En 1999 se publicó la primera edición de esta obra de Anna Ribera Carbó, con el título La patria ha podido ser flor: Francisco J. Múgica, una biografía política, edición realizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. La nueva edición, de 2019, ha cambiado de denominación, que resulta muy sugerente por su subtítulo: El presidente que no tuvimos. Aunque para el eventual lector este subtítulo podría funcionar de manera ambivalente al toparse de entrada con el libro en los estantes de las librerías: generarle una dimensión limitada del propio personaje, pues se afirma contundentemente que fue un presidente que no tuvo la nación mexicana. O incentivar, de inicio, la lectura para comprender el proceso histórico, y conjuntamente su interpretación y análisis, acerca de los acontecimientos coyunturales y las razones de Estado que impidieron la entronización de Múgica en la presidencia de la República.
La estructura formal de la nueva publicación contiene, después de los agradecimientos y la introducción, diez partes o capítulos que pretenden seguir en orden cronológico, y a grandes rasgos, la historia vital del revolucionario michoacano. A saber: I. La cuna de la libertad. II. El viento rudo de la Revolución. III. La Revolución al Congreso. IV. La patria ha podido ser flor. V. Selva y petróleo. VI. El exilio en el mar. VII. El ejercicio del poder. VIII. La sucesión presidencial. IX. Otra vez el Pacífico. X. Las últimas batallas. Incluye epílogo y bibliografía.
Si bien la obra de Ribera Carbó es loable por el denuedo en rescatar la figura de Múgica, se debe precisar que todavía las y los historiadores estamos en deuda para mostrar exhaustivamente el notable abanico sociopolítico en el que se movió Francisco José Múgica Velázquez a lo largo de su existencia. En la estructura de este volumen persisten coyunturas insuficientemente tratadas, a pesar de haber sido revisado y corregido. Baste mencionar sólo algunos tramos ausentes de su vida o referidos limitadamente.
Por ejemplo, la coyuntura que llevó a Múgica y a Felipe Carrillo Puerto a definir de forma contundente su muy breve militancia como cuadros políticos en el emergente Partido Comunista de México -entre noviembre de 1919 y por lo menos mediados de 1920-.1 También hubiese sido deseable que la autora atendiera el pensamiento internacionalista y latinoamericanista del michoacano, del que se ocupó Juan Ortiz en un estudio publicado hace tiempo, pues ahí se reflejan las redes y las conexiones que Múgica preveía para la integración de México con el resto del continente latinoamericano, basada en los andamios de la transformación revolucionaria mundial preconizada por la Tercera Internacional Comunista.2
Faltaron, de igual manera, las interacciones y las sociabilidades establecidas por Múgica con sus agentes femeninos leales: desde 1917 y hasta por lo menos 1921, en el caso de Elena Torres, y desde 1917 y hasta los años cincuenta, en el caso de Cuca García, su muy cercana colaboradora en el Partido Socialista Michoacano, e intermediaria política y misionera educativa durante la gestión mugiquista al frente del gobierno de Michoacán.3 Por ende, está por estudiarse el pensamiento de Múgica en relación con el socialismo y el feminismo, pues tanto Torres como García tuvieron una gran agencia y liderazgo como comunistas fundadoras del Partido Comunista Mexicano (PCM) y como feministas fundadoras del Consejo Feminista Mexicano, adherido a este partido. La intermediación de García, Torres y la guerrerense Stella Carrasco, fue activa para vincular a Múgica y a Felipe Carrillo Puerto con la dirigencia comunista a cargo de José Allen, Frank Seaman y Manabendra Nath Roy.
En otro escenario, en los años del gobierno cardenista, muchos otros núcleos femeniles se agruparon en torno a Múgica siendo secretario de Estado, como fue el caso particular de la brillante abogada cubana Ofelia Domínguez Navarro, quien lo acompañó en sus giras ofreciendo pláticas para refrendar las aspiraciones de igualdad de las mujeres en el marco de la creciente ola femenil estimulada por el Frente Único Pro Derechos de la Mujer, en el contexto de la movilización social cardenista.
El vínculo y la interlocución con las ideas feministas y socialistas que tuvo el Múgica rebelde y jacobino -configuradas desde su juventud, en medio de convulsiones sociales a causa de la lucha armada- logró enunciarlos, aunque fuese limitadamente, en sus mandatos gubernamentales en Tabasco y Michoacán y, por supuesto, en la tribuna del Constituyente, al apoyar al contingente femenil revolucionario y hacer suya la demanda en favor del sufragio femenino.
