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Desacatos

On-line version ISSN 2448-5144Print version ISSN 1607-050X

Desacatos  n.43 Ciudad de México Sep./Dec. 2013

 

Esquinas

 

Abrir nuevos senderos para el tránsito de la historia económica contemporánea en el encuentro con las fuentes orales*

 

To Open New Footpaths for the Transit of Contemporary Economic History in the Encounter with Oral Sources

 

Esther Iglesias Lesaga

 

Instituto de Investigaciones Económicas, Universidad Nacional Autónoma de México, Distrito Federal, México estherb@unam.mx.

 

Recepción: 19 de agosto de 2011
Aceptación: 29 de enero de 2013

 

Resumen

En este artículo se señalan los momentos de quiebre en la conformación del constructo epistemológico a partir de los cuales la historia, la historia económica y las fuentes orales comienzan a deslindar fronteras. Se analizan algunos aspectos metodológicos de la historia oral para dejar de lado la validación del testimonio oral como tal y jerarquizar su utilización para diferentes espacios y tiempos que hacen al quehacer histórico. Después se despliegan los temas que conforman el sustrato entre memoria, relato oral e historia económica, al estudiar por un lado las relaciones entre historia económica e investigación histórica y por el otro la historia económica y la fuente oral dentro del contexto de la memoria. En amplios considerandos se da lugar a un importante número de reflexiones que cierran etapas y plantean nuevos escenarios y ropajes en y con los cuales debiera transitar la historia económica.

Palabras clave: historia económica, fuente oral, relato oral, microhistoria, quehacer histórico, interdisciplinas, fronteras.

 

Abstract

In this article we indicate the breaking moments in the conformation of epistemological construct from which history, economic history and the oral sources begin to define borders. Some methodological aspects of oral history are analyzed to put aside the validation of the oral testimony like so, and to set up a hierarchy in their use in different spaces and times which conforms the historical task. Then, the topics which integrate the underlying thing between memory, oral story and economic history are unfolded, on the one hand, the relations between economic history and historical investigation, and on the other, economic history and the oral source within the context of memory. In huge suppositions an important number of reflections take place to close stages and raise new scenes and clothes in and with which economic history has to move.

Keywords: economic history, oral source, oral story, microhistory, historical task, interdisciplines, borders.

 

En este ensayo se pretende abrir caminos alternos —en tanto que tema de frontera—para el análisis de un nuevo constructo epistemológico de la historia económica contemporánea. A manera de introducción, en la primera parte se pasa revista a ciertos momentos de quiebre en el quehacer histórico como tal, hecho que nos permitirá introducir el relato oral como un nuevo hilo conductor para desarrollar una mirada diferente, dentro del espacio social, en la construcción de la historia económica. La segunda parte de este trabajo se detiene precisamente en el análisis de las nuevas metodologías que les son inherentes a los nuevos testimonios provenientes de las fuentes orales. La tercera parte se dedica a plantear los diferentes intersticios de la historia económica en los que penetraría la historia oral. En la cuarta parte nuestro análisis indaga lo subyacente entre memoria, relato oral e historia económica. Lo que aquí hemos denominado "reflexiones finales" no es más que una larga propuesta teórico-metodológica en la que se dibujan los senderos para el tránsito de la historia económica contemporánea con el nuevo bagaje que aquí hemos descrito, calificado y evaluado.

 

LA HISTORÍA Y LA HISTORIA ECONÓMICA DESDE EL OTRO LADO DE LA FRONTERA

Algunas transformaciones ocurridas entre pensadores del grupo de Les Annales y otros intelectuales italianos que se adelantarían en la construcción de nuevos espacios y sujetos producen un parteaguas que marca rupturas en el quehacer histórico. Hubo un quiebre en la propia generación que venía de repensar la historia a partir de lo económico, luego con base en lo social y por último desde lo cultural. No fue un golpe brusco, se fueron abriendo grietas y huellas en diversas investigaciones que paulatinamente han ido marcando nuevos sujetos de estudio y diferentes ángulos de visualización.

Resquebrajamientos y quiebres en el quehacer histórico

El nuevo planteamiento epistemológico en todo aquello que concierne al cambio de enfoque en la historia, concretamente en oposición al rankeano, ya se había abierto paso en la escuela de los Annales —en particular con Marc Bloch y Lucien Febvre— cuando se enfatizó la acción del historiador en la construcción del hecho histórico (Iggers, 1998: 51).1 El historiador se aleja de la vieja forma de hacer historia, es decir, la necesidad de establecer primero los hechos y luego interpretarlos para dar paso, ahora sí, a un planteamiento previo de hipótesis y problemas. El hecho histórico como algo dado previamente no existe. Al mismo tiempo ambos habían apuntalado el ensanchamiento del objeto de estudio histórico, que fuera más allá de lo político, en su integración con otras ciencias sociales: buscaban l'histoire totale. La geografía se incorporaba como otra de las disciplinas nodales. Por otra parte, la ampliación del objeto llevó a añadir la dimensión económica a otros aportes —como los de Duby ( 1969)—2 para el estudio de las mentalidades (Iggers, 1998: 56).3 A su vez, la ampliación del objeto de estudio vino acompañada a la del ensanchamiento de las fuentes. Posteriormente, los enfoques de corte primero marxista y luego de tipo estructuralista —en muchos casos no alejados por completo del marxismo— se sumaron a las contribuciones de esta historiografía en lo que se ha dado en llamar su segunda generación. En todo ello no había estado ausente la geografía que, sobre todo con los análisis braudelianos, se incorporaba como otra de las disciplinas medulares: no olvidemos que la geografía es una estructura que permitía rebasar el tiempo de la coyuntura, el tiempo efímero.

A finales de los setenta del siglo pasado los análisis de historia económica en los Annales competían ya con los de historia cultural: es el momento de los pensadores de la llamada tercera generación. Es un momento bisagra en el que está despuntando también una nueva historiografía de corte etnográfico. Una década posterior se produce un punto de quiebre en esta tercera generación de los Annales y con ello también parecía cerrarse uno de los capítulos más pródigos, influyentes e importantes en el quehacer histórico. En el artículo de Lawrence Stone que Past and Present publica en 1979 se expresaba ya la necesidad de incorporar aspectos subjetivos de otros individuos que los poderosos en la nueva narrativa histórica, como indicador adicional para el conocimiento y explicación de la historia: el centro de gravedad se desplazaba de las estructuras hacia las culturas y sus modos de vida.

En el ínterin, en Alemania, Norbert Elias publica La sociedad cortesana ([1939] 2012) —de acuerdo con el pensamiento weberiano—, obra que no es conocida hasta su reedición de 1969. También en este país a principios de los setenta del siglo pasado se da énfasis a los estudios que pretenden hacer de la historia una ciencia social interdisciplinaria y que priorizan la sociología.4 Desde principios de los ochenta del siglo XX el marxismo y/o sus diferentes corrientes han incorporado paulatinamente una historia más cercana a lo individual, más que en la corriente estructuralista, en la culturalista propiamente dicha. Entre estos últimos destacamos a Eric Hobsbawm y a Edward Thompson.5 La obra de Thompson tiende un puente hacia una nueva aproximación hermenéutica de la historia.

