Introducción
Las prácticas rituales que involucran el sacrificio humano y la manipulación póstuma del cuerpo son comunes a lo largo del tiempo y del espacio en el Área Maya. Es relativamente desconocido lo ocurrido durante el Posclásico Temprano, tanto a nivel arqueológico como en las fuentes etnohistóricas, en comparación con el Clásico y el Posclásico Tardío (Serafín y Peraza, 2007; Nájera, 1993). En general, durante el Posclásico las investigaciones sobre el tema se concentran mayormente en las Tierras Bajas del norte y del sur (Gómez et al., 2003; Medina y Sánchez, 2007; Anda, 2007; Serafín y Peraza, 2007).
Chiapas es un buen ejemplo del patrón mortuorio en las Tierras Altas del Sur durante el Clásico y el Posclásico. Esta región destaca por la abundancia en depósitos secundarios y/o osarios masivos sin quedar clara la intencionalidad de algunos de ellos. Primeramente, mencionamos los osarios recuperados en cuevas y abrigos rocosos de la depresión central de Chiapas: Moxviquil, Huxtal, San Felipe, Cueva del lago lacandón, donde Blom (1954) reporta huesos largos y cráneos junto con fragmentos de vasijas o piezas completas, entre otros materiales arqueológicos que fecha para el Clásico. Como segundo ejemplo tenemos el osario de Lagartero, también en la Depresión central de Chiapas, con evidencias antrópicas relacionadas con la práctica del sacrificio: extracción cardiaca, traumatismos craneales en hueso fresco, cortes y exposición térmica (Rivero, 2009; Ruiz, 2012). Otros son los osarios reportados en grietas y abrigos rocosos al norte de Mensabäk, zona lacandona, datados para el Posclásico Tardío y la Conquista. El patrón consiste en restos óseos aislados en superficies, por posibles saqueos. Dentro de estos osarios se presentan marcas antrópicas que pudieran referir a la práctica del desollado y la decapitación (Cucina, Tiesler y Palka, 2015).1
Finalmente destacamos el sitio de Toniná por albergar varios de estos depósitos masivos. En dicha ciudad se han localizado cuatro grandes osarios ubicados en la quinta plataforma de la Acrópolis: templos 12, 13, 15 y en la escalinata central de acceso a esta terraza (Yadeun, 1991, 2003, 2005); posiblemente fueron espacios de despojos de restos sacrificiales durante todo el Posclásico, con grandes cantidades de restos óseos, como proponemos que pudo ocurrir con el osario de la estructura 15. Merece especial atención la quinta terraza de la Acrópolis, debido a su sentido ceremonial que le confiere el Mural de las Cuatro Eras, el Altar Rojo y otros altares. Tales despliegues arquitectónicos fueron de gran importancia seguramente para que la corte real y no real llevarán a cabo su ceremonial y rituales necesarios para el bienestar de la entidad política. La quinta terraza fue un espacio de muerte durante el Clásico y el Posclásico, tanto para el entierro de personas distinguidas de la corte como para llevar a cabo el cruento performance del sacrificio humano y desechar los despojos de las víctimas.2 Así, la finalidad de este trabajo es evidenciar la práctica del sacrificio humano y la manipulación póstuma de cientos de víctimas despojadas en la estructura 15 de esta antigua ciudad tzeltal.
La entidad política de Toniná y sus interacciones culturales
La antigua ciudad de Toniná se ubica en el valle de Ocosingo, en la altiplanicie central del complejo relieve chiapaneco, entre una zona de transición de las montañas del oriente y la meseta central. Se extendía de manera paralela a la amplia cadena montañosa de la Sierra Norte de Chiapas, localizada al noreste, esto es, habría limitado al norte con Palenque, al noreste con Pomoná, al este con Piedras Negras, Bonampak y Sak T’zi-Plan de Ayutla. Hacia el sur aún es incierto si el vecino más cercano era Chinkultic o Santa Elena Poco Uinic (Taladoire, 2015, 2016, 2017). De acuerdo con los trabajos realizados por la Misión Arqueológica Francesa se ha podido establecer una ocupación continua en el valle desde el Preclásico hasta el Posclásico Tardío, tanto en Toniná como en sitios aledaños (Becquelin y Baudez, 1982: vol. 3, 351).3
Con base en las evidencias arqueológicas se puede atestiguar que el patrón de asentamiento en el valle de Ocosingo fue dinámico a través del tiempo. Si bien obedece a factores naturales o estratégicos, mayormente está influenciado por aspectos económico-políticos entre las sedes de poder que cambiaban de un lado a otro. Parece que el patrón de asentamiento en el valle obedeció a aspectos topográficos, debido a que gran parte de los sitios están ubicados sobre las lomas areniscas y/o en las vertientes, fuera de las zonas bajas inundables. Hacia el periodo Preclásico (fase Wach), los asentamientos se ubicaban en las planicies, cerca de los ríos del valle, tal es el caso de Mosil C y Toniná Norte, y también en las faldas de las lomas, como es Toniná, Chix y Laltic.
A partir del Clásico Tardío, con la fase Ixim, el valle se encuentra totalmente ocupado, con mayor densidad hacia la ribera izquierda del río Jataté. Los centros mayores de esta fase como Chamumún y la mayoría de los menores se establecen en la ribera derecha del Jataté. Ya hacia el Posclásico el asentamiento se mueve hacia la parte alta meridional del valle; finalmente, la ocupación humana queda establecida hacia los Altos de Chiapas (Taladoire, 2017: 156).
Las poblaciones de los Altos de Chiapas tuvieron una ocupación predominantemente hacia el Clásico Tardío y Posclásico Temprano, la primera época coincide con el colapso maya de las Tierras Bajas. Esta transición Clásico Tardío-Posclásico Temprano condujo a una serie de cambios en estas poblaciones, que impactaron en su organización social y política, así como en sus redes de intercambio, provocando movimientos poblacionales hacia muchas áreas vecinas (Paris y López, 2017: 44). Tal permanencia y ocupación de varios sitios después de la transición del Clásico Terminal al Posclásico Temprano puede deberse a la red de pequeñas entidades políticas distribuidas en las elevaciones topográficas, que parecen haber sido autónomas. Actualmente no hay evidencia que sugiera que los sitios de las Tierras Altas hayan estado políticamente subordinados a ninguno de los centros ( Paris, Taladoire y Lee, 2015: 83).
