En las últimas décadas se ha difundido públicamente el consenso de que una de las causas de la condición de calle de personas en las fronteras del norte de México está relacionada, de forma directa, con la deportación masiva desde Estados Unidos. Para el caso de Tijuana, se estima que alrededor del 30% de los repatriados terminan en situación de calle en algún momento de su trayectoria. La tendencia es uno de los efectos más extremos del retorno forzado a las ciudades fronterizas del norte de México, y en esta obra el autor analiza las dimensiones que operan en la degradación de las condiciones materiales y sociales de la vida de quienes habitan espacios residuales una vez repatriados e incorporados a las dinámicas callejeras de la ciudad. Seres humanos cuyas vidas fueron atravesadas por muros políticos, sociales y simbólicos, y que devienen en procesos de exclusión, discriminación y rechazo.
La obra está conformada por ocho capítulos: en los primeros tres se articula la propuesta teórica y metodológica de la construcción del vórtice de precarización desde un encuadre etnográfico y marcos analíticos cualitativos para comprender los procesos de precarización en la frontera norte de México. El capítulo cuatro recupera las trayectorias de (in)movilidad, es decir, los caminos de movilidad transnacional de quienes cruzan múltiples veces la frontera y los procesos de atrapamiento en el aparato fronterizo. El cinco analiza las fuerzas de exclusión y el mantenimiento del orden público a partir de estigmatización, violencia y exclusión. En el seis se estudian las prácticas callejeras y las formas en que se viven y habitan los espacios no diseñados para ser habitados. El siete analiza la dimensión subjetivo-afectiva de la precarización callejera y con ello, la agudización de las fuerzas centrípetas que arrastran hacia dentro del vórtice. Finalmente, el último capítulo es una reflexión en torno a los posibles caminos: quedarse en la calle, salir de la calle o morir en la calle.
El vórtice de precarización como propuesta teórico-metodológica
Del Monte propone teóricamente la construcción del vórtice de precarización transfronteriza como modelo analítico para estudiar la precarización en los límites nacionales entre México y Estados Unidos. Define el vórtice como un “conjunto envolvente de procesos espacio-temporales conformado por fuerzas socioculturales violentas y excluyentes que estructuran la degradación progresiva de condiciones materiales, sociales y subjetivas para la subsistencia vital de las personas” (p. 17). Estos procesos articulan una dinámica de fuerzas violentas que constituyen un espiral de precarización que se agudiza y toma forma en múltiples dimensiones de la vida de las personas que fueron deportados y ahora habitan las calles.
Esta propuesta teórico metodológica emerge de un posicionamiento etnográfico “desde abajo hacia arriba” y a partir del trabajo de campo cuestiona, trabaja y rearticula los conceptos de precarización, movilidades, violencia, exclusión y agencia, a fin de analizar la emergencia de enclaves residuales en la frontera mexicana. También utiliza técnicas de la antropología y sociología visual, como la cámara fotográfica en campo y la práctica de la fotografía colaborativa; observación acompañante, así como entrevistas de corte biográfico que implican trabajar en conjunto para articular una investigación con perspectiva crítica. La precarización es observada aquí a partir de trayectorias vitales, procesos relacionales, prácticas sociales y formas de subjetivación de las trayectorias de habitantes de calle.
Se trata de un delicado balance entre teorías de la práctica, teorías relacionales, teorías de la agencia y metodologías posicionadas desde la mirada antropológica; asimismo, posee simetrías de elementos constitutivos situados en y entre las fronteras de diversas disciplinas y enfoques. La obra acierta al construir una propuesta analítica que abona los debates relacionados con los estudios de migración y deportación; violencia y seguridad; marginalidad, informalidad y pobreza urbana. Desde aquí observa la complejidad del campo social y construye datos empíricos que se articulan en un ir y venir de niveles micro y macro; entregándonos como desenlace descripciones complejas, creativas y detalladas que resultan particularmente atractivas para la construcción de modelos analíticos aplicables a los espacios de frontera.
A la vez, critica los estudios académicos y sociales basados en definiciones administrativas con el tradicional objetivo de la intervención; se diferencia de los estudios de estas poblaciones desde una sola dimensión y urge a comprender la diversidad de experiencias en la problemática de la vida callejera. Encuentra en el término precarización un concepto que ayuda a indicar formas de estar expuestos y expuestas al impacto negativo de la desigualdad, es decir, un término que apunta hacia procesos de vulnerabilidad, inseguridad, incertidumbre e indigencia en la experiencia de la vida cotidiana de los y las habitantes de calle.
Articulación dimensional desde el vórtice de precarización
Del Monte profundiza en las experiencias de 13 casos de personas que habitan en las calles de Tijuana para explicar cómo se configuran esos procesos de exclusión y plantea cuatro dimensiones para comprender la situación, lo que conforma la propuesta analítica central de esta obra que denomina “el vórtice de precarización”: 1. Procesual. 2. Relacional. 3. Práctica. 4. Subjetiva.
