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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

On-line version ISSN 2448-7554Print version ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.30 n.117 Zamora Mar. 2009

 

Sección temática

 

Eva y las manzanas. Las mujeres adventistas y la alimentación del Templo de Dios

 

Gabriel Vázquez Dzul*

 

* El Colegio de Michoacán. Correo electrónico: booxkeep@yahoo.com

 

Fecha de recepción del artículo: 25 de junio de 2008.
Fecha de aceptación y recepción de la versión final: 24 de febrero de 2009.

 

Resumen

Eva es la metáfora de la mujer en la concepción adventista sobre las tareas femeninas. Así, la mujer, como causante del pecado, es redimida con el cuidado del cuerpo del "otro" por medio de su rol de cocinera. Esta concepción sobre el papel femenino en la purificación del cuerpo como templo es -hasta cierto punto- matizada en la práctica, se convierte en la figura principal de una congregación de nivel mundial. El objetivo fundamental, en este escrito, es el de exponer y analizar el cuerpo adventista como depósito del Espíritu santo, además de reflexionar sobre la figura femenina como poseedora de los elementos prácticos del cuidado del mismo.

Palabras Clave: Templo de Dios, cuerpo puro, género, ascetismo y dorca.

 

INTRODUCCIÓN

 

Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que
era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar
la sabiduría; y tomó de su fruto y comió; y dio también a
su marido, el cual comió así como ella. (Génesis 3: 6)

 

Es de este modo que se concibe el pecado y con ello la sumisión eterna de la mujer frente al varón. No obstante, la metáfora de la mujer que da de comer a su pareja es lo que aquí interesa: la mujer que alimenta un cuerpo, cuerpo que representa un lugar físico, a la vez que ritual y místico. Este sitio litúrgico que se jacta de la experiencia religiosa es lo que entre los cristianos adventistas llaman "El Templo de Dios". Así, nuestro objeto de reflexión se construye de dos elementos: el cuerpo del adventista como lugar sagrado y las relaciones de género concretadas sobre el cuidado del mismo.

Entre las creencias de los miembros de la iglesia adventista del séptimo día, al igual que en otras confesiones cristianas, el cuerpo humano representa una fundamental: el lugar de alojamiento para el Espíritu Santo.1 El cuidado minucioso del cuerpo, así como el ascetismo y la temperancia en la alimentación, son parte del discurso religioso elemental compartido y sostenido por los feligreses. Entonces, la idea del cuerpo como templo o lugar sagrado ha propiciado la búsqueda constante de formas alternativas para tratar enfermedades a través de la ingestión de cierto tipo de alimentos, lo que muchas veces se traduce en el vegetarianismo. Con esta idea, mi propuesta se centra en el análisis de la imagen femenina como madre nutricia en dos dimensiones: la ritual y la cotidiana; ambas relacionadas entre sí.

¿Qué papel desempeñan las mujeres en el cuidado del cuerpo adventista? ¿Qué lugar ritual ocupan en esta edificación del Templo de Dios? Un código rígido alimentario y de ascetismo es el elemento que se privilegia en la atracción de nuevos seguidores a las filas adventistas, que aseguran -de manera implícita- la resolución de problemas de salud del converso, desde infecciones respiratorias hasta tumores cancerígenos. En este esquema de alimentación y temperancia las mujeres han enraizado su presencia dentro y fuera de los límites del templo local; aunque en la cotidianidad esta alimentación es negociable, particularmente con los jóvenes.

El adventista es un cuerpo que se purifica con la ingesta de alimentos permitidos en la dieta religiosa (además de ciertos elementos doctrinales). Este es un proceso inacabable, puesto que constantemente se lo requiere limpio. La construcción del cuerpo tiene un punto de inicio, pero no un punto final. En otros términos, el adventista inicia su construcción al momento de conversión y sólo puede pausarse con la muerte, en tanto que la creencia adventista se sustenta en la segunda venida de Cristo, tiempo en que resucitaran en carne y hueso.

El presente trabajo forma parte de una investigación más amplia llevada a cabo en el año 2004, en la central "Adolfo López Mateos" de la iglesia adventista del séptimo día en la ciudad de Chetumal, Quintana Roo. En esa exploración se privilegió el tema de las relaciones de género y la construcción de feminidades y masculinidades adventistas, además de poner especial atención en la participación religiosa de mujeres y varones miembros de dicha congregación.

La central del distrito contaba al momento con 10 templos locales a su cargo y cerca de una docena de "escuelas sabáticas",2 sumando más de mil miembros bautizados en total. Dichos templos, misiones y escuelas sabáticas se hallan dispersos en la ciudad y en localidades aledañas como Calderitas y Luis Echeverría.3

La iglesia adventista en Quintana Roo tiene su origen a principios del siglo XX con la fundación de Payo Obispo (hoy Chetumal); sin embargo, la primera iglesia organizada surge en la década de 1970, con aproximadamente 80 miembros bautizados. En la primavera del 2004, la central contaba con aproximadamente 300 feligreses.

En el trabajo de campo se realizaron entrevistas a fondo con 15 mujeres y 10 varones. La mayoría de las mujeres entrevistadas ejercía algún cargo importante dentro del funcionamiento ritual del templo, y todas alguna vez tuvieron a su cargo puestos significativos dentro de la organización divisional y representativa4 de la congregación. Entre los varones, en cambio, la minoría alguna vez ha ejercido algún cargo importante en el templo.

Como parte de las observaciones, asistí a los cultos y servicios realizados en la central del distrito y otros templos de la ciudad. Además, elaboré observaciones en las casas y cocinas de los miembros. Gracias a los directivos y a un buen número de adventistas se tuvo acceso a un amplio acervo bibliográfico adventista que es distribuido desde la Asociación Interamericana localizada en Miami, Florida. Al igual, se revisaron páginas electrónicas de la IASD de diferentes partes del mundo.

Vale comentar de manera breve la estructura de este documento. Considero necesario iniciar con una exposición sobre la dieta adventista y la visión del cuerpo como templo. Esta sección incluirá una breve revisión sobre el origen de este código de alimentación y ascetismo iniciado por los fundadores de la iglesia, además de algunas reflexiones sobre el cuerpo como templo de Dios.

El siguiente apartado se refiere a "La participación femenina adventista". En este segmento propongo un panorama general de los diversos modos de apropiación femenina en los espacios de participación posibles. Tomo como referencia la organización divisional de la iglesia y la división de los cargos en los cuales se involucran.

"Eva y el cuerpo puro" es el tercer apartado. Considero que el proceso por el cual atraviesa un cuerpo adventista es interminable y requiere ser constantemente representado en la práctica litúrgica y alimentaria. En este proceso la mujer tiene un papel fundamental, que se manifiesta en distintos ámbitos de la vida doctrinal. Parto de dos ejes de análisis: 1) la mujer y el cuidado del cuerpo físico y espiritual; y 2) la mujer y la legitimación de sus roles e identidades de género que se manifiestan en la elaboración de alimentos. En otras palabras, la mujer como cuerpo de/ para en dos dimensiones: la mundana y la divina.

No está demás comentar que este ensayo es únicamente una síntesis de la dinámica adventista en lo que se refiere al acercamiento a la pureza; las actividades del cuidado, alimentación, sanación, etcétera, sobre el cuerpo, que realizan las congregaciones de la IASD, son amplias y de mayor complejidad social.

 

CUERPO PURO, CUERPO ADVENTISTA Y TEMPLO DE DIOS

La idea adventista del cuerpo puro

La imagen del cuerpo como espacio sagrado y de extremo cuidado no es una idea exclusiva de los adventistas. Existen confesiones religiosas que exponen en sus credos aspectos sobre el cuidado del cuerpo y la vigilancia de lo que entra y sale del mismo. Por ejemplo, el uso de sangre de animales en la alimentación puede ser permitido en algunas religiones, pero prohibido en otras con el mismo argumento: el "cuerpo puro" (Metzger 2006). Comer, no comer (ayuno prolongado), y qué comer son formas de llegar a este estado de purificación. Para este caso me interesa resaltar la concepción del templo de Dios desde la visión adventista.