El relato oral como hilo conductor: del espacio social hacia la historia económica

Partir de la historia económica como disciplina que debe integrar a su análisis a otras ciencias sociales es un tema que ya ha sido tratado reiteradamente en los últimos años. Acercar a ésta documentos no seriados, como en el caso de las fuentes orales, ha sido también propuesta y quehacer de ciertos investigadores que hace varias décadas comenzaron a utilizar la historia oral como testimonio y a estudiarla desde la interdisciplinariedad. Hay autores que retomaron las consideraciones de Pierre Vilar (1980) y afirman que "los economistas buscan leyes generales, posibilidades de intervención y verificación estadística", mientras que por su lado los historiadores:

buscan un principio de clasificación de los datos documentales, un principio de análisis para el estudio económico de los grupos, un lenguaje preciso cuyo uso, por otro lado, tiene que estar cuestionado siempre... [y por ello fue preciso] abordar áreas de investigación vírgenes e inéditas para el estudio del desarrollo económico (Suárez, 1998: 166).

Los trabajos de ese entonces muy cercano, aunque no todos, su gran mayoría, abogaban por una confluencia pluridisciplinar —antropología, sociología, psicología, psicoanálisis— para solidificar el uso de los testimonios del relato oral. Eran algo así como fronteras controladas y consensuadas. Hasta aquí podemos afirmar que lo que se buscaba era medir la geografía de la historia económica, delimitar extensiones y territorios en los que la historia oral —utilizada únicamente como una herramienta más— encontraba validez de uso para historiadores, economistas, sociólogos, psicólogos y otros científicos sociales. No obstante, no debiera ser éste el punto de quiebre. Por el contrario, es importante desarmar el nodo de la historia como ciencia unívoca en algunas de las falacias en las que se enraizaron pensamientos que asientan el conocimiento entre la dicotomía de lo verdadero y lo falso, lo que se hace extensivo para el uso de sus testimonios, en este caso preciso los de las fuentes orales:

El principal parteaguas en el quehacer histórico lo podemos medir a partir de las transformaciones ocurridas en algunos pensadores del grupo de Les Annales y de otros pensadores italianos en la construcción de observables en relación directa y estrecha con su espacio-tiempo, es decir, se produjo una resignificación de criterios metodológicos que permitieron un acercamiento directo a realidades muy concretas, evitando las riesgosas generalizaciones derivadas de las prácticas del empirismo (Iglesias, 2011: 291).

Es en este contexto que el pensamiento de Lucien Febvre se manifiesta con un mayor acercamiento subjetivista a lo social. Para este historiador era primordial la interrelación circular entre el tiempo del individuo y su tiempo histórico. Hoy decimos que la 150 3 historia oral actúa como hilo conductor y no sólo como herramienta para enlazarnos al espacio social dentro de los problemas atingentes a la historia económica. He aquí este puente que no parecía percibirse bajo otras ópticas. Es lo que hemos acotado como el momento de la aparición de los nuevos actores de la historia. se hace visible con la microhistoria y en otras ocasiones empalidece cuando no se resignifica el relato como tal:

La historia de la vida cotidiana y la microhistoria se han distanciado de las categorías macrohistóricas mercado y Estado, las cuales eran de importancia decisiva para el marxismo y para las diversas formas de la ciencia social histórica, pero han adoptado la idea de que el poder y la desigualdad social constituyen factores básicos de la historia. En la concepción de historia de la mayor parte de los historiadores de la vida cotidiana y de los microhistoriadores, la desigualdad y las relaciones de dominación asociadas con ella incluso asumen un papel aún más relevante que el marxismo. sólo que ahora la atención no se centra ya en los macroagregados mercado y Estado sino en las experiencias cotidianas de las personas [...]

Lo que para el marxismo es la lucha de clases, para muchos historiadores de la vida cotidiana y microhistoriadores es la resistencia. Ésta no se manifiesta tanto en disturbios espectaculares, sino más bien en formas sutiles del comportamiento cotidiano (Iggers, 1998: 91).

Un acercamiento micro a realidades humanas y procesos sociales específicos se refleja en ciertos estudios de Carlo Ginzburg (2001). De acuerdo con este autor, desde el siglo XVII empezaron las recopilaciones de los llamados aforismos políticos. Con base en síntomas, indicios, huellas, se manifestaban ya las crisis de una sociedad:

¿Puede ser riguroso un paradigma indicial? La orientación cuantitativa y antropocéntrica de las ciencias de la naturaleza, desde Galileo en adelante, ha llevado a las ciencias humanas ante un desagradable dilema: o asumen un estatus científico débil, para llegar a resultados relevantes, o asumen un estatus científico fuerte, para llegar a resultados de escasa relevancia (Ginzburg, 2008: 220).

Los llamados a incorporar el espacio histórico en el tiempo en que se sucedieron los acontecimientos han sido múltiples en estos últimos decenios. Señalemos lo que nos recuerda Daunton cuando opina:

La historia económica es todavía demasiado dependiente de una base teórica que hace suposiciones sobre el comportamiento en el pasado que no eran necesariamente presentes en el momento. La preocupación dominante es la asignación de recursos escasos de tierra, trabajo y capital (Daunton, citado en Adelman, 1985: 38).6

A ello también se suman otras voces que claman, entre otras cosas, por considerar una necesidad imperiosa: integrar la demografía a la historia económica. Por otra parte:

la génesis y el logro del cambio tecnológico sigue siendo uno de los mayores enigmas de la economía y la historia económica. [...] La historia económica es, pues, inevitablemente una ciencia social, la aplicación de los métodos de la economía, la estadística, la sociología y la demografía para el estudio del pasado también es un componente esencial del estudio de la sociedad contemporánea, un puente en ambas direcciones entre el presente y el pasado (Floud, citado en Adelman, 1985: 39).

En todo caso y volviendo a nuestra reflexión anterior, lo que debemos cambiar no es sólo una extensión de la territorialidad en la historia económica, sino incorporar otras lentes, como la disciplina filosófica, pero sin olvidar que ciertos campos históricos, como los de la vida cotidiana y la microhistoria, utilizan nuevas herramientas, como las que posee ya la historia oral que se inserta con su propio constructo epistemológico para desarrollar su objeto de estudio. Es evidente el papel central que asume la metodología en nuestras ciencias sociales. Actualmente hemos sido sacudidos por cambios sociales muy profundos y es necesario rearticular maneras, modos, miradas para hacer la ciencia social, y en este caso concreto la historia oral como una parte de la historia económica. Nos encontramos ya en una frontera en la producción de conocimientos donde no es sólo necesario "medirlos", sino también "mirarlos" e "interpretarlos", "representarlos", es decir, también "construirlos" para alcanzar a contextualizarlos.

Respecto de esta última línea de reflexión conviene recordar al historiador francés Roger Chartier, que —a pesar de sus críticas a la llamada cliometría o al mero cuantitativismo de la historia económica y quien desde hace más de dos décadas viene repensando el quehacer histórico desde nuevas teorizaciones— ha encendido una alerta sobre cómo hacer historia al retomar los desafíos que se le presentan hoy en día al historiador. Aunque hay quienes aún piensan el saber histórico desde el orden de lo verdadero y dentro de las categorías del "paradigma galileano", matemático y deductivo, el camino es pues forzosamente estrecho y difícil para quien quiere rechazar la reducción del trabajo en historia a una actividad literaria de simple curiosidad, libre y aleatoria, y oponerse al mismo tiempo a la definición de su cientificidad a partir de un modelo de conocimiento que corresponde al mundo físico. Dice Chartier:

En un texto al cual siempre es necesario regresar,7 Michel de Certeau había formulado esta tensión fundamental de la disciplina. La historia es una práctica "científica", productora de conocimientos, pero es también una práctica cuyas modalidades dependen de las variaciones de sus procedimientos técnicos, de normas y presiones que le son impuestas por su lugar social y por la institución del saber en donde se ejerce, y también por reglas que organizan su escritura. Todo lo cual puede enunciarse de manera inversa: la historia es un discurso que pone en acción construcciones, composiciones, figuras que son las mismas de toda escritura narrativa y también de la fábula. Pero es también una práctica que al mismo tiempo produce un cuerpo de enunciados "científicos", si uno entiende por ello "la posibilidad de establecer un conjunto de reglas que permite 'controlar' operaciones proporcionadas a la producción de objetos determinados" (Chartier, 2001: 206).

