Cerca de la medianoche del 7 de septiembre de 2017 (08/09/2017, 04:49:17 UTC) ocurrió uno de los sismos más grandes registrados instrumentalmente en México. La magnitud estimada (Mw=8.2) es solo comparable con el sismo de 1932 ocurrido en las costas de Jalisco y Colima.
En este caso la ruptura ocurrió en el golfo de Tehuantepec aproximadamente a unos 150 km de la costa del estado de Chiapas.
Su magnitud no fue la única sorpresa, su mecanismo focal y la profundidad reportada mostraron que no se trataba de un sismo de subducción sino un sismo de fallamiento normal (asociado a un régimen extensivo). Los daños provocados fueron cuantiosos especialmente en el Istmo de Tehuantepec y en la zona costera de Chiapas. Afectaciones importantes fueron reportadas aún a cientos de kilómetros como en las ciudades de Villahermosa y Puebla. El sismo provocó el lamentable deceso de 96 personas en su mayoría fallecidos en la ciudad de Juchitán.
Los protocolos de Protección Civil fueron activados y la atención a víctimas y población afectada fue un tema central por varios días. La sociedad civil también se organizó para recabar ayuda humanitaria y enviarla a las zonas más afectadas.
En este marco y como cada año, 12 días después, el 19 de septiembre, se recordaba con tristeza el terremoto que marcó la historia de la Ciudad de México en 1985. Como parte de un simulacro de sismo, a las 11:00 de la mañana sonaron, en la CDMX y en otros estados de la República Mexicana, las alarmas usadas para difundir el sistema de alerta sísmica. Nadie en ese momento podría imaginar que dos horas después, a las 13:14 (19/09/2017, 19:14:39), ocurriría un temblor que nuevamente afectaría notablemente a esta megalópolis y a un número muy importante de ciudades y poblaciones de los estados de Morelos, Puebla y Estado de México.
Ante la relevancia de estos dos sismos, la revista Geofísica Internacional invitó a la comunidad científica a presentar trabajos en una amplia gama de aspectos relacionados con ambos sismos. Los trabajos serán publicados en una sección a lo largo de algunos números del presente año.
Los editores encargados agradecen la invitación y esperan que la comunidad científica relacionada con los temas discutidos se enriquezca y motive con la información y discusiones vertidas en los trabajos publicados.
Arturo Iglesias Mendoza