En la Dimensión procesual Del Monte explica cómo se viven los procesos de movilidad forzada y exclusión en las fronteras. Transita entre diferentes escalas de análisis; desde las (in)movilidades transfronterizas hasta las (in)movilidades intraurbanas para comprender cómo se configuran los procesos de exclusión y cómo las deportaciones y el atrapamiento fronterizo devienen en situaciones de precarización y rechazo en las calles. Asimismo, atribuye explicaciones teóricas preformadas de precariedad, no como causa de la vida callejera, sino como variaciones del contexto fronterizo que dan lugar a la emergencia de procesos acumulativos de precarización vital; esos procesos merman las condiciones sociales de doble atrapamiento en las ciudades fronterizas -transfronterizas y espacios residuales-, pues condensan una serie de despojos e indefensiones sociopolíticas acumuladas, de lo que surge como premisa una de las más importantes aportaciones del libro: la precarización como proceso y no la precariedad como una condición.
En el apartado Dimensión Relacional se enfatiza la vida callejera como un proceso dinámico y en constante transformación que implica el mantenimiento de la situación de calle por medio de cadenas de interdependencia. Si bien esta interdependencia social configura procesos de inclusión excluyente, también hay otras que representan fuerzas violentas para mantener a los individuos dentro del proceso de precarización. Así, tanto los procesos estructurales como los procesos subjetivos (reforzamiento de la frontera; endurecimiento de las políticas migratorias; condición de clandestinidad; involucramiento en el consumo de drogas o procesos de encarcelamiento) constituyen un acercamiento a la explicación del proceso por el cual las personas llegan a vivir en las calles; es decir que mientras las personas van y vienen por la frontera, la precarización vital se va acumulando en forma progresiva.
Desde la Dimensión práctica se enfoca la mirada en la espera de los retornados y pone bajo la lupa las múltiples prácticas, movilidades e inmovilidades; así como las acciones y dinámicas que complejizan las relaciones sociales que responden a problemáticas de precariedad. En este marco el autor subraya que adentrarse en la incorporación de la precarización en sus vidas -en el sentido de las consecuencias que tiene esta situación en sus cuerpos- posibilitó comprender de qué manera en el cuerpo toma forma su lugar social, así como reflexionar sobre las consecuencias que trae consigo el atrapamiento fronterizo. Por ejemplo, por un lado, las prácticas informales salvan de manera inestable las necesidades básicas de alimento, higiene y techo; y por el otro, dan pie a destinar los pocos ingresos generados “ganándose la vida” hacia al consumo de drogas, lo que coloca este exacerbamiento como catalizador del tránsito hacia la vida en la calle, al convertirse en uno de los elementos centrales para que la vida callejera se agudice, se torne crónica y hasta mortal.
Finalmente, en la Dimensión subjetiva se recuperan las experiencias de habitantes cuyas vidas están atravesadas por barreras físicas, simbólicas, sociales, además de analizar los sentidos de vivir en las calles y las emociones que emergen cuando las personas experimentan y sienten la materialidad precaria, así como la manera en que interactúan y perciben la ciudad con y desde el cuerpo. Estos procesos de incorporación tienen como consecuencia la reproducción de la violencia sobre sí mismos, pues en su punto más extremo, deriva en el abandono corporal y en la renuncia al cuidado de sí mismos.
De esta forma, Del Monte problematiza las subjetividades callejeras inseguras en donde la exposición al peligro y el involucramiento en dinámicas violentas enmarcan prácticas con miras a la incertidumbre vital. Argumenta la acumulación progresiva de la precariedad que se manifiesta en constante relación con situaciones vulnerables de exclusión, violencia, estigma y que repercuten en la puesta en práctica de la acción de invisibilizar aquello no deseado por un proyecto modernizador, neoliberal y necropolítico.
¿Hay salida del vórtice de precarización? Los hallazgos
En este análisis Del Monte observó que la capacidad de agencia existe, aunque sólo alcance para sobrevivir al día. Encontró que el deterioro progresivo de las capacidades físicas y la estabilidad emocional se agudiza cuando se involucra el consumo de drogas, la estigmatización y criminalización de sus atributos físicos; así como la ruptura de vínculos institucionales, laborales, comunales y familiares. De manera que, en tanto no existan o se renueven redes socio-afectivas que provean de suficientes recursos sociales para salir de las calles, no hay posibilidad de un nuevo reajuste temporal de la agencia.