Las poblaciones de los Altos de Chiapas y los zoques de la Depresión Central tuvieron una fuerte influencia hacia el Clásico Tardío en el estilo cerámico del Balancán Naranja Fino, que es parte del Complejo Chenek (Paris y López, 2017). Esto se ve reflejado en Toniná al encontrar una fase de transición Ixim-Chenek (Taladoire, 2016, 2017). Si bien esta vajilla fue ampliamente importada y copiada por grupos del Usumacinta de Chiapas oriental y del noroeste de Guatemala, su producción se remite a la Costa del Golfo donde fue exportada a regiones circundantes durante el periodo de transición del Clásico Tardío al Posclásico Temprano (Paris, Taladoire y Lee, 2015: 87).4
El hallazgo arqueológico y metodología de estudio
Durante las labores arqueológicas de 1991 llevadas a cabo en la quinta plataforma de la acrópolis de Toniná se recuperó un gran osario, que alberga 15 956 huesos humanos, además de una ofrenda y restos de fauna.5 Los restos óseos yacían sobre el piso de un templo o palacio en la estructura 15, el cual fue un espacio cerrado, ya que se encontraron restos de bóveda.
Desconocemos mucha información relacionada con la disposición espacial de los restos óseos, por ejemplo, si había relación anatómica entre huesos, si existieron niveles del depósito de los restos humanos, o si el espacio fue usado en un periodo relativamente largo o, por el contrario, si los restos corporales fueron colocados simultáneamente, entre otros; lo cual introduce un factor de ambigüedad en el depósito e implica un gran reto metodológico y analítico. Únicamente contamos con la siguiente información: “En la exploración del cuarto noroeste de la plataforma V, se localizó una dispersión de huesos que abarcó toda la sección de la crujía noroeste. También había un cráneo colocado en la esquina sureste y bajo este, huesos largos mezclados con huesos de murciélagos y aves” (Yadeun, 1991: 17 y 18); así mismo, el arqueólogo explica que: “El contexto era un caos, como si a los huesos los hubiesen aventado de tantas veces que los movieron, por ello no realizaron dibujo del hallazgo” (Comunicación personal, Juan Yadeun, 2016) (véase la Figura 1). Debido a la escasa información contextual fue necesario la datación por 14C de tres muestras dentales, que ubicaron a la colección ósea temporalmente desde el Posclásico Temprano al Terminal.6
Es de resaltar que, a pesar de las pocas o nulas descripciones de los contextos arqueológicos, es posible obtener información muy valiosa de los restos óseos; el devenir histórico de la persona es parte de un contexto sistémico, y la diagénesis que sufren los huesos en el lugar de su entierro nos brinda información sobre la formación del contexto arqueológico (Tiesler, 1997). Precisamente por la naturaleza de la muestra ósea fue necesario incorporar varias perspectivas de estudio para poder aproximarnos a lo que pudo ser el contexto arqueológico y con ello dar respuestas sobre su conformación y las evidencias óseas que presentamos.
Arqueotanatología
Partimos de este enfoque metodológico para conocer la intencionalidad del depósito, es decir, las circunstancias que llevaron a su constitución mediante observaciones osteológicas: representatividad de huesos que componen las articulaciones lábiles y las persistentes;7 la acción de los tanatofagos y/o depredadores, así como las modificaciones que los huesos pudieron haber sufrido alrededor de la muerte (bioestratinómicas) y después de ella, debido a factores medioambientales (diagénesis) (Duday, 1997, 2009; Pokines y Tersigni-Tarrant, 2017; Tarbuck y Lutgens, 2005). Esto nos brinda información sobre el tiempo transcurrido entre las muertes y los depósitos; y permite diferenciar entre reducciones o depósitos asincrónicos, entierro múltiple simultáneo, entierro múltiple sucesivo o colectivos.
Características biológicas y rasgos bioculturales
Una de las primeras interrogantes que surgen en torno al estudio de los osarios es saber por cuántos individuos están conformados. Se recurrió a utilizar el Índice de Lincoln, con el fin de conocer el número mínimo de individuos (NMI) y el número más probable de individuos (MLNI) (Bradley y Konigsberg, 2008). Así mismo, es importante conocer si la muestra de estudio fue parte de una selección particular que responde a una inhumación selectiva, debido a prácticas rituales o representa a una pirámide poblacional esperada para una población en crecimiento. Por ello es de suma importancia la asignación del sexo y la estimación de la edad. En el primer caso se emplearon dos metodologías: la observación morfoscópica, conforme a las diferencias presentes en la morfología craneal y de la pelvis (Buikstra y Ubelaker, 1994) y la evaluación métrica a partir de funciones discriminantes en mandíbula y patelas, que son los huesos más completos (Escorcia, 2008). Para la estimación de la edad al momento de la muerte se analizó mediante caracteres de desarrollo y crecimiento en subadultos y rasgos del envejecimiento y desgaste óseo en adultos (Buikstra y Ubelaker, 1994; Scheuer y Black, 2000). El modelado cefálico se analizó siguiendo el trabajo de Tiesler y Gómez (2018) y la presencia de limado dental de acuerdo a lo reportado para la región por Romano (1979: vol. 1), Romano y Jaén (1990: vol. 4) y Tiesler (1999).
