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Estudios sociológicos

On-line version ISSN 2448-6442Print version ISSN 0185-4186

Estud. sociol vol.33 n.98 Ciudad de México May./Aug. 2015

 

Artículos

Migración interna y logro ocupacional en la Ciudad de México1

Internal migration and occupational achievement in Mexico city

Julio Santiago Hernández* 

* Cancún 143, Col. Lomas de Padierna, Delegación Tlalpan, C.P. 14200, México, D.F., correo electrónico: jsantiago@segob.gob.mx.


Resumen

El propósito de este trabajo es analizar el efecto de la situación migratoria en la inserción laboral y el logro ocupacional. Interesa saber si las diferencias observadas se deben a su condición migratoria en sí misma o bien a otras variables sociodemográficas asociadas a su condición que podría poner a los migrantes en situación de desventaja en el mercado de trabajo de la Ciudad de México. Para ello utilizamos los datos de la Encuesta sobre Desigualdad y de Movilidad Social en la Ciudad de México, 2009. A diferencia de los estudios de las principales ciudades de México durante el modelo sustitutivo de importaciones, que suponían que las tasas de movilidad ocupacional ascendente beneficiaban prácticamente por igual a quienes habían nacido y crecido en la ciudad que a los inmigrantes rurales, nuestros resultados sugieren lo contrario: que a los migrantes les va mal, pero no por el hecho de ser migrantes, sino porque tienden a contar con menores atributos económicos, culturales y de capital social en sus familias de origen, lo que les impide sacar provecho de sus esfuerzos para lograr un desempeño educativo y profesional similar o superior al de los nativos. Otro hallazgo sugiere que incluso después de controlar el origen social desventajoso, las mujeres migrantes rurales tienen un desempeño consistentemente desfavorable en comparación con las nativas de la Ciudad de México.

Palabras clave: inserción laboral; situación migratoria; logro ocupacional; mercados de trabajo

Abstract

The purpose of this work is to analyze the effect of migration status on labor market insertion and occupational achievement. It is of interest to know whether the observed differences between people with a different migration status (from first-generation rural migrants to natives) are due to their migratory condition per se or other sociodemographic variables associated with their status that could put migrants at disadvantage in the labor market of Mexico City. We elaborate on this by using data from the Survey on Inequality and Social Mobility in Mexico City, 2009. Unlike studies of major Mexican cities during the import substitution model, wich assumed that upward occupational mobility rates benefited almost equally the born and raised in the city and the rural migrants our results suggest the opposite: that migrants do poorly, but not for the fact that they are migrants, but because they tend to have lower economic, cultural and social capital attributes in their families of origin due to certain factors that leave them unable to capitalize on their efforts to achieve an educational and occupational performance similar or superior to that of the natives. A suggestive finding is that, even after controlling for the disadvantageous social background, female rural migrants show a consistently unfavorable performance when compared to the native women of Mexico City.

Key words: migration status; labor insertion; occupational achievement; labor markets

Introducción

El estudio de los patrones de incorporación de los migrantes a las ciudades ocupó un lugar preponderante en la investigación sociodemográfica en México, al menos hasta la década de los años setenta. La creciente industrialización y urbanización inherente al modelo de desarrollo de “industrialización por sustitución de importaciones (ISI)”, explicó el éxodo masivo de habitantes de áreas rurales hacia las principales ciudades del país, particularmente a la Ciudad de México, que fue capaz de generar el empleo requerido para acomodar la creciente oferta de fuerza de trabajo.

Sin embargo, para la década de los ochenta el panorama cambió a raíz de la profunda crisis económica experimentada por el país. Pero a diferencia de décadas pasadas en las que se hicieron importantes estudios orientados a profundizar en el conocimiento de la migración hacia las ciudades, durante este periodo pocos fueron los trabajos dedicados a indagar sobre las nuevas características de la migración interna hacia las grandes áreas urbanas en México, las formas emergentes de inserción en la actividad económica de los migrantes en los lugares de destino y las situaciones que experimentan los migrantes en su nuevo entorno, que en ocasiones no son más que un intento fallido por escapar de la pobreza extrema en sus lugares de origen (Partida, 2010).

En ese sentido, el presente trabajo busca contribuir a renovar el interés por el estudio de las consecuencias de la migración interna a las grandes áreas urbanas del país, en particular a la Ciudad de México, a partir de la recuperación del enfoque retrospectivo de historias de vida, inaugurada por los estudios clásicos de la década de los sesenta y setenta (Balán, Browning y Jelín, 1973; Muñoz, Oliveira y Stern, 1977; Contreras Suárez, 1978; Arroyo y Winnie, 1979), pero con datos más actualizados, a partir de la información proporcionada por la Encuesta sobre Desigualdad y Movilidad Social en la Ciudad de México (EDESMOV).2 Más específicamente, el propósito de este trabajo es analizar los determinantes y patrones de inserción laboral de los migrantes a la Ciudad de México, con el fin de evaluar hasta qué punto la migración a la mayor aglomeración urbana del país sigue representando una alternativa de logro ocupacional (tal como lo fue durante el periodo de sustitución de importaciones), o bien representa un paso a condiciones de desventaja y marginación permanente.

La exposición del trabajo quedó organizada en cinco secciones además de la introducción y el anexo. En la primer parte, se reflexiona sobre los vínculos entre la migración interna, cambios económicos y los factores determinantes del logro ocupacional. En la segunda se hace la presentación de los datos y variables de análisis. En la tercera se muestran las estadísticas descriptivas por sexo para dar cuenta de algunas de las consecuencias propiciadas por la migración en las formas de inserción social de los sujetos en la Ciudad de México. En la cuarta aparte, para el análisis de los determinantes del logro ocupacional se recurrió a los modelos de regresión donde la variable dependiente será la ocupación del individuo a los 30 años. Primero, se presentan modelos bivariados de regresión logística ordenada por cohorte y sexo para valorar la probabilidad de que un individuo obtenga una ocupación de mayor estatus que otro individuo en el tiempo. Posteriormente, se utilizan modelos de regresión logística multivariados para ver si el efecto de la migración persiste una vez controladas otras características socioeconómicas de las personas, principalmente aquellas relacionadas al origen social. Finalmente, se presentan algunas reflexiones finales.

Migración interna y ocupación

En un balance de la bibliografía internacional sobre la relación entre migración y trabajo de los años setenta, Standing destaca, además de la atención conferida al tema del periodo analizado, la coexistencia de tres hipótesis opuestas acerca de los procesos de inserción o adaptación de los migrantes al mercado de trabajo. La primera, que los migrantes al llegar a las ciudades formaban un contingente nuevo de oferta de trabajo que no siempre es absorbido por la estructura ocupacional o que se inserta en ocupaciones de baja productividad y bajos salarios.3 La segunda, que los migrantes entran en un entorno inferior pero al tomar en cuenta la edad, sexo y la calificación educativa, son ascendentemente móviles, de modo que los perfiles ocupacionales de los migrantes y no migrantes eran esencialmente similares. La tercera, que los migrantes entran en todos o en la mayoría de los estratos de la fuerza de trabajo y que la segmentación del mercado de trabajo y la estratificación de la fuerza de trabajo no están restringidas a la absorción y movilidad de los migrantes (Standing, 1983: 253).

En el caso de los estudios en México, al revisar los documentos sobre el tema éstos parecen corroborar más la primera hipótesis. De acuerdo con Muñoz, Oliveira y Stern (1977), el hecho de ser migrante no “explicaba” por sí mismo el que una persona ocupara una posición marginal. No obstante, reconocían que era probable que los migrantes debido a ciertos factores individuales y contextuales tuvieran una mayor propensión a contar con dichos atributos y en consecuencia a ocupar posiciones marginales. Por tanto, para estos autores la existencia de ocupaciones marginales era una resultante de las características específicas de la estructura social, y la posibilidad de que fueran unas personas y no otras quienes las ocuparan, dependía en parte de una serie de atributos individuales que no se encontraban en el vacío, sino que también obedecían a las características estructurales del país.4

En otro trabajo, Balán y Jelín (1973) señalaron que los migrantes como grupo presentaron niveles inferiores a los nativos en términos de indicadores de estratificación tales como educación, ocupación, ingreso y vivienda. Un alto porcentaje de los migrantes provenía de comunidades rurales y dados los conocidos desniveles de desarrollo en México entre áreas rurales y urbanas, no era de extrañarse que los migrantes en conjunto se concentraran en mayor proporción que los nativos en los niveles inferiores. Pero cuando consideraron los orígenes de los migrantes (el tamaño junto con la ubicación en la estratificación de la comunidad de la cual provenían),5 así como la edad al migrar y el tiempo de residencia en la ciudad, el panorama fue distinto.

