Introducción
La expropiación petrolera decretada por el presidente Lázaro Cárdenas el 18 de marzo de 1938 ha sido una de las decisiones mexicanas con mayor repercusión internacional. La medida afectó a potencias como Estados Unidos e Inglaterra debido a la confiscación de los bienes que las empresas petroleras tenían en el país. El gobierno cardenista esperaba vender crudo a las democracias; no obstante, frente a la negativa y el bloqueo de éstas, tuvo que vender en prioridad a las potencias del Eje, es decir, a Italia, Alemania y Japón, permitiéndoles así hacer reservas del combustible y consolidarse antes del conflicto generalizado.
¿Y qué pasó con Francia? Aunque no quedó en el grupo de los países afectados, tampoco se benefició de exportaciones petroleras más baratas o de otras ventajas comerciales; se solidarizó con las potencias inglesa y estadunidense al participar en el bloqueo, aunque lo hizo de manera menos estricta que Inglaterra. Sin embargo, las relaciones entre México y Francia a finales de los años treinta no han sido estudiadas en detalle, a diferencia de las que el México cardenista sostuvo con Estados Unidos, Inglaterra o Alemania, poniendo en algunos casos énfasis en las consecuencias que la expropiación tuvo en los contactos bilaterales. En consecuencia, poco se ha escrito sobre la actitud que tuvo París frente a la expropiación.1
Las relaciones entre México y Francia también eran importantes y así lo demostraron las acciones de numerosos actores que buscaron influir en la posición francesa. En este caso, destacan tres conceptos importantes. En primer lugar, se encuentran las relaciones bilaterales, que deben entenderse de manera amplia ya que pueden involucrar a terceros países y no limitarse estrictamente a gobiernos y diplomáticos. En segundo, están los actores transnacionales, es decir, individuos que no dependían de la diplomacia estatal y que se involucraron en el conflicto para defender a su gobierno, esperando con ello que Francia tomara medidas favorables a los intereses mexicanos. En tercero, está la diplomacia pública o elementos del soft power, es decir, los medios de los que dispone un país para justificar acciones gubernamentales a través de la información.2
Observar de cerca las relaciones franco-mexicanas tras la expropiación petrolera ofrece varias ventajas. Entre otras cosas, nos permite estudiar los engranajes de la política exterior mexicana, al tomar en cuenta actores oficiales e individuos favorables; posibilita reconocer la propaganda y las acciones que México empleó para legitimar su decisión e intentar cambiar la posición de Francia; pone de relieve cómo intervinieron otros países para definir la decisión del gobierno francés, así como las tensiones y divisiones que existían entre grupos favorables hacia México y los que defendían a Londres. Por último, visibiliza la multitud de niveles y actores que intervienen en las relaciones bilaterales, entre individuos, asociaciones y gobiernos. Con base en lo anterior, el objetivo es considerar el panorama de las negociaciones y acciones que fueron tomadas para incitar a los franceses a comprar el petróleo expropiado por Cárdenas. Sin embargo, debido a que los contactos comerciales fueron muy reducidos, se insistirá más en los aspectos diplomáticos y actividades propagandísticas. Y por ello, nos preguntamos: ¿cómo actuó México para que se exportara el combustible a Francia? Para dar respuesta a esta cuestión, primero se estudiará el estado de las relaciones entre estos dos países y la evolución del conflicto petrolero. Luego, se comentarán las reacciones francesas ante la expropiación y las negociaciones a que dio pie, así como la mediación que Francia ofreció entre México e Inglaterra. El análisis pasará a centrase después en las acciones a favor de México de varios individuos. Por último, se verán las razones del rechazo de Francia a comprar el petróleo mexicano.
Las relaciones entre México y Francia en 1938
Las relaciones franco-mexicanas habían sido tumultuosas en el siglo XIX, como lo demostraron las dos intervenciones, la primera en 1838-1839, y la última, que instauró el efímero Segundo Imperio mexicano, entre 1862 y 1867. A pesar de estos conflictos, los vínculos se reforzaron al final del siglo XIX, debido al afrancesamiento del porfiriato y al éxito de los “barcelonnettes”, migrantes franceses que edificaron los grands magasins, tiendas de ropa y novedades y vitrinas de la vida à la française.3 Sin embargo, la francofilia nacional disminuyó notablemente durante la Revolución Mexicana, en parte por el cambio de elites, las nuevas siendo más afines a Estados Unidos que a Europa, y también por el apoyo que dieron las potencias europeas al contrarrevolucionario Victoriano Huerta. La salida de ciudadanos franceses para combatir en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) también redujo la presencia económica y cultural francesa en México.4 En 1923, Francia reconoció al gobierno de Obregón, después de haber logrado un acuerdo similar a los de Bucareli entre México y Washington, con el reembolso de los daños causados por las fuerzas revolucionarias. Pero los franceses no se beneficiaron económicamente durante los años veinte, debido a los conflictos como la Guerra Cristera (1926-1929) y la crisis de Wall Street de 1929. Las inversiones francesas en México disminuyeron por la desconfianza generada desde la Revolución. Solamente las fábricas textiles como la Compañía Industrial de Orizaba, S. A., se consolidaron gracias a los fuertes aranceles mexicanos.5
Con la llegada de Lázaro Cárdenas a la presidencia, las relaciones bilaterales fueron mejorando e intensificándose. Varios problemas pendientes fueron resueltos, como las reclamaciones por daños sufridos por franceses durante la Revolución, logrando así una notoria cordialidad en los contactos.6 La instauración en 1936 de un gobierno de izquierda en Francia -el Front Populaire, dirigido por el socialista Léon Blum-7 suscitó el interés de Cárdenas. Las relaciones, extremadamente cordiales al inicio, entre el nuevo gobierno y el ministro mexicano Adalberto Tejeda fueron otros elementos de esperanza.8 Debido a estas razones, se esperaba que los vínculos bilaterales pudieran consolidarse.
