1. Introducción
El análisis de los marcadores discursivos ha gozado de un amplio desarrollo en los últimos años; de tal manera, cada vez son más diversos los estudios que se realizan en torno a estas partículas discursivas. En este contexto, un tipo de investigación que se ha realizado en los últimos años es el de “analizar las preferencias en el uso de marcadores discursivos en el discurso oral” (Valencia, 2014, p. 246), lo que ha permitido, entre otras cosas, llevar a cabo estudios contrastivos entre variedades del español (cf. Valencia y Vigueras, 2015). Estos trabajos contrastivos pueden ser cualitativos, cuantitativos o mixtos; en el primer caso se está interesado en describir las diferencias en las funciones de los marcadores discursivos de una variedad a otra (cf. Fuentes, Placencia y Palma, 2016; Graham, 2021). En el segundo, el objetivo es explicar la preferencia de uso de: (i) una clase de marcador (i. e., estructuradores, conectores, reformuladores, operadores y conversacionales) (Santana y Borzi, 2020) o (ii) de una partícula discursiva sobre otra, cuando cumplen latu sensu la misma función discursiva o, al menos, pertenecen a la misma clase de marcador. Tanto en los estudios cualitativos como en los cuantitativos, se suele considerar la influencia de los factores sociales sexo, edad y nivel de instrucción para explicar las diferencias existentes.
Precisamente, a partir de los datos de la norma culta de la Ciudad de México (Lope Blanch, 1971), esta investigación está interesada en: (i) describir la incidencia de los factores sociales edad y sexo en el empleo de mira/mire y fíjate/fíjese, y (ii) contrastar la frecuencia de uso, de cada uno de estos dos marcadores, y comparar los resultados con los reportados en otras variedades del español —también de la norma culta— para determinar si se presenta una distribución similar o no. En este sentido, cabe aclarar que la intención no es equiparar cualitativamente mira/mire con fíjate/fíjese, sino, más bien, contrastar la frecuencia de uso de cada marcador —bajo el rubro general de enfocador de la alteridad(Martín Zorraquino y Portolés, 1999)— en diez variedades del español americano: Caracas, Ciudad de México, Córdoba, Argentina, Costa Rica, La Habana, La Paz, Bolivia, Montevideo, Panamá, San Juan de Puerto Rico y Santiago de Chile. Así pues, se asume que las particularidades formales y funcionales de ambos marcadores se mantienen estables u homogéneas de variedad en variedad, tal y como se afirma en cada uno de los estudios analizados, de modo que las diferencias en las frecuencias serían atribuibles a los hábitos lingüísticos particulares de cada zona geográfica.
Para lograr estos objetivos, este estudio se encuentra organizado de la siguiente manera, en §2 se presentan las características formales y funcionales de los marcadores discursivos llamados enfocadores de la alteridad, en particular de mira/mire y fíjate/fíjese, en §3 se describe la metodología que se siguió en esta investigación, en §4 se realiza el análisis de los datos, mientras que en §5 se lleva a cabo la discusión y, finalmente, en §6 se enuncian las conclusiones.
2. Los enfocadores de la alteridad
Los enfocadores de la alteridad son una clase de marcadores discursivos amplia y poco homogénea, pero que se caracterizan por ser “un conjunto de unidades que coinciden en que apuntan, en su origen, fundamentalmente al oyente (oye, mira, etc.) y, en alguna ocasión, a ambos interlocutores (vamos). Reflejan, en general, a entidades interjectivas (interjecciones propiamente dichas o signos que vienen a funcionar como las interjecciones)” (Martín Zorraquino y Portolés, 1999, p. 4171). Entre estos marcadores, se ha reconocido plenamente a unos en particular: las formas verbales de percepción en modo imperativo (mira, oye, escucha, etcétera). En estos casos, los verbos se encuentran gramaticalizados o cuasi-gramaticalizados, por lo que están fijos en la segunda persona, aunque pueden presentar variaciones de número (mira/miren, oye/oigan, etcétera) y en la forma de distancia (mira/mire). Tienen un carácter parentético, de modo que tienden a situarse en la periferia del enunciado, típicamente a la izquierda (Pons, 1998; Martín Zorraquino y Portolés, 1999), pero también pueden aparecer integrados al enunciado cuando se presentan acompañados de la conjunción que(Fuentes, 2009). Además, por estar en modo imperativo, conservan un valor conativo básico que los asocia comunicativamente con el oyente (Pons, 1998), de manera que son formas típicas de la lengua oral.
Como es habitual en los procesos de gramaticalización, se presenta una pérdida del significado léxico de los verbos, por lo que transitan de tener un valor predicativo a tener uno discursivo. Particularmente, en los casos de mira/mire y fíjate/fíjese, por ser formas de percepción visual, “manifiestan una subjetivización mayor, puesto que, en su uso discursivo, han perdido totalmente la referencia al sentido de la vista” (Cuenca y Marín, 2000, p. 224) y, en cambio, gracias a la forma imperativa de la que provienen, han adquirido valores fáticos y conativos. Como resultado, ya no apuntan al proceso físico de mirar o fijarse, sino que son un llamado de atención al oyente o hacia el enunciado (Pons, 1998).