Por otro lado, en el análisis de estas movilidades transnacionales, la situación fronteriza es modeladora del proceso de devenir habitante de la calle en Tijuana, y los regímenes fronterizos que operan en la frontera México-Estados Unidos están vinculados a procesos de securitización y de exclusión social. Es decir, en los espacios condicionados por límites nacionales los procesos de precarización se configuran y operan de manera desigual, como contención o posibilitadores de movilidades poblacionales -lo que deviene en la itinerancia entre flujos y retenciones transfronterizas- al ser los contextos de frontera uno de los factores más importantes que activan y agudizan los procesos de precarización callejera.
De esta manera las fuerzas son atravesadas por violencias estructurales (reforzamiento fronterizo, desigualdad); violencias físicas (agentes policiales y sociales); violencias culturales (procesos de clasificación social negativa); mismas que fueron apropiadas y reproducidas por los propios habitantes de calle, quienes emergen así como los agentes de su propia destrucción (p. 88). Por ejemplo, en uno de los análisis de los cuerpos callejeros se destacaron emociones (soledad o vergüenza) y procesos sociales y culturales más amplios (exclusión y estigmatización) incorporados e interiorizados. También se encontraron problemáticas como el consumo de drogas, exacerbada violencia, acoso policial o la presencia de grupos del narcotráfico en la frontera de Tijuana que tensionaron esos procesos violentos y predatorios de clasificación social al volverlos estigmatizantes; y esas mismas fuerzas orillaron a las personas a mantenerse excluidas en los espacios residuales de la ciudad, al tiempo que cierran un continuo de violencias en múltiples dimensiones.
Este continuo de violencia tiene múltiples direcciones y Del Monte propone tres rutas prototípicas en que puede devenir el proceso de precarización en la vida callejera: morir en la calle, quedarse en la calle o salir de la calle. Morir en la calle refiere a todas aquellas acciones y prácticas con que se intenta mantener la vida en el proceso de precarización y tiene como base la degradación de la vida misma, es decir, un camino para seguir en la calle con prácticas de autodestrucción. Quedarse en la calle alude a la suma de elementos que constituyen la precarización como un proceso violento e involucra, por un lado, la insatisfacción de las necesidades humanas, y por el otro, llevar a cabo prácticas de autoconservación y cuidado (agente consciente de su propia destrucción). Y salir de la calle, plantea las historias de éxito -respecto a la salida de la vida en la calle-, es decir, orienta las acciones hacia futuros posibles. Frente a este análisis y panorama de atrapamiento el autor concluye que es posible salir del vórtice, pero son necesarias fuerzas alentadoras externas al vórtice de precarización: la construcción de los lazos socioafectivos vigentes, las conversiones religiosas o programas de asistencia estatal.
Para el retorno forzado. Aportes y conclusiones
Desde el segundo lustro del siglo XXI el retorno de migrantes ha recibido creciente atención en la academia mexicana y estadounidense; este interés se debe a los flujos migratorios después de la crisis de 2007 y 2008, así como a las políticas de deportaciones masivas de los últimos años (París et al., 2019, p. 44). Sin embargo, tales fenómenos también exigen repensar las rupturas, imposibilidades y modalidades, además de los significados que se articulan en el estudio de los procesos sociales de volver. Así pues, el estudio se posiciona desde el retorno visto como la contraparte de los procesos de integración e incorporación en las sociedades de destino, y es uno de los aciertos del enfoque contribuir a explicar cómo se vive la experiencia contemporánea postretorno migratorio; los escenarios divergentes y las dinámicas diferenciadas de volver, así como los efectos que esto genera sobre la vida de las personas.
En este sentido, Del Monte abona los estudios sobre retorno y deportaciones en América Latina realizados por Rivera (2019); París; Hualde, & Woo (2019) y Gandini; Lozano, & Gaspar (2015), al repensar el carácter unilateral del evento de regresar como la última etapa del proceso migratorio o como la mera conclusión de un proyecto de retorno definitivo al país de destino. Estos debates sobre el retorno obligan a rediscutir las relaciones con el contexto internacional de origen y destino, así como los contextos locales y urbanos a los que les toca regresar; los patrones y tendencias actuales sobre lo que significa regresar a países latinoamericanos; así como las condiciones de movilidades que se diversifican y complejizan a causa de procesos incrementales de control migratorio y violencias.
Otro de los puntos más sugerentes es que el libro no sólo ayuda a la comprensión de los fenómenos que se estudian, sino que también nos invita a renovar los sentidos, prácticas y relaciones que hemos construido alrededor de esas poblaciones, pues urge a contrarrestar tanto el abandono como la invisibilización, el estigma y las violencias sistémicas acumuladas en un marco de procesos temporales y sociales complejos, excluyentes y de resistencia. Se trata pues de un texto cuyo contenido debe ser retomado por quienes se pregunten por el retorno forzado y la vida callejera en las fronteras; y resulta de particular interés para académicos, analistas de política pública, sociedad civil y población en general que busquen nutrir formas alternativas de discusión y transformación de las desigualdades tejidas en los límites de la frontera México-Estados Unidos.