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Foro internacional

Print version ISSN 0185-013X

Foro int vol.56 n.3 Ciudad de México Jul./Sep. 2016

 

Reseñas

Pippa Norris, Making Democratic Governance Work: How Regimes Shape Prosperity, Welfare and Peace

Fiacro Jiménez Ramírez

Norris, Pippa. Making Democratic Governance Work: How Regimes Shape Prosperity, Welfare and Peace. Nueva York: Cambridge University Press, 2012. 281p.


Poco consenso se ha alcanzado respecto a los beneficios y efectos prácticos que la gobernanza democrática tiene en el desarrollo de las naciones. Dentro de este debate se sitúa el trabajo de Norris. Si bien su aportación no es innovadora en términos teóricos, sí logra conjuntar de manera novedosa las ‒aparentemente‒ corrientes contrapuestas bajo la teoría conjunta. Así pues, partiendo de la cuestión sobre qué efecto tienen los regímenes en la prosperidad económica, el desarrollo humano y el dividendo de paz (p. 3), la propuesta central del libro es simple: para desarrollar de forma óptima estos tres indicadores de la seguridad humana es necesario, aunque no suficiente, promover el desarrollo simultáneo de instituciones democráticas y capacidades estatales (p. 39).

El libro se divide en dos partes, sin contar introducción y conclusión. Primero se plantea el marco teórico y metodológico por medio del cual se seleccionan los casos por estudiar; después se elabora un análisis de métodos mixtos -en el que se utilizan pruebas de muestra grande y muestra pequeña, con el fin de reducir las desventajas de cada una- sobre el efecto que el tipo de régimen tiene en las tres variables principales: prosperidad, bienestar y paz.

El libro presenta tres corrientes actuales que tratan de explicar el papel de los regímenes en el desarrollo de las naciones: la estructuralista, la promotora de la democracia y la estatista. Tras valorarlas, la autora termina por reducir cada una a sus conceptos esenciales, para incorporarlas en el modelo de la teoría conjunta.

La primera corriente postula que el efecto de la democracia sobre la seguridad humana es mínimo, dado que, según la teoría de la modernización, el tipo de régimen es producto de las condiciones estructurales de cada sociedad.1 El desarrollo de las naciones se debe a factores fijos o de larga duración, como las regiones geográficas, tradiciones culturales o a distancias de los mercados internacionales.

La segunda corriente argumenta que se obtendrá mayor progreso si se fomenta el desarrollo de las instituciones democráticas por medio de elecciones multipartidistas regulares, que favorezcan la responsabilidad de los funcionarios públicos (Meltzer y Richard). Se arguye que también es necesario establecer marcos de control sólidos que incluyan frenos y contrapesos constitucionales. Además, en sociedades con fricciones internas, es necesario establecer sistemas que favorezcan el consenso y la distribución de poder entre las distintas fuerzas políticas, para ayudar a aliviar las tensiones sociales (Lijphart).

Según, la tercera corriente, el establecimiento prematuro de instituciones democráticas ‒por ejemplo, elecciones multipartidistas‒ en nuevos regímenes democráticos puede provocar desestabilidad social, crear conflictos internos y debilitar la capacidad estatal (Huntington). Por esto se propone, en concordancia con las nuevas ideas del Banco Mundial, fomentar primero la "buena gobernanza" mediante el imperio de la ley, para asegurar la propiedad privada y promover las inversiones extranjeras y desarrollar burocracias modernas eficientes en los términos weberianos.

Según Norris, una de las causas por las cuales no se han alcanzado resultados concluyentes sobre los efectos de la gobernanza democrática es la falta de constancia en las mediciones entre los estudios de las diferentes corrientes y disciplinas (pp. 34-35). Para resolver este problema, la autora elabora una cuarta teoría que incluye elementos de las tres corrientes mencionadas arriba por medio de una tipología propia con la cual clasifica a los regímenes ‒marco básico para gobernar la nación-Estado dentro de sus límites territoriales, de acuerdo con la concepción eastoniana2- según su capacidad estatal y nivel de liberalismo democrático.

