Introducción
Las elecciones intermedias suelen verse como ejercicios plebiscitarios en los que se pone a prueba el desempeño del partido gobernante bajo los ojos evaluadores del electorado. Y hay razones suficientes para verlo así en México en los últimos treinta años: en todas las elecciones intermedias, entre 1997 y 2021, el partido gobernante retrocedió tanto en el porcentaje de votación como en el número de curules en la Cámara de Diputados, respecto a sus resultados electorales obtenidos tres años antes. El saldo, en general, ha sido negativo. Solamente en 1991 se registró un avance del partido en el poder en comparación con las elecciones de 1988. Lo que parece estar a prueba en una elección de carácter plebiscitario es el desempeño en un sentido retrospectivo (qué tan bien o mal perciben los votantes que el gobierno ha hecho su trabajo); pero también puede ser el proyecto de gobierno, en un sentido prospectivo (cuánta confianza o desconfianza generan entre los votantes las propuestas y planes del gobierno en turno). Los juicios retrospectivos que los votantes manifiestan a través de las urnas dan pie a una expectativa de que las elecciones democráticas promueven gobiernos responsables y responsivos. Se trata de una perspectiva de las elecciones como mecanismos de accountability. Por su parte, la manifestación de juicios prospectivos en una elección sugiere que los votantes pueden tener una visión de lo que es deseable o correcto y que eso sirva como guía para los gobiernos democráticos. Bajo esta perspectiva, las elecciones son mecanismos que transmiten un mandato de gobierno de parte de los votantes.
Las elecciones de 2021 quizás combinaron ambas perspectivas; ciertos votantes evaluaron retrospectivamente tomando en consideración los avances o retrocesos percibidos durante la primera mitad del gobierno. Y vaya que había elementos de evaluación, como el desempeño gubernamental frente a la pandemia, la situación económica, el desempleo, la inseguridad y el proceso de vacunación, por mencionar algunos. Por otro lado, los votantes pudieron haber expresado apoyo o rechazo al proyecto gubernamental en marcha, y al liderazgo que lo sostiene, con base en las altas expectativas generadas por el presidente desde los comicios de 2018 y hasta el momento de las elecciones. La expectativa de que el liderazgo de López Obrador representa cambios, así como una diferencia sustancial con los gobiernos anteriores marcados por la corrupción y el desdén al pueblo, según la narrativa del propio presidente, tiene un componente no solamente prospectivo, de esperanza, sino también de empatía y de identidades, las cuales han sido movilizadas con aspectos retóricos como son los de pueblo, élites corruptas, y un proyecto a favor de los olvidados por los gobiernos anteriores calificados como neoliberales. No han faltado los referentes identitarios en esas diferenciaciones políticas, como el uso de la etiqueta conservadores. Después de las elecciones, el propio presidente criticó la conducta electoral de una clase media egoísta y aspiracionista.
Cualquiera que sea la lógica o razonamiento detrás de cada voto, las encuestas de salida muestran que las elecciones legislativas de 2021 en México tuvieron como factor explicativo predominante la aprobación presidencial. Eso, en sí, sugiere lo que estaba en juego: la continuidad y fortalecimiento, o en su caso la preocupación y el rechazo, del proyecto de la Cuarta Transformación de López Obrador. La aprobación presidencial no solamente jugó un papel primordial en la decisión de cruzar la boleta por una u otra opción política, sino que fue el factor más influyente en el voto, como veremos más adelante. Lo que más diferenció el voto fue la postura, ya sea favorable o desfavorable, hacia el presidente.
