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Perfiles educativos

Print version ISSN 0185-2698

Perfiles educativos vol.34 n.spe Ciudad de México  2012

 

Entrevistas

 

Hacia una reforma educativa desde la perspectiva de las aulas

 

Entrevista con Manuel Gil Antón*

 

* Investigador del Colegio de México. Especialista en temas de sociología de la educación. Participa regularmente en la prensa escrita colaborando en El Universal y Educación a Debate, entre otros.

 

¿Cuál sería su valoración acerca de los cambios realizados a partir de la implementación de las diversas reformas, y qué aspectos cambiaría al respecto?

Así como no hay revoluciones educativas, como suelen afirmar (que sí) los políticos en campaña, tampoco se puede reformar un sistema educativo si se hacen reformas continuamente, pues no maduran, en su caso, los procesos que importa modificar en serio, esto es, las tendencias a mejorar lo que toda "nueva forma" pretende (o debería pretender): lo que ocurre en el aula. Toda reforma educativa que se confine a los límites de las estructuras administrativas no tiene sentido; a su vez, si la reforma se concibe como "hacer un cambio mágico", merced a alguna ocurrencia genial, está condenada al fracaso.

Si lo que ocurre en el aula es lo que hay que reformar, importa mucho decir lo que se busca, es decir, reformular —volver a delimitar— lo que ha de ocurrir ahí como proceso educativo. A mi juicio, si en el salón de clase no se logra generar un ambiente propicio al aprendizaje (nadie enseña nada, sólo aprende el que aprende) el conocimiento se distribuirá de manera semejante a la desigualdad social, apoyando la tendencia a que "origen sea destino", y a que sea el capital cultural de los estudiantes y sus familias lo que determine lo largo, denso y enriquecedor de la experiencia educativa.

Desde mi punto de vista, a partir de la alternancia se ha caído en soluciones mágicas, unas de impacto directo y otras de largo plazo en sus expectativas, pero en ambos tipos, ayunas del entendimiento de la complejidad del asunto que tienen entre manos quienes dirigen la educación pública en México. Sin ser exhaustivos, no podemos olvidar que un plan piloto, una idea en ciernes —la famosa Enciclomedia— apenas fue conocida por el presidente Fox, se convirtió en "el salón de clases del siglo XXI". Lo raro no era que el presidente Fox fuera ocurrente, sino que la estructura general de la secretaría, empezando por su titular, el Dr. Reyes Tamez, diera a este programa la estatura de revolución pedagógica, confundiera los medios con los fines, malgastara inmensas cantidades de dinero y, sobre todo, despilfarrara —en educación básica— el bono democrático que la transición misma traía consigo: la expectativa de un cambio bien pensado.

Así como la Enciclomedia fue programa insignia y fracaso monumental, en la segunda oportunidad del panismo en la educación pública, con el presidente Calderón, casi toda la política de gran impacto se concentró en la evaluación. Millones de exámenes cada año, mediciones a pasto; se confundió de nuevo a la evaluación, como medio, con el fin a lograr: evaluar sin medida ni clemencia...

Para ello, ENLACE fue la varita mágica, no sólo como medida del "conocimiento" de los alumnos, sino como nuevo eje de la carrera magisterial: 50 por ciento de los puntos necesarios para lograr avances en ese programa dependen del resultado de los alumnos en el test estandarizado.

Otra piedra filosofal fue la instrucción, mediada por acuerdo secretarial: a partir de equis fecha, todas las escuelas tenían que tener consejo de participación escolar; se dieron fechas de conformación, agendas específicas (sobre todo para seguir violando la gratuidad constitucional, exigiendo cuentas a los directores de las cuotas "voluntarias") pensando que de ese modo se podría controlar la acción de los profesores y directivos involucrando a los padres de familia. Todo ello mostró un enorme desconocimiento del país real, donde la mayoría de los padres y madres de familia "dejan" a los niños en la escuela para ir de prisa al trabajo; a ellos se les pedía que por medio de esos consejos cuidaran que la educación fuese adecuada...¿y la autoridad educativa? Quedó presa de una Alianza por la Calidad Educativa que pactó el carácter inocuo de cuestiones necesarias como la evaluación sensata de los profesores, la manera de concursar, con base en el mérito y el esfuerzo, las plazas de trabajo e, incluso, la reparación de las miles y miles de escuelas con deterioro físico aberrante.