Las relaciones culturales también estaban reforzándose, gracias a la intensificación de los intercambios artísticos y académicos obra del Comité de Intercambio Universitario creado en 1934, que favoreció la visita de varios conferencistas franceses a México, así como por la fundación del Liceo Franco-Mexicano en 1938.9 De igual forma, la cultura mexicana estaba más presente en Francia a través de artistas nacionales y por la participación de México en la Exposición Universal de 1937 en París.10
En cuanto a las relaciones comerciales, México vendía a Francia productos agrícolas y minerales como café, plata o plomo, mientras que aquélla abastecía el mercado mexicano con productos manufacturados como textiles, farmacéuticos, alcoholes y mercancías de lujo. Mientras que Francia era el cuarto socio comercial más importante de México, este último ocupaba un espacio marginal en las relaciones comerciales galas, al ser sólo su tercer socio comercial latinoamericano.11 Los intercambios fueron ventajosos para México hasta 1937, cuando las exportaciones nacionales se redujeron y el balance comercial se inclinó a favor de Francia. Desde 1926, ningún acuerdo regía los intercambios bilaterales y esto frenaba el comercio entre ambos países. En un principio, París se rehusaba a negociar un tratado porque era deficitario, y sus intereses no se encontraban favorecidos porque buscaba negociar contratos para exportar equipamiento militar o urbanístico que no podía ser incluido en un tratado; asimismo, quería la protección de origen de sus productos para poner fin a las falsificaciones. Además, Francia padecía de la competencia de otras potencias como Estados Unidos o Alemania. Por ello, no lograba que México comprara más productos galos.12
De igual forma, las relaciones entre ambos países se enfriaron debido a la Guerra Civil española. El gobierno del Front Populaire adoptó una postura de no-intervención, que debía bloquear las exportaciones de armas destinadas al gobierno republicano.13 Por su parte, México sí apoyó a los republicanos, enviándoles armas y defendiéndolos en Ginebra. Tejeda, como ministro en París, defendió celosamente a la República, provocando las críticas del gobierno francés y tensando las relaciones.14 México adquirió una mayor visibilidad en Francia debido a su apoyo a la República española; por ello, la derecha vituperó a Cárdenas, alegando que México era un país “bolchevique” porque estaba apoyando a los “rojos” españoles.15
A finales de 1937, debido a las críticas y las discrepancias entre ambos gobiernos, así como a razones de presupuesto, México decidió poner en París a Leobardo C. Ruiz como encargado de negocios (es decir, como un diplomático de menor rango que un ministro o embajador).16 La ausencia de un jefe de legación duró hasta finales de 1938 y limitó la capacidad mexicana para negociar con el gobierno francés; la posición de México estaba debilitada en París. En síntesis, el 18 de marzo de 1938, las relaciones franco-mexicanas estaban tensas, los vínculos comerciales se habían debilitado tras el auge del porfiriato, México tenía una mala reputación en Francia y no contaba con un diplomático influyente en París. Solamente en el aspecto cultural prosperaban las relaciones bilaterales. Todo esto complicaba la tarea del gobierno mexicano para convencer a Francia de comprar su petróleo.
El conflicto petrolero
El petróleo era uno de los recursos naturales más importantes para México desde el inicio del siglo XX, ya que constituía una parte crucial de sus exportaciones, sobre todo a principios de los años veinte. Pero México no se beneficiaba de esta riqueza, ya que era explotada por compañías extranjeras como la inglesa El Águila17 o la estadounidense Standard Oil, las cuales pagaban pocos impuestos.18 Para ampliar su capacidad presupuestal, el Estado intentó aumentar la presión fiscal sobre las petroleras, aunque con pocos resultados. Además, algunos grupos mexicanos querían tomar el control de la explotación del petróleo para financiar programas de modernización y políticas sociales. Se realizaron varias acciones para lograrlo. En 1917, se estipuló en el artículo 27 de la Constitución que los recursos del subsuelo, como el petróleo, eran propiedad del pueblo mexicano.19 Pero el Estado, todavía debilitado por el conflicto civil de la década de 1910, carecía de la fuerza y de los medios para expropiar a las compañías petroleras, así como de la preparación técnica para explotar el crudo.20 Un nuevo intento fue realizado en 1925, cuando el presidente Plutarco Elías Calles trató de incrementar el control del Estado con una Ley reglamentaria sobre el petróleo.21 Con ella, México buscaba limitar el tiempo de concesión y la capacidad de exploración de las compañías, consolidar la producción por parte de empresas nacionales y aumentar los gravámenes sobre las petroleras. La resistencia de las compañías y las presiones de Estados Unidos complicaron su implementación. Aunque México conservó la propiedad del subsuelo,22 los beneficios para el Estado resultaron magros.23
Sin embargo, faltaba todavía la creación de una empresa nacional que compitiera con las petroleras de Estados Unidos e Inglaterra. Por ello, en enero de 1934 se creó Petróleos de México (Petromex y luego Pemex) que debía explotar parte del subsuelo y abastecer el mercado nacional. Además de la participación gubernamental, se esperaba contar con el apoyo de industriales mexicanos.24 Aunque al inicio careció de fondos, la empresa tuvo acceso a algunos pozos, lo que le permitió financiarse y tener un personal mexicano con experiencia ya en 1938. De esta forma, México y Petromex estaban listos para explotar el oro negro después del 18 de marzo.25
Dos años antes de la expropiación, en 1936, estalló un conflicto laboral en la industria petrolera. El Sindicato de los Trabajadores del Petróleo de la República Mexicana (STPRM) exigió la reducción del número de trabajadores de confianza -es decir, empleados que defendían las medidas patronales y que representaban un contrapeso a la fuerza del sindicato- y de trabajadores no afiliados. Las empresas rechazaban esta propuesta porque, al reforzar el sindicato en la relación obrero-patronal, debilitaba a las compañías en los posibles conflictos sociales.26 Igualmente, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje estimó que las empresas podían otorgar un aumento salarial de 26 millones de pesos. Lo anterior se impulsó al considerar los sólidos beneficios que tenían las empresas, mismos que no se reflejaban en los sueldos. Las empresas se negaron a tal pago porque ello implicaba una posible quiebra.27 El gobierno mexicano intentó mantener su neutralidad para lograr un acuerdo y llamó a los trabajadores para que limitaran su huelga. Por otra parte, aseguró a las empresas que la cantidad solicitada sería limitada a los 26 millones.28 La expropiación representaba para el gobierno de Cárdenas la posibilidad de aplicar totalmente el artículo 27 de la Constitución y con ello aprovechar la explotación de las riquezas nacionales. Sin embargo, esta decisión, como lo subrayó Adolfo Gilly, fue tomada pocos días antes del decreto, cuando las empresas se habían negado a acatar, en los plazos establecidos, la decisión judicial de inicios de marzo.29
La falta de arreglo entre el gobierno, los trabajadores y las petroleras, así como el rechazo por parte de estas últimas de los fallos de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje y de la Suprema Corte de Justicia, a inicios de 1938, obligó al gobierno a ser intransigente y a proceder con la expropiación en marzo de ese mismo año. Tras el decreto, las compañías y el gobierno no llegaron a un arreglo, por lo que aquéllas y las potencias afectadas impusieron un embargo para impedir la venta del petróleo mexicano.
Los franceses y la expropiación
La noticia de la expropiación petrolera dio mayor visibilidad a México en Francia, sobre todo por las consecuencias que representaba. Era una decisión extraordinaria que oponía a un país mediano frente a las poderosas Gran Bretaña y los Estados Unidos.
