producción de alimentos, pero también como un elemento simbólico de la cosmovisión indígena, que se debe conservar y preservar; d) la defensa del territorio, entendido como una construcción social, donde se dan procesos de apropiación cultural de uso y control de los recursos naturales; y e) las acciones a favor de la soberanía alimentaria, entre ellas, el rescate de la milpa, la defensa de las semillas, el maíz y sus variedades, el rechazo al uso de agroquímicos y la autonomía productiva.
La experiencia de organizaciones que se abordaron en este ensayo muestra el grado de racionalidad ecológica que distingue a la agroecología como movimiento social de otros movimientos sociales campesinos. La defensa y conservación de la tierra resulta de la persistente relación entre los campesinos y la naturaleza. La naturaleza y la cultura son sistemas que se articulan, las sociedades históricamente han adaptado su medio físico a sus necesidades, desarrollando métodos para la compresión de fenómenos naturales y el manejo de los recursos. Cada región tiene una configuración única de agroecosistemas, resultado de las variaciones locales en el clima, el suelo, las relaciones económicas, la estructura social y la historia (Altieri, 1999).
…los significados espirituales, culturales y materiales que las comunidades campesinas e indígenas asignan a la milpa y sus semillas nativas, especialmente al cultivo maíz, convergen en un conjunto de emociones que permiten a sus miembros reconocer los riesgos de degradación ambiental y cambio climático y así movilizarse políticamente (Hernández, Perales y Jaffee, 2020, p. 227).
El manejo que hacen campesinos e indígenas de los agroecosistemas no solo está en función de la satisfacción de sus necesidades básicas como la alimentación, sino también de la reproducción social de la agricultura campesina. Así, han conformado un sistema complejo de producción agrícola que contempla el uso de sus propias semillas, la defensa del maíz y la milpa y el rechazo de agroquímicos; elementos que la agroecología, como movimiento social, reconoce para lograr la soberanía alimentaria, entendida como el derecho de los pueblos a producir alimentos nutritivos y culturalmente adecuados y a decidir su propio sistema alimentario y productivo (La vía campesina, 2007).
Otro aspecto importante para lograr la soberanía alimentaria familiar y local son los espacios de comercialización emergentes, como los mercados y tianguis orgánicos, mercados solidarios, en donde participan algunas de estas organizaciones, porque son una alternativa de comercio justo para el campesino y una forma de acceder a alimentos y productos locales variados y sanos.
Conclusiones
A partir del análisis geohistórico y de larga duración, se puede concluir que la agroecología, como movimiento social, tiene sus bases y se sustenta en las organizaciones campesinas e indígenas; como expresión de la persistencia de los sistemas de producción mesoamericanos y de relaciones históricas, que se manifiestan en las prácticas agrícolas contemporáneas. Así como en las acciones políticas, como la lucha y defensa de la tierra, los recursos, el territorio y el patrimonio biocultural.
Los campesinos e indígenas que han preservado los sistemas mesoamericanos se caracterizan por la racionalidad ecológica, que cuestiona las formas de producción que degradan el ambiente y la cultura. Las organizaciones abordadas en este ensayo son solo algunos de los casos más ilustrativos del movimiento social agroecológico. Como proceso de larga duración, el movimiento social se sigue construyendo y afianzando en las acciones políticas y en la búsqueda de alternativas productivas encaminadas a promover un desarrollo rural que mejore las condiciones de vida de los campesinos e indígenas y la soberanía alimentaria.