Cuando uno ya tiene tiempo en este asunto de tratar de entender el tema de la educación en el país, puede acumular en su libreta todas las maravillas que de inmediato cambiarán las cosas: circulares del señor secretario, acuerdos en el Diario Oficial, programas para aumentar la velocidad en la lectura, Habilidades Digitales para Todos (otro fracaso de poner los "fierros" antes que los procesos pedagógicos...) y toda una serie de programas que tienen un denominador común: ignorar la complejidad, en serio, de lo que ocurre en el aula, tomando en cuenta no sólo la acción pedagógica, sino la diversidad de contextos sociales, económicos y culturales, y las condiciones de educabilidad imprescindibles.

Por último, del mismo modo que una temporada se afirmó que la educación nacional cambiaría de manera radical al adoptar la estrategia de áreas de conocimiento en lugar de asignaturas, luego se mutó hacia la conversión (con una semana de "adiestramiento") de todo el sistema en un gran aparato constructivista (sic): en este sexenio una palabra recorrió el mundo educativo como el fantasma del comunismo: las competencias. Y a darle a la reforma: toda la educación básica se alinearía con reformas integrales, la más jocosa por sus siglas, la RIES, que tomaba por asalto a la secundaria. Son miles de hojas las que la Subsecretaría de Educación Pública hizo que se publicaran en el Diario Oficial para asegurar que, por ejemplo, el día 8 de agosto de tal año, todos los niños del país que cursaran equis año, aprendieran la competencia de descubrir el mínimo común denominador. Eso debería ocurrir a las 8 y media hora del centro... luego, identificar a, y no confundir, Hidalgo con Costilla... El galimatías es inmenso.

En esta docena de años predominó la improvisación, la idea de la reforma acelerada, el hallazgo de la solución definitiva, el pacto para inocular de inanición hasta las más pobres formas nuevas con el grupo dirigente del Sindicato... si el corporativismo del pri nos parecía insoportable a los que nacimos en los años cincuenta del siglo pasado, ¡cómo íbamos a pensar que sería superable por el PAN! Y, sin pudor, lo logró.

¿Qué cambiaría? Me parece que el eje rector de una reforma paulatina del sistema educativo en su nivel básico —y en esto empleo ideas que me ha enseñado Olac Fuentes Molinar— consistiría en cambiar el currículum, del actual que pretende cubrir una hectárea de saberes con medio milímetro de profundidad, por otro en el que el contenido se reduzca a 10 metros cuadrados, pero con dos metros de hondo: la capacidad de leer, escribir, entender, razonar, conversar, preguntar, calcular con lógica sólida...

La preparación para un currículo así implica la participación de un actor casi ausente en toda reforma planteada: el magisterio (no el sindicato).

Tenemos a cientos de miles de profesoras y profesores que saben mucho de los procesos de aprendizaje, y que están presos de más trámites que del horario para intentar trabajar en lo suyo. La convocatoria a congresos estatales o municipales, si es el caso, en que los profesores compartan sus hallazgos, errores y experimentos posibles, haría por la educación mucho más que las reformas desde el escritorio de Vasconcelos.

