La izquierda latinoamericana ha enfrentado una crisis profunda desde hace varios años. Muchos de sus simpatizantes han visto con asombro y desilusión a los gobiernos de la izquierda cuyas raíces se hallaban en las luchas frontales contras las oligarquías y el imperialismo en la segunda parte del siglo XX. En este siglo, se han elegido en Brasil, Uruguay, Nicaragua, Chile, El Salvador y Argentina presidentes que en las décadas de 1960 y 1970 habían sido dirigentes, activistas o simpatizantes de los movimientos contestatarios, socialistas y antidictatoriales. Todos compartían una visión del mundo que incluía la necesidad de una profunda reforma agraria, el apoyo al movimiento sindical y la redistribución de la riqueza en favor de los más desposeídos. Y ya en el gobierno, los resultados han sido mixtos -en general han promovido programas, a veces con mucho éxito, para aliviar la extrema pobreza-. Pero como es sabido, tales programas por lo general no afectaban las relaciones de clase ni promovían una redistribución de la riqueza. Más aún, ningún gobierno en estos países gobernados por exguerrilleros o socialistas llevó a cabo una reforma agraria ni apoyó de manera significativa al movimiento sindical, cada vez más debilitado. En el fondo, no es una exageración reconocer que tales gobernantes se alejaron mucho de sus propias metas y valores de su juventud. El neoliberalismo ha reestructurado las relaciones de producción, el mundo de trabajo y la producción agropecuaria de una forma tan profunda que las metas de la época revolucionaria ya carecerían de relevancia. Para muchos de la izquierda, sin embargo, tal explicación no es adecuada. Uno se pregunta, ¿cómo es posible que la reforma agraria haya perdido relevancia cuando, por ejemplo, hay tanta gente en el campo sin acceso a la tierra y hay terrenos cultivables pero improductivos en la vecindad?
El libro de Kristina Pirker La redefinción de lo posible nos ofrece un análisis profundo y pormenorizado de la conversión del movimiento revolucionario en El Salvador en un partido-gobernante. En palabras de la estudiosa, el objeto principal del estudio que duró más de diez años “tiene que ver con el interrogante de por qué la transición exitosa del FMLN de frente guerrillero a partido legal había sido acompañada por la dispersión de sus bases sociales en el movimiento popular. Esta inquietud está ligada a una pregunta más amplia y general respecto a los efectos del ascenso del neoliberalismo y el derrumbe del “socialismo real” en Europa oriental sobre la movilización social, acción política y proyectos políticos de la izquierda global” (pp. 383-384). La respuesta de esta gran interrogante se basa en su análisis detallado de los años 1970-2012, sobre todo las movilizaciones sociales y el desarrollo político. Efectivamente, nos presenta un argumento que prioriza la transformación, o sea la limitación, de “espacios públicos no estatales” donde se pudiera desarrollar un proyecto contrahegemónico, igual al que los militantes de la izquierda hacían en la década de 1970. También conecta el proceso en El Salvador con la transformación global en la izquierda, a su vez fuertemente influenciada por la caída del muro de Berlín y la aceptación de las nuevas limitaciones neoliberales. Claro está que la autora desarrolla este argumento relacionado al mismo tiempo con la historia y la institucionalización del FMLN y su aceptación de las reglas del juego político. Pero también señala que, a la vez, el Frente no cambiaba su modo militarista de tomar decisiones. Además, demuestra cómo los términos de paz efectivamente marginalizaban las bases históricas del Frente, principalmente los movimientos campesinos [fuera de los beneficiados por los Acuerdos] y sindical. Y de hecho el partido de la exguerrilla, como demuestra por medio de unas entrevistas muy aleccionadoras, comenzaba a promover su propia profesionalización. En vez de condicionar un militante inmiscuido en una vida solidaria, el nuevo militante de los noventa tiene que convertirse en una especie de “experto” relacionado con el desarrollo partidario. Es aquí donde desarrolla sus hallazgos significativos sobre la militancia política como un mecanismo de movilidad social en la era neoliberal. En su conjunto, Pirker ofrece una interpretación importante del FMLN, un partido efectivamente distanciado de sus bases históricas entre los sectores populares.
