Introducción: una sátira manuscrita inédita1
En el Manuscrito 115, parte del Archivo Histórico de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco (BPEJ) hay un poema satírico anónimo antecedido por la leyenda: “Estos siguientes versos salieron a luz el día doce de noviembre del año de mil setecientos y cincuenta”, escrita con la misma letra que el resto del poema.2 El texto carece de título, pero se podría hacer referencia a él por los primeros versos: “Conocido te tienen / ya los tapatíos” - algo que bien podría ser el testimonio más antiguo de ‘tapatío’ como gentilicio.3 Tiene numerosas referencias a la Nueva Galicia de mediados del XVIII y es una clara sátira contra algunos de los funciona rios más prominentes del momento en la Real Audiencia de Guadalajara. Lo que se intenta en este artículo es dar a conocer el poema, mediante su contexto histórico, para entenderlo y aventurar algo sobre su autoría, además de ofrecer una edición modernizada y comentada.
El manuscrito en que aparece el poema está en su mayor parte com puesto por tratados de teología en latín sobre el matrimonio o sobre cómo probar la existencia de Dios. Es un manuscrito bien conservado y que conforma un volumen homogéneo; es decir, no es una miscelánea con folios de distinta proveniencia. No es claro quién lo escribió, pero sí pode mos afirmar que en algún momento perteneció alguien que estudió con los jesuítas a mediados del siglo XVIII, pues en el folio 136r, después de un poema en español dedicado a la virgen de Guadalupe, se lee: “Acabé de cursar teología el día 24 de agosto el año de 1748 siendo mis maestros mui reverendos P. Antt[oni]o Terreros y Pablo Robledo de la Comp[ñí]a de JHs”. Entre los textos teológicos, se intercalan poemas en español y en latín, e incluso hay una obra de teatro completa en español.4
El poema satírico inicia en folio 80v y al acabar se lee con la misma letra: “Murió mi charissimo amigo el P. R. D[on] Raphael Ximenes â los tres quartos para las doze del dia 19 de Nobiembre (sic) de 1750”.5 Pa rece que quien transcribió el poema y escribió sobre su amigo muerto es aquel mismo estudiante de teología, pues los textos en español en el manuscrito tienen una letra muy semejante, además de que las fechas cuadran: al menos desde agosto de 1748 hasta noviembre de 1750,6 momento en que aparece el poema, el manuscrito estuvo en posesión de tal estudiante. Si a esto añadimos el hecho de que el resto de los textos teológicos en latín tienen una letra marcadamente distinta y son los que ocupan la mayoría de los folios del volumen, podemos suponer que tales textos se escribieron primero por alguien más, y después el manuscrito cayó en manos del alumno, quien estudió teología leyendo esos textos y aprovechó los espacios para añadir otras cosas de su interés ajenas a la teología.
En todo caso, podemos asumir que el poema se divulgó como anóni mo, tanto por su contenido provocador - de mofa frontal contra las auto ridades - como por la leyenda con la que se introduce el poema, donde se dice solo que esos versos salieron a la luz ese día. Además, ya que su difusión únicamente podría haberse hecho en forma manuscrita - dado el control de la época sobre los impresos -, el hecho de que ofrezca con tan ta precisión el momento de su salida a la luz permite suponer que podría haber aparecido a modo de pasquín manuscrito en algún sitio público bien conocido de Guadalajara; si solo hubiera circulado mediante copias manuscritas, sería absurdo que tuviera una fecha tan específica.7
Se trata de una queja política en tono satírico que hay que entender en el contexto de la Nueva Galicia de mediados del siglo XVIII, pues está especialmente dirigida contra tres personas: dos regidores apellidados Mota y Ríos, y el presidente - cuyo nombre no se menciona -, pero se trata de Fermín Echevers Subiza. La intención más evidente del poema es hacer mofa de ellos y señalar que han abusado de sus cargos para enriquecerse personalmente, y para esto el autor anónimo se apoya tanto en recursos satíricos típicos, como en referencias a distintas circunstan cias del momento que seguramente la gente común y corriente de Guada lajara podía entender. Antes de proseguir, puede ser útil una descripción general del poema tanto en forma como en contenido.
El texto inicia con una estrofa de cuatro versos, conformada por un heptasílabo y un hexasílabo, y luego de nuevo un heptasílabo y un hexasílabo, que podría servir como una especie de estribillo: “Conocido te tienen / ya los tapatíos. / Quien no te conociere, / que te compre, Ríos”, donde claramente se retoma el conocido refrán: “Quien no te conoce, que te compre”, que alude al hecho de que es fácil caer en los engaños de alguien que no se conoce bien, pero que basta conocerlo - i.e., comprarlo - para saber qué tipo de persona es.
