Introducción
Debido al surgimiento de la pandemia por COVID-19 en marzo del 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió recomendaciones para reducir los contagios, como el aislamiento social, mantener distancia física de metro y medio entre personas, lavado frecuente de manos, uso de mascarillas y gel desinfectante. Durante el 2020 y 2021, el gobierno de México estableció una cuarentena que implicó la suspensión de trabajos no esenciales, cierre de establecimientos públicos y escuelas, así como limitaciones de movilidad.
La pandemia irrumpió en la cotidianidad provocando pánico y estrés ante la rapidez de los contagios (Lacomba-Trejo et al., 2020; Lee, 2020). Como todo evento imprevisible, la pandemia y las medidas sanitarias tomadas afectaron negativamente la salud mental de la población (Wan et al., 2020). Estas afectaciones dependieron de diversos factores, como la condición psicológica individual, la capacidad de respuesta ante adversidades, género, edad, situación socioeconómica y estado de salud (Cao et al., 2020; Espada et al., 2020; Hertz y Cohen Barrios, 2021; Huarcaya-Victoria, 2020; Lozano-Vargas 2020; Ozamiz-Etxebarria et al., 2020; Escudero et al., 2020). Los cuidados y seguimiento de las recomendaciones también fueron un factor asociado a la salud; un estudio con población mexicana (Muñiz y Corduneanu, 2020) encontró que la mayoría estaba interesada y preocupada por todo lo relativo a la contingencia y las repercusiones en la salud.
Las manifestaciones sintomáticas más frecuentes entre la población general fueron ansiedad, depresión, estrés, incertidumbre, temor, problemas del sueño, enojo y soledad. El aislamiento tuvo un impacto importante en la interacción social y la educación de niños y jóvenes en casi todo el mundo, causando deterioro en el bienestar psicológico y daños al desarrollo (Branje y Sheffield Morris, 2021; Hertz y Cohen Barrios, 2021; Orgilés et al., 2020). Según Orben et al. (2020), las afectaciones de la pandemia podrían ser el origen de una emergencia de salud mental entre esta población, ya que los adolescentes fueron uno de los grupos etarios más perjudicados.
Si bien la OMS (2020) establece que la adolescencia es el período comprendido entre los 10 y 19 años, la duración de esta etapa es un tema controversial, pues tiene un comienzo más o menos bien definido en tanto que su finalización es difusa. Muuss (2005) advierte que, desde principios del siglo XX, Stanley Hall consideró que el inicio de la adolescencia estaba marcado por la pubertad y se extendía hasta los 22 o 25 años. Mientras que la Organización Mundial de la Salud lo define como un periodo comprendido entre los 10 y 19 años (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia - Uruguay [UNICEF por sus siglas en inglés], 2020). En este mismo sentido, Sawyer et al. (2018) así como la ONU (2022) comentan que, a la luz de las condiciones de vida actuales, la adolescencia debe considerarse como una etapa que va de los 10 a los 24 años. Para estos autores, adolescencia y juventud son términos que se traslapan y pueden considerarse sinónimos.
La adolescencia se define como el proceso mediante el cual se transita de la dependencia infantil a la autonomía adulta y se caracteriza por transformaciones físicas, mentales, sociales y psicológicas. Implica el difícil camino que debe recorrer todo ser humano para dejar de ser niño y convertirse en adulto (Andrews et al., 2020). La adolescencia plantea una tarea evolutiva en el plano psicológico y social. En el evolutivo, supone que el adolescente debe desasirse de sus padres, renunciar a la dependencia infantil para recorrer su propio camino y lograr la autonomía e identidad (Bazán et al., 2020). En el plano social, los adolescentes forman grupos que les permiten adecuarse a las normas sociales para posteriormente transitar hacia la independencia (Oosterhoff et al., 2020; Orben et al., 2020). El apoyo proporcionado por el grupo posibilita encarar las responsabilidades que involucran la madurez, así como establecer nuevos vínculos y relaciones amorosas exogámicas (Klootwijk et al., 2021).
