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Sociológica (México)

On-line version ISSN 2007-8358Print version ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.37 n.105 Ciudad de México Jan./Jun. 2022  Epub Nov 18, 2022

 

Artículos de investigación

Movimientos sociales y comunicación: una integración más allá de determinismos tecnológicos

Social movements and communication: Integration that goes beyond technological determinisms

*Profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Doctor en Investigación en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede México. Correo electrónico: <jairolopez32@gmail.com>..


RESUMEN

El presente artículo plantea una discusión sobre la relación entre movimientos sociales y comunicación. Identifica como tendencias de la literatura especializada el estudio de las lógicas de influencia externa de los movimientos sociales hacia los medios y las lógicas de apropiación-creación de los medios de comunicación por parte de dichos movimientos. Se argumenta que la propuesta teórico-metodológica desarrollada por Bart Cammaerts, a partir de las categorías de circuito de la protesta y de estructuras de oportunidad de mediación, logra integrar estas tendencias, permitiendo un análisis de los procesos sociales más allá del determinismo tecnológico que suele existir en las investigaciones sobre movimientos sociales y comunicación, retomando una perspectiva sociológica que problematiza las mediaciones y las prácticas culturales de acuerdo con cada contexto.

PALABRAS CLAVE: movimientos sociales; protesta; comunicación; sociología de la comunicación; mediación

ABSTRACT

The article propose a discussion about the relationship between social movements and communication. It identifies as trends in specialized literature the study of the logics of external influence of social movements towards the media and the logics of appropriation-creation of communication media by the movements. It is argues that the theoretical-methodological proposal developed by Bart Cammaerts, based on the categories of the protest circuit and mediation opportunity structures, manages to integrate these tendencies, allowing an analysis of social processes beyond the technological determinism that usually exists in research on social movements and communication, taking up a sociological perspective that questions mediations and cultural practices according to each context.

KEY WORDS: social movements; protest; communication; sociology of communication; mediation

Introducción

En dos recientes ensayos Enrique Sánchez Ruiz (2019) y Silvio Waisbord (2016a) hacen un llamado a recuperar “la imaginación sociológica” (Mills, 2003) para el estudio de la comunicación. Ambos exponen la necesidad de rearticular la investigación sociológica como aquella que tiene “la capacidad de ver el impacto de las fuerzas sociales en las vidas individuales. Ofrecer conexiones críticas entre los individuos y los procesos sociales” (Waisbord, 2016a: 6). Dicha recuperación buscaría desplazar (nuevamente) el énfasis en los estudios de la comunicación de la dimensión meramente comunicativa o cultural, e incorporar a las investigaciones las dimensiones sociales, económicas y políticas que atraviesan a los medios como objetos de estudio, así como el papel de los medios en la configuración de esas dimensiones.

El campo de investigaciones sobre los movimientos sociales y la comunicación es uno donde se advierte con claridad esta tendencia hacia un fuerte hincapié en el estudio de las tecnologías de la comunicación como un fin último. Con la emergencia en las últimas décadas de formas de movilización que apelan de manera estratégica al uso del Internet y las tecnologías de la comunicación sociodigitales, se han diversificado y ampliado las interrogantes para comprender las relaciones entre movilización y comunicación a nivel global, nacional y local (Castells, 2012; Della Porta y Pavan, 2018; Meikle, 2018; Mosca, 2014; Treré, 2020). Finalizado el siglo XX, estas preocupaciones tuvieron un primer momento de interés con la emergencia del Internet, especialmente con la aparición de repertorios de movilización novedosos como el uso de blogs y correo electrónico, paradigmáticamente representados en las expresiones contra el sistema financiero global de Seattle o el movimiento neozapatista en México (Bob, 2005; Rovira, 2017). Posteriormente, las agendas se consolidaron una vez iniciado el siglo XXI con la irrupción global de movilizaciones que estratégicamente utilizaron las redes sociales para la conexión y la protesta, en un péndulo que llevó “de las redes a las plazas”, como las denominadas Primavera Árabe, Occupy Wall Street, #YoSoy132, entre otras (Castells, 2012; Pleyers, 2018; Rovira, 2017, 2013; Toret, 2013).

Como producto de este desarrollo hoy se presentan perspectivas que hablan del ciberactivismo, la tecnopolítica, las insurgencias web, los movimientos en línea, entre otras formas de abordar la particular relación que se establece entre la movilización social y un entorno de comunicación digital que permite mayores procesos de innovación, apropiación y aceleración en la difusión de la información y las conexiones (Bennett y Segerberg, 2012; Flores-Márquez, 2020; Gerbaudo, 2015; Kavada, 2018, 2016, 2015; Mattoni y Treré, 2014; Reguillo, 2017; Sierra y Gravante, 2016; Toret, 2013). Sin embargo, recientemente el campo de estudios sobre la vigilancia digital y el “big data” ha problematizado las formas de abordar esta relación, pasando del optimismo inicial a un escepticismo crítico sobre las oportunidades abiertas por las nuevas formas de comunicación sociodigitales y las estrategias de represión estatales que se implementan usando las mismas tecnologías (Mejías y Couldry, 2019; Meneses, 2018; Rovira, 2019; Treré, 2016; Treré y Barranquero, 2013), sumado al hecho de que éstas han sido muy útiles para el avance de contramovimientos conservadores y actores colectivos reaccionarios (López, 2020).

Otra crítica planteada por autores como Emilio Treré (2020), Guiomar Rovira (2018)y Geoffrey Pleyers (2018), es el excesivo determinismo tecnológico en el que suelen caer los estudios sobre la relación movimientos-comunicación, es decir, un énfasis especial en el estudio de los medios, las tecnologías o plataformas que permiten las estrategias de comunicación (como son el análisis de Facebook, Twitter, YouTube, Tik Tok), descuidando muchas veces los procesos sociales, políticos y los factores contextuales en los que se inscriben las dinámicas contenciosas propias de los movimientos sociales.

