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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.72 n.4 Ciudad de México Apr./Jun. 2023  Epub May 08, 2023

https://doi.org/10.24201/hm.v72i4.4274 

Reseñas

Sobre Dora Barrancos, Historia mínima de los feminismos en América Latina

Ana Sofía Rodríguez Everaert1 

1El Colegio de México

. Historia mínima de los feminismos en América Latina. Ciudad de México: El Colegio de México, 2020. 274p. ISBN: 978-607-564-185-0.


No hay momento más pertinente para publicar un libro sobre la historia de los feminismos de América Latina que el actual, cuando las demandas por los derechos de las mujeres han dado lugar, por primera vez en la historia de nuestra región, a un movimiento de masas. La Historia mínima de los feminismos en América Latina, de la historiadora argentina Dora Barrancos, ofrece una síntesis del devenir del feminismo en estas latitudes con la intención de ampliar la mirada sobre el mismo y contribuir a superar los “esencialismos” en el feminismo actual. Al mismo tiempo, su libro recupera la historia de una serie de personajes y episodios, y se propone restituir la memoria de un movimiento cuya lucha es tan presente y urgente que, por lo menos en México, parecería no deberle nada a sus antecesoras.

Además del reto que entraña la extensión territorial, el libro que se propuso Barrancos se enfrenta al desafío de explicar un movimiento social que es también una corriente de pensamiento, con un variado corpus teórico y político. La solución que encuentra la autora para atender ambas dimensiones y enfatizar su pluralidad es hablar de las protagonistas -como ha hecho antes en Inclusión/Exclusión. Historia con mujeres (FCE, 2002)-: las mujeres que dieron la batalla por los derechos de sus congéneres en la región. Esta decisión es osada en términos historiográficos, dado que siempre se puede argumentar que faltan nombres, discutir sus equivalencias, o alegar -como lo hace a veces la propia autora- sobre el grado de adhesión al feminismo de cada una de las mujeres retratadas. Pero lo incipiente del tema de estudio, sobre todo desde una visión de conjunto y comparativa, la vuelve una aproximación legítima. Nos acerca al perfil de las feministas, en su mayoría provenientes de clases acomodadas, educadas y de cierto cosmopolitismo. A su vez, las trayectorias también dejan ver los temas y proyectos políticos que no tenían que ver con los derechos de las mujeres necesariamente, pero por los que también se interesaban y de los que participaron las feministas: el carrancismo de Hermila Galindo, el apoyo a Somoza de las sufragistas de Nicaragua, la guerrilla y los partidos socialistas, por mencionar algunos. Este aspecto, que se le suele escapar a la historia de las feministas, muchas veces explica la relación compleja entre éste y otros movimientos.

La investigación del futuro se queda con el reto de explicar mejor la dimensión colectiva del feminismo, lo mismo con respecto a las dinámicas de los distintos grupos que frente a las genealogías intelectuales. Más que la actuación de feministas en particular, es la combinación de ambos -en diálogo con los contextos políticos locales- lo que en última instancia nos permitiría explicar a cabalidad los feminismos en plural y su éxito diferenciado en cada país. Sin embargo, es importante decir que los nombres propios en el libro de Barrancos no oscurecen las formas que tomaron el intercambio y la organización de las feministas en la región y que explican la sincronicidad de causas en dos grandes periodos discernibles: en las décadas de 1920 y 1930 y -en mayor coincidencia con la denominada “segunda ola” del feminismo “internacional”- alrededor de la década de 1970. Vemos, por ejemplo, la importancia de la Conferencia Panamericana de Mujeres de 1922, la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas de 1925, la Conferencia del Año Internacional de la Mujer en 1975, y los más recientes Encuentros de Mujeres de América Latina y el Caribe. La autora también remarca la importancia de las migraciones y exilios, así como las traducciones y ediciones de libros canónicos, para la circulación de ideas feministas en la región. Esto, que seguramente explicaría ciertas variaciones en los ritmos de adopción y formas de los feminismos en los distintos países, queda por estudiarse. Son más reveladoras para entender el pensamiento local las publicaciones periódicas editadas por y para mujeres en los distintos países, y cuyos títulos ha reunido diligentemente Barrancos en este libro.

El centro de la obra se compone de dos grandes apartados: uno dedicado a los países de América Central y el Caribe, y el otro a América del Sur. La exposición por países responde al propósito de que éste sea un auténtico libro de consulta y, a pesar de ello, es una obra mucho más compleja que otros esfuerzos introductorios, como, por ejemplo, el de Margaret Walters en la serie Very Short Introductions (Oxford University Press, 2005), que se centra sólo en Inglaterra. Para lograr su cometido, Barrancos necesariamente ha tenido que basarse en el estado de la cuestión de la historia del feminismo en cada país la ti no ame ri ca no. Ésta es una decisión metodológica comprensible, pero que entraña el problema de reproducir las desigualdades historiográficas. El aparente escaso feminismo de El Salvador o República Dominicana, por ejemplo, no es un hecho objetivo, sino que seguramente se debe a la falta de investigaciones al respecto. Y aunque no se espera que la autora llene los huecos, un comentario historiográfico -como el que hace sobre las consecuencias positivas que ha tenido el avance de la historia de las mujeres en México-, permitiría al lector ubicarse en la madurez del campo.

Por otro lado, la región dividida así lleva a pensar que hay algo que vincula a los países del centro que los diferencia del sur, y viceversa. Ciertamente la autora no se equivoca al señalar la importancia de la migración en la conformación social particular de los países del Cono sur, y en el feminismo de corte más europeo que esto trajo consigo; lo mismo que en las posteriores consecuencias de las dictaduras ins ti tucio na li za das. Sin embargo, fuera de esos dos hechos, cuyas consecuencias rápido se revelan divergentes, es difícil pensar que haya cuestiones geográficas que unan al resto del subcontinente. Esto lleva a pensar en otras formas de contar la misma historia. Una exposición por temas, por ejemplo, tal vez resultaría en una narración más equilibrada y dada a las comparaciones. Permitiría ver en contraste aquellos países donde el sufragismo se prolongó más, o donde tuvo tintes más conservadores, por ejemplo. Las diferencias con respecto al “maternalismo” y las protecciones frente al matrimonio; el devenir de las conceptualizaciones de la violencia, las medidas alrededor de la sexualidad libre y la anticoncepción de las mujeres. Y, para tiempos más recientes, los circuitos de institucionalización y academización del feminismo.

Centrarse en el avance, cambios y retrocesos de las agendas que la autora identifica serviría mejor a las comparaciones. Aunque habría que advertir que, como ocurre con European Feminisms, 1700-1950 de Karen Offen (Stanford University Press, 2000), esto resultaría en la supeditación de las historias de los personajes, por un lado, y, por el otro, el lector se perdería de la explicación sobre los contextos nacionales que acompañaron a -y a los que reaccionaron- las feministas. Éstos, que Barrancos reconstruye con una increíble erudición, complican los logros del feminismo en la región y permiten pensar en algunas de las condiciones para su éxito. Así, hay materia para considerar los tintes sociales del primer frente de mujeres en México -el Frente Único de los Derechos de la Mujer de los años treinta- y su vínculo con la Revolución, el sistema de partidos en Chile y los muchos partidos feministas, la influencia de Estados Unidos en Panamá para el desarro llo temprano del feminismo en este país. O misterios que quedan por resolverse: por ejemplo, que algunas dictaduras hayan propiciado el reconocimiento político y derechos sociales de las mujeres, como en Colombia y Paraguay.

Los contextos también han obligado a las feministas latinoamericanas, hasta el día de hoy, a hacer reflexiones divergentes del mainstream europeo o estadounidense. Además, desde fines del siglo XIX, el feminismo ha sido cuestionado por ser objeto de sospechosismos al considerarse una ideología “extranjerizante”. El libro de Barrancos da cierta cabida a la búsqueda de un feminismo vernáculo, pero el hecho de que se centre en la práctica política de las mujeres en lo particular, y no en los programas de los grupos ni en el feminismo desde el punto de vista de la historia intelectual, oscurece esta dimensión. De hecho, en el primer apartado, en el cual la autora introduce el feminismo como epistemología, se ciñe a la historia canónica del feminismo europeo. El tono introductorio del libro hace obligatorio este repaso. Sin embargo, se extraña ver aquí contextualizadas a las “voces anticipatorias” del feminismo de la región, como sor Juana Inés de la Cruz o la muy posterior Nísia Floresta, que están constreñidas a los apartados de sus respectivos países. Y lo mismo puede decirse de las aportaciones de las latinoamericanas al pensamiento de la segunda ola; en concreto con lo que respecta al trabajo doméstico delegado y la anticoncepción como política estatal para el control de la natalidad.

De igual modo, las respuestas político-ideológicas que la región ha encontrado para sus problemas particulares -y con las cuales el pensamiento feminista ha tenido que lidiar- distan mucho de circunscribirse a los socialismos, como parece sugerir la autora en este apartado. La relación tensa, y a veces francamente antagónica, entre ambos tiene indiscutible importancia sobre todo a partir de la década de 1960, y de manera notable en Cuba y Chile. Pero para buena parte de los países sería relevante contrastar otras formas de pensamiento político. Por ejemplo, el nacionalismo y el antiimperialismo, o el indigenismo. Éste, que es analizado por la autora en otros trabajos, no por nada se ha fincado con fuerza en el feminismo de Abya Yala que bien rescata Barrancos en la última parte del libro y que es quizás una de las contribuciones más importantes de la región al pensamiento sobre las desigualdades de género.

Esto lleva a un dilema recurrente al momento de estudiar el feminismo en América Latina que acecha a la historiografía y al feminismo en tanto práctica política, y es que en nuestros países ha habido incontables movimientos de mujeres organizadas, que no sólo no han tenido como inspiración al feminismo, sino que a veces se le han opuesto. La autora menciona movimientos por la autonomía de las mujeres que no necesariamente eran feministas y a mujeres organizadas políticamente que, sin embargo, desdeñaban la agenda de género, sobre todo en contextos de guerrilla. Pero las implicaciones que esto tuvo en el avance del feminismo en concreto ha de estudiarse mejor.

Por último, ver tan de cerca a cada país prueba que la narrativa general de las “olas” efectivamente tiende a oscurecer acontecimientos e impide complejizar las historias, como ya ha explicado Gabriela Cano. La década de 1940, de aparente inmovilidad, se prueba importante en los casos argentino y brasilero, por ejemplo. Pero no por ello hay que renunciar a entender los ritmos que acompañan a las generaciones de feministas, pues la continuidad del movimiento también depende de sus formas de socialización y de la importancia de la memoria interna. Esto explicaría la medida en que las movilizaciones actuales, que Barrancos narra en un capítulo final imprescindible, son producto de la historia. Quizá nos dé pistas sobre cómo continuar la lucha por los derechos de las mujeres.

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