La pregunta que guía este análisis es si las elecciones fueron de carácter plebiscitario o si hay otra manera de interpretarlas. La respuesta depende del significado que atribuyamos a la aprobación presidencial. El sentido común nos dice que la aprobación presidencial es un indicador del desempeño del gobierno o del liderazgo en turno. Bajo esa perspectiva, el peso de la aprobación presidencial en las decisiones electorales reflejaría un voto que se manifiesta como una evaluación de desempeño. Sin embargo, el sentido común no siempre es del todo correcto. Podríamos suponer que la aprobación presidencial también sea una manifestación de apoyo que no necesariamente implica performance, sino que más bien va cargada de empatía y de identidades sociopolíticas. Por ejemplo, la aprobación presidencial suele tener un componente partidario muy fuerte y, en algunos casos, un componente de identidad ideológica también.1 Es posible que, entre los partidistas, la naturaleza evaluativa esté presente en el apoyo al presidente, pero se explica más por otros factores que no necesariamente son resultado de un desempeño percibido. Incluso las respuestas a preguntas de desempeño pueden ser reflejo de los sesgos partidarios y no al revés. La literatura reciente ha identificado claramente el peso de las identidades y referentes grupales en el apoyo político.2 Con un presidente particularmente dado a los discursos identitarios, se amplía la posibilidad de que la aprobación presidencial refleje esos componentes identitarios. Eso nos invita a plantear que el apoyo o rechazo al trabajo del presidente o del gobierno en turno puede ser la manifestación de simpatías políticas e identidades sociales y grupales, y no necesariamente un acto de evaluación racional calculada a lo que el gobierno ha hecho o piensa hacer.
El voto como una manifestación de juicio evaluativo, retrospectivo o prospectivo, o bien como una expresión de identidades sociopolíticas ya se ha discutido de sobra en la literatura sobre comportamiento electoral.3 Sin embargo, proponer una revisión conceptual del indicador de aprobación presidencial no tanto como un factor de evaluación sino como un aspecto de identidad sociopolítica es una tarea hasta ahora, si no ignorada, por lo menos subestimada. El propósito de este artículo es abrir una discusión al respecto y procurar un mejor entendimiento de la variable y de las mediciones de la aprobación presidencial, así como de sus implicaciones en el comportamiento electoral.
Por lo anterior, se examina el rol de la aprobación presidencial en el voto en las elecciones legislativas 2021 y se discute su significado. El análisis se basa en un modelo estadístico convencional del voto con base en una encuesta de salida, o exit poll, realizada a nivel nacional a 2,577 votantes el 6 de junio de 2021. La encuesta estuvo patrocinada por el periódico El Financiero y sus resultados, así como su metodología, fueron publicados en las páginas impresas y en las plataformas digitales del diario el día 8 de junio de 2021. La base de datos, la documentación y el reporte metodológico están depositados en el archivo de encuestas del Instituto Nacional Electoral (INE).
Un modelo convencional del voto
La literatura sobre comportamiento electoral en México y en otros países ha recurrido ya por un buen rato a lo que podríamos denominar un modelo convencional del voto, el cual se compone por variables que son vistas como influencias de largo plazo en la decisión electoral, tales como las sociodemográficas típicas de la escuela sociológica de Columbia,4 así como las de identidad partidaria e ideológica que son características del modelo socio-psicológico de Michigan.5 Y variables de corto plazo, como la influencia de las campañas, la imagen de candidatos, las posturas de los electores ante los temas o issues, así como las evaluaciones retrospectivas sobre el estado de la economía o algún otro aspecto relevante, variables que evocan a los modelos guiados bajo el supuesto de racionalidad de las tradiciones de rational choice.6 A pesar de las tensiones originales entre esas escuelas del comportamiento electoral, los modelos explicativos recientes han seguido una perspectiva ecléctica. Bajo esa lógica se desarrolló aquí un modelo de regresión logística multinomial considerando variables de evaluación ciudadana -como la aprobación presidencial- y aspectos de identidad sociopolítica -como el partidismo y la ideología-. La variable dependiente es el voto, es decir, la opción por la cual se votó el día de la jornada electoral. Ésta se diferenció principalmente por dos bloques de partidos: por un lado, la alianza Va por México, compuesta por el PAN, PRI y PRD, por otro lado, la alianza Juntos Haremos Historia, compuesta por Morena, PVEM y PT. La opción de votar Movimiento Ciudadano u otros partidos se manejó como opciones por separado en el mismo análisis. Los resultados se pueden ver en el Cuadro 1, en el cual se muestran solamente los coeficientes y estadísticas para la comparación PAN-PRI-PRD vs. Morena-PVEM-PT, que son los bloques de principal interés por el momento. Por espacio y por argumentación, el entendimiento del voto por Movimiento Ciudadano u otras opciones en los comicios de 2021 requiere un análisis detallado aparte. El modelo presentado en el Cuadro 1 refleja un proceso de depuración de variables con modelos previamente analizados.