Tafonomía cultural
Para el registro y análisis de marcas antrópicas en restos óseos se retomó la metodología propuesta por Pijoan (1997), Turner y Adams (1999) y White (1992). El análisis consistió en registrar 22 variables relacionadas con la muerte ritual, la manipulación del cuerpo, la antropofagia y el aprovechamiento del cuerpo para diferentes fines.8 Para dicho análisis se hizo la diferencia entre hueso fresco y hueso seco.9 Todas las evidencias presentadas en este trabajo ocurrieron en hueso fresco. Posteriormente, se realizó un registro detallado para sistematizar la información y determinar para qué y el porqué de tales marcas, así como conocer si hay patrones de su presencia, su ubicación y su concentración, con ayuda de una lente de aumento y suficiente iluminación. Finalmente se realizó una base de datos para condensar la información y conocer frecuencias y porcentajes por segmento anatómico.
Isotopía de la historia residencial
Los isótopos estables y no estables utilizados en la reconstrucción de la procedencia y movilidad en antiguas poblaciones son el δ18O y 87Sr/86Sr, que dejan huellas isotópicas en las estructuras del organismo. En los mamíferos, la principal fuente de variación en las relaciones de isótopos de oxígeno, expresada como δ18O, en los tejidos esqueléticos es el valor δ18O del agua consumida. A su vez, los valores de isótopos de oxígeno en el agua meteórica (lluvia), la principal fuente de agua ingerida, están influenciados por muchos factores climatológicos como la altitud, la temperatura, la distancia al mar y la humedad (Morales et al., 2012; Poage y Chamberlain, 2001).
Estos factores varían de manera importante a lo largo de las regiones geográficas generando huellas isotópicas o diferencias en los valores de δ 18O del agua meteórica, que cuando es ingerida transmite a su vez esas huellas isotópicas a la bioapatita que se encuentran en el hueso y el esmalte (White, Longstaffe y Law, 2001). Es decir, que los valores δ18O más positivos del agua de lluvia se ven en altitudes más bajas cerca del océano, y los valores más negativos se ven en altitudes más altas lejos de él (Morales et al., 2012). Por tanto, los tejidos esqueléticos de los individuos que viven cerca del océano tendrán valores isotópicos de oxígeno más positivos que los individuos que viven en las montañas.10
Para este tipo de estudios se requiere contar con una mínima cantidad de hueso compacto y un fragmento de pieza dental del mismo individuo, esto para obtener información de dos etapas de la vida: la infancia y la adultez. El procesamiento químico de las muestras se basó en los protocolos del laboratorio para la purificación de la bioapatita de los huesos y de los esmaltes (Morales et al., 2012). El primero atendiendo a las recomendaciones de purificación utilizando la técnica de hipoclorito de sodio (NaOCl) referida por Sealy (et al., 2014).
De las 156 mandíbulas que hay en la colección de estudio, se seleccionaron aquellas que tuvieran los molares dentro de los alveolos, no se seleccionaron piezas dentales con desgaste excesivo. El resto de las mandíbulas no cuentan con piezas dentales in situ, es por ello que se obtuvo una muestra reducida. La elección de los segundos o terceros molares se hizo con el propósito de obtener información de la etapa que va de los tres a los siete años y medio, para el segundo molar, y de los siete hasta los doce años, para el tercer molar. Se obtuvo una muestra de 36 individuos: 12 representados por mandíbula con su respectiva pieza dental, la ofrenda 1, ochos primeras costillas izquierdas y hueso de fauna arqueológica (venado y guajolote) y contemporánea, tlacuache.
Resultados
Representatividad de huesos y conformación del depósito arqueológico
Se contaron un total de 15 956 huesos para estimar el NMI, el cual es de 272 y el MLNI es de 328, a partir de la patela que es el hueso más completo y de los más frecuentes. Ahora bien, si estuviesen los 206 ± huesos que le corresponden a cada esqueleto adulto (sin contemplar los 300 ± de los infantes) se obtendría una cifra de 55 032 huesos y sólo se cuenta con 28% (15 956) de la totalidad de los esqueletos. Esto nos indica la existencia diferencial de frecuencia por segmento óseo en la muestra de estudio, como se aprecia en la Figura 2 (en color negro los huesos más frecuentes y en color blanco los menos frecuentes). Debido a estas diferencias en la representatividad, se infiere que el espacio mortuorio sirvió como depositario de segmentos corporales y no de cuerpos completos o bien, las partes faltantes fueron depositadas en otro espacio mortuorio y/o utilizadas para otros fines.
Del total de los huesos representados en la muestra, 19% corresponde a los huesos del pie, sin las falanges, 9% al de las manos, sin las falanges, y 9% a patelas y mandíbulas; mientras que el resto de los segmentos están menos representados (véase la Figura 2). Con esto se pretende decir que las osamentas no tienen una procedencia ajena a la tumba y por lo tanto no se trata de reducciones de entierros primarios. O bien la Estructura 15 fue su depósito final y previamente los cadáveres pasaron por un tratamiento de descarne, dejando segmentos articulados; es decir, un depósito secundario de dos tiempos (Pereira, 2007); ya que se encuentran los huesos de las manos correspondientes a articulaciones lábiles (Duday 2009, 2011), las cuales siempre quedan en el emplazamiento del depósito inicial; así mismo, hay indicios del tratamiento del cadáver peri mortem, aspecto que retomaremos en seguida. Cuando se encuentran reducciones de cuerpos y traslado de huesos hay predominancia de huesos grandes (Pereira, 1997), contrario a lo que hemos reportado.11 Si en este contexto fueran depositados cuerpos completos y se extrajeran piezas como cráneos y huesos largos, se obtendría el mismo resultado, quedarían sólo huesos pequeños; sin embargo, esto no explicaría la frecuencia diferencial entre los huesos del cráneo, entre la sección cervical, la dorsal, por ejemplo, con un máximo de 84 primeras dorsales y tan sólo 14 terceras dorsales; así como en los huesos pares. Lo sobresaliente de este depósito es la escasa frecuencia de huesos grandes y tubulares (véase la Figura 2).
El osario está conformado sobre todo por huesos pequeños tanto del esqueleto axial como apendicular: cráneo representado por mandíbula, esternón, huesos de las manos, huesos de los pies y las patelas. La alta frecuencia de huesos pequeños indica que los cadáveres recibieron un tratamiento peri mortem, es decir, estos fueron desmembrados y tales huesos fueron dejados en el lugar de la manipulación de los cuerpos, que corresponde a la Estructura 15, o bien, la manipulación se llevó a cabo en otro espacio, y en el depósito final, la Estructura 15, fueron llevados segmentos anatómicos articulados por ligamentos e incompletos.