Según su discurso, el cuerpo humano es un templo, y puede serlo a la vez individual y colectivo. Él Espíritu Santo baja y se unifica con el ser humano, haciendo de esto un acto de comunión. El adventista, en tanto que miembro puro y cristiano, es habitado indefinidamente, aún sin sentir "la presencia de Dios"5; por esto, todos podemos ser templo de Dios, pero no todos podemos llegar a la "bendición" de ser habitados por él.6

En esta lógica ¿Cuáles son las disciplinas necesarias para que el adventista consiga la pureza? Es evidente que el autosacrificio del cuerpo es impensable en la doctrina adventista. Realizar un daño físico a la materialidad corporal (que es templo) es atentar en contra de Dios mismo y por tanto en contra de la salvación. No obstante, el ascetismo es la disciplina religiosa exigida al converso, que si bien no es física, implica una especie de sacrificio de los placeres del mundo, para después regirse bajo normas adventistas terrenales y divinas.

La pureza en el cuerpo, por lo tanto, es construida y no existe de antemano; se conforma de varios elementos, entre ellos la adopción de un determinado sistema de creencias, la vida consagrada a la "gloria y honra del señor" y la más importante: integrar a la vida cotidiana una dieta que además de ser compleja es religiosamente imperativa. Es así como el cuerpo físico es también un cuerpo religioso. Un cuerpo adventista se distingue de otros por la adscripción a estas prácticas rituales y alimentarias.

Una peculiar dieta adventista, se promueve el vegetarianismo, es el medio por el que se construye un cuerpo puro y digno. La iglesia adventista en el mundo ha fundado miles de dispensarios, sanatorios, hospitales, publicaciones médicas, recetarios vegetarianos, etcétera. Cabe empezar con el origen de esta creencia sobre la alimentación y su fundadora universal: Ellen G. White.

La iglesia adventista se configuró a partir de la creencia de la segunda venida de Cristo proclamada por William Miller en la primera mitad del siglo XIX. A partir de sus recorridos por varias regiones de Estados Unidos, se esparce esta fe que cautiva a la familia de Ellen Harmon (nombre de soltera) y a ella misma, quien más tarde se convierte en la figura femenina más importante en la historia de la IASD. Sus visiones y predicciones comenzaron a seducir a varios antiguos seguidores de Miller; de este modo, la joven cristiana enarbola la bandera del adventismo hacia una dirección diferente de otras congregaciones cristianas que surgen en la misma época.

John Kellogg (creador de los corn flakes), médico vegetariano, contribuyó de manera indirecta al establecimiento de un código alimentario en la campaña proselitista de la nueva iglesia. Así, en Battle Creek, Michigan, se funda el primer sanatorio para el cuidado corporal integral: alimentación, terapias y medicamentos naturistas, así como el acercamiento de los usuarios a la "palabra del señor". En este rubro, Harmon tuvo un papel fundamental por la aceptación como guía espiritual de parte de los miembros, quienes decidieron llevar una vida alejados del tabaco, el licor y de las comidas "estimulantes" (Blumhofer 2003, 31).

El establecimiento de este código no sólo tuvo influencias terrenales, sino también tuvo una base divina; ésta se halla en la Biblia, en el libro de Levítico, y versa de la siguiente manera:

De entre todos los animales, todo el de pezuña, y que tiene las pezuñas hendidas, y que rumia, éste comeréis. Éstos empero no comeréis de los que rumian, y tienen pezuña: el camello, porque rumia más no tiene pezuña hendida, habéis de tenerlo por inmundo; también el conejo, porque rumia, más no tiene pezuña, tendréislo por inmundo; así mismo la liebre, porque rumia, más no tiene pezuña, tendréisla por inmunda; también el puerco, porque tiene pezuñas, y es de pezuñas hendidas, más no rumia, tendréislo por inmundo. De la carne de ellos no comeréis, ni tocaréis su cuerpo muerto: tendréislos por inmundos. (Lev. 11: 3-8).7

Estos versículos fueron suficientes para condenar la carne del cerdo, algunos mariscos y pescados. Esto no sólo sucedió en un nivel local, al interior de la congregación, sino que trascendió a otros ámbitos públicos y de la vida política (Morgan 1999; Norman 2000; y Vance 1999).

Sin embargo, el lugar común del templo de Dios no era el único móvil que daba pie al cuidado de la salud; existía una segunda razón. En un afán por proteger al adventista de cualquier enfermedad existente en el planeta, se inició una carrera por resguardar a la "raza blanca" como "especie" más cercana a la pulcritud; en otras palabras, la primera noción de un cuerpo "adventista puro" también llevaba implícita la pureza racial (Norman 2000; y Lawson 1998).

John Kellogg logró integrarse a la vida política de la región del este de Estados Unidos, promoviendo junto con otros funcionarios adventistas y no adventistas (médicos, empresarios, abogados, feministas, etcétera) una reforma a la salud (Health Reform). Dicha reforma consistía en dos aspectos: prevenir a los estadounidenses de agentes nocivos a la salud como sexo, drogas y algunos alimentos; y la instauración en la nación de la eugenesia como medio de control de las "razas" con el fin de vivir más tiempo y de crear a mediano plazo una pureza tal que el cuerpo de los caucásicos fuera inmune a las enfermedades inherentes a los negros y morenos, entre otros grupos raciales.8

La retórica de la salud y el movimiento eugenésico permitieron a Kellogg y a sus seguidores establecer una serie de propuestas en la política estadounidense entre las que destacaban: la discusión de asuntos sociales contemporáneos; acción rápida a cambios que se suscitaban en Estados Unidos; establecer, de manera legitima y pública, políticas migratorias más restrictivas; inclusión de la esterilización y control de uniones matrimoniales; y lo más importante, crear y reforzar jerarquías raciales, económicas, sexuales y de género entre los habitantes norteamericanos (Norman 2000, 9).

Este discurso se ha desvanecido en el adventismo actual, en parte porque -curiosamente- la feligresía de la IASD cuenta con el predominio de grupos no caucásicos, en especial en Latinoamérica. Ello supone la existencia de la confesión debido a la membresía latina y afroamericana en los Estados Unidos, ya que la mayoría de las congregaciones blancas tuvieron crisis religiosas en su aparato operativo y se fragmentaron en otro tipo de congregaciones adventistas (Vance 1999).

 

El dilema de la alimentación

 

Algunos confunden la conversión con la emoción, y no es así. La
conversión es un cambio total, en tu forma de vestir, en tus modales,
[...] todo tiene que cambiar.

Joven poeta adventista

 

En efecto, los hábitos de los cristianos adventistas procuran cambiarse desde antes del bautismo. Sin embargo, de entre todos los aspectos, la alimentación es una de las prácticas que tiende a negociarse; sobre todo si se trata de familias en donde la única conversa es la mujer o bien el varón es quien se ha integrado a la IASD ¿Cómo pasar de una dieta basada en grasa y carne de cerdo (particular de la península de Yucatán) a una mucho más magra? ¿Cómo olvidar la tradicional cochinita (o la moronga frita) dominguera y sustituirla con qué? Una mujer cuyo marido ha oscilado entre la congregación y el "mundo", me platicó que en más de una ocasión persuadió a su marido de comer carne de puerco con diversas artimañas, particularmente la sustitución de ingredientes.

Dado que la carne de puerco, y algunos animales marinos son prohibidos, muchos platillos originalmente elaborados con estos ingredientes son cocinados con pollo, huevo, res, soya o gluten. Además, durante los cultos, reuniones y congresos muchas veces se promueve la eliminación de ciertos procedimientos de cocina como el asar y el freír los ingredientes; sin embargo, en la cotidianidad esto no otorga muchos resultados.