 

LAS FUENTES ORALES: NUEVAS METODOLOGÍAS PARA NUEVOS TESTIMONIOS

No existe realmente una diferenciación entre fuente escrita y fuente oral. De esta manera la crítica de las fuentes tal como la emplea el historiador debe ser aplicada a todos sus tipos. Construimos el pasado con base en las fuentes. Según esta misma reflexión, cabría añadir que la propia historia oral obliga al historiador a ser todavía más exigente con las fuentes, a ser más crítico y por tanto capaz de aplicar con mayor precisión las exigencias técnicas y también guardar más celosamente los aspectos metodológicos. Y es justo en este límite donde Michael Pollak considera que la historia comienza a perder su posibilidad de ser ciencia de síntesis de todas las otras ciencias humanas y sociales. En la medida en que extiende su territorialidad, su diversificación en cuanto al objeto de estudio, su multiplicación de ángulos de análisis —y esto es precisamente lo que ha traído la historia oral—, se vuelve más particularizada, más parcializada. Lo significativo del comentario de Pollak es que llega a realizar un parangón entre la historia social cuantificada y la propia historia oral y cree encontrar esta continuidad entre ambas debido a la inagotabilidad de control de todas las fuentes, pues cualquier investigador se vería desbordado en su capacidad de trabajo para controlar con otras fuentes de época cada uno de los aspectos individuales de un relato de vida (Pollak, 2006: 44-45).

Sin embargo, si bien es cierto que controlar cada uno de los más minuciosos datos, fechas exactas en día y hora, es una tarea titánica para un investigador o para un equipo de investigadores, creo que jerarquizar los problemas sin quitarle subjetividad y ritmo al propio relato individual es algo que no demerita su autenticidad de fuente y que, al contrario, acrecienta el valor intrínseco que hace a la riqueza de la fuente oral como tal. En otro aspecto colateral del problema, tal vez el mismo autor nos da una respuesta a sus dudas cuando anota: "En una historia de vida muy larga hay ciertas cosas que están solidificadas [...] Paradójicamente, son al mismo tiempo indicadoras de 'verdad' y de 'falsedad" —en el sentido positivista del término— (Pollak, 2006: 44). En realidad quiere hablar de las partes del relato más o menos solidificadas o "aclaradas" al decir que ambas partes son igualmente importantes y que posiblemente son las que nos lleven a otra cadena de relatos en los que en alguno de ellos encontremos la "clarificación" o "solidificación" que no aparecía en el primero. Me parece que seguimos hablando de lo mismo: la crítica de las fuentes y la ampliación y constatación de hechos, sin importar si el testimonio es escrito u oral.

En todo caso, lo que sí es interesante es lo que la propia historia devela cuando se puede investigar una documentación oral más profusa y atingente a un periodo y a un tema preciso: la memoria histórica del o de los informantes es capaz de registrar cronologías diferentes o alternas a las instituidas como cronologías o efemérides oficiales y esto se debe al momento vivencial del informante. Evocar tiene una relación con el contexto en el que se encuentra el informante y también con los grupos con los que se haya relacionado. La parcialidad de las historias que se multiplican, sobre todo, con el uso del testimonio oral ha dado lugar a pensar que este tipo de metodología no es la correcta. No obstante, es imprescindible admitir la pluralidad en la historia. La historia cuantitativa, y en mayor medida la cliometría, agotó en muchos casos la posibilidad de la explicación a partir únicamente de las series largas. Era difícil encontrar los puntos de quiebre en esa homogeneidad y hubo necesidad de incorporar nuevos aportes, como los que proporcionaba la demografía y otros derivados del estudio del cambio social, que finalmente llevaron a movilizar los testimonios de historias de vida que nos permiten modular, explicar rupturas y quiebres en los momentos de transformación de la sociedad.

Por otra parte, hay que subrayar que las limitaciones del testimonio o fuente oral son muchas: a) es básicamente una historia del tiempo presente y como tal difícilmente puede equipararse con otras fuentes escritas, pues los archivos todavía no han sido abiertos; b) aún existe una corriente positivista entre los historiadores que cree en lo que está escrito y en las firmas que constan en el documento de archivo, pero estos investigadores no necesariamente se tomarían el trabajo de constatar lo que opinaría en una entrevista ese mismo autor que firma, de modo que es aquí donde podría dudarse de la propia fuente escrita, y c) en el testimonio oral, al igual que en el documento escrito, es ineludible tener en cuenta el estilo en el relato, que es muy disímbolo según el origen y posición de poder que ocupe el informante en el momento en que se realiza la entrevista y/o el momento histórico que evoque. Esto nos lleva a destacar que la entrevista en sí misma es un momento de testimonio tanto como el autobiográfico: en ambos casos una investigación de historia oral no necesariamente permite darle la palabra al silencio o al olvido voluntario e involuntario. En la construcción de la historia cultural, con énfasis analítico en la historia de las mentalidades, en trabajos recientes sobre el periodo colonial en Hispanoamérica se ha detectado que en los textos producidos entonces la mayor parte de la información proviene de fuentes orales y de esa manera "las relaciones oralidad/escritura e historiador/testimonio se combinan para ofrecer una versión del pasado más completa y verosímil" (Poderti, 2007: 20).

 

INTERSTICIOS DE LA HISTORIA ECONÓMICA EN LOS QUE PENETRARÍA LA HISTORIA ORAL

Territorios y permeabilidades de los ejes temáticos de la historia económica

Llama la atención que en algunas publicaciones colectivas —no tan recientes, por cierto—, cuando se analizan las corrientes historiográficas actuales (Crespo et al., 1992), tanto los académicos que estudian los temas de la historia económica en las últimas décadas del siglo pasado como aquellos que se ocupan de la historia de las mentalidades sólo hacen referencia en estas subdisciplinas de la historia a nuevas fuentes, en su mayoría de carácter serial, e insisten en tratar aspectos cuantitativos como pasos indispensables antes del análisis cualitativo.

Se afirma que la historia de las mentalidades enriquece el conocimiento histórico al incorporar nuevos elementos explicativos para explorar el pasado histórico.8 La cotidianidad cobra una importancia hasta entonces poco tenida en cuenta,9 si bien esta subdisciplina apela a la larga duración para evaluar los cambios, por ejemplo, que durante un siglo desarrollan la ética de la mentalidad protestante en relación con el espíritu del capitalismo: los análisis de discursos y conductas sólo sirven en tanto pueden medir las frecuencias seriales de estos indicadores. Algunas extrapolaciones de estos mismos temas que se hacen para un tiempo mediano y un lugar preciso, caso de la microhistoria de Ginzburg, son igualmente representativas y arquetípicas en los estudios de las mentalidades. Por esta razón también creemos que el relato oral —aplicado a un informante o a muchos de una comunidad— puede llegar a ser una herramienta muy útil y hasta ahora poco aprovechada para el estudio de la historia de las mentalidades.