De acuerdo con las Naciones Unidas (2020), existen aproximadamente 1210 millones de jóvenes de 15 a 24 años que representan 16 % de la población mundial. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en México, este grupo de alcanza un porcentaje de 25.8 %, es decir, más de 30 millones (INEGI, 2020). Este dato, de por si relevante, adquiere un significado mayor si se considera que la adolescencia es el momento donde suelen revelarse la mayor parte de trastornos psicológicos (OMS, 2020; Oosterhoff et al., 2020). Sin duda, por las limitaciones sociales propias del confinamiento y la pandemia, los adolescentes fueron de los grupos más afectados psicológicamente por encontrarse en una etapa de transición y vulnerabilidad. A continuación, se listan algunas de las principales afectaciones reportadas durante la pandemia:
Emocionales
Entre las afectaciones emocionales registradas con mayor frecuencia entre los adolescentes, se encuentran la preocupación por el futuro, angustia, frustración, tristeza, agobio, aislamiento y soledad derivadas de la falta de convivencia física con amigos (Andrews et al., 2020; Branje y Sheffield Morris, 2021; Cao et al., 2020; Magis-Weinberg et al., 2021). Orgilés et al. (2020) mencionan que padres de jóvenes y niños informaron que el principal impacto radicó en la dificultad para concentrarse, aburrimiento, irritabilidad, inquietud, sentimientos de soledad y preocupación. En un estudio realizado en México con estudiantes universitarios durante la pandemia, se encontró que destacaban el miedo, incertidumbre ante la situación, tristeza, estrés y fatiga, emociones comunes en momentos de crisis (Fernández-Poncela, 2020).
Familiares
Si bien las relaciones familiares positivas constituyen un sostén protector hacia la madurez, el confinamiento obligó a los jóvenes a permanecer en casa. Durante la pandemia, la familia tuvo que reorganizar sus formas de convivencia, en muchos casos positivas, pero en otras familias aparecieron conflictos o se agravaron los existentes (Lacomba-Trejo et al., 2020; Lee, 2020; Robles Mendoza et al., 2021).
Sociales
Andrews et al. (2020) y Orben et al. (2020) sugieren que las medidas restrictivas a la movilidad limitaron la satisfacción de necesidades primarias, como la vinculación cara a cara con los pares, la vida social y escolar, y el desprendimiento familiar. El confinamiento afectó la concepción que los adolescentes tienen sobre la vida. La virtualidad propició que, en lugar de experimentar activamente el mundo (algo propio de la adolescencia), lo vieran pasar frente a sus ojos pasivamente a través de una computadora; que, si bien los mantenía en contacto con amigos y compañeros, los privó del bienestar derivado del contacto presencial y propició el aislamiento (Magis-Weinberg et al., 2021; Muñoz-Fernández y Rodríguez-Meirinhos, 2021). Estas condiciones hay que tenerlas muy en cuenta debido a que es importante destacar que los vínculos sociales protegen al adolescente contra riesgos a la salud mental, como ideación e intentos suicidas (Hertz y Cohen Barrios, 2021). De modo que, al no poderse dar estos vínculos de la mejor manera, es posible que diversos riesgos de salud mental se presenten.
Educativas
Entre las afectaciones educativas, Klootwijk et al. (2021) encontraron poca motivación de adolescentes para estudiar en línea, en comparación con la enseñanza presencial. Estos datos se relacionaron con un bajo nivel de apoyo parental y conflictos con amigos. Cao et al. (2020) hallaron que la angustia entre estudiantes estaba vinculada a retrasos escolares, preocupación económica y afectaciones en la vida diaria.
Es importante señalar que la pandemia no impactó de la misma manera a todos los jóvenes. Los que disponían de mayores fortalezas psicológicas (Giménez et al., 2010), recursos adaptativos, que vivían en familias con vínculos afectivos sólidos, capaces de acompañar y apoyarse mutuamente sufrieron menos estragos que los más vulnerables; aquellos con estrategias poco eficaces para afrontar la angustia o cuyas familias vivían en constante conflicto y sin contención (Valiente Barroso et al., 2020).
Las investigaciones en torno al impacto de la COVID-19 y las medidas restrictivas son de especial relevancia, dado el papel imprescindible que tiene la interacción social en la adolescencia. Las vivencias en torno a la pandemia y el confinamiento son cruciales para conocer cómo los jóvenes afrontaron emocionalmente los primeros momentos, sus estrategias, sentimientos y recursos. Además, es necesario identificar los casos más vulnerables para atender psicológicamente los problemas emocionales derivados de la pandemia en esta población (Espada et al., 2020; Lee, 2020). Dentro de este contexto, el objetivo de esta investigación fue describir las experiencias y vivencias de adolescentes mexicanos entre los 14 y 25 años, ante la pandemia de COVID-19 y el confinamiento. Para este estudio, usamos indistintamente los términos jóvenes y adolescentes para referirnos al grupo de participantes.
Metodología
Se trata de un estudio de tipo no experimental con un alcance descriptivo.
Participantes
Participaron voluntariamente 4608 personas que proporcionaron su consentimiento informado y respondieron el cuestionario en línea. Se utilizó un muestreo no probabilístico. Los criterios de inclusión fueron tener entre 14 y 25 años y radicar en la zona metropolitana. Se excluyeron 597 casos por tres razones: no dieron su consentimiento, contestaron más de una vez el cuestionario o estaban fuera del rango de edad. La muestra quedó conformada por 4011 jóvenes, 67 % mujeres y 33 % hombres, con un promedio de edad de 18.2 (DE = 2.4), el 96 % eran estudiantes, principalmente de instituciones públicas. La mayoría de los participantes residían en la Ciudad de México (65 %) y el resto en la zona conurbada. La Tabla 1 presenta los datos sociodemográficos.
Lugar de residencia | Empleo | ||||
---|---|---|---|---|---|
Ciudad de México: 63.2 % Estado de México: 14.6 % Estado de Morelos: 16.8 % Otros estados: 5.4 % | Tipo empleo | Trabajan antes de pandemia 892 (22.2%) | Empezaron a trabajar por pandemia: 459 (11.4%) | ||
Edad | Profesionista | 58 (9.4 %) | 9 (3 %) | ||
Media edad: 18.2 (DE: 2.4) | Oficio | 47 (7.6 %) | 32 (10.6 %) | ||
14 a 15 años: 370 (9.2 %) | Vendedor | 125 (20.3 %) | 76 (25.2 %) | ||
16 a 18 años: 2240 (55.8 %) | Docencia | 45 (7.3 %) | 25 (8.3 %) | ||
19 a 22 años: 1156 (28.8 %) | Empleado | 342 (55.4 %) | 159 (52.8 %) | ||
23 a 25 años: 245 (6.2 %) | Escolaridad de progenitores | ||||
Nivel | Madre | Padre | |||
Sin estudios | 30 (0.7 %) | 51 (1.3 %) | |||
Escolaridad | Primaria | 296 (7.4 %) | 252 (6.3 %) | ||
Nivel | Público: | Privado: | Secundaria | 868 (21.6 %) | 799 (19.9 %) |
Secundaria | 64 (1.6%) | 19 (0.5 %) | Preparatoria | 1168 (29.2 %) | 1168 (28.1 %) |
Bachillerato | 2492 (62.1%) | 46 (1.1 %) | Técnico | 149 (3.7 %) | 65 (1.6 %) |
Universidad | 1015 (25.3%) | 200 (5 %) | Universidad | 1472 (36.7 %) | 1469 (36.6 %) |
Instrumentos
Para las entrevistas, se realizaron ocho grupos focales a través de la plataforma Zoom con una duración de una hora y media cada una, con un total de 50 adolescentes de entre 15 y 22 años que participaron voluntariamente. El acceso a la muestra fue por conveniencia y bola de nieve. Las preguntas guía de la entrevista exploraron las vivencias y experiencias ante la pandemia y el confinamiento. Resultaron las siguientes categorías: estrategias para cuidarse del contagio, emociones generadas por la pandemia, experiencias de vida en confinamiento, relaciones con las personas con quienes viven el confinamiento, actividades realizadas, aspectos de la vida personal afectados, apoyo psicológico derivado del aislamiento y experiencias educativas.
La información obtenida se sometió a la técnica de análisis de contenido (Cáceres, 2003) que permitió la elaboración de los ítems y las alternativas de respuesta en formato tipo Likert. De este modo, con la información obtenida en los grupos se elaboró el “Cuestionario confinamiento COVID-19: experiencias en jóvenes” con 120 preguntas (115 ítems cerrados y 5 abiertos). Incluyó un consentimiento informado y las secciones:
a) Datos sociodemográficos (14 ítems).
b) Información COVID-19, condiciones vividas en el confinamiento, estrategias de cuidado (19 ítems).
c) Emociones, experiencias, actividades y relaciones interpersonales durante el confinamiento (49 ítems).
d) Afectaciones positivas y negativas en la vida personal (11 ítems).
e) Necesidad de apoyo psicológico (7 ítems).
f) Experiencias escolares (18 ítems).
g) Expectativas post confinamiento (2 ítems).
Procedimiento
Se siguieron las siguientes fases:
1.ª fase. Elaboración del proyecto, discusión sobre los instrumentos para obtención de datos y realización de grupos focales.
2.ª fase. Construcción del cuestionario en línea y piloteo con 36 jóvenes voluntarios para identificar la pertinencia de los ítems.
3.ª fase. Aplicación del cuestionario, para lo cual se contactaron diversos planteles de bachillerato, universidades públicas y privadas de Ciudad de México y zona conurbada. Una vez aceptada la participación, se difundió el cuestionario en las páginas institucionales y redes sociales. La aplicación inició el 25 de mayo de 2020 cuando la población de la Ciudad de México llevaba dos meses en confinamiento estricto por decreto, concluyendo la recolección de datos el 15 de junio de 2020.
En este estudio se cumplieron las normas éticas estipuladas por la OMS y el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (2016) y la Declaración de Helsinki de la Asamblea Médica Mundial (AMM, 2015).
Análisis estadístico
Se empleó el paquete estadístico SPSS-V.23 para realizar análisis descriptivos de frecuencias y medidas de tendencia central. Las respuestas a las preguntas abiertas se analizaron conforme a la técnica de análisis de contenido (Cáceres, 2003).
Resultados
Información acerca del COVID-19
El 94 % de los jóvenes tenía información general sobre el coronavirus, 5 % manifestó desconocimiento y 1 % creía información falsa. Dado que la pandemia estaba empezando, 7 % dijo haber estado en contacto cercano con alguien diagnosticado; 3 % cree que fue infectado (sin prueba certificada); 13 jóvenes estaban esperando resultados y 18 reportaron ser positivos (prueba certificada).
Condiciones en que se vivió el confinamiento
El 95 % pasaron el confinamiento en familia: 46 % con madre, padre y hermanos; 14 % con madre y hermanos; 2 % con padre y hermanos; el resto, con familia nuclear y extensa. El promedio de personas viviendo en la misma casa fue 4.6 personas (DT = 1.8) y 3.8 cuartos (DT = 1.7) por vivienda.
Estrategias de cuidado ante COVID-19 y respeto al confinamiento
Las cinco estrategias de cuidado más frecuentes durante el periodo más estricto del confinamiento fueron: quedarse en casa, evitar visitas, usar cubrebocas, mantener el distanciamiento social, seguir las medidas sanitarias recomendadas por las organizaciones de salud, desinfectar la casa con cloro y jabón, usar gel desinfectante y designar a una sola persona de la casa para hacer las compras (ver Tabla 2). Además, el 87 % señaló ser estricto con las medidas de cuidado y no consideraron exagerado quedarse en casa. 9 % aceptó infringir el confinamiento y 5 % reconoció verse con amigos fuera de casa.
Indica frecuencia con que practicas las siguientes estrategias de cuidado ante COVID-19 | Siempre/casi siempre (%) |
1. Quedarme en casa | 97 % |
2. Si salgo, uso cubrebocas | 96 % |
3. Tomo las medidas sanitarias que aconsejan las organizaciones de salud | 95 % |
4. Mantengo una sana distancia | 93 % |
5. Evito visitas | 92 % |
6. Sólo una persona sale a hacer las compras | 86 % |
7. Uso gel desinfectante | 84 % |
8. Desinfecto la casa con cloro y jabón | 83 % |
9. Si salgo, me cambio de ropa al llegar a casa | 58 % |
10. Si salgo, me baño al llegar a casa | 53 % |
11. Si salgo, dejo los zapatos afuera de casa | 41 % |
12. Tomo vitaminas | 33 % |
Emociones frente a la pandemia
A los jóvenes les preocupó más el contagio de sus seres queridos que enfermarse ellos. La muerte no fue una gran preocupación en esta población, pero sí el dinero; pues un tercio manifestó miedo a morir, pero a la mayoría le preocupaba más la situación económica. Los entrevistados informaron sufrir incertidumbre, angustia, frustración, tristeza y enojo (ver Tabla 3).
