La salud se crea a través de la interrelación entre las personas y sus entornos en el proceso de la vida diaria dónde la gente vive, ama, aprende, trabaja y juega según Kickbush en 1997. En este contexto, la promoción de la salud (PS) es el proceso que permite a las personas incrementar el control sobre su salud para mejorarla ^⁽¹⁾, por lo tanto, en este proceso las condiciones de vida y los determinantes sociales de la salud tendrán un papel fundamental a la hora de entender la salud de las personas.

Desde la Carta de Ottawa para la PS del 1986, en la cual se define la promoción de la salud, sus requisitos y acciones, se han producido muchos cambios y transformaciones que afectan de alguna manera, a la salud de las personas y comunidades: la globalización, el cambio climático, las crisis transfronterizas, el aumento de las desigualdades entre territorios y la reciente pandemia de la COVID-19. Comprender las interconexiones entre el cambio climático, la salud de las personas y la salud planetaria es clave para la transformación de las estrategias de PS ^⁽²⁾.

La PS se fundamenta en concebir la salud como un derecho que debe ser sustentado por la sociedad y entender que las personas tienen un papel activo en su salud, y que ésta, se crea a lo largo de la vida desde una aproximación positiva de la salud dónde la pregunta clave es buscar qué crea esta salud. Esta concepción salutogénica de la salud, juntamente con los determinantes sociales de la salud y el enfoque de derechos tejen el marco conceptual de la PS a partir del cual se deben formular políticas públicas, crear entornos saludables, reforzar la acción comunitaria, desarrollar habilidades personales y reorientar los servicios de salud.

La reciente pandemia de la COVID-19 ha convulsionado al mundo alterando la vida diaria de las personas y las comunidades. Las estrategias, programas y políticas de salud se han centrado en evitar los contagios y disminuir los riesgos asociados a la enfermedad a través de restricciones, dejando a las sociedades y personas en situación límite y de carencia, y a los sistemas y servicios de salud tensionados y debilitados. En este contexto, algunos de los valores de la PS han sido ignorados por parecer que no eran válidos ni eficaces en un contexto de pandemia, pero el reto ha sido demostrar como la PS es eficaz en condiciones cambiantes.

En tiempos de pandemia es más necesario que nunca aumentar el control que las personas tienen sobre su salud, al favorecer la cohesión social, la solidaridad, y generar confianza en las personas, además de aumentar la responsabilidad colectiva para construir una base de respuesta de PS ^⁽³⁾. Un ejemplo clave nos la ha brindado la participación comunitaria y la transformación digital que han sido claves frente a la COVID-19.

Trabajar con la mirada de la PS para dar respuesta en tiempos de contingencia o incertidumbre implica, entre otras acciones: una acción intersectorial basada en la colaboración entre todos los sectores y la comunidad; garantizar la sostenibilidad de los servicios de salud por lo que refiere a los recursos medioambientales, pero también al fortalecimiento de la atención primaria y la potenciación de los servicios comunitarios; capacitar a las comunidades y comprometerse con la salud pública; priorizar la equidad como guía de todas las acciones para no dejar a nadie atrás velando por una distribución más justa de los recursos, y no perder de vista la perspectiva de la salud a lo largo de la vida ^⁽³⁾.

Una buena gobernanza en salud es imprescindible para avanzar en estrategias y programas de PS en este mundo cambiante. Esta propuesta se recoge en el 13º Programa General de Trabajo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) 2019-2023 en el cual se reconoce la PS como estrategia para mejorar la salud y el bienestar de las personas. También, en la Carta de Ginebra para el bienestar, declaración resultante de la 10ª Conferencia Mundial de PS de la OMS celebrada en diciembre de 2021, donde se afirma la necesidad de unir esfuerzos en la creación de sociedades de bienestar sostenibles, comprometidas con la salud, equitativas, que tienen presente las generaciones futuras y los límites ecológicos ^⁽⁴⁾. Ésta se erige como una autentica declaración de intenciones por parte de los países firmantes de dicho documento que actuará como brújula para la PS en los próximos años.

Si nos centramos en la meta de mejorar la salud de las personas, la creación de políticas de PS y bienestar tendría que ser una de las principales responsabilidades de los gobiernos. A la vez que la PS tendría que orientar el diseño de directrices para la gobernanza en salud y bienestar ^⁽⁵⁾. En este caso, la PS nos brinda una oportunidad para tejer estrategias dirigidas a la mejora de la salud de las personas basadas en un enfoque positivo de la salud, centrado en los determinantes sociales de la salud y la salud en todas las políticas, orientadas al bienestar de las comunidades y al cuidado de la salud del planeta. La pandemia de la COVID-19 nos ha enseñado que la PS es una estrategia eficaz para movilizar la comunidad en tiempos de incertidumbre y ha puesto de manifiesto la necesidad de incorporar una gobernanza que reconozca y tenga en cuenta la relación entre la salud y factores sociales, ambientales y económicos a la vez que pone en el centro la equidad y el bienestar ^⁽⁶⁾.