Después del estribillo, el poema tiene 11 estrofas de 10 versos cada una. Las cuatro primeras estrofas constan de versos heptasílabos y endecasílabos alternados libremente, pero con una rima consonante con una estructura específica - i.e., aabbccddee. Por estas rimas con sonantes pareadas tan características, es una estructura que a veces se ha llamado ovillejo - aunque no es el ovillejo tradicional, de invención cervantina - y que también se ha definido como una silva de consonan tes (Navarro Tomás, 1972, p. 273), tipo de composición que utilizaron Calderón y Sor Juana. Las restantes siete estrofas del poema tienen solo versos octosílabos con un esquema de rimas consonantes distinto - i.e., abbaaccddc. Se trata, pues, de décimas tradicionales, esquema métrico que ha tenido una vitalidad extraordinaria en la cultura popular hispa noamericana hasta bien entrado el siglo XX. El poema utiliza licencias métricas normales para la época: ahí vemos, por ejemplo, que “criados” (v. 58)8 se usa como palabra de dos sílabas, que “maíz” y “aun” se usan como monosílabos (v. 56), además de un reflejo claro del seseo ya presente en el habla tapatía de mediados del siglo XVIII: “plaza” podía rimar con “tasa” y “pasa”.9
Es sabido que la décima es una de las formas de versificación más preferidas con fines burlescos o satíricos. Así lo prueban otras sátiras novohispanas que son más o menos contemporáneas a la que ahora nos ocupa: las “Décimas que en punto de curatos” que recogió la Inquisi ción en 1753 (González Casanova, 1951, p. 44); las décimas sobre “las armas forenses” que unos años después estarían dirigidas contra Fran cisco Fabián y Fuero, obispo de Puebla;10 las décimas “Al verdugo de los clérigos” (Miranda y González Casanova, 1953, p. 126), también dirigidas contra ese obispo, o el “Padre nuestro contra los españoles” (Castaño, 2012). Se trata, pues, de un esquema métrico que seguramente facilitó la misma memorización y circulación de los poemas.
Sobre la sátira en el siglo XVIII novohispano se ha escrito mucho des de aquel trabajo pionero de Miranda y González Casanova (1953). Desde entonces se ha hecho notar que los numerosos textos satíricos novohispanos tanto en prosa como en verso - del siglo XVIII, típicamente anó nimos, pueden dividirse en dos bloques: por un lado, aquellos en los que se atacan figuras específicas de la vida pública - i.e., autoridades civiles o religiosas -, seguramente con una motivación que proviene de algún sentimiento de agravio personal o gremial; por otro lado, las sátiras pos teriores donde se puede hablar de una preocupación filosófica, moral, re ligiosa o política más general en consonancia con los ideales del espíritu crítico ilustrado, que buscaba la mejora o el progreso social. Esta división, aceptada a grandes rasgos en investigaciones modernas (Terán Elizondo, 2015, p. 44), es útil para la sátira que nos ocupa porque, al pertenecer el poema al primer grupo, nos advierte que es muy probable que lo que esté de fondo en la sátira sean intereses personales o gremiales.
Veamos ahora qué dice exactamente el poema. Se afirma primero que el regidor Ríos, el “tirano” Mota y el presidente, son “gañanes de la vida airada” (v. 14) y sus procederes son diabólicos. Uno de ellos “es muy buen carnicero” porque se lanza a la carne y se enriquece a costa de los pobres con la ayuda de los otros dos. Ellos son peores que los judíos, y han hecho alcalde a alguien llamado Varo porque, según se su giere maliciosamente en el poema, estaban interesados en su hija, que “es bonita como el oro” (v. 38). Mota es quien les roba a los más ricos y empobrece a los ya necesitados, algo que no es gobernar realmente, sino hurtar. Los tres son como puercos que han engordado incluso en medio de la escasez del maíz de Ameca. Ríos pone mucho cuidado en enriquecerse a partir de impuestos o tributos requeridos a los pobres. Con tal gobierno, es como si los regidores llevaran al presidente al in fierno, donde sí será eterno - aludiendo a la certeza de que el mandato del presidente acabará en algún momento. También hay otros que han apoyado a este trío: un tal Escobedo como asesor y Landázuri como es tafador. Dado que ellos gobiernan en un muladar, es mejor que se vayan a defecar, que es lo que hacen bien. Blas de Escobedo y Landázuri no se quedan atrás, que también se están enriqueciendo, y Escobedo en particular tiene grandes pretensiones pero son vanas. Con todos ellos “perdida está la Galicia” (v. 103), y a ellos se deben las calamidades actuales, el hambre y la enfermedad.
El contexto histórico del poema
Para explicar el contexto del poema, podemos centrar la atención en dos áreas: por un lado, cuáles fueron los problemas con el abasto de carne y de maíz en aquella época y de qué manera la Real Audiencia ejerció cier to control sobre esto; por otro lado, cuál es la identidad de las personas mencionadas o aludidas.
Respecto del primer punto, lo primero que hay que recordar es la bien conocida riqueza de la Nueva Galicia en cuanto al ganado bovino, espe cialmente en el siglo XVIII, al grado que algunos historiadores han habla do de la intendencia de Guadalajara como la gran abastecedora de carne en la Nueva España:
Por lo que corresponde al sector ganadero su importancia fue tal que durante la segunda mitad del siglo XVIII, la región en su totalidad junto con lo que se conocía como “tierra adentro” conformada por Nueva Vizcaya, Nuevo León, Nuevo Santander, Sonora y San Luis de Potosí, eran los lugares abastecedores de ganado mayor para el interior de la Nueva España. Justo por ese tiempo la Nueva Galicia exportaba más de 30 000 reses cada año a la ciudad de México. Su producción anual se incrementó de tal manera que para los primeros años del siglo XIX, lo que era la intendencia de Guadalajara producía entre 300 000 y 350 000 reses, cifra que parece corta, propone Serrera, si se tiene en cuen ta que se calculaba el censo de ganado vacuno en unos 5 000 000 de cabezas por esos años. Esta producción era muy superior a la de todas las regiones de la llamada Tierra Adentro del norte incluidas las Ca lifornias, lo cual sitúa la intendencia de Guadalajara como la mayor productora de ganado vacuno del virreinato; ello le permitió cumplir con una importante función como abastecedora de reses a la Nueva España durante la segunda mitad del siglo XVIII. (Calvo y Regalado Pinedo, 2016, pp. 640-41)
Ahora bien, es precisamente en torno a 1750 cuando se puede situar un claro crecimiento demográfico de Guadalajara (Van Young, 1989, pp. 43-46), lo cual provocó que el problema del abasto de alimentos fuera ya una preocupación clara para el gobierno de la ciudad (p. 47). Para reducir en la medida de lo posible los problemas en el abasto, en el periodo virreinal el gobierno otorgaba a ciertas personas, mediante un contrato - por tiempo determinado y por licitación pública que se hacía mediante pregoneros -, el derecho exclusivo para abastecer a la ciudad de carne de res y cordero.