Los diplomáticos franceses en México entendieron que una medida tan radical no iba a ser cancelada y que tendría consecuencias desfavorables. Habían informado acerca de los problemas petroleros. Un arreglo entre el gobierno y las empresas parecía ser alcanzable según Henri Goiran,30 ministro francés en México, quién se preguntaba a finales de febrero si “¿estamos a punto de asistir, con el general Cárdenas, a una conversión hacia la derecha, similar a la que efectuó recientemente el presidente [Franklin Delano] Roosevelt al restablecer las relaciones que esperaba evitar tener con los grandes trusts?”31 El espectro de la prolongación del conflicto no era considerado como posible por los diplomáticos franceses, hasta que la Suprema Corte de Justicia mexicana falló en favor de las demandas obreras. Si bien dudaba de una ruptura entre las compañías y México, Goiran estimaba que:
el gobierno [mexicano] no tolerará el lock-out y se apoderará de los pozos si las compañías se retiran. [...] Este asunto es de los más interesantes. Comprueba, una vez más, el esfuerzo por México para sustraerse a lo que la gente de aquí llama el imperialismo colonial, es decir el poder de las compañías extranjeras sobre la vida económica del país y de sus riquezas naturales.32
El proceso era visto como una lucha entre el gobierno y las empresas extranjeras que podía reforzar la independencia mexicana si se llegaba al extremo de la expropiación.33 Pero Goiran era crítico, porque no consideraba que esta solución fuera viable. Como concluyó, después de la expropiación, “la adhesión de la nación parece completa. Poniéndose solamente del punto de vista patriótico, los mexicanos quieren ignorar las consecuencias económicas de esta medida que consideran como una liberación del control financiero ejercido por las grandes compañías extranjeras sobre ese país”.34 Esta percepción demostraba el éxito que representaba la expropiación para el gobierno mexicano, aunque era vista como una medida desfavorable para la economía nacional debido a la falta de capacidad para explotar y vender el petróleo. La reacción de Goiran mostraba escepticismo sobre los alcances del decreto, aunque sabía que, debido al apoyo general, consolidaba al gobierno mexicano.
Aunque la reacción mesurada de Goiran no se vio reflejada en la prensa francesa, la expropiación fue tratada ampliamente en las primeras planas de los periódicos publicados en los siguientes días. Algunos presentaron el conflicto en sus editoriales, y esto reforzó la visibilidad de México en Francia. Por un lado, la decisión de Cárdenas confirmó la opinión de los periódicos de ultraderecha de que México era un país “bolchevique”. El diario de tendencia monarquista L’Action Française y los periódicos franceses cercanos al fascismo y al nazismo -Le Journal y Le Matin- consideraron que la expropiación había sido una acción influida por la Unión Soviética o por lo menos comunista.35 Por su parte, el periódico liberal Le Temps condenó en su editorial la medida “anticapitalista”.36
En contraste, la izquierda vio favorablemente la decisión, apoyándola porque afectaba a los grandes capitales y debía favorecer a la sociedad mexicana. Además, resaltaba el fervor nacional, lo que demostraba la “liberación” nacional de México, casi como una nueva independencia.37 Era una oportunidad idónea para atacar a los capitalistas. Asimismo, la izquierda encontró en la decisión de Cárdenas una ocasión para legitimar sus posturas, reclamando la nacionalización de sectores estratégicos de la economía francesa. La expropiación petrolera atrajo el interés del periódico socialista Le Populaire, donde André Lerroux expresó su interés, insistiendo en que México:
Empieza una gran experiencia, la de un nuevo tipo de “economía mixta”, esta vez no con base en la colaboración entre el Estado y los capitalistas privados, sino con base en la del Estado con los sindicatos obreros. [...] Tendrá el mérito de haber penetrado con un potente soplo democrático en el mundo de la producción. [...]
Política interna de progreso social, política exterior de lucha contra el fascismo y de colaboración con las democracias: así es el marco en el cual se ubica la “nacionalización” de las industrias del petróleo que el presidente Cárdenas acaba de proclamar.38
Lerroux vio en esta experiencia una novedad interesante porque desplazaba a los capitalistas de la producción petrolera. Era una manera de democratizar la producción e incorporar a los trabajadores en la toma de decisiones, además de ser una medida antifascista porque se debía impedir la venta del combustible a las potencias del Eje.
Fuera de las simples consideraciones, la expropiación petrolera también afectó de manera limitada los intereses de franceses.39 Una agrupación gala, la Asociación de Portadores de Valores Mexicanos,40 afirmó que los franceses poseían 18% de las acciones ordinarias de la Mexican Eagle.41 La expropiación provocó pérdidas a varios franceses que habían invertido en la compañía, y muchos de ellos provenían de la clase media.42 Los afectados y la asociación esperaban entonces que el gobierno francés defendiera sus intereses en relación con el petróleo mexicano.
Las negociaciones diplomáticas bilaterales
Antes de considerar las negociaciones franco-mexicanas respecto al petróleo, es indispensable considerar las reacciones provenientes de otras potencias, Inglaterra y Estados Unidos, quienes fueron los principales afectados. Los ingleses tuvieron mayores pérdidas debido a que su empresa -Mexican Eagle- controlaba más de la mitad de la producción de crudo mexicano. El resto estaba en las manos de empresas estadounidenses, como la Standard Oil. Los gobiernos de Washington y de Londres reaccionaron de manera opuesta frente a la expropiación. El inglés Neville Chamberlain fue intransigente y exigió la restitución de sus bienes a la Mexican Eagle.43 Con el fin de defender a esta compañía, el Foreign Office demandó la cancelación del decreto de expropiación, para así no perder su principal fuente de ingresos en México. Londres vituperó severamente al gobierno cardenista en dos notas diplomáticas que condujeron a la ruptura de las relaciones anglo-mexicanas en mayo de 1938.44 Por su parte, Washington fue más tolerante. Mientras que los ingleses reclamaban la restitución de los bienes expropiados, el gobierno estadounidense aceptó la expropiación, exigiendo solamente el reembolso de los bienes confiscados. Los defensores de una actitud más intransigente eran miembros del Departamento de Estado como Cordell Hull, quien exigía un pago inmediato por los agravios. Por otro lado, el embajador en México, Josephus Daniels, amigo de Cárdenas y favorable a la medida, defendió una mayor tolerancia. El presidente Franklin D. Roosevelt fue influido por Daniels, pero defendía el reembolso. Además, Roosevelt decidió no implicarse en el conflicto, lo que no favoreció los intereses de las petroleras. En consideración de las empresas afectadas, Estados Unidos interrumpió la compra de plata mexicana.45