De esta forma, cumplen dos funciones discursivas generales: fática, donde el llamado de atención se dirige al oyente, y fática interna, donde el llamado de atención se dirige a un enunciado; en este último caso, el llamado de atención puede estar asociado con usos enfáticos —relacionados con un refuerzo de lo dicho— o con un significado procedimental que instruye al oyente sobre la prominencia comunicativa del enunciado al que remite —como una marca lingüística de relevancia— (Pons, 1998). Así pues, cualquier tarea que desempeñen estará asociada con alguna de estas tres funciones generales. Por último, en virtud de estos rasgos formales compartidos, los verbos de percepción habilitados como marcadores del discurso “forman un subsistema bastante homogéneo” (Pons, 1998, p. 213) y con funciones particulares bien delimitadas como se verá a continuación.
2.1 mira/mire y fíjate/fíjese como enfocadores de la alteridad
Antes de iniciar con la exposición de las funciones de estos dos elementos, es necesario mencionar que en torno a fíjate/fíjese se ha dicho que pertenece a un grupo de formas verbales de segunda persona, cuya base léxica corresponde al campo de la percepción, y que, a pesar de compartir muchas características con los enfocadores de la alteridad, “no se ajustan plenamente, sin embargo, al estatuto de ‘marcador del discurso’” (Martín Zorraquino y Portolés, 1999, p. 4187). Esto se debe a que este tipo de elementos no está completamente gramaticalizado, ya que puede combinarse con ciertos complementos (ya sabes, me entiendes), acepta alternancia temporal (ves, verás), se puede negar (¿ves?, ¿no ves?) y puede presentarse en modalidad asertiva o interrogativa (entiendes, ¿entiendes?) (Martín Zorraquino y Portolés, 1999, p. 4187).
No obstante, el caso de fíjate/fíjese es distinto porque de todos estos rasgos solo podría admitir la presencia de un complemento como en fíjate bien. Además, debido a que está pasando por un proceso de gramaticalización, presenta características particulares, a saber: morfológicamente, solo puede estar flexionado en segunda persona, sea de familiaridad (fíjate) o de distancia (fíjese); fonéticamente, su estructura suele presentar una reducción fí(a)te; sintácticamente, los elementos que le siguen no pueden considerarse sus complementos; semánticamente, su significado conceptual básico se está perdiendo y, distribucionalmente, puede aparecer en las periferias izquierda y derecha del enunciado o la intervención. Por todas estas propiedades, fíjate/fíjese está adquiriendo funciones discursivas en detrimento de su valor predicativo original. En resumen, debido a que comparte con otros enfocadores los rasgos formales descritos en §2, se pueden atestiguar varios valores discursivos que garantizan su estatus como marcador del discurso (cf. Guillén, 2018). Así pues, una vez señalado lo anterior, se comenzará a describir las funciones de mira/mire y fíjate/fíjese.
La función típica de los enfocadores de la alteridad consiste en interpelar directamente al interlocutor para llamar su atención (Pons, 1998; Martín Zorraquino y Portolés, 1999; Galué, 2002; Domínguez y Álvarez, 2005; Fuentes, 2009), de manera que trabajan en el plano de la gestión de la interacción, en un nivel interpersonal. Por esta razón, se consideran marcadores discursivos de carácter interjectivo, pues se han vuelto “una señal que trata de atraer la atención del oyente a la esfera del hablante” (Martín Zorraquino y Portolés, 1999, p. 4181). En estos casos, tienen un valor perlocutivo (Pons, 1998) o conativo (Jakobson, 1981), asociados con el modo imperativo del que provienen. Son ejemplos como (1) y (2):
(1) Enc.: Y el curso ¿en qué consiste, tía, el curso que les dan?
Inf.: Pues el curso… Se dan varios cursos. Mira, el primero que se da es uno que da la jefatura de enfermeras, que consiste en enseñar, en primer... primero que nada, la voluntaria cómo se trata un niño enfermo, que no es lo mismo que un niño sano. Cómo tratarlo, cómo hacer una cama, cómo darle un baño, cómo tomar temperatura (Muestra VII)
(2) Figúrate que se murió mi mamá tres días antes de su hijo. Y estábamos rezando en la noche los… rosarios, y cuando salíamos, que... habíamos terminado de los rosarios, me dice en el corredor... me puso la mano en el hombro, y me dice: “Licha, está tu mamá lindísima, gloriosa, en el cielo”. Se los conté a mis hermanas y lo creyeron a pie juntillas, porque como la… considerábamos una santa. ¡Fíjate, a quién le han dicho que su madre está en el cielo…! (Muestra XII)
En casos como (1) y (2), los enfocadores de la alteridad están cumpliendo una función fática —interjectiva—, que corresponde al llamado de atención dirigido al interlocutor (Pons, 1998).