Los migrantes de origen urbano, criados en ciudades medias y grandes, tenían características socioeconómicas similares o superiores a las de los nativos. Aquellos que se criaron en comunidades rurales o pequeños pueblos presentaron niveles educativos, ocupacionales, de ingreso y vivienda más bajos que los migrantes urbanos y nativos. Sin embargo, Balán y Jelín reconocen que aun suponiendo que los migrantes rurales tuvieran orígenes promedio más bajos que los nativos de las ciudades de destino, no es axiomático que las probabilidades de ascenso sean más bajas. En efecto, los migrantes rurales confrontaban difíciles condiciones socioeconómicas al arribar a la ciudad, pero el dinamismo económico y sus propios esfuerzos en la autogeneración de oportunidades les ofrecían posibilidades reales de integración económica, a tal grado que las tasas observadas de logro ocupacional eran similares para los migrantes rurales y los nativos de las ciudades (Balán, Browning y Jelín, 1973).

Hallazgos como éstos fueron frecuentemente reportados en la literatura contemporánea. Estudios como el de Contreras Suárez (1974), para la Ciudad de México, resume en esencia tal conclusión:

Las diferencias en las probabilidades de movilidad entre nativos y migrantes son muy pequeñas, lo que quiere decir que ambos compiten ventajosamente en el mercado ocupacional [...] Pero si la posición ocupacional inicial es la más baja, entonces los nativos muestran probabilidades mayores de ascenso que los migrantes, mismas que se acentúan, conforme al periodo biográfico considerado más avanzado. (Contreras Suárez, 1974: 298)

Sin pretender hacer una revisión bibliográfica exhaustiva sobre el tema y sus principales hallazgos, más bien fijándose en los estudios que de alguna manera se referían al objeto de estudio de este trabajo, lo hasta aquí referido resume a buenas cuentas una parte de la realidad que estudiaron los analistas de los estudios comparativos de la mano de obra migrante y nativa de la época.

Sin embargo, el panorama cambió sustancialmente a partir de los años ochenta, cuando el interés de los investigadores se trasladó a otros temas.6 Además, las grandes ciudades del país, incluida la Ciudad de México, se vieron fuertemente afectadas por la crisis y la reestructuración económica, al pasar de ser el principal centro receptor de población, a fuente de corrientes migratorias hacia otros destinos y, más aún, entidad expulsora de población, principalmente desde su núcleo central. En este último punto, será necesario detenerse un momento para precisar algunos de esos cambios económicos y su vínculo con la migración interna.

La migración a la Ciudad de México

México ha experimentado profundos cambios en distintas esferas de la vida nacional desde la primera mitad del siglo pasado. Entre las grandes transformaciones ocurridas en México destaca el acelerado crecimiento de las ciudades, que fue particularmente intenso a partir de 1940 y se asoció con el alto y sostenido crecimiento económico que experimentó el país desde aquellos años.7 Este acelerado crecimiento se debió en buena medida a la migración rural-urbana que provocó la redistribución de la población en el espacio y su concentración en las ciudades del país, siendo la capital del país la que captó el mayor número de inmigrantes,8 convirtiéndose desde 1940 en un fuerte polo de atracción de población rural empobrecida, como resultado en parte, de la ISI que se consolidó durante las décadas de los cincuenta y sesenta conformando la etapa del desarrollo “estabilizador” o crecimiento con estabilidad en los precios y en la balanza de pagos (García Guzmán, 1988; Romer, 2009; Corona y Luque, 1992).

Las políticas del gobierno que estimularon la industrialización9 llevaron a la centralización de los recursos en los centros urbanos, atrayendo constantemente a personas de regiones rurales. Se crearon oportunidades de empleo rápidamente en las grandes ciudades, sobre todo en la Ciudad de México que durante la década de los cuarenta alcanzó tasas medias anuales de 7% y 7.6% para hombres y mujeres, brindando estímulos a las migraciones internas. Esta oferta de empleos sufrió un descenso considerable en los decenios posteriores de 1950, 4.9% y 5% y en el de 1960, 3.2% y 3.3% (Contreras Suárez, 1974). En consecuencia, los migrantes comenzaron a incorporarse al sector servicios que fue responsable de generar 30.2% de los nuevos empleos en los años cuarenta, 33.2% en la década de los cincuenta, y de 55.5% en los sesenta (Contreras Suárez, 1972).10 Pero fue en el sector informal urbano, es decir, en el empleo no contractual y de bajos ingresos -principalmente por cuenta propia- donde la mayoría de los migrantes rurales se ocuparon durante los años cincuenta y sesenta (Arizpe, 1975).

Si bien en la década de 1940 los importantes flujos migratorios hacia la capital respondían a una atracción real que se reflejaba en las oportunidades de empleo y mejor salario, en los decenios posteriores la intensificación de la migración ocurrió al margen de la demanda de mano de obra y reflejó básicamente el desempleo y el subempleo en la agricultura, resultado de una profunda crisis que atravesaba el sector (Muñoz, Oliveira y Stern, 1977: 131). En efecto, se observó una intensificación del flujo migratorio en las décadas de 1960 y 1970 a pesar de la constante disminución de las oportunidades de empleo.

Entre 1940 y 1970,11 la Ciudad de México había recibido aproximadamente a 50% de los migrantes de todo el país, hecho que, aunado a un crecimiento natural elevado de la población que vivía en la ciudad capital, llevó a que ésta mostrara una de las tasas de crecimiento más elevadas en el mundo, superior a 5% anual durante las tres décadas.12 En 1970, más de la tercera parte de los ocho millones de habitantes con los que contaba la ciudad eran inmigrantes (Muñoz, Oliveira y Stern, 1977: 115). Este sólo hecho da cuenta de la importancia del fenómeno migratorio en 1970, que se advertía aún más si se tomaba en cuenta que alrededor de 54 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA) masculina de 21 a 60 años estaba constituida por fuerza de trabajo inmigrante (Muñoz, Oliveira, y Stern, 1977). Esta masa de trabajadores logró integrarse en mayor medida al sector secundario -en las industrias que fabrican bienes de producción- que en otras ramas del sector terciario, incluidos los servicios personales que tuvieron un peso importante en la demanda de mano de obra (Muñoz, Oliveira y Stern, 1977).

Si bien hasta la década de 1970 los migrantes tuvieron la posibilidad de integrarse al mercado de trabajo en ocupaciones con cierta seguridad laboral, los inmigrantes de las décadas posteriores, sobre todo de origen rural, cuya experiencia se limitaba de manera predominante a la agricultura, quedaron más afectados por la pobreza (marginalidad urbana). Su integración al sector manufacturero implicó salarios más bajos mientras que muchos otros no lograron integrarse, lo que los orilló al subempleo (o desempleo) disfrazado con remuneraciones por debajo del salario mínimo establecido (Muñoz, Oliveira y Stern, 1977: 129).

Sin embargo, ya desde principios de los años setenta comenzó un cambio sustancial en el desarrollo económico de México que condujo a un periodo de estancamiento con inflación.13 La disminución en el crecimiento de la economía en esos primeros años desembocó en la recesión y devaluación de finales de 1976 con una evidente ruptura del modelo de desarrollo mexicano.14 La recesión duró poco, pronto se descubrieron reservas de petróleo que liberaron a la economía de las restricciones financieras externas. Sin embargo, las expectativas del gobierno de obtener mayores ingresos por el petróleo estimularon un mayor gasto incrementando, con el tiempo, el déficit público que, aunado a un peso sobrevaluado, provocaron un desequilibrio en la balanza de pagos (Ruiz Chiappeto, 1999).15 Este periodo fue seguido por otro en el que se profundizó y amplió la crisis ya entrados los ochenta.16

Lo anterior marcó una nueva etapa del crecimiento de la Ciudad de México, como consecuencia del nuevo esquema económico de mayor apertura a la competencia externa, que se manifestó en el descenso de su ritmo de crecimiento que pasó de 3.9% entre 1970 y 1980 a 2% para el periodo 1980-1990. En esencia, esta disminución fue resultado de la convergencia de dos factores: por un lado la disminución de las tasas brutas que pasaron de 34 nacimientos por mil entre 1970 y 1980 a los 25 nacimientos por mil entre 1980 y 1990 (Camposortega Cruz, 1992).17

Por otro lado y quizá el cambio más importante, la modificación de su comportamiento histórico de ser el principal centro receptor de población del país, en la década de los ochenta, se convierte en el principal expulsor de población (Corona, Chávez y Gutiérrez, 1999). Los datos censales indicaron que durante el quinquenio de 1975-1980 la Ciudad de México alcanzó un saldo neto migratorio positivo cercano a las 105 mil personas, lo cual implicó una tasa media de migración neta del orden de 0.7%. En contraste, para el quinquenio 1985-1990 la situación fue diferente, la inmigración disminuyó, en tanto que la emigración casi duplicó su magnitud,18 tornando negativa a la tasa de migración neta con un valor cercano a -1.9% (Camposortega Cruz, 1992).19 Para el primer lustro de los noventa,20 los datos del Conteo de 1995 mostraron una relativa recuperación de su balance migratorio, que fue confirmada por el XII Censo General de Población y Vivienda que reveló que la Ciudad de México recuperaba su balance migratorio para llegar prácticamente a cero en el periodo 1995-2000,21 tendencia que ha continuado hasta el quinquenio más reciente de 2005-2010, según datos censales.22

Uno de los principales aspectos que muestran los cambios ocurridos en la migración de los años ochenta y noventa, es que el origen geográfico de los migrantes ha variado poco, lo que ha cambiado es la importancia relativa de cada una de las entidades de origen.23 De igual forma las características sociodemográficas de la población inmigrante en la Ciudad de México han experimentado pocos cambios. Continuó llegando población con bajos niveles de escolaridad, que se ubicó principalmente en el sector terciario, en el trabajo informal o en el empleo doméstico. Una diferencia importante de los años noventa con la década anterior, es el cambio de predominio femenino por el masculino.24 Respecto de la estructura por edad, los inmigrantes menores de 15 años representaron 20% de la población que llegó en el quinquenio 1990-1995, mientras que la población de 15 a 34 años de edad representó 61%. Esto significó que aproximadamente 80% de la población inmigrante tenía menos de 35 años, lo que sugería una migración predominantemente laboral (Corona, Chávez y Gutiérrez, 1999).

