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vol.62Erik Velásquez García, Morada de dioses. Los componentes anímicos del cuerpo humano entre los mayas clásicos. México: Fondo de Cultura Económica, 2023, 632 pp. con ilustraciones (Sección de obras de Antropología). ISBN 978-607-16-7285-8.Maricela Ayala Falcón (1944-2023) author indexsubject indexsearch form
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Estudios de cultura maya

Print version ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.62  Ciudad de México  2023  Epub Jan 30, 2024

https://doi.org/10.19130/iifl.ecm/62/000xs00146w015 

In Memoriam

Maricela Ayala Falcón (1944-2023)

Laura Elena Sotelo Santos1 

1 Centro de Estudios Mayas, Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM.


Maricela Ayala, fundadora de la escuela mexicana de epigrafía, nació en la Ciudad de México (antes Distrito Federal) el 14 de agosto de 1944. A los 16 años ingresó al plantel Nº 4 de la Escuela Nacional Preparatoria; desde entonces, y durante los siguientes 55 años, estuvo ligada a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), primero como estudiante y más tarde como investigadora, hasta su jubilación en 2015.

Debido a su alto grado de curiosidad intelectual Maricela disfrutaba aprender. Cursó la licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM), de 1962 a 1966, donde fue discípula de Alberto Ruz Lhuillier, con quien descubrió la cultura maya y su escritura jeroglífica. Obtuvo el título de licenciada en Historia en 1978; la maestría en Historia de México también la cursó en la UNAM, de 1983 a 1986, y el doctorado en el Institute of Latin American Studies, en la Universidad de Texas, en Austin, entre septiembre de 1987 y junio de 1989. Desde 1966 y hasta 2014 reporta en su curriculum casi cien cursos de actualización con destacados especialistas como Mauricio Swadesh, Norman McQuown, Moisés Romero, David Kelley, Terrence Kaufman, Katherin Josserand, Lyle Campbell, Gary Gossen, Rubén Bonifaz, Anatole Pohorilenko, Carmen León, Javier Urcid, Juan Antonio Valdés, Beatriz de la Fuente, Nicholas Hopkins, Nikolai Grube, Simon Martin, Peter Mathews, Alfonso Lacadena, David Stuart o Barbara Macleod, y durante casi dos décadas, con Linda Schele (desde 1979 hasta el fallecimiento de la epigrafista estadounidense, ocurrido en abril de 1998). En 1987 obtuvo la beca Fullbright para realizar sus estudios de doctorado, en la Universidad de Texas, en Austin. Además tuvo la University Fellowship, para redactar su tesis y en 1993 la Liberal Arts Dissertation Scholarship, también otorgada por la Universidad de Texas, para concluirla.

Su tesis de licenciatura titulada El año de 260 días en Mesoamérica, denota no sólo su inclinación por los sistemas de escritura nativos de esta área cultural, sino también su afán por ubicar este ciclo único en la historia de los sistemas para medir el tiempo, dentro de su contexto geográfico. Su interés por este singular calendario continuó a lo largo de toda su carrera. Años más tarde afirmaba: “Este es el ciclo más empleado y anotado porque a cualquier fecha le corresponde un numeral-día. Desde su creación fue el mismo para toda Mesoamérica y nunca se alteró [...]” (1998: 179).

Durante sus estudios de maestría en Historia de México abordó el tema La pintura mural del cuarto E VII, estructura B XIII de Uaxactun. Un Nuevo acercamiento histórico, que realizó bajo la dirección de Martha Foncerrada de Molina. Obtuvo el doctorado en 1994 con la tesis titulada The History of Toniná through its Inscriptions, asesorada por la doctora Linda Schele.