Una familia que ha eliminado la carne de puerco se alimenta principalmente de pollo, huevo, queso y en menor medida de carne de pavo y de res. Consumen además granos, leguminosas y algunos vegetales de forma ocasional. Sin embargo, muchos platillos en los que la manteca o la carne de puerco eran esenciales, simplemente se les ha sustituido por aceite y por pollo. Por ejemplo, se elabora cochinita de pollo y a los tamales torteados,9 cuyo ingrediente principal es la manteca de cerdo, se les sustituye este ingrediente con aceite vegetal. Otras familias en esta categoría simplemente se alejan de los platillos que contienen cerdo y deciden innovar con lo que tienen. Entonces, han dejado de consumir frijoles charros (o el frijol con puerco peninsular) o bien cocinan el platillo con otros ingredientes; además prefieren no saber de aquellos manjares relacionados con el mar y consumir sólo pescado que tenga escamas.

Por su parte, quienes han eliminado de su dieta todo tipo carne se alimentan exclusivamente de gluten, soya y huevos. En los mercados locales productos vegetarianos como el gluten y la soya texturizada y saborizada no son comunes. Existen un par de locales naturistas que venden salchichas, chorizo, jamón, etcétera, sin carne, con precios que no promueven su consumo cotidiano. Así, las adventistas de clase media no tienen acceso a este tipo de alimentos; ellas cuentan con capacitadoras (se mencionarán más adelante), quienes instruyen a las feligreses en la preparación de platillos vegetarianos. Curiosamente, el ser adventista vegetariano no implica el incremento en el consumo de vegetales, en el sentido del aumento de fibra en la ingesta diaria, sino que el objetivo es eliminar la carne de la dieta y preparar porciones de chorizo de soya, bisteces y salchichas de gluten saborizados con una mezcla de hierbas y chiles. Así, las proteínas y carbohidratos vegetales, al igual que azúcares, sustituyen a la grasa de cerdo.

La práctica alimentaria resulta liviana en contraste con el discurso ofrecido en los servicios adventistas, los cuales -usualmente- no consideran el bagaje cultural y la tensión social a la que se somete el converso, quien busca maneras de modificar su dieta conforme a la "palabra de Dios" sin afectar sus preferencias alimentarias. A vuelo de pájaro, las observaciones en el trabajo de campo dieron como resultado, en el régimen alimentario adventista cotidiano, el bajo o nulo consumo de carnes rojas y grasas de tipo animal; no obstante, se observó un alto consumo de postres (generalmente preparados por ellos mismos), refrescos embotellados, frituras, aceites y grasas de tipo vegetal y harinas (de trigo y de maíz).

Como mencioné, la IASD posee un argumento litúrgico amplio y con reglas precisas, la Biblia; pero al no decir nada sobre refrescos y comida "chatarra", los jóvenes son los que más se apegan a estos alimentos, como las hamburguesas, papas fritas, pizzas (siempre que no contengan carne de puerco), refrescos industrializados, las empanadas, salbutes, tostadas y panuchos, chicharrones de harina y frituras empacadas.10

El cuidado del cuerpo por medio de la alimentación es una especie de negociación, una especie de lucha cotidiana entre lo permitido y lo que no está prohibido. Si bien, en el ritual se promueve el vegetarianismo, muchas veces es practicado en el núcleo familiar, también existe una parte subversiva representada por los jóvenes y familiares no conversos. Sin embargo, las mujeres conversas buscan formas de equilibrar la negociación alimentaria sustituyendo ingredientes, escondiendo sabores o realzándolos. Aquí, las mujeres adventistas madres y esposas son las encargadas de concretar este cuerpo que además es el templo de Dios.

 

El templo de Dios como cuerpo puro

La subjetividad emerge del cuerpo, una especie de campo de batalla; en él se imprimen manifestaciones de lo "ganado" y de lo "perdido". Ese campo de guerra, invadido por decisiones y tácticas culturales, se subdivide en treguas, breves y sutiles. Estas pausas tienen la encomienda de avivar el conflicto entre el uno y el otro, y viceversa. Entendemos así que nuestro cuerpo es ese terreno en el que emergemos como sujetos durante nuestra vida. La intención aquí es dejar de mirar al cuerpo sólo como materialidad, como un organismo biológico y objetivado, lugar de juego exclusivo de las ciencias médicas. Es necesario trazar nuestra mirada hacia ámbitos más amplios del contexto social, empezando por posicionarnos sobre el cuerpo como historia; en gran medida porque es un proceso, porque ha inscrito en él los elementos (visibles y ocultos) indispensables para pertenecer a un corpus más amplio.11 De esta manera, el cuerpo representa ese entorno natural desnaturalizado, es un proceso en el que la cultura contribuye como agente significador (Baz 1999, 27). El adventista participa en su formación como miembro de una comunidad, que en contraparte le acoge como corpus más amplio.

Si pensamos en el cuerpo como historia, es forzoso distinguir entre dos tipos de ésta: existe una visible, viva, consciente, que parte de las manifestaciones de identificación del individuo; existe otra oculta, absuelta de todo pecado, disuelta en la eternidad de lo divino. Es verdad que en el cuerpo mundano (no-adventista) casi todas las historias han sido "naturalmente" ocultadas; pero en uno adventista, la sutileza existente entre lo visiblemente terrenal y lo recónditamente divino le otorga al cuerpo religioso la perfección absoluta del "deber ser" humano por medio de la redención, por lo menos en el ámbito ritual. Esto quiere decir que la práctica religiosa es la posibilidad del redimido (un ser "mundano por alcanzar lo divino") para obtener la salvación sin ser ésta entregada de antemano.

El cuerpo entonces no se convierte en el fin, y mucho menos es el objetivo de un sistema de creencias "revolucionista-milenarista".12 El adventista no se define en sí por ser puro y salvo, más bien en la posibilidad de serlo y de pertenecer al reducido grupo de personas que pueda ser reencarnado en la "segunda venida". Este cuerpo adventista es el medio de salvación y no la salvación misma, obteniendo con ello los elementos como templo de Dios (individual) en la "iglesia verdadera" (colectividad).

Desde la lógica de Dutch y Mélich (2005), entiendo la corporeidad como ese conjunto de escenarios simbólicos y móviles expresados en tiempo-espacio; es decir, los significados que adopta el cuerpo humano no sólo en cada cultura concreta sino también en todos los momentos de su trayecto biográfico. Así, el cuerpo se hace y se deshace constantemente. Lo anterior invoca a preguntar ¿Es la muerte el punto final del templo de Dios para el adventista? Es contradictorio que la muerte, que es un elemento fundante de la cultura, pueda ser el fin de la cultura para el individuo. Sin embargo, la muerte individual no representa la muerte colectiva; inclusive, la muerte del individuo da sentido, al colectivo vivo, de la posible existencia de un "más allá". Desde la interpretación adventista sobre la muerte, al igual que desde la perspectiva de otras confesiones, la adquisición de la pureza en el cuerpo no se corrompe con la muerte; de hecho es necesario tener el templo de Dios lo más puro posible porque "cuando él nos llamé", el adventista pueda ser juzgado por eso.13 Así, en la vida como en la muerte, el creyente deberá evocar siempre la pureza en el cuerpo.

Para el adventista la muerte es equivalente a dormir profundamente, descansa hasta que se escuche la voz "levántate y ven...". Pero ¿cuál es la certeza del adventista en torno a esta reencarnación? Tal parece que el cuerpo religioso está en una agonía constante, en una especie de ansiedad por reelaborarse día con día en la incertidumbre de llegar a ser digno y estar inscrito en la lista de remanentes cristianos. Es, en analogía con Vernant (1990), un cuerpo oscuro en la búsqueda del brillo que haga de él un ser acotado en los albores de la divinidad.

El adventista posee un cuerpo eterno bajo la condición de la ansiedad. Pero, a diferencia de otras creencias, él es unidad, no existe dualidad con el alma; de hecho para el adventista el alma ha sido una invención remota que no tiene sustento. La única "esencia" del cuerpo es él mismo. Así, el único espíritu capaz de contenerse en dualidad con el adventista es el Espíritu Santo.