Estados Unidos vio en la expropiación una medida positiva porque debilitaba los intereses de Inglaterra, su mayor competidor en la escena mexicana. De igual forma, Washington evitó ser demasiado duro para no desestabilizar a México o provocar un golpe de Estado que llevara al poder a un grupo favorable a los nazis.46
La discrepancia entre las dos potencias impidió una acción conjunta de Londres y Washington, limitando la capacidad de presión sobre el gobierno mexicano. Además, la compleja situación internacional, con el riesgo de un conflicto en Europa debido a la expansión nazi en Austria, así como las guerras sino-japonesa y en España, imposibilitaba la intervención militar de las potencias inglesa y estadunidense.47 Una intervención, vista favorablemente por algunos sectores ingleses y estadounidenses, no era aceptada por Roosevelt debido al contexto.48 A su vez, las compañías petroleras no formaron un frente coherente y esto facilitó la firma de acuerdos con algunas de ellas, logrando de esta forma el reconocimiento del control de México sobre sus recursos petroleros. Debido a la Segunda Guerra Mundial, Washington presionó a las compañías para encontrar una solución. La Sinclair aceptó la indemnización propuesta por México en mayo de 1940 y gracias a ello se interrumpió el boicot.49 La compensación para las compañías estadounidenses se acordó en 1942 con un pago en plazos de alrededor de 30 millones de dólares.50 En cuanto a los ingleses, no se llegó a un acuerdo sino hasta 1947.51
La ruptura diplomática con Inglaterra y la dificultad para llegar a un acuerdo con las compañías estadounidenses a través de las negociaciones entre Cárdenas y Donald Richberg, abogado de la Standard Oil, impidieron las ventas a Inglaterra y Estados Unidos.52 Cárdenas anunció desde un principio su voluntad de vender petróleo a las democracias; sin embargo, por la negativa de éstas, México no tuvo otra opción que vender su combustible a las naciones del Eje, como Alemania.53 El comercio mexicano con los países del Eje fue sobre todo a base de trueque, y así México pudo adquirir una parte de la maquinaria necesaria así como barcos petroleros con Italia.54 En este ámbito, William Davis, agente financiero estadounidense, fue clave para exportar hacia Europa.55 Países como Brasil o Uruguay también importaron petróleo.56 Goiran, por ejemplo, afirmó que la ruptura de las relaciones anglo-mexicanas “quitó los últimos escrúpulos que el gobierno federal podía tener en vender petróleo a los países fascistas”.57
Por su parte, el gobierno francés definió su postura el 4 de abril de 1938, medio mes después de la decisión de Cárdenas. Esta tardanza se debió a la voluntad de actuar con cautela, observando las consecuencias de la medida, las reacciones internacionales y para evitar tensiones con México. Por estas razones, se esperó a que la situación se normalizara para tomar una decisión prudente. En una comisión interministerial, se reunieron varios funcionarios encargados de las cuestiones de abastecimiento. Había representantes de la Defensa Nacional, el encargado de la Oficina Nacional de los Combustibles Líquidos, de Hacienda y cuatro representantes del Ministerio de Asuntos Extranjeros.58 Esto demostró que el tema fue estudiado con detenimiento por la administración francesa y que se buscó llegar a una acción coordinada.
Frente a la condena inglesa y las reticencias estadounidenses, París decidió mantenerse a la expectativa y no comprar petróleo mexicano de manera pública, pero no impidió las importaciones privadas. 59 Y como ya se dijo, evitó intervenir en las discusiones diplomáticas y presionar para exigir el pago a sus connacionales accionistas de la Mexican Eagle. Estableció que “la eficacia de nuestra acción sería relativa, mientras Inglaterra y sobre todo Estados Unidos tienen medios de acción potentes. Que intervengamos o no, la misma situación será reservada a todos los portadores de valores”.60 París aceptaba su incapacidad para conseguir un acuerdo con México y sabía que los franceses no tendrían un tratamiento más favorable que los ciudadanos de otros países. De esta manera, esperaba conseguir un reembolso, aunque parcial, para compensar las pérdidas de sus connacionales.
Por su parte, la negativa de Francia para comprar petróleo mexicano tenía la finalidad de evitar un desabasto. En 1938, las empresas petroleras controlaban el traslado del combustible y Francia no quería oponerse a ellas porque en gran medida dependía de las mismas. Además, México exportaba una parte muy reducida del crudo consumido por Francia61 lo cual se tradujo en la imposibilidad francesa para importar el petróleo expropiado dado que no tenía la capacidad ni los barcos para transportar el combustible. Aceptar el petróleo mexicano y oponerse a las compañías podía generar un desabasto de petróleo,62 lo cual implicaba una desventaja francesa en la víspera de un internacional derivado de la política agresiva de Hitler.
La expropiación también fungió como acicate durante las discusiones entre Francia e Inglaterra para el intercambio en tiempo de guerra de otros productos agrícolas y minerales además de crudo.63 La neutralidad de Francia en la compra de petróleo mexicano debía servir para lograr un acuerdo entre Londres y París.64 El secretario general del Ministerio de Asuntos Extranjeros francés, Alexis Léger, telegrafió al embajador en Londres que:
Hemos aceptado rechazar [las ofertas mexicanas] para conseguir una colaboración franco-británica en materia de abastecimiento de petróleo que nos parece esencial de ver puesto en práctica a la brevedad. [...] El apoyo efectivo que aportamos hoy al gobierno británico en el asunto mexicano, nos da un argumento nuevo, que el Foreign Office debe apropiarse para triunfar rápidamente de las últimas dudas del Petroleum Department.65
El posicionamiento de Francia correspondía entonces a consideraciones estratégicas para conseguir este acuerdo, en el que se esperaba que a mediano plazo se incluyera el combustible mexicano. En efecto, el petróleo importado por las democracias provenía de Irak y su ruta a través del Mediterráneo podía ser fácilmente cortada por una Italia enemiga. Por otro lado, el producto mexicano era una fuente alterna de combustible que podía importarse a menor riesgo porque se asumía que las marinas inglesa y francesa podían dominar el Atlántico.
La expropiación tuvo dos consecuencias directas para Francia. La primera fue que afectó a sus ciudadanos poseedores de bonos de las petroleras. La segunda fue que permitió negociar un acuerdo con Inglaterra para el abastecimiento de petróleo en caso de conflicto generalizado.66 El rechazo a comprar petróleo mexicano respondió así más a la necesidad de Francia, primero, de asegurar su abastecimiento, y segundo, de mantener buenas relaciones con Inglaterra. Es por ello que Francia rechazó las compras oficiales de petróleo mexicano.