b | s.e. | Wald | Sig. | |
---|---|---|---|---|
Aprobación a AMLO | 1.11 | 0.10 | 136.4 | 0.000 |
Voto AMLO 2018 | 1.73 | 0.17 | 103.6 | 0.000 |
Partidismo: Morenistas | 2.85 | 0.34 | 69.6 | 0.000 |
Ideología: izquierda-derecha | -0.31 | 0.07 | 22.8 | 0.000 |
Sección mixta/rural | -0.40 | 0.19 | 4.4 | 0.036 |
Cuándo decidió su voto | 0.11 | 0.06 | 3.5 | 0.062 |
Escolaridad | 0.00 | 0.09 | 0.0 | 0.998 |
Intercept | -3.34 | 0.61 | 30.3 | 0.000 |
Pseudo R-cuadrada | ||||
Cox&Snell | 0.56 | |||
Nagelkerke | 0.64 |
Fuente: elaboración propia a partir del análisis del exit poll nacional, El Financiero, 8 de junio del 2021.
Los resultados del modelo de regresión muestran que, en términos de impacto estadístico, las variables más relevantes en el voto fueron la aprobación presidencial, haber votado por AMLO en 2018, la identificación partidista y la autoubicación ideológica de izquierda y derecha. De ellas, la estadística Wald sugiere que el mayor impacto en el voto lo tuvo la aprobación presidencial. Las variables están ordenadas en el cuadro de acuerdo con el valor de la estadística Wald, a manera de ranking de impacto. Para ver con más claridad el efecto de estas variables en la votación, hemos derivado las probabilidades de voto del análisis de regresión para mostrar las relaciones gráficamente. El Gráfico 1 muestra el grado de polarización del voto en 2021 según la aprobación presidencial. Los votantes que dijeron “aprobar mucho” el trabajo del presidente López Obrador tenían una probabilidad de 0.85 de votar por el bloque de partidos de la alianza encabezada por Morena, y apenas 0.09 de probabilidad de votar por el principal bloque opositor. Entre los que dijeron “aprobar algo” el trabajo del presidente el escenario estaba más cerrado, aunque era claramente favorable al partido gobernante, con 0.50 de probabilidades de votar por Morena y aliados, y 0.35 por la alianza Va por México. Esto significa que la aprobación blanda, a diferencia de la aprobación fuerte, no era garantía de voto por el partido gobernante. Entre quienes dijeron “desaprobar algo” al presidente, la división de votos luce marcadamente a favor de la alianza opositora, con probabilidades de voto de 0.67 y 0.15 por la oposición y el gobierno. Finalmente, entre quienes dijeron que “desaprueban mucho” el trabajo del presidente, el apoyo de la alianza opositora alcanza una probabilidad de 0.83 y el apoyo a Morena y aliados de apenas 0.05.
Fuente: Exit Poll nacional, El Financiero, 8 de junio de 2021. Análisis del autor. Probabilidades derivadas del análisis del Cuadro 1.
Entre analistas y comentaristas se habló mucho de la polarización política en las elecciones de 2021, y este gráfico deja muy claro que la aprobación presidencial fue un factor en el que se dejaba ver muy bien esa polarización. El voto a favor del partido gobernante fue muy alto entre quienes aprobaban mucho al presidente, mientras que el voto opositor también fue marcadamente alto entre los que desaprobaban mucho al presidente. No hubo “medias tintas”, para utilizar una frase del propio presidente respecto a su proyecto de gobierno, o por lo menos las posturas intermedias no fueron tan visiblemente influyentes en el voto. Sólo como referente para comparación, las diferencias ideológicas de izquierda y derecha también fueron un factor de polarización política muy clara, pero no al grado de la aprobación presidencial. El efecto de ambas variables en el voto fue estadísticamente significativo en 2021, pero el de la identidad ideológica fue un poco menos marcado que el de la aprobación presidencial.