Otro aspecto que vale la pena destacar en lo que se refiere a la condición de actividad de la población migrante, es que 57% de los inmigrantes declaró trabajar. Entre la población inmigrante ocupada en la Ciudad de México destacó la proporción de empleados u obreros que representaba 77%, en cambio 13.5% eran trabajadores por cuenta propia y sólo 2.1% eran patrones o empresarios. Además de estas características, las principales ramas de actividad en las que se ocupaban eran la industria con 33% (de este porcentaje la mitad eran peones y operarios de maquinaria no especializada), los servicios (en especial los domésticos, 19%) y las actividades comerciales (18%) (Corona, Chávez y Gutiérrez, 1999). El conjunto de estos elementos muestra que la migración de la población a la Ciudad de México es una expresión del reacomodo de los habitantes de medianos o pocos recursos en busca de mejores condiciones de vida. Sin embargo, habrá que explorar la validez de este planteamiento a la luz de las condiciones críticas que hoy enfrenta la economía de la ciudad y el país.

Descriptivos

El análisis que se presenta a continuación mostrará de manera descriptiva la incorporación a la estructura económica de nativos y migrantes en la Ciudad de México considerando el tipo de ocupación, la posición y la rama de actividad en la que los trabajadores son absorbidos a los 30 años de edad por sexo.25

El cuadro 1 muestra que entre los migrantes varones existen algunas diferencias según su situación migratoria y su origen rural o urbano. Por ejemplo, la participación de los migrantes varones en las actividades manuales es mayor dependiendo del origen rural o urbano, particularmente en las ocupaciones manuales bajas. En contraste, entre los nativos y los hijos de migrantes nacidos y/o socializados en la Ciudad de México para 2009 no se identifican diferencias significativas en la estructura ocupacional, no obstante llama la atención la mayor participación relativa de los migrantes de segunda generación en las actividades no manuales altas e intermedias (31%) y una menor participación relativa en las ocupaciones manuales altas (28%). Lo que sugiere que los hijos de migrantes nacidos y/o socializados en la Ciudad de México podrían competir incluso ventajosamente frente a los nativos en el mercado ocupacional de la ciudad.

Cuadro 1 Características ocupacionales según situación migratoria, cohorte y sexo de los residentes a los 30 años de edad en la Ciudad de México 2009 (casos ponderados) 

Fuente: elaboración propia con base en datos de la Encuesta sobre Desigualdad y Movilidad Social en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México 2009.

Respecto a la presencia de población migrante en las ocupaciones no manuales se presentan también algunas diferencias, en tanto que los nativos y segunda generación de migrantes se ubican en proporciones que van de 25% y 31% en las actividades no manuales altas e intermedias, respectivamente. Los migrantes de primera generación logran una representación menor en tales ocupaciones, en comparación con los primeros, 10% para los urbanos y 16% para los rurales.26

Las diferencias entre los varones asociadas a su situación migratoria y su origen rural o urbano se mantienen cuando se toma en cuenta la rama de actividad, aunque la mayoría se ubica en los servicios técnicos, profesionales, personales y sociales, producto del proceso de expansión, modernización y diversificación del sector terciario (Oliveira, Ariza y Eternod, 2001). Los migrantes con origen rural o urbano presentan algunas diferencias, por ejemplo los de origen urbano le dan menos peso a este tipo de servicios (18.7%) y más a la manufactura (28.5%), el comercio (21%) y la construcción (15%). En contraste los de origen rural se concentran en mayor medida en los servicios técnicos, profesionales, personales y sociales (46%), y la manufactura (27%). Los nativos y migrantes de segunda generación no presentan diferencias estadísticamente significativas en todas las ramas de actividad, lo que sugiere que las posibilidades de insertarse en alguna de las ramas de actividad son similares entre nativos y migrantes de segunda generación.

Respecto de la posición ocupacional no se evidencian diferencias estadísticamente significativas. No obstante llama la atención la mayor concentración en la posición de empleados u obreros de una empresa privada, independientemente de la situación migratoria o del origen rural o urbano, en parte debido al proceso de asalarización de la mano de obra por el que ha atravesado el país en las últimas décadas (Oliveira y Mora, 2010).

En el caso de la migración femenina, de la cual se conoce muy poco, los trabajos de los setenta hicieron importantes contribuciones al conocimiento de la magnitud y características de las migraciones de mujeres.27 Por ejemplo, evidenciaron que desde los años treinta existía un predominio de la migración femenina frente a la masculina en las corrientes que se dirigían a las zonas urbanas, en particular a la Ciudad de México (Oliveira, 1984). Esta selectividad era especialmente marcada en el grupo de edad de 10 a 19 años (Muñoz, Oliveira y Stern, 1977).

De hecho, la migración hacia la Ciudad de México fue señalada por los estudios de la época como la corriente de predominio femenino más marcado y la que se analizó con mayor detalle. Por ejemplo, para 1970 más de 40% de la población femenina económicamente activa de la Ciudad de México era inmigrante y provenía principalmente de áreas rurales y en menor medida de zonas urbanas,28 su inserción laboral se concentraba en ocupaciones manuales no obreras, principalmente en los servicios domésticos y en el comercio ambulante (Leff, 1974; Arizpe, 1975). A diferencia, las mujeres nativas participaban más en los sectores de empleo que pertenecían a los estratos medios (García, Muñoz y Oliveira, 1979).

Aunque las migraciones femeninas y su inserción en los mercados de trabajo han sido poco analizadas, en años recientes nuestra estimación muestra que para 2009 la mitad de las mujeres nativas, dos quintos de la segunda generación y un quinto de las inmigrantes urbanas, se ocupaban en actividades no manuales (profesionales, técnicas y administrativas), mientras que entre las inmigrantes rurales más de 70% eran trabajadoras manuales. Estos resultados sugieren que las mujeres migrantes, particularmente las de origen rural, están menos representadas que las nativas en las ocupaciones no manuales, hipótesis que ya había sido analizada por los estudios de los setenta (García, Muñoz y Oliveira, 1979).

Al analizar la distribución por rama de actividad económica nuestros resultados sugieren, como en el caso de los hombres, una concentración fuerte de mujeres en los servicios técnicos, profesionales, personales y sociales, producto del proceso de expansión, modernización y diversificación de este sector. Llama la atención la mayor concentración de las migrantes de primera generación en los servicios técnicos, profesionales, personales y sociales, con cerca de 66% independientemente de su origen rural o urbano.29 Lo anterior podría estar sugiriendo el acceso complementario de mujeres migrantes urbanas que trabajan en el servicio doméstico y en el cuidado de ancianos y menores, nicho que había sido cubierto por las migrantes rurales con menos educación. Por último, respecto de la posición ocupacional, en general las diferencias son muy pequeñas para ser significativas tanto estadísticamente como desde un punto de vista analítico.

De lo hasta aquí señalado podría deducirse que la migración interna hacia la Ciudad de México ha tenido un impacto diferenciado sobre su estructura ocupacional según se trate de flujos masculinos o femeninos. Aunque las migraciones femeninas y su inserción en los mercados de trabajo han sido poco analizadas en años recientes, existen indicios de que el tipo de mujeres que están inmigrando son relativamente menos jóvenes, de origen más urbano y tienen mayor escolaridad que en 1970. La inserción laboral es más diversificada y han aumentado las trabajadoras no manuales. Entre los empleos manuales de las inmigrantes ocupan un lugar destacado el servicio doméstico, el comercio y el trabajo en la industria del vestido (Oliveira, 1984; López, Izazola y Gómez de León, 1991; Corona y Rodríguez, 1991; Santiago Hernández, 2012).30

Finalmente, es importante señalar que este tipo de análisis es limitado pues no permite observar los efectos “brutos”31 de la situación migratoria sobre la inserción en el mercado de trabajo y el logro ocupacional, así como establecer en qué medida estos efectos son el resultado per se de la situación migratoria, o bien se originan en otras características sociodemográficas asociadas a la condición de migrante que ponen en desventaja a los migrantes en el mercado de trabajo. Por lo tanto, es evidente la necesidad de examinar en forma conjunta el efecto de la migración, los orígenes sociales y otras variables sobre el logro ocupacional, tratando de separar los efectos de la condición migratoria de otras variables, como son la ocupación y educación del padre, las cohortes de nacimiento, el logro educativo y el sexo. Esto se puede lograr mediante la aplicación de modelos de regresión, lo cual ocupará las siguientes secciones de este trabajo.