No obstante, como Cárdenas había expuesto su voluntad de vender el combustible a las democracias, Francia pareció ser a primera vista el país indicado para comprar el crudo y los mexicanos insistieron en cambiar la decisión francesa. Por ello, rápidamente el gobierno mexicano contactó y presionó a los diplomáticos franceses en México y a funcionarios en París para que importaran el recurso. Por ejemplo, pocos días después de la expropiación, los mexicanos ofrecieron petróleo al ministro Goiran y al agregado comercial André Gabaudan durante las negociaciones para reducir los aranceles impuestos a productos galos. Los franceses decidieron no comprometerse en dichas compras.67 De manera simultánea, el agregado militar en París, Luís Alamillo Flores, aprovechó sus contactos en el Ministerio de la Guerra para ofrecer petróleo al ejército y la marina francesas. A pesar de una aceptación inicial, el Ministerio tuvo que retractarse debido la neutralidad adoptada por su gobierno.68
La ausencia de un diplomático mexicano en París, como fue mencionado anteriormente, impidió negociar directamente con el gobierno francés. A pesar de lo anterior, hubo varios intentos para convencer a los franceses de comprar petróleo mexicano por medio de contactos, como lo hiciera Alamillo Flores. Un ejemplo fue Francisco León de la Barra, expresidente mexicano establecido en la capital gala desde hacía varios años.69 Conocía a miembros de la administración francesa, dentro de la cual algunos se encargaban del abastecimiento, así como a amigos de Édouard Daladier, jefe de gobierno francés. Sin embargo, sus esfuerzos no fueron exitosos.70
En septiembre de 1938, el gobierno mexicano comisionó al subsecretario de Hacienda, Eduardo Villaseñor,71 para que negociara con Francia la venta de petróleo.72 El subsecretario había asumido algunos meses antes la presidencia del grupo México-Francia, una asociación fundada en abril de 1938 que debía favorecer la influencia francesa en México.73 Con este cargo simbólico para las relaciones bilaterales, Villaseñor esperaba que el gobierno francés actuara en favor de México como agradecimiento por su defensa de la influencia francesa en el país. Sin embargo, su misión no tuvo éxito a causa de la posición firme que Francia mantenía. París rechazó las compras públicas, pero se confirmó que el gobierno francés no impidiera compras privadas.74
Mientras tanto, algunos franceses intentaron comprar el combustible para aprovechar sus precios reducidos. Empresas e individuos contactaron a Petromex en los primeros días luego de la expropiación.75 Varias negociaciones privadas surgieron entre franceses y mexicanos. No obstante, la principal compra de petróleo mexicano por franceses fue a través de William Davis, el agente financiero estadounidense,76 quien no solamente ofreció abastecer con petróleo a franceses, sino también a alemanes, ingleses y estadounidenses. Discusiones serias fueron llevadas por franceses, como los señores Tatur y Descombes, quienes estuvieron en México en julio de 1938, o Gerhard Meier, negociador de varias empresas francesas para que cambiaran mercancías por petróleo.77 Entre estos compradores se encontraban la fábrica de armas Edgar Brandt o la vidriería Saint-Gobain. Pero estos proyectos no se concretaron debido al bloqueo operado después de la confiscación de petróleo en Francia que supuestamente provenía de pozos anteriormente explotados por la Mexican Eagle.78
En octubre de 1938, se retuvo un buque cisterna que transportaba combustible mexicano en el puerto de Le Havre. Esto tensó las relaciones bilaterales.79 No era el único caso en Europa porque también había barcos retenidos en Bélgica y Holanda.80 Esta situación obligó a México a nombrar a un ministro en París para negociar un arreglo con Francia. El candidato idóneo fue el exsecretario de Hacienda Narciso Bassols, quien por estas fechas estaba en Europa y asesoró a las legaciones de Bélgica y Holanda frente a las retenciones de petróleo mexicano.81 En noviembre asumió la dirigencia de la Legación mexicana en París e intentó arreglar el problema de la exportación de petróleo.82
Arreglar el conflicto anglo-mexicano: la mediación francesa
En enero de 1939, el gobierno francés ofreció su mediación para solucionar el conflicto entre México y Londres.83 Francia esperaba que se llegara a un acuerdo entre ambos países porque le preocupaba la venta de petróleo mexicano a los nazis. París consideraba necesario frenar a Alemania luego de que ésta se anexó los Sudetes, región fronteriza de Checoslovaquia, en septiembre de 1938. Le aterrorizaba que Hitler consolidara reservas de petróleo gracias al abastecimiento de México. Sobre todo, Francia, debido a su posición ambigua, estaba en situación delicada y temía, como lo reportó una nota interna, que “a largo plazo, esta actitud naturalmente crearía un conflicto entre Francia y México”.84 Francia también quería evitar tensiones con Inglaterra, así como con México, porque tenía intereses económicos en ese país (tiendas, industria textil), y el recién fundado Liceo Franco-Mexicano había representado una fuerte inversión por parte del erario francés. La confiscación del combustible mexicano amenazaba estos intereses y por ello debía buscarse un arreglo en el conflicto.
La mediación francesa fue aceptada con escepticismo por Bassols y fuertemente criticada por Ramón Beteta, subsecretario de Relaciones Exteriores.85 Con base en las negociaciones, México debía aceptar no introducir petróleo mexicano en el mercado francés entre el 20 de enero y el 20 de julio. Mientras tanto, Francia se comprometía a arreglar el asunto del bloqueo en Le Havre y conseguir un arreglo entre Inglaterra y México. Como lo había destacado Bassols, México no cancelaría la expropiación ni podía haber acuerdo si se cuestionaba el decreto del 18 de marzo. Frente a las críticas de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Bassols insistió en que la mediación permitiría arreglar rápidamente el problema de la confiscación temporal en Le Havre y también obligar al gobierno francés a tomar una decisión definitiva sobre la importación de petróleo. Ya fuese a favor o en contra de los intereses mexicanos, en un plazo de seis meses habría de resolverse la cuestión de exportar petróleo a Francia.86
Debido a los conflictos y las reticencias en importar, la expropiación cambió un poco las dinámicas de intercambio, sin tener mayores repercusiones. Francia no compró mucho petróleo mexicano y derivados, salvo asfalto (más de 10% que exportó México en 1938). Como lo ilustra la gráfica 1, las ventas no eran importantes. La venta de asfalto disminuyó fuertemente entre 1938 y 1939. Se reinició la compra francesa de crudo en 1938, signo de interés francés, aunque ésta quedó limitada. En 1938, la cantidad de combustible importado disminuyó, antes de aumentar en 1939. El incremento se debió al arreglo del conflicto judicial de Le Havre -entre la Mexican Eagle y los compradores de petróleo mexicano-. Además, las importaciones sólo se efectuaron a partir del mes de julio. México no pudo exportar petróleo durante seis meses debido al arreglo entre la Legación mexicana y el gobierno francés. Se puede concluir que la expropiación dio lugar a un cambio de clientes, sin cambiar drásticamente las proporciones de intercambio. Estas importaciones francesas no tuvieron el alcance deseado por México, y Francia no se volvió uno de los compradores destacables de petróleo mexicano.
Nota: Se ignora la proporción de asfalto antes de 1936. Fuentes: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos 1939, p. 596-598 y Anexo del Oficio 29632. “Se envían las exposiciones numéricas que se indican” de Luis Hamo a Administración General del Petróleo Nacional, México, el 30 de julio de 1938, AHP, Expropiación, caja 2387, exp. 654424.