El Gráfico 2 muestra la clara relación que hubo entre el voto y la autoubicación ideológica de los votantes en una escala de izquierda y derecha, una fuerte relación que sin embargo no resultó monotónica en 2021: la extrema derecha generó una cierta distorsión a la expectativa de la relación entre ideología y voto, fenómeno que también amerita un análisis más detallado aparte. Quizás baste, por el momento, proponer que el perfil sociodemográfico de la extrema derecha suele ser de ingresos y niveles de escolaridad más bajos, lo cual provoca que algunos segmentos sociales de esa categoría ideológica sean más sensibles a programas sociales de gobierno o a algún tipo de movilización política electoral a favor del partido gobernante. Ésa sería una posible explicación, aunque, como ya se mencionó, la distorsión del grupo de extrema derecha en 2021 requiere más atención y análisis. A pesar de ello, la identidad ideológica sí fue un aspecto muy significativo en el voto 2021, como se deriva del gráfico y de los datos contenidos en el Cuadro 1. La identidad ideológica importa, como han mostrado análisis de las elecciones presidenciales recientes en México.7
Fuente: Exit poll nacional, El Financiero, 8 de junio de 2021. Análisis del autor. Probabilidades derivadas del análisis del Cuadro 1.
Si consideramos la identidad partidaria, en el análisis se observan resultados mixtos: como sería de esperarse, el partidismo en 2021 fue una fuerte influencia en el voto, pero lo fue especialmente entre morenistas, que cerraron filas en torno a la coalición del partido gobernante, arrojando una probabilidad de voto partidario de 0.91. No fue tan evidente el caso entre los partidarios de los partidos del bloque opositor, entre quienes hubo una mayor probabilidad de deserción hacia otros partidos distintos a los que conformaron la alianza Va por México. La probabilidad de votar por esta fue de 0.71 y 0.72 entre priistas y panistas, respectivamente, y de 0.55 entre perredistas. El comportamiento de los perredistas fue muy similar al de los apartidistas, quienes arrojaron una probabilidad ligeramente mayor a 0.50 de votar por la alianza Va por México y poco menos de un tercio de probabilidades de apoyar a Morena y aliados. Los perredistas lucieron divididos en 2021, pero probablemente más alineados al voto partidista que en 2018, cuando sí se inclinaron más hacia el candidato presidencial del Morena.8 Por su parte, hay que señalar que la conducta de los apartidistas marca un giro importante con respecto a la dirección de su voto tres años antes, en 2018, cuando votaron mayoritariamente a AMLO para presidente y a los partidos de la alianza Juntos Haremos Historia en las elecciones para la Cámara de Diputados. Si acaso hubo un componente evaluativo y plebiscitario en 2021, probablemente lo fue de manera más marcada entre el electorado apartidista. Entre los apartidistas se registró la disminución más marcada de votos por Morena de 2018 a 2021.9 Estos datos sugieren que el partidismo sigue teniendo una fuerte influencia en el voto de los mexicanos, pero la disciplina partidaria no está garantizada. Además, como se señaló anteriormente, en las elecciones de 2021 la aprobación presidencial jugó un papel más importante que el partidismo como factor explicativo del voto.
Fuente: Exit poll nacional, El Financiero, 8 de junio de 2021. Análisis del autor. Probabilidades Derivadas del análisis del Cuadro 1.
¿Quiere decir eso que las elecciones de 2021 fueron plebiscitarias, en el sentido de que la evaluación al gobierno y al presidente fueron el factor más importante detrás del voto? Para responder a esta pregunta debemos de examinar más detalladamente el significado de la aprobación presidencial. Para ello se planteó un modelo explicativo un poco menos convencional, pero que atiende al interés teórico planteado al inicio de este artículo. ¿Es la aprobación presidencial un indicador de evaluación del desempeño, o es un indicador de empatía e identidades sociopolíticas? Trataremos de encontrar respuestas en los datos de la encuesta nacional de salida. La siguiente sección se ocupa de dicho análisis.