Su carrera académica comenzó en octubre de 1965, cuando ingresó como ayudante de investigador a la entonces Comisión para el Estudio de la Escritura Maya.1 Fue precisamente este sistema de escritura que cautivó la atención de la joven historiadora, quien a partir de entonces cultivó la epigrafía y se dedicó de tiempo completo a esta disciplina en el Centro de Estudios Mayas. En esta área ella fue pionera y durante varias décadas, hay que subrayarlo, trabajó sola en México, aunque nunca aislada. No sorprende que sus habilidades de historiadora las aplicara a los textos mayas, ni que las concepciones del tiempo y sus formas de medirlo fueran sus intereses centrales. Desarrolló a lo largo de cinco décadas casi cuarenta proyectos de investigación, entre los que se encuentran diversos análisis de los códices, de las inscripciones en piedra de Palenque, Tikal, Tenam Rosario, Chinkultic y Toniná, de la pintura mural de Uaxactún, así como de la historia de la epigrafía maya.

Atendió de manera sistemática y constante las actividades de difusión. Participó en más de cien reuniones académicas, con ponencias y conferencias, dando a conocer sus investigaciones, para propiciar el diálogo con sus colegas. Además, contribuyó al conocimiento de los mayas y de su sistema de escritura entre el público no especializado, pues participó en más de cincuenta entrevistas en periódicos nacionales, en radio y televisión.

Desde los 22 años, publicó artículos, ponencias, capítulos y libros. Algunos de ellos son referentes indispensables en el área de la epigrafía maya, vigentes y actuales, como el capítulo titulado “El origen de la escritura jeroglífica maya”, o El fonetismo en la escritura maya. Otros dan cuenta de su capacidad para integrar información procedente de distntas fuentes y disciplinas, como El bulto ritual de Mundo Perdido, Tikal (2002), que Dúrdica Ségota, en la reseña que realizó de esta obra, calificó como una “minuciosa investigación con un largo y detallado análisis desde la perspectiva de la historia, arqueología, iconografía, lingüística y epigrafía.” En efecto, su singular y complejo perfil interdisciplinario, aunado a su capacidad de abstracción matemática, le permitieron conocer con perspicacia el complejo sistema calendárico del periodo Clásico maya, y reconocer, por ejemplo, los intrincados viajes en el tiempo de personajes como K’an B’ahlam señor de Palenque. En una ocasión, en 2007, recibió una llamada telefónica desde la Rectoría; le informaron que la UNAM contaría con un supercomputador, que entonces era el número uno en México y América Latina y que les gustaría saber si se conocía el nombre de algún gran matemático maya, para denominarlo así. Ella, con toda naturalidad y sin dudarlo un momento, contestó: “-Sí, ¡K’an B’ahlam!”. En efecto, KanBalam se llamó ese equipo de súper cómputo.

Maricela Ayala fue una maestra innata, que participó activamente en la enseñanza pionera y directa del sistema de escritura maya. En 1979 dio el curso de Epigrafía maya y códices mesoamericanos, en la Universidad de Yucatán a los estudiantes de la licenciatura en Arqueología. Aquella fue la primera vez que esa asignatura se impartió en México. De 1983 a 1989 ofreció durante el verano cursos intensivos de más de 50 h a los estudiantes del 8º semestre de la licenciatura en Arqueología en la Universidad Veracruzana. Pero no fue sino hasta 1989 cuando comenzó su labor formal como docente en nuestra Universidad. Dio un giro a una asignatura ya existente en la licenciatura en Historia (FFyL): Introducción a los textos mayas , y le agregó como subtítulo la palabra epigrafía. Con ello, amplió la visión de la historia prehispánica a través del estudio de los textos mayas, e incorporó este sistema de escritura como una de las fuentes para el conocimiento de la cultura maya, a la vez que abrió esa misma posibilidad a otras regiones mesoamericanas que también cuentan con textos escritos en diferentes sistemas de escritura. Desde entonces impartió la asignatura tanto en la licenciatura en Historia como en el posgrado en Estudios Mesoamericanos, incorporando año con año los nuevos conocimientos que se generaban en varias partes del mundo sobre las inscripciones mayas. Sus cursos, como lo relatan algunos de sus estudiantes, fueron altamente solicitados porque además de la transmisión del conocimiento, contagiaba la pasión por el descubrimiento y la comprensión del sistema de escritura maya, enseñando a desarrollar un espíritu inquisitivo, a ser disciplinados y sistemáticos, a tener rigor científico y a ubicar en su realidad histórica los fenómenos que registran los textos, analizados en sus contextos arqueológicos. Su ejercicio docente se caracterizó por impulsar, a la par de la enseñanza de la epigrafía maya, las bases calendáricas que lo sustentan, así como los contextos iconográficos en que aparecen. Como refieren sus estudiantes, ella los conminaba a verificar por sí mismos los resultados de las equivalencias de los registros temporales y les decía: “un epigrafista nunca confía en otro epigrafista.” Además les recomendaba siempre dibujar los glifos para aprenderlos. Sus clases motivaron a varios estudiantes a involucrarse desde etapas tempranas en la investigación en esta disciplina.