Si bien es cierto que las nuevas tecnologías de la comunicación y las redes sociodigitales simplifican los procesos de circulación de mensajes e información, éstos son producto de actores y relaciones concretas que se valen de los medios para buscar sus objetivos. Por estas razones, es importante analizar las relaciones y estrategias de aquellos grupos que impulsan la movilización a través de espacios de mediación, es decir, entender la dinámica de creación de mensajes en los medios y las redes sociodigitales como un proceso estratégico y ubicado en contextos particulares que permiten mayor o menor ampliación (Rovira, 2013). De la misma manera, en el estudio de la movilización social y las tecnologías digitales no debe perderse de vista el análisis de los medios de comunicación tradicionales como espacios de circulación de los discursos, ahora entendiendo la amplitud del entramado de plataformas y tecnologías útiles para dichos fines.

Por lo anterior, en el presente artículo se plantea una discusión sobre la posibilidad de estudiar las relaciones entre los movimientos y la comunicación a partir de la perspectiva sociológica desarrollada por Bart Cammaerts y las categorías de estructuras de oportunidad de mediación y circulación de la protesta. Para la construcción de estas categorías, Cammaerts retoma de la comunicación la noción de mediación elaborada por Jesús Martín-Barbero (1991), la idea de circulación y apropiación de los estudios culturales (Hall, 2014), y de la sociología de los movimientos sociales las nociones de estructura de oportunidad y repertorios de acción colectiva (Tarrow, 2004; Tilly y Tarrow, 2007). El argumento central es que la propuesta teórica de los circuitos de la protesta y las estructuras de oportunidad de mediación integra las dos grandes tendencias de análisis predominantes en la literatura sobre los movimientos y los medios, a saber, la lógica de influencia externa de los movimientos hacia los medios (positiva o negativa), y la lógica de apropiación y creación de los medios desde los movimientos. Esta integración busca superar los determinismos tecnológicos y centrarse en el análisis de los procesos sociopolíticos que permiten entender las formas que toma la relación movimientos sociales y comunicación en dinámicas de contienda particulares.

Movimientos sociales y comunicación: tendencias en la literatura académica

El análisis de la relación entre los movimientos sociales y los medios de comunicación ha estado presente desde las agendas clásicas de investigación sobre la acción colectiva y el conflicto (Della Porta y Pavan, 2018; Meikle, 2018; Mosca, 2014). Uno de los primeros elementos planteados en las obras de Charles Tilly y Sidney Tarrow fue el reconocimiento del protagonismo e influencia que tuvieron los medios de comunicación masiva en la formación histórica de los movimientos sociales, es decir que, en parte, gracias a la emergencia de medios como los panfletos y la prensa obrera en el siglo XIX y, posteriormente, a la radio y otros medios en el siglo XX, a lo largo de la historia moderna se generaron oportunidades de conexión y socialización para la acción colectiva bajo la forma de movimientos sociales (Tarrow, 2004; Tilly y Wood, 2010). Lo anterior dados los cambios en las condiciones de espacio y tiempo que implicaron los medios de comunicación masiva en las sociedades capitalistas, permitiendo la presencia acelerada y simultánea de formas de asociación colectiva en el espacio público (Castells, 2009; Melucci, 1996; Thompson, 1998). Incluso para Manuel Castells (2009) y Raúl Zibechi (2007), los movimientos sociales son, en sí mismos, un fenómeno comunicativo en cuanto dependen de la comunicación interna y externa para su existencia.

El estudio sistemático de la relación entre los movimientos sociales y los medios de comunicación se consolidó con la emergencia de las perspectivas culturalistas sobre los primeros.1 Específicamente las teorías del enmarcamiento (framing) resaltaron la importancia de la construcción de marcos de identidad y de demanda en la configuración de la acción colectiva, explicando que la presencia de dichos enmarcamientos en la esfera pública y los medios de comunicación era una dimensión importante para entender el éxito o fracaso de los movimientos (Benford y Snow, 2000; Chihu, 2000; Gamson y Meyer, 1996; Gamson y Wolfsfeld, 1993). Una idea que ha guiado estas preocupaciones presupone que los medios de comunicación son centrales para la influencia en la esfera pública, la configuración del poder simbólico y la incidencia política, de allí que la presencia mediática de los movimientos sociales pueda aumentar la posibilidad de resonancia de sus demandas.

De esta manera, se identifican dos tipos de lógicas en la consolidación del estudio de la relación movimientos-medios: una lógica externa de influencia hacia los medios, y una lógica de apropiación y creación de propios medios.

La lógica de influencia externa

En cuanto a la lógica de influencia externa se encuentran investigaciones que analizan cómo los movimientos buscan la atención de los medios de comunicación o se ven afectados por ésta (Della Porta y Pavan, 2018). Especialmente resaltan los hallazgos que evidencian que, si bien los movimientos necesitan de los medios para aumentar su visibilidad, también es cierto que los medios suelen hacer coberturas negativas de las protestas, enfocándose en aspectos como la violencia, el caos o la incertidumbre que generan. A partir de investigaciones sistemáticas en todo el mundo, se ha identificado que los medios y los periodistas tienden a generar tratamientos hostiles frente a las protestas (Earl y Rohlinger, 2018; Gitlin, 1980; Koopmans, 2004).

Este énfasis en el carácter problemático o negativo de la relación movimientos-medios responde a la histórica pertenencia de los medios masivos a conglomerados económicos que siguen lógicas de interdependencia con el poder político y que, al interior de los Estados, suelen beneficiar al statu quo, mientras que por su naturaleza los movimientos sociales son contrarios a dichas lógicas (Castells, 2009; Waisbord, 2016b).2 En todo el mundo la concentración mediática se ha constituido en un importante reto para que sea diverso y plural el cubrimiento mediático sobre los movimientos sociales. De esta manera se ha planteado lo que se conoce como “el paradigma de la protesta” (Chan y Lee, 1984; McLeod, 2007; McLeod y Detenber, 1999), es decir, un “patrón rutinario o plantilla implícita para la cobertura de la protesta social” (McLeod y Hertog, 1999: 310) con la cual los medios de comunicación suelen realzar aspectos o narrativas que aluden a la anarquía general, la confrontación policial, la creación de símbolos del peligro que representa quien protesta, la ridiculización de las manifestaciones, las generalizaciones o afirmaciones sobre las percepciones públicas de los manifestantes, el énfasis en las fuentes oficiales para obtener, en el lugar, opiniones e información de los propios manifestantes, entre otras.

En tal sentido Sean Scalmer (2002) ha planteado lo que denomina como “el dilema de los activistas”, es decir, aquella encrucijada donde los movimientos deben hacer que sus demandas sean captadas por los medios y el público en general, pero los medios sólo incrementan su interés en los mismos cuando se presentan acciones disruptivas o violentas, simplificando y creando estereotipos sobre los mismos. Ahora bien, investigaciones con perspectiva comparada también han resaltado que no siempre se cumple de manera homogénea con estos patrones (aunque son dominantes), y que la tendencia ideológica de los medios influye de manera directa en el tipo de cobertura informativa que hacen de los movimientos sociales, así como los contextos de demanda y sus relaciones con los gobiernos (Shahin et al., 2016).

La lógica de apropiación y creación

En cuanto a la lógica de apropiación y creación de medios existe un amplio conjunto de investigaciones que analizan cómo los movimientos sociales pueden impulsar tanto procesos de apropiación y redefinición de formas de comunicación existentes y tradicionalmente usadas por los actores poderosos, como también procesos de creación y generación de sus propios medios, haciendo frente a la relación tensa y conflictiva que suele existir entre movimientos sociales y medios tradicionales.

Dentro de esta línea destacan las tesis de autores como John Downing (2011) que plantea la existencia de “medios radicales” o “medios de movimientos sociales”, los cuales se caracterizan por ser impulsados por actores colectivos y movimientos que plantean discursos, estrategias y prácticas alternativas o contrahegemónicas frente a los consensos del poder establecido. Retomando la discusión sobre la hegemonía y el poder desde su dimensión de consenso cultural (gramsciana), Downing plantea la existencia de múltiples y diversas manifestaciones de medios de movimientos sociales que disputan narrativas, representaciones y se establecen como espacios de autonomía colectiva.

Dentro de esta misma lógica, donde resaltan los medios independientes y las expresiones artísticas contestatarias, también se platean discusiones en torno a los “medios alternativos” (Atton, 2002), los “medios ciudadanos” (Rodríguez, Ferron y Shamas, 2014), los “medios comunitarios” (Rennie, 2006), entre otros. Particularmente, América Latina ha sido un centro de teorización y análisis de este tipo de demandas a partir de múltiples experiencias de movimientos y comunidades que resisten en medio de contextos de violencia, impulsan proyectos de comunicación para generar dinámicas de fortalecimiento de identidades colectivas y cohesión comunitaria, resistencias indígenas al colonialismo, por mencionar algunos (Nava y Gitahy, 2020; Zibechi, 2007).

Además de las diferentes perspectivas y problemas empíricos planteados en estas corrientes, un elemento común es el estudio desde las propias experiencias de los movimientos sociales y sus estrategias explícitas de comunicación. En América Latina los casos de las revueltas de principios del siglo XX en Bolivia y las estrategias del neozapatismo en México (Zibechi, 2007), evidencian la importancia de entender las estrategias de comunicación “otras” al margen de los canales de difusión y distribución de información establecidos como centrales dentro del propio capitalismo.

Las lógicas de influencia y apropiación-creación en la era del Internet: posibilidades y límites

Como se ha señalado, la emergencia y consolidación del Internet y la comunicación sociodigital vino de la mano de transformaciones importantes en la expresión de los movimientos sociales y, por ende, de lentes teóricos y preguntas que han orientado su estudio. Los “actores red” y los movimientos multisituados con capacidad de generación y circulación instantánea de información inspiraron el conjunto de investigaciones que analizan la relación entre los movimientos sociales, la acción colectiva y las tecnologías de comunicación sociodigital (Meikle, 2018). Muchos de estos trabajos retoman tanto la preocupación por las lógicas de influencia como por las lógicas de apropiación. Así, ha quedado claro que los nuevos espacios de circulación de información y las redes sociodigitales (Facebook, Twitter, WhatsApp, etcétera) son herramientas que han transformado la acción y la participación colectiva (Castells, 2012; Della Porta y Pavan, 2018; Rovira, 2017).

Las discusiones han derivado en el planteamiento de la existencia de “activismos digitales”, “acción conectiva”, “tecnopolítica”, “tecnoactivismo”, “insurgencias web”, entre otro conjunto de categorías útiles para pensar la acción colectiva desde los procesos de comunicación y apropiación de las tecnologías de comunicación digitales (Bennett y Segerberg, 2012; Flores-Márquez, 2020; Gerbaudo, 2015; Kavada, 2018, 2016, 2015; Mattoni y Treré, 2014; Reguillo, 2017; Sierra y Gravante, 2016; Toret, 2013). Una de las tesis más aceptadas en torno al tema es la de Alexandra Segerberg y Lance Bennett según la cual las nuevas dinámicas de movilización y de activismo digital han generado un paso de la dinámica de “acción colectiva” a la “acción conectiva”, es decir, a través de procesos que permiten comunicar a individuos sin importar sus características, vínculos, membresías o participación formal en movimientos sociales, donde se habla más de vínculos personalizados (de individuos y no de colectivos) con causas o campañas (Kavada, 2018). Sin embargo, como recuerdan Rovira (2019, 2018) y Treré (2020; Treré y Barranquero, 2013), el hincapié que se hace en las estrategias y dinámicas tecnológicas puede llevar a la especialización en el análisis de los instrumentos tecnológicos, perdiendo de vista las dimensiones materiales y estratégicas que involucran a los actores colectivos, a los líderes y a las organizaciones que son determinantes en el desarrollo de los movimientos sociales.

Siguiendo el planteamiento de Treré (2020: 23), los énfasis de las relaciones internas y externas entre movimientos y medios rara vez dialogan entre sí, pues el interés suele estar en las dimensiones de poder que se reproducen en el cubrimiento de los medios tradicionales, o en las dinámicas de contrapoder o contrahegemónicas que se desarrollan en los medios alternativos usados por los movimientos. La falta de diálogo suele identificarse en los estudios sobre los movimientos sociales, el Internet y las redes sociodigitales, reproduciendo un claro “determinismo tecnológico” Treré, 2016; Treré y Barranquero, 2013), es decir, un análisis enfocado en el papel que juegan las tecnologías de la comunicación y la descomposición de su funcionamiento interno, más que en el estudio de procesos y contextos que permitan entender no sólo el entorno mediático en el que se inscriben los movimientos, además de los factores sociopolíticos que permiten su circulación y las implicaciones que ésta tiene.