Aprobación presidencial: ¿desempeño o identidades?
Para entender mejor el fenómeno planteado, desarrollamos un modelo estadístico de la aprobación presidencial, en este caso, distinguiendo de forma binaria a quienes aprueban y a quienes desaprueban la labor del presidente, sin intensidad en dicha respuesta. Como variables independientes, se emplearon indicadores de desempeño e indicadores de identidades sociopolíticas. Los resultados del análisis de regresión logística se muestran en el Cuadro 2. El modelo mostrado también refleja una depuración de variables de modelos anteriores más extensos, mostrando los resultados más relevantes. En el modelo se distinguen dos tipos de variables principales, las que reflejan evaluaciones de desempeño y las que reflejan identidades sociopolíticas. También se manutuvieron algunas variables demográficas como control.
b | s.e. | Wald | Sig. | |
---|---|---|---|---|
Desempeño | ||||
Rumbo del país | 1.80 | 0.19 | 89.5 | 0.000 |
Evaluación de la vacunación | -0.46 | 0.11 | 18.6 | 0.000 |
Evaluación de la seguridad | -0.52 | 0.12 | 17.8 | 0.000 |
Evaluación de la economía | -0.20 | 0.12 | 2.9 | 0.088 |
Evaluación de la corrupción | -0.13 | 0.11 | 1.4 | 0.244 |
Recibió la vacuna anticovid | 0.07 | 0.14 | 0.3 | 0.616 |
Se contagió de covid | 0.05 | 0.14 | 0.1 | 0.750 |
Identidades sociopolíticas | ||||
A favor o en contra de la 4T | 1.50 | 0.17 | 75.8 | 0.000 |
Partidismo: Morenista | 1.52 | 0.31 | 24.1 | 0.000 |
Ideología: izquierda-derecha | -0.22 | 0.06 | 15.4 | 0.000 |
Demográficos | ||||
Beneficiario de programas sociales | -0.01 | 0.15 | 0.0 | 0.972 |
Escolaridad | -0.43 | 0.07 | 40.8 | 0.000 |
Constante | 3.36 | 0.56 | 36.0 | 0.000 |
Pseudo R-cuadrada | ||||
Cox&Snell | 0.46 | |||
Nagelkerke | 0.63 | |||
Porcentaje de predicción correcta | 85.0 |
Fuente: Exit Poll nacional, El Financiero, 8 de junio de 2021. Análisis del autor.
Según este análisis, hay variables que pueden considerarse de desempeño y se relacionan significativamente con el voto, en particular la opinión de si el país va por buen o por mal camino. Las evaluaciones del desempeño de gobierno en materia de seguridad y vacunación también arrojan coeficientes muy significativos, aunque más modestos que el que se refiere al rumbo del país. Curiosamente, el manejo de la economía y de la corrupción no resultaron significativos, así como tampoco indicadores de si los votantes sufrieron contagios de la Covid-19 durante la pandemia o si ya habían recibido la vacuna. Si bien no todas las variables que representan evaluaciones de desempeño arrojan resultados estadísticamente significativos, por lo menos algunas de ellas sí y en un sentido muy claro. La conclusión es que la aprobación presidencial sí refleja evaluaciones de desempeño: a mejor desempeño percibido mayor aprobación al presidente. Aquí suponemos, por supuesto, que esas variables efectivamente reflejan evaluaciones de performance, aunque puede hacerse la crítica de que son endógenas a la postura respecto al presidente. Esa discusión la dejaremos de lado por el momento, pero regresaremos a ella más adelante.