Para el cabildo, el objetivo era, por supuesto, regular la venta de carne y particularmente los precios - Van Young (1989, p. 57) ubica alrededor de 1750, una notoria alza en el precio de la carne de res -, además de “obtener un ingreso de los premios pagados por los contratistas en los términos de sus cotizaciones” (p. 56). Cuando no aparecía algún postor privado, era relativamente frecuente que el gobierno administrara direc tamente el abasto, en cuyo caso se formaba una junta o comisión com puesta por miembros regulares del cabildo para fijar los precios de la carne y establecer cuáles eran las contribuciones de ganado por parte de las distintas zonas aledañas a Guadalajara. Esto último fue lo que ocurrió justamente desde 1747 hasta 1751:
Ya en 1747, el cabildo se vio obligado a prorratear las contribuciones anuales fijas de ganado entre los grandes ganaderos del área, ya que ninguno de ellos podría aceptar el contrato del abasto. Dos años más tarde, cuando la ciudad continuaba administrando directamente el monopolio, se extendió el área de abasto obligatorio más allá de las haciendas del valle de Toluquilla, Santa Lucía, Huejotitán, Mazatepec y Santa Ana, Atequiza, y El Cabezón y La Vega, para incluir a todas las que se encontraran dentro de un radio de 50 kilómetros de Guadalaja ra, llegando hasta Sayula y Tepatitlán. Y aun había ciertas indicaciones de que algunos ganaderos tenían problemas para cumplir con sus cuo tas. (Van Young, 1989, p. 64)
En este contexto, eran de esperarse las críticas a quienes se hacían cargo del abasto de carne en Guadalajara, pues daba lugar a posibles ma los manejos. Se sabe incluso de casos de corrupción entre los funciona rios de la Real Audiencia de Guadalajara desde el siglo XVI.11 En general, se ha hecho notar precisamente que durante el Virreinato fue frecuente la complicidad entre los funcionarios de la Audiencia de Guadalajara y los hacendados productores, como ocurrió en el caso del maíz (Olveda, 2000, pp. 38-39) y en el de la carne. Esta complicidad tendía a ser evidente cuando el cabildo asumía el abasto de la carne:
Pero aunque la Junta de Abasto se hiciera cargo de la provisión de la carne, el público consumidor no se beneficiaba, porque los miembros de la comisión eran precisamente los ganaderos o los propietarios de las haciendas abastecedoras, de tal forma que eran ellos mismos los que fijaban los precios. Por ejemplo, la Junta que se formó en 1747 tras la muerte del contratista Bernardo de Miranda, estuvo integrada por los principales “criadores de ganado” de la comarca: Gabriel Sánchez Leñero, Lorenzo Villaseñor, Miguel del Portillo, Francisco Porres Ba randa de Villavicencio, Joaquín Fermín de Echauri y Eugenio Francisco de Castro. Como dice Eric Van Young, poner a individuos de este cali bre a regular el monopolio de la carne, “era como poner a los ratones a vigilar el queso”. De todo esto se desprende que la política de abasto, tanto de carne como de granos, estuvo diseñada por los hacendados y pensada para controlar el mercado urbano. (Olveda, 2000, p. 44)
Si eso pasó precisamente en 1747, se puede suponer que tres años des pués, al momento de la aparición del poema - en noviembre de 1750 - la población en Guadalajara ya habría sentido con dureza las consecuencias económicas de esa colusión entre la Audiencia y los hacendados. Además, cabe suponer que esa colusión ya era algo consabido para los tapatíos.
En cuanto al maíz, la carestía de este también es algo a lo que alude el poema:
Tres puercos en este país
en este año se han cebado
y los tres han engordado
aun con la escasez de maíz.
