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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.71 n.4 Ciudad de México Apr./Jun. 2022  Epub Apr 04, 2022

https://doi.org/10.24201/hm.v71i4.4085 

Reseñas

Sobre Sofía Martínez del Campo Lanz (coord.), El Códice Maya de México, antes Grolier

Laura Elena Sotelo* 

*Universidad Nacional Autónoma de México

Campo Lanz, Sofía Martínez del. El Códice Maya de México, antes Grolier. México: Secretaría de Cultura, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2018. XXIV+379p. ISBN: 978-607-539-158-8.


El Códice Grolier es un manuscrito que algunos autores vinculan con la tradición maya prehispánica, mientras que otros piensan que está hecho sobre un soporte prehispánico en el siglo XX. Fue dado a conocer públicamente en 1971, en Nueva York, cuando se exhibió en la exposición “Ancient Maya Calligraphy” en el Club Grolier. Josué Sáenz, presidente del Comité Olímpico Mexicano de 1966 a 1972, lo prestó para dicha exhibición y en 1974 también lo prestó por seis meses al Museo Nacional de Antropología e Historia para su estudio, en el entendido de que, si el dictamen de autenticidad fuera favorable, “haremos mi esposa y yo una donación a la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología, con la única condición de que sea exhibida [sic] en el sitio y forma que corresponda a su alta categoría” (p. 12).

Más de 40 años después, dos académicos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Sofía Martínez del Campo Lanz (restauradora) y Baltazar Brito (etnohistoriador), plantearon en octubre de 2016 el “Proyecto institucional de investigación del Códice Maya de México, antes Grolier”, ante el Consejo de Arqueología (p. 23). En sus propias palabras, el objetivo era “dilucidar de una vez por todas su originalidad” (p. 11), “establecer de forma definitiva su temporalidad” (p. 15), “establecer la autenticidad de sus materiales, técnica de manufactura, estilo, iconografía y contenido ritual con base en la información contenida en el objeto” (p. 37).

El INAH ha difundido los resultados mediante tres publicaciones: la primera es un folleto de la colección Museos y Galerías. La segunda es la edición digital que se puede consultar en la dirección electrónica https://codicemayademexico.inah.gob.mx/#section-home, que da cuenta de la exposición temporal que tuvo lugar en el Museo Nacional de Antropología en octubre de 2018 y permite una consulta universal y gratuita; la tercera es el libro titulado El Códice Maya de México, antes Grolier, objeto de esta reseña.

En esta obra se plantea una nueva denominación al manuscrito: Códice Maya de México (CMM). Ni en el título del volumen ni en los distintos textos se obvia la antigua designación, Códice Grolier. La coordinación de la obra es de Sofía Martínez del Campo Lanz. Se trata del estudio monográfico interdisciplinario más completo y actual sobre un códice mesoamericano. Incluye análisis de datación, materiales orgánicos e inorgánicos, botánicos, entomológicos, iconográficos, antropométricos, codicológicos, epigráficos, de microscopía estereoscópica y electrónica de barrido, macrofotográfico o estilístico, entre otros, con la participación de 23 académicos. Los 16 capítulos que lo integra, semiarticulados, carecen de numeración, apartados o secciones que guíen los objetivos, metodologías o aproximaciones al manuscrito. El lenguaje que se emplea en cada capítulo (que algunos autores llaman artículos) varía en grado de complejidad y tecnicismos. Es una edición de lujo para especialistas, que no alcanza a explicar a cabalidad los procesos que ha sufrido el CMM en el tiempo, ni su filiación maya. Forma parte de la colección Arqueología del INAH, aun cuando “siempre habrá incertidumbre sobre su origen geográfico y su contexto arqueológico” (p. 282).

La hipótesis central del libro dice:

Es razonable suponer que la antigüedad del amate del CMM puede ser muy próxima a la de su elaboración […]. La edad del soporte de amate permitiría conocer la fecha aproximada de elaboración del códice. Si el estudio de las bases de yeso, sus pigmentos, análisis iconográfico y otras evidencias resultan en una manufactura acorde con la edad del soporte, se tendrían elementos que apoyarían la autenticidad del CMM (p. 110).

Entre los resultados más significativos o novedosos, producto de los diversos estudios que contiene la obra, se pueden mencionar:

  1. La información contenida en el archivo del Museo Nacional de Antropología sobre la llegada del códice al Museo Nacional de Antropología.

  2. La técnica de manufactura, el estado actual del documento, el deterioro y los materiales empleados en su factura, que permiten una caracterización del CMM como un códice mesoamericano.

  3. El desarrollo y resultados de los modelos hechos con amate y yeso preparados para un ensayo entomológico, que constituye un modelo experimental pionero sobre los códices mesoamericanos.

