El actor de la era hispana de la Ilustración ya fue objeto de estudios específicos, prácticamente, desde los inicios de la historiografía científica española, ubicados en el mismo siglo XVIII, y en las primeras décadas del XIX. Recordemos que, ya en 1788, Manuel García de Villanueva, Parra, Hugalde, Moya y Madrid, &c., primer galán en la Compañía de Eusebio Ribera, pone al alcance de los lectores su apología de los representantes españoles titulada Manifiesto por los teatros españoles, y sus actores (1788), en la que incluye abundantes noticias sobre los cómicos, los locales y el ambiente teatral de su época.
En el siglo XIX el interés por los cómicos dieciochescos se mantiene e, incluso, se acrecienta. Fruto de tal interés son las excelentes aportaciones que, a finales de la centuria y principios del siglo XX, en pleno auge del historicismo, da a la luz pública Emilio Cotarelo y Mori, con libros tan excelentes, tan repletos de datos y noticias, y tan útiles todavía en la actualidad, como María Ladvenant y Quirante, primera dama de los teatros de la corte (1896), María del Rosario Fernández “La Tirana”, primera dama de los teatros de la corte (1897), o Isidoro Máiquez y el teatro de su tiempo (1902). Algunos de éstos han sido objeto de nuevas impresiones en años próximos al nuestro, cuidadas por el autor del trabajo del que nos vamos a ocupar en la presente recensión (véase Cotarelo y Mori 2007 y 2009).
A lo largo del siglo XX, se suceden algunos trabajos dedicados a los actores de los años de la Ilustración. Así, por ejemplo, en 1944, Nicolás González Ruiz publica, en Madrid, su obra La Caramba. Vida alegre y muerte ejemplar de una tonadillera del siglo XVIII. No obstante, las aportaciones sobre estos asuntos suelen centrarse en actores específicos, o en aspectos parciales de su profesión. Hacía falta una investigación más amplia, que tratase, en su conjunto, la labor profesional realizada por los cómicos en el Setecientos y en los primeros años del Ochocientos hispanos, y todo el ambiente, y todo el mundillo, relacionados con los cómicos de esos momentos importantes de la historia de España y de la historia de la cultura y literatura españolas, en los reinados de los primeros monarcas Borbones. Es una laguna que el magnífico estudio, de reciente publicación, El actor borbónico (1700-1831), firmado por Joaquín Álvarez Barrientos, viene cumplidamente a colmar.
Joaquín Álvarez Barrientos llevaba ya muchos años haciendo indagaciones sobre los cómicos de la Ilustración y el mundo con ellos relacionado. Recordemos, sin ánimo de ser exhaustivo, sus artículos “Plan de una casa-estudio de teatros del siglo XVIII” (1987), “El actor español en el siglo XVIII: formación, consideración social y profesionalidad” (1988), “Problemas de método: la naturalidad y el actor en la España del siglo XVIII” (1996), “El cómico español en el siglo XVIII: pasión y reforma de la interpretación” (1997), “Risa e «ilusión» escénica. Más sobre el actor español en el siglo XVIII” (1999), o “¿Existe un sistema de declamación nacional?” (2014; véanse datos completos en “Referencias”). Con todos ellos había logrado esclarecer asuntos no bien conocidos hasta entonces de la dramaturgia dieciochesca y de los ambientes con ella relacionados. Su libro sobre El actor borbónico (1700-1831) viene, hasta hoy, a culminar brillantemente esa línea suya de investigación.
Los temas incluidos en El actor borbónico (1700-1831) han sido distribuidos en tres grandes bloques: “Público y actor en la sociedad del espectáculo” (pp. 27-134), “El actor como figura pública. La batalla por su integración” (pp. 135-196), “El trabajo del actor” (pp. 197420). Una “Introducción”, que supone una útil recopilación y puesta al día de los principales conocimientos que hay hasta el momento sobre el tema estudiado, da inicio al libro que nos ocupa. Una nutrida “Bibliografía” (pp. 421-456), una acertada selección de “Ilustraciones” de época relacionadas con el mundo del cómico dieciochesco (pp. 457-484), un “Índice de ilustraciones” contenidas en las páginas de la obra (pp. 485-486), un “Índice de nombres y títulos” (pp. 487504), un “Índice” general (pp. 505-506), además de una relación de “publicaciones de la asociación de directores de escena” (pp. 507-510) sirven para dar por concluido el volumen.