Los tres son de un mismo jaez,
criados con el maíz de Ameca
y aunque qué larga es la seca
y escaso de agua el verano,
como se tiran al grano
han criado mucha manteca. (vv. 53-62)
La escasez de maíz, según Van Young (1989, p. 103), tendió a ocurrir en el siglo XVIII en un patrón más o menos cíclico de 10 años (1741, 1750, 1761-1762, 1785-1786). Las causas principales eran tanto las sequías como las heladas, que hacían problemáticas las cosechas de algunos años y ponían a la población de Guadalajara en verdaderos aprietos, pues los precios del grano subían demasiado. En concreto, los problemas del año 1750 parecen haberse estado acumulando por lo menos desde 1748:
Escasearon las lluvias en 1748 y en el año siguiente hubo tal carestía de maíz, que en Zacatecas llegó a valer la carga sesenta pesos, lo que originó una miseria espantosa: los pobres abandonaban los pueblos y se extendían por los campos para alimentarse con nopales y cogollos tiernos de las palmas. (Pérez Verdía, 1988, p. 352)
Por un lado, podemos afirmar que tiene sentido que el poema apare ciera precisamente en noviembre de aquel año: a causa del ciclo anual de lluvias en la región en torno a Guadalajara, que inicia en junio y se pro longa hasta septiembre u octubre, el maíz no estaba listo para cosecharse sino en noviembre, de modo que comenzaba a llegar a la ciudad durante diciembre (Van Young, 1989, p. 94). Si a esto añadimos el hecho de que las sequías venían desde 1748, podemos imaginar que para noviembre de 1750 era doble la carestía: tanto la debida al ciclo anual, que hacía de noviembre el mes del año en que menos grano recibía la ciudad, como la provocada por las sequías. Aunque la carestía de maíz de 1785 parece haber sido mucho más extrema que la de 1750, la descripción que Van Young (1989) hace de aquella ayuda a poner en perspectiva la gravedad del problema:
El fracaso de la cosecha de maíz de 1785, que siguió a dos cosechas cortas, no podía dejar de afectar el abasto de granos de la ciudad. A principios de noviembre era obvio para los funcionarios municipales y reales que había ocurrido un desastre de grandes proporciones. Las entradas de maíz de la alhóndiga estaban a cerca de un tercio de su volumen normal en noviembre y diciembre. Las consignaciones de maíz relativamente pequeñas que dominaban por lo general el merca do urbano del maíz justo después de la cosecha, estaban ausentes de forma conspicua reducidas casi a la nada. A mediados de noviembre, el maíz se estaba vendiendo en Guadalajara a tres pesos por fanega, y los habitantes más pobres de la ciudad se encontraban ya en situación desesperada. Para agravar los problemas de abasto de granos de la ciudad, los hambrientos emigrantes de los distritos rurales empezaron a llegar a Guadalajara en busca de auxilio. (p. 107)
Por otro lado, hay que señalar que la crítica al gobierno en ese mo mento podría estar relacionada también con un cambio significativo que recientemente se había implementado. Desde 1672, año en que se había reabierto la alhóndiga o granero público en Guadalajara con la intención de regular el precio del maíz y obtener mayores impuestos, la administra ción de la alhóndiga había estado en manos de particulares:
El cobro seguro de las alcabalas y la idea de tener siempre alimentos a bajos precios para los pobres, agilizó la reapertura de esa casa en el mismo lugar que antiguamente funcionó, en la esquina de la calle de San Agustín, a un costado de las casas de Cabildo. El cobro que se estableció fue el mismo que en las otras ciudades donde había alhóndiga, es decir, 2 reales por cada carga de harina introducida y 1 por la de maíz. Los ingresos generados de ello, se destinarían a la cons trucción de puentes y a aderezar los caminos. Una vez funcionando la alhóndiga, el Cabildo de Guadalajara no se hizo cargo de su admi nistración, sino que subastó el derecho a hacerlo a algún particular, contando siempre con el visto bueno del presidente de la Audiencia. Para 1688 el arrendamiento anual de la alhóndiga era de 260 pesos al año y ya para 1699 había aumentado a 350 pesos. Todavía en 1718 su administración continuaba en manos de particulares. (De León Meza, 2016, p. 15)
El cambio significativo se da justamente en el año 1748, pues a partir de esa fecha la alhóndiga estuvo administrada directamente por el ca bildo (Van Young, 1989, p. 87). Con esto en mente, cabe imaginar que el ataque de la sátira viniera por parte de aquellos particulares que ya no tendrían en sus manos la administración de la alhóndiga, pues se habrían sentido desfavorecidos ante la nueva política.
Esto nos da pie para revisar la identidad de las personas mencionadas en el poema, pues esos cambios en la alhóndiga se produjeron bajo el mandato del presidente al que se ataca en el poema: don Fermín Echevers Subiza y González, gobernador y capitán general de Nueva Galicia y presidente de la Real Audiencia de Guadalajara en 1750. Evidentemente, para el público directo del poema no hacía falta especificar quién era el presidente, pues todos lo sabían. Fermín Echevers pertenecía a una fa milia de la nobleza navarra - su padre fue Antonio de Echevers y Subiza, que había ocupado cargos importantes en Panamá y en 1724 era capitán general de la Audiencia de Guatemala -, y seguramente había nacido en Panamá en la última década del siglo XVII - su hermano Antonio fue “bau tizado en la catedral de Panamá el 17 de abril de 1694” (Real Academia de la Historia [RAH], 2018a) -. Se sabe que, en 1715, Fermín acompañó como cadete a su padre en un viaje en barco desde el puerto de Portobelo (Pa namá), pero sufrieron un naufragio.12 Desde esa época se dedicó al ejer cicio militar, pues en 1725 ya era capitán de la compañía que servía como guarnición al Real Palacio de la Ciudad de Santiago - la actual Antigua de Guatemala -, y luego, de 1725 a 1731, fue alcalde del Castillo de San Juan de Nicaragua.13 Un año después se embarcó para España, donde se quedó hasta 1742, año en que emprendió el viaje hacia Nueva Galicia ya nombrado capitán general y presidente de la Audiencia de Guadalajara. Tanto el padre de Fermín como el hermano gozaron de una reputación muy negativa en Panamá y en Guatemala, pues fueron vistos como diri gentes despóticos y arbitrarios (RAH, 2018a).