Se aprecia que los huesos que conforman una articulación no están igualmente representados, ya sean lábiles o persistentes. Por ejemplo, en la mano, el hueso menos frecuente es el pisiforme; en la articulación costo esternal es el manubrio; en el pie es el calcáneo; en las cervicales es el atlas y la cuarta vértebra; y en la rodilla, tanto tibia como fémur. De las articulaciones lábiles, los huesos pequeños son los menores, y de las articulaciones persistentes son los más grandes. Ello nos da muestra clara de la manipulación de los cuerpos alrededor de la muerte; la diferencia en la frecuencia por elemento óseo está indicando un tratamiento del cuerpo quizá con implicaciones rituales, como demostraremos más adelante.
Características biológicas y rasgos bioculturales
En cuanto a la observación morfoscópica en cráneo y pelvis para la asignación del sexo, se obtuvo una mayor frecuencia de individuos masculinos que femeninos, tanto en la región del cráneo como de la pelvis: 86% de los individuos son masculinos y 14% son femeninos (mandíbulas: 20 femeninos y 110 masculinos; escotadura ciática mayor: 27 femeninos y 33 masculinos). Esta composición desigual pudiera relacionarse con una selección de individuos, ya que no corresponde a la distribución normal de una población. Esto mismo se corroboró con el segundo método empleado, donde 67% de los huesos corresponden a masculinos, 16% a femeninos y 17% no determinados (mandíbula: 13 femenino, 87 masculino, 56 indeterminado; patela derecha: 23 femenino, 91 masculino, 11 indeterminado; patela izquierda: 31 femenino; 105 masculino, 6 indeterminado). Respecto a la edad, se encuentran representados todos los grupos etarios: desde individuos infantiles hasta adultos medios. Sin embargo, hay una mayor frecuencia de individuos que van de los 16 a los 25 años de edad; esto estaría indicando una selección de grupos de edad específicos: adolescentes y adultos jóvenes (véase la Figura 3).
A pesar de que la muestra ósea está conformada por una gran cantidad de huesos, es de señalar que los cráneos son los que presentan mayor fragmentación. Por ello fue reducida la muestra para evaluar el tipo de modelado. Se contabilizaron 155 temporales izquierdos, que nos refieren al número de cráneos en el depósito, pero sólo fue posible evaluar 23 bóvedas craneales (incluida la ofrenda 1), de las cuales una no está modelada, otra presenta modelado tabular oblicuo y el resto tabular erecto (cinco de éstas con la variedad plano lámbdica) (véase la Figura 4). En el museo de sitio de Toniná se encuentran en exhibición seis cráneos humanos, de los cuales cuatro corresponden al Clásico y dos al Posclásico (uno de ellos es parte del osario de este estudio). Todos muestran modelado cefálico tabular erecto, tres son mujeres y tres son hombres.
Estos resultados concuerdan con lo reportado en trabajos previos por Romano (1979: vol. 1), Romano y Jaén (1990: vol. 4) y Tiesler (1999), quienes analizaron entierros de sepulturas, de escondites u ofrendas y de otros contextos de Toniná y del Valle de Ocosingo. Donde 83% de los cráneos presentan el modelado tabular erecto, característico de sitios que corresponden a las Tierras Altas mayas desde la Meseta Chiapaneca a la Depresión Central, como Toniná y otras más al oeste y sur (Chinkultic, Chiapa de Corzo, del Cerro de las Minas de San Cristóbal de las Casas, de Pantelhó) hasta Guatemala (Kaminaljuyú, Zaculeu). Mientras que el tipo tabular oblicuo se ha reconocido como perteneciente a la cultura maya del Usumacinta: Palenque, Yaxchilán, Bonampak, Jonuta, Pomona, Piedras Negras, Chinikihá, gente de habla Ch´olan, así como las comunidades establecidas en la cuenca del Río de la Pasión (Altar de Sacrificios y Seibal) (Tiesler y Lacadena, 2018).
El hecho que algunos individuos presenten el tipo tabular oblicuo no necesariamente implica que sean foráneos, puesto que el tabular erecto se vuelve muy común en el periodo Posclásico, mientras que el oblicuo se considera típico del Clásico en general. A pesar de ello, vemos en este sitio la predominancia por el tabular erecto desde el Clásico, como se aprecia en los Monumentos 114 y 173: el linaje local con formas craneales altas y cortas. Por el contrario, en las representaciones de cautivos extranjeros, como el Monumento 122, un gobernante de Palenque (Tiesler y Lacadena, 2018: 16 y 17), vemos una frente muy inclinada (tabular oblicuo). Con esto se puede plantear que Toniná tuvo una influencia cultural de las Tierras Altas. La baja frecuencia del modelado tabular oblicuo en Toniná quizá se deba a que son individuos foráneos, encontrados en sepulturas y cautivos de guerra representados en esculturas de piedra; inferencias únicamente para este sitio y que se tendrían que corroborar más adelante con análisis isotópicos, específicamente en estos cráneos.
Otro tipo de modificación encontrada en el osario fue la mutilación dental. Se presenta en piezas dentales sueltas, abarca tanto incisivos como caninos, superiores e inferiores. En la Tabla 1, vemos los tipos de mutilado presentes en tumbas de la región del periodo Clásico y Posclásico, así como en el osario. Notamos que los tipos B4, B6, B7 y F1 no se presentan ni en el Clásico ni en el Posclásico (Romano, 1979: vol. 1; Romano y Jaén, 1990: vol. 4), son nuevos tipos registrados para Toniná. Respecto a los demás, algunos continuaron hacia el Posclásico (A1, A2, B2, C2, C5, C6, C7, F3, F4) y otros fueron descartados (B1, B5, E1). Hay mayor variedad durante el Posclásico (12 tipos) que en el Clásico (10 tipos). Con respecto al tipo F1, sólo se ha reportado en el sitio de Chicoasén, Chiapas, que para el Clásico Temprano fue región zoque; para el Posclásico Temprano se desconoce.