En el apartado “Público y actor en la sociedad del espectáculo” (pp. 27-134), se tratan asuntos como “Teatro, arquitectura y ciudad” (pp. 27-38), “Reglamentos de ciudadanía” (pp. 38-44), “Las variadas actitudes del público, aquí y en Europa” (pp. 45-60), “El espectador deseado” (pp. 60-64), “El silencio como expresión civilizada frente a las expectativas del público” (pp. 65-74), “Defensa del vulgo y ataque a cómicos y poetas. Reforma y política de premios” (pp. 75-82), “Los carteles o anuncios de teatro” (pp. 83-92), “El crítico teatral” (pp. 92-97), “Fama y rivalidad. En los papeles públicos, versos y necrológicas” (pp. 97-117), y “Celebridad. Retratos pictóricos y literarios” (pp. 117-134).
En el apartado “El actor como figura pública. La batalla por su integración” (pp. 135-196), encuentran cabida problemas como “Políticas de prestigio. Mito e imaginario” (pp. 135-140), “La opinión pública y los cambios en la consideración social del comediante” (pp. 140-154), “Sobre las compañías de la legua y el descrédito de la profesión cómica” (pp. 155-157), “Los cómicos se defienden y fundan su Panteón. Su conversión en sujetos políticos” (pp. 157-184), y “El estatuto legal del gremio cómico. Isidoro Máiquez, «mártir de la libertad», contra el Antiguo Régimen” (pp. 185-186).
En el apartado “El trabajo del actor”, el más voluminoso de los tres (pp. 197-420), podemos leer “¿Quién quiere ser cómico?” (pp. 197-200), “Apuntes económicos” (pp. 200-210), “Jugando a ser histriónico” (pp. 210-215) “La historia se escribe en los periódicos: defectos cómicos, interpretación de lo cotidiano y rechazo de la declamación a la francesa. Continuidad de la crítica” (pp. 215-230), “Apuntador, ensayos y director de escena. La búsqueda de la «unión»” (pp. 231-263), “Escenografía e iluminación. Camino de la representación realista” (pp. 264-286), “Actor y personaje” (pp. 286-290), “La naturalidad y las cualidades del actor. Por un «arte liberal»” (pp. 290-308), “Sentir o no sentir. La tendencia sentimental en el trabajo del actor” (pp. 308-316), “Propuestas de reforma actoral: las escuelas” (pp. 316349), “Propuestas de reforma actoral: los tratados y otros textos sobre declamación” (pp. 350-402), “La aceptación de las novedades: Luciano Francisco Comella” (pp. 402-405), “Nación y declamación. El actor como memoria” (pp. 405-413), y “Final” (pp. 413-420).
Amplios y variados contenidos, abundante y sabia recopilación y utilización de una magna documentación, y un inteligente uso de una rica y asentada erudición son algunas de las principales cualidades que encontramos los lectores ávidos e interesados en El actor borbónico (1700-1831). Son todas cualidades propias de un experto y avezado especialista, dotado de vastos conocimientos y gran capacidad crítica y analítica, así como de una indudable maestría en la combinación y presentación de datos y noticias obtenidas en una magna y diversa multitud de fuentes de época, que ofrece con gran claridad expositiva a sus receptores. Son todas cualidades que el autor del volumen que nos ocupa ha sabido exhibir a lo largo de toda su trayectoria investigadora.
Nos hallamos, en definitiva, ante un estudio fundamental, ante un libro llamado a formar parte, ya desde el momento presente, de esa bibliografía juzgada de consulta imprescindible para conocer y comprender en detalle facetas importantes, en concreto, el mundo del teatro, de la cultura y de la literatura españolas, existente en la época de la Ilustración hispana y europea. Hemos de felicitar, en primer término, a Joaquín Álvarez Barrientos, por la conclusión de este trabajo, por haber puesto a disposición de sus lectores otra buena muestra de su buen hacer. Hemos, en segundo término, de felicitarnos todos sus receptores por tener ahora a nuestra disposición esta investigación, El actor borbónico (1700-1831), un buen ejemplo de excelente historiografía literaria, una obra tan imprescindible para tener un más cabal y completo conocimiento de un mundo, el de los cómicos, que formó parte importante de la vida social, cultural y literaria desarrollada en España a lo largo del siglo XVIII y en el primer tercio del siglo XIX.