Qué tan de acuerdo estás con las siguientes frases respecto a emociones que te genera la pandemia de COVID-19 | Totalmente de acuerdo/acuerdo |
1. Me da miedo que se contagie mi familia | 83 % |
2. Me da miedo que se contagie gente que quiero | 83 % |
3. Me preocupa la situación económica | 78 % |
4. Siento incertidumbre | 63 % |
5. Tengo miedo a contagiarme | 62 % |
6. Me siento frustrado | 58 % |
7. Me siento angustiado | 57 % |
8. Vivo esta situación con estrés | 52 % |
9. Me mantengo relajado | 52 % |
10. Me siento triste | 52 % |
11. Me siento tranquilo | 46 % |
12. Me siento enojado | 38 % |
13. Tengo miedo morir | 33 % |
Experiencias de vivir el confinamiento
La experiencia de vivir el confinamiento fue positiva. Los jóvenes percibieron, siempre o casi siempre, un clima armonioso, se sintieron conectados con la familia y les gustó estar en casa. Las peleas y conflictos con sus padres fueron poco frecuentes. La mayoría extrañaban su vida anterior y compartieron sentir aburrimiento. Un tercio expresó sentirse gran parte del tiempo aislado, solo, invadido, sin intimidad y llorar constantemente. Los ataques de violencia y consumo de alcohol, tabaco y drogas fueron poco frecuentes (ver Tabla 4).
Indica frecuencia de las siguientes frases acerca de tus experiencias en confinamiento | Siempre/casi siempre |
1. Extraño mi vida anterior | 78 % |
2. Convivo más con las personas con las que vivo | 76 % |
3. En casa donde estoy se vive clima de armonía | 74 % |
4. Soy tolerante con los demás | 72 % |
5. Me siento conectado con mi familia | 70 % |
6. Me gusta estar en casa | 68 % |
7. Estoy aburrido | 65 % |
8. Me siento feliz | 63 % |
9. Tengo personas con quien comparto cómo me siento | 60 % |
10. He estado irritable | 47 % |
11. He estado llorando | 33 % |
12. Me siento aislado y solo | 31 % |
13. Me siento invadido y sin intimidad | 31 % |
14. La convivencia ha generado situaciones de hostilidad | 28 % |
15. Peleo con las personas con quienes vivo | 27 % |
16. Tengo conflictos con mis papás | 24 % |
17. He tenido arranques de violencia | 13 % |
18. He estado consumiendo sustancias (alcohol, tabaco, drogas) | 7 % |
Actividades durante el confinamiento
Las actividades más frecuentes durante el confinamiento fueron escuchar música, ver series y películas, convivir con la familia, hacer tareas académicas y contactar a los amigos en línea. Las menos frecuentes fueron leer, hacer ejercicio, actividades artísticas y jugar videojuegos (ver Tabla 5).
Frecuencia con que practicas las siguientes actividades | Siempre/casi siempre |
1. Escuchar música | 95 % |
2. Ver series y películas | 84 % |
3. Convivir con la familia | 80 % |
4. Hacer tareas académicas | 77 % |
5. Mantenerme en contacto con amigos en línea | 77 % |
6. Leer | 64 % |
7. Hacer ejercicio | 57 % |
8. Actividades artísticas (tocar instrumento, dibujar, bailar) | 53 % |
9. Jugar videojuegos | 46 % |
10. Meditar | 20 % |
Entre las respuestas a la pregunta abierta sobre otras actividades destacan las manuales y domésticas, como cocinar, tejer, bordar y jardinería (16 %); de limpieza, orden y remodelación de habitación o vivienda (12 %) y académicas extracurriculares, como cursos en línea (14 %).
Afectaciones positivas y negativas del confinamiento en la vida personal
La principal afectación negativa del aislamiento social fue no poder ver amigos, seguida de problemas para dormir, dormir más de lo habitual, comer constantemente y comer a deshoras. Sobre los efectos positivos, sobresalieron: “aprender cosas nuevas”, “dedicarme a los que me gusta”, “mejoró la comunicación con mi pareja”, “he mejorado mis hábitos”, “tengo una vida saludable”, “estudio más”, “han disminuido mis alergias” y “estoy menos estresada” (ver Tabla 6).
Qué tan de acuerdo estás con las siguientes frases sobre aspectos de tu vida personal afectados por confinamiento: | Totalmente de acuerdo/acuerdo |
1. No puedo ver a mis amigos | 81 % |
2. He podido aprender cosas nuevas | 73 % |
3. Tengo problemas para dormir | 66 % |
4. Puedo dedicarme a lo que me gusta | 63 % |
5. Duermo más de lo habitual | 58 % |
6. Como constantemente | 58 % |
7. Como a deshoras | 52 % |
8. Mis hábitos alimenticios han mejorado | 50 % |
9. Como poco sano | 35 % |
10. No puedo hacer ejercicio | 23 % |
En la pregunta abierta acerca de otras afectaciones, las respuestas se centraron en lo negativo: el 35 % reportó desánimo, apatía, cansancio, agotamiento y trastornos somáticos; el 22 % consideró afectaciones en su vida social, sexual y amorosa. Las respuestas negativas que ilustran lo anterior fueron: “ya no quiero hacer nada”, “últimamente he tenido insomnio”, “tengo problemas para comunicarme, como si el habla se hubiera estropeado un poco”, “se me cae el cabello”, “pensamientos y sueños agotadores” y “falta de expresar mi sexualidad con mi pareja”.
Necesidad de apoyo psicológico como consecuencia del confinamiento
El 4 % de los participantes solicitaron apoyo psicológico como efecto del confinamiento. Las principales razones fueron ansiedad y estrés (39 %), depresión (24 %) y otros problemas emocionales (36 %). De los que solicitaron apoyo, el 67 % dijo que fue de gran ayuda. El 9 % ya contaba con ayuda psicológica antes del confinamiento, de estos, el 58 % lo continuaron. Las razones para suspenderlo fueron porque no podían salir (28 %), cancelaron el servicio de apoyo (23 %), no quisieron llevarlo en línea (14 %) o por cuestiones económicas (13 %).
Experiencias y condiciones educativas
La mayoría continuó con sus estudios durante el confinamiento, tuvo acceso a internet, contó con un dispositivo para realizar actividades académicas y usaron nuevas herramientas tecnológicas. Algunos adolescentes indicaron no tener condiciones adecuadas para estudiar. La cuarta parte no disponía de espacio y 41 % no contaba con buena conectividad. Se encontró que a los estudiantes les desagradó la modalidad en línea porque requería más tiempo de trabajo, interacciones con los compañeros más difíciles, clases menos estructuradas y sin retroalimentación de los maestros (ver Tabla 7).
Qué tan de acuerdo estás con las siguientes frases: | Totalmente de acuerdo/acuerdo |
1. Dispongo de computadora o dispositivo móvil con cámara y audio para actividades en línea | 88 % |
2. Estoy usando nuevas herramientas tecnológicas | 81 % |
3. La modalidad en línea requiere más tiempo de trabajo | 80 % |
4. Dispongo de espacio adecuado para estudiar | 74 % |
5. He aprendido a ser autónomo | 69 % |
6. Tengo buena conectividad a internet | 59 % |
7. Recibo retroalimentación de maestros | 50 % |
8. Dejo para último momento mis actividades escolares | 36 % |
9. Las interacciones con compañeros de clase son fáciles en línea | 28 % |
10. Me gusta la modalidad en línea | 24 % |
11. Las clases en línea son más estructuradas | 16 % |
Discusión
El objetivo de esta investigación fue describir las experiencias de jóvenes mexicanos frente a la pandemia de COVID-19 durante el confinamiento estricto. Se construyó un instrumento exprofeso para indagar datos sociodemográficos, información sobre COVID-19, condiciones de vida, acciones de cuidado, emociones, experiencias, actividades realizadas, afectaciones en vida personal, apoyo psicológico, experiencias escolares y expectativas postconfinamiento.
Las características sociodemográficas de los participantes evidencian que se trata de una población hasta cierto punto protegida, que vive en un ámbito urbano y pudo continuar estudios a distancia, con las dificultades propias de adaptación a la educación en línea. Las condiciones de vivienda y número de personas compartiendo espacios reflejan que no hubo hacinamiento. Solamente un pequeño porcentaje tuvo necesidad de trabajar, la mayoría estuvo respaldado por su familia. Estas circunstancias ubican a los participantes dentro de una población menos vulnerable social y económicamente (Bazán et al., 2020; Espada et al., 2020). La escolaridad de los jóvenes pudo haber influido en que prácticamente todos tuvieran información acerca del COVID-19 y respetaran las medidas sanitarias de confinamiento y distanciamiento social de manera estricta; pocos infringieron el confinamiento (Andrews et al., 2020; Oosterhoff et al., 2020).