Por otro lado, se incluyeron tres variables de identidades sociopolíticas en el análisis y las tres muestran una relación significativa con la aprobación presidencial: la identificación partidista y la identidad ideológica arrojan coeficientes muy significativos estadísticamente, aunque la postura hacia la Cuarta Transformación ejerce un efecto todavía más fuerte. Éste es un aspecto identitario muy particular de los tiempos del gobierno de López Obrador, quien específicamente ha llamado a la ciudadanía a tomar una postura clara frente a su proyecto de gobierno, sin “medias tintas”: o se está a favor o se está en contra. Esta segregación de grupos pro y anti 4T se volvió un referente identitario muy importante, al menos por lo que se vio durante los tres primeros años de gobierno de AMLO.
En el análisis, las variables que mantienen la relación más estrecha con la aprobación presidencial son la opinión sobre el rumbo del país (performance) y la postura ante la 4T (identidad sociopolítica), una de cada lado de las perspectivas puestas a discusión en este artículo. Esto indica que la aprobación presidencial sí refleja aspectos de desempeño, pero, como se ha sugerido aquí, también incorpora elementos de identidades sociopolíticas. El modelo muestra dos variables agrupadas como sociodemográficas, aunque una de ellas bien podría ser de desempeño: los beneficiarios de programas sociales. Ésta, de manera, interesante no arrojó una relación estadísticamente significativa con la aprobación presidencial, una vez controlada por otros factores. La otra es el nivel de escolaridad, la cual no mostraba una relación estadísticamente significativa en el modelo de voto, pero sí en el de la aprobación presidencial. De hecho, considerando la estadística Wald, la escolaridad luce como el tercer factor más importante que se relaciona con la aprobación presidencial, después del rumbo del país y de la postura hacia la 4T, y ciertamente por encima del partidismo y la ideología. Tal es un indicio indirecto de que la clase media a nivel nacional no parece haber sido un factor tan diferenciador del voto, sin embargo sí lo es en cuanto a las opiniones y actitudes del electorado hacia el presidente.
Antes de continuar examinando la relación de las variables de desempeño y las variables de identidad sociopolítica con la aprobación presidencial, vale la pena mencionar que las medidas de bondad de ajuste tanto del modelo de voto como del modelo de la aprobación al presidente son bastante buenas, arrojando pseudo R-cuadradas entre 56 y 64 por ciento en el caso del modelo de voto y entre 46 y 63 por ciento en el caso del modelo de la aprobación presidencial. Si bien este último modelo podría incorporar otros aspectos adicionales, el cuestionario de la encuesta de salida ofrece los suficientes para poner a prueba las hipótesis de desempeño e identidad que nos lleven a evaluar si las elecciones de 2021 fueron plebiscitarias o identitarias.
Veamos ahora algunas ilustraciones gráficas derivadas del modelo mostrado en el Cuadro 2. Los datos en el Gráfico 4a y 4b nos permiten comparar el impacto de las dos principales variables de desempeño y de identidad sociopolítica: la evaluación sobre el rumbo del país y la postura ante la cuarta transformación. Al igual que en los análisis gráficos anteriores, los datos son probabilidades derivadas del análisis de regresión, en este caso la probabilidad de aprobar el trabajo del presidente de la República.
Fuente: Exit Poll nacional, El Financiero, 8 de junio de 2021. Análisis del autor. Probabilidades derivadas del análisis del Cuadro 2.
Como puede apreciarse, la relación que guardan esas dos variables de desempeño e identidad sociopolítica con la aprobación presidencial es muy similar, con diferencias mínimas, como ya se preveía con los datos mostrados en el Cuadro 2. De nuevo, esto sugiere que la aprobación presidencial sí refleja evaluaciones de desempeño, pero también elementos de identidad sociopolítica.
Previamente habíamos mencionado el cuestionamiento sobre la causalidad en todo esto (si la aprobación al presidente no es en realidad lo que mueve a las opiniones y posturas de desempeño e identidad) y hasta qué punto son relaciones endógenas y por ello altamente correlacionadas entre sí. Se trata de una preocupación metodológica legítima, pero hasta cierto punto poco relevante para nuestra discusión. Lo que realmente importa es el hallazgo de que la aprobación presidencial sí refleja, tanto una como a la otra, evaluación de desempeño y la identidad sociopolítica. En ese sentido, el peso de la aprobación presidencial en el voto 2021 le da un carácter plebiscitario a las elecciones, pero, por lo visto en este último análisis, también le da un carácter eminentemente identitario. El voto es, efectivamente, un mecanismo de accountability, pero también es una expresión de las identidades sociales y políticas de las personas. Ambas son características valiosas en la democracia y su manifestación tiene un lugar central en la competencia política electoral.