Por otro lado, también hay ocasiones en las que el llamado de atención recae sobre un enunciado en particular y ya no en el interlocutor, de modo que los marcadores desempeñan una función fática interna (Pons, 1998). En estos casos, la función se puede manifestar de dos maneras; la primera como focalizador (Pons, 1998; Fuentes, 2009), donde estas formas señalan que la información que introducen es comunicativamente más relevante (Martín Zorraquino y Portolés, 1999, p. 4181), por lo que tienen un significado procedimental que instruye al oyente sobre la prominencia comunicativa del segmento al que remiten y la importancia de su procesamiento. Son, pues, una marca lingüística de relevancia (Pons, 1998):
(3) Inf. B.: Me he dado cuenta por madres jóvenes, que les inculcan esto en las hijas. Mira: les… a una de mis sobrinas… les están dando una profesión larga y costosa. Entonces, dice la... la mamá: “No; el día que se case, si no… si no le va bien, pues que se separe; y se pone a trabajar” (Muestra XXI)
(4) [hablando sobre los debates académicos con alumnos]
Enc.: Bueno, pero lo importante es que pueda rebatirle, ¿verdad?
I.: Eso es; y resulta… Es que… que, fíjese: desgraciadamente no conocen la filosofía escolástica… La conocen… (Muestra IV)
En ejemplos como (3) y (4), el llamado de atención opera de manera catafórica, pues está señalando —de manera ostensiva— la relevancia comunicativa (Sperber y Wilson, 1986) de la unidad discursiva que introduce el marcador, pues a partir de ella seguirá desarrollándose la conversación.
La segunda forma en que se manifiesta la función fática interna está relacionada con los usos enfáticos, donde a través de estos enfocadores el hablante refuerza lo dicho o lo que va a decir, “son pruebas de lo que el hablante pretende resaltar, que no siempre tiene que ver con la relevancia del enunciado en el procesamiento de la información” (Pons, 1998, p. 221). De tal forma, tienen una función de enfatizador de la información (Fuentes, 2009, p. 211):
(5) Inf. B.: Al contrario, al contrario: son parecidísimos.
Inf. A.: Bueno, sí: pero en su manera de ser. Pero dentro sí mismo son diferentes. Mire, estoy segurísimo de eso (Muestra XX)
(6) Yo que entro, y que veo al que fue mi marido, acabado de recibir de dentista, con su bata blanca… fíjate… con su bata blanca, haciéndole una observación a la persona que le ayudaba… a su empleada, ¿verdad?, y voltea y se me queda viendo (Muestra XI)
En (5) y (6), los marcadores también operan de manera catafórica, ya que introducen las unidades discursivas que sirven de refuerzo. En el caso de (5), la presencia del superlativo segurísimo contribuye al énfasis de la información, mientras que en (6) la repetición de con su bata blanca refuerza el énfasis. También hay ocasiones en las que la función fática interna tiene un alcance anafórico, pues refiere a la unidad discursiva que antecede al marcador, como el caso de (7):
(7) I: Yo me quedé pero tan tranquila; nada más dije: “¡Ay, qué guapo muchacho!”, fue lo único que dije, fíjate (Muestra XI)
Ahora bien, con esta función, Fuentes (2009) ha consignado que estos marcadores pueden aparecer integrados a la unidad discursiva, ya que ocurren junto con la conjunción que:
(8) Inf. B.: Y mira que a mí me encanta jugar canasta. Pero, ya aquello que requiere un esfuerzo, una preparación —que leer, un libro, que esto y lo otro— eliminado. Ya no (Muestra XVII)
(9) Inf. A.: Bueno, no; no es que sea frustrada. Digo: hay mujeres que no se han casado y han destacado mucho. Pero te voy a decir una cosa: dentro de uno hay un hueco muy, muy grande. Pues ¡cómo no! Fíjate que… —digo— es una vida vacía. La puedes llenar, sí, en otros aspectos...
Inf. B.: de cosas materiales...
Inf. A.: de cosas materiales, pero no cosas morales (Muestra XXI)
Por otra parte, mira/mire y fíjate/fíjese también tienen una predisposición a aparecer a inicio de una intervención reactiva (Martín Zorraquino y Portolés, 1999; Fuentes, 2009; Guillén, 2018), de manera que introducen “un fragmento de discurso con el que el hablante justifica una opinión o un punto de vista contrarios a los del interlocutor” (Martín Zorraquino y Portolés, 1999, p. 4182). En estos casos, pueden focalizar la información que introducen (Fuentes, 2009). Por su carácter catafórico, presentan un matiz modal que puede adelantar, como ya se dijo, una justificación, pero también una respuesta despreferida, en claro contraste con lo dicho por el interlocutor (Guillén, 2018). Son ejemplos como los de (10) y (11):
(10) Inf. B.: pero en lo moral, pues… es el… lo que Dios estableció: una familia. El cariño de un esposo, de los hijos… ¿Que no se puede hacer, por cualquier circunstancia, el matrimonio? Bueno; que no se lleve a efecto; que no se case la mujer. Bueno, pues a su profesión dedicada ¿verdad?
Inf. A: Mira, tú ahorita, que eres soltera, quizás no… no lo entiendas así ¿verdad?; pero ya, cuando uno se casa, se siente uno totalmente complementada con el marido (Muestra XXI)
(11) Enc.: ¿Y a ti no te gustaría irte a especializarte a algún lado?
Inf.: Fíjate que oportunidades he tenido; únicamente que por cuestiones de trabajo no… lo he podido hacer. Pero tenía una beca, precisamente, para una universidad de Estados Unidos, y realmente no la pude desarrollar, ¿verdad? (Muestra II)
En otras ocasiones, estos enfocadores aparecen en aislado y constituyen una intervención que puede ser fática (Guillén, 2018), como en (12), o una que dirige la atención a lo enunciado por el interlocutor en la intervención previa, como en (13). En el primer ejemplo, la intervención formada por el marcador no colabora con el desarrollo efectivo de la conversación; más bien, es una contribución de carácter estructural, similar a las llamadas “respuestas fáticas: que confirman los papeles comunicativos con reacciones como ya ya, mm o manifiestan interés por lo que dice el interlocutor (a menudo con carácter agradador)” (Grupo Val.Es.Co., 2014, pp. 21-2). En el caso de (13), mire actúa como una réplica inmediata a una intervención previa, por lo que tiene un alcance anafórico y sirve para reaccionar a la información presentada por el oyente en dicha unidad (Martín Zorraquino y Portolés, 1999, p. 4181).
(12) Enc.: lo que es… que a su hija no le daba nada
Inf. A.: nada
Inf. B.: a su hija la fuimos a ver a España; la fuimos a buscar dos veces; le hablamos por teléfono
Inf. A.: a darle… a dejarle un regalo que le había mandado la mamá
Inf. B.: y nos habló por teléfono, dando un recado, diciendo que no nos podía atender…
Inf. A.: …que muchas gracias… se iba no sé dónde; al a San Sebastián…
Inf. B.: fíjate
Inf. A.: …o algo por el estilo (Muestra XIV)
(13) Inf. A.: Entonces, me dice el padre franciscano: “Este lugar se cobra por visitarlo, por bajar hasta allá abajo, a aquel lugar donde está pasando el agua; y está en manos de un mahometano”. Y entonces, como contestándolo a ello, sale una señora por allá arriba y nos dice en castellano: “No padre, usted se equivoca; yo soy mexicana, me casé con un señor de origen árabe, me fue a lle... me llevó a vivir a Chile. Cuando él murió, yo heredé este lugar; pero ustedes pueden entrar: no se les cobrará nada”.
Inf. B.: ¡Ay, mire!
Inf. A.: De manera que tiene uno sus anécdotas interesantes.
Inf. B.: Sí (Muestra XV)
Así pues, se han señalado cinco funciones que pueden desempeñar mira/mire y fíjate/fíjese, a saber: (i) función fática o interjectiva con la que se interpela directamente al oyente; (ii) función fática interna como marca lingüística de relevancia, donde los marcadores instruyen al oyente sobre la prominencia comunicativa del segmento al que señalan; (iii) función fática interna con usos enfáticos, empleados para resaltar la unidad discursiva a la que refieren; (iv) introductor de intervención reactiva, que puede adelantar una justificación, una contraexpectativa o una respuesta despreferida, y (v) intervención autónoma con función fática, que sirve para manifestar un interés o reaccionar a lo dicho por el interlocutor. En este punto, es necesario destacar algunas precisiones.
En primer lugar, hay que decir que estas funciones pueden presentarse de manera simultánea; por ejemplo, como introductor de intervención reactiva, estos enfocadores también focalizan o enfatizan la información que presentan (Fuentes, 2009). Esto mismo ocurre cuando aparecen como una intervención autónoma, ya que resaltan lo dicho por el oyente en la intervención previa (Martín Zorraquino y Portolés, 1999). En consecuencia, sus funciones no se excluyen entre sí.
En segundo lugar, ambos enfocadores pueden aparecer incorporados a la unidad discursiva cuando están acompañados de la conjunción que, como en (8) y (9). En los dos casos, mira que/mire que y fíjate que/fíjese que no desempeñan una función especial o distinta a las antes señaladas; más bien, se consideran como variantes de las formas mira/mire y fíjate/fíjese, como lo corrobora que sean parte de la misma entrada de diccionario, respectivamente (cf. Fuentes, 2009). En este sentido, cabe mencionar que existen otros marcadores que tienen ambas formas, como casi (que) o fijo (que), y que cumplen una misma función, aunque —como resulta natural— se presenta una restricción distribucional: las formas con la conjunción que no pueden ir a final de enunciado o intervención, ni constituir una intervención autónoma. Sin embargo, hay que destacar otra diferencia y es que son mucho más comunes las apariciones de fíjate que/fíjese que que las de mira que/mire que, sobre todo a inicio de intervención reactiva.
En tercer lugar, como se mencionó a propósito del ejemplo (7), entre ambos marcadores se presenta una diferencia distribucional que merece ser subrayada: en los datos de nuestro corpus es común que fíjate/fíjese aparezca a final de enunciado o de intervención, mientras que mira/mire no ocurrió en ninguna de estas dos posiciones, lo que estaría señalando que fíjate/fíjese está especializado en dirigir la atención de manera anafórica, hacia un segmento discursivo recién presentado.