Impulsar proyectos de docencia colegiada, de aprendizaje de y con los otros... descentralizar las opciones y liberar a la escuela de la soga de la siempre presente normativa de una SEP más lejana que un planeta... Soltar la imaginación, arriesgar a que se nos desintegre el control pretendido, que ni es real, para que de la experiencia y la reflexión sobre ella surjan posibilidades para que, al final de la escuela básica, saber leer, escribir, comprender, saber buscar información, interpretar un texto, saber con soltura hacer cálculos básicos y por ello sólidos durante toda la vida... no más, pero no menos. Se puede en la medida en que se rechace toda varita mágica, acuerdo secretarial de inmediata resolución, paradigma mundial ya probado... y volvamos a lo que es la máxima riqueza, y sede de los más grandes problemas: la interacción en las clases, en las aulas, en los pasillos, bibliotecas y patios donde asisten ocho de cada diez chamacos, paisanos nuestros.

 

¿Cuáles son los tres principales problemas que afectan el desarrollo de la educación básica?

a. Su confusión del saber con el acumular información. Lo que se ha dado en llamar enciclopedismo, que ni siquiera lo es. La explotación de la memoria más allá de su papel indispensable en el proceso cognitivo. en síntesis, el problema número uno es el empleo de programas de estudio más largos que una licenciatura en cada asignatura, en lugar de afianzar, con menor contenido, las habilidades propias de la inteligencia despierta, inquieta y ordenada, para lo cual el menor contenido permite desarrollar, y entender, que aprender es un trabajo del que aprende, y que implica disciplina...

b. El centralismo ineficaz de una instancia del ejecutivo que cada vez hace más lejana la posibilidad de la creatividad a nivel de escuela, localidad, población, municipio y estado. Mientras se piense, como en la religión católica, que no se mueve una hoja del árbol pedagógico nacional sin la voluntad del o la señora secretaria o subsecretario —haciendo las veces de Dios— estaremos mal encaminados.

c. La enorme distancia entre la vida diaria de los niños y las niñas con respecto a lo que ocurre en la escuela. Hay una velocidad y una cantidad de dispositivos e intereses en la cotidianeidad de los muchachos, ajenos a la experiencia escolar, que su rechazo para convertirlos en aprendices del siglo XIX es lo más pernicioso posible.

(Nótese que no pongo al SNTE, ni a la Maestra. Por cada vez que confundimos el problema educativo con la actuación de una sola persona, más lejos nos queda entender lo que sucede al ras del salón. Y no es porque no sea perniciosa la presencia de una cúpula sindical y un liderazgo insaciable, sino porque, suponiendo que al día siguiente se fueran del país, el sistema seguiría con inercias enormes.)

 

¿Cambios más urgentes?

a. El primero tiene que ver con las ideas: es imprescindible un horizonte educativo de largo plazo, asociado con los profesores y profesoras en la búsqueda creativa de estrategias de aprendizaje significativas, con currículos cortos pero llevados a profundidad. Si está escaso el dinero, más lo han estado las ideas y la creatividad realista, que de creatividad ilusoria hemos estado repletos.

b. El segundo, con la integración, en cada estado al menos, de una entidad coordinadora de las iniciativas pedagógicas, capaz de contender con la diversidad de caminos y convergencia en resultados. Que la SEP nacional se reduzca a menos de un diez por ciento de su tamaño y pretensiones, y todo ese recurso se distribuya en el país: la normatividad básica para la socialización común no requiere ni un piso completo del actual edificio... Que se compartan experiencias y se aprenda: lo peor de nuestro sistema educativo, que se supone que debe propiciar el aprendizaje, es que ha cerrado todas sus posibilidades de aprender. Es un conglomerado de iniciativas inconexas que no puede aprender de su experiencia, pues ni siquiera puede aprehender —en el sentido de abarcar— su infinita soberbia.

c. Ubicar a la evaluación en su justa medida, como medio, y dejar de aplicar exámenes sin ton ni son.

Obviamente, estas sugerencias y miradas no son, ni pretenden ser, ni exactas, ni las mejores, pero sí, quizá, puedan contribuir al debate: es preciso arrancar la coordinación del proceso educativo de las manos de autoridades que en cuanto llegan sueñan con la presidencia, para dejarla en personas capaces de coordinar a muchos, de confiar en muchos, de atender a muchos, pero no en arroparse en muchos para sus ambiciones.

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