Fermín Echevers parece haber llegado a Nueva Galicia en 1743 y su mandato se extiende al menos hasta diciembre de 1750 o quizás inicios de 1751,14 momento en que muere (Pérez Verdía, 1988, p. 352).15 Estos años parecen haber sido poco trascendentes según lo que se lee en los historiadores que se han ocupado de esto. De su mandato como tal no se suele decir nada notable salvo los problemas que hubo: las sequías, la subsecuente escasez de maíz, un terremoto y una epidemia.16 Contra el retrato tan negativo de Echevers en el poema, hay que decir que al gunos historiadores del siglo XIX subrayan cómo apoyó a la población en la medida de lo posible: “En esas aflictivas circunstancias, tanto el Sr. Echévers como el Illmo. Sr. Gómez de Parada mostraron muy filantrópicos sentimientos” (Pérez Verdía, 1988, p. 352).
En cuanto al regidor llamado “Mota” en el poema, se trata de Matías Ángel López de la Mota Padilla (1688-1766), bien conocido por su libro Historia de la Conquista del Reino de la Nueva Galicia en la América Septentrional, mientras que el otro es Juan Antonio Martínez de los Ríos, pues desde 1748 los podemos ubicar a él y a De la Mota como regidores de la Audiencia, gracias a García Icazbalceta (1870): “El año de 1748 le comisionó [a Mota Padilla] el ayuntamiento para disponer, en compañía del regidor D. Juan Martínez de los Ríos, las fiestas en que había de so lemnizar la jura de Fernando VII” (p. 16). Para la época de De la Mota Padilla, ya era algo frecuente que los cargos de regidores se compraran - al parecer, antes eran elegidos -, así que no es sorpresa saber que jus tamente el famoso historiador había pagado 100 pesos por el cargo de “regidor perpetuo” en mayo de 1746 (García Icazbalceta, 1870, p. 15). El ataque tan frontal y personal contra un regidor perpetuo permite imagi nar que podría provenir de alguien cercano al cabildo que quería tomar esas funciones, que en palabras del propio De la Mota Padilla (1870) eran las siguientes:
Y de entre los regidores se elige procurador, que entiende en la recau dación de propios de la ciudad, que hoy importan poco más de dos mil pesos, con los que soporta los gastos de las fiestas de la ciudad, paga de salarios de abogado, escribano, procurador, portero, maceros y lo demás que se ofrece [...]. Entre dichos regidores se reparten por turnos las incumbencias de la república, del aseo de sus calles, del peso de carne y pan, alhóndiga y demás bastimentos, evitar regatones y cuidar los ejidos. (p. 505)
Sabemos que, cuando De la Mota Padilla fue regidor, él mismo se hizo cargo del abasto de la carne en Guadalajara:
Usábase entónces, y mucho despues, que en cada ciudad una persona obligase á proporcionar la carne necesaria para el consumo de los ve cinos: esto se conocía con el nombre de abasto, y constituía un privile gio exclusivo en favor de aquel que en hasta pública ofrecia mayores ventajas a la poblacion. El año de 1747 no se presentó en Guadalajara postor alguno, por haber sucedido que los que en años anteriores em prendieron tal especulacion, habian sufrido pérdidas. Propuso entónces Mota Padilla al ayuntamiento que la corporacion misma corriera con el abasto. Aprobada la proposicion, se cometió la ejecucion al mis mo Mota Padilla, quien administró el negocio con tanto acierto, que en vez de pérdidas obtuvo la ciudad una ganancia de más de seiscientos pesos, con lo cual, desengañados los criadores de ganado, no faltaron ya postores en lo sucesivo. (García Icazbalceta, 1870, pp. 15-16)
Con ese contexto entendemos que la tercera estrofa del poema está dirigida seguramente contra De la Mota:
Es muy buen carnicero
y se tira de veras al dinero.
Por los pobres se ve lleno de pesos.
No se tira a los huesos,
¡a la carne (eso sí) qué bien se tira!
Porque va con la mira
de restaurar en breve lo perdido. (vv. 23-29)
Asimismo, el hecho de que los regidores no tuvieran salario ni pro pinas (De la Mota Padilla, 1870, p. 333) permite suponer que estuvieran tentados a aprovechar su puesto en términos económicos. Por ejemplo, según menciona Van Young (1989), “a principios del siglo xvii, los seis o siete regidores perpetuos de la ciudad, todos ellos hacendados prominen tes, estaban fijando los precios de abasto para su propio beneficio, y la situación persistía a pesar de las reiteradas cédulas reales que prohibían tales arreglos” (p. 65). Y la falta de recursos es algo que incluso se podría generalizar respecto de toda la Real Audiencia. En la obra histórica de De la Mota Padilla, en efecto, no son raras las quejas sobre las penurias económicas del cabildo. Al hablar del dinero que se produce a partir de la alhóndiga, afirma:
Y es la razón porque no sobran efectos para gastos extraordinarios, de componer calles y puentes, ni para desempeñar fiestas reales, exe quias de los reyes, ni aun para sitial, doseles ni demas adornos, que conduce a la decencia de un Consejo, que es capital de un reino, y hoy ni aun sala de cabildo tiene, si no es una que ha quedado entre las ruinas de palacio, y aun esta, está al caer [...]. De aquí se sigue estar desautorizado tanto, que no hay vecino que apetezca ser regidor. (Mota Padilla, 1870, pp. 338-39)
Por supuesto, llama la atención que el autor anónimo del poema se ensañe de tal modo contra Matías de la Mota, muy conocido y muy elogia do por la historiografía mexicana desde por lo menos el siglo XIX - entre otras cosas, por las obras públicas de infraestructura que hizo posibles en Guadalajara y por su importante papel en el ulterior establecimiento de la universidad.17 Ciertamente, es posible que De la Mota sacara algún pro vecho personal de sus funciones como regidor, como se le echa en cara en el poema, pero eso es difícil de probar. Podemos, en todo caso, explicar tal ensañamiento de otro modo, especialmente si tomamos en cuenta sus gestiones a favor de una universidad en Guadalajara:
La fundación de la Universidad se inscribe entonces en una de las más audaces estrategias que pretendían impulsar el desarrollo de la región mediante el establecimiento de instituciones que reforzaran la auto nomía política y económica de los grupos de poder novogalaicos. El papel de gestor que el licenciado Mota Padilla mantuvo desde el Ayun tamiento fue realmente significativo para la existencia de educación superior, lo cual repercutió favorablemente en la región, de donde emi graron jóvenes para estudiar en la Universidad. Fue su perseverancia lo que hizo que la solicitud de la fundación fuera retomada en 1758, cuando el Ayuntamiento decidió comisionar a Cortes al síndico Tomás Ortiz de Landázuri para que presentara en Madrid los informes y peti ciones correspondientes. (Mantilla Trolle, 2019, s. p.)