En cuarto lugar, algunos autores han clasificado de distintas maneras a estos enfocadores; por ejemplo, Fuentes (2009) señala que mira/mire es un conector ordenador interactivo, mientras que fíjate/fíjese es un operador modal. De forma similar, como ya se mencionó, para Martín Zorraquino y Portolés (1999), fíjate/fíjese no califica del todo como marcador discursivo, en tanto que mira/mire, sí. No obstante, más allá de clasificaciones nominales, se ha visto que estos dos marcadores comparten varios rasgos formales y funcionales que permiten agruparlos en la categoría de enfocadores de la alteridad, específicamente en los provenientes de verbos de percepción en modo imperativo. Por último, considerando todas estas particularidades formales y funcionales, resulta claro que mira/mire y fíjate/fíjese no son intercambiables en todos los contextos, pues cada uno aporta ciertos matices funcionales que impiden esta permuta. Por esta razón, la comparación que se hace en este estudio no está basada en las funciones que desempeñan estos marcadores, sino en las frecuencias de uso de cada uno de ellos en las diez variedades del español que se analizan. Se detalla esta postura a continuación.
3. Metodología
Los datos para esta investigación provienen del corpus de El habla de la ciudad de México(Lope Blanch, 1971), que está conformado por 32 muestras, organizadas en tres grupos etarios distintos: 1ª generación (25 a 34 años), 2ª generación (35 a 54 años) y 3ª generación (55 años en adelante). El corpus incluye 42 informantes, 18 hombres y 24 mujeres, todos cuentan con estudios universitarios, de manera que pertenecen a la norma culta. Ahora bien, como se busca determinar la incidencia de los factores sociales edad y sexo en el empleo de estos marcadores, se decidió equilibrar el número de muestras con respecto al sexo, por lo que se eliminaron las pertenecientes a 6 mujeres —una de la 1ª generación y 5 de la 3ª—; de tal forma, se conformó una submuestra que incluye a 36 hablantes (10 de la 1ª generación, 18 de la 2ª generación y 8 de la 3ª), 18 hombres y 18 mujeres. Cabe mencionar que se decidió no hacer lo mismo con el número de muestras por generación, ya que esto supondría prescindir de 12 de ellas y el interés principal es analizar la frecuencia de uso de mira/mire y fíjate/fíjese con la mayor cantidad de datos posibles. Las características de la submuestra se presentan en la Tabla 1.
Grupo etario | Género y edad | Género y edad |
1ª generación | H26, H25, H30, H33, H27 | M25, M32, M30, M25, M26 |
2ª generación | H49, H49, H42, H42, H37, H36, H42, H46, H52 | M42, M49, M55, M46, M44, M50, M44, M42, M48 |
3ª generación | H62, H81, H60, H56 | M80, M71, M79, M62 |
Una vez conformada la submuestra, se rastreó manualmente todas las ocurrencias de mira/mire y fíjate/fíjese, prestando especial atención al contexto discursivo para asegurarse de que el marcador cumplía funciones pragmáticas, como las descritas en §2, y que no correspondía a las formas verbales plenas. Así pues, como ya se dijo, la comparación entre mira/mire y fíjate/fíjese se dará con respecto a su frecuencia de uso en cada una de las variantes que se analizan y no en cuanto a sus funciones.
Ahora bien, para saber si los resultados reflejan o no una distribución particular en el uso de estos marcadores en el español de la Ciudad de México, se decidió contrastarlos con los de otras nueve variedades del español: Caracas (Galué, 2002; Guiraldo, 2015), Córdoba, Argentina (Toniolo y Zurita, 2014), Costa Rica (Solano, 1989), La Habana (González y Perdomo, 2014), La Paz (Mendoza, 2016), Montevideo (Taibo, 2016), Panamá (Escobar, 2017), San Juan de Puerto Rico (Graham, 2021) y Santiago de Chile (Valencia, 2014). Hay que apuntar que también se consultaron las investigaciones de Buenos Aires (Borzi, 2014), La Asunción, Venezuela (Bello, 2018), Las Palmas de Gran Canaria (Hernández y Samper, 2014) y Sevilla (Santana, 2014), pero en ninguna de ellas se registró el uso de fíjate/fíjese, lo que podría estar asociado con lo que señalan Santana y Borzi (2020, p. 58) acerca de que ciertos marcadores discursivos no aparecen en algunas variedades del español porque “no forman parte de sus hábitos lingüísticos” o porque la metodología de la investigación excluía aquellos casos menos representativos o con muy bajas frecuencias.
Así pues, se realizó un metaanálisis donde se contrastaron los resultados de las frecuencias de uso de mira/mire y de fíjate/fíjese en la norma culta de distintas variedades del español. Específicamente, se analizaron un total de 222 muestras en total, distribuidas de la siguiente manera: Caracas (27), Ciudad de México (36), Córdoba (20), Costa Rica (32), La Habana (12), La Paz (12), Montevideo (18), Panamá (12), San Juan de Puerto Rico (41) y Santiago de Chile (12). Cabe apuntar que se decidió incluir todas estas investigaciones, a pesar de que no comparten un número homogéneo de datos, considerando que lo importante es que permiten establecer un panorama general de las diferencias en las frecuencias de uso de mira/mire y de fíjate/fíjese en cada variedad del español que representan.
Finalmente, esta metodología permite ceñirse al principio contrastivo que sostiene que: “Linguistic features can be considered variety-specific only if the variety under study is contrasted with at least one other variety of the same kind and of the same language” (Barron y Schneider, 2009, p. 429).