Para construir el primer concepto de la tipología, Norris recurre a la teoría weberiana de tipos puros y divide a los Estados modernos en regímenes burocráticos o clientelares;3 y toma como fuente las bases de datos del Instituto del Banco Mundial y el Political Risk Service Group. Para fundamentar la construcción del tipo democrático utiliza los conceptos de liberalismo con los que R. Dahl estudia las poliarquías.4 Dicha clasificación se basa en características esencialmente procedimentales que se concentran en la evaluación del proceso y las instituciones centradas en la toma de decisiones (p. 52), por lo que utiliza las bases de datos de Polity IV y Freedom House.

Al aplicar estas categorías presenta la siguiente tipología (p. 39):

Aquí, según la hipótesis de la teoría conjunta, las democracias burocráticas tendrían el mejor desempeño, las autocracias burocráticas y las democracias clientelares tendrían desempeños variados dependiendo de los factores estructurales y las autocracias obtendrían el peor desempeño.

Una vez establecida la tipología de los regímenes, Norris evalúa el efecto de la gobernanza y el de la democracia sobre cada variable mediante estudios de panel longitudinales a nivel global con aproximadamente doscientos países. Los estudios comienzan a partir de la década de 1970 y tienen longitudes de aproximadamente 32 años, según la disponibilidad de datos (p. 16). Los indicadores del régimen y los efectos en la variable dependiente se compararon con retraso de un año para reducir los efectos de la posible endogeneidad y causalidad recíproca entre las variables;5 asimismo, con fundamento en la corriente estructuralista, incluye variables de control de tipo económico, geográfico, social, cultural y tendencias globales.

Paralelamente, en cada variable también realiza estudios de casos comparados entre dos sociedades con condiciones estructurales semejantes, pero con regímenes divergentes, para dar más precisión al proceso mediante el cual las variables independientes afectan en los distintos escenarios. Ejemplos de esto son las comparaciones entre Haití y la República Dominicana en la prosperidad económica o de Botsuana y Zambia respecto a su desarrollo humano. Los resultados obtenidos en todas las pruebas comprueban cómo la democracia liberal y la gobernanza son teórica y empíricamente distintas.

En el capítulo final, la autora analiza los datos obtenidos en todas las pruebas; la evidencia apunta fuertemente en la dirección de lo propuesto por la teoría conjunta. Cuando se analizan simultáneamente democracia liberal y capacidad estatal, ambas emergen como factores significativos del crecimiento económico (p. 189). De la misma forma, las dos variables parecen tener efecto positivo en el desarrollo humano, particularmente en ciertos aspectos como longevidad, igualdad de género en la educación, acceso a la educación secundaria y mortalidad infantil (p. 191). Por último, la gobernanza burocrática resulta un factor importante en amortiguación de los conflictos internos, aunque la democracia no parece ser significativa, con la excepción de los casos en que instituciones que distribuyan el poder estén presentes, lo cual parece confirmar la tesis de Lijphart.

Esta investigación resulta valiosa por varios motivos. Por un lado, la teoría conjunta, más que presentar una alternativa al debate actual sobre el efecto de los regímenes en el desarrollo humano, demuestra cómo las corrientes actuales no son excluyentes, y que unificarlas de manera más profunda podría resultar valioso. Por otro, como Norris expone en las últimas páginas, el apoyo a los sistemas de gobierno democráticos se ha vuelto generalizado a nivel global, según la encuesta World Values Survey (pp. 193-195); no obstante, lo que se entiende por democracia varía entre los entrevistados. Es cierto que en las naciones tradicionalmente democráticas generalmente se identifican los valores clásicos liberales con el concepto de democracia. Sin embargo, principalmente en países donde no gobiernan regímenes democráticos, muchos de los valores que se identificaron con la democracia giraron en torno a la calidad de vida y el desarrollo económico. En este aspecto Norris hace su aportación más notable. La democracia cuenta con fuertes fundamentos éticos y morales; empero, respecto a sus beneficios prácticos, el debate sigue abierto y gira particularmente en un plano teórico. La teoría conjunta se fundamenta en elementos teóricos previos, pero, lo más importante, presenta sólidos datos empíricos mundiales en favor de la democracia.