Las elecciones, al decidir por medio del voto colectivo quién gobierna, lo hacen tomando en cuenta la lógica del premio y castigo por desempeño, pero también la lógica de la representación política: quién consideran los votantes que representa mejor sus identidades sociales y políticas, por no decir culturales y valorativas. Al decir esto último, se abre la interrogante de qué otras identidades no incluidas en la encuesta de salida ejercen una influencia importante tanto en las preferencias electorales como en la aprobación presidencial.
Antes de cerrar la discusión, veamos brevemente la relación con las otras variables de desempeño y de identidad sociopolítica. Los Gráficos 5 y 6 muestran la probabilidad de aprobar la labor del presidente según la evaluación del manejo del gobierno en distinto rubros como la economía, la inseguridad, la corrupción y la vacunación (este último es un tema específico de las elecciones 2021), por un lado, y la probabilidad de aprobar la labor del presidente según la identificación partidista y la identidad ideológica. Las probabilidades se derivan del análisis de regresión mostrado en el Cuadro 2.
Fuente: Exit Poll nacional, El Financiero, 8 de junio de 2021. Análisis del autor. Probabilidades derivadas del Cuadro 2.
Fuente: Exit Poll nacional, El Financiero, 8 de junio de 2021. Análisis del autor. Probabilidades derivadas del análisis del Cuadro 2.
Las probabilidades mostradas en el Gráfico 5 indican que los distintos rubros de evaluación de gobierno arrojan una relación monotónica con la aprobación presidencial. Entre mejor se evalúa el desempeño gubernamental en cada uno de los rubros, la aprobación al presidente es mayor. Esta dimensión evaluativa de la aprobación presidencial contrasta con la dimensión identitaria mostrada en el Gráfico 6. La identidad ideológica mantiene una estrecha relación con la aprobación presidencial, al igual que con el voto, aunque en este caso no se observa una relación monotónica: el segmento de extrema derecha nuevamente muestra cierta distorsión pendiente de explicar. En el caso de la identificación partidista, los resultados están en línea con lo esperado: los morenistas son los que más aprueban al presidente, casi de forma unánime, mientras que panistas y priistas son los que menos lo aprueban. Las bases partidarias de la aprobación están muy bien delineadas, como ya se venía reportando desde tiempo atrás en la literatura sobre comportamiento electoral en el país.10 Sin embargo, los perredistas se muestran más empáticos con el presidente morenista que lo que se esperaría, dada su participación en la alianza opositora. Aquí tanto el pasado político de López Obrador (su liderazgo en el partido, sus candidaturas presidenciales previas y sus movilizaciones sociales), como las orientaciones ideológicas (las afinidades de izquierda) parecen pesar más en esto que el partidismo. Finalmente, los apartidistas aparecen como el fiel de la balanza, registrando una probabilidad de aprobar al mandatario federal en 0.51, apenas una mayoría.
Discusión
La oportunidad que ofrece la encuesta nacional de salida de El Financiero para poner a prueba este tipo de modelos estadísticos, no solamente de voto sino también de aprobación presidencial, nos permite ver que esta última variable, generalmente considerada como un indicador de desempeño, efectivamente refleja consideraciones de evaluación, pero también, y casi en igual medida, refleja identidades sociopolíticas. El análisis aquí mostrado contó con datos de ambas esferas conceptuales para poner a prueba la pregunta de si la aprobación es evaluativa o identitaria. Más allá de que haya preguntas que quedan sin responder (relativas sobre todo a la dirección de la causalidad y la endogeneidad), lo que queda claro es que la aprobación presidencial tiene un poco de ambas: elementos de evaluación y aspectos de identidad grupal. Se trata tanto de la manifestación de satisfacciones e insatisfacciones ciudadanas, así como de las pasiones grupales, por no decir tribales, con implicaciones políticas. Los resultados del análisis nos invitan a poner más atención en tratar de medir esas pasiones e identidades, y valorar el papel que juegan en la política democrática de hoy en día. La polarización política de la que tanto se habla es tan probable o más de reflejar identidades grupales que evaluaciones racionales calculadas.