Clásico | Posclásico | Autor |
---|---|---|
B5, C5, C6, C7, E1 | A1, B2, C5, C6, C7, F3, F4 | Romano y Jaén (1979, 1990) |
A1, A2, B1, B2, B5, C2, C5, C6, C7, F3, F4, E1 | - | |
- | A1, A2, B2, B4, B6, B7, C2, C5, C6, C7, F1, F4 | Presente estudio |
Tales tipos tuvieron un auge entre el Clásico Temprano-Medio y el Clásico Tardío-Terminal, aunque inician su presencia desde el Preclásico Terminal, a excepción del tipo A1, E1 y F4, desde el Preclásico Medio. Los tipos A1 y F4 presentan una larga duración, mientras que el E1 llega hasta el Clásico Tardío-Terminal. Notamos también que estos tipos son comunes al Área Maya, a la Depresión Central de Chiapas y a regiones zoques de Chiapas (Tiesler, 1999).
Tafonomía cultural
Se empleó gran variedad de técnicas para manipular y procesar los cuerpos, en la Tabla 2 presentamos algunas de las marcas antrópicas más frecuentes: desprendimiento (D), fractura del eje de la extremidad (FEE), corte sobre hueso (CSH), corte de hueso (CDH) y aplastamiento (AP), exposición térmica directa (HQ), exposición térmica indirecta (HH) (véanse algunos ejemplos en la Figura 5). Estas marcas están ubicadas en regiones próximas al hueso, en áreas articulares o de inserciones musculo-ligamentosas, realizadas con la finalidad de desarticular el cuerpo en secciones pequeñas. Sobre todo, en el esqueleto axial están presentes el desprendido, el corte de hueso y el aplastamiento; mientras que en el apendicular la fractura del eje de la extremidad, el aplastamiento y el desprendido.
Hueso | Revisados | Con evidencia | No presentan | No evaluables | D | FEE | CSH | CDHD | AP | HQ | HH |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
cráneo | 1523 | 1175 | 18 | 325 | 854/49% | 0 | 100/6% | 225/13% | 0 | 63/3% | 100/6% |
cervical | 552 | 318 | 81 | 133 | 176/46% | 0 | 57/15% | 65/17% | 0 | 3/1% | 9/2% |
dorsal | 666 | 526 | 23 | 131 | 374/50% | 0 | 2/0% | 46/6% | 123/16% | 33/4% | 139/19% |
lumbar | 305 | 225 | 7 | 80 | 164/48% | 0 | 3/1% | 7/2% | 81/24% | 35/2% | 57/17% |
costilla | 1434 | 1097 | 16 | 223 | 968/60% | 0 | 53% | 32/2% | 71/4% | 7/1% | 457/21% |
clavícula | 281 | 69 | 7 | 24 | 110/46% | 0 | 17/14% | 16/20% | 5/2% | 0 | 44/18% |
escápula | 195 | 150 | 12 | 33 | 0 | 0 | 0 | 143/77% | 4/2% | 0 | 53/16% |
esternón | 230 | 214 | 2 | 14 | 80/20% | 129/32% | 15/4% | 1/1% | 45/11% | 4/1% | 64/16% |
húmero | 259 | 244 | 3 | 12 | 72/12% | 164/26% | 10/2% | 6/1% | 38/6% | 7/1% | 145/23% |
radio | 201 | 164 | 14 | 23 | 35/9% | 103/26% | 10/3% | 0 | 12/3% | 3/1% | 111/28% |
mano | 3018 | 1854 | 1008 | 74 | 0 | 0 | 4/0% | 1/0% | 111/6% | 14/1% | 1467/84% |
ilíaco | 253 | 184 | 4 | 69 | 112/48% | 0 | 14/6% | 11/4% | 39/16% | 4/2% | 10/4% |
sacro | 100 | 49 | 6 | 45 | 30/51% | 0 | 0 | 2/3% | 12/20% | 1/2% | 4/7% |
fémur | 166 | 143 | 0 | 23 | 41/11% | 64/17% | 51/15% | 3/1% | 61/16% | 6/2% | 30/8% |
patela | 305 | 188 | 59 | 58 | 21/39% | 0 | 3/1% | 1/0% | 28/12% | 6/3% | 158/68% |
tibia | 118 | 101 | 0 | 17 | 0 | 79/32% | 3/1% | 0 | 15/16% | 2/1% | 29/12% |
fíbula | 119 | 114 | 0 | 5 | 0 | 89/34% | 4/1% | 2/1% | 4/2% | 10/4% | 57/22% |
pie | 3213 | 2264 | 339 | 611 | 173/6% | 0 | 17/1% | 7/0% | 546/% | 169/6% | 1555/55% |
El análisis tafonómico permitió identificar lesiones que aluden a prácticas de violencia alrededor de la muerte y al tratamiento posterior que recibieron las víctimas. Con ello se pudo reconstruir el programa ritual en las diferentes etapas de manipulación de los cuerpos (véase la Figura 6). Cabe señalar que no todos los individuos pasaron estrictamente por cada una de las fases. Por ejemplo, después de la decapitación para algunos individuos pudo venir la reducción del cráneo a segmentos más pequeños y para otros la exhibición en un andamio.