En contraste con investigaciones enfocadas en el impacto psicológico, donde principalmente se describen los síntomas emergentes, este estudio se abocó a indagar distintos tipos de experiencias y vivencias de jóvenes mexicanos (Branje y Sheffield Morris, 2021; Wan, et al., 2020; Gómez-Gómez et al., 2020; Hertz y Cohen Barrios, 2021; Lacomba-Trejo et al., 2020; Orben et al., 2020; Orgilés et al., 2020). La mayoría reportaron experiencias y emociones favorables, resaltando la oportunidad que el confinamiento les brindó para pasar y convivir más tiempo con la familia (Orgilés et al., 2020). Señalaron sentirse felices, vivenciar un clima armonioso, estar en casa relajados y tranquilos, tener personas con quienes compartir sus sentimientos, y ser tolerantes ante conflictos y peleas con padres (Bazán et al., 2020).
La presencia de experiencias emocionales favorables resalta el papel protector de la familia. Prácticamente todos los participantes vivieron el confinamiento en familia, preocupados porque algún pariente se pudiera contagiar (Muñoz-Fernández y Rodríguez-Meirinhos, 2021). Lo anterior sugiere que, en situaciones catastróficas, los jóvenes se sienten más protegidos estando en familia, dato que coincide con hallazgos de Oosterhoff et al. (2020), quienes concluyen que las motivaciones para que los jóvenes aceptaran al menos un pequeño distanciamiento social son la responsabilidad social y no querer que otros se enfermen.
Los participantes expresaron realizar diversas actividades creativas y de entretenimiento. Destacan dedicar tiempo a escuchar música, ver series y películas, leer, aprender cosas nuevas, actividades académicas y contactar amigos en línea (Lacomba et al., 2020). Los resultados relacionados a emociones favorables y realización de actividades creativas indican que la mayoría de los jóvenes posee características de fortaleza psicológica, capacidad de adaptación y estrategias adecuadas de afrontamiento (Giménez et al., 2010; Valiente Barroso et al., 2020).
Por otro lado, las principales preocupaciones de los participantes fueron la salud y situación económica familiar. Esto puede explicarse porque todavía durante la adolescencia es necesario el acompañamiento y protección familiar, especialmente cuando condiciones traumáticas como la pandemia reavivan los sentimientos infantiles de desamparo, que al alterar la vida cotidiana los podía colocar en una situación de mayor vulnerabilidad (Cao et al., 2020; Espada et al., 2020; Klootwijk et al., 2021). La pandemia y el confinamiento generaron un cúmulo de experiencias y reacciones emocionales desfavorables como incertidumbre, aburrimiento, frustración, angustia, estrés, tristeza, irritabilidad, enojo, problemas para dormir y alteraciones en hábitos alimenticios. Afectaciones en el bienestar emocional asociadas a la pandemia que se han encontrado en adolescentes de diversos países (Branje y Sheffield Morris, 2021; Cao et al., 2020; Muñoz-Fernández y Rodríguez-Meirinhos, 2021; Orgilés et al., 2020).
Una de las áreas más perjudicadas fue la vida social. Aunque la mayoría mantuvo contacto social por medios digitales, también manifestaron extrañar su vida anterior, no poder ver a sus amigos y desesperación por salir. El confinamiento los ha privado del contacto cara a cara con los pares, indispensable para lograr autonomía (Andrews et al., 2020). No obstante que las secuelas del largo aislamiento social sobre la salud mental se podrán conocer con mayor certeza tiempo después que termine esta situación. Esto bajo el conocimiento de que la privación social tiene efectos nocivos en el comportamiento social y fisiológico (Espada et al., 2020; Orben et al., 2020). Algunas secuelas ya empezaban a presentarse pues el bienestar emocional de un tercio de los participantes se vio seriamente afectado. Estos mencionaron experiencias negativas como llorar frecuentemente, sentirse invadidos, sin intimidad, solos y aislados, sin gustarles estar en casa, viviendo un ambiente hostil. Algunos refirieron situaciones de violencia y poco consumo de sustancias (Espada et al., 2020; Lacomba et al., 2020).