Todos estos antecedentes jugaron, seguramente, un papel relevante en el inicial agrupamiento de núcleos femeniles de izquierda -con pronunciamientos públicos y declaraciones de prensa- en torno a su precandidatura presidencial entre 1938 y 1939. Esta peculiar experiencia sociopolítica de las mujeres trabajadoras politizadas -comunistas, perremistas, burócratas, profesionistas, intelectuales, etc.-, hasta la fecha se ha documentado escasamente para poner de relieve la integración de la agenda femenina en el ideario político del aspirante presidencial. Esta coyuntura político-electoral fue especialmente difícil para el michoacano, según se ha narrado en Francisco J. Múgica. El presidente que no tuvimos, aunque precisamente la referencia a las acciones colectivas de las mujeres en el movimiento político en favor de Múgica resulta escueta en esta obra (pp. 174-175). Aquellas miles que se asumieron en un primer momento como adherentes de la candidatura mugiquista, como la propia Concepción Sarabia a la que alude Ribera Carbó, con las circunstancias en contra de Múgica, marcarían su falta de independencia y autonomía de la organización de mujeres viéndose obligadas, lastimosamente, a modificar sus preferencias electorales y a restringir sus propias demandas femeniles en favor de decisiones e intereses políticos del gobierno y su partido, encabezados por hombres.4
Las fuentes de las que se nutrió la obra de Ribera Carbó forman un corpus documental, hemerográfico y bibliográfico idóneo, aunque insuficiente a la luz de las numerosas fuentes que se han revelado a lo largo de los últimos años, junto con estudios académicos y de carácter testimonial que se han publicado y se encuentran accesibles. En mi opinión, aquéllas podrían haberse revisado e incorporado con miras a integrar la biografía seminal de Francisco J. Múgica.
Enlisto algunos ejemplos: en lo relativo a fuentes primarias locales, siguen siendo una veta muy rica los repositorios michoacanos, me refiero concretamente al Archivo General del Poder Ejecutivo del Estado de Michoacán y a los acervos históricos que resguarda el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. La creciente estatura política y moral de Múgica -a nivel local y regional en las distintas etapas de su trayectoria pública- y, sobre todo, su mixtura como caudillo regional, se reflejan y se exhiben en numerosos documentos. Así como el Fondo Dra. Mathilde Rodríguez Cabo -brillante médica de izquierda e intelectual feminista, quien fuera la segunda esposa del general Múgica-5 albergado en el Archivo Histórico de la Unidad Académica de Estudios Regionales (AHUAER-Coordinación de Humanidades de la UNAM, Centro de Estudios de la Revolución Mexicana “Lázaro Cárdenas”, A. C.), en Jiquilpan, Michoacán. Todavía están por estudiarse la fascinación y las emociones más íntimas que se prodigaron mutuamente estas dos cabezas pensantes: Mathilde y Francisco José, y cuáles fueron, como pareja, su ideario iconoclasta y sus mutuos desasosiegos y desvelos cotidianos.
En lo que toca a estudios especializados en torno a la figura de Múgica, o en conexión directa con él, sobresalen varios, pero menciono sólo algunos de los más relevantes: José Napoleón Guzmán Ávila y Gerardo Sánchez Díaz, “Francisco J. Múgica: pensamiento y praxis agraria”, en la obra colectiva Gral. Francisco J. Múgica. Agrarista/Educador (Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán, 1985). El volumen La Revolución y el poder político en Michoacán, 1910-1920, de Eduardo Nomelí Mijangos Díaz (publicado por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana, en 1997). El libro de gran calado del fallecido Gregorio Sosenski, titulado América Latina y México en los albores de la guerra fría. El general Francisco J. Múgica y sus últimos combates en defensa de la Revolución, publicado en 2013 por la Secretaría de Cultura del gobierno de Michoacán. Y los nuevos hallazgos documentales y el análisis fino concretados en la tesis doctoral de Pedro Villagómez Hernández, “Armas, fortuna y elección: el derrotero del general Miguel Henríquez Guzmán en la primera mitad del siglo XX” (CIESAS Occidente, noviembre de 2016).
Por otra parte, en su introducción, la autora se hace preguntas clave que, en efecto, como ella misma asegura, nos pueden revelar aristas de cómo enfrentar una figura histórica de la talla de Múgica. Estas inquisiciones se expresan a propósito de un diálogo sostenido entre el originario de Tingüindín y su fraternal paisano y discípulo, el muy connotado estadista del siglo XX, Lázaro Cárdenas del Río. La conversación versaba en torno a cuál hubiera sido el destino de ambos si la revolución mexicana no se hubiera desencadenado. Estos dos michoacanos hubieran mantenido una forma de vida local bastante limitada: Múgica, profesor rural, y Cárdenas, un provinciano tejedor de rebozos. Como bien establece Ribera Carbó, estas disquisiciones encubrían todo “un tratado de teoría de la historia: el debate acerca del papel de los individuos, de las personalidades, en los procesos de transformación social” (p. 13).
Por qué y para qué ahondar en la vida de un personaje, y cómo enlazar su historia propia y única en la complejidad de su sociedad, en el tiempo y en el espacio que le tocó vivir, son sólo algunas de las problemáticas que atiende el giro biográfico.6 La obra de Ribera Carbó exhibe el potencial heurístico de la experiencia personal de Francisco J. Múgica y su relevante protagonismo como agente social y con cualidades carismáticas y de liderazgo político en el complejo entramado del movimiento revolucionario de 1910 y en la posrevolución.
Con seguridad, en un futuro cercano, nuevas plumas, en el oficio de historiar, penetrarán en el espíritu del michoacano, cuyos ejes plantares se nutrieron de una ética y principios liberales y socializantes radicales, no siempre destacados en una atmósfera asfixiante de políticos enriquecidos y corruptos en el cauce de la institucionalización del nuevo Estado. Tengo la certeza de que la historia biográfica ahondará en los avatares y los entresijos de una vida vivida plenamente -la gnosis de Francisco José Múgica Velázquez-, que buscó concretar insistentemente, para México, el imperativo de la Revolución.