Los diferentes temas incluyentes dentro de la historia económica despliegan un abanico que abarca desde el espacio monetario y fiscal hasta la historia de los ciclos productivos y de la tecnología en sus diversos campos. En estos territorios la frontera entre la historia económica y la historia oral no permeabiliza encuentros entre ambas subdisciplinas. No obstante, la historia económica mantiene intercambios continuos con la historia social. En el espacio rural los productores de la tierra, llámense arrendatarios, luneros, propietarios o mayordomos, durante la segunda mitad del siglo XX evocaron como testigos directos los avatares de sus quehaceres y cotidianidades que hoy proporcionan a los historiadores de la oralidad riquísimos documentos de época.

Bairoch advierte: "En la historia económica contemporánea las discontinuidades son más evidentes que las continuidades" (Bairoch, 1995: 41). A partir de esta afirmación, el autor pone en duda la ausencia de leyes económicas válidas y asevera que el homo economicus nunca ha existido y espera que tampoco exista. Todo esto remite a algo que tiene que ver con la existencia de un comportamiento humano que nunca es estable y en el que la historia apoya a la economía para que a través de la historia económica puedan explicarse las modificaciones que ocurren dentro de las estructuras económicas y sociales, las cuales podrían influenciar sus estructuras. Un caso concreto, dice Bairoch, es la actitud respecto del trabajo y las modificaciones que puede acarrear a las tasas de desocupación y los niveles de prestaciones sociales, a su vez susceptibles de alterar los comportamientos individuales y también las políticas de Estado. Han pasado casi dos décadas de esta afirmación y hoy es cada vez más urgente atender no sólo los reclamos de la sociedad civil sino las repercusiones que éstos han ejercido sobre las instituciones. Douglas North serviría para responder a una parte de la pregunta y la historia económica permeada por las contribuciones del relato oral, y las nuevas fuentes son llamadas con urgencia para recrear nuevos temas y nuevos aportes que permitan estudiar las transformaciones de estas actitudes y comportamientos humanos en las modificaciones a la estructura económica.

La historia económica que estudia las políticas económicas y sociales o aquella que se detiene en trabajar los archivos de la administración pública es de naturaleza porosa y por ende permite recibir algunos aportes de documentación de la historia oral. Asimismo, la historia de la tecnología y la historia de los modelos energéticos son dos campos en los que el relato oral debe ser aprovechado para beneficio de la historia económica. Los testimonios orales necesitan ser parte obligada en la historia económica de las desigualdades y la pobreza, campo de estudio que nos entregó maravillosos trabajos en la segunda parte del siglo XX. Algo semejante podría decirse de la historia de las empresas y los empresarios, de la que la historiografía mexicana más reciente cuenta con una pluralidad de investigaciones.10 No olvidemos que en la economía coexisten varios agentes económicos, siendo los principales las empresas, el sector público y las economías domésticas. Otros trabajos de corte más social que económico y dedicados a estudiar al empresariado toman como eje transversal de su análisis la célula familiar para recrearla durante más de 150 años dentro de la historia de México.11 En la actualidad, la economía informal es un tema explorado desde diversos ángulos de análisis social. se trata de un yacimiento aún poco explotado y para el que la historia oral dispone de las herramientas adecuadas. La multiplicidad de temas propios de las políticas públicas en su gran mayoría podrían ser objeto de la historia oral y generar documentos de esta naturaleza a partir de las entrevistas con los responsables de planearlas y gestionarlas o con quienes recibieron y vivieron estos cambios.

Los salarios, los precios en las exportaciones, las transacciones monetarias

Estudiar los efectos de la Revolución Industrial de 1844 sin considerar las repercusiones de estos cambios en el nivel de vida de los trabajadores ingleses parecería poco menos que imposible. Medir las transformaciones en tanto que la historia económica nos posibilita analizar a nivel serial los efectos de largo plazo de la industrialización y de la distribución de la renta es una tarea no sólo ya emprendida y realizada por diversos historiadores, sino un ejemplo en el que la historia económica despliega en el largo plazo la mayoría de las herramientas y temas que le permiten evaluar las repercusiones de las innovaciones. sin embargo, y sin ánimo de proponer ningún análisis contrafactual, si hubiéramos contado con relatos orales de informantes de su tiempo para incorporar otras fuentes a ese periodo histórico y completar la medición de los cambios que ocurrieron en el nivel de vida de los trabajadores, habríamos podido enriquecer los análisis que hoy nos arrojan los estudios de historia económica sobre ese tiempo histórico. Algo semejante estaría sucediendo en la actualidad con las grandes transformaciones e innovaciones tecnológicas, que por un lado acarrean modificaciones benéficas y democratizan el conocimiento, mientras que estudiadas en plazos más cortos y en lugares más precisos podrían examinarse desde las fuentes, por ejemplo, de testimonios de quienes han sido "víctimas" de estas innovaciones tecnológicas y fueron licenciados de sus actividades para reducir la planta laboral.

La historia oral se encuentra con la historia económica en el ángulo necesario en el que la distribución de la riqueza genera efectos posteriores que no pueden medirse sino a través de las lentas o inmediatas transformaciones que los beneficios económicos producen en familias o sectores sociales y que sólo los relatos individuales son capaces de reflejar. Los aportes del relato oral a la historia económica no radican precisamente en evaluar distribución de la renta y la riqueza. sin embargo, en la actualidad hay un efecto de pinzas que captura con rapidez a los grandes beneficiarios de las innovaciones tecnológicas y los aleja cada vez más de quienes no tienen acceso a favorecerse de estos resultados, en tanto que por otro lado se va exacerbando la distribución de la renta no sólo de los creadores sino de los que se hacen cargo de la venta de estas transformaciones tecnológicas: la historia oral no sólo debe iluminar para decir cómo, cuándo y en qué medida estas transformaciones podrían crear hoyos profundos en la distribución de la renta, que no necesariamente se visualizan a partir del estudio de la misma en relación con las repercusiones de la economía en general.

A nivel de tiempo histórico, hay que recordar que los comienzos de la década de 1970 representan el momento de mayor riqueza (Marczewski y Vilar, 1973) en las aportaciones tanto de economistas como de historiadores sobre la historia cuantitativa al revisar la historia serial y replantearse la validez en la aplicación de una econometría retrospectiva. Al respecto de "la historiografía económica latinoamericana", ésta alberga "compartimientos estancos que, a pesar de todo, separan todavía a las diferentes ciencias sociales" (Carmagnani, 1972: 264) y para ello este autor propone incorporar de otra manera la teoría económica. Años más tarde, el Nobel de Economía (1991), Douglas North anuncia la intención de crear una historia económica que tenga como base las teorías económicas con auxilio de la econometría. En el ínterin de estas dos décadas, las críticas por los errores y excesos cometidos por la "nueva historia económica" fueron muchas.

El uso de las fuentes en la historia económica y en la historia oral

Para Ruggiero Romano "la fuerza de la historia económica no se debe a causas endógenas sino que se debe buscar la razón en el hecho de que durante el siglo XX la economía ha adquirido una importancia siempre creciente en todos los aspectos de la vida: hoy la política está constituida, en una proporción ayer inimaginable, precisamente de economía" (Romano, 1997: 172). Esto responde la pregunta que según Romano había surgido en el último decenio del siglo XX al plantearse cierta observación de Bernard Lepetit sobre si la historia económica estaba o no de moda. Hoy, tres décadas después, aún parece tener vigencia la respuesta que entonces diera este gran estudioso italiano. En todo caso, lo que sí es importante señalar no es precisamente si está o no de moda o si se han debilitado los trabajos de historia económica, sino enriquecer desde ángulos diversos esta área de conocimiento. No es ocioso recordar que las investigaciones de historia económica en las que la historia cuantitativa tomaba la batuta a partir de las series de precios han cedido espacios desde la segunda mitad del siglo pasado a estudios que contemplan la historia empresarial como uno de los nodos principales: Schumpeter y otros economistas de la business history school, como Ronald Coase o Alfred Chandler, son algunos de los investigadores cuyas teorías recrean temas empresariales y en sus investigaciones a veces se apela a justificaciones de grupos o minorías empresariales (Tortella, 1998: 92).

Dichos estudios dieron paso a otros en los que la región o el espacio geográfico y el tipo de sector en el que se ubicaba el empresario iluminaban una parte de la historia económica mexicana,12 hasta entonces obnubilada por un análisis histórico en el que se percibía al empresariado, concretamente el porfiriano,13 como un grupo monolítico que "saqueaba" en nombre del "progreso". Los trabajos a partir de fuentes orales sobre determinados grupos de empresarios brasileños, que conforman una parte importante del repositorio que puede consultarse en la Fundação Getulio Várgas, son un ejemplo de la contribución del relato oral a la historia económica. Rebasa los alcances de este breve artículo detenerse para dialogar y valorar las aportaciones que han realizado las autoras y autores de estos trabajos, tanto en aquellos que se refieren al espacio de México como más concretamente a estos últimos en los que sobresale un punto de imbricación entre la historia económica y el relato oral.

Otro aspecto a considerar es el que corresponde a aquellas fuentes estadísticas en las que se requieren métodos específicos y a veces análisis econométricos para estudiarlas.14 Los años noventa del siglo XX en México se han destacado como un parteaguas15 dentro de la producción temática de la historia económica, pero este avance en el conocimiento no se desarrolló paralelamente en el tiempo y tampoco de la misma manera en otros países de América Latina. Por ejemplo, para la historiografía argentina a finales de la penúltima década del siglo pasado "se configura [...] un nuevo campo de encuentro entre historiadores y otros investigadores sociales, en el que la historia dibuja los límites y señala los problemas principales" (Gutiérrez y Romero, 1991: 115). En este país han predominado más los análisis historiográficos que ponderan lo social, sin que por ello se haya dejado de lado aquello de la historia económica. No obstante, la pregunta que podríamos formularnos es si la historia económica, en muchas de sus facetas, dibuja límites para incorporar el relato oral. Como hemos discurrido al respecto, creo que el relato oral se presenta como un insumo en muchos casos único y en otros complementario, pero necesario. En ambos casos ayuda a elucidar aquellos aspectos de la vida cotidiana familiar-social, tema que muchos historiadores en este momento recorren de manera constante.16

¿Existen componentes extraeconómicos? Para el economista e historiador de la economía Antonio Ibarra, los "componentes extraeconómicos" que influyen en la conducta individual y colectiva ante el mercado, el ahorro y el consumo, la política y las instituciones, se explican a partir de la historia cultural, que constituye una estrategia historiográfica alterna (Ibarra, 2003: 625). Hay historiadores económicos, como Stephen Haber, que consideran que la historia cultural es extraeconómica, ambivalente en su pensamiento lógico y cargada de una epistemología subjetivista (Haber, 2001: 29).17 Para otros historiadores, como Eric Van Young, la historia cultural y la económica se necesitan una a otra (Van Young, 2003: 834). Después de este breve rodeo acerca de "lo extraeconómico" en la historia económica amerita preguntarse sobre la relación entre historia oral e historia económica: ¿toda fuente individual es necesariamente extraeconómica? Gracias a los testimonios individuales de naturaleza oral hemos podido demostrar la vigencia, en pleno siglo XX, dentro de un espacio rural mexicano, de una categoría analítica como la coacción extraeconómica (Iglesias, en preparación). Este intersticio, en donde el relato oral, a veces utilizado en la historia económica contemporánea, es decir, convertido en herramienta, para proporcionar nueva documentación para la historia económica, tiene mucho que ver también con las dudas que la historiografía económica se plantea cuando no puede justificar la serialidad, pero sí valorar como indiscutible la documentación estadística que le permite realizarla. Al margen de todos los candados que hoy en día existen para los diferentes modelos econométricos, creo que es necesario reflexionar acerca de lo invaluable de un testimonio individual para "explicar" las diferentes ondas de las que se compone un espacio del tiempo histórico de nuestra historia contemporánea. Rescatemos lo más pragmático del estudioso italiano Carlo Cipolla, que a veces dudaba de la existencia de una historia económica como tal y recordemos con el autor que:

El historiador económico, como el detective, debe lanzar su red de forma que abarque un espacio muy amplio. Dicho de otro modo, no debe limitarse exclusivamente a las fuentes de carácter económico. Y ello por dos tipos de razones. Ante todo, la vida económica no se desarrolla en el vacío, sino en un contexto político, social y cultural cuya naturaleza y características debe conocer y comprender el historiador económico. Pero sólo podrá llegar a conocerlas mediante un estudio atento de las fuentes que se refieren a los distintos sectores de la sociedad. En segundo lugar, muchas y valiosas informaciones de carácter económico y social se encuentran en fuentes de tipo no económico (Cipolla, 1991: 232-233).

Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo de la ciudad de México, 15 de Septiembre de 2005

 

LO SUBYACENTE ENTRE MEMORIA, RELATO ORAL E HISTORIA ECONÓMICA

Acerca de la historia económica y la investigación histórica

En los albores de los años sesenta del siglo XX se presentaba en Polonia la obra Problemas y métodos de la historia económica, que encuentra su primera publicación en español en 1973. En este trabajo, Witold Kula subraya que "la historia económica es bastante reciente, tanto como disciplina independiente como esfera de interés científico" (Kula, 1973: 11). Los problemas y procedimientos de la historia económica se vinculan unos y otros de manera recíproca. Entonces se consideraban ya la nuevas tendencias de esta disciplina: "el máximo aprovechamiento de las conquistas de otras ciencias sociales y en primer lugar las de la economía, la etnología (antropología social), la demografía [y] la estadística" (Kula, 1973: 9). Ha transcurrido ya medio siglo desde entonces y no sólo han avanzado los métodos en las diferentes especializaciones en las ciencias sociales, sino que se han presentado enormes fracturas en el quehacer de las mismas y muy específicamente en la incorporación de otras fuentes históricas y más concretamente en la manera del quehacer histórico. Los enfoques cambiaron, los temas y las fuentes se ampliaron (Bertaux, 1989: 88),18 la epistemología dio un vuelco y sin embargo el historiador no ha dejado de lado su oficio. Cuando Roger Chartier habla del universo y quehacer del historiador disipa dudas acerca de que no se le permite alejarse del método y que debe permanecer vigilante en su oficio. Muy a pesar de la distancia temporal entre sus obras, de sus temas y del enfoque diferente entre estos dos pensadores, Kula y Chartier, encontramos un punto básico de acuerdo entre ambos en función del uso del método histórico como tal.

