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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.71 n.4 Ciudad de México Apr./Jun. 2022  Epub Apr 04, 2022

https://doi.org/10.24201/hm.v71i4.4093 

Reseñas

Sobre Robert Curley, Citizens and Believers. Religion and Politics in Revolutionary Jalisco, 1900-1930

Julia G. Young* 

*The Catholic University of America

Curley, Robert. Citizens and Believers. Religion and Politics in Revolutionary Jalisco, 1900-1930. Albuquerque: Nuevo México: University of New Mexico Press, 2018. 451p. ISBN: 978-082-635-537-9.


En el libro Citizens and Believers, Robert Curley rastrea el desarrollo, y eventualmente el colapso, del “catolicismo político” en el estado de Jalisco entre 1900-1930. Al hacerlo, presenta una descripción informativa y matizada de los católicos como actores políticos y modernos en México; demuestra que la historia del catolicismo en Jalisco es esencial para el entendimiento histórico de la revolución mexicana, y crea una nueva narrativa histórica de los acontecimientos que culminaron en la Cristiada y la segunda Cristiada.

El libro procede cronológicamente, trazando el surgimiento de un “catolicismo político distintamente moderno” (p. 4) en Jalisco a lo largo del periodo que comienza con la última década del porfiriato y continúa hasta los principios del conflicto Cristero. En todo momento, Curley emplea una impresionante variedad de fuentes para reconstruir esta narrativa histórica, incluidas colecciones de periódicos, materiales de archivo, actas de conferencias, memorias y muchas otras fuentes importantes, relevantes y subutilizadas. Además, Curley es un escritor claro y confiado, y el libro está lleno de descripciones líricas y vívidas de los sucesos que se desarrollan.

En los primeros dos capítulos, Curley provee de antecedentes esenciales y prepara el escenario para su narración, brindando una excelente discusión sobre la relación histórica entre la Iglesia y el Estado en Europa y México, y describiendo cómo la Iglesia desarrolló una especie de “mentalidad de fortaleza” (p. 9) como resultado de las victorias liberales durante el siglo XIX.

Discute también la importancia de la encíclica papal de 1891, Rerum Novarum, que llamó a los católicos a responder a las crecientes necesidades de las clases trabajadoras en una economía capitalista. También ofrece una vasta información sobre la Iglesia católica en Guadalajara, exponiendo los argumentos de por qué es central para la historia del catolicismo en México.

Centrándose en la historia mexicana y jalisciense, en el segundo capítulo Curley utiliza los escritos de intelectuales católicos mexicanos y las actas de congresos y seminarios católicos, como el Congreso Guadalupano de 1906, para demostrar cómo los católicos en México, y en Guadalajara en particular, comenzaron a generar sus propias ideas: una “sociología católica” para entender y mejorar la sociedad (p. 23). Además, describe cómo, durante este periodo, la peregrinación se volvió “central para la construcción de una identidad católica movilizada, intransigente y combativa” (p. 45).

Los siguientes tres capítulos se centran en el activismo político católico durante los años turbulentos de la revolución mexicana. En el tercer capítulo Curley comienza con la formación del Partido Católico Nacional (PCN). A medida que el colapso del porfiriato y el estallido de la Revolución cambiaron el panorama político, los católicos vieron una nueva oportunidad para unirse a la arena política, repentinamente mucho más abierta. Los católicos, particularmente las élites de la ciudad de México, trabajaron para transformar a pequeños grupos locales de acción social “en un movimiento de democracia cristiana enfocado a nivel nacional” (p. 55) como los que ya existían en Europa. En 1911 formaron el PCN, que hizo varias propuestas para la sociedad, incluyendo la fundación de asociaciones de trabajadores, el aumento de salarios y la expansión de la intervención estatal en el mercado.

En el cuarto capítulo, Curley cambia el enfoque a Jalisco y Guadalajara, demostrando cómo la región se convirtió en el centro del movimiento democrático católico por medio del PCN, lo cual obtuvo docenas de victorias electorales en Jalisco y construyó una amplia red de apoyo electoral. Sin embargo, el crecimiento nacional y regional del PCN se vio frustrado cuando el partido apoyó al gobierno de Huerta, una mala apuesta que resultó fatal cuando Huerta se volvió en contra del PCN. Aunque el partido se derrumbó en 1914, Curley señala dos contribuciones principales del resurgimiento católico en Guadalajara: primero, la peregrinación de Cristo Rey de 1914, un acto de “teatro político” que atrajo a una gran y combativa multitud; y segundo, el surgimiento del arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez “como un líder cívico de considerable autoridad” (p. 106).

El quinto capítulo se centra en la política católica en Guadalajara y Jalisco a raíz del colapso del PCN y en plena Revolución. Para 1915, Guadalajara se había convertido en un centro de guerra violenta, atrapada entre villistas y carrancistas, estos últimos particularmente anticlericales e iconoclastas. Varios hechos que ocurrieron durante este periodo prefiguraron el futuro apocalíptico de la Cristiada, incluso que el padre David Galván fuese ejecutado en Guadalajara, convirtiéndose en uno de los mártires católicos más prominentes del periodo revolucionario; y también que los católicos sufriesen allí un “reinado de terror” bajo el gobierno de cinco meses del gobernador carrancista Manuel M. Diéguez (p. 128). Aquí, Curley examina asimismo la dimensión internacional de la guerra, centrándose en las respuestas de los católicos en Estados Unidos y en todo el mundo al conflicto en México.

