SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.71 issue2Sobre Paul J. Vanderwood, Agua Caliente. El patio de recreo de las estrellas. Mafiosos, magnates y artistas de cine en el centro de esparcimiento más grande de AméricaSobre Nayelli Castro, Hacerse de palabras. Traducción y filosofía en México (1940-1970) author indexsubject indexsearch form
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.71 n.2 Ciudad de México Oct./Dec. 2021  Epub Oct 18, 2021

https://doi.org/10.24201/hm.v71i2.3953 

Reseñas

Sobre Pelayo Vilar Canales, Guerra y exilio. Memorias de un médico catalán en la sanidad militar republicana, 1936-1942

Francisco Javier Dosil Mancilla1 

1Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

Vilar Canales, Pelayo. Guerra y exilio. Memorias de un médico catalán en la sanidad militar republicana, 1936-1942. México: Ateneo Español de México, 2018. 281p. ISBN: 978-607-978-523-9.


“Éramos médicos, éramos nacionalistas, éramos revolucionarios, éramos militares y, en realidad, éramos unos seres humanos dignos de lástima ante unos hechos que nos superaban” (p. 178). Esta frase del autor podría ser el leitmotiv del libro que tenemos entre manos. Revela además los cinco hilos que tejen la trama de una historia que, al menos en España, no acaba de ser digerida por completo. Me refiero, claro está, a la Guerra Civil española. El que haya sido escrito en primera persona permite que el lector asuma la incertidumbre y la tensión de unos hechos que por pasados no pierden su valor como acontecimientos.

El autor, fallecido en 1993, cargó durante varias décadas con los recuerdos mientras ejercía como médico otorrinolaringólogo en Pachuca y en la Ciudad de México. Dicen que se distinguió como excelente cirujano, que impartió clases en la Universidad Nacional Autónoma de México y que fundó y dirigió una revista especializada que tuvo bastante peso. Un día agarró valor y decidió abrir las maletas del pasado para compartir sus vivencias como médico militar en la Guerra Civil. Los recuerdos estaban casi intactos. Respetó las lagunas de la memoria, más producto del dolor que del olvido, y se documentó para no dejar muchos cabos sueltos. Fue por el empeño de su hijo, también médico, que estas memorias, que incluyen muchos aspectos y detalles muy poco conocidos de la contienda española, han llegado ahora hasta nosotros.

Regresemos a la frase inicial y a los cinco hilos que tejen esta narración. “Éramos médicos […], éramos militares”, los dos primeros hilos. El médico se forma para curar y salvar vidas, el ejército sirve para defender causas o atacarlas. Las circunstancias determinaron que un médico de vocación y más bien pacífico ejerciera su oficio en diversos frentes de batalla particularmente activos, como los de Madrid, Aragón y Cataluña. Organizó y dirigió hospitales de campaña, atendió directamente a los heridos y, como jefe de sanidad en diferentes cuerpos, improvisó soluciones médicas ante la escasez de instrumental y fármacos. Habrá que decir que la Guerra Civil española determinó un cambio en la concepción de la medicina militar. El médico ya no se limitó a atender a los heridos. Al menos en el lado republicano, su visión de la guerra se tuvo (hasta cierto punto) en cuenta para establecer las estrategias militares. Esta nueva responsabilidad no fue un regalo ni se dio de una vez por todas, sino que consistió en un logro de los sanitarios que los militares de oficio fueron asimilando gradualmente y a menudo con reticencias. Los médicos, por su parte, tuvieron que familiarizarse con la lógica militar y conocer los entresijos de la guerra.

El libro puede leerse como un testimonio de esta tensión entre la necesidad de vencer a un ejército que portaba la bandera del fascismo y el principio de la profesión médica de que todas las vidas cuentan.

“Éramos nacionalistas, éramos revolucionarios…” Otros dos hilos que tejen la trama de estas memorias. A menudo se pasa por alto que ponerse del lado de la República fue para muchos una forma de defender la soberanía de las regiones (naciones) autónomas: Cataluña, País Vasco, Galicia. El autor, catalanista convencido, lo expresa sin disimulo: “Consciente o inconscientemente, estábamos librando una guerra de independencia” (p. 75). Había que apostar por la España republicana para, paradójicamente, lograr la emancipación de Cataluña. Los idearios marxistas y anarquistas, que Pelayo Vilar tenía bien asumidos desde su juventud, tanto servían para abrazar los valores republicanos como para luchar por la secesión. “Todo tenía que someterse a la necesidad de ganar la guerra” (p. 71), le decía el anarquista Buenaventura Durruti. Y sobre el papel tenía razón, pero en la práctica este revoltijo de intereses provocó no pocas tensiones y más de una situación absurda.