Historia económica y fuente oral en el recurrente tema de la historia y la memoria

La pulsión por retener "el fuerte capital de memoria y el débil capital histórico", según Pierre Nora (1984), ha llevado en estos últimos decenios al fin de la "historia-memoria". Hace ya varias décadas, cuando se hablaba de historia "total", se pensaba en un ejercicio regulado de la memoria, la reconstitución "sin fallas" del pasado. No había lugar para las memorias particulares en determinados países. Comencemos por indicar que la historia oral depende del uso y del condicionamiento que le otorguemos a su fuente y principal herramienta, es decir, a la memoria como tal. Sin embargo, los contornos y cavidades de la memoria no son fáciles de delimitar ni tampoco de alcanzar para adjudicarle una única definición. La memoria pertenece a seres vivos y es susceptible de permanecer latente durante largos periodos.19 La historia debe reconstruirse a partir de rastros que utilizará el historiador para intentar una reconstrucción del pasado a nivel explicativo, crítico. Para Nora, lo que cambió fue la manera en que se democratizó la historia a partir de las tragedias vividas a lo largo del siglo pasado: "El hombre pensó entonces que no vivía en la tradición sino en la historia" (Nora, 1984). En las fronteras de la historia y la memoria existen las más variadas reflexiones y los límites señalados por Pierre Nora parecen bastante netos a ese respecto cuando afirma que "la historia pertenece a todos y a nadie" (Nora, 1984). Es evidente que aquí se alude a las categorías de identidad y pertenencia: la memoria pertenece al individuo y/o los individuos, a la vida y es vivida por grupos humanos, se abre al recuerdo y a la amnesia y se integra así a las estrategias identitarias. La memoria necesita espacio y tiempo privados para desplegarse. Una vez que lo hace es una herramienta indispensable para ayudar a reconstruir la historia que el narrador, el relator, el historiador, pero finalmente y sobre todo, el productor de conocimiento utilizará para organizar el pasado. La memoria es piedra fundamental en este edificio histórico, es basal y la historia se auxilia de ella para componer continuidades.

Largamente postergado en la implementación de su pensamiento, Maurice Halbwachs hoy forma parte del tronco bibliográfico sobre la memoria. Para este pensador el individuo registra un producto en su memoria que no hace sólo a su pertenencia sino que también posee una pertenencia social. Un individuo se construye constantemente en tanto que sujeto en su relación con los otros. Es a partir de la interacción social que el individuo también modula su subjetividad y una memoria colectiva que le permite encontrar su sentido identitario con el grupo: "existen tantas memorias como grupos" (Halbwachs, 1998). La memoria colectiva cobija a las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Entre muchos de los aportes que nos ha dejado esta obra me parecen pertinentes los comentarios que rescatan la concepción de Halbwachs en torno a la importancia que tenían el tiempo y el espacio en la constitución de la memoria colectiva:

Más que el tiempo, me interesa resaltar la importancia que Halbwachs concedió al espacio en tanto medio material proveedor de imágenes y de referentes a partir de los cuales constituir una manera de ser así como fuente de distinción respecto de otros grupos que habitan en otros espacios (Ríos, 2009: 128).

Ahondar más en la conceptualización sobre memoria colectiva, como propone Elizabeth Jelin, creo que es lo que permite instrumentarla en las dimensiones apropiadas. De este modo:

se la puede interpretar también en el sentido de memorias compartidas, superpuestas, producto de interacciones múltiples, encuadradas en marcos sociales y en relaciones de poder. Lo colectivo de las memorias es el entretejido de tradiciones y memorias individuales, en diálogo con otros, en estado de flujo constante, con alguna organización social —algunas voces son más potentes que otras porque cuentan con mayor acceso a recursos y escenarios— y con alguna estructura, dada por códigos culturales compartidos (Jelin, 2002: 22).20

Controlar la memoria en una sociedad es un condicionamiento (Connerton, 1989: 1) que retiene la jerarquía del poder. Un ejemplo muy reciente es el de los festejos de algunos bicentenarios independentistas en ciertos países de América Latina, como México, que representan a todas luces aquellos aspectos que "se deben conmemorar" o por el contrario los que "se deben ignorar" y en donde las polaridades ideológicas se ponen de manifiesto. La memoria tiene sus raíces en lo concreto, en el objeto. Todo esto es importante para el historiador que debe sumergirse en el tiempo histórico de ese individuo o esa sociedad que pretende explicar, es decir, que debe enmarcar. En la otra cavidad está la memoria que se encuadra en lo individual y en relación con el colectivo en una reciprocidad. La memoria no es la impresión total de todas y cada una de las cosas que sucedieron en el pasado. El informante del historiador oral no es "Funes el memorioso", de Borges, sino quien evoca su memoria en los contextos a los que venimos refiriéndonos, y que sin duda están llenos de olvidos voluntarios e involuntarios. La memoria y el olvido o el recuerdo y el olvido. La aporía agustiniana que dice que sólo recordando el olvido se lo llega a conocer o bien la alusión de Platón al olvido en el Fedro cuando afirma que es a partir de éste que recordamos. La memoria es una forma de evidencia histórica que, como cualquier otro tipo de evidencia histórica, debe ser evaluada como tal. El punto de partida de esta evaluación debe ser el grado en que las memorias se insertan en un contexto de tiempo y lugar (Lummis, 1991: 99). Recordar el pasado no es comprenderlo o explicarlo, tarea esta última que debe realizar el historiador. En todo caso, la memoria es selectiva y la historia explicativa. Por ello, la historia debe incluir necesariamente una función cognitiva (Iglesias, 2010: 168-170). Al acotar el ángulo de análisis que hace al uso de la herramienta memoria, es imprescindible subrayar que tanto ayer como hoy ésta siempre ha estado en disputa, es decir, en proceso de apropiación por parte de diferentes grupos sociales. La utilización que se le dé a la memoria está en relación con la cuota de olvido de la que algunos grupos pretenden apropiarse. Por añadidura, también a nivel individual la vida es un aprendizaje continuo de la pérdida por el olvido:

Este aprendizaje parece más difícil para las sociedades que para los individuos. Aquéllas dudan entre la memoria total, sumisión sin límites al pasado, el olvido total, sumisión absoluta al futuro y dos formas bien diferenciadas del olvido parcial: una es el olvido activo, aceptado que es una amnesia fundadora del futuro [...] la otra, el olvido pasivo, atenta contra la memoria de las víctimas (Candau, 2002: 42).

La memoria es uno de los tantos registros con los que cuenta el historiador para realizar su labor hermenéutica. Todo lo anterior nos permitiría afirmar que la historia oral es eventualmente un insumo de la historia económica, de una nueva historia económica y que la memoria no es historia. De ahí que nos parezca inapropiado hablar de diferentes tipos de historia oral, como algunas autoras proponen (Mudrovcic, 2005),21 quizás y en pos de una mejor utilización del relato oral. Retomando uno de los pensamientos básicos que ha servido para operar el uso de la memoria en la historia, como la obra de Paul Ricoeur, es el propio Ginzburg quien en un artículo reciente recuerda que:

La mémoire, l'histoire, l'oubli es una obra altamente idiosincrática: una mezcla de reflexión teórica sostenida y autoanálisis doloroso y esquivo. Pero su tema principal —la política de la memoria— va alcanzando cada vez más relevancia en nuestro mundo globalizado (Ginzburg, 2004: 38).

Quizá en la lectura de este maravilloso trabajo de Ricoeur, otros investigadores, desde disciplinas alternas, aunque no ajenas a la historia, encuentren también ciertas ambigüedades entre las diferentes obras del autor de este trabajo en lo que hace al acercarse o alejarse en el percibir la memoria como representación (Lythgoe, 2004: 90-91).22

La historiografía contemporánea (en su corriente postestructuralista foucaultiana), niega el pasado como principio de validación de sí mismo y como existencia autónoma. El antiguo problema del examen de las fuentes es desplazado a un nuevo terreno: el de las "formaciones discursivas" y la historia como narración de la memoria se revitaliza metodológicamente. [...] La memoria no puede definirse ni como un ente físico ni como una estructura de validez universal. Pero a través de sus manifestaciones puede ser considerada como un proceso constructivo en el que entran en juego diferentes tipos de factores, especialmente, la formalidad (convencionalidad) social, lo retórico (argumentativo), lo identitario (grupal), lo narrativo (pragmático-discursivo) y la noción de representación. Las producciones de la memoria (los recuerdos) deben considerarse, entonces, como representaciones (constructos) dinámicas, mutables y contextualizadas sociohistóricamente (Anrup y Medina, 2001: 13).