Determinantes del logro ocupacional

Previo al análisis de los determinantes del logro ocupacional, es importante mostrar las diferencias en la inserción ocupacional según la situación migratoria a través de las distintas cohortes de nacimiento.32 Esto permitirá obtener una idea general de los posibles efectos de la situación migratoria sobre el logro ocupacional a través del tiempo histórico, que enmarca una serie de transformaciones en el desarrollo urbano de la Ciudad de México y del país en general. En ese sentido el presente apartado procura estudiar las transformaciones estructurales del último tercio de siglo en intervalos de tiempo delimitados y su impacto sobre las oportunidades de ascenso ocupacional de cada una de las cohortes que se distinguen para efectos de análisis.

Los miembros de la cohorte más antigua (1950-1959) cumplieron 30 años de edad entre 1980 y 1989, es decir, durante la crisis de los años ochenta. La cohorte intermedia (1960-1970) alcanzó los 30 años de edad entre 1990 y 2000, esto es, en la fase inicial de instrumentación del modelo exportador. Finalmente, la cohorte más joven (1971-1979) cumplió los 30 años entre 2000 y 2009, durante la fase de consolidación del modelo económico. En otras palabras, la vivencia de cada cohorte refleja un periodo específico del cambio económico y social experimentado por el país y la propia Ciudad de México durante los últimos 30 años, por lo que los cambios entre cohortes muestran los efectos de estas transformaciones en el logro ocupacional.

Para el análisis de los determinantes del logro ocupacional se utilizan los modelos de regresión donde la variable dependiente será la ocupación del individuo a los 30 años de edad (la posición ocupacional estará medida por cinco categorías: No manual alta calificación, No manual baja calificación, Comercio, Manual alta calificación, Manual baja calificación) y la variable independiente será la situación migratoria para dar cuenta de los factores histórico-estructurales que influyen en el logro ocupacional. A continuación se presentarán los resultados de los modelos bivariados de regresión ordenada por cohorte y sexo.

Cambios por cohorte y sexo en el logro ocupacional de los migrantes

El Cuadro 2 muestra los resultados del modelo no ajustado que miden el efecto de la situación migratoria sobre el logro ocupacional para los varones en tres diferentes cohortes.33 En la primera cohorte de nacimiento 1950-1959 los migrantes tenían posibilidades de ascenso tan buenas o mejores que la de los nativos, lo cual seguía siendo consistente con los hallazgos encontrados en décadas pasados por los trabajos de Balán, Browning y Jelín (1973, 1977), y Muñoz, Oliveira y Stern (1977),34 que apuntaban que las diferencias en las probabilidades de movilidad entre nativos y migrantes eran muy pequeñas, es decir que ambos competían ventajosamente en el mercado ocupacional. Los momios de lograr un estatus ocupacional más alto en el caso de los migrantes de segunda generación, corroboran de hecho esta afirmación, que frente al nativo tenían el doble de momios de alcanzar una mejor ocupación. El resto de las categorías de migrantes no mostraron diferencias estadísticamente significativas.

Cuadro 2 Efectos no ajustados de la situación migratoria sobre el logro ocupacional a los 30 años de edad. Razones de momios del modelo de regresión logística ordenado (hombres) 

Fuente: elaboración propia con base en datos de la Encuesta sobre Desigualdad y Movilidad Social en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México 2009.

La tesis de que los varones migrantes no presentaban déficit de incorporación y que los canales de movilidad social eran parecidos a los de los nativos se pierde en la siguiente cohorte de nacimiento (1960-1970). Son los migrantes de segunda generación, particularmente quienes lo hacen de manera más abrupta. Lo anterior sugiere además de la pérdida de primacía de los migrantes de segunda generación, un proceso de diferenciación social fuerte entre migrantes y nativos. Particularmente, apunta hacia condiciones cada vez más desventajosas de incorporación al mercado de trabajo de la Ciudad de México por parte de los migrantes de primera generación rural. Habrá que recordar que los entrevistados de la cohorte intermedia (19601970) alcanzaron los 30 años de edad entre 1990 y 2000, esto es, en la fase inicial de instrumentación del modelo exportador y se vieron afectados por el efecto negativo de la “década perdida” de los ochenta que se caracterizó por una prolongada recesión entre 1982 y 1988. Así como por los resultados medianamente aceptables de las políticas de “ajuste estructural”. Si bien es cierto que la crisis de los ochenta afectó a la población en general, los migrantes, debido principalmente a sus diferencias de origen y en menor medida a las desventajas de inserción que enfrentaron ya en la Ciudad de México, es posible que se hayan visto particularmente afectados por condiciones cada vez más desventajosas.

Por último, en la cohorte de nacimiento más reciente (1971-1979) el déficit de incorporación de los migrantes varones empeora, incluso entre los migrantes de primera generación urbanos que mostraron 66% menos posibilidades de alcanzar una mejor ocupación que los nativos. La situación entre los migrantes de primera generación rural es similar. Únicamente los migrantes de segunda generación no muestran diferencias estadísticamente significativas. Lo anterior sugiere que en la cohorte más reciente, en la fase de consolidación del modelo, la brecha en términos de logro ocupacional entre migrantes y nativos se amplió, posiblemente debido a que los migrantes se han beneficiado poco de las mejoras en los niveles de instrucción reportados en las últimas décadas en nuestro país (Solís, 2010; Giorguli y Arnaut, 2010).

En el caso de las mujeres,35 la historia es completamente distinta. De hecho el Cuadro 3 muestra que desde la cohorte más antigua (1950-1959) existía déficit de inserción. Lo anterior es consistente con lo evidenciado por García y coautores (1979), quienes ya habían dado cuenta del déficit de incorporación de las migrantes, al señalar que éstas presentaban una participación relativa más acentuada en ocupaciones manuales no obreras, principalmente en los servicios domésticos y el comercio ambulante. No obstante, aunque ya se sabía que las mujeres migrantes tenían una inserción más deficitaria que los varones, resulta interesante que esta nueva evidencia muestre que las diferencias de género en los patrones de incorporación y logro ocupacional no hayan desaparecido. El coeficiente de 0.53 de las migrantes de segunda generación urbanas de la cohorte (1950-1959) de hecho confirma que desde entonces había déficit de incorporación entre las mujeres. El déficit se agrava en el caso de las migrantes de primera generación rural cuyo coeficiente de (0.10) indica que esta generación presenta 90% menos oportunidades de alcanzar una mejor ocupación que las nativas. Únicamente las migrantes de primera generación urbana presentan un coeficiente no significativo.

Cuadro 3 Efectos no ajustados de la situación migratoria sobre el logro ocupacional a los 30 años de edad. Razones de momios del modelo de regresión logística ordenado (mujeres) 

Fuente: elaboración propia con base en datos de la Encuesta sobre Desigualdad y Movilidad Social en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México 2009.

En la cohorte intermedia (1960-1970) se mantiene el déficit de incorporación en las migrantes de primera generación rurales y se suma el de las urbanas con coeficientes de (0.23) y (0.24), respectivamente, lo que da cuenta del gran efecto negativo originado por el cambio de modelo y la llamada “década perdida”.36 Es entre las migrantes de segunda generación que los momios de alcanzar una mejor ocupación respecto de las nativas se vuelve no significativo lo que indica que las otras categorías de migrantes absorben el efecto.

Finalmente, en la cohorte más reciente (1971-1979) los momios parecen indicar una leve reducción del efecto negativo (en términos de su inserción ocupacional). No obstante, no resulta suficiente para revertir el déficit. La razón de momios de (0.59) entre las migrantes de segunda generación así lo confirma, al evidenciar una menor posibilidad de alcanzar mejores ocupaciones que las nativas, sugiriendo que en la cohorte más reciente haber socializado en la Ciudad de México no proporciona ninguna ventaja sobre las nativas e incluso sobre el resto de las generaciones de migrantes. En contraste, en la cohorte intermedia (1971-1979) desaparece el efecto negativo entre las migrantes de primera generación urbana y rural, al volverse no significativos los momios de alcanzar una mejor ocupación. Es posible que lo anterior sea un efecto positivo del incremento universal del acceso a la educación pública, del que las mujeres se han visto más favorecidas en las últimas décadas, particularmente las rurales. Sin embargo, al no ser significativos los coeficientes no podemos confirmar lo anterior, lo que si podemos decir es que el avance en términos de cobertura educativa de las últimas décadas no ha sido suficiente para revertir el déficit de incorporación entre las mismas, quizá debido a la forma en que opera la división sexual del trabajo en los hogares, pues como señalan Oliveira y Mora (2010), el retiro de las mujeres del sistema escolar está acompañado de mayores responsabilidades en la realización de los quehaceres domésticos, cuidado de los hermanos y adultos mayores al interior de su familia.