A diferencia del adventista, miembros de otras confesiones cristianas aseguran que cuando el individuo muere, el cuerpo muere con él, pero el alma se mantiene sempiterna "por los siglos de los siglos". En el caso abordado podría manifestarse una sola dualidad: la terrenal y la divina; en otras palabras: cuerpo de humano y cuerpo de Dios. La idea es llenar esa dualidad (humanidad/ divinidad o bien lo terrenal/lo celestial) durante la vida religiosa y escaparse de la descomposición eterna, en otras palabras, la muerte eterna. La búsqueda del adventista -como cuerpo-es esa recomposición de sí mismo llegado el momento y permanecer así por lo menos 1,000 años; es decir, la vida para siempre.

Como templo de Dios, el cuerpo es el receptáculo pulcro, alimentado de lo permitido, alejado de los "placeres mundanos" y acercado a la modestia de lo divino. El templo de Dios es el hecho, el cuerpo es la posibilidad del adventista, la meta es "llegar a ser" puro para otro cuerpo, en el entendido de que llenar el vacío es la comunión. Mientras que en otras confesiones religiosas el cuerpo vacío es aquel sucio, mancillado, pecaminoso, etcétera, que sólo puede ser purificado alimentándose con el cuerpo de Cristo (en forma de hostia) en la eucaristía (Camporesi 1990, 227-244);14 el adventista debe ser y hacer todo lo contrario; es decir, el miembro adventista deberá ser limpio y puro antes de recibir al cuerpo de Dios en forma del Espíritu Santo.15

La idea del lo puro/sagrado frente a lo impuro/mundano se muestra inamovible en el discurso sobre el templo de Dios. Sin embargo, en la cotidianidad se relativiza y la imagen del templo de Dios pasa de ser el centro a ser un lugar escondido en lo prescrito bíblicamente. Esto no quiere decir que los miembros adventistas se contradigan en sus discursos y sus prácticas; más bien se trata de una negociación frente a la "palabra de Dios". En líneas anteriores expuse que la preparación de alimentos está llena de artimañas que sirven para consumir lo que no está prohibido. Así, observamos un traslape de ideas sobre la purificación del cuerpo que lejos de quitar sentido a la imagen del cuerpo como templo, le otorga mucha mayor relevancia en el sentido práctico; es decir, el cuerpo puro escapa del discurso humano en los cultos y se coloca dentro de los argumentos bíblicos fundamentales. Conviene nombrar a Mary Douglas cuando menciona que para nosotros, "las cosas y lugares sagrados han de estar protegidos contra la profanación. La santidad y la pureza se hallan en polos opuestos. Si no fuese así, pronto confundiríamos el hambre con la saciedad o el sueño con la vigilia" (2007 [1966], 25-26). Así, nuestra noción de pureza puede contrastar con otras nociones de ser puro, sin embargo, en un mismo sistema de creencias, ambas dimensiones (puro e impuro) se oponen lo que hace la posibilidad del "templo de Dios".

Es fundamental decir que ésta es una tendencia entre las familias adventistas del templo distrital. Sin embargo, algunas familias sí intentan llevar a la práctica la idea del cuerpo puro por medio del vegetarianismo, además de otras prácticas litúrgicas cotidianas. Las negociaciones entre el discurso y la práctica adventistas en el rubro de la alimentación, así como otros aspectos como la vestimenta y la ornamentación, es un tema cuya relevancia y desarrollo no se agota en estas líneas. Pero es preciso proseguir con el tema central de este escrito.

 

LA PARTICIPACIÓN ADVENTISTA FEMENINA

Las mujeres adventistas han logrado insertarse en los espacios de participación religiosa que parecían estar bajo el dominio masculino. Es de esperarse que la intervención en estos espacios plantee un reto para las féminas que, por lo general, sus roles de género les permiten más amplia participación ritual.

Las fronteras establecidas entre los varones y mujeres son evidentes, en especial cuando se pone de manifiesto el ritual escenificado día con día dentro y fuera de las instalaciones del templo. Las divisiones se muestran explícitas y éstas demuestran las prohibiciones y prescripciones acordadas de manera verbal y bíblica. Esto es importante cuando consideramos que las fronteras del género se dibujan para servir a gran variedad de funciones políticas, económicas y sociales (Conway 1996, 24). La intención de poner en la mesa la reflexión sobre los límites entre uno y otro género responde a esa práctica ritual desproporcionada e intencionada.

Se definen fronteras en la práctica religiosa en la medida en que ésta está regida por los elementos que intervienen en las identidades masculinas y femeninas. Los límites de esos apartados varón/mujer, en el espacio de participación religiosa, no son negociables de ningún modo, puesto que responden a una lógica divina. Son otros los límites que son negociados y, de hecho, traspasados (lo público y privado).

Los espacios (en su calidad de físicos: dentro-afuera, público-privado) son pensados de distinta forma: lo público deja de ser exclusivamente masculino y lo privado deja de ser exclusivamente femenino. Puedo asegurar que existe una especie de reforma de los códigos que absolutizan el "deber estar" de la mujer y del varón, dentro de lo que se refiere a los límites (físicos) de la participación religiosa. Sin embargo, la reflexión de frontera va hacia los elementos de una y otra identidad de género, y sobre los medios simbólicos del uso de esos espacios. No sugiero que esta diferenciación de las categorías público/ privado no se manifieste o bien deje de existir, más bien apunto a que la significación de esos ámbitos se realiza de una forma distinta entre varones y mujeres; además, la división de las tareas -establecidas bíblicamente- es uno de los factores por el cual los escenarios son traspasados y significados.

Me refiero a "esferas"16 de dominio, o mejor dicho de predominio, de la intervención femenina en la práctica religiosa. La esfera es una abstracción del espacio que se nos presenta por medio de la dinámica religiosa en su acepción meramente simbólica. Al haber asentado lo anterior, quiero dar pie a la discusión sobre dichas esferas: la masculina y la femenina. Nos interesa más la segunda.

La mujer se integra a la práctica religiosa a través de los elementos que conforman su identidad de género. Es así que una categoría global que representa a la mujer es el "servicio", esa es su "esfera"; en tanto que para el varón el "liderazgo" conforma en un solo elemento su identidad de género y su forma de acercarse al escenario de la práctica litúrgica.

El prestigio es un aspecto que está en juego, por lo menos para las mujeres; puesto que para los varones el prestigio ha sido prescrito "desde antes", en la creación. El varón (pasivo) no intenta llenar esos vacíos de reconocimiento social dentro de la congregación, ya que se le reconoce prestigioso tan sólo por ser varón.17 No obstante, las mujeres sí llenan esos vacíos, en especial aquellos "cedidos" por los varones.

En el interior de la congregación adventista se cree que una mujer es "buena" porque dedica su tiempo a "la obra misionera" y ayuda en los distintos eventos de la IASD; una mujer es mala (carente de prestigio) si no toma en serio el plan de Dios o se mantiene alejada de las actividades del templo. Si participa o no, el varón no pierde ni gana prestigio, él es prestigio en sí; un líder potencial.

Sin embargo, los varones adventistas no ven de esta manera su ausencia en las actividades del templo. La mayoría gasta el tiempo justificando su posición de varones con respecto a las mujeres argumentando que

[...] por razones de tiempo [...] participan un poquito más fuerte las mujeres. Parece [...] que hay más mujeres que hombres; esto se debe a que el hombre es el encargado de llevar los alimentos, su trabajo en alguna institución y pues [...] se tiene en cuenta que ese aspecto, de que no se le puede exigir más que lo que aporta a la obra, porque no se le paga [...] por eso es menor. Como la mujer está en el hogar se programa mejor [...]18

No puedo negar que la intervención ritual no tiene un contexto físico; y tampoco puedo adulterar la realidad intentado hacer creer que los "lugares" tienen poca relevancia. De ninguna manera. De hecho no es lo mismo participar desde el púlpito que hacerlo desde las bancas, así como tampoco es lo mismo hacerlo dentro del templo que hacerlo en una colonia o localidad a cielo abierto. Ello tiene que ver con el prestigio; ese es el fin, el medio es el género. Haré mención de lo físico para luego pasar a las formas de participación; en otras palabras: primero el dónde y luego el cómo.