No es una obviedad recordar que en el quehacer histórico, al incorporar las nuevas formaciones discursivas y el constructo, en tanto que representación, ayudado por la memoria —en el caso de las fuentes orales—, como hilo de Ariadna que sirve para entretejer el proceso narrativo, no se debiera dejar de lado el reto cognitivo como indispensable para la labor del historiador. Si este historiador también se ve obligado a redimensionar en su análisis la medición y comprensión de los niveles de vida en el pasado mediato o inmediato debe encontrar el método correcto para organizar y clasificar los datos que hagan a la pertenencia de su objeto de estudio previamente formulado en su constructo. Es precisamente en esta frontera que encontramos la conexión entre el relato oral y la llamada historia económica y donde es importante subrayar que entre los principales escenarios de esta última se encuentra el del estudio de las sociedades. En todo caso es necesario contemplar otras dimensiones del "estudio" del hombre y el trabajo que en general debieran ser uno de los nodos de la historia económica, al igual que lo son los de la producción, la comercialización, los de los cambios en el espacio financiero o de las transformaciones a nivel de la tecnología.

 

A MODO DE REFLEXIONES

• La nueva narrativa ha dado voz a los silenciados, ha incorporado a las mayorías anónimas a partir de las nuevas fuentes, como las orales, que testimonian su acontecer y que al historiador le permiten el diseño de su constructo metodológico al apoyarse, entre otras disciplinas, también en la antropología, para ampliar y profundizar su objeto de estudio e insertarse en el espacio de la cultura.

• La incorporación de nuevas fuentes para el quehacer histórico, en este caso las fuentes orales, acrecienta y enriquece los límites y explicación para el reto cognitivo de la historia. Esto debe hacerse extensivo además para la disciplina de la historia económica. Las aportaciones a la búsqueda del conocimiento por parte de la memoria23 hoy se ponen de pie por sí mismas.

• Englobar a partir de las nuevas corrientes historiográficas de los últimos decenios del siglo pasado los significados culturales y políticos de los textos analizados confiere una nueva profundidad al análisis histórico, que perfila y dimensiona con características diferentes a la que proporciona una composición meramente lineal en la narrativa histórica. Hoy se busca una nueva consistencia interna en cada formación discursiva.

• El relato oral es un nuevo insumo para la historia económica. El tratamiento del mismo consolida su valor heurístico y hermenéutico en la medida en que el documento se valida a la luz de otras fuentes de época, de su misma naturaleza o de naturaleza alterna, pero sobre todo en sí mismo como discurso, para "construir" los hechos del acontecer con coherencia y método. Las fuentes orales ahora pueden invitar a la historia económica a consultar los resultados de su método empleado en el quehacer histórico y los nuevos constructos iluminan realidades aún no transitadas desde la historia económica.

• El relato oral articula la historia económica, enriquece el análisis coyuntural o de tiempo mediano y le imprime no sólo otro ritmo, sino articulación y cambios que sólo son percibidos cuando se cargan de significado diversos grupos sociales en la recuperación de la memoria: les otorga una nueva resignificación de las "mentalidades".24

• Aunque no todos los especialistas en historia económica han caído en los extremos o angulares analíticos en el quehacer disciplinario es dable señalar que la historia económica debe dejar de ser ya únicamente coto del cuantitativismo — en especial en su etapa estructuralista— y de la cliometría —sobre todo en sus desviaciones contrafactuales— para refundarse en una ciencia más social donde el historiador de la economía reciba aportes y herramientas de la sociología, de la antropología, la etnología, la psicología social, la geografía, de la lingüística, y no únicamente de la economía y sus distintos temas. Todo ello debe ser planteado con base en un nuevo constructo en el que la microhistoria dialogue con el tiempo largo, si es necesario, o bien en el que la propia narrativa conduzca y abreve en lo cognitivo de la historia.

• De esta manera el relato oral a partir de los nuevos actores que se hacen visibles en la microhistoria es un puente que nos permitiría alcanzar la historia económica desde otro ángulo de acceso y con ello comunicarnos desde el presente hacia un pasado que debemos empezar a visualizar o a estudiar de manera diferente, es decir, "construir" o "reconstruir" su explicación con otros instrumentos.

Manifestaciones contra el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, 2005

• Rescatar singularidades de los individuos a partir de su representatividad en tanto que arquetípicos de su tiempo histórico, contemporáneo o no, para traer su discurso como testimonio no sólo es lícito sino que enriquece el quehacer histórico. Presentar testimonios aislados, únicamente por la singularidad del objeto, sin justificación para incorporarlos en este contexto, escapa a las fronteras de la historia y de la historia económica como tal. La historia empieza a perder un lugar preponderante en relación con las otras disciplinas sociales para dar respuesta al planteamiento de ciertos problemas, quizá porque su propia naturaleza también se nutre de un proceso de maduración de ritmo más lento y tal vez también, como afirma Giovanni Levi, porque:

es la ciencia que tiene el mayor conflicto con las ideas neoliberales debido a que el Estado neoliberal quiere justificar su existencia dejando de lado todo vínculo que sea producto, y que provenga, del pasado. [Por ello] el establecimiento de un futuro neoliberal, significaría el rompimiento con la historia (Zúñiga, 2008: 97).

• Hoy la historia oral ha encontrado ya su lugar dentro de las relaciones entre las diferentes disciplinas sociales, no obstante consideramos que debiera hallarlo y con firmeza dentro de la historia económica. Cuenta, hasta el momento, con elementos que le ayudan a construir una representación diferente, alterna o complementaria del espacio estudiado. La obra de aquellos historiadores que únicamente utilizan las fuentes orales ha demostrado que desde aquí es lícito abordar el quehacer histórico. Estas mismas fuentes iluminan aquellos problemas que la Irisaban a revelar y mucho menos a explicar. Las fuentes orales han enriquecido la explicación en la historia económica gracias a su potencial para deshilvanar los ángulos en los que se ubican actores silenciados, apelando en muchos casos a análisis microhistóricos pero y sobre todo debido a la riqueza arrojada por nuevos testimonios individuales. La investigación de las singularidades parece tomar la delantera en algunos trabajos recientes, si bien muchos de éstos aún siguen estando más cerca de otras ciencias sociales que de la historia propiamente dicha.

• Recordemos a su vez que la interdisciplina no es una suma de disciplinas ni una mera ampliación de territorios temáticos, aunque sí una operación de complementos de interacción de herramientas para un mismo constructo y que en ello aún queda un camino por recorrer. Un camino con varios senderos, los unos más inclinados a validar microespacios y los otros macroespacios, los cuales cada uno por separado o en conjunto aplican cadencias de tiempos largos, medianos o coyunturales: en algunas de estas intersecciones a lo largo de estos senderos se retroalimentan la historia económica y la historia oral, esta última aporta nuevas fuentes.

• Finalmente, recordemos que las estructuras mentales y los modos de comportamiento habrán de considerarse de manera primordial en estos nuevos senderos junto a una comprensión ampliada de lo político. No obstante, la posibilidad de incorporar al análisis y a la explicación, cuando sea necesario, las interrelaciones entre estructuras y procesos, no sólo no se ha cerrado definitivamente sino que sería sumamente peligroso hacerlo y dejar de lado estudios que ayuden a un acercamiento a ese "nuevo todo", aunque conozcamos de antemano los enormes riesgos y dificultades que plantea este reto.