De esta primera parte del análisis podemos concluir que durante las décadas que transcurrieron desde los estudios iniciales sobre migración e inserción laboral de los años setenta la situación ha cambiado en sentido opuesto para hombres y mujeres. Mientras que en el caso de los hombres se aprecia una mayor desigualdad en el logro ocupacional, que reduce las ventajas antes observadas para los migrantes de segunda generación y pone en situación de creciente desventaja a los de primera generación (y en mayor medida a aquellos con orígenes rurales), entre las mujeres se aprecia una tendencia a la igualación de logros (sin que el déficit de incorporación ocupacional desaparezca), con un punto de partida de gran déficit en la cohorte más antigua, particularmente para las migrantes rurales.

Infortunadamente, no es posible realizar un análisis multivariado específico por cohorte dadas las restricciones en el tamaño de la muestra, por lo que en la siguiente sección se apostó por otro análisis que permitiera establecer a partir del cálculo de medidas comparables entre sí, hasta qué punto los orígenes sociales, las capacidades individuales y el contexto influyen sobre el logro ocupacional de los distintos tipos de migrantes versus los nativos de la Ciudad de México.

Determinantes del logro ocupacional de los migrantes

Dado que son múltiples los factores que intervienen en el logro ocupacional de los migrantes, es necesario pasar a una explicación multidimensional que permita conocer el efecto de la condición migratoria controlado por otras características. Para ello se ajustaron siete modelos donde la variable dependiente continúa siendo la posición socio-ocupacional del individuo a los 30 años de edad. Como variables independientes se incluyen: la situación migratoria, la ocupación y la escolaridad del padre, la unión a los 30 años de edad, el número de hijos a los 30 años, la escolaridad de ego y la cohorte de nacimiento (véanse Cuadros 4 y 5).37

Cuadro 4 Efectos de la situación migratoria sobre el logro ocupacional a los 30 años de edad. Razones de momios del modelo de regresión logística ordenado (hombres) 

Fuente: elaboración propia con base en datos de la Encuesta sobre Desigualdad y Movilidad Social en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México 2009.

Cuadro 5 Efectos de la situación migratoria sobre el logro ocupacional a los 30 años de edad. Razones de momios del modelo de regresión logística ordenado (mujeres) 

Fuente: elaboración propia con base en datos de la Encuesta sobre Desigualdad y Movilidad Social en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México 2009.

En el caso de los varones, el Cuadro 4 presenta los resultados de los modelos, controlando por cada una de las variables independientes en forma aditiva. El modelo 1 (no ajustado) muestra que al no controlar por ninguna otra variable, es decir considerando únicamente la situación migratoria, los momios de alcanzar una mejor ocupación entre los migrantes varones de primera generación, ya sean rurales o urbanos, son menores que el de los nativos. Una vez que se controla por ocupación del padre (modelo 2), los resultados sugieren que es menos probable obtener una mejor ocupación entre menos calificada haya sido la ocupación del padre. Al controlar por esta variable que nos indica la posición socioeconómica de la familia de origen, los momios de alcanzar una mejor ocupación son 1.27 veces mayores para los migrantes de segunda generación que para los nativos. Lo que sugiere, como se ha venido apuntando, que las diferencias en las probabilidades de movilidad entre nativos y migrantes de segunda generación son muy pequeñas o que ambos grupos compiten en circunstancias similares en el mercado ocupacional.

La educación del padre puede ser interpretada como una variable que mide el acceso al capital cultural a través de la familia de origen (modelo 3). Es decir, que a mayor escolaridad del padre se hace más probable alcanzar una mejor ocupación por parte de los hijos. Pero lo que es más relevante para los objetivos de este trabajo es que el efecto negativo en términos de logros ocupacionales que mantenía en rezago a los migrantes de primera generación, rural o urbano desaparece, al grado de perder significancia estadística.

La unión a los 30 años de edad (modelo 4) no reportó efectos significativos en la probabilidad de alcanzar una mejor ocupación. En cambio, el número de hijos a los 30 años (modelo 5) sí sugiere de manera significativa un efecto sobre las posibilidades de alcanzar una mejor ocupación. De hecho, ser migrantes de segunda generación ofrece 1.46 veces más posibilidades de alcanzar una mejor posición ocupacional que los nativos.

Ahora bien, llama la atención que aún controlando por escolaridad (modelo 6) y cohorte (modelo 7), los migrantes de segunda generación continúan siendo los más favorecidos. Lo anterior no significa que los orígenes sociales dejen de ser relevantes para el análisis, sino que por el contrario, éstos continúan jugando pero a través de la educación. Si se tratara de migración de mexicanos en Estados Unidos los resultados sugerirían claramente una historia de asimilación, de tal suerte que los migrantes varones de segunda generación de la Ciudad de México tendrían mayores posibilidades de alcanzar una ocupación igual o mejor a la de los nativos.

En el caso de los varones se puede desprender como corolario que el déficit en logro ocupacional de los migrantes de origen rural o urbano en el mercado de trabajo de la Ciudad de México no se asocia per se a su condición migratoria, sino que podría estar asociado a una posición desventajosa respecto a sus orígenes de clase, expresados tanto en la ocupación como en la escolaridad del padre. Tema que ya había sido analizado por Muñoz, Oliveira y Stern (1977),38 lo que sugiere que tanto en el pasado como recientemente, la desigualdad de oportunidades que sufren los hombres migrantes de primera generación rural o urbano no se produce por una discriminación asociada directamente a su situación migratoria, sino por características socioeconómicas desventajosas de su familia de origen que se asocian al origen migratorio “selectividad”. Una vez controladas estas características, las diferencias dejan de ser significativas. Más aún, si controlamos el efecto de la propia escolaridad del entrevistado, los coeficientes de los migrantes de primera generación rural o urbano se vuelven no significativos, lo cual sugiere que la totalidad de las diferencias entre migrantes de primera generación y nativos se deben a desventajas que ya traían consigo antes de migrar a la Ciudad de México y en menor medida a dificultades para insertarse una vez que llegan a la ciudad.

En el caso de las mujeres, los modelos ajustados y no ajustados se muestran en el Cuadro 5. Los resultados del modelo 1 sugieren que al no controlar por ninguna otra variable, es decir considerando únicamente su situación migratoria, ésta tiene un efecto fuerte y significativo sobre el logro ocupacional a los 30 años de edad. Este modelo sugiere que ser migrante hace menos probable alcanzar una mejor ocupación comparado con las nativas, particularmente entre las de origen rural. Respecto de la ocupación del padre (modelo 2) los resultados sugieren una ligera reducción en la brecha en logros entre nativas y migrantes, no obstante se mantiene el déficit de incorporación entre las mujeres migrantes. En cuanto a la educación del padre, tal como con los hombres el efecto de esta variable es sustancial (modelo 3). Sin duda, la mayor escolaridad del padre podría incrementar las probabilidades de alcanzar una mejor ocupación pero en el caso de las mujeres migrantes de origen rural las desventajas frente a las nativas se mantiene aun controlando el origen social. Los datos del modelo muestran que esto sólo es válido para las inmigrantes de origen rural, no para las migrantes de segunda generación ni para las migrantes de primera generación urbanas al tornarse no significativos sus valores.

Estos resultados sugieren que buena parte de las diferencias en logros ocupacionales entre nativas y migrantes de origen rural se explican por los orígenes sociales más desfavorecidos de estas últimas. Sin embargo, un hecho que llama la atención es la persistencia de la brecha en logros para las migrantes rurales, que incluso después de controlar por las variables de origen social (modelo 3) y características sociodemográficas (modelos 4 y 5), mantienen diferencias significativas. Los momios de 0.63 así lo confirman, donde el tema de los hijos tiene un gran efecto sobre el logro ocupacional de las mujeres de primera generación rural.

Cuando controlamos por escolaridad (modelo 6) y cohorte (modelo 7), todos los coeficientes asociados a la condición migratoria se tornan no estadísticamente significativos, lo que sugiere que las desventajas en el proceso de logro ocupacional no están asociadas a la situación migratoria, sino a otros factores individuales como la educación.

Por último, los datos del cuadro 5 sugieren que las desventajas de las mujeres migrantes frente a las nativas de alcanzar una mejor ocupación a los 30 años se mantienen particularmente en el caso de las inmigrantes de origen rural, aun controlando por el origen social. Sin embargo esto no se verifica en el caso de las migrantes de segunda generación ni las de origen urbano cuyos momios dejan de ser significativos a partir del modelo 3 y hasta el 5. A partir del modelo 6 la migración deja de ser significativa, lo que sugiere que la migración per se no es el factor que explica el distinto logro ocupacional de los inmigrantes respecto de los nativos.

Consideraciones finales

Este trabajo dejó en evidencia que el tema de los patrones de incorporación de los migrantes a las ciudades ocupó un lugar importante en la investigación sociodemográfica en México durante los años sesenta y setenta. Los procesos de urbanización e industrialización acelerada que experimentó nuestro país durante la llamada “sustitución de importaciones”, implicaron el éxodo masivo de habitantes de áreas rurales hacia las principales ciudades del país. El principal escenario de esta inmigración masiva fueron las tres grandes áreas metropolitanas, principalmente la Ciudad de México. En aquellos años, los migrantes rurales confrontaban difíciles condiciones socioeconómicas al arribar a la ciudad, pero el dinamismo económico y sus propios esfuerzos en la autocreación de oportunidades de vivienda y trabajo les ofrecía posibilidades reales de integración económica y movilidad social ascendente a tal grado que las tasas observadas de movilidad social ascendente eran similares para los migrantes rurales y los nativos de las ciudades (Balán, Browning y Jelín, 1973).

La hipótesis de integración económica “exitosa”, implícita en las investigaciones de aquella época, sugirió que durante el auge de la sustitución de importaciones los migrantes y sus hijos no sufrían desventajas en términos de sus logros educativos y ocupacionales o, al menos, que eran capaces de sobreponerse a ellas en etapas posteriores del curso de vida.

Sin embargo, a partir de los años ochenta ocurrieron dos cosas. Primero, el interés de los investigadores se trasladó a otros temas. Las investigaciones se enfocaron en la migración internacional hacia Estados Unidos. Los estudios de estratificación social simplemente desaparecieron del mapa. Segundo, a partir de los años ochenta las grandes ciudades del país, incluida la Ciudad de México, se vieron fuertemente afectadas por la crisis y la reestructuración económica. Este periodo ha estado caracterizado por un mercado de trabajo menos dinámico, por el crecimiento del sector informal, mayor competencia por el espacio urbano y una creciente vulnerabilidad de los pequeños y medianos productores ante la apertura comercial a las importaciones. En este escenario, el entorno urbano de la Ciudad de México pudo haberse vuelto más hostil para la integración económica y social de los migrantes rurales (Roberts, 2004).

La pregunta obligada detrás de este trabajo fue si estas transformaciones estructurales se han reflejado en desventajas en términos de los resultados ocupacionales de los migrantes a la Ciudad de México. Parecería, según nuestras estimaciones, que el déficit de logro ocupacional de los migrantes frente a los nativos de la Ciudad de México se explica, en el caso de los hombres, enteramente por sus orígenes sociales desventajosos. En otras palabras, a los migrantes de primera generación les va mal no por el hecho de ser migrantes sino porque cuentan con menos recursos económicos, culturales y de capital social en sus familias de origen para capitalizar sus esfuerzos en un desempeño ocupacional similar o superior al de los nativos. De manera interesante, este resultado no es el mismo para las mujeres migrantes particularmente las de origen rural, que incluso una vez que se toma en cuenta su origen social mantienen sus desventajas frente a las mujeres nativas de la Ciudad de México.39

Por último, el presente trabajo dejó entrever la necesidad de realizar mayores esfuerzos para vislumbrar los mecanismos que fomentan la desigualdad de oportunidades entre los hijos de los inmigrantes y sus padres tanto en otras ciudades como en el ámbito nacional. En ese sentido, los efectos de la situación migratoria en el cambio estructural y la movilidad socioocupacional deben ser valorados en futuras investigaciones, a la luz de metodologías más avanzadas, apoyados en marcos analíticos como el de los estudios de estratificación y logro ocupacional, que nos permitieran realizar aportaciones importantes y originales al tema de estudio. A pesar de las restricciones que el tamaño de la muestra representó, pensamos que los resultados que se mostraron en esta investigación son interesantes y novedosos por sí mismos, en el sentido de que en los estudios que se revisaron en este trabajo evidenciaron que se conoce muy poco acerca de la migración femenina a la Ciudad de México y mucho menos sobre la distinción según situación migratoria a partir de las generaciones de migrantes, lo cual también constituye un avance teórico-metodológico sustancial para el análisis de los procesos intergeneracionales de incorporación social.

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1Este artículo está basado en mi tesis de grado: Migración interna y búsqueda del bienestar: el logro educativo y ocupacional de los migrantes en la Zona Metropolitana del Valle de México, 1980-2009, para optar por el grado de doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología, en El Colegio de México. Agradezco al doctor Patricio Solís por su generosa dirección. Asimismo, mi agradecimiento a la doctora Edith Pacheco y al doctor Gustavo Verduzco, por haber enriquecido la discusión con sus comentarios. No está de más aclarar que los errores y desaciertos que de este trabajo se deriven son exclusivamente responsabilidad mía.

2El universo de estudio lo constituyeron personas entre 30 y 60 años de edad residentes en la Ciudad de México en 2009. El tamaño final de la muestra fue de 2 038 individuos, con proporción similar de varones y mujeres. La encuesta registra las historias residenciales, educativas y ocupacionales, así como información retrospectiva sobre algunas de sus transiciones familiares más significativas. Además, incluye una amplia batería de preguntas con información sobre las características socioeconómicas del padre (o jefe económico del hogar), así como del hogar en que vivía el entrevistado cuando tenía 15 años de edad (Solís, 2012: 648).

3Véase Cornelius (1971), que reseña una gran cantidad de bibliografía sobre el tema.

4En este estudio se vio que la vinculación entre ser migrante y ocupar posiciones “marginales” depende de múltiples factores: el sexo, edad y nivel educacional del migrante; de los contactos que tenga; de su tiempo de permanencia en la ciudad, y de los cambios en las características del mercado de trabajo capitalino.

5Balán (1973) presenta una discusión sobre los efectos del tipo de comunidad de origen y pone en evidencia que los migrantes de origen agrícola están en desventaja cuando llegan a la ciudad; pero no resulta claro qué característica de su origen es la que explica sus bajos niveles educativos y ocupacionales. Añade que podrían ser uno o más de los siguientes factores: “1) el bajo estatus ocupacional de sus padres; 2) el hecho de que sus padres tenían ocupaciones agrícolas, aparte de su estatus bajo y; 3) el hecho de que la mayoría de ellos se criaron en comunidades con servicios educacionales deficientes” (Balán, 1973: 219). Aunque Balán no encuentra que el origen agrícola tuviera algún efecto independiente sobre los logros educativos y ocupacionales en la ciudad, sí encuentra una asociación bastante alta entre el estatus socioeconómico de origen y el de destino. En realidad, el estatus de origen es mucho más importante que el tamaño o la zona de la comunidad de origen. Los hijos de pequeños agricultores, por ejemplo, tienen posiciones más altas que los hijos de trabajadores agrícolas, aun en el caso en que los primeros se hayan criado en comunidades rurales y los segundos en Monterrey. Lo mismo ocurrió cuando comparó los dos grupos no agrícolas, es decir, hijos de trabajadores no calificados y calificados (Balán, 1973: 231).

6Los estudios sobre migración se volcaron a la migración internacional hacia Estados Unidos y los estudios de estratificación social dejaron de ocupar un lugar central en la agenda académica.

7Durante cuarenta años (1940-1980), el producto bruto por habitante en México creció a una tasa anual de 3.1%. Durante este periodo el tipo de cambio se mantuvo estable, con amplia libertad cambiaria, y hasta principios de la década de los setenta la inflación fue muy baja.

8El crecimiento de la población de la Ciudad de México durante las primeras cuatro décadas del siglo pasado fue impresionante. De una población de menos de medio millón de habitantes durante la primera década de ese siglo, creció a cerca de un millón en 1930, para finalizar la década de 1940 con cerca de 1.7 millones (Muñoz, Oliveira y Stern, 1978).

9Los rasgos característicos de esta política fueron: 1) elevado proteccionismo; 2) altos subsidios a la industria; 3) fuertes concesiones fiscales a la importación de bienes de capital y; 4) alto contenido importado de la producción manufacturera (García Rocha, Gómez-Galvarriato y Romero, 1988).

10En la Ciudad de México se generaron 503 mil empleos en los años cuarenta, 686 mil en los años cincuenta, y 679 mil en los años setenta (Contreras Suárez, 1972). Lo que significó que los migrantes podían encontrar un empleo formal con facilidad puesto que los requisitos para el ingreso al mercado de trabajo eran pocos y podían incluso ser capacitados en la misma ocupación.

11Durante los años del “milagro mexicano” la tasa de crecimiento económico de México fue cercano o mayor a 6% anual. En estos años el tipo de cambio se mantuvo fijo, hubo amplia libertad cambiaria y hasta principios de la década de los setenta la inflación fue muy baja. Al periodo comprendido entre 1950 y finales de 1960 se le conoció como la etapa del desarrollo “estabilizador” (Ruiz Chiappeto, 1999; García Guzmán, 1988).