La doctora Ayala dirigió casi una veintena de tesis, tanto de licenciatura como de posgrado. Algunos de sus alumnos han desarrollado sus propias lecturas epigráficas, trabajan de manera autónoma y tienen reconocimiento internacional, como Alfonso Arellano H., Erik Velásquez G., Pétér Biro, Alfonso Garduño, Akira Kaneko, Guillermo Bernal R. (†), María Elena Vega, María Eugenia Gutiérrez, Pablo Mumary y Octavio Esparza. En 2014 recibió la máxima distinción académica que nuestra universidad otorga anualmente a la labor docente: el Premio Universidad Nacional en Docencia en Humanidades. “Es -señaló la doctora. Ayala- el broche de oro con el que cierro cinco décadas de trabajo académico en mi alma mater”.

Dotada de una notable capacidad de observación y una memoria visual privilegiada, recordaba de manera sorprendente las formas de los glifos y sus distintas variedades procedentes de múltiples sitios arqueológicos. A partir de 1989 concibió y desarrolló la glifoteca del Centro de Estudios Mayas. Así, con la participación de sus estudiantes, conformó un acervo en el que reunió fotografías y dibujos tanto impresos como digitales de más de 7000 monumentos del área maya, siendo éste el repositorio pionero en México de los textos mayas, ampliando con ello los horizontes de estudio y conocimiento. De esta manera, ella misma creó una verdadera “casa de lectura”, como lo expresan las antiguas inscripciones. Su cuenta de correo electrónico, así la designaba: naxoc@hotmail.com.

La doctora Ayala fue una universitaria que consagró su vida a trabajar en y para la UNAM. Fue una figura clave en la historia del Centro de Estudios Mayas, pues además de investigadora, tuvo diversos cargos académico-administrativos, como secretaria académica y coordinadora del Centro de Estudios Mayas (1999-2002). Participó en distintos cuerpos colegiados, siempre distinguiéndose por su conocimiento de la legislación universitaria, su búsqueda de equidad y compromiso académico. Fue representante del IIFL ante el Consejo Técnico de Humanidades y Consejera Universitaria. Con sencillez y espíritu práctico colaboró en la organización de los Congresos Internacionales de Mayistas, con el posgrado en Estudios Mesoamericanos y formó parte de diversos cuerpos colegiados.

Mención especial merece la relación de la doctora Ayala con Estudios de Cultura Maya, la revista que impulsó incansablemente desde sus orígenes. Su vínculo con la revista comenzó en 1967, cuando se hizo cargo del volumen VI. Más tarde fue directora y editora de la misma desde el volumen XXX hasta el XLII. Fungió como aguda y rigurosa dictaminadora de múltiples trabajos que se publicaron, además de haber sido autora de diversos artículos que enriquecieron el contenido de varios volúmenes con distintos temas. Y participó en la presentación editorial de la revista en las distintas ediciones de la Feria del Libro de el Palacio de Minería desde 2006 hasta 2014.