Está el "universo externo", todo lo que no es adventista, el "mundo" en otras palabras. Lo público ha establecido contrato con el varón desde hace mucho; en este universo externo el adventista se involucra única y exclusivamente en la obtención de ingresos, es decir, proveyendo a la familia de los recursos monetarios por medio del desempeño laboral.19 La adventista, además de insertarse en la dinámica laboral, traslada su práctica religiosa a los ámbitos públicos hacia las personas del "mundo". Lo mundano es una esfera femenina en su acepción religiosa y económica, puesto que de él obtiene ingresos monetarios, pero sobre todo posibles adeptos.

El proselitismo es la actividad privilegiada en el sentido religioso; pero éste se lleva a cabo de mil y una formas. Aunque el objetivo se presente con el hecho de predicar "la palabra de Dios", la intención es llevar a las filas adventistas nuevos miembros; en palabras de algunas evangelistas: "salvarlos del mundo". La entrega de revistas, folletos y pláticas son la denotación clásica del proselitismo; sin embargo, las mujeres adventistas llevan esta actividad hasta los límites de su creatividad, diluyéndose ellas mismas en el "mundo" de la forma más sutil e intencionada.

"No faltaran ancianos que necesiten cuidados, o familias que necesiten comer, o personas que necesiten trabajo", asegura la directora de uno de los departamentos femeninos. Ir a los hospitales es su primer acercamiento; visitar enfermos las lleva a conocer a sus familias y de allí a "tirar las redes" y "pescar hombres", continúa la encargada. Otra forma es realizar campañas de salud en localidades aledañas, llevando sus propios médicos y enfermeras para otorgar esos servicios a las personas que lo requieran. Además, varios grupos adventistas dirigidos por mujeres llevan despensas, servicios varios (peluquería, reparación de electrodomésticos, carpintería, mecánica automotriz, etcétera), entre otras cosas, a lugares en donde no existen o son escasos. No son contadas las formas en que las mujeres se atreven a lo público, considerando que el "mundo" es un lugar "manchado por el pecado".

Cabe distinguir la existencia de dos ámbitos públicos: el mundano y el adventista. El primero es lo que denomino el "universo externo". El "universo interno" es una especie de extensión de lo público, aunque al interior de la congregación misma; en otras palabras, la participación al interior de la congregación implica un espacio público-adventista, aunque conviene darle el calificativo de "interno" como exclusivamente adventista y para hacer diferencia con lo mundano.

El púlpito es el escenario físico interno en el que las mujeres hacen uso de sus estrategias verbales para dar el mensaje de Dios. El púlpito es -desde el discurso adventista- un lugar de "adoración y alabanza" y no un sitio de discusiones de otros discursos con características mundanas. Es el lugar donde, a través de "la palabra", se explican las propuestas bíblicas del deber ser adventista. La prédica o el mensaje, el canto y los anuncios, son las actividades femeninas de mayor presencia. Ellas, por lo general, abren y cierran los cultos divinos (realizados los sábados) de mayor importancia.

¿Cómo se integran a estos espacios? A grandes rasgos pareciera que las mujeres tienen control absoluto de los escenarios, además de suponer empoderamiento femenino con respecto a los varones; sin embargo, la contribución femenina a la "Obra" no es sino una forma elemental de legitimar su condición de mujer, manifestada a partir del elemento fundamental que conforma su identidad de género: el servicio (como se ha comentado).

Me interesa destacar la forma de organización de la IASD, y los cargos en los que las mujeres se involucran. De tal forma, existen 14 departamentos cuyas funciones implican espacios de participación para los miembros mayores de edad; una "política" interna del templo asegura que la división de los cargos directivos deberá hacerse en 50 por ciento para varones y 50 por ciento para mujeres; es decir, 7 departamentos deberán estar dirigidos por varones y 7 por mujeres. Los cargos dirigidos por varones son los siguientes: Obra misionera, Asuntos públicos, Mayordomía, Jóvenes, Junta Escolar, Libertad religiosa y Diáconos. Aquellos dirigidos por mujeres son: Diaconizas, Infantil, Dorcas y samaritanos, de la Mujer, Salud y Temperancia, Comunicación y Escuela sabática.20

Basta con echar un vistazo a los departamentos dirigidos por mujeres y poner atención a sus funciones para aseverar que cada uno de ellos tiene que ver con lo que la comunidad entiende por "ser mujer". La salud (alimentación), el cuidado de los niños, la atención a los demás, la limpieza, etcétera, son algunas formas de integrarse a la dinámica de la IASD. Empero, las mujeres ven en estas actividades la posibilidad de trasladar sus roles "privados" a escenarios públicos y de reconocimiento social-religioso. Asimismo, adquieren liderazgo entre las mismas mujeres, ya que van obteniendo la capacidad de organizar y dirigir sus grupos; ello puede valerles la adquisición de un nuevo estatus en la familia y en la congregación (Ortiz 1999, 84).

Las mujeres buscan la oportunidad de protagonizar eventos importantes en la vida ritual de la congregación. Aparentemente es una transgresión de límites físicos, en relación con lo público y lo privado. No obstante, puede cuestionarse la idea de trasgresión, debido a que entre los adventistas en ningún momento se desarrollan conflictos por la distinción femenina en lo mundano y lo adventista; más bien, sucede todo lo contrario. La intervención femenina en las actividades proselitistas -por más públicas que parezcan- son ante todo aplaudidas por los varones dirigentes y asistentes.

La participación femenina se muestra desproporcionada, en correspondencia con la de los varones, aunque ello no signifique la flexibilidad del "deber ser" masculino-adventista, que se legitima merced de esa desproporción. Igualmente se muestra intencionada, debido a que las mujeres y su incorporación en el "proselitismo alternativo" es clave para la atracción de nuevos adeptos a las líneas adventistas. A estas alturas se va definiendo el papel de la mujer en la construcción de un cuerpo adventista que es el eje doctrinal de la confesión.

Con tanto trabajo femenino en los asuntos relacionados con la iglesia ¿cómo resuelve sus tareas en el hogar? Para fortuna de la mujer adventista, el varón converso adquiere un panorama distinto de la división de los trabajos en la casa. Así, el varón (esposo e hijos varones) se encargan de actividades consideradas femeninas como lavar trastes, barrer, lavar la ropa, planchar, etcétera, y aunque la intervención masculina en el hogar sea vista únicamente como "ayuda" y no como parte de sus tareas, el varón no vacila en "apoyar" a su mujer.

Esta dinámica cambia cuando el esposo no es adventista. En estos casos, los miembros fungen como intermediarios y ejercen presión sobre el marido para que éste pueda dar permiso a su esposa en caso de que ella tenga algún cargo o actividad. Muchas veces ésta es una labor constante, pero al final, comenta una mujer, "lo terminan convenciendo".

Las negociaciones pueden ser más sutiles que otras. Así, el cuidado del cuerpo adventista revela esta negociación en la imagen de la mujer adulta que se convierte en madre nutricia -muchas veces- de toda la congregación. De este modo, la toma de decisiones -por lo menos al interior del núcleo familiar- queda a su cargo.

 

EVA Y EL CUERPO PURO

En el ámbito religioso, la mujer adventista lleva a la práctica un conjunto de elementos normativos por los cuales manifiesta su feminidad; estas normas, que en un contexto social se presentan sutiles y hasta "naturales" (Lamas 1996, 115), en la mujer adventista se revelan ante sí como un plan divino, una obra del "Señor". Sin embargo, en ambos casos, por decirlo de algún modo, mundano y adventista, estas manifestaciones de feminidad son incuestionables, inexorables. La fuerza que adquiere este aparato dogmático en el "deber ser" varón/ mujer está profundamente ligada a la creencia sobre la redención y vida eterna.

