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Península

Print version ISSN 1870-5766

Península vol.16 n.1 Mérida Jan./Jun. 2021  Epub Feb 04, 2021

 

Artículos

Resignificaciones étnicas desde la universidad entre jóvenes mayas o de origen Maya

Ethnic Resignifications from the University among Mayan or Mayan Origin Youth

Víctor Hugo Ramos Arcos1 

1Programa de Becas Posdoctorales en la UNAM, Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales, victorhugo.ramos@comunidad.unam.mx. Asesorado por el doctor Ricardo López Santillán.


Resumen

Este trabajo aborda los procesos de construcción identitaria entre los jóvenes mayas o de origen maya en la universidad. Se da cuenta de cómo desde la experiencia universitaria, los jóvenes se reconocen de variadas formas en torno a su identidad étnica, en donde algunos desarrollan conformaciones distantes, mientras que otros atraviesan por profundos procesos de revalorización. La resignificación identitaria de tipo instrumental muestra el impacto de las políticas lingüísticas que promueven la contratación de profesionales hablantes de lenguas indígenas en las instituciones del Estado que atienden a la población indígena. En tanto, quienes profundizan en su identidad étnica, suelen resignificarla a partir de los conocimientos apropiados en la universidad, lo cual resulta en singulares expresiones artísticas. Otros, desde la etnicidad elaboran discursos y memoria histórica sobre lo maya, los cuales muchas veces entran en conflicto con actores institucionales o de generaciones pasadas. Derivado de estos procesos identitarios, se aborda la diferenciación intergeneracional y generacional en torno al género, la educación y la religión.

Palabras clave: jóvenes indígenas; mayas; identidad étnica; etnicidad; educación superior

Abstract

This work approaches the processes of identity construction among young Mayas or young people of Mayan origin in the university. It recounts how young people, within the university experience, recognize themselves in various ways around their ethnic identity, where some establish distant constructions, while others go through deep processes of revaluation. The resignification of identity instrumentally reveals the impact of linguistic policies promoting the hiring of professionals who are speakers of indigenous languages in the State institutions that serve indigenous populations. Those who deepen their ethnic identity, frequently resignify it through the appropriated knowledge in the university, creating unique artistic expressions. Others, from ethnicity build discourses and historical memory about the Maya, which many times comes into conflict with institutional actors or prior generations. Derived from these identitarian processes, the intergenerational and generational differentiation is addressed in relation to gender, education and religion.

Keywords: indigenous youth; Mayas; ethnic identity; ethnicity; higher education

Introducción

Los jóvenes indígenas del México contemporáneo se perfilan como actores sociales emergentes dentro de sus grupos étnicos, así como en los espacios sociales en los que se desenvuelven, muchos con dinámicas interculturales. La universidad es uno de esos espacios donde se crean, adoptan o resignifican nuevas configuraciones del ser indígena y joven. Estas configuraciones, en tanto se construyen en un espacio fuera de los convencionales al grupo étnico, producen experiencias, interacciones, horizontes y expectativas a veces complementarias y otras veces distantes de lo establecido por el grupo de pertenencia; de tal forma que estos jóvenes se constituyen en un grupo social específico, con características propias y diferenciadas al interior y fuera del grupo étnico.

Para empezar, es necesario anotar el hecho de que, como categoría analítica y empírica, el concepto de jóvenes indígenas es de reciente data, en parte, debido a que en casi todos los grupos étnicos de México no se ha nombrado a los jóvenes como tales, y por ello, no se les había conferido un rol específico en la vida de las comunidades étnicas.2 Derivado de esta ausencia, la academia obvió por mucho tiempo construir marcos analíticos que colocaran en relieve su existencia y su especificidad como actores étnicos (Czarny et al. 2018). Sin embargo, el auge en la participación y visibilidad en la vida política, económica, social y cultural de sus comunidades, en las últimas décadas, motivó que la noción de jóvenes indígenas comenzara a cobrar interés en las ciencias sociales, por lo que hoy es una línea de investigación relevante en los estudios culturales, étnicos o sociales.

Lo anterior también se debe a su inserción en dinámicas sociales distintas a las tradicionales, como la vida en las ciudades, la migración interna e internacional, los estudios superiores y la inserción laboral no agrícola, con las respectivas nuevas prácticas sociales que resultan de estos cambios (Pérez Ruiz 2011). Así, los jóvenes indígenas hoy son partícipes de la profesionalización, la movilización política, el consumismo o bien la apropiación de subculturas juveniles. En estos nuevos escenarios, los jóvenes atraviesan por procesos transformadores de sus identidades étnicas y sociales, que les otorgan un nuevo perfil como sujetos con capacidad de agencia, lo cual hace de la figura juvenil indígena una parcela fértil para el análisis social.

De igual forma, hay que considerar que parte de ese creciente interés en los jóvenes indígenas se debe al peso demográfico que ocupan, en tanto son el grupo etario de mayor cuantía en la población indígena de México. 58.3 % de esta población es menor de 30 años, donde la juventud es una característica por demás sustancial de los grupos étnicos en México. Además, es una población más joven que el resto de la población mexicana, donde este grupo etario representa el 53.1 % (CDI 2015).

Las nuevas facetas de análisis y emergencia de procesos étnicos también han llevado a que distintos autores planteen la necesidad de notar las complejidades y reflexionar en torno a los conceptos de indígena, así como el de jóvenes indígenas. Warman (2003) fue pionero al señalar la paradoja de cómo el uso del concepto indígena se realiza más desde afuera (academia, Estado y sus instituciones), que por los propios denominados indígenas; de ahí que la cuestión de la autoadscripción sea por demás relevante, y en el caso de los jóvenes indígenas, sea un punto nodal de reflexión en la medida en que éstos, en tanto agentes, reformulan y redefinen tales adscripciones, frente a las establecidas normativamente por el Estado así como por las comunidades étnicas.

Más recientemente, Peña y Martínez Casas (2017) han señalado que desde el indigenismo se "exotizó" a los indígenas, definiéndolos como grupos casi homogéneos, residentes de zonas rurales y apartadas, dedicados a la agricultura, además de lejanos cultural y socialmente de las sociedades urbanas; cuando desde la década de 1970 se ha documentado una fuerte y constante migración indígena a las ciudades mexicanas. Por su parte, los trabajos sobre la profesionalización indígena han abonado también a la "desexotización" de la noción de indígena, en tanto dan cuenta de los procesos de movilidad social, acoplamientos a las sociedades urbanas y nuevas formas de construir la identidad étnica desde el ejercicio profesional (López Santillán 2011a; Gutiérrez Chong 2012).

Ahora bien, aquellas investigaciones que sitúan la condición etaria de los jóvenes indígenas como foco de análisis han dado a conocer la heterogeneidad de su composición social, identidades sociales o prácticas culturales; y cómo es que con ello, los jóvenes producen nuevas formas de interpretar la identidad étnica, así como las articulaciones que se generan con las identidades de clase, género o juveniles, pero también de nuevas prácticas de vinculación con la comunidad, además de las tensiones y rupturas intergeneracionales (Aquino y Contreras 2016; Czarny 2015; Ossola 2017; Pérez Ruiz 2012; Serrano 2015).

Respecto al tema de la educación, anteriormente numerosos trabajos buscaron comprender las consecuencias de la incorporación indígena al sistema educativo, la castellanización y la aculturación que cumplían el cometido de la desindianización y una supuesta integración a la nación mestiza. Sin embargo, a raíz del movimiento zapatista y las reformas constitucionales emanadas de este proceso, se logró que el Estado mexicano dispusiera de otro de tipo de políticas educativas dirigidas a los indígenas. En la educación superior esto se plasmó en la creación de universidades interculturales, programas de becas o la implementación de licenciaturas y programas académicos de corte étnico.

Este nuevo entramado institucional colocó a la educación superior como una nueva veta de análisis. De ahí que en la última década se hayan realizado numerosas investigaciones sobre el desarrollo de las universidades interculturales, en el interés de las propias instituciones educativas (academia y organizaciones internacionales) por conocer su desempeño e impacto en la población indígena. En menor medida, se han emprendido estudios cualitativos para analizar quiénes son los jóvenes indígenas que van a dichas instituciones. De nueva cuenta, ello ha permitido mostrar la heterogeneidad de dicho sector etario y alejarse de la visión monolítica sobre el estudiante indígena (ruralidad, pobreza, limitado dominio del español, bajo desempeño escolar), que predominó en un inicio en las perspectivas de estos programas (Didou 2014).

No obstante, respecto a las universidades "convencionales",3 el panorama ha sido distinto. Casillas et al. (2012) han señalado que pocas han sido las universidades convencionales preocupadas por indagar acerca del sector indígena en sus instituciones.4 De hecho, en la academia es también una realidad que de forma reciente comienza a ser parcela de investigación. Para Navarrete (2017), esto se debió a que desde el Estado y la academia predominaba la perspectiva de priorizar el análisis de la educación básica indígena, al tiempo que se dejaba a un lado la educación superior, al no haber una matriculación importante de indígenas en ese nivel. De ahí la importancia de abatir la brecha en comprender los procesos sociales que viven los jóvenes indígenas en las universidades, que dados los paulatinos incrementos en las tasas de escolaridad indígena así como del mayor ingreso a la educación superior, permiten proyectar que los jóvenes indígenas sean un sector cada vez más notorio en las universidades.

Como objetivo del presente artículo se plantea comprender de qué forma los jóvenes mayas o de origen maya construyen o resignifican sus identidades como jóvenes y como indígenas a partir de sus experiencias educativas, particularmente en la universidad. En específico, se analiza la incidencia de estas configuraciones identitarias en sus prácticas sociales, representaciones sociales y su relación con la comunidad étnica, así como con la otredad. Luego de esta introducción, se desglosa el apartado metodológico, los supuestos teóricos que basaron la investigación, para luego plantear sus resultados y las reflexiones finales.

Metodología

La información empírica para esta investigación se recopiló mediante entrevistas en profundidad. El trabajo de campo se realizó entre septiembre de 2018 y enero de 2019 en universidades de la ciudad de Mérida, Yucatán, así como en dos ciudades del interior del estado: Peto y Valladolid. En total, se realizaron 33 entrevistas, 19 mujeres y 14 hombres.

El perfil de los jóvenes entrevistados abarcó de los dieciocho a los treinta años, provenientes tanto de contextos urbanos como rurales, que se autoadscribieran como mayas o bien de origen maya y se encontraran estudiando una licenciatura o se hubieran graduado recientemente. Como una precisión, en este trabajo nos referimos a "mayas" en relación con el grupo étnico maya, habitante de la península de Yucatán (Campeche, Quintana Roo y Yucatán); cuando nos referimos a "mayahablantes" aludimos a quienes hablan el maya yucateco. Es importante también puntualizar que las distinciones entre lo rural y lo urbano no las pensamos como excluyente, sobre todo porque en el Yucatán contemporáneo se dan conexiones y dinámicas sociales que debilitan estas fronteras. De esta forma, entre algunos jóvenes entrevistados y sus familias se ha emigrado del campo a las ciudades peninsulares, han nacido en estas ciudades, pero poseen una densa relación con el origen rural. Los jóvenes van y vienen para estudiar la universidad en las urbes, o bien alguno de los padres ha emigrado a la Riviera Maya, o bien a los Estados Unidos.