Es necesario prestar atención a este porcentaje de participantes que, aunque menor, ha sido negativamente afectado. Sus experiencias revelan un malestar emocional de mayor vulnerabilidad, sin poder dar salida creativa a sus emociones, poniéndose a sí mismos y a los que lo rodean en riesgo. Los problemas somáticos del sueño y alimentación, el desánimo, apatía, cansancio y agotamiento, son síntomas de una afectación en la salud mental que representan una alerta, para que los servicios de atención psicoterapéutica se dirijan prioritariamente a esta población más vulnerable (Espada et al., 2020).
En relación con las afectaciones educativas relacionadas al cierre de escuelas, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés, 2021), en más de 190 países, millones de estudiantes y personal educativo fueron perjudicados. Considerando que la muestra de este estudio estuvo integrada mayormente por estudiantes, era esperado que una actividad sustancial fuera realizar tareas académicas (distracción principal), que de alguna manera les permitió sobrellevar mejor el aislamiento. Mantenerse ocupados para responder las exigencias escolares redujo la posibilidad de centrarse en los sentimientos de incertidumbre y soledad. Las actividades escolares facilitaron la interacción con compañeros y maestros, mitigando la distancia forzada por el aislamiento (Yedro, 2020).
La enseñanza cambió de presencial a en línea, tomando desprevenidos tanto a la administración como al profesorado y estudiantes (Mahapatra y Sharma, 2021). Se esperaría que para estos últimos la situación fuera más fácil por ser nativos de la tecnología, pero no fue así. La mayoría informó contar con dispositivos y tecnología necesarios, pero los resultados evidenciaron desagrado por esta modalidad. Estudiar en línea los obligó a ser autónomos, pero se sintieron abandonados y sin retroalimentación de maestros. La interacción con sus compañeros de clase fue difícil, lo que favoreció que vivenciaran preocupación y estrés por su aprendizaje. Estos hallazgos coinciden con lo reportado por la UNESCO (2021) en relación al efecto negativo en el aprendizaje, bienestar emocional y desarrollo de los estudiantes derivado del cierre de escuelas. El bienestar emocional, como apuntan Mahapatra y Sharma (2020), es necesario para un aprendizaje significativo, por el contrario, el malestar emocional matizado por tristeza, incertidumbre, ansiedad, aislamiento y soledad afecta negativamente todas las áreas de la vida, incluyendo el aprendizaje. En este sentido, será fundamental que las instituciones educativas se aboquen a la protección y promoción de la salud física y mental de estudiantes, maestros y personal.
La investigación tiene la limitación de que la muestra estudiada presenta características particulares: relativamente protegidas, procedentes de zonas urbanas, vivían con familia nuclear, estudiaban, con acceso a internet y dispositivos electrónicos. Sería conveniente indagar los aspectos estudiados en una población desfavorecida, sin acceso a internet que radique en zonas rurales, así como comparar las diferencias de afrontamiento por sexos y edad. Asimismo, los datos se obtuvieron al inicio, durante el confinamiento estricto, y las respuestas de los jóvenes pueden haber variado con el paso del tiempo.
Conclusiones
La familia constituye un factor de protección, evidenciando la importancia del acompañamiento familiar durante la adolescencia y el apoyo que los propios jóvenes fueron capaces de ofrecer a sus seres queridos. Por otro lado, los ámbitos social y escolar parecen ser los más afectados y, aunque los jóvenes mantienen contacto con sus amigos, los encuentros amorosos fueron obstaculizados, faltando la cercanía del contacto físico. Durante la adolescencia. el grupo de amigos tiene mayor relevancia como puente entre la dependencia familiar, las relaciones exogámicas y la independencia. La institución escolar deberá tomar las medidas necesarias para recuperar y facilitar el aprendizaje, sea presencial o en línea, y promover el bienestar emocional.
Se concluye que, si bien en la adolescencia la interacción social es imprescindible para alcanzar la madurez, los participantes durante el confinamiento mostraron en su mayoría capacidad para adaptarse al entorno de manera saludable, solidarios, preocupados por la integridad de sus familiares, interesados en su futuro y el aprendizaje a pesar de la incertidumbre.
Esta investigación contribuye a la caracterización de las diferentes formas de afrontamiento entre los jóvenes ante situaciones catastróficas como la pandemia. Debido a que para algunos las dificultades han sido mayores y su bienestar emocional se ha deteriorado; a ellos deberán dirigirse los servicios de salud mental. La comunidad de profesionales en psicoterapia tiene mucho que ofrecer en este campo.