Las reglas religiosas sobrepasan esa explicación naturalista que se escucha en el discurso habitual de la sociedad chetumaleña en general. Este traslado a un ámbito mistificado no puede ser explicado desde una perspectiva de género en el sentido feminista. Cabe poner especial atención en el sistema de creencias que, en buena parte, se va configurando y en un estilo de vida; por lo tanto, vale la pena ir más lejos y posicionarnos en un cierto ángulo mirado desde el varón y mujer adventistas. Si bien, en un contexto amplio, el género es la construcción cultural de la diferencia sexual (Cfr. Lamas 1996; Conway, Bourque y Scott 1996), desde la mirada adventista las diferencias de sexo y género son atributos místicos con un punto de partida celestial.

Las diferencias se representan en dos categorías de origen religioso: Eva y Adán; aunque estos personajes en sí sean las representaciones de lo que es ser mujer y varón, sus repertorios son complementados por una lista de aspectos femeninos y masculinos de varones y mujeres de presencia bíblica. Aunque aquí nos interesa la figura de Eva, el Adán no puede ser dejado de lado cuando éste supone ser el origen carnal de la mujer, merced a su famosa costilla.

No obstante, las diferencias divinas en la construcción literal del varón y de la mujer no proceden de desigualdad alguna en las condiciones que Dios ha propuesto como el plan para ambos; es decir, no se plantea inferioridad o superioridad entre la mujer y el varón.

En el relato de la creación de la mujer (Génesis 2: 18, 20-24), nunca se menciona un nivel de inferioridad respecto del hombre, sino de igualdad. [...] Tampoco hay nada de superior en el ayudador [mujer]. Lo que dice del ayudador es que él está capacitado para ayudar y se coloca al nivel de aquel a quien ayuda.

Otro aspecto que resalta la igualdad es la creación misma de la mujer. Tanto la creación del hombre como en la creación de la mujer, Dios actuó de manera directa y personal, fueron creados por un acto exclusivo de Dios.

[La] diferencia de sexo sin embargo, no fue establecida para crear una separación o desigualdad entre hombre y mujer, sería todo lo contrario, un elemento de unión (Génesis 2: 24) y de multiplicación (Génesis 1: 28) [...] esta unión sería también para la multiplicación porque del hombre con la mujer se formaría el núcleo básico de la sociedad, ellos procrean sus integrantes (Araya 1997, 6).

Eva, entonces, es la "ayuda" que el Adán debía tener por ser un solo ser íntegro y exclusivo. Este sentido de "ayuda" pertenece a un ámbito que se hace notorio más allá de la ayuda física, en términos de "ayudar en el trabajo". Eva cumple un papel mucho más fundamental en la vida del varón adventista. Es posible aseverar que sin la Eva adventista con sus cualidades y protagonismos, el Adán seguiría vagando en el mundo perdiendo toda oportunidad de ser elegido para reinar junto a Dios.

La imagen de Eva es constante en la prédica femenina y masculina; ésta se complementa con la imagen de Ruth, María, Esther, etcétera, todas mujeres bíblicas. Eva no enarbola la imagen pasiva o estática (a veces diabólica) de una mujer que ha despojado de su compañero (y de ella misma) la posibilidad de vivir en el paraíso por los siglos de los siglos. Más bien, se le representa como una mujer dinámica en la búsqueda de seres humanos que deben ser rescatados de los impulsos mundanos creados por Satanás; es la esencia divina encarnada en la práctica religiosa con aspecto femenino y con atributos celestiales que atraen al "buen camino de Dios" a los "Adanes" perdidos.

Lo que le queda a la mujer adventista es el tutelaje de un determinado grupo de varones (principalmente adultos). En otros términos, la mujer adventista responde a la lógica de su adscripción de género clásica "madre-esposa"21 de varones en nivel amplio: la congregación masculina total. Un ejemplo más terrenal son los hijos/ hijas y marido. De esta manera las mujeres son las encargadas de "domesticar" a quienes tiene a su cargo, en especial al varón no converso quien se muestra como un "macho mundano" (Brusco, 1993 y 1995).

La explicación suena prometedora, cuando se piensa que el "varón domesticado" es dócil y en gran parte seguidor de las doctrinas adventistas, aunque ello no sugiera su conversión. Sin embargo, desde una posición crítica, esta nueva concepción de la mujer de origen divino no sólo convierte la feminidad adventista como un hecho dado de antemano (desde Dios), sino que se legitiman sus roles en un nivel absoluto; no existe forma de suponer el cuestionamiento de su condición como mujer sujeta al varón ya que se plantea desde su "creación".

La legitimación de sus tareas y de su identidad, la llevan a ser la constructora de templos de Dios, con vistas y maneras diversas, a la vez que unitarias. Aunque el varón adventista tiene cierta injerencia ante la congregación, no supera la de las mujeres quienes tienen un líder absoluto y es al único a quien escuchan: Jesucristo. En ciertos momentos puede ser que esta imagen pueda recaer en el pastor de distrito, pero no es la más legítima.

Esta divinización de sus tareas, además de estar inscrita bíblicamente como de origen celestial, tiene otras dos explicaciones que en gran medida están enmarcadas en lo simbólico: compañera de Jesús (en el sentido matrimonial) y madre del mismo. La adventista "está dispuesta a cumplir" con su papel, siendo que se considera la mitad de una unidad mística (y a veces sexual) entre ella y Jesús (el hijo de Dios). Piensa en la posibilidad de llenar el vacío existente en ese varón (considerándolo como un Adán). Así se manipulan las características bíblicas de Jesús, intentando convertir al varón de acuerdo a los atributos bíblicos de Jesucristo: bondad, pasividad, abnegación y generosidad.

Ser madre de Jesús es una posibilidad simbólica que por supuesto tiene un argumento bíblico. La "mujer/madre-de-Dios" tiene que legitimar esa posición a través de los hijos, no sólo socializándolos en la fe en cuestión, sino también considerándolos como posibles "jesuses" con características similares a las del varón domesticado. De esta manera, la mujer se traslada como Eva-esposa y Eva-madre ante la congregación con absoluta autoridad sobre la comunidad adventista.

Estas formas de tener jurisdicción sobre los "cuerpos-templos-deDios" a través de los roles femeninos más recurrentes son prácticas que se certifican al interior del grupo a través de la creación de departamentos y ministerios como se ha esquematizado en el apartado anterior. Un ministerio se encarga de la construcción del cuerpo ideal adventista que responda a dos imperativos básicos: imagen de Cristo y Templo de Dios.

El departamento de Dorcas (y samaritanos)22 es una extensión fundamental de la Iglesia. Su membresía se compone por la mayoría de las mujeres del templo local y las actividades que realizan se engloban en lo que ellas denominan "evangelismo práctico", que consiste en realizar actividades altruistas: destinar ropa, alimentos y "la palabra" a los más "desprotegidos". El objetivo principal es la posibilidad de que alguno de ellos engrose las filas del adventismo y siga el "plan de Dios".

Un elemento que se une a los atributos del ser madre y esposa es la abnegación absoluta; esto lo revela el lema de las "dorcas" que versa: "Primero Jesús, luego los demás y por último yo". Aquí, el lugar de la mujer, con todas las características comentadas, representa el prototipo de mujer cristiana, y paradójicamente le otorga cierta autoridad sobre los varones de la congregación y fuera de ella.

La dorca es la imagen de la Eva que alimenta, se le ve de esa forma con un mínimo vistazo al departamento de Dorcas (y samaritanos), ya que las instalaciones presentan un aspecto peculiar. El lugar se divide en dos partes, en un extremo se encuentra una especie de armario, con bastidores y cajones que contienen todo tipo de artefactos y materiales para la costura: hilos, agujas, telas, tijeras, etcétera. El otro extremo es más interesante, ya que contiene un lavabo, una estufa, un refrigerador, licuadora, horno de microondas, cuchillos, cucharas, trastos, etcétera, en pocas palabras es una cocina que se completa con un pequeño comedor en el centro.