4. Análisis y resultados
En los datos de la submuestra, mira/mire ocurrió 132 ocasiones, distribuido de la siguiente forma: los hombres de la 1ª generación lo emplearon 15 veces, los de la 2ª, 15 y los de la 3ª, 2; en tanto que las mujeres de la 1ª generación lo usaron 24 veces, las de la 2ª, 47 y las de la 3ª, 29. Por su parte, fíjate/fíjese tuvo una frecuencia de 136 ocurrencias, distribuido de la siguiente forma: los hombres de la 1ª generación lo usaron 14 veces, los de la 2ª, 16 y los de la 3ª, 2; mientras que las mujeres de la 1ª generación lo emplearon 29 ocasiones, las de la 2ª generación, 46 y las de la 3ª, 29. Estos datos se resumen en la Tabla 2.
Enfocador | 1ª generación | 2ª generación | 3ª generación | Total | |||
H | M | H | M | H | M | ||
mira/mire | 15 | 24 | 15 | 47 | 2 | 29 | 132 |
fíjate/fíjese | 14 | 29 | 16 | 46 | 2 | 29 | 136 |
Así pues, considerando estos resultados, destaca el hecho de que ambos enfocadores de la alteridad tienen una distribución bastante equilibrada, incluso fíjate/fíjese ocurre 4 veces más, lo que, en cualquier caso, no representa ninguna diferencia significativa.
Por otro lado, en cuanto a las características sociales, hay que señalar que la única comparación posible es la de sexo, ya que el número de participantes es homogéneo, 18 hombres y 18 mujeres. En contraste, el número de entrevistas por cada generación no es equitativo, de modo que las diferencias que se presentan pueden atribuirse a esta discrepancia; de tal forma, los porcentajes que se mencionan de este último aspecto son solo de referencia. Así, una vez establecido lo anterior, se encontró que las mujeres emplearon con mayor frecuencia mira/mire (N=100; 75.75%) que los hombres (N=32; 24.25%); mientras que los hablantes de la 2ª generación lo usaron en mayor medida (N=62; 47%), le siguió la 1ª generación (N=39; 29.5%) y, por último, la 3ª (N=31; 23.5%). Estas mismas tendencias se presentaron con fíjate/fíjese: las mujeres lo emplearon más (N=104; 76.4%) que los hombres (N=32; 23.6%); en tanto que los hablantes de la 2ª generación lo usaron más (N=62; 45.6%), le siguió la 1ª (N=43; 31.6%) y, por último, la 3ª (N=31; 22.8%). La Tabla 3 muestra estos resultados.
Enfocador | Generación | Total | Sexo | Total | |||
1ª | 2ª | 3ª | H | M | |||
mira/mire | N=39 (29.5%) | N=62 (47%) | N=31 (23.5%) | 132 (100%) | N=32 24.25 | N=100 75.75% | 132 (100%) |
fíjate/fíjese | N=43 (31.6%) | N=62 (45.6%) | N=31 (22.8%) | 136 (100%) | N=32 (23.6%) | N=104 (76.4%) | 136 (100%) |
Como se muestra en la Tabla 3, los dos enfocadores de la alteridad se emplean de manera casi equitativa en la norma culta de la Ciudad de México, de modo que no se puede concluir que uno sea preferido sobre el otro, ni que una variable social esté influyendo en el uso de uno u otro marcador. Con todo, resulta destacable el hecho de que las mujeres tripliquen el uso de ambos marcadores, lo que estaría señalando que, en la norma culta, son ellas quienes están más interesadas en llamar la atención del oyente y/o en dirigirla a ciertas unidades discursivas. En adelante, se comparan estos resultados con los encontrados en otras variedades del español para determinar si existen diferencias en cuanto a la frecuencia de uso de estos enfocadores de la alteridad.
Como ya se mencionó, fíjate/fíjese no está registrado en los estudios de Buenos Aires (Borzi, 2014), La Asunción, Venezuela (Bello, 2018), Las Palmas de Gran Canaria (Hernández y Samper, 2014) ni en Sevilla (Santana, 2014). Hay otras investigaciones en las que sí aparece, pero no se analiza la norma culta, como la de Poblete (1998), quien reportó —en datos del español de Valdivia, Chile— que mira/mire ocurrió 22 veces por 9 de fíjate/fíjese. Por su parte, Mairena (2018), en el caso del habla juvenil de Managua, Nicaragua, encontró una distribución más equilibrada, mira/mire apareció 11 veces por 7 de fíjate/fíjese. Finalmente, en datos del habla coloquial de La Habana, García Roche (2018) menciona que mira/mire tuvo una frecuencia de 70 apariciones por solo 17 de fíjate/fíjese. De tal forma, se puede notar que, en estas investigaciones, el enfocador de la alteridad más empleado es mira/mire.
Ahora bien, empezando con los estudios de la norma culta que sí consignan la aparición de fíjate/fíjese, Galué (2002) analizó, en el habla de Caracas, un corpus de 15 hablantes, 8 mujeres y 7 hombres, y encontró que mira/mire apareció en 129 ocasiones por 19 de fíjate/fíjese. En otra investigación de esta misma ciudad, Guiraldo (2015) estudió 12 entrevistas tomadas en dos diferentes periodos (1973-1975/2004-2010), distribuidas de la siguiente forma: 6 entrevistas por periodo, 2 por generación y una por cada sexo. Los resultados fueron: mira/mire ocurrió, en los datos del primer periodo, 23 veces por 13 de fíjate/fíjese; en tanto que, en los datos del segundo periodo, mira/mire apareció en 32 ocasiones por solo 2 de fíjate/fíjese.