Otro elemento que ha llevado a dicho determinismo tecnológico suele ser la especialización en la ciencia de datos, que ha desarrollado un elevado conjunto de técnicas de investigación y uso de programas computacionales (Meneses, 2018), centrada en el análisis de lo que pasa en las plataformas, perdiendo de vista las múltiples relaciones entre lo online y lo offline, así como las estrategias de interacción entre actores, instituciones y gobiernos (Treré, 2020). Sin embargo, una de sus limitaciones se presenta cuando las investigaciones se vuelven profundos escrutinios sobre el funcionamiento e interacciones internas de plataformas como Facebook o Twitter (la circulación de #hashtags, la viralización de imágenes o ideas), pero se pierde por completo la dimensión contenciosa y el análisis de los actores y dimensiones sociopolíticas que van más allá de la red.

Siguiendo esta lectura crítica, entonces se encuentran dos tendencias divergentes en los énfasis de las preguntas, las metodologías y el papel de los medios y la tecnología en su relación con los movimientos sociales.

Cuadro 1 Énfasis en las tendencias de estudio sobre movimientos sociales y comunicación 

Énfasis Tendencias de estudio de la literatura
Lógicas de influencia externa Lógicas de apropiación y creación
Preguntas guia El impacto de los movimientos sociales y las protestas en los medios Las prácticas internas de los movimientos para generar procesos de conexión y difusión
Metogológicos Reconstrucción de discursos mediáticos Recontrucción de las prácticas mediáticas y el uso de las tecnologías
Tecnológicos Los medios y la tecnología como una externalidad Los medios y la tecnología prácticas internas/actividades

Fuente: Elaboración propia.

En cuanto a los estudios que profundizan en las lógicas de influencia externa de los movimientos hacia los medios prevalece una perspectiva teórica ligada a la movilización de recursos y del enmarcamiento, donde se hace hincapié en los resultados de los procesos políticos y de ahí surgen las preguntas sobre cómo los medios cubren a los movimientos en tanto indicadores de dichos procesos. A partir de este interés, las investigaciones suelen desarrollar estrategias metodológicas para la reconstrucción de los discursos mediáticos, la forma como los movimientos son retratados por los medios y la circulación de los marcos de las demandas colectivas. La tecnología y los medios son vistos como una externalidad de los movimientos, es decir, la interrogante se centra en la posibilidad que tienen las protestas y las acciones colectivas de incidir en éstos como un efecto en la esfera pública y en los procesos políticos.

Una de las grandes limitantes de esta agenda se encuentra, justamente, en las investigaciones que han identificado que no siempre se reproduce el paradigma de la protesta en la cobertura de los medios. Por ello, las prácticas mediáticas son muy importantes para explicar los mecanismos mediante los cuales se generan diferentes tipos de procesos que no siempre generan relaciones negativas entre los movimientos y los medios. Por una parte, las prácticas mediáticas involucran a los actores colectivos y movimientos que toman decisiones para construir mensajes, los canales y los momentos para su difusión, las estrategias de interacción y la negociación con periodistas y activistas con influencia pública, entre otras, que deben ser estudiados. Por otra parte, estas críticas plantean que a pesar de que exista una tendencia de concentración en el sistema mediático, los medios de comunicación no son entidades homogéneas y, por el contrario, el campo mediático es en sí mismo un espacio de disputas donde periodistas o medios (dependiendo de las situaciones políticas o de convicción) pueden tomar actitudes más o menos cercanas a las causas impulsadas por los movimientos.

En cuanto a los estudios que ponen énfasis en las lógicas de apropiación y creación de medios por parte de los movimientos sociales, mantienen una perspectiva teórica centrada en la dimensión interna de la movilización, las estrategias de identificación y coordinación. Dada esta orientación se reúnen metodológicamente en el estudio de las prácticas activistas o prácticas mediáticas de los movimientos sociales, reconstruyendo experiencias exitosas del uso de tecnologías y de medios de comunicación en la trayectoria de la protesta. De esta manera la tecnología y los medios son vistos desde su dimensión interna a los movimientos, es decir, más que preocuparse por los efectos en el espacio político, indagan por las experiencias, las prácticas y las conexiones que éstos generan a través de los medios y las tecnologías.

Una de las grandes limitantes de esta agenda se encuentra en el hecho de que suelen realizar lecturas muy optimistas sobre la capacidad comunicativa de los movimientos sociales y los activistas digitales, dada la posibilidad de generación de prácticas innovadoras o contrahegemónicas, subestimando que éstas se realizan en un entorno mediático estructurado, que pesa sobre la configuración misma de esas prácticas. De la misma manera, las investigaciones que reproducen el sesgo del determinismo tecnológico centradas en las prácticas activistas en línea suelen descuidar la relación que las dinámicas de movilización y protesta mantienen con los sistemas mediáticos dominantes, perdiendo de vista la posibilidad de negociación con éstos en términos estratégicos para los movimientos.

Por una integración dinámica: circulación de la protesta y estructuras de oportunidad de mediación

A partir de este ejercicio crítico sobre las perspectivas que analizan las lógicas de influencia externa y las de apropiación, especialmente desde sus divergencias teóricas, metodológicas y de hincapié en el papel de los medios y la tecnología, se plantea que la propuesta teórica desarrollada por Bart Cammaerts es una clara alternativa que logra integrar ambas lógicas partiendo de un enfoque original basado en la sociología de los movimientos sociales y los estudios culturales.

Los trabajos de Cammaerts (2020, 2019, 2018, 2016, 2015, 2013, 2012)) han abordado tanto los fenómenos de apropiación-automediación, como de influencia en los medios por parte de los movimientos sociales, pero especialmente han desarrollado una integración a partir de dos conceptos centrales: la estructura de oportunidades de mediación y la circulación de la protesta (Cammaerts, 2021, 2018, 2013, 2012). Así, buscan una reconciliación para el entendimiento de ambas lógicas retomando las nociones de mediación, circulación y oportunidad para problematizar los procesos sociales comunicativos que influyen en las dinámicas de los movimientos sociales más allá de las solas tecnologías y en relación con su contexto.