Primeramente, la muerte ritual de las víctimas se llevó a cabo por varios medios: extracción del corazón, decapitación y degüello (Figura 7). En cuanto a la primera forma de muerte, se refiere a la extracción cardiaca mediante dos técnicas. La primera afecta al cuerpo del esternón, el cual es cortado a diferentes alturas de las esternebras (Figura 7), así lo evidencian 146 esternones del osario. Lo que implicó abrir el tórax a la altura de los pezones y en ese proceso cortar el esternón, tal como podemos ver en representaciones a Xipe Tótec (Pijoan y Mansilla, 2004). La segunda técnica de extracción cardiaca consiste en acceder a la cavidad torácica desde el abdomen, mediante una incisión desde el extremo distal del cuerpo del esternón al ombligo, con la intención de traspasar el diafragma hasta el corazón y seccionar estructuras blandas que lo rodean, dejando evidencia para este osario en la quinta, sexta, séptima y décima costillas izquierdas.12
La segunda forma de muerte ritual es la decapitación en sentido postero-anterior. Implica la separación de la cabeza de un cuerpo vivo con el fin de privar de vida a la víctima. La evidencia ósea involucra la mandíbula con la presencia de cortes de hueso, desprendimientos y fractura por percusión en la rama mandibular y en los ángulos mandibulares (Figura 7). Se cuenta con 31 mandíbulas completas con estas marcas, más 13 ramas derechas y seis ramas izquierdas. Además de las mandíbulas, se afectó la parte posterior de las dos primeras vértebras cervicales.
La tercera forma de muerte fue por degollamiento. Ocurre cuando se corta la garganta de la víctima por medio de una herida incisa ocasionando la muerte por hemorragia, por embolia gaseosa o por asfixia, al penetrar la sangre procedente de los vasos seccionados en las vías respiratorias y con ello aprovechar el líquido vital, sin llegar al cercenamiento total de la cabeza. Posterior a este tipo de muerte, por lo general puede venir la desarticulación de la cabeza en sentido antero-posterior como manipulación póstuma. Evidencias de degüello se registraron por cortes deslizantes en áreas laterales de cuerpos cervicales, afectando el surco para el nervio espinal. Los cortes se realizaron desde la cuarta hasta la sexta vertebra, es decir, por debajo del hioides, así como dos casos de corte sobre hueso en quinta y sexta cervical (Figura 7).
Después de la muerte ritual vino una serie de procedimientos que implicaron sobre todo el desmembramiento corporal para diversos fines, ya sea rituales o utilitarios y de aprovechamiento total del cuerpo. Previo a esto, es posible que se separará el tegumento del cuerpo, lo cual es confirmado por marcas características en la bóveda craneal, además de las clavículas, escápulas y carpos, lo cual indica un desollamiento completo del cuerpo. Otro tratamiento fue la desarticulación de la cabeza en sentido antero-posterior y diversos usos que vinieron. Se vio afectada la columna cervical, por debajo de la mandíbula, debido a la posición del individuo boca arriba o de costado, específicamente se afectan desde la C3 a C7, las cuales son articulaciones lábiles. En Toniná se llevó a cabo a la altura de la segunda y tercera cervical, que dejó evidencia en la cara anterior, probablemente con empleo de la técnica 1, documentada por Chávez (2010). Para ello, se hiperextendió el cuello de la víctima, para de esta manera facilitar varios cortes deslizantes, por debajo de la mandíbula, que llegaron a afectar el cuerpo vertebral; sobre todo los cortes por deslizamiento ocurrieron en la segunda vertebra, la mayoría se muestran muy horizontales. Es de señalar que durante este proceso se vieron afectados los cuerpos del hioides, con evidencia de cortes sobre hueso en dos casos. Después de seccionar todos los tejidos blandos y localizar el disco intervertebral, se procedió a separarlos dejando secuelas de desprendimiento en los bordes de los cuerpos, por arriba y por debajo de la tercera cervical, así también se registró desprendimiento de la apófisis espinosa.
Uno de los usos de la cabeza desarticulada y/o decapitada fue atestar andamios con ellas, atravesando las sienes y el foramen magnum, por lo que se identificaron dos técnicas. En cuanto a la exhibición de cabezas de forma horizontal fue imposible determinar horadaciones en la región de los parietales, debido al estado de fragmentación del cráneo en general. De los escasos cráneos evaluables para este rasgo, tres parietales izquierdos y dos derechos presentan horadación. Dos cráneos sólo tienen el orificio unilateral, lo que indica que fueron el remate de la hilera. La horadación de sien a sien también involucra la región de la sutura escamosa y el temporal, así que estos huesos presentan gran frecuencia de desprendimiento y fractura por percusión como evidencia del orificio, patrón que puede estar indicando la perforación de los extremos craneales y por consiguiente la exposición de los cráneos en un andamio, de manera horizontal.
Respecto a la exhibición vertical, la evidencia se remite a la base del cráneo: los occipitales no cuentan con el clivus. Existe un patrón de desprendimiento en la región basal que involucra la separación del occipital con el foramen magnum. De 91 occipitales completos, 63 muestran desprendimiento del foramen y están presentes únicamente 39 foramen que fueron separados. Es muy sugerente esta ausencia basal para engarzar los cráneos a un soporte vertical, ya que también presentan meteorización física. Tal como se plasma en el arte maya de Chichén Itzá, vemos calaveras labradas de perfil ensartadas verticalmente en postes, así como en los vestigios encontrados en el cenote de esta localidad (Tiesler, 2017).
Otros individuos, después de la decapitación o la desarticulación de la cabeza, pasaron por la segmentación del cráneo a porciones pequeñas, a tal grado que les fueron extraídas las piezas dentales y tuvieron un tratamiento térmico, como el resto del esqueleto poscraneal, para un posible aprovechamiento del cerebro. La evidencia que respalda este acto es la presencia de desprendimientos en cara endocraneal, porción orbitaria, malares y hueso cigomático para reducir la región facial, además con exposición térmica indirecta. Respecto a la extracción de piezas dentales la evidencia consiste en fracturas por percusión (FP) y desprendimiento (D), sobre todo en las eminencias alveolares (Figura 8).
