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Innovación educativa (México, DF)

Print version ISSN 1665-2673

Innov. educ. (Méx. DF) vol.12 n.58 México Jan./Apr. 2012

 

Ex-libris

 

González Salazar, Roque. De Memoria

 

Xicoténcatl Martínez Ruiz

 

México, Universidad Autónoma de Nuevo León, 2012

 

De Memoria es el título de un libro que resulta todo un hallazgo, un título que es en sí mismo invocación prístina de Mnemósine. Este es un texto donde las palabras son referencias personales e históricas, propias y ajenas, cercanas pero que se alejan en perspectiva, como silencio en movimiento, para ser capturadas por la pluma de Roque González Salazar y así quedar insertas en el tejido que construye un lapso de la historia de un país y la vida de un hombre. El recuento de aconteceres no se reduce al ejercicio de la historia personal, tiene fechas, entramados de decisiones que construyen una historia cuyo sabor al final del bocado es una serie de preguntas más profundas que recorren el libro: ¿qué es un ser humano sin su historia personal, sin ser consciente de su existencia en este mundo?, ¿qué es un país sin su memoria colectiva, sin un istor, sin un testigo de acontecimientos?

De Memoria es un trabajo que invita a la doble lectura. Por un lado, hay una historia inamovible de eventos que conciernen a un país y su interacción con diversas naciones, por el otro, está la búsqueda de una concreción lingüística de lo que está ahí, disperso, brillando y alejándose simultáneamente. Esta es la búsqueda de un hombre que indaga al filo de los recuerdos, de los significados, de la perspectiva que otorga el presente respecto al tiempo hecho pasado y, al hacerlo, se arriesga a mirar qué quedará al final del entramado de esta complejidad llamada vida. Es así que Roque González se vuelve un hortelano de la memoria que logra, pacientemente, cultivar los recuerdos e infunde sentido a cada vivencia, a cada recuerdo, como hálito que otorga significado y vida a los pedazos de memoria dispuestos en todo momento a emerger y cobrar vida; que logran quitarnos las noches de descanso y dejar el insomnio como regalo. Cada recuerdo es un racimo de frutos asociados unos con otros, y González Salazar los evoca como actos irrepetibles, dispuestos a reencarnar en una prosa que resiste al tiempo y se objetiva en esta tinta, en este papel. El hortelano consuma su obra en doce capítulos, arrancando un pedazo de trascendencia a la efímera belleza de cada fruto; es así que los capítulos presentan un periplo que inicia y termina en México después de recorrer diversos países.

De Memoria es un documento histórico expresado en una narrativa de eventos diplomáticos y de experiencias en espacios académicos, sin embargo, también trasciende las limitaciones de un relato histórico circunscrito a fechas específicas debido a que el autor logra un diálogo con la naturaleza humana. Este es uno de los méritos del libro. En los primeros capítulos —desde <<Mi cajón de sastre>> hasta <<Vida universitaria>>— se observa cómo diversos eventos quedan entretejidos por este diálogo con lo más íntimo de un ser humano. Así, cada recuerdo resiste a hundirse y perderse en la memoria por lo que el autor busca instaurarlos en una categoría que es posibilidad pura: el presente. El presente del que hablamos es otorgar significado aquí, es tener la posibilidad de reingresar a la biblioteca que es la memoria y suturar lo inamovible desde la visión de un diplomático mexicano que bajo la inspiración —quizá inconsciente— de Herodoto logra mostrar otro ángulo de la historia del país en el siglo XX. Hay un ejemplo de este esfuerzo en un pasaje donde González Salazar, después de 60 años, intenta recordar su discurso ante el Presidente Miguel Alemán en 1952, un estudiante que agradecía la decisión presidencial de ceder terrenos del Campo Militar a la Universidad de Nuevo León para impulsar la expansión universitaria. Es mediante este pasaje que el lector tiene una vislumbre de la naturaleza del texto y la complejidad humana que emerge cuando nos volvemos un istor de nosotros mismos. A 60 años de distancia el orador se ve a sí mismo en un tiempo suspendido buscando recordar su discurso. Él es testigo de sí mismo, una imagen plena de silencio.

Aquí el texto se aleja de un mero recuento de fechas de la historia de México para revelar una tensión entre lo que da sentido al tiempo personal que llamamos vida y el anhelo de trascendencia. Es decir, la tensión inherente entre la naturaleza humana y el hecho de lo que Unamuno vio con claridad y plasmó en Del Sentimiento trágico de la vida: no hay un miedo a la muerte sino a la idea de morir para siempre. Lo que reconcilia esta tensión es la peculiar —y nada común— experiencia de lograr instantes que anuncien algo de eternidad.