La circulación de la protesta

Uno de los principales aportes de la sociología de la comunicación al campo de las ciencias sociales fue la noción de mediatización de la vida, es decir, el proceso por el cual los medios y las tecnologías de comunicación influyen y determinan, cada vez con mayor peso, la vida social (en el hogar, el trabajo, la escuela, los lugares de ocio, etcétera). Dicho concepto plantea que los medios de comunicación han colonizado todos los ámbitos de la vida de los individuos y la vida colectiva, tanto en sus procesos de socialización y de identificación como en las infraestructuras tecnológicas y materiales que permiten la reproducción social (Couldry y Hepp, 2016; Thompson, 1998; Verón, 2015). Más allá de determinismos tecnológicos lineales, la mediatización de todos los ámbitos de la sociedad influye no sólo en la socialización sino también en las formas de producción y reproducción del poder y, por ende, en los campos de su disputa y contestación.

Una vez reconocida la creciente mediatización, la noción de mediación cobra relevancia para el estudio de los procesos socioculturales desde un enfoque no determinista. Es decir, siguiendo la original propuesta de Jesús Martín-Barbero en su clásico libro De los medios a las mediaciones, es necesario realizar estudios sobre la comunicación descentralizando el análisis de los medios y las tecnologías. De esta manera la mediación “está estrechamente relacionada con los sentidos y los vínculos de interpretación y experiencia no directa de los fenómenos y los procesos, atravesados por las relaciones y estructuras de poder-resistencia en que se inscriben” (Martín-Barbero, 1991: 207). Esta noción, pensada para entender la apropiación popular (no homogénea) de discursos y representaciones que circulaban a través de los diferentes medios de las culturas dominantes, hace referencia a las prácticas en cuanto que pone énfasis a las realidades de la producción, las narrativas y los significados de quienes los producen y quienes los reciben (Couldry, 2008; Livingstone, 2007; Silverstone, 2005).3 Por ello, la mediación se da a través de los medios como objetos materiales (producto de las tecnologías particulares, las formas de producción y propiedad), y en las prácticas de producción y apropiación simbólica y discursiva (relacionado con las representaciones y disputas simbólicas de lo real) (Livingstone, 2007).

Dado que los medios de comunicación son correas transmisoras de los discursos, mensajes, marcos y significaciones que impulsan a los movimientos sociales para tratar de incidir en una sociedad determinada (Mattoni y Treré, 2014), la mediación se relaciona con ellos tanto en el tipo de cubrimiento o enmarcamiento que realizan los medios tradicionales sobre las movilizaciones y protestas (lógicas de influencia externa), como los propios usos, adaptaciones y creaciones que realizan los movimientos de las tecnologías de la comunicación (lógicas de apropiación y creación):

Esta doble articulación de la mediación nos permite considerar los medios y la producción de contenidos en conjunción con la tecnología, así como las estrategias de comunicación y las prácticas mediáticas de los ciudadanos y los activistas. Al hacerlo, los procesos de mediación desafían y complican las distinciones analíticas público/privado y productor/usuario introduciendo procesos de automediación y coproducción (Cammaerts, 2012: 118).

A partir de esta doble dimensión de los procesos de mediación (externa e interna) para los movimientos sociales, Cammaerts retoma la preocupación clásica del campo de los estudios culturales sobre los procesos de recepción como un elemento constitutivo en torno a lo que autores como Stuart Hall denominaron el “circuito de la cultura”. Es decir, cuestionando los modelos lineales de recepción de significados culturales, Hall planteó, al igual que Martín-Barbero, la interacción y el papel activo de los sujetos en la decodificación y apropiación de los significados culturales, destacando que tanto los mensajes son siempre polisémicos, como que las condiciones sociales y contextuales influyen en el proceso de interpretación (Hall, 2014, 1980). Que un discurso tenga un significado determinado dependerá siempre de los contextos, las negociaciones o los rechazos que se generan en la interacción con los receptores.

A partir de esta apropiación conceptual, Cammaerts (2018) propone pensar el circuito de la protesta, menos enfocado en el texto, la industria cultural y las apropiaciones individuales, y más centrado en las apropiaciones colectivas en entornos particulares. La principal virtud de esta propuesta es pensar la relación movimientos sociales-comunicación de una manera relacional y contextual superando el análisis de los medios o las tecnologías y buscando identificar de qué manera se da, precisamente, el proceso de mediación en una sociedad determinada. Para ello identifica cuatro elementos constitutivos del circuito de la protesta: la producción de los actores, la automediación, los discursos establecidos de los medios dominantes y la recepción que pueden tener los discursos de los movimientos.

La producción de los actores

La producción de los actores de los movimientos sociales se refiere a la construcción y codificación de discursos y de significados, es decir, lo que la perspectiva clásica denominó procesos de enmarcamiento. Además de los principios de identidad entre un “nosotros” y un “ellos” que construyen los límites y sentidos de dichos movimientos, la producción de discursos se relaciona con los procesos de definición de problemas y sus soluciones, demarcando el rumbo que la acción colectiva demanda.

Además, se fundamentan en las definiciones de problemas colectivos, diagnósticos y vías de exigencia y solución. Movimientos contemporáneos como el feminista, el de la diversidad sexual, el antirracial o los medioambientales, permiten entender las dinámicas de consolidación de los discursos, ya que generan significados por la igualdad de género, contra la violencia de género, por la libertad sexual, contra la discriminación y el racismo institucionales, por la protección del medio ambiente, códigos que articulan las demandas que unifican sentimientos de injusticia, desigualdad, explotación, entre otros. Este punto es central, como recuerda Bart Cammaerts (2018), la producción de discursos permite que existan significados que puedan ser compartidos y, a partir de ahí, se busquen resonancia y circulación para los fines de los objetivos planteados por los actores colectivos.

La automediación

La automediación se refiere a las estrategias de los actores colectivos y los movimientos para hacer circular y difundir sus demandas y mensajes (lógica de apropiación y creación), que van desde la utilización de formatos textuales, visuales, audios, entre otros, y que pueden ser distribuidos a nivel nacional o transnacional por medio de diferentes tecnologías de comunicación incluyendo la digital y en línea. Como lo muestra claramente Cammaerts (2019), la automediación es un proceso históricamente vinculado con la existencia de los movimientos sociales, pues está relacionado con la dinámica de apropiación y creación de propias formas de comunicarse, que pueden ir desde textos impresos, fotografías y otros formatos más tradicionales (Cammaerts, 2019; Mattoni y Treré, 2014), hasta las nuevas dinámicas con las posibilidades brindadas por las tecnologías digitales (Castells, 2009).