Sin embargo, hay que recordar que, si bien el objetivo de esta investigación era comprobar el efecto de los regímenes en el desarrollo humano, el interés de Norris gira en torno a cómo deben actuar los agentes internacionales respecto a la ayuda que otorgan las nuevas naciones. En este aspecto la teoría unificadora tiene ciertas deficiencias. A pesar de que desde los primeros capítulos Norris advierte que la teoría unificadora no es la receta absoluta que presente los pasos a seguir para conseguir desarrollo óptimo en todos los casos, y aun si se considera el fácil manejo que presenta de enormes cantidades de datos, lo cierto es que el libro avanza poco en torno a cómo debe procederse para mejorar el crecimiento económico, el desarrollo humano o el dividendo de paz en casos específicos.

Parte de la conclusión central es que en cada situación debe analizarse el sistema en cuestión y favorecer sus necesidades específicas. Sumado a esto, dada la limitación de los recursos (como se plantea claramente en la introducción del libro), las agencias tanto internacionales como locales no pueden asignar recursos suficientes que impulsen, al mismo tiempo y de manera óptima, la democracia y la capacidad estatal. ¿Debe entonces preferirse invertir en ambos insuficientemente o depende de cada caso? Esta incertidumbre respecto a los casos particulares reduce el valor de la teoría conjunta para los planeadores de políticas públicas, pues resulta de poca ayuda, en el mejor de los casos.

Y, en este mismo aspecto, Norris parece dejar de lado una cuestión fundamental: la democracia se ve afectada por la capacidad estatal. A lo largo del trabajo estas dos variables se tratan como independientes y se analizan sus efectos en el desarrollo humano; pero, como ya ha mencionado Tilly,6 el nivel de democracia y las transiciones exitosas hacia ésta, en regímenes jóvenes (que, cabe recordar, es uno de los intereses detrás de este libro), dependen tanto de la capacidad estatal cuanto de la extensión en que se protege la consulta ciudadana.7 Si bien Norris menciona que existe cierta tensión entre democracia y capacidad estatal haciendo referencia a Tilly (p. 10), el debate queda sin ser trabajado a profundidad.

No obstante, más allá de estas limitaciones, Making Democratic Governance Work es un trabajo académico sumamente interesante con estructura clara y fácil de seguir. El amplio manejo de teorías políticas y distintas metodologías resulta una valiosa adición en términos de aprendizaje para cualquiera que esté interesado en los temas de democracia y gobernanza, mientras se tengan ciertos conocimientos de procedimientos cuantitativos. En suma, se trata de una excelente contribución al campo académico de las ciencias sociales.

1Véase Seymour Martin Lipset, Political Man, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1981, pp. 1-24.

2Para la concepción del sistema político entero, véase David Easton, "An Approach to the Analysis of Political Systems", World Politics, 9, 1957, pp. 383-400.

3Para las características específicas de las burocracias modernas, véase Max Weber, "Politics as a Vocation", en H. H. Gerth y C. Wright Mills (eds.), From Max Weber: Essays in Sociology, Londres, Routledge, 1991, pp. 77-129.

4Las características liberal democráticas de las poliarquías en Robert A. Dahl, Polyarchy: Participation and Opposition, New Haven-Londres, Yale University Press, 1971, pp. 13-25.

5Este podría ser el caso que se presenta contrariamente en la tesis clásica de Seymour Lipset, donde las democracias se dan más favorablemente después de cierto desarrollo económico y no a la inversa, como es la propuesta de Norris. Véase Seymour Martin Lipset, "Some Social Requisites of Democracy: Economic Development and Political Legitimacy", The American Political Science Review, 1, 1959, pp. 69-105.

6Para la relación entre capacidad estatal y el proceso de democratización véase Charles Tilly, "Processes and Mechanisms of Democratization", Sociological Theory, 18, 2000, pp. 1-16.

7Definida como "el grado en que los participantes políticos ejercen control colectivo vinculante sobre agentes gubernamentales, recursos y actividades" en Charles Tilly, "Inequality, Democratization, and De-Democratization", Sociological Theory, 21, 2003, p. 38.

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