En cuanto al esqueleto poscraneal, también estuvo sujeto a una serie de transformaciones como el desmembramiento para diversos fines. Es posible que ciertas partes corporales fueran seleccionadas para su manufactura ósea o como reliquia. En el primer caso, se elegían sobre todo las partes del esqueleto más viables para su modificación, huesos con la cortical gruesa para confeccionar objetos duraderos. Es el caso de los huesos largos y tubulares, huesos planos y grandes como los iliacos o el cráneo. En la muestra vemos que tales huesos son los más escasos. En el segundo caso, es posible que ciertas partes corporales fueran valoradas como reliquias. Debido a las propiedades etéreas del cuerpo, esté podría ser divisible y conservar sus componentes, como son los huesos, el cabello y las uñas, es decir, reliquias, partes que perduran a través del tiempo. Por lo que era común apropiarse de un segmento óseo del sacrificado, por lo regular un hueso largo (Nájera, 1993).
En el caso del canibalismo entre los mexicas, el cuerpo del sacrificado era fragmentado y era parte de una cadena de repartición entre el tlatoani, los caciques y capitanes de guerra. El cautivador se quedaba con los huesos, reliquias, para exhibirlos en su casa como señal de valentía (Declercq, 2018). La falta de ciertos segmentos corporales en el osario, como los huesos largos, puede deberse a esta cadena de dispersión o repartición para ser consumidas. Así que no descartamos la presencia del canibalismo en la muestra de estudio, también por la presencia de alteraciones térmicas directas e indirectas, es decir, los cuerpos después de desmembrados fueron asados y hervidos con tejido blando; la alta frecuencia de fracturas del eje de la extremidad se remite al aprovechamiento de la médula ósea (Figura 9).
Finalmente, cabe señalar la presencia de alteraciones en los huesos por carnívoros, los cuales se sienten atraídos por tejido blando. La evidencia consiste en punciones dentales, áreas removidas por roedura y mordeduras. Estos datos nos aportan información sobre la formación del contexto arqueológico, por ejemplo, indican la presencia de tejido blando en los segmentos al momento de ser depositados. Los huesos de la caja torácica no fueron destruidos por los carnívoros, por ello es probable que ésta ya se encontrará descarnada y desarticulada al momento de su depósito.
Isotopía de la historia residencial
Para el procesamiento de los datos isotópicos se aplicaron pruebas estadísticas robustas como el método: MADnorm, 3MADnorm y MADQ3 (Lightfoot y O’Connell, 2016), bajo el supuesto de que es posible describir la distribución de la población subyacente que representa la mayoría de los datos, así como detectar aquellos valores que no encajan o son identificados como atípicos (outliers).
En la Figura 10 observamos que los 12 individuos muestreados con mandíbulas y dientes se distribuyen en cuatro grupos: 1) los nacidos en Toniná y que vivieron en esta localidad hasta su muerte (1, 2, 5, 8, 9 y 11). 2) Los nacidos en Toniná, pero que residieron en otro sitio y regresaron para su muerte a Toniná (3 y 10). En ambos casos emigraron después de los ocho años, por la pieza dental muestreada. 3) Los recién llegados a Toniná para su muerte, pues el valor del esmalte, así como del hueso se desvían del promedio; es posible que fueran capturados en otros parajes (individuo 12). 4) Los que no nacieron en Toniná, pero residieron en este sitio los últimos 10 años de su vida para morir (4, 6 y 7).
En el caso de los individuos representados por costillas, vemos que los números 13 y 20 de la muestra llegaron a Toniná para su muerte; es viable que hayan sido capturados en otros parajes, sin embargo, desconocemos si nacieron en esta localidad o en otra. Sobre la fauna, son reveladores los resultados, puesto que el guajolote se desvía del promedio, así que pudo ser llevado a Toniná debido a relaciones de comercio; el venado pudo pertenecer al valle de Ocosingo y el tlacuache (-7.17) contemporáneo presenta el promedio local de Toniná, el cual es similar al promedio obtenido mediante la desviación media en los diferentes tipos de muestra.
Para el área de Mesoamérica, se han reportado valores de δ18OVSMOW en aguas de varias regiones de México (Wassenaar et al., 2009). Las huellas isotópicas de esta agua, al ser ingeridas por poblaciones antiguas y plasmadas en sus tejidos mineralizados, oscilan entre -10% y -4%, lo cual proporciona un útil mapa para la caracterización isotópica de poblaciones (Price et al., 2014: 40). La variación de δ18OVPDB aparece correlacionada con la altitud y la temperatura. Las aguas más frías del Pacífico con valores más negativos, frente al Golfo y el Caribe, tierras más bajas y de clima más cálido con valores más positivos. Los valores isotópicos en las elevaciones más altas de las Tierras Altas Centrales están en el extremo más negativo de la gama (Monte Albán: 1660 m. s. n. m.), mientras que los valores más positivos dominan la península de Yucatán y la Costa del Golfo de México (Price et al., 2014: 40). De acuerdo a los valores del promedio isotópico de la muestra de Toniná, obtenido a partir de δ18OVPDB del carbonato del esmalte de -7.17%, se tienen valores diferentes a otras regiones mayas previamente reportadas. Los valores isotópicos de Toniná son más negativos, posiblemente por la altitud, por la cercanía con la costa del Pacífico y porque el agua para consumo proviene quizá de montañas más altas y de la precipitación del valle.
Consideraciones finales
El osario de Toniná se trata de un depósito secundario de dos tiempos, es decir, hubo una manipulación previa y sólo fueron depositados segmentos parcialmente articulados y unidos por ligamentos o tendones, por el hecho de estar presentes mayormente huesos pequeños del esqueleto y huesos que conforman articulaciones lábiles, como los huesos de las manos. El depósito se realizó en un tiempo corto, antes de la descomposición de las articulaciones lábiles. Es probable que la manipulación se llevase a cabo en el Altar Rojo o en otro de los altares que dan de frente al Mural de las Cuatro Eras.
Hay elementos para pensar que el depósito no tuvo un carácter sacro, es decir, como ofrenda, por el contrario, consideramos que se trató de un área de eliminación de restos post sacrificiales no reverenciales. Esto debido a que la estructura fue un espacio abierto, donde diversa fauna carroñera pudo tener acceso a los segmentos corporales en diferentes estados de descomposición. Ello da muestra de que los restos fueron tratados como desechos, al dejarlos a la intemperie sin mostrar gestos de atención especial en su resguardo.