Los últimos tres capítulos describen lo que sucedió en los últimos años de la Revolución y principios de la década de 1920. Después de la promulgación de la Constitución de 1917, los católicos en Guadalajara estaban sujetos a una legislación anticlerical cada vez más agresiva. El sexto capítulo describe los enfrentamientos cada vez más frecuentes entre la Iglesia y el Estado, cuando el gobernador Diéguez tomó medidas enérgicas contra los católicos (expropió las iglesias católicas, arrestó al arzobispo Orozco y Jiménez y, en 1918, lo obligó a exiliarse nuevamente). En respuesta, se revitalizó el movimiento social católico: nuevos grupos, como la Asociación Católica de la Juventud Mexicana y la Unión de Damas Católicas Mexicanas, movilizaron y lideraron peticiones, boicots, protestas y marchas. Todos estos conflictos ayudarían a impulsar un “movimiento nacional” (p. 166).

El séptimo capítulo ofrece una discusión fascinante de la formación y el crecimiento de sindicatos católicos a principios de la década de 1920 en Jalisco, y en especial en Guadalajara. Curley señala que las uniones católicas ofrecieron beneficios que eran materiales, pero también compartieron a sus miembros recompensas espirituales como exvotos y fondos para dar entierros cristianos a los sindicatos. Continuando con su enfoque en la peregrinación y la protesta pública, proporciona una descripción vívida de las actividades católicas durante la coronación de la Virgen de Zapopan, cuando los católicos tomaron las calles de la ciudad y “sitiaron […] el espacio público” (p. 198).

La narrativa del libro llega a una culminación en el octavo capítulo, donde Curley examina el colapso del espacio público para la política católica después de que José Guadalupe Zuno se convirtiera en gobernador de Jalisco en 1923. Bajo su administración, la política se hizo más anticlerical que nunca: aplicó el artículo 123 que prohibía los sindicatos confesionales; y cerró escuelas católicas, conventos, seminarios, oficinas sindicales y centros juveniles. Como resultado, Curley argumenta, “la política de Zuno sofocó la protesta cívica al cerrar los espacios en los que los católicos se organizaron y expresaron su oposición” (p. 204). Puesto que esto ocurrió en el contexto nacional de violencia creciente contra los católicos, la turbulencia política, y el aumento de acontecimientos y organizaciones católicas, no es sorprendente que los católicos en Guadalajara, así como en muchas otras partes de México, estuvieran preparados para la militancia hacia 1926.

En el capítulo final, Curley ofrece una reflexión profunda y fascinante sobre la vida y los escritos de Anacleto González Flores, el intelectual católico jalisciense y fundador de la Unión Popular, quien fue torturado y asesinado, junto con otros, por tropas federales en abril de 1927. Sus ensayos sobre la cuestión social, la libertad religiosa y el martirio fueron profundamente influyentes para los católicos mexicanos en la década de 1920, e investigó la cuestión de cómo los mexicanos podrían ser ciudadanos y creyentes. Curley afirma que sus escritos ayudaron a producir una “identidad católica combativa e intransigente y una mentalidad de sacrificio, incluso de martirio” (p. 268). Finalmente, este alejamiento ideológico de la movilización política pacífica hacia la violencia y la rebelión hizo que la guerra y la rebelión fueran el único camino a seguir, y “destruyó efectivamente el catolicismo político como un movimiento con aspiraciones nacionales” (p. 270).

En Citizens and Believers, Curley hace una contribución muy significativa a la literatura sobre el México porfiriano, el México revolucionario, la historia de Jalisco y la historia de los conflictos entre la Iglesia y el Estado mexicano. Su libro complementa las historias recientes del conflicto Iglesia-Estado en México, particularmente aquellas que se enfocan en variaciones regionales (incluyendo estudios de Matthew Butler, Ben Fallaw, Ben Smith, Julia Preciado Zamora, Edward Wright-Rios y otros), y Curley coloca su narrativa en diálogo con algunos de estos autores en el capítulo final del libro. Los especialistas en todos estos temas ciertamente acogerán con beneplácito su publicación. Además, al tratar a los católicos mexicanos como actores políticos, también contribuye a debates más amplios y teóricos sobre religión y nacionalismo, secularización y teoría política.

Sobre todo, el análisis incisivo de Curley genera un retrato invaluable y original de los ciudadanos católicos en un momento desafiante y hasta épico. Curley también ofrece algo único: una visión de lo que hubiera sido. Al comenzar su narrativa a principios de siglo, en los últimos años del porfiriato, y concluirla justo antes de la erupción de la Guerra Cristera, examina las formas en que los hombres y mujeres católicos en Jalisco intentaron crear una identidad política dentro de la sociedad civil, tanto ciudadanos como creyentes. Al final, este libro nos muestra las posibilidades que los católicos en Jalisco intentaron alcanzar, antes de que quedara claro que la guerra era el resultado desafortunado, pero aparentemente inevitable.

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