Las vivencias narradas aun siendo personales son sociales. Estas son confluencia de eventos compartidos, dicen algo de momentos de coyuntura en la historia del siglo XX y, al mismo tiempo, revelan en retrospectiva el significado de las acciones de un hombre, el que narra, el que recuerda, el que hurga en el cajón de sastre y, al hacerlo, construye sentidos que se renuevan en cada inicio y en cada ceniza: retrospectiva consciente de las decisiones tomadas. <<París, prolongando mis raíces>> es el título de un capítulo donde hay un momento central de este periplo de eventos que hila el libro, el eje es la historia contemporánea y, de nuevo, la revelación de un acto único: indagar acerca de la naturaleza humana. Sin esto no habría posibilidad de hablar de una doble lectura. González Salazar lo hace a través de sus dilemas, desde la visión de un internacionalista, desde sus decisiones enmarcadas en los amaneceres vistos que tiñen inconscientemente la movilidad de un país a otro.

En los capítulos <<París, prolongando mis raíces>> y <<Moscú en carne propia>>, Roque González presenta, con un estilo impecable, un panorama anecdótico de la visión de un sovietólogo en momentos de tensión política y diplomática entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Además de este cúmulo de anécdotas asequibles lingüísticamente para un público general, hay un eje de relaciones que recorre ambos capítulos: el académico-intelectual. Los espacios académicos dan otra posibilidad a la vida diplomática de González Salazar. La docencia, la investigación y una vida académica plena tienen para el autor su centro de gravedad en El Colegio de México y en uno de los pilares intelectuales de esta institución: Daniel Cosío Villegas. El Colegio de México tiene su origen en la Casa de España, creada en 1938 bajo el auspicio del presidente Lázaro Cárdenas. Dos años antes, en 1936, el Instituto Politécnico Nacional veía la luz gracias a la visión del mismo mandatario. Esta cercanía de fechas pocas veces ha sido interpretada como el nacimiento de dos piezas necesarias en la configuración de un proyecto de país, y escasamente han sido analizadas con una visión prospectiva que fomente un diálogo continuo y colaborativo entre ambas instituciones de educación. En 1940 se funda El Colegio de México con el antecedente de la Casa de España, hoy en día tanto el Instituto Politécnico Nacional como El Colegio de México son referentes de posibilidad y guía para la vida académica de México; dos espacios consumados que hoy tendrán que dialogar de una manera más cercana, integral y transdisciplinaria en un llamado similar al contexo que los originó, esto es, la busqueda de mejoras sociales y la capacidad de atender problemáticas actuales que fomenten el desarrollo tecnológico a la par del desarrollo humano. En sus orígenes El Colegio de México tuvo la guía de dos grandes intelectos que inspiran de manera directa el entramado de los momentos más lúcidos que rescata la memoria de Roque González: Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas.

Es en el capítulo <<Un giro hacia la diplomacia>> donde encontramos el fermento de un periodo cercano a cuatro décadas de vida diplomática de González Salazar, y el cual llega a su cúspide en 1988 con el decreto presidencial de Embajador Eminente del Servicio Exterior. El regreso a Moscú en 1972 como Embajador le permite a Roque González coincidir con figuras que hoy integran nuestros libros de historia: el Sha de Irán, Salvador Allende, Fidel Castro y Nixon, entre otros. En diversos pasajes De Memoria describe escenarios de conflicto, los de una nación y los que ocurren en el campo subjetivo. Es así que nuevamente identificamos dos terrenos donde se disputan estos conflictos: el diplomático y el personal. Las tensiones que se expresan son de alguien que comparte la idiosincrasia de cada época y es capaz de re-significarla hasta el punto de revirar, hacer un alto y dar cabida a la inevitable nostalgia por las imágenes y el olor de cada época. Esta nostalgia —por demás benéfica— le permite al autor indagar en las entrañas de la memoria, los sentimientos y el corazón del ser humano. Al hacerlo, González Salazar lleva la experiencia diplomática tejida de nombres, personajes y lugares a una sucesión de adjetivos y adverbios que no es otra cosa sino el intento de capturar la temporalidad, el movimiento, la vida diluyéndose antes de perderse en la memoria.

La coherencia de eventos y el recuento de imágenes alcanzan una sofisticada construcción de tiempos y espacios en el capítulo <<Mi Buenos Aires querido>>. Por un llamado presidencial, González Salazar va de Moscú a Buenos Aires para asumir como Embajador de México en Argentina. Figuras como José Vasconcelos, Antonio Caso y Alfonso Reyes, entre otros, precedieron a Roque González en esa sede diplomática. El capítulo narra una parte central de la historia argentina del siglo XX siendo presidenta María Estela Martínez de Perón, un periodo de crisis politica y social que culminó con un golpe militar. En medio de esta convulsión, el autor describe su interacción con quienes configuraron la literatura latinoamericana del siglo pasado, tal es el caso de Borges quien le dice a González Salazar algo que todo gobierno debería recordar siempre: <<Mire usted, me acabo de enterar que ayer se tomó el acuerdo de mejorar la imagen del gobierno. Me pregunto por qué en vez de mejorar la imagen no mejoran la realidad>> (p.148). La suma de estos momentos de lucidez —como el que Borges provee a González Salazar— en medio de la oscuridad previa al golpe militar, otorga otra forma de mirar un lapso de la historia política y social de América Latina: la de los intelectuales y poetas que capturaron la identidad latinoamericana sin obnubilar la crítica a los sistemas políticos. Un ejemplo de otra perspectiva histórica es la escena de asilados en la sede diplomática mexicana —incluso el ático se volvió albergue—, y González Salazar coordinando desde la logística elemental hasta los asuntos más complejos en este momento de crisis política en Argentina. Todo esto nos lleva a mirar una historia detrás de los muros de la Embajada: escenas de familias salvadas en medio de la incertidumbre que confluye en una imagen, un tanque militar afuera de la Embajada de México en Argentina.

El regreso a México fue una etapa que dio equilibrio a Roque González y una oportunidad de reactivar la vida académica en El Colegio de México, que ya para entonces, bajo la visión de Víctor Urquidí, tenía una etapa de expansión que se concretó en diversos proyectos, entre otros, en la fundación de El Colegio de Michoacán y El Colegio de la Frontera Norte. Estos son proyectos en los que participa González Salazar en medio de un escenario de encuentros con diversos especialistas y jóvenes académicos. Todo esto se esboza en el capítulo <<De la tormenta hacia otros mares>> donde el lector tendrá que acceder con una perspectiva crítica acerca de la historia mexicana de finales de los años 70 y hasta 1988, dos sexenios presidenciales que enfrentaron crisis serias de credibilidad y acción democrática o <<el desvanecimiento del milagro>>, cómo lo nombran Meyer y Aguilar Camín (2010:237).

En 1989 Roque González llega como Embajador de México en Portugal y en 1991 es comisionado como Embajador en el Paraguay. Ambos periodos son narrados con un estilo innigualable que establece un diálogo entre la actualidad donde se escriben las memorias y el pasado pletórico de imágenes ejemplares. Hay una descripción impecable de detalles que sin escala llevan al lector a un panorama donde González Salazar esboza mediante un manojo de pinceladas cómo al concluir su vida diplomática se abre para el autor otra puerta donde se vierte la experiencia y visión estratégica: la educación. Ya entonces el autor participa de manera activa y concreta en el Comité Regional Norte de Cooperación con la UNESCO.

El último capítulo del libro es en realidad un inicio. Los ejes temáticos de la obra se condensan en las reflexiones finales, se vuelven claves de acceso hacia las sociedades que vertiginosamente se transformaron frente a los ojos de quien conoce en carne viva la diversidad cultural. González Salazar entiende la interculturalidad como apertura a la diversidad, como riqueza que en vez de ser un problema —menciona el autor— es una virtud. Muchos son los riesgos al transitar de nuevo por los espacios de la memoria, siempre al borde de desaparecer en soliloquios silenciosos, incapaces de objetivarse en algo más. Hay continuas joyas en este último capítulo, una de ellas más que una simple conclusión es una visión del mundo que trasciende al mismo autor, escribe González Salazar: <<Yo que nací en un mundo de horizontes limitados, aprendí a expandirlos, haciendo siempre nuevos ajustes a mi cartografía personal. Y en una edad madura logré adaptarme a distintas geografías y utilizar diversas lenguas, aunque mi identidad cultural no haya cambiado>> (p. 232). De Memoria ofrece una invitación al lector a andar estos pasajes capturados en tinta, y a sumergirse en el ejercicio de indagar como un testigo en los espacios de la memoria, en el tiempo; queda así en el ejercicio de lectura la posibilidad de fundirnos con un pasado que emerge lúcido y relevante para nuestro presente.

 

Bibliografía

Aguilar Camín, Héctor y Meyer, Lorenzo, (1991/2010). A la sombra de la Revolución Mexicana. México, Ediciones Cal y Arena.         [ Links ]

Unamuno, Miguel de, (1912/2007) Del Sentimiento trágico de la vida. Madrid, Ed. Espasa-Calpe.         [ Links ]

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