La mediación con Inglaterra no fue exitosa porque Londres sólo aceptaba el regreso a la situación anterior a la expropiación, algo que no cambió durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial.87 En tanto, se arregló el juicio de Le Havre. A pesar de lo acordado, había resistencia en el gobierno francés para favorecer a México. Dos bandos se oponían. Por un lado, el Ministerio de Asuntos Extranjeros quería un fallo favorable a los intereses mexicanos. El director de la Oficina de Combustibles Líquidos de la administración francesa, Louis Pineau, defendía la compra de petróleo mexicano e intentaba presionar a su homólogo inglés para que aquél fuese comprado tanto por Francia como por Inglaterra.88 Por su parte, el ministro de Obras Públicas, Anatole de Monzie, que defendía los intereses ingleses y de la Mexican Eagle, intentó trabar el arreglo, lo que atrasó la solución judicial.89
El fallo de Le Havre fue favorable a México, estableciendo que el tribunal no podía pronunciarse en contra de la legislación de otro país y que, por ello, el petróleo que había llegado al puerto francés era propiedad de México y no de la Mexican Eagle.90 La sentencia fue celebrada por Petromex, porque condenó a la Mexican Eagle a “cubrir las costas [sic] del juicio y los daños y perjuicios ocasionados a nuestros clientes”.91 Esto permitió la introducción de petróleo mexicano en Francia. Petromex festejó en su informe anual que con “este fallo, inspirado en el más alto espíritu de justicia, reconoce la absoluta legalidad de proceder del Gobierno al expropiar los bienes de las empresas petroleras que operaban en México, y a [sic] traído como consecuencia inmediata al despertar mayor interés y aumentar el número de posibles compradores”.92
La mediación francesa no arregló el desacuerdo entre México e Inglaterra ni logró la inclusión del combustible mexicano en un acuerdo franco-británico de abastecimiento en tiempo de guerra. A pesar de la dificultad para satisfacer las pretensiones de México en vender su petróleo a Francia, se realizaron varias actividades que debían hacer propaganda y presiones a favor de México, señal de que el país tenía la capacidad para movilizar a varios actores y para hacer diplomacia pública de amplio alcance.
Presiones, propaganda y defensa de la compra
La diplomacia pública es uno de los elementos que componen las relaciones de influencia conocidas como soft power. La otra vertiente es la diplomacia cultural, la cual está enfocada en la promoción de la cultura de un país a otro. La diplomacia pública se basa en las mismas herramientas que la acción exterior cultural; por ejemplo: escritos y conferencias. No obstante, el mensaje es diferente porque representa la situación política, social y económica del país y debe justificar las acciones gubernamentales.93
El gobierno mexicano presionó para cambiar la decisión francesa. Primero, ofreció regularmente a los diplomáticos franceses en México el petróleo a precios muy favorables. Con esta insistencia, se esperaba convencerlos para que presionaran a su gobierno. Esto se logró porque los diplomáticos franceses vieron una solución a los problemas de su comercio nacional en tanto que la compra de petróleo mexicano podía conducir a mayores exportaciones galas a México.94 André Gabaudan, agregado comercial, insistió mucho en estas ventajas, mientras que Goiran comunicó los beneficios, recibiendo regularmente críticas de sus superiores por querer modificar la decisión gubernamental de neutralidad.95 La mejora en las relaciones bilaterales y los beneficios que Francia podía conseguir de la compra de petróleo fueron secundarios para París. Goiran insistió en el problema de las reacciones del gobierno, así como en el de “una opinión [pública] muy vindicativa y por lo mismo, las repercusiones del descontento que podría tener para los negocios franceses”, al decidir boicotear a las empresas o a las actividades culturales de franceses si este país mantenía su postura.96 En las notas internas del gobierno, el riesgo de represalias apareció a inicios de 1939 con motivo de una entrevista entre Pierre Comert, subdirector de América, y De Monzie, quien afirmó que “[Entiende] muy bien que el Ministerio de Asuntos Extranjeros se preocupa por los intereses franceses en México por las consecuencias que podría tener para ellos la interdicción del ingreso de petróleos mexicanos.”97 Así, las relaciones con México y las consecuencias para sus intereses económicos eran secundarias para Francia.
Cárdenas también informaba de su preocupación por la venta del petróleo a franceses que visitaban México. Un ejemplo fue el caso del senador socialista André Morizet, quien asistió a un congreso de urbanismo en México.98 Debido a su cargo político, fue considerado como uno de los representantes oficiales galos, y el presidente intentó convencerlo de la necesidad de que Francia comprara petróleo mexicano. Es probable que el tema también fuera mencionado durante la estancia de Léon Jouhaux, jefe del principal sindicato francés.99
El gobierno de Cárdenas también realizó acciones simbólicas para suscitar la simpatía de los franceses y que debían provocar gestos recíprocos, como la compra de petróleo. La acción con mayor relevancia fue la celebración oficial del 14 de julio de 1938, día nacional francés en referencia a la toma de la Bastilla y al inicio de la Revolución Francesa. El gobierno mexicano había dejado de festejarlo oficialmente después del fin del porfiriato.100 Gonzalo Vázquez Vela, secretario de Educación Pública en ese entonces, decidió aprovechar el día nacional francés en 1938 para festejar el “Día de la Democracia”. El Journal Français du Mexique destacó el evento, afirmando que
Por primera vez desde hace largos años, tuvimos la alegría y el orgullo de ver en 1938, al Gobierno Mexicano asociarse a nuestros festejos bajo la forma de la institución del “14 de Julio, fiesta de la Democracia”. He aquí un gesto dirigido a todos los franceses y que muestra el grado de intimidad al que llegaron las relaciones franco-mexicanas.101
La decisión no correspondía a una solicitud francesa o a una conmemoración clave. Además, nombrar al festejo como el “Día de la Democracia” asociaba el 14 de julio y la Revolución Francesa a la democracia, dejando de lado otros procesos anteriores como la independencia estadounidense o la Glorious Revolution inglesa de 1688. El festejo conjunto de Francia y de la democracia no era inocente. Al celebrar a Francia, se quería atraer su atención para que comprara petróleo. También debía mostrarse que México era una democracia. El motivo de la conmemoración dependió entonces más de la expropiación petrolera para recordar que México tenía el propósito de vender el petróleo a las democracias. En 1939 se repitió la celebración, aunque tuvo menos repercusiones que el año anterior a pesar de conmemorar los 150 años de la Revolución Francesa, lo que demostraba que la celebración de 1938 debía suscitar la simpatía del gobierno francés.102
Ésta no fue la única acción simbólica del gobierno mexicano en favor de Francia para conseguir la compra de petróleo. En julio de 1938, se canceló la expropiación de la escuela religiosa de San Borja, realizada en 1934, y se devolvió el edificio a sus antiguos propietarios.103 Sin embargo, estos actos favorables a Francia no tuvieron éxito porque París mantuvo su decisión de no importar petróleo mexicano. A pesar de ello, el Ministerio de Asuntos Extranjeros se encaminó hacia una postura más conciliadora con los intereses mexicanos.