Su tesis sobre los espacios públicos no estatales es tanto novedosa como inesperada ya que después de todo los noventa eran supuestamente el momento histórico del surgimiento de los movimientos sociales que hubieran abierto tales espacios. Lo que Pirker señala, sin embargo, es el gran cambio respecto a la década de 1970, cuando las organizaciones populares -multiclasistas y radicales- podían a la vez aprovechar y ampliar los espacios donde podían desarrollar por medio del debate y la competencia discursos y prácticas antihegemónicos. Estos múltiples espacios también, según la autora, eran articulados por redes familiares y sociales. No es que su enfoque ofrezca una interpretación nueva de los origines del movimiento guerrillero, pero sí, gracias al uso de entrevistas con militantes de la época y al análisis de redes sociales, Pirker nos presenta una visión muy coherente y extensiva del desarrollo masivo de las organizaciones populares y la guerrilla.
Los capítulos sobre la guerra y sobre todo los efectos de la misma sobre sus militantes y sus organizaciones son sumamente persuasivos. Distanciándose de la versión oficial de la izquierda sobre la administración de José Napoleón Duarte [1984-1989], la considera “hasta cierto punto, trágica” (p. 193) porque su programa reformista tuvo la posibilidad de implementarse en el momento preciso que el paradigma global estaba cambiando hacia el neoliberalismo y la política de la Administración Reagan coincidía con esa tendencia. La autora también desarrolla otros temas de la época de la guerra civil que normalmente no se abordan, sobre todo la relación entre el resurgimiento del movimiento sindical y los partidos políticos. Otra vez, por medio de sus a menudo fascinantes entrevistas con militantes, apuntan hacia la subordinación de los sindicatos al Frente cuando la autonomía sindical hubiera traído frutos importantes no sólo entonces sino en la posguerra. O sea, la Unión Nacional de Trabajadores Salvadoreños [UNTS] experimentó un crecimiento sostenido a mediados de la década y animó a un sector significativo de la clase obrera para luchar por sus derechos y sobrevivencia. Sin embargo, ella demuestra contundentemente cómo la UNTS quedó cada vez más subordinada a las directrices del FMLN. Así, durante los preparativos para la ofensiva militar de 1989, el trabajo sindical se dirigía a crear un ambiente propicio, o sea, la desestabilización del gobierno. Tal política tenía un efecto negativo sobre el trabajo sindical que tenía que ver con la protección y superación de sus afiliados. Pirker nota que a veces el vínculo con la guerrilla les servía a los militantes ya que podían amenazar a los patronos que pudieran recurrir a la ayuda guerrillera en sus luchas reivindicativas. No obstante, el balance de la estudiosa sobre la relación entre el Frente y los movimientos populares en los años ochenta es decididamente negativo ya que por falta de autonomía organizacional no se podían preparar para las luchas posguerra. La militarización de la política, con sus grandes limitaciones de democracia interna, también tenía una versión sindical muy congruente.
La redefinición de lo posible es el resultado de una investigación de muchos años y de un análisis sofisticado, arraigado en los trabajos teóricos de Pierre Bourdieu. La autora presta del teórico francés la noción de habitus militante, un concepto que ayuda muchísimo a comprender las vidas, valores y compromisos de decenas de miles de militantes del siglo pasado a lo largo del continente. Combina la presentación de las entrevistas con una lectura de las mismas muy sensible y perspicaz. Es un gran logro su presentación de la historia de la izquierda salvadoreña desde 1970 hasta el primer gobierno del FMLN. Desgraciadamente, el libro no es muy accesible a gente no especialista. Por lo general, el lenguaje es densamente académico. Por otra parte, como científica social, no tiene pretensiones narrativas, y la historia que ella escribe responde a sus inquietudes sociológicas más que a un afán de atenerse al proceso histórico. Como predomina el interés analítico, el libro no sigue un desarrollo cronológico tradicional y repetidamente el texto vuelve a periodos ya relatados. Esto dificulta la lectura, pero también hace difícil una comprensión del proceso histórico en su totalidad. En fin, es un libro sumamente importante pero ahora, justo antes de que el FMLN vaya a sufrir una derrota electoral de magnas proporciones, no va a estar al alcance de la mayoría de su militancia. Tal vez ella u otra persona podría sintetizar las tesis principales alrededor de las narrativas conmovedoras y fascinantes. Para cualquier estudioso interesado en la historia contemporánea de las izquierdas latinoamericanas este libro es absolutamente imprescindible.