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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.68 no.4 Ciudad de México abr./jun. 2019

https://doi.org/10.24201/hm.v68i4.3635 

Reseñas

Sobre Jean Starobinski, La tinta de la melancolía

Ana Laura Zavala Díaz* 

*Universidad Nacional Autónoma de México, México

Starobinski, Jean. La tinta de la melancolía. primera edición en español, Merlín, Alejandro. Trejo, Fausto José. Vidal, Fernando. México: Fondo de Cultura Económica, 2016. 552p. ISBN: 978-607-164-025-3.


En las páginas liminares del tercer capítulo de esta obra, Jean Starobinski expone una sugestiva reflexión acerca de la historia de las emociones, la cual sintetiza de manera ejemplar no sólo el enfoque metodológico de la veintena de ensayos que conforman el volumen, sino también el objetivo central de éste. Para el médico suizo, sólo es posible convertir en objeto de estudio dichas expresiones humanas “a partir del instante en que [éstas] se manifiestan, verbalmente o a través de otro medio […]. La historia de los sentimientos, por ende, no es otra cosa que la historia de las palabras a través de las cuales se enuncian las emociones. La tarea del historiador, en cuanto este campo”, advierte con gran lucidez, “está emparentada con la del filólogo, pues debe saber reconocer los diferentes ‘estados de la lengua’, el estilo propio a través del cual la experiencia individual y colectiva ha escogido expresarse: se trata de estar al tanto de una semántica histórica” (p. 206).

Consciente de la amplitud y complejidad de tal área de investigación, el estudioso circunscribe sus reflexiones a una gama de emociones relacionadas con la melancolía, así como a un conjunto específico de “manifestaciones” o fuentes para analizar “diferentes estados” de ésta, casi todas ellas provenientes de los campos de la medicina, la filosofía y, sobre todo, de la literatura. En esas disciplinas encuentra Starobinski las representaciones más productivas para mostrar las profundas huellas que ha dejado el malestar melancólico en diversas tradiciones, pero también en su propio trabajo, producto de una formación multidisciplinaria, así como de su “híbrido” ejercicio de historiador de las ideas, crítico literario y escritor. En La tinta de la melancolía el lector recorre, entonces, dos trayectorias temporales diversas, pero íntimamente imbricadas: una que lo conduce por las diferentes narrativas generadas alrededor del fenómeno melancólico a lo largo del tiempo; y otra que le permite reconstruir los pasos críticos del autor, sus múltiples acercamientos a este tema que lo ha “obsesionado” por más de medio siglo, durante el cual ha dado a conocer la mayoría de los ensayos aquí compilados.

Como buen filólogo, Starobinski no pretende borrar los diferentes estratos de su escritura, por ello destina un apartado final al establecimiento de las fuentes bibliohemerográficas donde aparecieron las primeras versiones de estos escritos, algunos de los cuales fueron modificados para su inclusión en el volumen. Un vistazo a los títulos de las publicaciones periódicas en las que se editaron originalmente sus trabajos (Bulletin de la Société Française de Philosophie, Medicine et Hygiène, Nouvelle Revue de Psychanalyse o Critique, entre otras) refleja una de las principales particularidades de la presente recopilación, a saber, como referí, su incursión en las heterogéneas aguas de los conocimientos médico, literario y filosófico. El cambio de soporte, sin duda, modifica el sentido primigenio de los textos, en la medida en que en el libro se establece un diálogo constante entre ellos que altera, complementa o amplía el sentido de cada uno. A este respecto, sólo cabría señalar también que la heterogénea naturaleza del volumen posibilita, de igual forma, dos posibles lecturas: una, íntegra, en la que se evidencian algunas repeticiones de información, así como las más íntimas obsesiones del crítico acerca de la historia de las emociones melancólicas; otra, parcial o fragmentaria, dependiendo de los intereses disciplinarios de los lectores.

Ahora bien, para guiar esa nueva campaña escritural, el historiador propone como punto de partida e hilo conductor su inédita tesis de doctorado en medicina Historia del tratamiento de la melancolía, escrita después de un internamiento en el Hospital Psiquiátrico Universitario de Cery y presentada en la Facultad de Medicina de la Universidad de Lausana en 1959. En este apartado, el más extenso y mejor organizado del libro, se presenta una amplia revisión, tanto de las diferentes conceptualizaciones médicas que se han dado al mal de la melancolía, como de los variados y perdurables tratamientos (evacuativos, alterativos y confortativos) que los médicos imaginaron y pusieron en práctica para tratar de curarla a lo largo de varios siglos. En busca de la etiología del mal, Starobinski se detiene con especial interés en la explicación de la teoría humoral, presente en los tratados hipocráticos y galénicos, con el fin de analizar los presupuestos que pervivirían en el discurso médico, al mismo tiempo que en variadas manifestaciones artísticas y filosóficas de Occidente hasta bien entrada la centuria decimonónica. De acuerdo con esa teoría somática, la bilis negra o melancolía, según advierte el autor, era considerada uno de los cuatros humores naturales en el cuerpo humano; sin embargo, si por alguna causa fisiológica se presentaba una superabundancia o “alteración cualitativa” de esa “sustancia espesa, corrosiva, tenebrosa”, el equilibrio somático se rompía, provocando enfermedades como “la epilepsia, la locura furiosa (manía), la tristeza, las lesiones cutáneas, etc.” (p. 21). A pesar de su alta peligrosidad, pues afectaba a la inteligencia, la melancolía o atrabilis fue considerada, asimismo, desde los escritos aristotélicos, como un signo de superioridad intelectual y de creatividad artística, creencia que no sólo perduraría hasta la época moderna, sino que resultaría en suma fructífera para diversas corrientes filosóficas y estéticas en Occidente, como demuestra el estudioso en las siguientes secciones de la obra. A partir de la revisión de las ideas de Hipócrates, Aristóteles, Celso, Sorano de Éfeso, Areteo de Capadocia, y en particular de Galeno -cuya caracterización de la melancolía poseería autoridad hasta el siglo XVIII-, Starobinski traza las líneas generales sobre las cuales volverían y apenas reescribirían más tarde otros médicos y pensadores del medioevo y el renacimiento, tales como Hildegarda de Bingen, Constantino el Africano, Marsilio Ficino y Paracelso, entre otros. Si bien, según muestra el crítico, pocas innovaciones se encontrarían en las propuestas de esos autores sobre dicho mal (quizá sólo la adición de algunas clasificaciones como la de la melancolía religiosa, por ejemplo), lo cierto es que, muy paulatinamente, se producía una serie de desplazamientos no sólo de la enferme dad en el organismo (del abdomen a los nervios), sino también de sus representaciones y significación en los imaginarios culturales, fruto de los cambios emanados del complejo fenómeno de la modernidad. En el siglo xvii, la postulación de la existencia de una melancolía de origen humoral y otra de causa nerviosa, propuesta por Anne-Charles Lorry, abriría las compuertas a futuras conceptualizaciones de dicho malestar, desde la filosofía sensualista dieciochesca, la naciente disciplina psiquiátrica de principios del xix -con los importantes trabajos de Pinel y Esquirol, quienes intentarían despojarlo de su antiguo pasado humoral-, hasta el ámbito cultural con el llamado spleen de fin de siglo -especie de desaliento y tristeza epocales que autores como Charles Baudelaire diseminarían en sus creaciones.

Aun cuando la información contenida en ese apartado inaugural no resulta innovadora, pues mucho se ha escrito sobre melancolía desde 1959, lo cierto es que representa una aportación en el terreno del análisis histórico de los tratamientos para combatir dicho padecimiento, así como, según he señalado, en cuanto al desarrollo mismo del pensamiento y de la labor crítica de este autor, quien en esas páginas apunta tímidamente algunos juicios que expondrá con mayor rigor en sus investigaciones futuras, cada vez más enfocadas a la reflexión filosófica y filológica. De esta suerte, en los cinco apartados siguientes de la obra, compuestos a su vez por diversos ensayos, Starobinski explora las relaciones entre filosofía y medicina, entre clínica y literatura, pero también entre sátira y melancolía. Dos ejes principales guían sus heterogéneas disertaciones que, si bien tienen como subtexto el referente clínico, lo trascienden para colocarse en el terreno más amplio de las representaciones culturales. El primero gira alrededor del sujeto melancólico, quien se apropia de la máscara atrabiliaria para ejercer una fuerte crítica sobre su entorno, utilizando como principal mecanismo una ironía desencantada que exhibe las fisuras y la sinrazón de aquellos que se reputan como sanos y dignos miembros de la sociedad. Entre las figuras que utilizarán ese enmascaramiento crítico despuntan Demócrito y Robert Burton, quienes, en diferentes momentos y geografías, recurrirán a la risa como un mecanismo para cuestionar la cordura de los otros y proponer un nuevo orden. Aun cuando Starobinski sólo dedica tres ensayos a esos personajes (uno al primero y dos al segundo), la presencia de ambos resuena en varias páginas del volumen y se establece por medio de ellos vínculos con una larga tradición en la que el saber médico entabla un diálogo con el pensamiento filosófico, cuya fuerza curativa también se vislumbra y resuena en la producción de otros pensadores como, por ejemplo, Kierkegaard, al que se dedican dos textos en el libro. Otro de los rostros de este sujeto patológico lo aborda el historiador suizo a partir de casos de escritores y artistas plásticos como Vincent van Gogh y Madame de Staël, para los cuales la postulación melancólica se convierte en parte fundamental de su ejercicio estético, a la vez que de su visión del mundo. Tales manifestaciones, mucho más solemnes y apesadumbradas, de la genialidad atrabiliaria permiten observar el desplazamiento del discurso sobre dicha enfermedad del ámbito primariamente médico hacia el campo de la cultura, donde ha sido fuente de inspiración para múltiples creadores en diferentes momentos de la historia, en particular en el terreno de la literatura, segundo y gran eje que articula la presente recopilación.

En esa línea, Starobinski propone una serie de acercamientos en los que intenta vincular elementos del malestar melancólico con aspectos de lo literario; desde el estudio de ciertos géneros, motivos y recursos tales como la ironía y el humor, hasta el examen minucioso de composiciones poéticas, teatrales y novelísticas de autores como Ovidio, Miguel de Cervantes, Mateo Bandello, E. T. A. Hoffman, Gérard de Nerval, Novalis y Charles Baudelaire, entre otros, donde la expresión atrabiliaria juega un papel central o periférico. En específico en la obra de este último, el crítico encuentra un venero rico para ejemplificar las apropiaciones y resignificaciones que la literatura ha llevado a cabo de la melancolía humoral descrita por los médicos, también en un afán de conjurar, disolver o explorar los alcances de tan peligroso mal que, si bien desapareció de las nomenclaturas clínicas, se transformó en un concepto sumamente fértil para significar la condición del hombre moderno, pero también para reflexionar acerca del sentido mismo de la escritura y de la función del artista en el contexto de la modernización decimonónica. Así como Esquirol y Pinel propusieron el cambio del término melancolía por el de lipemanía, en la obra baudeleriana se trasladará el referente melancólico hacia una nueva unidad lingüística que encerraría todo el taedium vitae y la tristeza presentes en el contexto decimonónico finisecular: el spleen, variante atrabiliaria que, según el crítico suizo, “constituye […] el indicio de una figuración, de un apartamiento, de una ‘literaturización’ […] que [intenta conjurar] el desastre psíquico enunciándolo poéticamente” (p. 354). Ciertamente, una de las grandes aportaciones del análisis de la poética baudeleriana, expuesta en diferentes ensayos de la obra, es mostrar cómo el arte, a diferencia del saber médico y científico, construye sus “saberes” no de forma acumulativa, sino a partir de una multiplicidad de sentidos y aproximaciones creativas a los fenómenos por medio de la imaginación, estableciendo un diálogo con otras realidades y otros discursos. Su poder curativo, pareciera insinuar el crítico, está, justamente, en su capacidad de recrear las emociones, de sublimarlas, de resignificar las experiencias humanas. En esa perspectiva dialógica, otro de los aciertos de este volumen es iluminar las zonas de contacto (los préstamos y las apropiaciones) entre los discursos artísticos y médicos, sugestiva línea de investigación que se ha desarrollado con mayor interés desde las últimas décadas y en la cual Starobinski ocupa un lugar central al hacer de la tinta negra de la melancolía la materia prima de su escritura.

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