Por su parte, para el español de Córdoba, Argentina, Toniolo y Zurita (2014), a partir de una muestra tomada entre 2010 y 2014, analizaron 20 entrevistas —6 de la 1ª generación, 8 de la 2ª y 6 de la 3ª, la mitad hombres y la mitad mujeres— y concluyeron que mirá/mire tuvo una frecuencia de 171 ocurrencias por 39 de fijate/fíjese. En el caso de La Habana, González y Perdomo (2014) estudiaron 12 entrevistas de dos periodos distintos (1990/2010), distribuidas así: 6 por periodo, 2 por generación y una por cada sexo. Los resultados revelaron que, en el primer periodo, mira/mire apareció 11 veces por 3 de fíjate/fíjese; en tanto que, en el segundo, mira/mire ocurrió 9 veces por ninguna de fíjate/fíjese. En datos de La Paz, Bolivia, Mendoza (2016) analizó dos periodos distintos (1979/2012), el corpus se compuso de 12 entrevistas —6 por periodo, 2 por generación y una por cada género—. Los resultados mostraron que mira/mire ocurrió 9 veces en el primer periodo y 22 en el segundo; en tanto que fíjate/fíjese solo apareció una vez en los datos del segundo periodo.
En datos de Santiago de Chile, Valencia (2014) estudió 12 entrevistas de dos periodos distintos (1969-1973/2004-2006) —6 por periodo, 2 por generación y una por sexo—. Los resultados señalan que mira/mire apareció 26 veces en el primer periodo y 14 en el segundo; mientras que fíjate/fíjese, 13 en el primer periodo y 2 en el segundo. Por su parte, Taibo (2016), para la variante de Montevideo, analizó 18 entrevistas, que incluían a 3 hombres y a 3 mujeres por cada generación. Este autor encontró que mirá/mire ocurrió en 74 ocasiones, mientras que fijate/fíjese, 11 veces. Por su parte, Escobar (2017), para la variante de la ciudad de Panamá, consultó 12 entrevistas, 4 por generación, 2 por género. Los resultados fueron que mira/mire ocurrió 33 veces por solo una de fíjate/fíjese. En cuanto al caso del español de la ciudad de Costa Rica, Solano (1989) estudió 32 entrevistas, 16 hombres y 16 mujeres, distribuidos en tres generaciones. Se encontró que mira/mire apareció 62 veces por 23 de fíjate/fíjese. Finalmente, Graham (2021), en datos del español de San Juan de Puerto Rico, analizó 41 entrevistas y concluyó que los hablantes de la norma culta emplearon mira/mire en 103 ocasiones, por 40 de fíjate/fíjese. Todos estos resultados se presentan en la Tabla 4.
Variedad | mira/mire | fíjate/fíjese | ||
Caracas, Venezuela (Guiraldo, 2015) | 1P=23 | 2P=32 | 1P=13 | 2P=2 |
Caracas, Venezuela (Galué, 2002) | 129 | 19 | ||
Ciudad de México | 132 | 136 | ||
Córdoba, Argentina (Toniolo y Zurita, 2014) | 171 | 39 | ||
Costa Rica (Solano, 1989) | 62 | 23 | ||
La Habana, Cuba (González y Perdomo, 2014) | 1P=11 | 2P=9 | 1P=3 | 2P=0 |
La Paz, Bolivia (Mendoza, 2016) | 1P=9 | 2P=22 | 1P=0 | 2P=1 |
Montevideo, Uruguay (Taibo, 2016) | 74 | 11 | ||
Ciudad de Panamá (Escobar, 2017) | 33 | 1 | ||
San Juan de Puerto Rico (Graham, 2021) | 103 | 40 | ||
Santiago de Chile (Valencia, 2014) | 1P=26 | 2P=14 | 1P=13 | 2P=2 |
1P: primer periodo; 2P: segundo periodo. |
De acuerdo con estos resultados, se puede señalar que, a excepción de la Ciudad de México, en todas las demás variedades mira/mire es el enfocador de la alteridad preferido sobre fíjate/fíjese, lo que podría ser un indicio de que en dichas ciudades este último es el enfocador de la alteridad, proveniente de un verbo de percepción visual, (proto)típico. Ahora, al analizar los factores sociales, en todos los estudios que contienen esta información, se encontró que son las mujeres quienes emplean con mayor frecuencia fíjate/fíjese, sin importar la generación a la que pertenecen. De la misma forma, la 2ª generación es la que utiliza más veces este marcador, le sigue la 1ª y, por último, la 3ª. Estos resultados son consistentes con los que obtuvimos en los datos de la Ciudad de México. De esta manera, la principal diferencia que se presenta entre las variedades del español analizadas es la frecuencia de uso de fíjate/fíjese, ya que en la Ciudad de México tiene un empleo bastante equilibrado con respecto a mira/mire, mientras que en las otras variedades la diferencia en frecuencia es favorable, y por mucho, a este último marcador.