  4. El soporte del CMM está hecho de un armado trilaminar de fibras sin machacar de la corteza del árbol de higuera del género Ficus, al igual que los folios que lo acompañan.

  5. El deterioro del manuscrito se pudo deber a la acción de una población abundante de artrópodos (Isoptera, Thysanura o Psocoptera), ya que se encontraron fragmentos de sedas y el resto cuticular de uno de ellos. Además, se halló un ácaro cuya ubicación en el códice podría ser indicio de la presencia de otras especies de ácaros, o bien de algún roedor u otro artrópodo que lo hubiera llevado hasta el documento. Hay que destacar que se proponen nuevos estudios al documento, en concreto de las excretas mediante secuenciación masiva de ADN, que podría complementarse con análisis de fechamiento. Además, se sugiere hacer una reconstrucción virtual en tercera dimensión del códice que permita evaluar los daños y deterioros que tiene mediante alguna modalidad de tomografía computarizada.

  6. En Mesoamérica es posible encontrar “papel de amate” posclásico, proveniente tanto de excavaciones arqueológicas como de saqueos.

  7. A partir de los análisis de las dataciones con radiocarbono y EMA efectuados a dos muestras del folio 5, y comparados con los resultados de otros estudios previos de fechamiento, se concluye que el soporte del documento es del posclásico temprano (1026-1157 d. C.).

  8. La capa de preparación blanca sobre la que se escribió es de yeso (sulfato de calcio dihidratado). La causa de la presencia de potasio, silicio, magnesio y cloro está aún por determinarse. En cuanto a los pigmentos empleados para pintar, encontramos negro de humo, hematita, rojo de cochinilla y azul maya para el negro, rojo, café claro y verde azul, respectivamente.

  9. Por macrofotografía se identificaron diferencias en la calidad del pulido del yeso: el anverso del códice es más fino que el reverso; desgarres de fibras que craquelaron el recubrimiento blanco; manchas circulares de goteo debidas a salpicaduras de los pinceles con que se pintó, excretas de insectos, posibles gotas de resina. El “azul maya” del folio 10 presenta áreas de cubrimiento muy concentradas y otras ligeras. Tiene además pelusa de lino (proveniente de la cartulina de soporte del estuche).

  10. Los folios 9 y 10 del códice estuvieron pegados por humedad, pues se conserva parte del trazo de la fecha 13 Ik (hoy perdida) de la columna calendárica del folio 10 sobre el muslo derecho del personaje de pie del 9.

  11. El códice recibió un tratamiento de conservación en la Galería Merrin de Nueva York entre 1972 y 1973 a solicitud de Josué Sáenz, su propietario. Se le colocaron soportes de lino, cubiertas de acrílico y se roció con un aerosol. El proceso estuvo a cargo de Ludancio Ferraglio, del American Museum of Natural History de Nueva York; a eso se debe la presencia de fibras de lino en diferentes puntos del documento.

  12. El naturalismo y dinamismo de las figuras humanas de los códices mayas se diferencia del CMM por su estatismo y rigidez, que se inscriben dentro de la tradición Mixteca-Puebla. Sin embargo, las figuras antropomorfas carecen de formas distintivas del repertorio iconográfico, como los dedos de los pies proyectados hacia abajo y las orejas en forma de hongo.

  13. “El manuscrito tradicionalmente conocido como Códice Grolier ha dividido la opinión de la comunidad académica y hecho vacilar hasta a los mayistas más notables, lo cual […], lo hace digno de estudio y reflexión, otorgando siempre el beneficio de la duda en uno u otro sentido” (p. 301).

El diseño del volumen se debe a Natalia Rojas Nieto quien, en 380 páginas de 23 × 23 cm, integró los textos y las figuras que exponen y sintetizan los resultados del proyecto. El libro tiene un estuche de cartón y está acompañado de un facsímil a escala 1:1 del códice, por ambas caras. La edición ofrece más de 260 imágenes que comprenden en su mayoría fotografías a color del manuscrito a diversas escalas, así como tablas, recuadros y gráficas que ilustran con detalle los textos. Es posible recorrer minuciosamente el códice tan sólo con hojear el libro, a la vez que anticipar los temas que se desarrollan en los distintos apartados mediante las imágenes. Sin embargo, carece de mapas explicativos e indicativos que guíen al lector por el espacio donde se desarrolló la cultura maya y los sitios importantes del posclásico temprano, época en que algunos de los autores de este libro fechan el soporte del códice.

Cabe preguntarse, ¿cuál es el lugar que ocupa el Códice Grolier en la gran tradición mesoamericana?, o para expresarlo en términos mayas, siguiendo al Chilam Balam de Chumayel, “¿Qué profeta, qué sacerdote, será el que rectamente interprete las palabras de estas escrituras?”

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