El trabajo de campo se realizó en dos universidades públicas y dos universidades privadas, del tipo convencional. La decisión de escoger instituciones del orden convencional se justifica debido a que, hasta el momento, buena parte de las investigaciones sobre jóvenes universitarios indígenas se ha concentrado en situarse en el análisis de universidades interculturales y pocos son los trabajos que documentan lo que sucede en las convencionales (Casillas et al. 2012). Además, las universidades elegidas se diferencian por su calidad y prestigio educativo, a fin de indagar en qué tipo de universidades sucedía la reconfiguración identitaria. Las dos universidades consideradas de alta calidad y prestigio educativo son las que han emprendido de forma reciente programas institucionales dedicados a la promoción de la cultura o de lengua maya, y en donde mayormente se hallaron las experiencias de revalorización étnica entre los jóvenes. Por otro lado, se decidió realizar el trabajo de campo en Mérida debido a que concentra la oferta de educación superior, no solo de Yucatán sino de la península y por ello, donde un considerable segmento estudiantil aspira a estudiar; mientras que Peto y Valladolid fueron elegidas por ser también dos ciudades con oferta universitaria y ser centros regionales con elevada población maya.

La estrategia para acercarse a los jóvenes fue la colocación de anuncios impresos en las distintas facultades de las universidades, así como un anuncio digital en las redes sociales institucionales de éstas; asimismo, se recurrió a la estrategia de bola de nieve. Si bien la gran mayoría de los entrevistados se acercaron por iniciativa propia, ha de mencionarse el hecho de que cuando los entrevistados invitaban a participar en la investigación a otros estudiantes "mayahablantes", o que ellos consideraban mayas, de forma reiterativa había rechazo. De acuerdo con los entrevistados, la negación de sus compañeros se debía a "desinterés" o porque no les "gustaba hablar de eso". Esto nos lleva a sopesar la carga de la discriminación étnica en la universidad y otros ámbitos sociales, por tanto, una de las razones que explican la dificultad de hallar estudiantes autoadscritos como mayas. De igual manera, aporta evidencia al argumento de que hablar una lengua indígena no necesariamente conduce a mostrar una autoadscripción étnica.

A fin de preservar la identidad de los entrevistados, se guarda anonimato en sus nombres así como en el de las instituciones educativas. Las entrevistas grabadas fueron transcritas, posteriormente codificadas y analizadas mediante el software de análisis cualitativo Atlas.ti.

Campos, identidades y etnicidad: referentes teóricos

Las universidades son un espacio social donde en ocasiones convergen distintas ideologías, culturas y clases sociales, a veces de forma dialógica, otras en pugna; y de acuerdo con el contexto sociohistórico estos encuentros se dan de una u otra forma. Para analizar los procesos sociales que acontecen en la universidad, se parte de los supuestos teóricos de la reproducción social de Pierre Bourdieu, en los que campo y habitus son conceptos fundamentales. En convergencia con estos planteamientos, se articula la perspectiva constructivista que Gilberto Giménez ha desarrollado sobre las identidades sociales.

La universidad es un espacio social donde se dan cita distintos campos: universitario, académico, científico o intelectual. Por campo se entiende un sistema de relaciones entre grupos en competencia que ocupan determinadas posiciones en la estructura. En analogía con un campo de juego, aquel grupo con la posición social más privilegiada y con mayor poder es el que tiende a imponer sus conocimientos, valores, jerarquías y clasificaciones, como si fueran verdades universales, legítimas e unívocas. La imposición se formula de manera frecuente mediante la violencia simbólica, que desacredita cualquier otro conocimiento no compatible con el dominante. Mientras tanto, los grupos subalternos recurren a distintas estrategias para desafiar lo establecido, sea en la práctica política, cultural o social; son los actores que escriben el "libro para quemar" que devela el proceder del grupo en apariencia legitimado (Bourdieu 2008). Por supuesto, habrá grupos en posición subalterna que también se sometan al orden establecido y contribuyan a un adecuado funcionamiento del sistema.

El concepto habitus permite comprender cómo los sujetos están definidos tanto por la estructura que preserva la reproducción del orden social a través de disposiciones duraderas incorporadas; como por una subjetividad individual, interiorizada de forma relacional y mediante prácticas reiterativas. La idea de enfatizar que, si bien el habitus es duradero al formarse tras largos procesos de incorporación, se contempla una capacidad reflexiva donde los límites se establecen en función de la pertenencia de clase, los capitales acumulados y las configuraciones sociales; según el contexto determinado, que da lugar a que ocurran transformaciones, no en la inmediatez, pero sí en el largo plazo. El habitus se reconfigura cuando los sujetos se sitúan bajo nuevas condiciones objetivas (Bourdieu 2007; Bourdieu y Wacquant 2005).

A partir de esta premisa, se considera a las experiencias educativas como un proceso reflexivo y relacional de larga duración, diacrónico, que puede producir nuevas subjetividades de forma paulatina, y por ende, la transformación del habitus. Además, se debe precisar que las experiencias educativas se abordan no como un proceso circunscrito únicamente a la institución educativa, sino abiertas a otros aprendizajes fuera del aula, ya sea en la comunidad de origen, con los pares dentro y fuera del entorno escolar o con agentes sociales de distinta índole.

Ahora bien, desde una perspectiva en sintonía con los fundamentos teóricos de Barth y Bourdieu, Giménez (2009) define a la identidad como un conjunto de repertorios culturales mediante los cuales los sujetos se reconocen, establecen sus fronteras y se distinguen de otros en determinado espacio social, históricamente construido; asimismo, la identidad orienta las representaciones sociales y acciones de los sujetos. Al articular este concepto de identidad con el factor etario, es posible plantear que los jóvenes miembros de un grupo étnico, quienes se desenvuelven en contextos de interacción distintos a los de los adultos de su grupo de pertenencia, construyen y definen sus propios repertorios culturales para establecer fronteras de diferenciación.

Se debe rescatar la idea de que la identidad es una lucha por las clasificaciones legítimas (Giménez 2009), un argumento inspirado en el pensamiento de Bourdieu. Los grupos dominantes hacen prevalecer no solo su cosmovisión sino también sus clasificaciones sobre quién es el otro (cuando son negativas, se presentan como estigmas y estereotipos). Bajo ciertas condiciones, los grupos dominados recurren a distintas estrategias para hacer valer su propia visión sobre su identidad. Este proceso es el que en las últimas décadas se ha suscitado en México; algunos grupos étnicos se encuentran en pugna por su reconocimiento, a la vez que por legitimar una construcción identitaria propia, desligada de la difundida por el aparato ideológico del mestizaje. Bartolomé (1997) denomina a este proceso como etnicidad, la identidad étnica en acción, es decir, la afirmación étnica de un grupo en oposición a otro, que cuestiona las clasificaciones externas que le han impuesto. En tanto proceso relacional, la emergencia de la etnicidad es más intensa al suceder mayor contacto interétnico, como los que se suscitan en las ciudades, las universidades o en contextos de migración.

La construcción identitaria: jóvenes mayas o de origen maya

La construcción identitaria de los jóvenes que pasan por la experiencia universitaria está atravesada por una serie de procesos de cambio que inciden en la emergencia, reconfiguración, revalorización o consolidación de su identidad étnica. Entonces, lo relevante es que a partir de dichos procesos se encontraron distintas variantes de autoadscripción étnica, más allá de una única forma de expresión identitaria.

Un primer grupo de jóvenes son aquellos que se asumen como mayas, una identidad en la que se diferencian dos conjuntos, entre los que hablan la lengua maya y aquellos que no la hablan, aunque la comprenden, es decir, son bilingües pasivos. Los primeros se caracterizan por haber desarrollado la identidad maya desde la infancia en el núcleo familiar y comunitario. En tanto, quienes se consideran mayas sin hablar la lengua, muchas veces asumen esta condición no como un referente débil, sino más bien como parte de su identidad, es decir, reivindican su derecho a la pertenencia étnica sin necesidad de hablar la lengua. Lo anterior parece formar parte de un proceso emergente de identificación entre los jóvenes indígenas a nivel nacional, ya que el 57 % de los 4.4 millones de jóvenes indígenas en México no habla lengua indígena, pero sí se autoadscriben como parte de un grupo indígena (INEGI 2014).5 De hecho, Yucatán es el estado con mayor proporción de jóvenes que sin hablar la lengua, asumen un componente étnico, el 50.4 % de los jóvenes en Yucatán se identifica como mayas.6 Incluso, salvo en Mérida y algunos municipios contiguos a la capital yucateca (Kanasín, Mocochá y Progreso), en el resto de Yucatán predomina un alto porcentaje de autoadscripción maya de la población en general, por arriba del 80 % (INEGI 2015).7

No obstante, no es de menoscabar que lo anterior igualmente refleja un problema alarmante en relación con la pérdida lingüística del maya yucateco que, aunque es la segunda lengua indígena más hablada en México, también es una en las que se observa menor transmisión intergeneracional y, por tanto, una tendencia al decrecimiento en el número de hablantes. En 2015, los niños de tres a catorce años hablantes de maya yucateco apenas representaban un 9.7 % (83 621) del total de la población "mayahablante" (859 607),8 cuando en otras lenguas de la agrupación lingüística maya, este mismo grupo etario representaba, por ejemplo, un 34.5 % entre los tseltales, un 32.7 % en los tsotsiles y un 27.6 % en los choles (INALI 2019). Si continúa ese patrón, académicos, como Fidencio Briceño Chel, han advertido la desaparición de la lengua maya en un par de décadas (Balam 2019).

El segundo grupo identificado, los jóvenes de "origen maya", son aquellos que señalan la portación de algunos marcadores culturales mayas, sin que ello los lleve a autoidentificarse necesariamente como mayas.9 Este grupo de jóvenes es el que durante la universidad atraviesa por un proceso de resignificación y revalorización de su identidad étnica, en el que los marcadores culturales son percibidos más como herencia cultural, es decir, su relación con la identidad étnica se constriñe a una dimensión simbólica. Muchos expresan no haber incorporado en sus vidas un apego consolidado a lo maya, por tanto, no se reconocen como portadores plenos de tal identidad. Por dicha razón es que optamos por denominarlos: jóvenes de "origen maya".

Revalorización étnica

La revalorización étnica entre los jóvenes mayas o de origen maya en la universidad tiene lugar a partir de una serie de experiencias vividas durante esta etapa. Esto sucede a través de la socialización con pares y profesores en entornos universitarios que en años recientes han puesto en marcha programas institucionales dedicados a la promoción de la lengua y cultura maya. A partir de estas experiencias en lo informal y lo formal, se elaboran prácticas sociales, normas y valores que conducen a revalorizar o bien a consolidar la identidad étnica. Entonces, es una experiencia de vida donde no solo incide la institución, sino que es también el entorno universitario, sus actores y los propios jóvenes quienes en conjunto forman un contexto particular para dar sentido a la identidad étnica.

Algunas de las universidades públicas en México hoy se pueden considerar espacios de socialización multidiversos y heterogéneos, en la medida en que convergen distintos orígenes sociales, rurales, urbanos, étnicos y religiosos. Las universidades han dejado de ser instituciones reservadas para las clases sociales más acomodadas como otrora, y en el caso yucateco, los jóvenes mayas o de origen maya forman uno de esos grupos que recién se incorporan de forma numerosa a dichos establecimientos. Si se plantea la creciente fragmentación social que caracteriza a las sociedades más desiguales, como es la yucateca, donde los grupos sociales tienden a distanciarse uno del otro en múltiples sentidos y a restringir a lo superficial cualquier contacto social con el otro (Saraví 2015), podríamos pensar a la universidad pública como un espacio sui generis donde se posibilita la interacción social entre los otros, aunque fuera de ella nunca se encuentren en otros espacios sociales. De hecho, habría de plantearse que gracias a estos contactos cotidianos entre diferentes los estigmas y prejuicios en torno a la diferencia étnica y de clase se atenuarían, como más adelante lo anotaremos.

En el plano institucional, algunas universidades de la península han incorporado de manera reciente programas encaminados a promover la cultura y lengua maya entre su comunidad. Los estudiantes tienen acceso a asignaturas, eventos académicos y culturales vinculados a la cultura maya, además de cursos de lengua maya. Tal oferta educativa es una ventana para los estudiantes, les otorga la posibilidad de apropiarse de los conocimientos de su cultura y les permite forjar perspectivas positivas sobre la misma; no solo entre ellos, sino también entre sus contemporáneos no mayas.

La incidencia de estas iniciativas institucionales es notable en la configuración identitaria de los jóvenes. Siguiendo las interacciones de socialización en los espa cios donde la cuestión étnica cobra relevancia, los jóvenes encuentran pares con los que comparten similitudes en sus experiencias escolares, intereses académicos, así como experiencias compartidas sobre sus procesos de identificación -además de que el encuentro de símiles en adscripción étnica se traduce en una mejor integración social en la universidad- .10 Por supuesto, esos encuentros cotidianos en el contexto universitario dan lugar a la reflexión sobre la identidad entre los jóvenes, como relata Canek, quien construye lazos de amistad frecuentemente a partir de la empatía étnica.

Mucho tiempo estuve muy clavado en eso, conociendo y compartiendo con otras gentes [...] podrían tener igual un conflicto muy similar al mío. Son amigos míos que estudiamos en la universidad, de que tampoco hablan maya, saben un poco de maya, y son mayas, está cabrón [...] uno se busca, yo creo ¿no? Tuve un amigo, de Tizimín, genial, me llevo muy bien, y él tiene las mismas preguntas que yo. Es maya, sus papás hablan maya, no habla él la lengua maya, quiere hablar la lengua maya, sus abuelos hablan lengua maya, siempre ha querido (hablar maya), pero no puede, lo intenta pero no puede, y nos encontramos bien embonados. Nos hicimos muy buenos amigos sobre eso (Canek, egresado de Literatura Latinoamericana, 25 años).

Definir qué es ser maya es precisamente un aspecto de debate entre los jóvenes universitarios. Para los más alejados de la cultura y de la apropiación de conocimientos sobre la misma, sus narrativas dejan ver la impronta de la aculturación en la educación y el imaginario social sobre los mayas impuesto desde arriba. Esto nos permite rastrear esa parte del habitus que se estructura desde la institución educativa y otros entramados sociales estructurantes. Así, muchos jóvenes recalcan que lo poco que conocieron sobre los mayas en los niveles preuniversitarios se reduce a episodios del pasado, al "tiempo de las pirámides". Por ello, algunos jóvenes se asumen como mestizos y no como indígenas o mayas. Refieren que no se puede hablar de mayas "puros", pues consideran que en la actualidad son producto de la mezcla entre mayas y españoles.11 Entre una glorificación del pasado precolonial y la asimilación de la inferiorización de los mayas en las representaciones sociales aprendidas en marcos de socialización previos, el relato de Zamná permite mostrar tales ambivalencias en torno a lo maya:

(Adscribirme) ¿Maya? No al grado como aquellos grandes hombres que hicieron Uxmal [...] los que están ahorita, el xixito12 que quedó, nos catalogan como pobres, por así decirlo. Sí, porque los mayas ya murieron […] La época de esplendor de los mayas pues ya pasó ¿no? (Zamná, 20 años, estudiante de Ingeniería Física).

Sin embargo, producto de la reflexividad del habitus que llevan a cabo en la socialización cotidiana, y en un entorno social "nuevo" como la universidad, donde es más plausible tal reflexividad, a los estudiantes que anteriormente desconocían o no valoraban su identidad étnica, les conduce la inquietud de indagar acerca de sus orígenes étnicos, y en su caso, a resignificar y valorizar tal identidad. Para muchos jóvenes en etapas anteriores a la universidad, no había una conciencia plena acerca de su identidad u origen étnico, o bien prevalecían en ellos y su entorno las representaciones sociales denigrantes sobre lo maya antes mencionadas, es decir, la violencia simbólica había sido asimilada. Ixchel por ejemplo, se reconocía únicamente como originaria de su pueblo en el sur de Yucatán, no fue hasta la universidad que resignificó su identidad como maya:

Ya cuando llego aquí a la universidad justamente, un profesor me dice, hay una convocatoria sobre un curso de liderazgo juvenil indígena, y yo dije es que no es para mí.

Un compañero que ya había ido (al curso) me dijo es que tú y yo somos iguales, yo me considero indígena. Nunca nadie en mi entorno se había identificado así […] Entonces yo misma fui descubriendo de, vivo aquí, he hecho esto, practico esto. Eso del curso (de liderazgo juvenil indígena) resultó en un acercamiento, cuando regreso aquí tengo una enorme necesidad de seguir descubriéndome […] entonces fui conociendo cosas que yo ignoraba sobre mi cultura, identidad (Ixchel, 29 años, egresada de Ingeniería Química Industrial).

De esta manera, podríamos considerar que las universidades que han adoptado un perfil institucional de reconocimiento étnico coadyuvan, además de la revalorización étnica, a brindar un entorno social más propicio para el adecuado desarrollo educativo de los jóvenes mayas o de origen maya. En ese sentido, se debe señalar que, si bien durante el trabajo de campo se presentaron testimonios sobre la persistencia de la discriminación étnica, racial o de clase entre alumnos e incluso de profesores en las universidades, lo cierto es que existen indicios de que estas prácticas parecen haber disminuido. Por el contrario, entre los jóvenes está presente la percepción de que la universidad es un espacio social propi cio para la libertad de expresión, la tolerancia y el diálogo. La existencia de tal entorno social, concatenado con la agenda institucional de sensibilización sobre la cultura maya, parece contribuir a que las representaciones sociales sobre lo maya se despojen de atributos negativos y comiencen a alumbrar perspectivas más positivas, no sólo entre los jóvenes con pertenencia étnica sino también entre los otros, los no mayas, que también reconocen la cultura maya más allá de la carga negativa impuesta históricamente por la sociedad peninsular.

[...] se cree que al hablar maya te discriminan o que te hace menos, ya cuando llegas a la universidad, tus compañeros dicen, oh hablas maya, ]eso es importante! [...] cuando entré a la universidad preguntaron: ¿quién habla maya?, muy poquitas personas y dijeron, felicidades para aquellos que hablan maya. Y ya fue: oye, papá, ¿por qué nunca me enseñaste maya? Y ya fue que me dijo: "Porque normalmente se vive esa discriminación hacia las personas que hablan maya", y que enseñarme maya iba a restarme oportunidades ¿Y todavía lo cree? Ya no porque ya se lo dije, y ya veo ahora cuando voy a visitarlos que a mis hermanitos les comienza a hablar más en maya, le dije: "Ya quítate esa idea porque ya no viene al caso ahorita" (Itzel, 21 años, estudiante de Derecho).

El testimonio de Itzel ilustra la transición en el que los atributos negativos asen tados en el núcleo familiar se diluyen ante la adquisición de una perspectiva de aliento hacia la cultura maya en la universidad. La socialización en la universidad se entiende entonces como un mecanismo de revalorización étnica, que incluso incide en dinámicas sociales fuera del entorno universitario, como el familiar.

Frente a la discriminación étnica que, aunque no es generalizada, subsiste, además de las transformaciones mencionadas en las dinámicas sociales, también es relevante señalar los cambios en los tipos de respuesta. Si en los niveles de educación básica y media, las burlas sobre la cuestión maya eran generalizadas, y a decir de los entrevistados, se prefería la no respuesta e incluso la normalización de los estigmas y los prejuicios; en la universidad, los jóvenes que construyen una perspectiva positiva de su identidad étnica responden y cuestionan a quienes personifican la violencia simbólica.

En mi salón pasa que hay un muchacho que es de un pueblito, él sí sabe muy bien el maya. De hecho, vieron la imagen que compartió el CAE (en Facebook) sobre su convocatoria y lo etiquetaron (a él) y le pusieron para "el mayita". Es ilógico porque algunos tienen apellido maya y reniegan de ello, reniegan de sus orígenes […] Hasta con las mismas tradiciones y los eventos que hace la facultad, muchos son antipáticos. Luego dicen, cómo puede haber gente que siga andando triciclo o que puedan seguir comiendo esas cosas, o que vivan así. A mi compañero le hacen la burla de que habla maya, siento que a mí no me hacen tanta burla, yo siempre que me dicen algo les respondo que ellos no tienen nada que decir, pero mi compañero no les dice nada, sólo se queda callado y ya (Nicté, 18 años, estudiante de Historia).

El relato de Nicté, una estudiante en la que en su núcleo familiar se ha cultivado la identidad maya y que en la universidad se involucra en una serie de actividades ligadas a consolidar sus conocimientos sobre la mayanidad, ilustra de forma precisa los contrastes en las maneras de responder a la violencia simbólica entre los estudiantes que se apropian positivamente de su identidad maya y aquellos en que los mecanismos de inferiorización han hecho mella y han aprendido a sentir vergüenza por sus orígenes.

Al respecto, Lamont et al. (2016) sostienen que la capacidad de respuesta a la discriminación sucede en la medida en que se tenga acceso a repertorios culturales generadores de sentido de cohesión en un grupo, que se forma tras una historia de lucha reivindicativa, producción de conocimientos (memoria, legado) y la instauración de prácticas institucionales que deslegitiman los discursos discriminatorios. En Yucatán, los procesos de transformación suceden en la pugna por el reconocimiento que distintos actores y organizaciones sociales étnicas han realizado desde hace unas décadas en la Península. Es decir, la institucionalización de los programas universitarios sobre la cuestión maya no es una iniciativa aislada o ahistórica, sino que forma parte del proceso de reivindicación y reconocimiento de los pueblos indígenas iniciada por la vorágine del zapatismo desplegado hacia otras latitudes. Académicos, intelectuales, promotores culturales y activistas mayas impulsan una agenda para visibilizar la cultura y lengua maya desde distintos ámbitos, ya sea desde instituciones formales, en el caso de las universidades o las entidades promotoras del Estado,13 pero también de forma más reciente mediante canales de base como centros culturales autónomos, medios de comunicación y sitios web, así como a partir de la creación artística, poética, literaria y musical.14

En la universidad, éste es un proceso en ciernes, algunos jóvenes logran absorber una serie de conocimientos en torno a su origen étnico, socializan y dialogan con sus pares étnicos, al tiempo que forjan un pensamiento crítico y reflexivo que les brinda herramientas para hacer frente a la discriminación étnica. Sin embargo, la consolidación de ese sentido identitario maya sucede sólo entre algunos jóvenes, ya sea por haber desarrollado otrora ese apego identitario o bien, por iniciar un acercamiento en la universidad, como bien lo refleja la experiencia de Nicté. Materia de investigación es profundizar en conocer las razones por las cuales otros estudiantes deciden mantenerse al margen de su cultura, aunque se desenvuelvan en las mismas instancias de socialización que sus símiles que consolidan su identidad étnica. A manera de indicio, podríamos considerar la cuestión de clase, la mayoría de los jóvenes que se incorporan a los cursos de cultura y lengua maya provienen de familias cuya condición socioeconómica es más o menos holgada, lo cual les permite dedicarse de lleno a los estudios y orientar su tiempo libre a estas actividades. También, algunos jóvenes son hijos de profesionistas, lo que les facilita desarrollar un capital cultural alto a lo largo de su trayectoria educativa. Mientras tanto, aquellos jóvenes provenientes de familias con recursos insuficientes, casi siempre les resulta imposible involucrarse en dichas actividades, de ahí su falta de arraigo en su condición étnica.

Los procesos de resignificación étnica iniciados en la universidad prosiguen distintos desarrollos y en algunos casos, la cuestión étnica se torna en un rasgo fundamental en la identidad de algunos jóvenes. A continuación, se presentan los distintos tipos de variantes hallados en el ejercicio de la construcción identitaria de los jóvenes.

Revalorización lingüística: la lengua maya y las políticas de institucionalización

Luego de que en 2003 se aprobó el marco legal que plasma los derechos al uso y fomento de las lenguas indígenas en México, la Ley General de Derechos Lingüísticos, se ha emprendido un proceso gradual -muy lento y con base en la presión política por parte de diferentes movimientos étnicos- de institucionalización lingüística para dotar a las instancias gubernamentales de personal hablante de lengua indígena que así lo requieran. Actualmente, en hospitales, centros de justicia, prisiones, ventanillas de servicio al público, bibliotecas e incluso museos,15 es posible ser atendido en alguna de las 68 lenguas indígenas habladas en México.

Resultado de este cambio institucional, en algunas profesiones comienza a ser reconocida la capacidad de hablar alguna lengua indígena. En Yucatán, el aprendizaje de la lengua maya, aunque no forma parte de la estructura curricular de las carreras universitarias, ha socializado su dominio como una herramienta laboral valorada en contextos sociales donde la interacción social con la población maya es frecuente. A decir los entrevistados, no sólo las instituciones de gobierno solicitan esta cualidad, también empresas, organizaciones de la sociedad civil, medios de comunicación o bancos. Así, en carreras como agroecología, arqueología, biología, derecho, enfermería, historia, literatura, medicina, medicina veterinaria, trabajo social y traducción, el aprendizaje de la lengua maya ha cobrado relevancia.

Muchos de los jóvenes de origen maya retoman el contacto con su cultura en los cursos de lengua maya. Sus narrativas fincan una relación cercana a lo instrumental, en tanto piensan que aprender maya les dará réditos y ventajas económicas en su ejercicio profesional. No obstante, como bien sostiene Bartolomé (2004), no se debe caer en la simplificación de categorizar como instrumental o racionalista a todo aquel movimiento o grupo indígena que reclame beneficios al Estado frente a las sistemáticas condiciones de pobreza padecidas por la mayoría de los indígenas. Para evitar reduccionismos, resulta necesario conocer las dinámicas sociales en que se construye la identidad étnica. Por supuesto, hay que equilibrar la balanza, algunos jóvenes se conducirán bajo la premisa de la revalorización según sus experiencias de construcción identitaria sin un fin instrumental, y quizá, otros actúen a partir de pautas instrumentales, una conducta social que se podría considerar recurrente y socializada en las entidades capitalistas. Es necesario profundizar en el análisis de lo que sucede con los jóvenes que aprenden la lengua maya, pues para un desempeño profesional con pertinencia cultural no basta con aprender la lengua, sino, también, comprender y apropiarse de la cultura.

Como indicio, entre los jóvenes entrevistados la decisión de aprender maya no únicamente atañe a la ventaja económica, también se relaciona con la formación de lazos de empatía y solidaridad hacia sus orígenes. Los estudiantes demuestran de una u otra forma que el interés por aprender la lengua se orienta a la adopción de un compromiso y justicia social, o bien, de desempeñar de mejor manera su profesión mediante un entendimiento más certero con sus interlocutores; es decir, demuestran en mayor o menor grado la necesidad de una comprensión cultural. Sacbé, quien ni ella ni sus padres hablan maya -sus abuelos sí son mayahablantes- ni fue criada en esa cultura, en la universidad ha desarrollado una conciencia social centrada en las comunidades mayas, lo cual la ha llevado a interesarse por aprender maya y la pretensión de desempeñar su profesión vinculada a trabajar por dichas comunidades:

Leí un artículo en el periódico que fue lo que hizo que dijera: "Yo tengo que aprender maya". Era sobre un municipio en el que usaban energía solar, tenían páneles, a los campesinos se los robaron, pero ellos hablan maya, entonces al venir a poner la denuncia a Mérida, no había quién tradujera y no pudieron hacer más. O el caso de los cenotes en Homún, si realmente se preocuparan por la comunidad maya, sabrían que eso no es lo que realmente quieren, que está en ellos decidir qué es lo que van a hacer. Entonces es eso, mucha gente habla de la cultura maya pero no piensan en la gente. Y como le digo, mis papás no saben hablar, pero yo sí quisiera (Sacbé, estudiante de Economía, 20 años).

La revalorización de la lengua conlleva también la emergencia de un proceso a la inversa de la desindianización y contrario al discurso del mestizaje, que marcaba a éste como la única vía de movilidad social para los pueblos indígenas. Es decir, la revalorización lingüística y cultural parecería estarse conformando como alternativa de movilidad social.16 La representación social plasmada en la narrativa de "dejar de ser indígena y hablar lengua indígena, para dejar de ser pobre" se estaría debilitando. Entonces, la lengua indígena se convierte en fuente de recursos económicos, y no sólo eso, sino en un mecanismo de cohesión y fortalecimiento identitario entre los jóvenes.

Te estás formando como trabajadora social, entonces tienes que respetar la lengua, tal como lo dice la ley. Cuando llegué aquí a la universidad, dije: "Ahora sí a voy aplicar lo que sé, sé hablar maya, sé de costumbres y tradiciones y entonces eso lo aplico para hacer proyectos". Ahora que estoy en mi servicio social hablo en maya con las personas en el hospital, realizo los estudios socioeconómicos en maya. Entonces lo que yo soy me está sirviendo para aplicarlo con las personas que lo necesitan (Zazil, 23 años, estudiante de Trabajo Social).

El relato de Zazil deja ver que el uso de la lengua maya en el ejercicio profesional hay más que una relación instrumental. La entrevistada aprecia que sus conocimientos culturales y la lengua coadyuven en poder atender "como dice la ley" a personas mayahablantes y, además, que esta capacidad le confiera una ventaja para encontrar un trabajo y mejorar su calidad de vida.

Entre los jóvenes aprendices de maya es posible apreciar el valor que le imprimen tanto a la lengua maya como a la cultura, es decir, al tiempo que aprenden la lengua maya, paralelamente se acercan a la cultura y a su apreciación. Entonces, revalorizar la lengua conllevaría en muchos casos a revalorizar la cultura. Sin embargo, es necesario señalar lo que sucede con algunos jóvenes mayaha-blantes en la universidad, pues reniegan su identidad (como aquellos reacios a ser entrevistados que mencionamos en el apartado metodológico) o entre aquellos que poco a poco han perdido conexión con su identidad étnica, posiblemente ante una falta de conocimiento sobre los espacios que abre la universidad para volver a apropiarse de su lengua y su cultura, y por supuesto, la sistemática discriminación y exclusión social. Por tanto, hablar la lengua no siempre se traduce en apreciar la cultura.

Performatividad étnica: crítica, creatividad y tensiones

El grupo de jóvenes autoadscritos como mayas demuestra una construcción identitaria más consolidada. Como característica singular, se distingue por una apropiación de conocimientos de mayor densidad que les confiere una capacidad performativa, al elaborar sus propias perspectivas sobre lo maya. Esta performatividad es plasmada en la búsqueda de aportar al diálogo y debate identitario, así como en el trabajo creativo en ámbitos que van desde el campo artístico e intelectual hasta la acción política.

Al considerar el elemento etario en este punto, se vuelve imprescindible abordar los encuentros y las tensiones con las generaciones precedentes dentro del grupo étnico, así como las que se producen con actores e instituciones con posiciones dominantes en la sociedad. De igual manera, los cruzamientos de la identidad étnica con otras identidades sociales, propias de esta etapa de vida o aquellas gestadas en el contexto universitario, revelan construcciones particulares de su identidad como jóvenes mayas así como de su accionar.

La performatividad étnica de los jóvenes se alimenta de las ideologías de agentes étnicos dentro y fuera de la universidad,17 de la transmisión de conocimientos, así como de las tensiones generacionales al interior del grupo étnico; a su vez de las reflexiones vertidas en los salones de clases, pláticas cotidianas entre símiles y los aprendizajes en la formación universitaria. Recordemos aquí dos premisas de Giménez (2007), el centro de análisis de los procesos identitarios es la relación social, así como la identificación de los marcadores culturales a los que se recurre para establecer la diferencia. Los jóvenes, en tanto grupo social y etario, constru yen o reproducen en su especificidad configuraciones étnicas desde las relaciones sociales que forjan en el campo universitario, así como desde las prácticas sociales en que se forma un joven universitario.

Etnicidad

Como rasgo distintivo, los jóvenes mayas realizan un ejercicio reflexivo cotidiano, en torno a su identidad, sobre qué es ser maya. Ellos se crean una perspectiva que tiende a alejarse de la visión esencialista que desde el Estado, el sistema de educación, los medios de comunicación o la sociedad yucateca reciben, al mismo tiempo marcan distancia del discurso institucional sobre lo referente a la cultura maya difundido por las universidades.

El proceso de emergencia de los jóvenes indígenas como actores identitarios habría que contextualizarse en un México donde el reconocimiento de los jóvenes como actores sociales en las universidades y como participantes en la elaboración de políticas educativas es muy reciente (Guzmán 2011). Un proceso donde los obstáculos no sólo derivan de la condición de ser joven, sino a la que se suma la condición étnica, es entonces el desafío que presentan en tanto jóvenes e indígenas. Es un plano de doble desigualdad donde los jóvenes deben luchar por revertir su posición desigual.

Tal contexto de desigualdad se refleja en que la gesta de la etnicidad tienda a suceder en espacios sociales externos a la universidad o si es que se suscita en la misma, sea a través de la socialización étnica en un nivel individual. En ese sentido, debe apuntarse que en las universidades no se halló ningún tipo de organización de corte étnico que facilitara dicho proceso. Los canales de participación política en la universidad se circunscriben a organizaciones estudiantiles casi siempre cooptadas por los partidos políticos. De ahí que la politización de los jóvenes mayas o de origen maya, al parecer sea algo débil, tanto por la desacreditación de las vías políticas institucionales como por la ausencia de grupos étnicos organizados en la universidad.

Entre aquellos jóvenes mayas que llegan a politizarse, un referente obligado, como en casi cualquier tipo de movilización étnica contemporánea en América Latina, es el proceso zapatista en Chiapas. Algunos de los jóvenes mayas tienen como una de sus bases ideológicas a la Teología de la Liberación que permea la lucha zapatista. Yáaxk'íin relata que, sin considerarse zapatista, su padre lo ha influido para conocer este movimiento y su ideología.

Nosotros íbamos mucho a Chiapas, cuando éramos chicos […] También cuando estuvo La otra campaña en 2006, mi padre estuvo rondando con (el subcomandante) Marcos, traduciendo los discursos. Hay un discurso que dio en Chichén Itzá, por ejemplo, aquí en la Plaza Grande (de Mérida), entonces él traducía en maya a Marcos ¿Cómo fue tan cercano ese vínculo con la comandancia zapatista? Hasta un tiempo tuvimos miedo, estaba muy cercano. Yo crecí con Chiapas y con el zapatismo, leyendo a Marcos, leyendo mucho La Jornada, era su periódico (del padre), es su periódico (Yáaxk'íin, 25 años, egresado de Literatura Latinoamericana).

La influencia del zapatismo ha devenido en la expansión de los límites étnicos que conciben los jóvenes, por tanto, en la conformación de una etnicidad que se desterritorializa. Entre los jóvenes, lo maya entonces ya no se circunscribe a la península o a la comunidad de origen -como comúnmente sucede en las generaciones anteriores- sino que comienza a hablarse de lazos y memorias compartidas con los pueblos mayas de Chiapas (tojolabales, tseltales, tsotsiles), o en un sentido panétnico, tal como lo asume el movimiento zapatista; lo cual también es visible en la autoadscripción de estos jóvenes a otras denominaciones antes no usadas comúnmente en Yucatán, como indio, indígena o pueblo originario.18

Cabe aclarar que la desterritorialización simbólica no se traduce en que el territorio pierda vigencia para los jóvenes, por el contrario. Por ejemplo, ante la puesta en marcha de distintos megaproyectos en Yucatán que en su sentir transgreden los vínculos de los mayas con el territorio,19 estos se ha vuelto un asunto relevante en el ejercicio de su etnicidad. Nuevamente, sus referentes políticos se acercan a los del zapatismo y a la lucha de otros pueblos indígenas contra mega-proyectos en otras latitudes indígenas de México. De forma que la relación con el territorio se resignifica a partir de estas confrontaciones con el capital global, aunque su experiencia de vida poco tenga que ver con la ancestral relación con la tierra que sí tuvieron las generaciones anteriores, mayormente rurales. Sucede que la relación territorial se complejiza al tenderse vínculos con otros elementos de su experiencia universitaria. Ejemplo de ello es Yatsiri, quien ha tomado cursos en una escuela de agricultura ecológica, en donde ha aprendido conocimientos mayas sobre el uso de plantas medicinales y a tomar conciencia de las luchas por el territorio -en ellas se retoma el pensamiento de la Teología de la Liberación-, o Ixchel, quien formó un club de ingeniería verde en la universidad y ha emprendido proyectos de protección ambiental en su comunidad y en la universidad; además han sido ganadores de reconocimientos.

Otro ejercicio de etnicidad que ejemplifica de forma certera la incidencia de la formación profesional es la recuperación a la vez que la reinterpretación de la memoria histórica de los mayas. Los jóvenes indagan en el pasado para reescribir su historia desde su propia visión, y en sentido contrario, también para desmitificar la memoria oficial, plasmada en la ideología del mestizaje y los episodios épicos de historia nacionalista que aprendieron en la escuela. Jacinto detesta el baile de jarana y el hipil que portan las mujeres mayas debido a su origen en la hacienda henequenera. Para él son símbolo del esclavismo a que fueron sometidos los mayas en Yucatán. Por su parte, Sacbé, que estudia historia, ha recuperado los relatos que su abuela le cuenta sobre la Guerra de Castas. En tanto, Yáaxk'íin refuta vehementemente la política de patrimonialización en la ciudad de Mérida, que como pocas ciudades en el mundo, rememoran a sus conquistadores.

[...] esto de los monumentos es sumamente ofensivo, basta con mencionar el "Paseo de Montejo", ese enorme bulevar que otrora llevaba el nombre de Nachi Cocom, o del monumento a "Los héroes de la Guerra de Castas", ubicado en el parque Eulogio Rosado, el cual está dedicado a los españoles y criollos que murieron en la guerra contra los mayas. Espantoso (Yáaxk'íin, 25 años, estudiante de Literatura Latinoamericana).

Como dejan ver estos discursos, se hace referencia a los momentos críticos de la historia en los que la memoria oficial ha invisibilizado a los perdedores, a los vencidos como diría Miguel León Portilla. Estos jóvenes se perfilan como intermediarios culturales que asumen la responsabilidad de mostrar a sus coterráneos la historia olvidada que no encuentran en los libros oficiales. Más adelante veremos cómo plasman estos sentires.

La construcción de una perspectiva propia sobre la historia y la memoria incide también en cómo piensan el papel de la institución universitaria frente a su grupo étnico. Los jóvenes mayas elaboran un discurso crítico en tanto perciben a la universidad como un ente reproductor de las políticas integracionistas del Estado mexicano, por ende, consideran que así como sucede con el Estado, poco o nada son considerados como actores en esta relación.20 Para los jóvenes entrevistados, el diálogo y la consideración de las autoridades universitarias es débil. Como se planteó anteriormente, se pudo constatar que los canales institucionales de participación existentes se encuentran viciados por intereses políticos. Yáaxk'íin plantea incluso que las formas políticas del cacicazgo en Yucatán se reproducen entre las autoridades y cuerpos académicos universitarios.

Desde afuerita (promueven la cultura maya), yo creo que es lo políticamente correcto. Hay gente aquí en el medio que se dedica a eso, son los padrotes de la cultura maya, son las autoridades que tienen que ver con qué se sabe, que tienen el conocimiento de lo maya, […] son los caciques de la cultura maya […] hay autoridades formadas por grupos políticos y grupos académicos que dan la autoridad a ciertas entidades, ciertas personas para que ellos digan y hagan (Yáaxk'íin, egresado de Literatura Latinoamericana, 25 años).

La crítica de Yáaxk'íin cuestiona cierto tipo de monopolio jerárquico sobre quién define y quién decide sobre qué es lo maya en la universidad, en la que los jóvenes no tienen cabida.21 Habría de recordar aquí a Bourdieu (2008) acerca de las jerarquizaciones en el campo universitario, en donde la violencia simbólica es el mecanismo para que los grupos en el poder impongan sus ideologías y discursos. En este caso, los jóvenes politizados se enfrentan a los grupos institucionalizados de poder en la universidad que ellos asocian a la visión paternalista del Estado mexicano con los pueblos indígenas.22

La falta de cercanía entre los jóvenes y las universidades se refleja igualmente en el desinterés y rechazo a los eventos culturales organizados por las instituciones, al percibirse estática una difusión cultural que remite al pasado y a la tradición, sin tomar en cuenta las expresiones culturales contemporáneas. Jacinto coloca en su muro de Facebook el cartel de un evento musical sobre hip hop en lenguas originarias, organizado por una universidad de la Ciudad de México, la cual contrasta con la oferta cultural de su universidad: 'Mientras la UNACM organiza eventos chidos de hip hop, la UAY pues...". Al menos en lo que toca a la cultura maya, durante el trabajo de campo de la presente investigación no se registraron actividades institucionales que manifestaran relación con las prácticas culturales juveniles. Lo anterior no significa que sean inexistentes los canales de expresión identitaria afines a los jóvenes en la universidad, pero éstos no se expresan en un nivel institucional sino que surgen a partir de los vínculos informales en la comunidad estudiantil.

Una expresión de conflicto con las autoridades universitarias se da en relación con una cuestionada relevancia y estatus de la lengua maya en la universidad, en tanto su uso se circunscribe institucionalmente a los cursos de lengua maya y a los eventos culturales, más allá no hay registro de otras iniciativas. Por ello, los jóvenes perciben contradictorio que el idioma inglés sea requisito indispensable para titularse o que condicione su avance de créditos escolares, y por el contrario, cuestionan que no se considere la opción de que la lengua maya sea reconocida como requisito de titulación. Para ellos, esa alternativa podría realmente impulsar el aprendizaje de la lengua maya. Jacinto, por ejemplo, propuso escribir su tesis de licenciatura en lengua maya, pero su iniciativa fue rechazada. Otros estudiantes simplemente no ven viable tomar cursos de lengua maya porque deben priorizar el aprendizaje del inglés, y de querer hacerlo, deben costear gastos adicionales no sólo en términos monetarios, sino también el traslado al centro de idiomas que se encuentra distante de los campi.23

El ejercicio de la etnicidad entre los jóvenes mayas transgrede los límites en que se han desenvuelto los agentes étnicos tradicionales, circunscritos al uso instrumental de lo étnico y al ámbito cultural. Su agenda va más allá y pretende transformar las relaciones de poder en la universidad y en la sociedad. La producción artística es una de esas expresiones en donde han logrado constituir su visión identitaria como jóvenes mayas, en la que lo cultural tiene un fuerte componente político.

Producción artística

La producción artística de los jóvenes mayas se expresa en un contenido cultural que mezcla el pasado con repertorios asociados a la modernidad. Estos jóvenes tienen en común que han vivido en contextos urbanos, donde precisamente se intensifica la apropiación de culturas juveniles globalizadas que, en su caso, dialogan con el marco cultural étnico. La tecnología es uno de sus sellos de distinción, usan mezcladoras para crear música o se influencian por la música que encuentran en internet; publican en papel pero también en blogs y sitios web; y difunden sus producciones, eventos y reflexiones mediante las redes sociales. Entonces, más que un contexto de pérdida cultural y desapego a la identidad étnica, como en distintas perspectivas se considera el encuentro entre modernidad y tradición; la urbe moderna es un contexto social relativamente nuevo de presencia y acción de los jóvenes mayas donde se generan otras formas de apropiarse y significar la identidad étnica, que se complejiza y enriquece con los procesos de identificación asociados a la franja etaria juvenil. Tales producciones se vuelven herramientas novedosas para revalorizar la cultura maya, y en la medida en que se construyen desde la juventud, de igual modo logran ser más cercanas y quizá de mayor incidencia entre sus pares.

La pauta del trabajo creativo se vincula con las experiencias de clase en torno a las dinámicas de desigualdad que como jóvenes y como mayas han padecido. De forma que mucho del contenido de sus creaciones se refiere a las problemá ticas de la pobreza, la discriminación y la violencia. Frente a estas situaciones, así como en las formas de asumir su etnicidad, la expresión cultural también adopta una postura política y se alimenta de un pensamiento crítico de la rea lidad. Así, su producción artística es contestataria a la vez que distante de la creación de corte culturalista y folclorista, generalmente promovida desde las instituciones culturales del Estado mexicano (por supuesto, con sus excepciones). Al mismo tiempo, se establecen fronteras con otros actores y con las generaciones precedentes de su grupo étnico, que en cierta medida desaprueban los nuevos rasgos que imprimen los jóvenes a su construcción identitaria.24

Dos de los jóvenes entrevistados vivieron parte de su infancia y juventud en contextos urbanos conflictivos, donde las pandillas, las drogas, el asedio policial y la violencia formaron parte de su cotidianidad. En tanto que la escuela fue un espacio de reproducción de este contexto y poco de aprendizajes escolares. Se apropiaron de marcadores culturales ad hoc a las subculturas juveniles urbanas, el hip hop, la ropa estilo cholo, el graffiti, la vida omnipresente en las calles y el uso drogas.

El rap maya que se hace actualmente no me gusta mucho, es muy falso. Con todo respeto a los autores, se dedican a decir que yo me levanto temprano, voy a la milpa a diario con mi machete y sólo te venden esa imagen. También dicen, nosotros promovemos cero armas, cero violencia, cero drogas, cero malas palabras [...] hacernos como de la vista gorda, que esos sectores no existen, me parece mal, o sea muy Xcaret, muy Xel Ha, no es así. Los mayas vivimos de una forma pues mala, en unas condiciones malas, no vale la pena hacernos los desentendidos con esta situación crítica. Más bien lo que deberían hacer es ser empáticos con aquel chavo que se droga, con el chavo que es maleante y que tiene que escuchar a raperos que son de Tamaulipas, que es el nido de la droga […] porque no hacemos, yo digo, esa entrada a ese chavo que sabe maya y que no sabe como qué escuchar, porque a mí me pasó ¿no? Tenía como trece años y escuchaba mucho rap de la frontera, de Ciudad Juárez, de Tijuana [...] eso me hizo creer que yo era ese tipo de persona que las canciones mostraban […] hice un rap sobre las desigualdades y violencia que hay en Yucatán. También en todas mis obras aparecen divinidades, en ese mismo rap aparece Chaak, aparece el dios de la muerte. En otros hablo sólo sobre drogadicción, no hay temática particular, pero siento que sí tienen intención, la mayoría son de denuncia, de visibilización de los problemas, en otros es meramente estético […] todo (está) en maya, justo mi propuesta es no traducir al español. Y le digo a mi esposa, si los publico, va a ser en maya (Jacinto, 23 años, egresado de Literatura Latinoamericana).

Jacinto describe las vivencias de malestar, violencia y descomposición social que vivió desde niño en los barrios guetizados de la Riviera Maya, para los entonces recién llegados migrantes mayas del campo. Éstas son las realidades contemporáneas de muchos jóvenes mayas que fueron llevados por sus padres a las periferias de las urbes peninsulares en busca de trabajo en la pujante industria del turismo. Jacinto apela a que la música del hip hop también cuente estas historias que, a su juicio, no se abordan y que para él son ya parte de la realidad de un cuantioso número de jóvenes mayas.

Gracias a haber retornado a su comunidad de origen, Jacinto se alejó del mundo de marginación social en el que vivía y decidió continuar sus estudios. Ingresó a la universidad para estudiar literatura, donde también aprendió a escribir en maya. Regresar a su comunidad también le permitió reapropiarse de su identidad étnica, cultivó la tradición del tsikbal25 con su abuela y se interesó en escribir cuentos y poesía en maya a partir de los relatos que oía de su abuela y entre los pobladores de su comunidad. Su historia nos permite ver que la desigualdad social es clave en perfilar la identidad étnica de los jóvenes mayas.

Los estudios universitarios conducen a abstraer y complejizar lo vivido. Sus abuelos además de contarle relatos y tradiciones mayas, también recuerdan los maltratos en tiempos del "oro verde", el henequén: "Me cimbraban los huesos, esa cuestión de la opresión contra todas esas personas que tenían que trabajar en las pencas henequeneras en las haciendas". Él se apropia y reconstruye una memoria de los mayas que es cultura, pero también significa violencia, desigualdad, pobreza y exclusión social. Con ello reinterpreta y resignifica su experiencia como joven maya, a partir de ello crea canciones, poesía y cuentos desde la visión que le ha indicado la desigualdad. Ahora, Jacinto es profesor de maya en la universidad, pero también en el bachillerato de su pueblo que dejó cuando era niño, donde utiliza el hip hop y los cuentos con origen en los relatos orales de la propia comunidad, que para él son recursos de enseñanza que le saben "llegar" a los jóvenes.

Kaajil, con una experiencia de vida distinta, en una clase media que a veces se tambalea con las turbulencias económicas, pudo aprender algo de maya en la universidad y estudiar música en Bellas Artes como parte de sus actividades extracurriculares. Sus redes de socialización se realizan en el medio artístico juvenil de la ciudad de Mérida. Con su grupo de rock metal recrea a los mayas, pero desde la externalidad que le confiere su subjetividad, a cierta distancia. Con instrumentos prehispánicos y las letras de sus canciones en maya y náhuatl junto con español e inglés, se formula un perfecto ejemplo del híbrido cultural que la modernidad permite en la península. Sus canciones remiten a la desigualdad, la Guerra de Castas, algunos otros pasajes históricos y acerca de la mitología maya. Siendo estudiante de historia, conoce como Jacinto, los episodios de la conquista, las guerras y los sucesos históricos que sus abuelos y padres han debido pasar, un pasado del que él se siente un tanto ajeno debido a la movilidad social ascendente en su familia, pero que se apropia en su construcción identitaria como músico e historiador con raíces mayas.

Ahora bien, el teatro es una expresión cultural con un considerable desarrollo en los pueblos mayas, así como en la vanguardia cultural de la capital yucateca. Es otro de los medios de expresión artística en que los jóvenes comienzan a crear sus producciones. La dirección y narración de Yáaxk'íin llevan a escena actuaciones performativas que denuncian las vejaciones del pasado en las quemas de Landa, las batallas de la Guerra de Castas y la explotación de los peones en la hacienda henequenera, como una forma de difundir y recuperar la memoria de los pueblos mayas, que para él es desconocida por las mayorías debido a la sistemá tica exclusión social. Su teatro también aborda el presente, hace crítica al sistema de educación bilingüe que castellaniza, a los programas sociales paternalistas del indigenismo y sobre la violencia de género que viven las mujeres mayas. Para contar sus historias, recurre a elementos visuales simbólicos de lo maya: el hipil, la coa, las jícaras o las tejedoras. Sus obras han sido llevadas a escuelas y espacios culturales autogestivos de Yucatán y de otros estados con población indígena.

La producción performativa de los jóvenes mayas es una estrategia de reproducción identitaria que plantean nuevas maneras de entender y asumir la identidad étnica, así como también otras formas de difundir su cultura y legados para transmitirlos a su comunidad, con lo cual pretenden transformar sus entornos y resignificar su adscripción étnica más acorde al mundo social en el que viven.

Diferenciación intergeneracional e intrageneracional: autonomía, cambio social y poder

La experiencia en la universidad incide también en las dinámicas relacionales que los jóvenes construyen con su comunidad de origen, tanto con las generaciones precedentes pero también con otros jóvenes, particularmente con aquellos que no estudiaron una carrera profesional; es decir, nos encontramos frente a procesos de diferenciación en el plano intergeneracional así como en el intrageneracional.26 Lo anterior refleja la construcción de un sujeto étnico que se forma desde referentes en su comunidad de origen en conjunción con los apropiados en el contexto universitario. Tal escenario deriva en una praxis transformadora de la identidad étnica asociada a la autonomía, cambio social y poder que viven los jóvenes, así como a la vinculación con otras identidades sociales en cuanto a género, el ser universitario y la religión.

Un escenario que da lugar a profundos cambios y a la consecuente diferenciación es en el ámbito de las relaciones de género. Durante la socialización en la universidad, las jóvenes se empapan de un contexto donde accionan organizaciones feministas,27 o bien, a través de asignaturas optativas sobre equidad de género que recientemente se han puesto en marcha en algunas universidades. En conjunto, este contexto ha dado lugar a un notorio debate sobre la equidad de género, así como de la violencia de esta misma índole en la universidad, que también es llevado por las estudiantes a sus hogares y sus comunidades. Las jóvenes mayas se acercan a formas de construirse como mujeres totalmente distintas a las aprendidas previamente, que les conduce a cuestionar los rígidos roles de género que según sus percepciones persisten en sus familias y en el grupo étnico.

Cuando estaba en la prepa, pensando de si me quedo en la religión, ella (madre) me decía, no, tú tienes que estudiar […] Me dijo que ella quiso estudiar y sus papás no la dejaron, fue mi abuelito. Ella quería ser enfermera y tuvo la oportunidad, pero mi abuelito no la dejó salir, que qué van a decir los del pueblo, cómo dejo que mi hija se vaya. Hay como esta percepción de que las mujeres en su casa, conocen a alguien, se casan y siguen en su casa, no es de que vayan a trabajar o sean independientes. Incluso mi abuelita es muy machista. […] hasta ahorita a mi abuelita no le parece que siga estudiando, dice que ya cambié mucho. Creyó que iba a terminar como las otras, como mi prima, ella ya se casó, ya tiene a su hijo y ahorita es ama de casa, y ahorita está viéndoselas como difícil porque su esposo solo hace tallado de madera (Yatsiri, 20 años, estudiante de Turismo).

El relato de Yatsiri sintetiza los conflictos a los que las jóvenes deben enfrentarse cuando se desligan de los esquemas de conducta esperados como mujeres en su comunidad. Ella rompe con los patrones heredados en su núcleo familiar y adopta nuevos comportamientos sociales derivados de su experiencia universitaria. Su narrativa denota igualmente la gestación de transformaciones intergeneracionales en las comunidades mayas, cuando en tiempos pasados la madre no logró rebatir los designios del padre, al tiempo que en el presente, ella se percibe como una mujer autónoma y defiende su deseo de estudiar a pesar del rechazo familiar.28 A su vez, establece fronteras con sus símiles que no estudiaron y que preservan el habitus reproductivo y de matrimonio a temprana edad, al tiempo que cuestiona la falta de autonomía que confiere la dependencia económica hacia los hombres.

Estas rupturas se clarifican cuando las jóvenes elaboran narrativas de forma prospectiva en las que se visualizan desarrollando una profesión o continuando sus estudios, postergando el matrimonio y los hijos (incluso, no todas las jóvenes entrevistadas contemplan la maternidad entre sus planes futuros). La transformación de sus roles femeninos se evidencian desde la crítica hasta la afrenta a prácticas machistas de profesores, compañeros de clase o pareja; o bien, contra la presión familiar de "buscar marido" y la procreación temprana. Es de resaltarse que ninguna de las entrevistadas tenía hijos y tampoco estaban casadas, sólo una egresada vivía en unión libre con su pareja.29

Un segundo proceso de diferenciación se suscita con la valoración de los estudios superiores y los conocimientos aprendidos en la universidad. Los jóvenes en tanto agentes de su identidad étnica también tratan de incidir en su comunidad desde sus conocimientos y su ser universitario; no obstante, en ocasiones esto es puesto en duda por la familia y la comunidad. Ha de anotarse que la voz de los jóvenes tradicionalmente no ha sido tomada en cuenta al interior de los grupos indígenas, y sólo hasta épocas recientes procesos como el paso por la universidad otorga capacidades y poder para hacerse oír frente a la comunidad. El joven indígena con estudios universitarios, letrado, informado, a veces politizado, se torna en un sujeto con herramientas que le otorgan poder para incidir en la comunidad.

En el caso de la valoración de los estudios superiores, algunos familiares les restan importancia debido a un escasa o nula presencia de éstos en sus representaciones sociales. La escasa educación de los padres y abuelos, aunado a las condiciones de pobreza, conducen en ocasiones a desestimar los estudios y a privilegiar el trabajo. Por supuesto, se dan casos en que la educación superior se percibe como una vía de movilidad social ascendente, pero esto casi siempre está asociado a un proceso de movilidad social ya iniciado por los padres, que emprenden negocios o han logrado un nivel de estudios más allá del nivel secundario. Balam, por ejemplo, debió estudiar en una universidad privada puesto que no logró ingresar a la institución pública, sus padres hicieron un esfuerzo económico importante con el que su abuela estuvo en desacuerdo:

[…] (mi abuela) ni siquiera me apoya con esa motivación de seguir con los estudios, al contrario, me dice, no te estás dando cuenta de que estás llevando a la ruina a tus papás, a tus hermanos. Es gente grande que todavía no comprende esa parte. Aquí en el pueblo son muy pocos los profesionistas que hay. "El estudio te sirve para muchas cosas", le digo, hasta para la gente sirve, le motiva para que sus hijos estudien (Balam, 20 años, estudiante de Idiomas).