México no se limitó a este tipo de acciones. Varios actores intervinieron -fuera de los diplomáticos y de los gobiernos- para defender los intereses mexicanos. Estos actores transnacionales, que operaban fuera del marco oficial, fueron clave para cambiar la decisión del gobierno francés. Se realizó una campaña de propaganda para difundir su punto de vista en cuanto a la expropiación y así contradecir los argumentos de las compañías petroleras y la prensa de derecha.
Los periódicos franceses rara vez mencionaron el boicot de las democracias, ya que preferían criticar la venta del combustible a Alemania. Manuel Fresco, canciller del consulado mexicano en Burdeos, se quejó de la campaña de prensa en contra de México debido a la venta de petróleo a Alemania. La presión se hizo más fuerte en septiembre de 1938 con la crisis de los Sudetes y el riesgo de una invasión alemana a Checoslovaquia. Manuel Fresco destacó que:
Cuando la crisis checo-eslovaca estaba en su apogeo y que Francia tuvo que movilizar por temor a una guerra eventual contra Alemania, claro está que los espíritus, ya sea en Francia como en varios otros países, estaban muy excitados contra Hitler. Fué [sic] en aquel entonces que las Compañías de petróleo, aprovechando esta ocasión, publicaron un poco en todas partes que México hacía grandes expediciones de petróleo a Alemania, petróleo que serviría para ayudar a destruir los hogares franceses, etc. [...]
El efecto producido por esos diferentes artículos en la opinión pública francesa y hasta de otros países de Europa fué [sic] desfavorable; pues el pueblo francés que durante estos últimos tiempos veía en México a un país demócrata con tendencia socialista, no se podía imaginar que México pudiese dar petróleo a un país fascista como Alemania que esta [sic] en vispera [sic] de imponerle una guerra destructora. Claro está, el pueblo francés estaba muy impresionado con motivo de “la crisis del momento” y del peligro de guerra y basándose en ello, las Compañías de petróleos especulaban para provocar una atmósfera contra México. Nadie quería plantearse la cuestión de que México tenía derecho a vender a quien lo quisiera, absteniéndose bien en Francia a decir que minerales franceses eran vendidos a Alemania que servían para fabricar cañones y municiones, capaces de ser empleados para matar franceses. Había una crisis política y por consiguiente, ni México ni ningún otro pueblo del mundo, quería abandonar las relaciones comerciales con quienquiera que fuese y sobre todo con aquellos con quienes México no se encontraba en conflicto, pero esto dió [sic] lugar a que ciertos periódicos escribiesen diciendo que por el hecho de haber peligro para que millones de hombres fuesen muertos por los alemanes, México, “comunista”, vendía petróleo a Alemania “fascista”. Esto prueba que los países que podemos calificar de “imperialistas” mas [sic] bien que “demócratas”, hacían “chantage” [sic] a la democracia mexicana, tomando como instrumento el fascismo alemán.104
El canciller vituperó a las compañías petroleras por realizar una campaña de prensa deshonesta para inducir a los franceses a boicotear el petróleo mexicano, porque éste servía para alimentar los anhelos expansionistas de Alemania. La relevancia del argumento dependía de las tensiones resultantes de la crisis de los Sudetes. Sin embargo, Fresco destacó que Francia vendía a Berlín productos para fabricar armas pero que esto era ignorado, viendo ahí un acto de hipocresía. En su informe de 22 páginas destacó varios ejemplos importantes de artículos de esta campaña antimexicana:
El día de mayor agudez en la crisis internacional de Europa, en que la guerra dependía solamente de la ruptura de las negociaciones de Munich, ese día aún, la “Revue Petrolifere”, aludiendo a los cablegramas publicados en la prensa francesa en primera página sobre las salidas de barcos petroleros para Alemania, decía en la primera columna: NI UNA GOTA DE PETROLEO PARA ALEMANIA EN ARMAS. Este editorial añadía que Alemania sin petróleo podía ser desarmada y sería menos peligrosa. Continúa haciendo un llamamiento patético y claro está la impresión era para todos que sin el petróleo de “ciertos países” se podría llegar a dominar a Hitler, pero había México por medio.105
De cierta forma, y a diferencia de las otras críticas mencionadas, México era acusado de favorecer la agresiva política exterior alemana. En ningún momento los periódicos conservadores mencionaron que, para evitar esta política expansionista, era preciso que los franceses compraran petróleo mexicano para que el país latinoamericano no sufriera las consecuencias del boicot. Las críticas demostraban también que los franceses rechazaban la política pragmática de México y criticaban su injerencia en los asuntos europeos, sobre todo porque iba en contra de los intereses franceses.
Algunos periódicos criticaron la situación en la cual se encontraba México, obligado a vender petróleo a Alemania. Por ejemplo, Paris-Soir, periódico ilustrado con un amplio público, destacó que México se enfrentaba a un “dilema inesperado: morir de hambre, o alimentar a sus adversarios” debido al boicot de las democracias.106 En este caso, el periódico disociaba a México del Eje, matiz que no hacían ni el monarquista L’Action Française ni el liberal Le Temps. Por su parte, Le Populaire se preguntaba: “¿De quién es la culpa, señores capitalistas franceses, si la democracia mexicana no ha podido todavía vender su petróleo nacionalizado a la democracia francesa? ¿Si, boicoteado por los petroleros, no encontró otros clientes?”107 Así, según los socialistas franceses, la venta del petróleo mexicano a Alemania dependía totalmente de los capitalistas. Por ello, entendían la necesidad de vender petróleo a Alemania, y no criticaban a México porque no tenía otra opción.
A pesar de algunos apoyos, México no operó una campaña de prensa a través de su Legación en París, sobre todo por falta de recursos y en claro contraste con la actuación de Alfonso Reyes cuando era ministro en París durante la Guerra Cristera (1926-1929).108 Una revista especializada en los asuntos petroleros, el Moniteur des Carburants, ofreció sus servicios para realizar una campaña de propaganda con la publicación de un número especial a un costo de 30 000 francos.109 La oferta fue rechazada porque no se contaba con el presupuesto. A pesar de la negativa, el periódico defendió a México y la necesidad de comprar petróleo de ese país. La revista esperaba conseguir el reembolso del costo de la campaña, pero México se rehusó a pagar. Esto demostró que México no quería usar la prensa como factor de diplomacia pública, prefiriendo hacer uso de otros medios. Uno de éstos consistió en la publicación del libro de Paul Boracrés The Mexican Petroleum, “Stolen Property”?, traducido al francés y al español y que defendía el punto de vista mexicano. Boracrés, supuesto especialista rumano, era un seudónimo que debía cubrir la autoría mexicana, para darle mayor fuerza al estudio. El autor era en realidad Alfonso García Robles, quien en ese entonces estudiaba derecho internacional en la Sorbona.110 Bassols y Villaseñor aprovecharon la especialización de García Robles para defender el punto de vista nacional y tener mayor alcance porque un rumano parecía ajeno a los intereses mexicanos. Este libro contribuyó a hacer una campaña de propaganda a favor de México.