La dorca alimenta, no sólo por ser uno de sus roles, sino por ser una de sus metas, uno de sus logros; dar de comer y satisfacer esa necesidad fisiológica es el objetivo explícito de la mujer-dorca. También alimenta para hacer de ella el ideal femenino adventista y hacer de ella y del otro el "templo de Dios". Si bien, existe un departamento de Salud y Temperancia (dirigido por mujeres), éste tiene otro tipo de discurso; no obstante, su papel en la construcción del "cuerpo puro" no es menos importante. Cabe comentar que las mujeres transitan de uno a otro departamento, siempre bajo la condición de su género y todos los atributos divinamente otorgados. Las dorcas no son las únicas que realizan estas actividades alimentarias, pero sí las más relevantes.

En teoría, todas las mujeres de la congregación pertenecen al departamento, pero por lo general tres de ellas (directora, tesorera y secretaria) son las que organizan un sinfín de actividades alimentarias, ya sea para reunir fondos o para dar de comer a indigentes, hospitalizados o en retiros espirituales. Ellas instruyen a muchas mujeres (adventistas y visitantes) en el recetario adventista. Semanalmente, todos los miércoles, se reúnen en el departamento para cubrir con estas encomiendas.

La dorca, madre y esposa, usa a sus hijos y a su esposo (conversos o no) como ese terreno que puede ser limpiado a través del alimento y así lo hace; los varones no conversos no tienen salida cuando sus esposas adventistas preparan su comida y retiran de ella los alimentos no sanos, los impuros, ya sea por medio de estrategias en la sustitución de ingredientes o bien con la preparación de nuevos platillos. Ellos adoptan el cuerpo-templo-de-Dios, al menos en parte. Por su lado, los varones conversos esperan de sus esposas el alimento permitido, el que con su ayuda conformaran un cuerpo puro, apto para el Espíritu Santo y dirigido hacia la salvación.

Aunque la Eva bíblica dio de comer a Adán un fruto prohibido que los despojó del paraíso, la Eva-adventista da de comer al Adán-adventista de frutos permitidos (desechando los prohibidos) para atraerlo al futuro paraíso. Se nos presenta una Eva que "intenta" remendar sus acciones pecaminosas pasadas para, con la misma actividad (dar alimento), poder retornar (ella y su compañero) al lugar prometido: el reino de los cielos.

 

CONCLUSIONES

Es curioso pensar en que una "regla" -religiosamente constituida- alimentaria y de eugenesia haya tenido éxito; sobre todo pensado en que los objetivos de tales códigos -literalmente- alimentaban la posición racista de una congregación que hoy día se nos presenta mayoritariamente latina y afroamericana. Hoy esa perspectiva alimentaria "de origen" no tiene efecto alguno, y lejos de pensar la construcción de un "cuerpo puro" en términos raciales, éste se establece pensando en la salvación de los cristianos adventistas en general. Se ha tomado como punto de partida la idea bíblica (reiteradamente comentada al interior de las congregaciones adventistas) de que "para Dios no hay hombre ni mujer, negro ni blanco, pobre ni rico, que para él todos somos iguales" y estamos inmersos en su "plan divino".

Bajo esa mirada, no es difícil de entender que cientos de personas acudan a las campañas masivas realizadas año con año para "probar" si ésta es la iglesia verdadera. Además, son atraídos por la oferta tentadora de salud y salvación. Es de este modo, que el discurso implícito y explícito sobre la construcción de un cuerpo puro o "templo de Dios" es un lugar común en la prédica pastoral y en los diversos mensajes que los misioneros y obreras bíblicas hacen llegar a los potenciales miembros de la Iglesia.

El adventista va más allá de la imagen religiosa de "deber ser" cristiano, con un cierto estilo de vida de acuerdo al evangelio. El cuerpo, en el adventista, no es uno carnal (aunque se muestra como tal) o mundano, contiene los elementos (que se van incorporando en un proceso interminable) que le confieren cierta divinidad y un toque de eternidad. El cuerpo llega a los umbrales del contacto con Dios, a menos que sobre él se anoten rastros de autoviolencia y descuido físico y ritual.

Todo está -como un joven adventista me comentaba- en la diferencia entre "ser un miembro más" y llegar a la "verdadera conversión". La conversión, entonces, representa la adopción de la ansiedad adventista por querer ser siempre puro; de esta manera, constantemente deberá practicar una dinámica que va más allá de la lectura del evangelio; con esta nueva tarea, su cuerpo se convierte en el terrenal campo de batalla entre lo mundano (Satanás) y lo adventista (Dios, cuerpo puro, salvación), que se definirá hasta la llegada, por segunda vez, de Cristo. Así, el cuerpo que se limpia es el síntoma de una enfermedad divina-terrenal, cuya manifestación es el contraste con otro infectado por otro tipo de enfermedad: lo no-adventista. En el tratamiento de esta enfermedad las mujeres tienen un papel fundamental.

Resulta complejo para nosotros, para las mujeres adventistas es lo "normal", verlas inscritas en más de una dimensión alrededor del cuerpo del otro. Ellas no sólo lidian con su "deber ser" interiorizando un conjunto de reglas y creencias que modifican su estilo de vida, además invierten su tiempo en: la transformación de su repertorio culinario; la alimentación de los "demás" (miembros varones, principalmente); el "evangelismo práctico" (cuidado de los enfermos, niños, proselitismo, visita a los ancianos, etcétera), el canto, el sermón, la limpieza, entre muchas otras cosas; acciones que suceden en el adentro y el afuera cuya línea fronteriza separa de manera litúrgica, lo "salvo" de lo "condenado".

La mujer se hace presente en dos direcciones: la primera se inscribe en lo explícito, lo visible, lo que se deja al descubierto; en otras palabras: la alimentación del "templo de Dios", que es lo religiosamente esperado de ellas, al igual que el varón, quien también tiene que cumplir con ese menester. Cabe considerar que dentro de esta dirección se instalan las dorcas, quienes tienen el papel "religioso" (esperado) de "cuidar el cuerpo" a través de una serie de mecanismos, la alimentación es la más importante. Como un complemento a los elementos anteriores se asienta la segunda dirección, evidente a la vez que invisible, y esto lo planteo en términos de ser inexorable; me refiero a la legitimación de los roles y de la identidad de género femenina.

La mujer adventista, como cuerpo, se transforma en la intrusa de su propia corporalidad, ya que se vuelve un algo ajeno a sí y perteneciente a otros antes que a ella: primero Jesús y luego los demás; y cuando ya los cuerpos han sido cuidados y purificados tendrían que dedicarse al "suyo" privado de sí, pero lleno de Espíritu Santo, porque han cumplido fielmente la religiosa encomienda de su género y de su corporalidad adventista.

Resta decir que, como en otras congregaciones cristianas no-católicas, la presencia femenina es el eje dinámico del templo y de la iglesia en general. La apertura, entonces, de los espacios de presencia pública hacia la manifestación y protagonismo femenino, es una estrategia de funcionamiento global de la congregación; esto puede verse de la siguiente forma: mientras que las mujeres adquieren prestigio o reconocimiento social frente a la congregación, su intervención constante en la práctica religiosa provoca el engrosamiento de las filas adventistas. De no ser así -desde una perspectiva personal- la iglesia adventista del séptimo día podría estar condenada a la sectarización.

 

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Notas

* Agradezco al Consejo Quintanarroense de Ciencia y Tecnología cuyos directivos apoyaron económicamente parte de la investigación; al Mtro. Antonio Higuera Bonfil quien, sin la mínima condición, apoyó y dirigió la pesquisa; a la Mtra. Guadalupe G. Poot Campos, eterna colaboradora; y a los miembros adventistas que me permitieron echar un vistazo a su cotidianidad sin pedir nada a cambio.

1 Dentro de las creencias fundamentales de los adventistas (27 según el manual adventista) destacan los referentes a la segunda venida de Cristo, profecía que da nombre a la congregación. Otra creencia relevante es la que tiene que ver con la idea del séptimo día, el cual representa un día de reposo y simboliza el día posterior al último de la creación. Cfr. Agencia de Publicaciones México, Creencias fundamentales de los adventistas del séptimo día. Una explicación bíblica de las 27 doctrinas fundamentales, México, AGASD/APIA, 1988.