Sobre los conocimientos aprendidos en la universidad, producto de la consolidación de la identidad étnica, algunos jóvenes construyen expectativas profesionales encaminadas a trabajar por su comunidad. En ese afán, sus conocimientos no siempre son bien recibidos al interior de ésta: en ocasiones se cuestiona su legitimidad ante conocimientos y prácticas tradicionales, o bien a malas prácticas arraigadas en las comunidades, como el cacicazgo en Yucatán.30

Yatsiri ha buscado incidir en mejorar el manejo de la cooperativa turística de su comunidad, tanto en el ejercicio democrático como en la implementación de prácticas administrativas y ambientales. Sin embargo, menciona que la toma de decisiones en la cooperativa se concentra en un grupo que evita la participación horizontal de todos los socios, además de que muestran poca disposición a aplicar los cambios propuestos por ella. Yatsiri piensa que este grupo sólo se interesa por incrementar las ganancias económicas y el poder que tienen en el manejo de la cooperativa, y dejan de lado el espíritu de colectividad que para ella debiera existir en una cooperativa indígena. Sin embargo, el diálogo intercultural entre conocimientos es posible cuando los jóvenes logran construir puntos de encuentro entre sus aprendizajes universitarios y los conocimientos comunitarios. Lolbé estudia biología porque en su familia han emprendido un negocio apícola y quieren que sus aprendizajes sirvan para mejorar la producción. Su padre también es biólogo, es decir, el hecho de que padre e hija sean profesionistas conduce a profundizar el proceso de cambio; por supuesto, el conflicto está ausente.

Más allá de las tensiones generadas, resulta relevante señalar que la consolidación identitaria en la universidad da lugar a que algunos jóvenes establezcan expectativas profesionales orientadas hacia su colectividad, desde los conocimientos y resignificaciones identitarias que les otorgan sus estudios. A este respecto, un debate en la mesa es qué sucede con los jóvenes mayas universitarios una vez que terminan sus estudios, regresan a trabajar por su comunidad o bien, los aprendizajes de una institución propia de la modernidad los asimila a la cultura dominante y los conduce a formar expectativas individuales (Czarny 2012). Otra discusión vigente es la que se refiere al tipo de conocimientos que los jóvenes indígenas adquieren en la universidad, si realmente estos constituyen herramientas para el desarrollo de los pueblos o, por el contrario, los debilitan.

En este estudio encontramos ambas trayectorias en lo que a expectativas profesionales se refiere. Pensamos que la clave para forjar sentido de colectividad y con ello, de retribución a la comunidad, se relaciona con el encuentro de espacios de socialización y aprendizajes (interculturales, decoloniales, epistemologías del sur) en la universidad que realmente coadyuven a consolidar la identidad étnica -como los descritos en párrafos anteriores-. De igual manera, Ossola (2017) señala que esto se complementa y propicia en la medida en que haya un contexto receptivo y dialogante con los conocimientos exógenos al grupo étnico.

Habría, también, que complejizar y abstraer el contenido de lo que significa retribuir a la comunidad. Las identidades étnicas atraviesan en los últimos tiempos por procesos de desterritorialización. Si bien el territorio ha sido un elemento fundamental de arraigo (trabajo agrícola, espacio de ritualidad, espacio sagrado), otras formas de construir identidad se producen en tiempos de globalización, en tanto la movilidad y los contactos interétnicos se vuelven más cotidianos. La configuración étnica en los jóvenes flexilibiliza tales fronteras territoriales. Dejar físicamente la comunidad y trabajar desde la profesión no significa para los jóvenes aculturase o alejarse de su comunidad, aunque para la generación adulta de la comunidad sea considerado así.

Un tercer escenario de diferenciación se da en el ámbito religioso. Aunque un buen número de jóvenes se asumieron como católicos, algunos no practicantes, otros han pasado por una conversión religiosa o bien, han preferido dirigirse hacia el ateísmo o el agnosticismo. Si bien Yucatán se ha caracterizado por mantener un arraigado catolicismo, 80 % de la población lo profesa, se ha documentado la adopción de otras religiones de origen cristiano, que han pasado a representar a un 14 % de la población en el estado (INEGI 2011).

El tipo de vínculos que se producen con la identidad étnica resultan peculiares. Los Tesigos de Jehová predican en maya y enseñan a leer los textos religiosos en lengua maya.31 De esta forma, los jóvenes que acuden a esta religión han aprendido a leer y escribir en maya, una capacidad que apenas un 1 % de los mayahablantes posee, en tanto la oralidad es la principal vía de transmisión de la lengua maya (INAH 2016). Paradójicamente, la religión prohíbe cualquier otro tipo de culto, de forma que en sus familias no es posible practicar rituales o adoraciones de raigambre étnico: celebraciones agrícolas como el ch'a' cháak, el waji kool e incluso fiestas de cumpleaños o de tipo nacional están restringidas. Esta religiosidad produce efectos ambivalentes en la construcción identitaria, se crece en un entorno sociolingüístico maya que permite preservarla, sin que la dimensión cultural pueda cultivarse32.

En la universidad es precisamente donde los jóvenes comienzan a cuestionar las prácticas religiosas, unos por las rígidas reglas impuestas que se contraponen a las prácticas que comúnmente los jóvenes realizan (asistir a fiestas, ingesta de alcohol, escuchar música) o bien, porque no permiten acercarse a su identidad étnica.33 Como consecuencia, en esos conflictos algunos optan por alejarse de la religión que les fue transmitida desde su infancia. Jacinto, por ejemplo, junto con su pareja decidieron dejar su religión -inculcada por sus padres, quienes eran pastores en la religión cristiana-. Ahora, viven en unión libre y a su hijo no lo bautizaron pero sí le celebraron el jéets méek', como una práctica de reapropiación simbólica de las tradiciones mayas. Así, ésta es otra de las formas en que los jóvenes ejercen su autonomía y poder, luego de adoptar nuevas formas de pensar en su experiencia universitaria y con ello resignficar su identidad étnica.34

Reflexiones finales

Como ya lo vaticinaba Rodolfo Stavenhagen (2002), conforme más indígenas se incorporaran al sistema educativo formal, se iría conformando una nueva élite intelectual indígena que elaboraría nuevos discursos y reflexiones sobre el ser indígena. En efecto, estamos ante la emergencia de nuevos constructos identitarios desarrollados por jóvenes pensadores indígenas formados en las universidades. Así como Stavenhagen, otros autores hacen bien en referirse a ellos como una élite, pues aunque cada vez son más los jóvenes indígenas que pueden asistir a la universidad, aún es una reducida proporción de la población indígena en México, ante los embates de la pobreza que azotan a la gran mayoría de los pueblos originarios, pero también debido a un sistema educativo que hasta hace poco mantenía en el olvido a los pueblos indígenas. Los estragos de estas condicionantes que aún dejan su impronta, hacen mella incluso en esta élite universitaria, pues no todos los jóvenes indígenas realizan sus estudios en una institución superior con calidad educativa.

Sin embargo, es necesario resaltar que a raíz de la movilización indígena en Chiapas, en la actualidad las condiciones para el desarrollo identitario de los jóvenes indígenas deben realizarse en un entorno universitario mucho más proclive, muy diferente a la prevaleciente orientación al mestizaje de tiempos pasados. Por supuesto, éste es todavía un proceso en ciernes y con tareas pendientes que requerirán tiempo, voluntad y compromiso por parte de las instituciones de educación superior.

De esta manera, aún falta trabajo para lograr que todos los jóvenes indígenas que pasan por la universidad tengan a su disposición las herramientas para reafirmar su identidad étnica. Con apenas unas cuantas universidades convencionales que se han sensibilizado ante la presencia indígena y el incipiente desarrollo de universidades interculturales, actualmente muchos estudiantes terminan por aculturarse luego de transitar por un sistema educativo que desde los niveles básicos castellaniza y relega lo indígena a la ideología del mestizaje. Por ello, la noción de élite también es idónea para nombrar a aquellos jóvenes que, a partir de su experiencia universitaria, revalorizan su identidad étnica y se abocan a su expresión. De más está recordar que quienes leen y saben escribir la lengua maya, también son una minoría, y así también sucede con otras lenguas indígenas.

En este sentido, la universidad debe ser pensada como un espacio social de gran heterogeneidad, pues en ella confluyen y se confrontan distintos grupos sociales, unos con mayor poder y otros que se sitúan en los márgenes. Giménez (2007), inspirado en el pensamiento de Bourdieu, planteó que existe una lucha por la clasificación legítima de las identidades sociales. Los grupos dominantes desde la otredad imponen sus construcciones sobre los dominados, pero también entre éstos últimos generan pugnas por establecer su propia configuración identitaria. A partir de la consolidación de los jóvenes mayas como actores identitarios, la universidad se está convirtiendo en un espacio social emergente donde las confrontaciones sobre la cuestión étnica ya no se dan sólo entre académicos y lo que dictan los estamentos institucionales, sino que los jóvenes entran en el escenario como un nuevo actor social, también etario, que crea su propia reflexividad, que contrasta y entra en tensión tanto con la ideología del grupo dominante como con agentes tradicionales de la identidad étnica.

A lo largo de este trabajo dimos cuenta de la especificidad que poseen las nuevas perspectivas de plantearse ser maya entre los jóvenes universitarios. La reivindicación a autoadscribirse como mayas, sin hablar el idioma, nos apunta a un proceso de revalorización étnica que reclama el derecho a apropiarse y resignificar otros repertorios culturales para reconocerse como mayas. Sin embargo, queda la interrogante de qué sucederá si la lengua maya dejara de hablarse entre las nuevas generaciones. Lengua y cultura son complementos inseparables que alimentan una a la otra para crear una cosmovisión de su mundo.

Por su parte, las expresiones de etnicidad y las performativas en el campo artístico nos plantean una capacidad de agencia étnica que ya marcan una agenda en la construcción ideológica sobre la mayanidad. Si anteriormente una gran parte de las élites intelectuales mayas fueron cooptadas por el Estado y se convirtieron en agentes orgánicos, estos jóvenes tratan de desligarse de dichas prácticas. Por el contrario, elaboran narrativas contestatarias frente a un Estado mexicano que mantiene en pie políticas educativas de tipo integracionista, a pesar de haber plasmado en la Constitución una serie de derechos que en el plano de la realidad no se cumplen cabalmente. A su vez, sus posturas igualmente se desligan y confrontan a agentes étnicos institucionales que, para ellos, se autoadjudican un poder único de construir identidad étnica, excluyente de otras voces.

El transcurrir del tiempo dirá qué sucederá con estos jóvenes. Muchos quizá se aculturen y terminen por olvidar el valor de la identidad étnica que alguna vez tuvieron curiosidad por conocer. Ante una globalización que busca homogeneizar sociedades; algunos más se acoplarán a las instituciones del Estado que probablemente requerirá de profesionales con habilidades lingüísticas y culturales para atender a la población indígena, mientras que otros, quienes habrán desarrollado su propio pensar identitario, seguirán abriendo brecha para hacer cumplir sus derechos como indígenas frente a un Estado mexicano que todavía no acaba de replantear su relación con los pueblos originarios.

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2 Pérez Ruiz (2012) señala que la cultura maya resulta ser una excepción, pues se nombra la categoría de jóvenes en su cosmovisión desde tiempos anteriores a la conquista española.

3Las universidades convencionales son aquellas que no están dirigidas a atender a un grupo étnico en específico, como sí lo son las universidades interculturales, que tienen el propósito de atender mayormente a poblaciones indígenas.

4Instituciones de educación superior como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) o la Universidad Veracruzana (UV) han emprendido programas dirigidos a impulsar la presencia de jóvenes indígenas así como de difusión de las culturas indígenas.

5El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) denomina como jóvenes a las personas con una edad entre 15 a 29 años.

6Como muchos grupos étnicos, su denominación deviene de la lengua hablada. En el caso de los mayas, desde la propia subjetividad de los que se autoadscriben mayas, la lengua ha dejado de ser un marcador imprescindible. Existe un debate sobre qué tan apropiado resulta usar una denominación que deriva de una lengua que no hablan.

7Referente a los municipios de origen de los entrevistados, las tasas de Hablantes de Lengua Indígena (HLI) y autoadscripción son las siguientes: Izamal 36.6 %, 84.8 %; Kanasín 18.5 %, 44.4 %; Mérida 10.2 %, 48.3 %; Mocochá 12.8 %, 68.7 %; Oxkutzcab 60.4 %, 74.2 %; Peto 60.9 %, 95 %; Santa Elena 78.5 %, 95.85 %; Sotuta 52.1 %, 93.6 %; Tekit 46.7 %, 90.41 %; Tetiz 37.8 %, 95 %; Ticul 41.1 %, 81.5 % y Yaxcabá 75.2 %, 97.5 % (INEGI 2015). Sobre las prácticas de autoadscripción, como plantean Fernández et al. (2002), es necesario manejar con reserva los datos estadísticos, debido a que quien generalmente responde la encuesta censal es el jefe de familia y lo hace por todo el núcleo familiar; entonces, es posible que los ejercicios censales no consigan reflejar fielmente la autoadscripción étnica de cada uno de los miembros de una familia.

8Este proceso observa una tendencia constante en los últimos años. En el 2005, los niños mayahablantes de 5 a 14 años representaban un 12 % (93 262) de la población total mayahablante; mientras que para 2010 los niños de 3 a 14 años constituían un 11.2 % (89 718) de esta población (INALI 2019).

9Aquino y Contreras (2016) señalan la necesidad de no encasillar a los jóvenes en una identidad, sobre todo tomando en cuenta que es en la etapa juvenil cuando se experimentan distintas identidades sociales, una u otra se consolidan, al tiempo que se debilitan otras; y más bien, es preferible referirse a procesos de construcción identitaria en que, de acuerdo con las experiencias y subjetividades, se modelan las identidades.

10En los Estados Unidos, a partir del ingreso de grupos sociales no tradicionales (por origen étnico, nacional o de clase) a la universidad en las décadas recientes, una línea de investigación emergente son los procesos de socialización interétnica e intercultural en las instituciones de educación superior. Estas investigaciones han aportado evidencia sobre el hecho de que entre mayor es el número de contemporáneos con mismo origen y experiencias de vida similares, facilita la integración social y académica a la universidad. Al mismo tiempo, cuando estos procesos son impulsados por la acción institucional de las universidades, como es el fomento del diálogo intercultural, o en el caso particular de Estados Unidos, el rechazo y combate al racismo, permiten generar un ambiente más proclive a la integración social y académica de dichos estudiantes.

11La rígida estructuración social en Yucatán impuso en tiempos de la Colonia la clasificación "mestizo" a los mayas mezclados con españoles. Posteriormente, esta denominación se utilizó para referirse a los trabajadores mayas en las haciendas del henequén. Ante la persistencia de este sistema de producción hasta los años ochenta del siglo XX, las representaciones sociales de los mayas en Yucatán todavía parten de la categoría impuesta de "mestizo". Esta configuración se distingue al resto del país, donde el mestizo alude a la mezcla entre indígena y español, mientras que "indígena" fue la denominación que el Estado mexicano estableció para los pueblos originarios (Pintado 1986).

12"Xixito" es una expresión castellanizada del maya, que equivale a: resto o sobras, de uso común para referirse a alimentos, pero también posee otras connotaciones, como la utilizada por el entrevistado.

13A nivel federal, el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) así como el Instituto Nacional de las Lenguas Indígenas (INALI) se encargan de promover cultura y lenguas indígenas. A nivel estatal, el Instituto para el Desarrollo de la Cultura Maya (INDEMAYA), así como el Centro de Capacitación, Investigación y Difusión Humanística de Yucatán (CECIDHY) realizan lo propio en relación con la cultura maya. Asimismo, se tiene registro de que en algunos municipios de Yucatán se han creado organismos dedicados a esta labor. Igualmente, cabe destacar que en la esfera gubernamental de Yucatán, los actores étnicos que han encabezado las luchas reivindicativas de reconocimiento en aspectos culturales y lingüísticos tienden a ocupar puestos directivos de tales instituciones gubernamentales.

14Entre estos referentes de base se encuentran el Centro Cultural Miastil Kuxtal, Radio Yúyuum o sitios web donde escriben intelectuales mayas como El Chilam Balam y Maya Politikón, entre otros.

15Por ejemplo, en el Museo Regional de Arqueología de Yucatán, Palacio Cantón, situado en Mérida, Yucatán, se brindan visitas guiadas en maya así como un programa de visitas infantiles donde niños de comunidades mayas visitan el museo y toman un curso sobre cultura maya.

16Una analogía a estas dinámicas es por ejemplo, lo que actualmente sucede con el idioma español en California, Estados Unidos. En la medida de que más del 50 % de la población en ese estado es de origen latino y con altos porcentajes de bilingüismo, pero también de monolingüísmo en español; tanto gobiernos como empresas demandan personal que dominen tanto español como inglés. Incluso, en ciudades multiculturales como Los Ángeles, las distintas instancias de gobierno recurren a los servicios de traductores en lenguas indígenas de México, pues esta metrópoli es uno de los principales lugares de asentamiento migratorio de población indígena proveniente de México.

17Como agentes étnicos nos referimos a aquellos que han aportado reflexiones, conocimientos y creaciones de muy diversa índole (arte, ciencias, docencia, historia, literatura, música, poesía, periodismo, política, teatro, entre otros) que inciden en las construcciones identitarias del grupo étnico, así como en otras facetas.

18Un proceso similar ocurre con las migraciones indígenas a Estados Unidos. Los migran tes expanden sus límites étnicos y crean lazos con otros grupos indígenas del país de origen, de grupos étnicos provenientes de otros países o con indígenas del país a donde han migrado. Véase Ramos Arcos (2013).

19En los últimos años en Yucatán se han emprendido megaproyectos de parques eólicos y de paneles solares, granjas porcícolas y de tipo inmobiliario que han generado rechazo entre las comunidades mayas que son afectadas.

20A manera de anécdota, durante el trabajo de campo para esta investigación, cuando se contactó a las dependencias universitarias para promover anuncios visuales e invitar a los estudiantes a participar en la investigación, la propuesta de los funcionarios universitarios fue un cartel con imágenes de población maya en una casa de paja y otra de un baile de jarana. La retroalimentación de quien escribe fue que con tales representaciones visuales, quizá los jóvenes no se sentirían identificados. Otro caso, en la revisión de materiales publicados por la universidad para promover la cultura maya se encontró un libro de bienvenida a los nuevos estudiantes donde la imagen que representa al programa institucional es la caricatura de un maya prehispánico con un penacho que porta la imagen de un calendario azteca. Podríamos plantear aquí cómo las representaciones sociales de los pueblos indígenas permanecen esencializadas y folclorizadas.

21En el campo político y cultural de Yucatán, se ha documentado el uso instrumental de la etnicidad por parte de agentes étnicos que ocupan cargos en las instituciones del Estado, como en las universidades. Estar en esas posiciones redunda en mayor poder político y retribuciones económicas. Lo étnico se vuelve entonces un instrumento de poder en la política institucional. Para conocer a mayor profundidad este aspecto, véase López Santillán (2011b). Por su parte, Mattiace (2009) señala que los agentes étnicos en Yucatán han enfocado sus demandas al Estado en aspectos puramente culturales, sin abordar posicionamientos políticos como la autonomía y la autodeterminación como pueblos indígenas. Esta "pasividad" da lugar a que el Estado les otorgue cierto margen de acción en el ámbito de la cultura, en tanto no sobrepasen los límites de estas dinámicas.

22 Bertely (1998) considera que las políticas indigenistas en México han construido a los indígenas como sujetos de castellanización, proletarización, aculturación, modernización y folclorización.

23En la Universidad Veracruzana Intercultural, por ejemplo, se ha promovido el uso de las lenguas indígenas mediante iniciativas como la posibilidad de redacción de tesis y celebración de examen profesional en su lengua, el uso de señalética bilingüe en los campus, la creación de programas académicos de licenciatura y posgrado vinculados a lengua y cultura indígena, así como la difusión de eventos en lengua indígena.

24Como ejemplo anecdótico, en un evento académico referente a la producción musical de los pueblos indígenas, una persona mayor autoadscrita como maya, mencionaba el carácter "preocupante" de que los jóvenes produjeran música de hip hop en la que "transgredían" el carácter sagrado de las deidades mayas o de las apropiaciones religiosas católicas. A su juicio, los jóvenes no daban o no entendían el valor de las prácticas religiosas de la población maya.

25Tsikbal alude en maya a la tradición oral de contar leyendas, historias y cuentos.

26En la literatura sobre relaciones intergeneracionales en poblaciones indígenas se tiende a privilegiar el análisis del conflicto. No obstante, en la presente investigación aunque se encuentra presente el conflicto, lo cierto es que la diferenciación etaria no siempre deviene en el encono. Por tanto, nos parece más acertado nombrarlas como procesos de diferenciación.

27Durante el trabajo de campo se desarrolló un proceso organizacional entre las mujeres estudiantes para denunciar los casos de acoso sexual al interior de una universidad. Sin tener una participación activa, las jóvenes entrevistadas señalaron estar al tanto de las acciones de los grupos feministas. La emergencia de estos procesos organizativos feministas en las universidades abre una línea de investigación sobre la posible participación de las mujeres mayas en ellos.

28En generaciones anteriores, Pérez Ruiz (2011) señala que la obediencia y acatamiento de las decisiones de los adultos sobre el porvenir de los jóvenes era una conducta generalizada en las áreas rurales mayas de Yucatán.

29Para sopesar, la tasa de embarazo adolescente en Yucatán se encuentra un 53 % arriba de la media nacional (10.1 % vs 6.5 %); y también el que 50.6 % de las mujeres de entre 20 y 24 años en Yucatán ya hayan tenido un embarazo, también por arriba del promedio nacional (IMJUVE 2012). El hecho de que ninguna de las jóvenes entrevistadas tenga hijos ni se haya casado, confirma la incidencia de un mayor nivel de educación en transformar el rol de género entre las mujeres.

30 Ossola (2017) registró un caso similar en el norte argentino, donde los caciques del grupo wichí se perciben amenazados por la intervención en los asuntos de la comunidad de los jóvenes de la etnia, quienes asisten a la universidad.

31Una de las estrategias para atraer fieles en la religión de los Testigos de Jehová es el uso de las lenguas locales, tanto en la predicación como en la publicación de textos religiosos. Su página web está traducida a 984 lenguas. En México, sus publicaciones se han traducido a 60 lenguas indígenas (Testigos de Jehová 2019).

32En esta paradoja, sin embargo, hay registro de que los creyentes mayahablantes refuerzan su identidad como mayas al tener espacios sociales donde hablar su lengua (Rodríguez Balam 2011).

33Las prohibiciones que los jóvenes entrevistados señalaron tener en sus religiones eran la ingesta de alcohol, tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, escuchar música distinta a la de su práctica de fe o socializar con personas que tuvieran costumbres consideradas contrarias a los principios devotos.

34Es interesante señalar que, al parecer, el alejamiento de la religión o la conversión no generan mayor conflicto con las familias o con la comunidad. De hecho, en un mismo núcleo familiar encontramos que convivían hasta tres tipos de creencias religiosas. La ausencia de conflicto probablemente se deba a que los mismos padres han transitado por la conversión y a decir de los entrevistados, muchas iglesias conviven en sus comunidades sin que haya escenarios de intolerancia religiosa, contrario a lo que pasa en otras regiones del país, donde la diversidad religiosa es motivo de conflicto.

Recibido: 03 de Junio de 2020; Aprobado: 06 de Octubre de 2020

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