12Aunque el elevado crecimiento demográfico de la Ciudad de México pueda explicarse por el alto crecimiento natural, el crecimiento social o migración ha tenido un impacto fundamental en el incremento de la población de la zona. De este modo, el crecimiento social o migración pasó de 1.66 a 1.78, entre los periodos 1950-1960 a 1960-1970. El movimiento migratorio fue tan intenso que “contribuyó con 35% del crecimiento medio anual total entre 1950 y 1980, es decir agregó 50% al incremento natural” (Partida, 1987). De ahí que las tasas más altas de crecimiento de la ciudad se hubiesen alcanzado durante el periodo 1950-1970, décadas en las cuales el crecimiento natural fue de 3.2% y, el crecimiento social de 1.7%, que en conjunto presentan un crecimiento total de 4.9% y, al mantenerse constante, originó que la población se duplicara cada 13 años (Camposortega Cruz, 1992).

13El gobierno, al querer llevar a cabo una mejora en la distribución del ingreso y al no concretar la reforma fiscal necesaria, recurrió al endeudamiento tanto interno como externo y a un mayor gasto (Solís, 1981). Provocando en ese periodo: a) aumento en el déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos (de 0.9 mil millones de dólares en 1971, a 4.4 mil millones en 1975); b) la deuda externa se incrementó de 6.7 mil millones de dólares en 1971, a 15.7 mil millones de dólares en 1975; y c) la tasa de inflación, de 3.4 por ciento en 1969, pasó a 17% en 1975 (Gollás, 1994; Ruiz Chiappeto, 1999).

14Aunque entre 1970 y 1973 se observó un incremento del Producto Interno Bruto debido al ritmo de la inversión pública, al incremento del consumo privado y las exportaciones, ya en este primer periodo también se evidenciaba una caída en la inversión privada, factor decisivo en la crisis de 1976 y una devaluación del peso en 40 por ciento (García Guzmán, 1988; Ruiz Chiappeto, 1999).

15Para finales de 1981, el déficit total del sector público era más de 14 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y dado que su financiamiento se hizo con préstamos extranjeros, la deuda externa se incrementó de 26 a 34 mil millones de dólares entre 1978 y 1980 (Ruiz Chiappeto, 1999).

16En 1982 con la caída en los precios del petróleo y la enorme sobrevaluación del peso se incrementó la expectativa de devaluación. Las tasas de interés reales eran negativas, lo cual provoco una importante fuga de capitales que produjo el colapso cambiario de 26 a 45 pesos por dólar. En agosto de 1982 las reservas estaban por agotarse, la fuga de capitales persistía, y se había interrumpido el flujo de préstamos del exterior, lo que llevó a la devaluación (García Rocha, Gómez-Galvarriato y Romero, 1988).

17En esta reducción las políticas de población implementadas por el gobierno mexicano tuvieron un impacto fundamental.

18Según la información censal, durante el quinquenio 1985-1990 la situación migratoria de la zona fue la siguiente: 425 361 personas mayores de cinco años cambiaron su residencia del interior de la república a la Ciudad de México, en tanto que el número de los emigrantes fue de 716 224 personas, lo que representó un saldo migratorio negativo de 290 863 personas.

19En el quinquenio 1985-1990 llegaron a la ciudad 80 hombres por cada 100 mujeres, situación que puede encontrar su explicación en la mayor inserción laboral femenina en actividades terciarias (Corona, Chávez y Gutiérrez, 1999).

20Llegaron aproximadamente 692 mil personas y salieron 638 mil, lo que se tradujo en un saldo positivo de 53 mil, que representó una tasa de migración de 0.3% (Corona, Chávez y Gutiérrez, 1999).

21Llegaron aproximadamente 517 mil personas y salieron 549 mil, lo que se tradujo en un saldo negativo de 32 mil (Pérez Campuzano, 2005).

22Según datos censales de 2010, llegaron aproximadamente 891 mil personas y salieron 680 mil, lo que se tradujo en un saldo positivo de 210 767 personas en el periodo de referencia.

23De acuerdo con los datos censales del periodo 1975-1980, 1985-1990, 1990-1995 y 19952000, las entidades que enviaban más población a la Ciudad de México eran Puebla, Veracruz, Oaxaca, Hidalgo, Guerrero, Michoacán, Guanajuato, Jalisco y los municipios conurbados del Estado de México. Durante el primer lustro de los noventa estas nueve entidades enviaban 83% de los inmigrantes de la zona, es decir, que cuatro de cada cinco provenían de ellas (Corona, Chávez y Gutiérrez, 1999).

24Mientras que en el segundo quinquenio de los ochenta por cada 100 mujeres que llegaban lo hacían 80 hombres, en el primer lustro de los noventa por cada 100 mujeres que inmigraron lo hicieron 130 hombres (Corona, Chávez y Gutiérrez, 1999).

25Véase Anexo.

26Posiblemente se trata de trabajadores migrantes de primera generación que llegaron con altos niveles de escolaridad, o que vienen a estudiar en la gran ciudad y permanecen aquí en virtud de las atractivas ofertas de trabajo que reciben.

27Véase (García, Muñoz y Oliveira, 1979) donde se da cuenta de un breve análisis de la inserción ocupacional de los inmigrantes por sexo.

28Las inmigrantes de origen rural procedían de entidades con elevados porcentajes de población en actividades agrícolas de subsistencia y eran, en su mayor parte, hijas de trabajadores pobres del campo que migraban solas en busca de trabajo. Las hijas de agricultores con recursos eran minoritarias y migraban con su familia o para estudiar. Las inmigrantes procedentes de zonas urbanas eran preferentemente hijas de trabajadores no manuales o de obreros. En todos los casos, se trataba mayoritariamente de jóvenes solteras (Oliveira, 1984; Leff, 1974; Arizpe, 1975).

29En 1970, en la Ciudad de México, más de 50% de las migrantes activas eran trabajadoras manuales de los servicios en comparación con 20% de las nativas (García, Muñoz y Oliveira, 1979).

30Para 1990, ya habían disminuido tanto la tasa de crecimiento de la población inmigrante a la Ciudad de México como la selectividad femenina de esa inmigración (INEGI, 1991). Un estudio basado en una muestra del Censo de Población de 1990 señala que tanto la edad como la escolaridad de las inmigrantes a la ciudad se han elevado. La participación en la actividad económica de las inmigrantes recientes continúa siendo muy alta, pero disminuyó notablemente la concentración de las inmigrantes en actividades manuales (López, Izazola y Gómez de León, 1991).

31Se refiere a que este tipo de análisis sólo permite observar algunos rasgos de las desigualdades en la inserción y logro ocupacional de los migrantes. Por ejemplo, no permite dilucidar si las desigualdades en el estatus ocupacional provienen de la discriminación por sexo o son resultado directo de los niveles de educación e indirecto de los orígenes sociales o incluso por cambios asociados a la cohorte de nacimiento relacionados con una estructura de oportunidades ocupacionales diferentes en el destino.

32Véase Anexo.

33Se incluye además el número de observaciones para cada modelo.

34Lo anterior se explicaba debido a que el efecto negativo de la crisis de los ochenta no se hizo patente de inmediato entre la población migrante sino hasta la siguiente década, posiblemente debido en parte a los resultados medianamente aceptables de las políticas de “ajuste estructural” del periodo.

35México ha experimentado incrementos importantes en la participación laboral femenina en los últimos 30 años, por lo que se debe tener en mente en su lectura algunas implicaciones del sesgo de selección que supone que el análisis de logro ocupacional de las mujeres considere al subgrupo de las que trabajan a los 30 años de edad en las distintas cohortes de nacimiento. En ese sentido, para análisis de los resultados presentados en este subapartado debe tenerse presente que las mujeres que trabajan son distintas en cada una de las cohortes, al igual que sus tasas de participación laboral, por lo que los cambios en el tiempo que se reportan pueden deberse a diferencias en la composición de las mujeres que trabajan en las diferentes cohortes analizadas.

36Para relacionar analíticamente el desarrollo económico del país con el déficit de incorporación de las mujeres al mercado de trabajo de la Ciudad de México, baste con apuntar algunos de los cambios económicos experimentados por el país en las últimas décadas: el “milagro económico”, entre 1960 y 1980, con una tasa anual del PIB de 6.6%, seguido por la llamada “década perdida”, que comprendió de 1981 a 1988, en la que el PIB aumentó 0.09% anual; posteriormente un periodo de recuperación relativa, de 1989 a 1993 cuando el PIB creció 3.9% anual y un lapso de recuperación-recesión entre 1994 y 2003, cuando el PIB aumentó 2.5%, esto es, más moderadamente (Garza, 2006).

37Véase también Anexo.

38Véase también Balán y coautores (1973), y Solís (2007) para el caso de Monterrey.

39El comentario sólo se verifica para las inmigrantes de origen rural y exclusivamente en los modelos 2 al 5, a partir del modelo 6 la migración deja de ser significativa y la afirmación deja de ser correcta.

40En el análisis se incluyen sólo quienes residían en la Ciudad de México a los 30 años de edad pues se busca caracterizar el proceso de logro ocupacional en la zona y no en las comunidades de origen de los inmigrantes.

41Este esquema de clasificación se basa en el propuesto por Solís y Cortés (2009) que es parecido a otras clasificaciones ocupacionales utilizadas en la literatura sobre estratificación y movilidad social en México desde hace ya varias décadas, incluyendo la que utilizaron Balán, Browning y Jelín (1973), y Muñoz, Oliveira y Stern, (1977). Esta propuesta de clasificación divide las ocupaciones en seis grupos y es una adaptación del esquema propuesto por Erikson y Goldthorpe (1992). Dicho esquema fue ajustado de manera importante por Solís y Cortés. En primer lugar, al esquema original con siete “clases” se le suprimió una (la de farmers, o propietarios rurales). En segundo lugar, la clase “pequeña burguesía” fue sustituida por una categoría intermedia “trabajadores de comercio”, debido al carácter heterogéneo y crecientemente precario de las ocupaciones vinculadas al comercio. Lo que sin duda constituye un avance teórico-metodológico en el análisis de los procesos de estratificación y movilidad ocupacional.

42Dado que la encuesta sobre desigualdad y movilidad social en la Ciudad de México 2009 proporciona información retrospectiva, se descartó el uso de la ocupación actual y se decidió utilizar la ocupación a los 30 años como punto de referencia fijo para todas las cohortes. Esto permite aislar el efecto de las diferencias de edad en el contraste del logro ocupacional entre las cohortes. Con esto se eliminarán algunas dificultades metodológicas como la de estar analizando a individuos en momentos muy diferentes de sus carreras ocupacionales, puesto que habrá individuos con diferentes edades: algunos recién empiezan a trabajar, otros ya han recorrido prácticamente toda su carrera y otros estarán en medio de la misma. En la literatura existen muchas alternativas en la elección de qué momento comparar. Cada una de las alternativas presenta ventajas y desventajas, que no se entrará a analizar aquí porque rebasan los objetivos del presente trabajo. Para nuestro análisis de logro ocupacional se decidió utilizar como punto de referencia la ocupación a una edad fija del entrevistado, para así controlar por el “efecto edad” en el logro ocupacional, aislando el efecto de las diferencias de edad en el contraste del logro ocupacional entre las cohortes.

43Profesionistas; gerentes y directivos de alto nivel en los sectores público y privado; profesores universitarios.

44Directivos de nivel medio en el sector público y privado; técnicos; maestros de nivel inferior al universitario; artistas y deportistas; dueños de comercios establecidos, trabajadores de rutina en oficinas (archivistas, secretarios, etc.). Agentes de ventas.

45Trabajadores en actividades comerciales en general (comercios establecidos).

46Supervisores de la industria; operadores de maquinaria; artesanos; choferes y otros conductores de vehículos; obreros especializados.

47Vendedores ambulantes; trabajadores en servicios personales; trabajadores en servicios domésticos; trabajadores en servicios de seguridad; peones; ayudantes; aprendices de artesano; obreros no especializados; trabajadores de la construcción.

48La manera convencional para diferenciar a una población como la que se pretende analizar en este trabajo consiste en utilizar la distinción nativo-migrante, que es la que existe en casi todos los censos y en la mayor parte de las encuestas. De tal suerte que si una persona es entrevistada en un lugar distinto a su lugar de nacimiento, se le clasifica como migrante, y si nació en la comunidad se le clasifica como nativa. Pero esta distinción se hace sólo con base en el lugar de nacimiento por lo que esta diferenciación dista de ser ideal. Lo que interesa en este trabajo es presentar una diferenciación más detallada que tome en cuenta a su “comunidad de origen” —aquella en la que el individuo pasó la mayor parte del tiempo entre los 5 y los 15 años de edad— como los estudios clásicos de Browning y Feindt (1969) y Muñoz, Oliveira y Stern (1977). Pues haber nacido en determinada localidad tiene poca importancia sociológica comparada con la que tiene el haber pasado la mayor parte del periodo de “socialización” en ella.

49El padre nació en la Ciudad de México y ego también.

50El padre nació fuera de la Ciudad de México, pero ego nació y/o socializó en la ciudad.

51Ego socializó y nació fuera de la Ciudad de México en una comunidad urbana.

52Ego socializó y nació fuera de la Ciudad de México en una comunidad rural.

53La variable sexo es un principio articulador de factores demográficos (sexo biológico), culturales (roles de género establecidos) y sociales (cómo dichos roles se reafirman o transforman durante la experiencia migratoria). El género es un principio organizador básico que configura identidades, comportamientos y relaciones de poder que se construyen socialmente en relación con el sexo biológico (Paredes, 2009). Este principio subyace en los procesos migratorios, de modo que las relaciones de género pueden configurar el logro ocupacional.

54Los efectos positivos del logro educativo en la estratificación y movilidad social han sido bien documentados en los estudios de estratificación y movilidad social e inversión en capital humano e ingresos (véase Blau y Duncan, 1967). La dotación de mejores credenciales, educativas constituye una ventaja en el mercado de trabajo, en especial, en el acceso a las ocupaciones de mayor estatus en las cuales existe una mayor competencia. En ese sentido, el nivel educativo se incluye como una variable que mide capacidades, conocimientos, competencias y cualificaciones de los individuos.

Anexo

A continuación se describen las variables utilizadas para el análisis; también se muestra las características, codificación y nombres de las variables:40

La variable dependiente

Categoría ocupacional:41 esta variable se obtiene de clasificar la ocupación de ego a los 30 años.42 Se codifica como 1 “No manuales alta calificación”,43 2 “No manual baja calificación”,44 3 “Comercio”,45 4 “Manual alta calificación”,46 y 5 “Manual baja calificación”.47

Las variables independientes

Situación migratoria:48 se codifica como 0 para los “Nativos”,49 1 “Migrantes de segunda generación”,50 2 “Migrantes de primera generación urbana”,51 y 3 “Migrantes de primera generación rural” (véase Santiago Hernández, 2012).52

Sexo:53 la variable se codifica como 1 para los hombres y 0 para las mujeres. Cohorte de nacimiento: esta variable se codifica como 1 “1950-1959”, 2 “1960-1970”, y 3 “1971-1979”, con ella se busca controlar la influencia de los cambios sociodemográficos y socioeconómicos de larga duración en el último tercio del siglo XX.

Ocupación del padre o sostén económico: esta variable se obtiene de clasificar la ocupación del padre o sostén económico a los 15 años de la persona entrevistada. Se codifica como 0 “No manuales alta calificación”, 1 “No manual baja calificación”, 2 “Comercio”, 3 “Manual alta calificación”, y 4 “Manual baja calificación”.

Escolaridad del padre o sostén económico: es una variable que está medida a partir de los año de escolaridad del padre o sostén económico a los 15 años de la persona entrevistada. Se trata de un elemento (al igual que la ocupación del padre) que permite valorar la importancia de los orígenes sociales en el proceso de logro de estatus ocupacional.

La unión a los 30 años de edad: es una variable que permitirá indagar el efecto de una de las transiciones más relevantes en la vida de los individuos en el proceso de logro ocupacional. Se codifica como 0 “No unido”, y 1 “Unido a los 30 años”.

El número de hijos a los 30 años: se trata de una variable que permitirá indagar el efecto de la maternidad en el proceso de logro ocupacional, particularmente de las mujeres. Está medido por el número de hijos a los 30 años de edad.

Escolaridad (ego):54 es una variable que mide capacidades, conocimientos, competencias y cualificaciones de los individuos. Será medido por los años de escolaridad alcanzado por el ego.

Otras variables:

Posición en la ocupación: se trata de una variable que permitirá observar a la población en función de la posición que tiene dentro de su trabajo (empleador, cuenta propia, empleado de una empresa, empleado del gobierno y trabajador sin pago), y en especial la existencia de ciertas competencias o habilidades profesionales.

Rama de actividad: esta variable permitirá la discusión entre los seis grupos básicos de actividad (industria, construcción, comercio, servicios, agropecuario y otras actividades) suministrando información sobre la participación de la población en las distintas ramas de actividad de la Ciudad de México.

Recibido: Agosto de 2013; Aprobado: Mayo de 2014

Julio Santiago Hernández. Es doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México. Se desempeña como investigador en el Centro de Estudios Migratorios de la Unidad de Política Migratoria de la Segob. Sus áreas de interés son migración interna, mercados de trabajo, migración transfronteriza y migración de tránsito irregular por México. De sus publicaciones citamos “Las mujeres en el proceso migratorio México-Estados Unidos. ¿Hacia una feminización de la migración?”, en Salvador Berumen, Nina Frías y Julio Santiago (coordinadores), Migración y familia, una mirada más humana para el estudio de la migración internacional, México, Unidad de Política Migratoria-Centro de Estudios Migratorios-Instituto Nacional de Migración, 2012, pp. 227-256; y “¿Quiénes son los que se van? La selectividad de la emigración mexicana”, en Jesús Arroyo Alejandre y Salvador Berumen Sandoval (coordinadores), Migración a Estados Unidos: remesas, autoempleo e informalidad laboral, México, Centro de Estudios Migratorios-Instituto Nacional de Migración, 2009.

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