Justamente en este contexto, es curioso que en la petición de 1750 de De la Mota Padilla para la fundación de una universidad en Guadalajara haya un tono algo hostil a los estudios de teología: “si todos los hijos de estas poblaciones de estos Reinos vinieran a esta ciudad con mayor comodidad a estudiar que a la de México, si hubiera Universidad General en que pudieran elegir facultades según sus inclinaciones, y no vienen sino aquellos que se aplican al estudio eclesiástico, y a quienes les basta la teología Escolástica y Moral” (Martínez Moya, 2007, p. 6). Esto se ha in terpretado como un llamado para que la universidad se hiciera propulsora de la ilustración, con énfasis en la jurisprudencia y en la medicina. Mar tínez hace hincapié en el espíritu reformista, según el modelo borbónico, de De la Mota Padilla. ¿Podría ser que el poema viniera de parte del grupo conservador reacio a las reformas sugeridas por De la Mota Padilla? Si fue así, tendría sentido que un estudiante de teología lo haya copiado - ¿o escrito? - con interés.
Acerca de Juan Antonio Martínez de los Ríos no hay mucha informa ción. Por los documentos conservados en la BPEJ, sabemos que en 1713 se casó con Mariana de Terrazas y Solórzano,18 y que en 1715 participó en un litigio junto con su hermano en torno a la herencia de su padre recién fallecido.19 Juan Antonio y su hermano Pedro demandaron a su propia madre, Andrea Enríquez del Castillo, y al fiador de ella, Diego José Salmador, para exigirles la suma de 1 560 pesos que se les debía por la herencia de su padre, pero ella negó rotundamente tener dinero alguno. A medida que avanzó el proceso, los demandantes se dirigieron especialmente con tra el fiador, aunque este negaba20 que hubiera bienes en su posesión y afirmaba que ella había inducido a los hijos a que entablaran la demanda contra él. El padre había dejado una casa en la calle de San Francisco, que seguramente no era nada modesta, pues en el folio 42r se afirma “que es en la que vive el chanciller de esta Real Audiencia”, así que al final Diego José Salmador, que era mercader y al parecer sí se había quedado con la administración de la casa, se ve obligado a rematarla para pagarles a los dos hijos.
Lo que se puede sacar en claro del proceso es que Juan Antonio Mar tínez de los Ríos venía de una familia tapatía bien colocada económica mente, así que ese triunfo en el proceso legal solo habrá sido el inicio de su ascenso económico y político. Para 1743, ya era alcalde ordinario de primer voto en la Real Audiencia,21 y como hemos dicho, para 1748 era re gidor. Por la información que da el poema mismo (vv. 63-72), es muy claro que De los Ríos, en su actividad como regidor, se encargó de los impues tos, de modo que es fácil imaginar que la población, en una época tan difícil, le tuviera animadversión, cosa evidente desde el inicio del poema.
Eres desde ab aeterno
destinado garante del infierno.
Allá será mejor
que te vayas a ser mal regidor,
allá tendrás presente
también al presidente. (vv. 5-10)
Respecto del otro personaje llamado Blas de Escobedo, se trata de un hacendado que al mismo tiempo se desempeñó como abogado en la Real Audiencia.
Nuestro don Blas de Escobedo
no se queda muy atrás,
pues junto con don Tomás
son ambos los del enredo,
son los que meten el dedo
para sacar el tostón;
y quiere que sea de león
Escobedo su cabeza
pero por su gran pereza
quedó en cola de ratón. (vv. 91-100)
El apellido Escobedo es llamativo, pues podría ser que pertenezca a la familia Escobedo y Daza, que era una de las 20 familias que conformaban la oligarquía de Guadalajara (Gutiérrez Lorenzo y García Corzo, 2016, p. 696). En todo caso, lo que se sabe con certeza gracias a investigaciones de Zúñiga Vargas (2007, pp. 94-95) es que Blas de Escobedo fue dueño de la hacienda de Copala, justamente una hacienda ganadera a las afueras de Guadalajara (Zúñiga Vargas, 1997, p. 209), y que no escatimó recursos cuando vio la posibilidad de acrecentar sus propiedades. Zúñiga Vargas (2007, pp. 94-95), por ejemplo, relata cómo De Escobedo trató infructuo samente de apropiarse del rancho San Nicolás.