2 La escuela sabática es una congregación pequeña de entre 5 a 15 miembros y sus puntos de reunión y culto, por lo general, son casas-habitación de personas interesadas en la doctrina adventista.

3 Calderitas (18° 33" 16' latitud norte y 88° 15" 48' longitud oeste) y Luis Echeverría (18° 39" 22' latitud norte y 88° 13" 40' longitud oeste) son localidades que colindan por el noreste con la ciudad Chetumal. Calderitas, como localidad, surge a raíz de la fundación de Payo Obispo (hoy Chetumal) en la primera mitad del siglo XX. El ejido cuenta con una extensión de 20,927.03 hectáreas y se encuentra a aproximadamente 5 kilómetros de la ciudad capital. Luis Echeverria es una ranchería que pertenece al ejido Calderitas y su fundación es más reciente. Esta localidad se halla a aproximadamente 15 kilómetros de Chetumal.

4 La organización de la IASD se conforma de dos categorías: 1) la divisional: éstos son departamentos que realizan distintas actividades con la población religiosa local; estos departamentos representan una vida social completa para sus miembros (actividades recreativas, rituales, educativas, legales, administrativas, etcétera). 2) la representativa: este rubro es conformado por un cuerpo de representantes que dirigen el distrito (10 templos); entre ellos está el pastor, los ancianos y auxiliares.

5 "La presencia de Dios", así como "gloria y honra del señor", es una frase común en las prédicas adventistas y en el discurso cotidiano de los miembros.

6 Existe un credo adventista elaborado a partir de la Reforma Alimentaria a finales del siglo XIX en el que se sostiene lo siguiente: "I believe in God. I recognized that God is all and in all and worketh all in all. I know that my body is a temple of God and that the Spirit of God dwells in me. [...] I confess that if I suffer from disease, it is because of transgression, and is not an affliction of providence [...]" Cfr. Kathleen L. Norman, "'Biologic living': The redemption of women and America through healthy living, dress and eugenics", tesis doctoral, California, Claremont Graduate University, 2000.

7 Un análisis interesante sobre este aspecto es elaborado por Marvin Harris (2004 [1980]). En su libro Vacas, cerdos, guerras y brujas deja ver que muchas de las prácticas religiosas que tienen relación con la alimentación-purificación inscritas en un sistema de creencias determinado responden a una lógica de adaptación cultural al entorno en el que se originan; este puede ser el caso de la creencia adventista sobre la ingesta de carne de cerdo, la cual se considera mala para la salud y por lo tanto es excluida de la dieta de dicha congregación. Es necesario dejar en claro que esta creencia alimentaria no es exclusiva de los adventistas. Por ejemplo, en el Corán se habla de la misma prohibición con respecto a los animales con pezuña hendida (el cerdo). En este sentido, debo mencionar que al referirme a "la creencia adventista..." o "el adventista cree..." no pretendo otorgarle exclusividad, más bien reconozco que existe una forma de apropiación y de significación particulares sobre esta práctica alimentario-religiosa en relación con el cuerpo.

8 Además, se creía que los afroamericanos tenían una tendencia -establecida genéticamente- a la pobreza, la delincuencia y la drogadicción. Por ese motivo, con la reforma a la salud y la instauración de la eugenesia, se prohibía todo contacto con individuos de "razas no puras" (Norman, 2000).

9 Los tamales torteados consisten en obleas de masa aderezada con manteca y sazonada únicamente con sal. Posteriormente, las tortillas son rellenadas con un caldo espeso y carne de pollo cocida y desmenuzada, para luego ser envuelto con hoja de plátano y cocinado en baño maría.

10 A esto puede sumársele la vestimenta. Las jóvenes -principalmente- han negociado implícitamente el uso de pantalones y faldas cortas fuera de los sitios de culto, así como el uso de pendientes, pulseras y collares.

11 Cfr. Luis Duch y Joan-Carles Mélich, Escenarios de corporeidad. Antropología de la vida cotidiana 2/1, España, Editorial Trotta, 2005.

12 Cfr. Bryan Wilson, Sociología de las sectas religiosas, Madrid, Editorial Guadarrama, 1970.

13 Esta es una idea generalizada entre varones y mujeres de la congregación. En los cultos, en los cantos, en sus discursos cotidianos y testimonios, la mayoría de los miembros reconocen la obligación de mantener el cuerpo en la purificación a partir de la práctica ritual, pero sobre todo con la práctica alimentaria y la temperancia.

14 Para una mirada hacia la participación femenina en la eucaristía católica puede leerse a Carolina Walter Bynam, "El cuerpo femenino y la práctica religiosa en la Baja Edad Media", en Michel Feher con Ramona Naddaff y Nadia Tazi, eds., Fragmentos para una historia del cuerpo humano. Primera parte, Madrid, Taurus/Alfaguara, 1990, 163-225.

15 Al igual que otras confesiones religiosas, un componente elemental en las creencias adventistas es la existencia de un cuerpo divino dividido en partes, como extensiones cuyas funciones han mantenido al mundo en existencia: la Trinidad (dios Hijo, dios Padre y Espíritu Santo), tres partes en unidad.

16 Uso la noción de esfera en el sentido en que es usado por Brusco (1995) en sus reflexiones sobre los espacios simbólicos que determinan el "deber ser" y no únicamente el "deber estar" de los varones y las mujeres -en su caso- evangélicas(os).

17 En el siguiente apartado expondré el modo en el que el varón es concebido por las mujeres (como "esposo" e "hijo"), razón por la cual es depositario de prestigio, de antemano, por ser varón.

18 Entrevista con un varón adventista directivo del departamento de Obra misionera. Chetumal, Quintana Roo, 8 de abril de 2004.

19 Las mujeres adventistas también lo hacen y en buena medida. Gran parte de las mujeres adventistas (profesionistas) contribuyen al ingreso familiar; en otros casos ellas son el sostén principal de sus familias, a pesar de la presencia de un varón. En la peor de las situaciones, las mujeres adventistas se integran al trabajo informal o al establecimiento de comercios menores.

20 Se enlistan los departamentos bajo la dirección femenina, además se incluye de manera breve cada una de sus funciones principales:

El Ministerio de Diaconizas. Las diaconizas se encargan del aseo de los baños y de los departamentos, además de auxiliar a los candidatos adventistas en la ceremonia de bautismo.

El Ministerio Infantil se hace cargo de los niños mientras los padres asisten al servicio los sábados; así como introducir a los menores al estudio de la Biblia y proporcionarles ciertos conocimientos de la doctrina adventista.

El Departamento de Dorcas y Samaritanos dedica su tiempo a la asistencia de enfermos y moribundos en los hospitales, proporcionándoles "la palabra de Dios", además otorga ayuda moral a las personas que así lo necesiten. Las "Dorcas" fungen como profesores en algunos casos, cuando se trata de realizar actividades de "ayuda humanitaria" a través de la alfabetización de adultos.

El Ministerio de la Mujer es un departamento joven. Allí se imparte el evangelio y se proporciona apoyo moral a las mujeres que se encuentran en algún problema emocional. También proporcionan elementos para la superación personal de la mujer en el ámbito religioso.

El Departamento de la Salud y Temperancia, lleva a cabo programas de salud y de prevención de enfermedades reforzando la dieta que constituye parte de su sistema doctrinal.

El Departamento de Comunicación tiene la función de difundir las actividades propias de la iglesia a través de diferentes medios, como volantes, revistas, folletos, trípticos, pero en especial a través de una radiodifusora local.

El Departamento de Escuela Sabática es el medio por el cual se legitiman las creencias. Lo constituye un grupo de "maestros" que se forma dentro de la iglesia para impartir clases sobre el evangelio.

21 Para una discusión crítica de la noción madre-esposa véase a Marcela Lagarde, Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas, México, Universidad Autónoma de México, 1993.

22 Encierro "y samaritanos" entre paréntesis debido a que en ese departamento sólo tienen presencia temporal 3 varones; sin embargo, ellos no participan en las reuniones.

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