Este tipo de contexto masivo es nulo para esta entidad, donde únicamente se han recuperado contextos sacrificiales de infantes como ofrendas que corresponden al Clásico (Becquelin y Baudez, 1982: vol. 3). Vemos con ello un cambio hacia el Posclásico para Toniná. Es posible que los otros tres osarios descubiertos en la misma plataforma hayan sido espacios igualmente de desechos sacrificiales con un uso prolongado.
El perfil biológico de la muestra ósea indica que se trata de víctimas seleccionadas para el sacrificio, sobre todo por los individuos adultos jóvenes, probablemente guerreros o víctimas de guerra de alto rango en el caso de las mujeres y niños. También cabe la posibilidad de que sean infractores de la ley y/o voluntarios. En el caso de los niños, también podrían corresponder a esclavos, huérfanos o ser donados por los padres (Nájera, 1993). La presencia de mujeres y niños está indicando que no sólo se sacrificaban enemigos combatientes.
Información del Área Maya sobre la disposición final de los cuerpos en los diversos tipos de sacrificio es relativamente escasa, esto si nos remitimos a las fuentes (Nájera, 1993); de modo que con este estudio hacemos una posible reconstrucción del tratamiento póstumo que pudieron recibir. El análisis de marcas antrópicas nos muestra una gran variedad de procedimientos en torno al cuerpo humano, desde la muerte ritual hasta su posterior manipulación con una reducción del cuerpo y un aprovechamiento completo. Se ha dicho que la decapitación y la extracción cardiaca fueron los tipos de inmolación más comunes para el Área Maya.13 Aquí vemos otras variantes, pero sobre todo la extracción cardiaca fue la más común. Sin embargo, no se presenta la misma técnica cardiaca que se ha reportado osteológicamente para el Área Maya. Por el contrario, vemos una nueva forma de abrir los pechos para ofrendar corazones, con la división del esternón, igual que como se ha reportado para los mexicas de Tlatelolco, con 57 esternones cortados a la mitad (Pijoan, 1997; Pijoan y Mansilla, 2004). Esta nueva técnica ya se ha encontrado en otros depósitos del Posclásico para el Área Maya: en Champotón, Campeche, con dos esternones cortados (Gómez et al., 2003; Tiesler y Cucina, 2010). Igualmente, en Lagartero (Chiapas) hay constancia de un esternón cortado (Ruiz, Serrano y Rivero, 2016).
El análisis tafonómico también nos permitió ver el grado de procesamiento al que fueron sometidos los cadáveres, donde huesos pequeños fueron afectados (hioides, falanges y carpos). Caso similar ha sido reportado en Tetelpan, Tlalte-comila (Pijoan y Pastrana, 1989: 287-306; Pijoan y Mansilla, 2004), del Preclásico Superior, donde los individuos también fueron desollados, canibalizados, asados y hervidos, con un aprovechamiento completo del cuerpo; así como en el osario del entierro 14 de Tlatelolco. Los huesos presentes en el entierro 14 de Tlatelolco coinciden con los del osario de Toniná (esternones, manubrios, huesos largos, cráneos, mandíbulas, omóplatos, coxales, vértebras, rótulas, costillas, huesos de pie y mano) y con el tratamiento que recibieron las víctimas (Pijoan, 1997).
También hemos observado otras variantes en la manera de procesar los cuerpos del osario de Toniná, por ejemplo, con la implementación de dos técnicas para el desuello (Cortés, 2018) y dos técnicas para engarzar las cabezas cercenadas en andamios. En general estos cambios han sido previamente reportados para el centro de México, Chichén Itzá y la Costa del Golfo. La manipulación corporal de víctimas del sacrificio que hemos presentado podría estar indicando la introducción de nuevos patrones rituales después del colapso maya, relacionado con nuevos númenes, dioses de la muerte (Tiesler et al., 2013), que pudieron adquirir popularidad en el periodo Posclásico Temprano a lo largo de la Costa del Golfo (Hurtado et al., 2007). Un caso muy discutido sería la introducción del culto a Xipe Tótec. Sabemos que se presentó en su máximo esplendor en el Centro de México entre los mexicas de Tenochtitlan, el cual data del Posclásico Tardío, pero se tienen reminiscencias más antiguas en la Costa del Golfo, de donde posiblemente provenga tal influencia (Pijoan y Mansilla, 2010; Ladrón de Guevara, 2010; Casasola, 1976). Región cultural significativa para Toniná, debido a la ruta comercial importante entre los diferentes pueblos de los Altos de Chiapas, la región zoque, hasta la Costa del Golfo (Tabasco) (Navarrete, 1973). Sobre todo, ha sido documentada la fuerte influencia de la Costa del Golfo con estas regiones, en el estilo cerámico del Balancán Naranja Fino, durante el periodo de transición del Clásico Tardío al Posclásico Temprano (Paris, Taladoire y Lee, 2015; Paris y López, 2017). Es posible que la influencia de la Costa del Golfo se extendiera más allá de este uso y trastocará otros ámbitos, como el religioso con la introducción de nuevas pautas y programas rituales concernientes al sacrificio humano.
Finalmente, son interesantes los datos arrojados por los análisis isotópicos de oxígeno. Se pudo establecer que 68% de los individuos presentan el promedio local de Toniná, mientras que el resto son foráneos, es decir, menos de la mitad (32%), lo que significa que la mayoría de los sacrificados procedían del valle. Este hecho se corrobora además con la presencia del modelado cefálico, mayoritariamente tabular erecto, modificación cultural presente en Toniná desde la época Clásica que se corresponde con el grupo tzeltalano. Así también se presentan los mismos patrones de mutilación dental, igualmente reportados por el profesor Romano (1979: vol. 1) y Tiesler (1999), sobre todo en sepulturas del valle, que datan del Clásico, con la excepción de los tipos B4, B6, B7 y F1. Los datos isotópicos nos podrían estar indicando las rivalidades en el propio valle y que son concordantes con el movimiento constante del centro político dentro del mismo valle.