Pongamos por caso el episodio conocido como el Desembarco de Mallorca, con el que arranca el libro, en el cual las fuerzas republicanas trataron de recuperar las islas de Mallorca e Ibiza, muy al principio de la guerra (en agosto y septiembre de 1936). “Me sentía como una especie de héroe” (p. 47), escribe el autor, que formaba parte del Comité Sanitario de las Milicias Antifascistas, en representación del Partit Nacionalista Republicà d’Esquerra (PNRE). La intentona tenía muchas probabilidades de éxito y, de lograrse, la guerra habría tomado un rumbo mucho más favorable, pero el ministro de Defensa del gobierno central, en lugar de brindarles apoyo militar en un momento decisivo, ordenó el repliegue, “cerrando así un episodio glorioso del esfuerzo de Cataluña para ganar la guerra” (p. 55).

La guerra se condujo de tal manera que justo fue en Cataluña donde al final se jugó el futuro de España. Pelayo Vilar participó en su defensa como mayor médico provisional del XI Cuerpo del Ejército. Fue un episodio particularmente trágico, que el autor narra con un nudo en la garganta. Las deserciones se hicieron frecuentes y aparecieron traficantes extranjeros para apropiarse de los estupefacientes de los botiquines. Cuando la guerra estaba por concluir, se vio obligado a arrojar por un barranco las cuatro ambulancias que les quedaban y otros vehículos militares para no dejarlos en manos de los franquistas. Finalmente cruzaron la frontera con Francia. Vilar tuvo el dolor de arriar la última bandera republicana. “Pasamos la línea. Entregamos nuestras armas cortas y lentamente, infinitamente tristes, iniciamos el descenso hacia Prats de Molló”, una aldea francesa de los Pirineos Orientales. “Todos perdíamos un ideal político, pero nosotros, los catalanes, perdíamos la Patria” (p. 191).

El último hilo es la constatación de la impotencia frente a la barbarie (“[…] en realidad, éramos unos seres humanos dignos de lástima ante unos hechos que nos superaban”). Una impotencia que el autor experimenta constantemente y de diversas maneras: como médico, por carecer del instrumental y los medicamentos elementales para atender a los heridos; como integrante del ejército, al asistir en primera línea al avance del fascismo sin que las grandes potencias movieran un dedo, y como simple ciudadano, al ver truncados todos sus proyectos de vida. Bastará con señalar que tuvieron que pasar siete largos años para que su esposa y su hijo se reuniesen con él en México. Este hilo aporta una nueva narrativa al libro. No se pone al servicio de la descripción de los hechos, como los anteriores, sino que introduce en la trama unas formas de expresión que le permiten literalmente revivir las experiencias y que mantienen al lector en vilo. Hace literatura, por decirlo brevemente, a la manera en que lo hicieron otros médicos españoles coetáneos, como Pío Baroja o Luis Martín Santos. Son muchas las obras que evocan en primera persona los sucesos trágicos de la guerra, pero muy pocas destacan, como esta, por sus méritos literarios.

El libro no termina con el final de la guerra. Abarca tres años más, dos de los cuales los pasó privado de la libertad en los campos de concentración de Agde y de Argelès-sur-Mer. Aunque la vida en estos campos ha sido narrada en diversas obras, la de Vilar aporta detalles novedosos e interesantes que sobre todo tienen que ver con la atención sanitaria, que asumieron los propios reclusos. En Agde, por ejemplo, se desató una extraña enfermedad que, después de una cuidadosa investigación, realizada con medios muy precarios, los médicos internados identificaron como fiebre de las trincheras, que es provocada por una bacteria que se transmite por el piojo humano. Seis años después publicaron una descripción de esta enfermedad en una revista especializada de México. A estos campos fueron incorporándose las primeras víctimas de la segunda guerra mundial (checos, holandeses, belgas y judíos), que establecieron con los españoles una breve pero curiosa convivencia.

Los últimos meses en Francia los pasó en Marsella, al abrigo de la embajada de México. Ejerció como médico en diversas residencias (los famosos chateaux) adquiridas por este país para atender a los refugiados españoles, y más tarde en el consultorio del Consulado. Describe con particular detalle su paso por el Chateau de Montgrand, en el que residían ciento cincuenta mujeres y cien niños. “Estábamos bien alojados y teníamos un servicio de enfermeras excelente, reclutado entre las mismas internas” (p. 237). Su última aventura consistió en una escapada ilegal a Andorra para reunirse con su mujer y su hijo antes de partir solo a México. Ocho meses después, el 16 de octubre de 1942, el barco que lo transportaba, el Nyassa, alcanzó el puerto de Veracruz. “De refugiado, me convierto en exiliado, y aquí empieza toda otra historia, que no pienso escribir” (p. 273).

El libro incluye un esbozo de su biografía, una emotiva presentación de su hijo, Pelayo Vilar Puig, un interesante prólogo del historiador de la medicina Carlos Viesca, un índice onomástico y toponímico francamente útil, y un mensaje del presidente del Ateneo Español de México, Ernesto Casanova, cuyo respaldo fue decisivo para que estas memorias vieran la luz.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons