Con ocasión del 80 aniversario de la Universidad Iberoamericana y de su Departamento de Filosofía hemos querido recuperar y comentar uno de los dos primeros libros que se publicaron en lo que entonces se llamaba Centro Cultural Universitario.
El libro que nos ocupa es fiel testimonio de la época en que fue publicado. Las conferencias del padre jesuita Ledit son ejemplo de la manera de entender la historia moderna y contemporánea de muchos pensadores católicos preconciliares. La cristiandad medieval había realizado una síntesis con el pensamiento griego. La modernidad fue la paulatina separación de esta filosofía perenne abierta a la trascendencia, con el resultado de una razón soberbia y orgullosa de su finitud; una de sus consecuencias fueron los sistemas totalitarios de la primera mitad del siglo XX, los cuales en su confrontación llevaron al estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Un elemento clave en esta forma de concebir la historia es que las ideas filosóficas equivocadas tienen consecuencias prácticas. Como si la historia de la filosofía causara ciertos sucesos históricos. Lo peculiar de Ledit está en su idea del papel de los mitos. Para él, hay intelectuales que divulgan estas especulaciones de los filósofos, las mezclan con la trasmisión de sentimientos y valoraciones, y al ser aceptadas por un gran número de personas se vuelven mitos. El mito es un estado de ánimo de personas que luchan en común para destrozar un orden existente y crear otro; y tienen la certeza subjetiva de su triunfo. Por un lado, existe un aspecto racional en la crítica justificada del orden existente; por otro es irracional porque quiere destruir todo para edificar de nuevo. El mito no se discute, se acepta o rechaza. Es una fe, que mira hacia delante, y justifica todo por ese futuro. Los caudillos políticos fortalecen y se valen de estos mitos para formar estados totalitarios. Una clave en su reforzamiento por los estados es la educación, la cual se vuelve un modo de adoctrinamiento.
El mito moderno es especialmente rebelde contra la autoridad religiosa -sobre todo la católica-, comienza con la revolución política del protestantismo. Hay cuatro grandes mitos según Ledit: el liberal, el racista, el fascista y el comunista. Ledit hace una historia bastante erudita de cada uno de ellos en su implementación histórica y en sus sistemas educativos. Es muy breve y benigno con los países en los que domina el mito liberal, y presenta como el más amenazador al nazismo-racista (no derrotado aún en el momento de las conferencias).
Las conferencias de Ledit nos dicen poco en relación con el acontecimiento conmemorativo de los 80 años de nuestra universidad y nuestro departamento. Pero el prólogo del Dr. Alfonso Castiello tiene un mayor interés. La tarea de la universidad, especialmente de la Facultad de Filosofía, responde a cuatro propósitos: 1. Sólida formación de sus alumnos (orden, claridad y amplitud). 2. Especialización histórica o hacia algún campo o tema. 3. Investigación, propia de los profesores, la considera el esfuerzo sistemático, progresivo y audaz, para solucionar “arduos problemas que agobian a la humanidad en su vida social y económica en el ámbito nacional e internacional”. 4. Según Castiello, el más importante para entender la publicación de este libro; se trata de la preocupación por defender la verdad. Ella no tiene fronteras, “es esencialmente universal”. Constituye el único punto posible de unión entre todos los hombres y naciones. El ideal de la humanidad para su convivencia pacífica será buscar la verdad, aceptarla y poseerla en común, sólo en ella pueden los hombres comprenderse y amarse.
En la tarea de defensa y divulgación de la verdad encaja la denuncia del padre Ledit de los mitos modernos. La Historia (así escrita con mayúscula), continúa Castiello, ha demostrado -“el momento presente con trágica evidencia lo está demostrando”- que es un error “pensar que las ideas filosóficas pertenecen a un plano desligado por completo de la vida real y cotidiana de los hombres.” Castiello habla de cómo la divulgación de las ideas es más rápida, universal y constante. Por ello la divulgación de la verdad va más allá del ámbito filosófico y tiene repercusiones “para poder ganar la paz del mundo y evitar la convulsión mundial”. Esta cuarta tarea es especialmente urgente en el contexto local, pues en las facultades de filosofía de España y Latinoamérica se ha desterrado la discusión del pensamiento cristiano. En el epílogo, Emilio Cervi amplía los mitos presentados por Ledit a México. Alude al nuevo orden en términos de la revolución y ahí incorpora a la Revolución mexicana “permanente”. Puede verse cómo en el origen de la Universidad Iberoamericana (aún sin este nombre) y en el del Departamento de Filosofía (tampoco sin el apelativo) está la búsqueda de respuestas en esta misión: la verdad nos hará libres.
Ni qué dudar de la continuidad de los tres primeros fines propuestos por Castiello. Es interesante ver cómo presenta cada uno. Por ejemplo, el de la docencia lo describe en términos de “competencias” (perdón por el anacronismo). En la formación muestra consciencia de la tensión entre atender a la generalidad y la especialización. En la investigación postula la pertinencia de la filosofía con relación a problemáticas nacionales e internacionales, un énfasis muy de los últimos tiempos de la Ibero. En la reflexión sobre los 80 años del Departamento habría que analizar también cómo Sánchez Villaseñor llevó esta idea del filósofo práctico a las carreras de Comunicación y Relaciones Industriales.
El punto que nos deja perplejos es el de la difusión de la verdad. ¿Es algo que aún nos toca hacer? ¿Cuál verdad?, ¿qué es la verdad? La cultura de la posverdad, que comenzó como una fuerte crítica a la política que usaba información y propaganda falseada, se ha convertido en un principio cultural, un signo de los tiempos, pues “ya no hay verdad”. Lo que impera en las universidades son tendencias de pensamiento, formas de interpretar; paradójicamente, la búsqueda de la verdad se ha vuelto un mito, la misma idea de mito de Ledit parece cuestionada por la posmodernidad en su rechazo a las grandes narraciones modernas. Hoy la violencia no parece responder a ningún gran relato. El capitalismo tardío voraz se ha impuesto. Ha terminado por romper naciones pese a las constantes búsquedas de nuevas mitologías nacionalistas. Los flujos inmensos de migrantes, pero, sobre todo, el crecimiento exponencial de la droga, muestran que vivimos más bien una crisis de sentido.
Hoy nuestra inspiración cristiana nos lleva a una tarea más modesta, pero quizá más importante: la de acompañar y colaborar en reclamos fundamentales de voces menos favorecidas. Ya no estamos para rescatar algún orden anterior. Estamos para articular con otros una vida humana plena.