 

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NOTAS

* Quiero agradecer el apoyo otorgado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) para la realización de este proyecto, el cual fue posible gracias a la Estancia Sabática en el Extranjero (con número de solicitud 0147599), que tuvo lugar en Buenos Aires, Argentina, en 2011.

1 La historia debía convertirse en la ciencia guía, pero en otro sentido que ésta tenía para el historicismo de estirpe rankeana.

2 El estudio de Le Goff, "Histoire des mentalités" marca un parte-aguas para este tema y trabajos recientes, como el de Ríos (2009) se lo recuerda.

3 "En los años setenta la historia de las mentalidades (histoire des mentalités) se asocia con una historia serial" (Iggers, 1998: 56).

4 Para un mayor detalle de estos temas es importante consultar el trabajo de Sánchez (2009).

5 "La tesis de Thompson propone que la formación de la clase obrera inglesa no es el resultado de las nuevas fuerzas productivas. Es un desarrollo en el ámbito de la historia política y cultural y en el de la historia económica. La clase obrera no sólo fue creada, fue al mismo tiempo su propio creador. Las relaciones sociales de producción no son cosas, sólo existen en el marco configurado por el ámbito de la cultura y de la conciencia" (Sánchez, 2009: 48).

6 Para este autor y en el momento que publicó su trabajo la historia económica como tal se encontraba, ya entonces, en retirada y más bien se fusionaban —a nivel académico— en Gran Bretaña los estudios de historia económica con los de historia en general, para ser integrados posteriormente a investigaciones temáticas que comprendían la historia social y política.

7 Chartier se refiere a "Loperátion historiographique", incluido en Lécriture de l'histoire (1975).

8 Rastrear los testimonios del relato oral a partir de la propagación del credo religioso del informante nos lleva en algunos casos a explicar aspectos de vida cotidiana y del trabajo de la propia clase obrera (García, 1988: 90-91). En este mismo contexto de relaciones de trabajo pueden leerse los aportes que a través de los relatos de vida se incorporan para estudiar la transformación de actividades laborales y la movilidad geográfica (Larralde-Corona, 2012).

9 "La historia de las mentalidades ofrece una vía para destacar la parte humana de la historia; aquí los agentes son hombres y mujeres que vivieron lo ordinario: su religiosidad, sus amores, sus odios, sus miedos, sus fobias y tantas minucias más de la vida cotidiana" (Ortega, 1992: 91).

10 Véase el trabajo de Iglesias (1998) como un ejemplo de la manera en que la autora utiliza el relato oral en tanto que insumo único para reconstruir determinados microespacios del calzado (capítulo 6, "Estudio de una minirregión del calzado en la frontera norte. El caso de Ciudad Juárez y los pequeños y medianos industriales de la bota vaquera") o la fuente oral como complementaria del análisis de tipo estadístico, que se manifiesta a lo largo de este libro.

11 Un ejemplo de este tipo de estudios es el de Adler Lomnitz y Pérez-Lizaur (1987). Esta investigación, en la que la historia social penetra a la historia económica, se apoya en entrevistas directas con los miembros descendientes de la familia que compone el sujeto central del problema.

12 Como los estudios de Gamboa (1985), sobre la industria textil de Puebla durante los primeros 30 años del siglo XX, y los de Cerutti (1992 y 1997), acerca de capitales e industria en el norte de México.

13 Como se analiza en el trabajo de Aurora Gómez Galvarriato (2003).

14 Para autores como Antonio Ibarra: "la evidencia cuantitativa ha signado el desarrollo de la historiografía económica reciente" (Ibarra, 2003).

15 El órgano de difusión que desde 1994 publica el Instituto de Investigaciones Históricas "Dr. José María Luis Mora": América Latina en la Historia Económica en prosecución al Boletín de Fuentes para la Historia Económica de México, editado por El Colegio de México hasta 1992; asimismo, publicaciones como: Siglo XIX, Cuadernos de Historia, que tiene continuidad con Siglo XIX, Revista de Historia, junto a la Serie Lecturas de Historia Económica Mexicana coeditada entre el Instituto Mora, El Colegio de México, El Colegio de Michoacán y el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) entre 1998 y 1999.

16 En Rojkind (2004) se cita un número importante de estudios sobre el tema y, aunque la mayoría no utiliza el relato oral, por el tiempo histórico que abarca, se hace referencia al trabajo de Sandra Gayol "Conversaciones y desafíos en los cafés de Buenos Aires (1870-1910)", en el cual la autora se apoya en fuentes especiales: los archivos policiales. De algún modo esas declaraciones de los inculpados están conformadas por testimonios orales que si bien mantienen los límites de un perfil interrogatorio punzante, y no el diálogo de informador-informante, sigue toda la línea de un documento oral.

17 Este autor considera que "los nuevos historiadores culturales tendrán que pensar largo y hondo acerca de cómo definen sus categorías analíticas, construyen modelos causales y sostienen argumentos frente a la evidencia limitada e indirecta" (Haber, 2001). Escapa al tema de este trabajo debatir las teorías de pensamiento en las que se asientan las bases de ciertos historiadores culturalistas que llevan a Haber a afirmar que "desconocen la diferencia que los filósofos analíticos establecen entre objetividad ontológica y epistémica" (Haber, 2001: 15).

18 No puede olvidarse que una de las primeras reflexiones sobre el empleo y la riqueza que aportan los testimonios orales al análisis social proviene del campo de la sociología y que allí se señala, entre otras, una de las alertas en su posterior utilización como fuentes. A este respecto se aclara que "en torno a las diversas formas que pueden tomar los relatos de vida éstas no dependen del narrador sino del 'narratario', de la persona para quien se hace el relato, de su demanda, de su espera, de su atención: del contrato implícito que encierra ya el primer contacto" (Bertaux, 1989: 88).

19 Para una lectura de las nuevas reflexiones entre memoria y experiencia véanse las reflexiones en torno a la memoria y el psicoanálisis de La Capra y los comentarios de este tema en el trabajo de Ibarra (2007).

20 La autora emite este comentario después de aclarar que la "memoria colectiva" no debe entenderse como entidad propia y separada de los individuos en donde los hechos sociales se identifican con cosas a la manera durkheimiana.

21 "Intento en primer lugar, distinguir entre dos tipos de historia oral, una que denominaré 'reconstructiva' y otra 'interpretativa' de acuerdo al diferente estatuto que en cada una de ellas posee el recuerdo y, en segundo lugar, sostener que dicha distinción contribuye a argumentar a favor de la historia concebida como una forma de memoria" (Mudrovcic, 2005: 112-113).

22 "Resulta fuerte el contraste que se da en torno a la imaginación en Tiempo y relato y La memoria, la historia, el olvido: mientras en la primera obra ésta era constitutiva de la representación, en la segunda, la contaminación de la imaginación lleva a que Ricoeur ponga entre paréntesis la ambición de veracidad en la memoria" (Lythgoe, 2004: 90).

23 "Si lo que esa memoria tiene para aportar a los aspectos de la investigación histórica no se encontraba registrado en fuentes contemporáneas, o estaba registrado en fuentes sesgadas, entonces se puede admitir que tal memoria tendrá la sustancia, el tiempo y el contexto de los aspectos auténticamente ubicados" (Lummis, 1991: 100).

24 En L' Historie des Mentalités, de Georges Duby, se encuentran las bases de los estudios de grupo y de las diversas cadencias del tiempo histórico con los aportes más significativos de aquellos que bregaron por el uso de diferentes periodizaciones como formas para el quehacer en la búsqueda del conocimiento histórico y también la más importante semilla para quienes posteriormente desarrollarían, tanto en Francia como en Inglaterra, la llamada historia cultural y el giro lingüístico.

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