Por cierto, Blas de Escobedo y De la Mota tenían una relación, si no amistosa, por lo menos derivada de sus funciones en la Real Audiencia. La Conquista del Reino de la Nueva Galicia, aunque escrita en 1742, se publica de hecho en 1748, durante el mandato de Fermín Echevers y Su biza. Según la cédula real que se imprimió al inicio de la obra, el rey de España pedía que se le enviaran “por duplicado trasuntos de ella, con in formes y censuras de los sugetos mas inteligentes y doctos de esa ciudad y provincia” (De la Mota Padilla, 1870, p. 3). Así, se anexan las aprobacio nes a la obra por parte de Martín de Blancas, oidor de la Real Audiencia de Nueva Galicia; el fraile agustino Miguel Flores, maestro en sagrada teología, y Juan Antonio Jiménez y Sámano, catedrático del Colegio de San José. Justo después de sus aprobaciones, se imprimen las palabras del “abogado fiscal” (De la Mota Padilla, 1870, pp. 7-8), que es precisa mente el licenciado Blas José de Escobedo, quien hace constar que ya se cumplió con lo que pedía la cédula real; esto es, que hubiera censores calificados y que se remitieran copias de la obra a España, asunto cuyo gasto lo cubrió el propio Matías de la Mota. Por supuesto, siendo De Esco bedo tanto un hacendado como abogado fiscal en la Audiencia, no es difí cil imaginar que usara su puesto político para sacar provecho económico.
El ataque en el poema hacia Blas de Escobedo, en suma, nos hace cons tatar que en la población tapatía había consciencia acerca de la colusión entre funcionarios y hacendados. Sin embargo, hay que admitir también que un ataque tan personal como este podría no estar dirigido contra esa colusión en general, sino contra ese funcionario en específico, pues de él se subraya sobre todo su vana presunción. Así, podríamos imaginar a otro hacendado insatisfecho que no se sintió favorecido por el cabildo y quiso usar la sátira para desprestigiarlo y asumir él mismo esos privilegios.
Otro personaje histórico aludido en el poema es don Tomás Ortiz de Landázuri y Arriaga (1722-1777), quien era un noble español que había llegado en 1743 a Nueva Galicia acompañando como secretario al coronel Fermín de Echevers y Subiza:
En 1746 acompañó al dicho gobernador a la costa de Matachén en el Mar del Sur para precaver eventuales correrías de corsarios holande ses y [...] no sólo impidió el comercio que pretendían los holandeses, sino también les rechazó militarmente. Pasó luego al restablecimiento de las alcabalas a la Nueva Vizcaya e inmediatamente después, en 1747, se le confió el empleo de corregidor, juez de minas y mineros y te niente de capitán general de Zacatecas, que sirvió durante dos años al cabo de los cuales pasó a la ciudad de México a entender en la conclu sión de un largo expediente que se había iniciado sobre el abasto de la ciudad de Zacatecas. Regresó a Guadalajara donde era propietario de la escribanía de cámara de su Real Audiencia y en el año de 1756 fue elegido alcalde ordinario de Guadalajara, de cuyo Cabildo era regidor perpetuo y fue elegido como su procurador mayor y pasó a los Reinos de España en 1759. (RAH, 2018b)
Ortiz de Landázuri, quien tendría una trayectoria notable con el paso de los años - para 1767 llegaría a ser contador general de Indias -, entre 1749 y 1750 fue fiscal general de la Real Audiencia de Guadalajara, pues así firma una gran cantidad de documentos conservados en dos expe dientes donde se registraban los nombramientos de alcaldes mayores, corregidores, étera.22
El último personaje es alguien apellidado Varo (v. 38), pero no ha sido posible identificarlo. En todo caso, queda claro el señalamiento que hace el poema: para nombrar a tal o cual persona como alcalde, podía haber motivos que no aparecieran en los documentos oficiales de la Real Au diencia. Recuérdese que los alcaldes ordinarios se dedicaban especial mente a la impartición de justicia, así que era un puesto de importancia.
En suma, el poema responde a cierta insatisfacción en torno al desem peño corrupto de los funcionarios de la Real Audiencia de Guadalajara. Es posible, por supuesto, que tanto los regidores - la Mota Padilla y Mar tínez de los Ríos - como el presidente - De Echevers Subiza - no hubieran hecho nada en particular que fuera distinto de sus predecesores, pero es evidente que, si obraron igual que estos, deben de haber favorecido a la oligarquía hacendera de la región. Si a esto añadimos las duras condi ciones de los años entre 1748 y 1750 - i.e., la epidemia, el terremoto, las sequías y la consecuente escasez de maíz, los problemas con el abasto de la carne y el enriquecimiento de unos cuantos -, podemos imaginar el clima de insatisfacción en el que un poema así apareció. A falta de más indicios, es difícil calibrar qué tan generalizada en la población fue esa in satisfacción, pero por lo menos fue la suficiente como para que “saliera a la luz” el poema y luego un estudiante de teología lo copiara con interés.