5. Discusión
Para comenzar, hay que señalar que son pocas las investigaciones que abordan o consignan el empleo de fíjate/fíjese en alguna variedad del español peninsular, lo que podría estar relacionado con alguno de dos aspectos: (i) la metodología empleada deja fuera del análisis aquellos marcadores discursivos que tienen una baja aparición o (ii) este marcador no aparece porque no es parte de los hábitos lingüísticos de dichas variedades (Santana y Borzi, 2020). Por supuesto, esto no quiere decir que fijarse, como marcador discursivo, no sea empleado en el español peninsular; por ejemplo, en su estudio, Ciarra (2016) analizó el Corpus de conversaciones coloquiales de Valencia (Grupo Val.Es.Co., 2002) y encontró que fíjate/fíjese aparecía de forma periférica con respecto a otros enfocadores de la alteridad, como oye/oiga y mire/mira. Mientras que Padilla (2016, pp. 208-209), en su estudio sobre el uso de este tipo de marcadores en el ámbito periodístico y político en Twitter, concluyó que fíjate/fíjese “se trata de un elemento que da cuenta de una relación de demasiada familiaridad”, de modo que ni periodistas ni políticos lo emplean en dicha red social.
Ahora bien, de acuerdo con el presente análisis, con excepción de la Ciudad de México, en todas las variedades del español estudiadas, mira/mire es el enfocador de la alteridad preferido por los hablantes, ya que muestra frecuencias muy dispares con respecto a fíjate/fíjese, considérese, por ejemplo, las cifras de Caracas (Galué, 2002) y de Córdoba (Toniolo y Zurita, 2014). En el caso de la Ciudad de México, sin embargo, se presenta un patrón distinto, la distribución de ambos marcadores es bastante homogénea y no se puede establecer una diferencia que favorezca a uno u otro enfocador. En este sentido, Graham (2021) ya ha señalado que mira/mire y fíjate/fíjese tienen una distribución mucho más equitativa en esta variedad, a diferencia de lo que ocurre en el español de San Juan de Puerto Rico. Así, según señalan Santana y Borzi (2020), un comportamiento dispar como este estaría indicando que fíjate/fíjese es un marcador característico del español de la Ciudad de México.
En cuanto a los otros factores sociales, los datos revelaron que las mujeres son quienes prefieren el uso de fíjate/fíjese con un 76.4%, mientras que los hombres lo utilizaron en el 23.6% restante. Este resultado es consistente con los de las demás variedades analizadas. Ahora, como se mencionó antes, los resultados que se obtuvieron sobre la variable generación deben tomarse con reserva, debido a que el número de muestras no es homogéneo y las diferencias pueden deberse a esta discrepancia. Así pues, los datos indicaron que la 2ª generación es la que emplea más fíjate/fíjese, seguida por la 1ª y, por último, la 3ª. En el caso de las otras variedades, también coinciden en señalar que la 2ª generación utiliza más este marcador, mientras que las diferencias entre la 1ª y 3ª son mínimas. Con todo, hay que considerar que, en algunas variedades, las apariciones son tan escasas que estos resultados no pueden establecerse como una generalidad, considérese, por ejemplo, los datos del estudio de 2004 de Santiago de Chile (Valencia, 2014). De forma general, y teniendo estas reservas en mente, se puede decir que las mujeres de la 2ª generación son las que promueven el empleo de fíjate/fíjese como enfocador de la alteridad. Finalmente, el criterio geográfico es el único que muestra ser relevante en el uso de mira/mire y de fíjate/fíjese, ya que en todas las variedades analizadas el primero tiene una frecuencia mucho mayor, mientras que solo en la Ciudad de México ambos marcadores tienen una distribución equitativa.
6. Conclusiones
El objetivo de este trabajo era analizar la frecuencia de aparición de mira/mire y fíjate/fíjese en la norma culta del español de la Ciudad de México para saber qué comportamiento tenía su distribución. Posteriormente, al contrastar estos resultados con los de otras variedades del español, se encontró que solo en la Ciudad de México ambos enfocadores tienen una frecuencia bastante pareja: fíjate/fíjese apareció en 136 ocasiones (50.7%) por 132 de mira/mire (49.3%), mientras que, en las otras variedades, sistemáticamente mira/mire es el enfocador de la alteridad más utilizado. De esta forma, se puede concluir que fíjate/fíjese tiene un comportamiento particular en el español de la Ciudad de México y que compite con mira/mire por ser el enfocador de la alteridad preferido por los hablantes, a diferencia de lo que sucede en otras ciudades.
Por otra parte, en cuanto a las limitaciones de este trabajo, habría sido interesante incluir los resultados de una muestra actual de la variante del español de la Ciudad de México, con el fin de realizar un estudio en tiempo real como los de González y Perdomo (2014), Valencia (2014), Guiraldo (2015) y Mendoza (2016), y averiguar si esta frecuencia se mantiene igual de equilibrada o, en cambio, uno de los marcadores ha ganado terreno en detrimento del otro. De la misma forma, se podría ampliar este tipo de análisis a otras variedades diastráticas, como el habla popular. Finalmente, se hace eco de las palabras de Placencia y Fuentes (2019), p. 8), quienes señalan que la importancia de los estudios contrastivos de los marcadores discursivos radica en que son “muy útiles para identificar lo que es propio de una variedad y lo que es compartido”.