Esa última premisa va a tono con la sugerencia de Achen y Bartels de revisar nuestros modelos de comportamiento político convencionales y mirar con mayor detalle a la naturaleza grupal e identitaria de los electorados masivos. No se trata solamente de descartar el modelo de conducta retrospectiva de premio y castigo, sino de incorporar y valorar el peso de las identidades grupales en una era donde ciertamente éstas son un recurso sujeto a la movilización y a la retórica política. Como Achen y Bartels señalan, la teoría retrospectiva implica que “los ciudadanos sean capaces de evaluar si los tiempos han sido buenos o malos bajo el actual gobierno. Suena simple pero no lo es”.11 Llama la atención que en unas elecciones como las de 2021 en México, en las que el electorado llega a las urnas con crisis de salud, crisis económica y crisis de inseguridad atenuadas, el factor desempeño no haya pesado significativamente más que los aspectos identitarios y de referentes grupales. ¿Se trata de una retrospectividad miope o incluso ciega, como la llaman Achen y Bartles, o hay algo más? La evidencia mostrada aquí nos dice que hay mucho más, una caja negra de identidades de las cuales hasta ahora los estudios de voto en nuestro país solamente han examinado de manera exhaustiva dos de ellas: la identidad partidaria y la identidad ideológica. Ambas son muy importantes porque en torno a ellas se ha organizado mucho de la actividad y las ideas políticas. Pero es factible que no sean las únicas, y también es factible que en nuestros días otros referentes identitarios estén ganando terreno. Por lo pronto, el análisis aquí desarrollado muestra que la postura hacia la 4T es predominante, incluso ejerciendo una mayor influencia en la aprobación presidencial que el partidismo o la orientación ideológica. La postura hacia la 4T probablemente encapsuló otros aspectos de identidad social y política: el pueblo vs. las élites; el movimiento lopezobradorista vs. los neoliberales y conservadores; los chairos y los fifís; la clase media vs. la clase trabajadora, o algunos otros aspectos identitarios de la retórica política cotidiana. Hay que recordar, por cierto, que las identidades sociopolíticas no son solamente aquellas que eligen las personas, sino también las que se atribuyen.12 Ambas esferas de la identidad, la propia (cómo se ve uno) y la atribuida (cómo lo ven a uno), pesan en la arena política.
Al argumentar que la aprobación presidencial fue el factor explicativo más importante de las elecciones de 2021 es inevitable pensar en la naturaleza plebiscitaria de las elecciones intermedias. El retroceso en porcentaje de votos y en número de curules es muy sugerente del voto de castigo. Queda pendiente rescatar datos de otras elecciones intermedias anteriores para determinar si el efecto de la aprobación presidencial ha sido similar o ha cambiado. Pero el punto central del análisis no es tanto el peso de la aprobación presidencial en el voto, sino abrir una discusión acerca de lo que significa o lo que debemos entender con el indicador de aprobación presidencial. Así como el voto puede ser un reflejo de las evaluaciones de cómo van las cosas y un reflejo de las identidades, tanto las cristalizadas en el largo plazo como las de reciente evolución, la aprobación presidencial también incorpora algo de ambas esferas. El presidente puede ser visto como el responsable del rumbo del país, pero también como un referente de identidad social que apela más a la emoción que a la razón. Quede pues la agenda de investigación abierta en ese sentido. Hace falta ahondar en un mejor entendimiento de la aprobación presidencial, y hace falta revalorar el peso de ésta en las elecciones, tanto en las intermedias como en las presidenciales.