Ahora bien, hay algunas consideraciones que también nos permi ten sospechar que quien lo haya escrito lo hizo no solo a causa de tal insatisfacción, sino para echar mano de ella para encender los ánimos contra personas concretas. Si se considera que la población a la que ha brían afectado directamente los problemas del abasto de carne era la que tenía cierto estatus económico - el suficiente para poder compararla o consumirla -, podemos concluir que el autor anónimo provenía de cierta posición de privilegio y que optó por la sátira para que sus críticas se esparcieran más fácilmente - señalando el problema con el maíz, que sí afectaba a todos. La misma aparición del poema, seguramente de manera escrita en un contexto con tan alto analfabetismo, refuerza la idea de que su factura no es enteramente popular - otro indicio es la locución latina ab aeterno que se usa en el verso 5. Si a esto se añade que uno de los recursos preferidos de la sátira de la época era “encubrir el sentimien to de agravio personal o gremial haciéndolo pasar como si se tratara de indignación social generalizada” (Terán Elizondo, 2015, p. 51), entonces podemos imaginar al autor anónimo como alguien cercano o bien al me dio eclesiástico o conventual, y de ahí el ataque a De la Mota. También puede ser alguien cercano al mismo cabildo - e.g., algún funcionario que se sintió desfavorecido -, o bien al círculo hacendario agropecuario - e.g., alguien a quien se le quitaron privilegios.
Sobre esta última posibilidad, lo cierto es que el indicio no es solo el ataque a De Escobedo, sino también a De la Mota. Si se le está reprochan do a De la Mota Padilla que se enriqueció al hacerse cargo del abasto de la carne, lo cierto es que en el poema hay una clara exageración al decir que “por los pobres se ve lleno de pesos” (v. 27). Se habrá enriquecido, en todo caso, a expensas de los hacendados productores de carne, y esos están muy lejos de ser los pobres.
De cualquier modo, estamos ante un caso curioso y desconocido de crítica directa a las personas en el poder durante el Virreinato en la Nueva Galicia.23 Es un ejemplo valioso acerca de la mentalidad de la población virreinal, que cada vez estaba más acostumbrada a criticar abiertamente a las autoridades, algo que no es un indicio menor de lo que sobrevendría décadas más tarde, cuando la crítica ya sea al gobierno en general, pues, como ya sugería Ortega y Gasset (1955), “de lo que hoy se empieza a pensar depende lo que mañana se vivirá en las plazuelas” (pp. 28-29).24
Propuesta de edición modernizada del poema25
Estos siguientes versos salieron a luz el día doce de noviembre del año de mil setecientos y cincuenta:
Conocido te tienen
ya los tapatíos.
Quien no te conociere,
que te compre, Ríos.26
Eres desde ab aeterno 5
destinado garante del infierno.
Allá será mejor
que te vayas a ser mal regidor,
allá tendrás presente
también al presidente. 10
Seguirá su derrota27
el tirano de Mota,
que los tres en camada
son tres gañanes de la vida airada.
Los tres se han congregado 15
y tienen el lugar tiranizado.
Por los tres es la calma,
enemigos los tres de cuerpo y alma.
Ya no lo es el demonio:
mayor se ha declarado Juan Antonio. 20
Ni lugar tiene el mundo,
Mota se ha declarado sin segundo,
con que de este tridente
tiene el tercer lugar el presidente.
Es muy buen carnicero28 25
y se tira de veras al dinero.
Por los pobres se ve lleno de pesos.
No se tira a los huesos,
¡a la carne (eso sí) qué bien se tira!
Porque va con la mira 30
de restaurar en breve lo perdido.
Fácil lo ha conseguido
porque el uno y el otro cirineo29
le han salido a medida del deseo.
No hicieran los judíos 35
lo que hace el presidente, Mota y Ríos,
que sólo dan amparo
a los que son champurros30 como el Varo,31
que lo hicieron alcalde,
pero no lo hicieron muy de balde, 40
que es debido el decoro
porque su hija es bonita como el oro.
¿Y qué diremos de Mota,
que procura con esmero
al rico que largue32 el cuero, 45
y al pobre que ande en pelota?
¿Para qué ha de venir flota
si este hombre nos aniquila?
Pues con el modo que estila
piensa que gobierna y cela,33 50
y esto es estar a la vela
porque luego despabila.34
Tres puercos en este país
en este año se han cebado
y los tres han engordado 55
aun con la escasez de maíz.
Los tres son de un mismo jaez,
criados con el maíz de Ameca
y aunque qué larga es la seca
y escaso de agua el verano, 60
como se tiran al grano
han criado mucha manteca.
Temprano Ríos en la plaza
cuidando de todo está.
Él a todo tasa da 65
y a él nadie le pone tasa.
Todo por sus ojos pasa
sin que pase de sus ojos,
pues con injustos despojos
todo se le queda en casa. 70
Deja al pobre en la pelaza35
sin más caudal que los piojos.
¡Qué bueno que está el gobierno
del presidente! En los trazos
de Mota y Ríos, que son lazos 75
que lo llevan al infierno.
Allí sí será eterno.
Y Escobedo, tu asesor,
Landázuri estafador
y otros de tu pertinencia, 80
que allá han de tomar audiencia
y Ríos va de regidor.
Ríos, si quieres preferir
y la ciudad gobernar,
te puedes ir a cagar, 85
que es el perfecto regir.36
Mota te puede seguir
si tiene ganas de obrar,
que también del muladar
es Mota buen regidor 90
y también gobernador,
que suele el vientre llamar.
Nuestro don Blas de Escobedo
se queda muy atrás,
pues junto con don Tomás 95
son ambos los del enredo,
son los que meten el dedo
para sacar el tostón;37
y quiere que sea de león
Escobedo su cabeza 100
pero por su gran pereza
quedó en cola de ratón.38
Perdida está la Galicia
con dos malos regidores.
Por ellos son los rigores 105
de la divina justicia.
Por su infinita malicia
hay tanta calamidad,
muchísima enfermedad
de tabardillos39 y fríos, 110
que son juntos Mota y Ríos
la hambre y la necesidad.