Los movimientos sociales que las han incorporado con mayor intensidad debido a las oportunidades que brindan son los feministas o antirraciales, que apelan al uso de formatos de comunicación cada vez más avanzados, generando estrategias de “resistencia algorítmica” (Rovira, 2019; Treré, 2016), donde hay uso de circulación y viralización de imágenes, hashtags y narrativas, buscando una mayor presencia y visibilidad en el ciberespacio. Un caso paradigmático ha sido el de la denominada tecnopolítica o ciberactivismo feminista (Bárcenas, 2020; Rovira, 2019), en el cual se muestran procesos de viralización de las movilizaciones callejeras que llevan a cabo para denunciar la violencia de género, el acoso, para exigir justicia o la despenalización del aborto, entre otros.

Un punto central desde esta perspectiva es no limitar los análisis a los procesos de automediación o del uso de las tecnologías de autocomunicación (Castells, 2009), por el contrario, Cammaerts (2021) señala que el impacto de las tecnologías digitales de comunicación en las sociedades hipermediatizadas ha generado transformaciones pero no rupturas en las dinámicas de los movimientos sociales, ya que los que surgen o emergen desde la esfera digital suelen presentar procesos de discontinuidad relacionados con posiciones ideológicas no muy homogéneas, identidades colectivas que son muy fluidas, vínculos débiles, énfasis en los repertorios digitales (ciberactivismo) y procesos muy efímeros; sin embargo, en muchos casos estas dinámicas se combinan con continuidades como las demandas y reivindicaciones de clase, la distribución o el reconocimiento, la movilización en las calles (fuera de línea), la consolidación de nuevas identidades políticas y la creciente presencia en ciclos de los movimientos.

Como han demostrado tantos movimientos recientes, incluidos Occupy y el movimiento de los chalecos amarillos, pero también #MeToo y #BLM, no tiene mucho sentido en las sociedades hipermediatizadas de hoy separar los repertorios en línea (online) de los repertorios fuera de línea (offline), siempre coexisten e idealmente se refuerzan mutuamente. Incluso los movimientos que existen predominantemente, o […] exclusivamente, en línea, tienen consecuencias y presencia fuera de línea, aunque sólo sea a través de la amplificación de los medios de comunicación (Cammaerts, 2021: 352).

De la misma manera, dichos procesos siempre incluyen respuestas de control por parte del Estado o de actores poderosos de esas propias tecnologías. En el caso del activismo y la automediación en línea, cada vez son más los estudios sobre las estrategias de control que se generan a través de las plataformas digitales, cibervigilancia y sabotaje (Ricaurte, 2015; Rovira, 2019; Treré, 2016).

La representación en los medios establecidos

Como tercer componente la representación en los medios establecidos hace referencia a la lógica de influencia externa que aún sigue marcando las posibilidades de resonancia de muchos de los discursos de los movimientos sociales. Si bien las dinámicas de apropiación y creación se han visto potenciadas con el Internet y la tecnología digital (automediación), en gran parte del mundo occidental, y especialmente en América Latina, los medios de comunicación tradicionales siguen siendo la fuente fundamental en la circulación de información y de quienes intervienen en la discusión pública y política. Los actores de los movimientos sociales, las acciones que organizan y los diversos discursos y marcos que divulgan, son representados por los principales medios de acuerdo a los intereses editoriales y las prácticas rutinarias de los periodistas situados fuera del movimiento.

La dinámica de amplificación de los medios de comunicación tradicionales sigue siendo central, más aún en una región como Latinoamérica, donde las estadísticas oficiales siguen arrojando datos que muestran que la gran mayoría de la población consume noticias e información a través de la televisión.4 Hay estudios que evidencian el papel que juega la prensa tradicional en la influencia dentro del debate público y hacia las élites políticas. De ahí que para entender la relación entre los movimientos sociales y la comunicación en las sociedades hipermediatizadas siga siendo importante comprender las oportunidades que se presentan en las dinámicas contenciosas para la circulación de los discursos producidos por los actores en los medios tradicionales.

La resonancia en la opinión pública

Finalmente, la cuarta dimensión que compone el circuito de la protesta es la resonancia en la opinión pública y el tipo de recepción que tienen las acciones e ideas de los movimientos por parte de los ciudadanos. Y aunque ha sido poco explorada en los estudios sobre los movimientos sociales (Bennett, Segerberg y Yang, 2018), tiene que ver justamente con la apropiación de los discursos en la sociedad en los que se manifiestan los conflictos, especialmente cuando se reconoce que esta relación se encuentra mediada tanto por las lógicas externas de representación como por las internas de apropiación y creación.

Esta dimensión es muy importante para entender de manera amplia el circuito de la protesta, ya que en el núcleo de la definición de mediación se encuentra la recepción e interpretación que la población realiza de un tema contencioso que se vuelve asunto público. Así, los estudios de opinión, a partir de encuestas que se aplican en las sociedades donde se presenta la movilización, permiten entrever el tipo de recepción que se genera en la sociedad particular, más allá de los datos de circulación de los discursos en las plataformas tecnológicas que pueden llegar a ser muestras muy limitadas de la población en la que se inscribe el conflicto. Otra forma utilizada por autores como Lance Bennett, Alexandra Segerberg y Yunkang Yang (2018) para analizar la recepción de los discursos por parte del público es el impacto que tiene un “tema” impulsado por los movimientos en coyunturas particulares dentro del interés de las personas en las búsquedas por Internet. Estos indicadores ayudan a generar una aproximación al tipo de efecto de recepción que puede tener el discurso de los movimientos.

En este sentido la recepción puede ser positiva o negativa en torno a los marcos o discursos que los movimientos impulsan, convirtiéndose en un punto nodal en la comprensión de los circuitos de la protesta, pues muchos de los discursos de los actores que se impulsan a través de estrategias de automediación en las plataformas digitales, por ejemplo, pueden tener una fuerte réplica e incidencia al interior de la plataforma pero ser mucho menor en el contexto social amplio en el que se inscribe.

Las diferentes formas de circulación de la protesta y las estructuras de oportunidad de mediación

Los elementos constitutivos del circuito de la protesta integran las dos lógicas predominantes en el análisis de la relación movimientos-comunicación: las de influencia externa se ven reflejadas en el análisis de la representación que los medios establecidos hacen de la movilización y en la resonancia en la opinión pública; mientras que las de apropiación y creación lo hacen en la producción de los actores y la automediación. La concepción del circuito busca superar el determinismo tecnológico, ya que no se concentra en la relación del movimiento con los medios o las tecnologías, sino que las entiende como parte de un contexto amplio, político y cultural, que puede tomar diferentes combinaciones y dinámicas.

Si bien la idea del circuito de la protesta es pertinente para integrar las dimensiones de la relación entre movimientos sociales y comunicación, presenta grandes retos metodológicos para su desarrollo en la investigación. Justamente la propuesta del estudio de las condiciones que potencian o limitan esta circulación bajo lo que se denomina estructuras de oportunidad de mediación, hacen no sólo operacionalizable dicho concepto, sino que resulta de mucha utilidad para el análisis comparado de los procesos de movilización.

La estructura de oportunidad de mediación ha variado a lo largo de la obra de Cammaerts, pasando de estar más enfocada en su relación con los repertorios de los activistas y los movimientos (2012) a estar estrechamente vinculada con la idea amplia del circuito de la protesta (2018), mantiene desde el principio el énfasis en la dimensión de poder a nivel de la producción, circulación y recepción de significado. En otras palabras, tanto en las restricciones como en las oportunidades que se presentan entre las estrategias de acción y agencia colectiva y las limitaciones generadoras de las lógicas de poder dentro de los circuitos de comunicación.

Por otra parte, también es una adaptación del clásico concepto de estructura de oportunidad política planteado por la tradición de los procesos políticos en el estudio de los movimientos sociales y la acción colectiva. En la definición clásica, Sidney Tarrow (2004) planteó que las oportunidades políticas son las relaciones que generan mayores incentivos y posibilidades de éxito para la movilización social.5 En tal sentido no sólo son condiciones determinadas por el entorno, es decir, externas a los movimientos, sino que son percibidas por éstos para impulsar sus estrategias de acción, y se encuentran igualmente vinculadas con las lecturas estratégicas de los actores colectivos.

Extendido del concepto de estructura de oportunidad política, el de estructura de oportunidades de mediación permite un acercamiento analítico a las restricciones y posibilidades para la circulación en los entornos mediáticos de los discursos y marcos de demanda por parte de los movimientos sociales, buscando “captar articulaciones divergentes entre los medios, la comunicación, la protesta y el activismo” (Cammaerts, 2012: 118). Y aunque parte de la creación de discursos de los actores, se articula con el circuito que incluye la recepción y apropiación de los discursos en el entorno en el que son movilizados, es decir, la mediación entre las protestas y las prácticas mediáticas y de comunicación. Esta idea del circuito de la protesta y la configuración de diferentes lógicas de oportunidad de mediación se ven reflejadas cuando Cammaerts plantea que:

se ha desarrollado un repertorio de acción contenciosa en línea que desempeña un papel cada vez más importante, pero lo más importante es que este repertorio en línea tiende a operar en estrecha interacción con un repertorio fuera de línea, especialmente cuando se trata de la organización, movilización y automediación de espectáculos de protesta y eventos de disidencia (disruptiva). Esta oscilación entre la acción conectiva y la acción colectiva hace que las denominadas manifestaciones de valor, unidad, compromiso sean menos cruciales, ya que el contexto en línea ofrece ingeniosas soluciones y permite a los movimientos dar un golpe por encima de su peso (Cammaerts, 2021: 354).

Así, las oportunidades de mediación se refieren a las posibilidades de circulación y difusión de los mensajes y los discursos de las demandas de los movimientos sociales. Su potencial metodológico se encuentra en vincular las lógicas externas de influencia en los medios y las internas de apropiación y creación de los mismos, con procesos sociopolíticos y culturales que van más allá de los propios medios. Es decir, que al enfatizar en las oportunidades se entiende que las combinaciones que toman estas dinámicas no dependen exclusivamente de las prácticas o de los usos mediáticos que puedan hacer los movimientos sociales, sino que están vinculadas a relaciones e interacciones sociales donde puede haber mayor o menor posibilidad para la circulación de los discursos, los marcos y las demandas. Estas posibilidades o restricciones siempre son combinaciones de las lógicas de poder en los entornos en los que se desenvuelven los actores colectivos.

En el Cuadro 2 se presenta un ejercicio de síntesis para operacionalizar las dimensiones que componen las estructuras de oportunidad de mediación. En contextos marcados por un fuerte alineamiento de los medios tradicionales de comunicación con los intereses políticos establecidos, donde la discusión pública sobre los movimientos tiende a orientarse a la construcción de narrativas que suelen centrarse en hechos violentos o disruptivos, las posibilidades de automediación son muy importantes para confrontar los circuitos de circulación de la información. Sin embargo, en un proceso de contienda y movilización la mediación no se limita a la automediación, ya que pueden existir condiciones donde los discursos generados por los actores pueden tener poca recepción en la sociedad en la que se inscriben, o la capacidad de los actores confrontados para consolidar narrativas generalizadas puede ser mayor que la dinámica de automediación que logren establecer los movimientos. Igualmente, esta interacción depende mucho de las estrategias de movilización que llevan a cabo los actores colectivos para confrontar eficazmente el tipo de información y noticias que circulan en las dinámicas de la contienda.

Cuadro 2 Componentes del circuito de la protesta que configuran las oportunidades de mediación 

Dimensión Características Forma de oportunidad
Lógicas de apropiación y creación por parte de los movimientos La producción de los actores Los discursos, la información y los marcos que generan los actores colectivos en su esfuerzo por generar límites de identificación y movilización. Mayor o menor posibilidad de que los discursos se consoliden y circulen en la esfera pública.
La automediación Procesos de comunicación, circulación de información, difusión y conexión impulsados por los movimientos utilizando diferentes tecnologías de comunicación. Mayor o menor posibilidad para los movimientos de apelar a estrategias propias de comunicación y difusión de información, discursos e iniciativas.
Lógicas de influencia externa a los movimientos La representación en los medios establecidos Forma en la que son retomados sus argumentos en los medios tradicionales y los discursos públicos. El tipo de cobertura por parte de los medios tradicionales de las demandas de los movimientos que genera pautas positivas o negativas en torno a su representación.
La resonancia en la opinión pública Tipo de recepción por parte de la población de los discursos producidos por los actores en movimiento. El tipo de opinión y percepción que se genera la población sobre los movimientos sociales y sus demandas.