Aunque formalmente no fui alumna de Maricela, y tampoco soy epigrafista, debo señalar que los códices mayas son mi pasión, y gracias a ella su estudio constituye uno de mis mayores intereses académicos. Recuerdo que una mañana, hace más de treinta y cinco años, cuando el Centro de Estudios Mayas se ubicaba en la zona escolar de Ciudad Universitaria (en la Torre II de Humanidades), entré a su cubículo. Ella miraba atentamente las fotografías ampliadas, en blanco y negro, de la edición de Förstemann del Códice de Dresde. Me decía con toda naturalidad: “-Mira, aquí está la diosa vieja, y aquí el de la lluvia. ¿Ya viste al dios de la muerte?”, mientras me señalaba distintas figuras. Yo veía las imágenes y me preguntaba: ¿cómo sabrá qué figura representa cada dios? Viene a mi memoria su mirada atenta y su sonrisa, que reflejaba esa admiración, interés, curiosidad y fascinación que sentía por los textos mayas y que aparecía en su rostro cuando miraba glifos y figuras mayas. Por aquellos años ella impartía de manera anual un curso para los investigadores del CEM, que denominaba Curso sobre epigrafía maya donde nos enseñaba con claridad el sistema calendárico maya, su base vigesimal, sus glifos, los distintos ciclos y también a hacer el cálculo para obtener las fechas de Cuenta Larga en el calendario Gregoriano, junto con los glifos emblema. Desde aquellos tiempos tuve la oportunidad de estar cerca de Maricela, en constante comunicación. Incluso asistí en varias ocasiones con ella a los Talleres de escritura jeroglífica maya en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Texas, en Austin, donde mantenía estrecho contacto con otros epigrafistas. Conocedora profunda de las investigaciones sobre los libros jeroglíficos, de todas las ediciones de los mismos, de los estudios pioneros y modernos, consultar los códices en el Centro de Estudios Mayas era tan fácil como tocar su puerta, saludar y hacer una pregunta. Su apoyo lúcido y experto, expresado en comentarios claros y concisos, me guió y cobijó durante más de tres décadas. En diciembre de 2012, en Mérida, Yucatán, recorrimos juntas el Gran Museo de la Cultura Maya. Mirar junto a ella el facsímil extendido del Códice Madrid fue también una memorable y privilegiada ocasión.

El compromiso de la doctora Ayala con la labor universitaria en sus distintas modalidades se hizo evidente a lo largo de toda su carrera académica. Su entrega a la UNAM, una constante. En el balance de actividades de su último informe anual como investigadora (2014), justo antes de jubilarse, señaló:

Considero que cumplí con las actividades que había prometido y que corresponden a las mismas de la UNAM: docencia, investigación y difusión. Aprovecho para dar las gracias a este Instituto por todo su apoyo. Fue maravilloso trabajar con ustedes. Gracias.

La doctora Maricela Ayala Falcón fue una mujer brillante, de gran entereza, con un formidable sentido del humor. Falleció el pasado 15 de agosto de 2023, en Cancún, Quintana Roo, un día después de cumplir 79 años. Se ha reunido por siempre con su hijo Carlos, con sus padres y hermano, con sus mentores, sus colegas y sus discípulos que se le adelantaron. Maricela transita ahora por el tiempo y sabe, no sólo de los hechos de los grandes señores mayas y de sus dioses; también recorre los inconmensurables ciclos calendáricos previos y posteriores al 4 ajaw 8 kumk’u.

1 Esa entidad académica se convirtió en 1968 en el Seminario de Escritura Maya, y dependía de la Coordinación de Humanidades de la UNAM. En 1970 los Seminarios de Escritura y el de Cultura Maya se fusionaron creándose el Centro de Estudios Mayas (CEM), el cual forma parte del Instituto de Investigaciones Filológicas desde su creación (1973).

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