Asimismo, se realizaron conferencias que defendían la expropiación. Algunos mexicanos radicados en Francia participaron en el esfuerzo propagandístico. En 1938, cabe destacar a dos de ellos. El primero era Luis Lara Pardo, periodista del Excélsior enviado a París, quien realizó una té-plática para el Cercle des Nations y la Société d’Études des Problèmes Internationaux, medio mes después de los eventos.111 Debía realizar una doble tarea: presentar la expropiación y también explicar por qué era justificada y necesaria para el desarrollo de México. Los organizadores destacaban por ser grupos de estudio de cuestiones internacionales que concentraban a personas interesadas y especialistas. México esperaba que su voz alcanzara a grupos que podían transmitir sus inquietudes. El otro conferencista era el ya mencionado García Robles, especialista en derecho internacional, y por ello con autoridad y justificación académica. También debe señalarse que este académico dio conferencias en Bélgica y realizó publicaciones sobre el tema bajo su propio nombre.
Otros mexicanos de paso en la capital gala dieron conferencias con metas propagandísticas. Por ejemplo, el sindicalista Vicente Lombardo Toledano, que expuso de manera amplia la situación mexicana e incluyó la temática del petróleo. Su audiencia, compuesta de izquierdistas y antifascistas franceses, aprobó rotundamente la política cardenista y los oyentes probablemente expusieron el caso mexicano y las decisiones del gobierno latinoamericano a otros compañeros, esperando así resaltar la necesidad de aplicar medidas similares, como la nacionalización de sectores productivos de Francia.112
Luis Chico Goerne, exrector de la Universidad Nacional de México, fue enviado a Francia con la misión de consolidar las relaciones académicas y culturales con ese país. En el plan de actividades que comunicó a Jean Marx, director del Servicio de Obras Francesas en el Extranjero (SOFE), sección cultural del Ministerio de Asuntos Extranjeros francés, comentó su anhelo de realizar un ciclo de conferencias para exponer la situación mexicana, y el tema del petróleo debía ser el segundo en esa agenda. Estos casos mostraban la voluntad de los mexicanos para defender la medida expropiatoria a través de conferencias.113
Algunos franceses también defendieron en conferencias la expropiación petrolera. Al no ser agentes mexicanos, sus presentaciones adquirieron un carácter de imparcialidad. Su interés en defender al gobierno cardenista no dependía de su nacionalidad, y siendo académicos ilustres, gozaban de cierto prestigio. Difícilmente podían ser acusados de propagandistas, más bien de mexicanófilos. Algunos investigadores que estuvieron en México hicieron labor de divulgación a favor del país y mencionaron la nacionalización del combustible, como André Latarjet.114 Comisionado en 1936 para realizar coloquios e investigaciones en México, este anatomista realizó una conferencia acerca del país a finales de marzo de 1938, es decir, casi año y medio después de su visita. Aunque se desconoce lo que presentó, se presume que debido la elección de la fecha, habló sobre la expropiación petrolera.115 De igual forma, el doctor Marcel Prenant, militante antifascista y de izquierda, había asistido al Congreso en contra de la Guerra y del Fascismo en septiembre de 1938 en México. A su regreso, presentó en conferencias la obra social de Cárdenas y probablemente defendió el decreto del 18 de marzo.116 En estas presentaciones, tanto de franceses como de mexicanos, la cuestión de la compra de petróleo por Francia fue seguramente mencionada.
Conclusiones: necesidades antagónicas, razones del fracaso
A pesar de todas estas acciones de propaganda y pedagogía, hubo pocas compras de petróleo mexicano por Francia. Los diplomáticos franceses en México defendieron las importaciones como una oportunidad para reforzar las relaciones y, sobre todo desde un punto de vista comercial, para exportar productos manufacturados franceses. El gobierno galo, por su parte, no consideró este elemento, ya que su preocupación primordial era evitar tensiones con Inglaterra y Estados Unidos. Aunque el abastecimiento de petróleo a Alemania inquietaba al gobierno francés, no fue motivo para que se produjera un cambio en la decisión oficial, pues solamente sirvió a París para presionar a Londres y arreglar su litigio con México, limitando así el abastecimiento de petróleo a los nazis.117
Francia no compró petróleo mexicano para favorecer su alianza con Inglaterra, y esto a pesar del fortalecimiento de la Alemania nazi. Por su parte, México tuvo que apegarse a su supervivencia económica, manteniendo sus exportaciones de petróleo a Berlín, a pesar de sus reticencias y declaraciones iniciales. México necesitaba los ingresos del petróleo y no tenía otra opción. La venta a Alemania debía presionar a las democracias para recordarles que México podía ser pragmático y anteponer sus intereses particulares a sus anhelos ideológicos, en este caso, vender su petróleo a los regímenes totalitarios que había criticado.118 El hecho de vender petróleo a Alemania fue criticado por los franceses, sin embargo, los obligó a ver la importancia que tenía el combustible mexicano. No obstante, la decisión pragmática de México no tuvo las consecuencias deseadas porque Inglaterra mantuvo su postura; solamente se consiguió la tolerancia de Washington. La existencia de preocupaciones distintas provocó el fracaso de la compra de petróleo mexicano por Francia, esto a pesar de los beneficios señalados y de las presiones de varios actores. Con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo, el conflicto se resolvió con los acuerdos alcanzados en 1942 y 1947 con Estados Unidos e Inglaterra, respectivamente. Por su parte, Francia no pudo acceder al crudo mexicano tras la derrota de 1940, y México se rehusó a vender petróleo al régimen colaboracionista francés para no favorecer a sus enemigos, Italia y Alemania.
En consecuencia, el estudio de las relaciones entre México y Francia después de la expropiación de marzo de 1938 resulta muy interesante porque ilustra algunos cambios importantes en la política exterior de ambos países. Nuestro análisis pone de relieve cómo México no se mantuvo inactivo y buscó maneras para vender petróleo a Francia. Con ese fin, empleó a actores oficiales para negociar con París y presionó a los diplomáticos franceses en México, los cuales aprobaban la compra por Francia, pero no contaban con el respaldo de sus superiores. Asimismo, realizó actos de propaganda a través de conferencias y publicaciones y recibió el apoyo de intelectuales y de la prensa gala favorables a México, pero como ya se mencionó, todo lo anterior no fue suficiente para vencer la reticencia francesa.