Fuente: Elaboración propia.

Esta combinación resalta que más allá del funcionalismo de algunas perspectivas clásicas de los medios, los significados siempre son disputados y negociados, tanto en la recepción individual como en la colectiva, de ahí que no necesariamente la predominancia de un discurso en los medios establecidos será reflejo de la efectividad o fuerza que puedan tener los movimientos sociales para difundir sus marcos discursivos frente a la población general. La combinación de las lógicas de producción de los actores, la automediación, la representación en los medios y la resonancia en la opinión pública, marcan el tipo de oportunidad de mediación en la que se inscriben dichos movimientos, en otras palabras, la descomposición de los circuitos de la protesta permite entender las posibilidades y constreñimientos en la dinámica de la relación de los movimientos sociales y la comunicación en contextos particulares.

Aportes y limitaciones de la integración analítica

Las agendas de investigación de la relación movimientos sociales-comunicación se han centrado en las lógicas de influencia externa y en las lógicas de apropiación y creación, mismas que se vieron dinamizadas con la consolidación del Internet y la emergencia de movilizaciones con un fuerte componente digital, que se han catalogado como ciberactivismo, tecnopolítica, movilización digital, entre otras. Retomando la pertinente crítica que se realiza al tecnodeterminismo con el que se suele abordar la relación movimientos sociales-comunicación en el marco de la movilización digital, la propuesta elaborada por Bart Cammaerts en torno a las ideas del circuito de la protesta y las oportunidades de mediación tiene tres virtudes.

Por una parte, retoma la preocupación sociológica por comprender los fenómenos de la movilización social y la acción colectiva entendiendo y definiendo los contextos de su desarrollo. Este elemento contextual implica analizar la interacción que existe entre los movimientos, los procesos de comunicación, las estructuras de los medios de comunicación del entorno en el que se inscriben y la posible respuesta del público ante las manifestaciones. Al respecto la propuesta busca un acercamiento sociológico que permita analizar la interacción entre movimientos sociales y comunicación en un sentido más amplio, desde las particularidades y transformaciones que han brindado las tecnologías de comunicación digitales para la automediación, pero sin perder de vista las continuidades en las dinámicas de movilización donde interaccionan activamente lo digital y lo presencial, la autocomunicación y la comunicación tradicional.

Justamente estudios recientes sobre los movimientos sociales durante las etapas más duras del confinamiento que se extendió en todo el mundo debido a la pandemia por Covid-19, muestran que aun en dichos escenarios de alto riesgo y amenaza la movilización en línea siempre interactúa con la callejera (Bringel y Pleyers, 2020; Kowalewski, 2021), transformando y adecuando los repertorios, pero persistiendo en la combinación de lo que Cammaerts (2021) llama la discontinuidad y la continuidad de las movilizaciones sociales.

Por otro lado, la idea de mediación permite entender que más allá del uso de las tecnologías por parte de los nuevos movimientos sociales que innovan y dinamizan la esfera pública, la relación de los procesos contenciosos con los medios y formas tradicionales de comunicación continúa siendo importante, al punto que en esta intersección muchas veces problemática y conflictiva es donde se pueden realmente advertir las posibilidades de que la movilización trascienda los circuitos de comunicación internos y tenga efectos en la esfera pública. No en vano los ciclos de la movilización digital suelen ser cortos (vinculados muchas veces a la capacidad de “sostener” tendencias en la conversación digital), mientras que los medios tradicionales de comunicación mantienen una constante reproducción rutinaria.

Finalmente, la idea de los circuitos de la protesta y las oportunidades de mediación tiene la virtud de, como recuerda Emiliano Treré (2020), ir más allá del encantamiento con las técnicas de investigación sobre grandes datos o en deslumbramiento con las innovaciones tecnológicas utilizadas por los movimientos. Sin descuidar la dimensión tecnológica de la comunicación, el análisis relacional y estructural busca iluminar los factores que ayuden a entender las combinaciones necesarias y pertinentes para un exitoso proceso de comunicación de los movimientos sociales.

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1 Son amplias las reconstrucciones analíticas en torno a las diferentes escuelas de estudio de los movimientos sociales, donde resaltan las teorías de la movilización de recursos, las oportunidades políticas y los nuevos movimientos sociales. Véanse Jaspers, 2012 y Retamozo, 2010.

2Sobre la concentración del sistema de propiedad mediática en América Latina, véase Becerra y Mastrini (2017).

3Autores como Scolari, siguiendo a Martín-Barbero, hablan de hipermediaciones haciendo referencia a la comunicación digital interactiva o posmasiva, “procesos de intercambio, producción y consumo simbólico que se desarrollan en un entorno caracterizado por una gran cantidad de sujetos, medios y lenguajes interconectados tecnológicamente de manera reticular entre sí” (Scolari, 2008: 113-114). De ahí que más que hablar de “nuevos medios”, propone pensar las hipermediaciones, donde el receptor es un sujeto activo permanente en el mismo proceso de producción.

4Sólo para el caso de México, según los datos de la Encuesta Nacional de Consumo de Contenidos Audiovisuales del 2018, realizada por el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), el 85 por ciento de las personas entrevistadas dicen seguir noticias regularmente, de las cuales el 42 por ciento lo hace a través de la televisión abierta y el 22 por ciento mediante las redes sociales (IFT, 2019).

5Las estructuras de oportunidad política son definidas como las “dimensiones consecuentes -aunque no necesariamente formales o permanentes- del entorno político que ofrecen incentivos para que la gente participe en acciones colectivas al afectar sus expectativas de éxito o de fracaso […] [más vinculada] con la movilización de recursos externos al grupo” (Tarrow, 2004: 116).

Recibido: 29 de Noviembre de 2021; Aprobado: 16 de Mayo de 2022

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