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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

versión On-line ISSN 2448-6914versión impresa ISSN 1665-8574

Latinoamérica  no.44 Ciudad de México ene./jun. 2007

 

Reseñas

Silvia Soriano Hernández, Mujeres y guerra en Guatemala y Chiapas, México, CCYDEL-UNAM, 2006, 289 pp.

Diana Guillén* 

* Instituto Mora, México.

Soriano Hernández, Silvia. Mujeres y guerra en Guatemala y Chiapas. México: CCYDEL-UNAM, 2006. 289p.


El abanico de propuestas editoriales que día a día inundan las librerías, no siempre refleja el quehacer propio de la reflexión analítica. Desconozco otras áreas del conocimiento, pero en el campo de las ciencias sociales y las humanidades, hay que buscar cuidadosamente para encontrar aproximaciones originales a temas que han estado en el escenario por largo tiempo, y que sin embargo son ignorados o bien se abordan con los mismos instrumentos de antaño.

Frente a tal escenario, la publicación de Mujeres y guerra en Guatemala y Chiapas representa una buena alternativa para repensar modelos conceptuales y a la vez contribuye a esclarecer la historia reciente de una región fronteriza en la que se gestan tensiones entre las trayectorias diferenciadas por el límite político administrativo, y los vínculos construidos a lo largo del tiempo. Se vive allí un juego permanente entre continuidad y cambio, entre ruptura y encuentro, entre identidades y alteridades, propio de cortes territoriales que separan aquello que alguna vez estuvo unido.

El objetivo de Silvia Soriano no es hacer un estudio comparativo; ello le permite trabajar con dos dimensiones (un país y un Estado) que metodológicamente sería difícil unir en el mismo nivel de análisis. Le permite asimismo delinear elementos compartidos de violencia estructural y marcar la especificidad de situaciones bélicas propias de momentos y contextos distintos. Al leer el libro se abre la opción de acercarnos a una experiencia que remite al pasado y a otra que forma parte de la cotidianidad actual: “el elemento que más me motivó a estudiar dos escenarios diferentes, es precisamente el tiempo verbal en que se habla de las vivencias durante la guerra” (p.24).

Los capítulos y apartados reflejan la decisión de abordar cada caso de manera individual, pero paralelamente y aun cuando como se dijo antes no hay una intención comparativa, la introducción, las conclusiones y el primer capítulo (“De qué guerra hablamos”) ayudan a identificar los puntos de encuentro y desencuentro entre ambas realidades, en función sobre todo de la apuesta central de la autora: “presentar a las mujeres que viviendo la guerra han sobrevivido, no como víctimas pasivas sino como sujetos sociales; a las mujeres que tienen voz y que saben lo que esto significa, porque además desean que esa voz sea escuchada” (p. 44).

Su interés por rescatar las características de género que posee la violencia durante un conflicto bélico, permite a Silvia Soriano identificar mecanismos de defensa y supervivencia que, al ponerse en práctica, transforman la vida de las mujeres. Al hacerlo rompe con estereotipos y reta interpretaciones que asocian lo femenino con la paz y lo masculino con la guerra;1 de hecho, una de las principales virtudes del texto son precisamente los desafíos que se lanzan a las visiones reduccionistas de la realidad.

Podrá o no coincidirse con la autora en que ciertos puntos de la perspectiva feminista caen dentro de esa categoría, pero independientemente de la posición que se asuma al respecto, la mirada aguda e inquisitiva presente desde la primera hasta la última página, problematiza categorías consensadas en torno al género e invita a un debate serio sobre el particular.

Habría que añadir que la obra en su conjunto es profundamente feminista y a la vez reta al feminismo ortodoxo; el partir de posturas críticas hacia los modelos que en principio podrían cobijar conceptualmente el análisis, obliga a proponer respuestas alternativas para explicar la posible resignificación de las mujeres y eso es justamente lo que encontramos en el libro: la lectura de una mujer inteligente y sensible que capta dimensiones no siempre vistas de la posición de género.

Soriano asume que la violencia se vive de manera diferenciada si se es hombre o si se es mujer, pero rechaza por principio que a ellas les corresponda el papel de víctimas, y a ellos el de victimarios. Además de padecer los costos de la violencia extrema asociada con la guerra, incluso con un rigor ajeno a muchos de ellos, se muestra que ellas también son capaces de transitar de víctimas a protagonistas.

En tiempos de paz los pobladores de la región de estudio padecían violencias de distinto tipo que, a fuerza de la costumbre, acabaron por convertirse en algo “natural”. Desde la explotación económica hasta la subordinación absoluta ante los deseos y necesidades del patrón, forman parte de la vida de las comunidades en su mayoría campesinas. También la violencia doméstica y la de contenido sexual son práctica diaria y, por lo general, aceptada con todo y su inequidad.

A lo largo de la historia las mujeres han llevado en Chiapas y Guatemala la peor parte en términos de maltratos, pero además, en situaciones de conflicto esa violencia cotidiana ha sublimado en toda su magnitud las variantes de género. Quizá los dos mejores ejemplos de ello sean la saña con la que se abren los vientres de las mujeres embarazadas y las violaciones; mientras en el primer caso se mata a la madre y a la semilla rebelde que está gestando, en el segundo se le domina sexualmente.

El libro no trata, pues, de idealizar realidades marcadas por la opresión de género, entre otras tantas opresiones, ni de cerrar los ojos ante las lágrimas y pesares que han provocado guerras distintas y a la vez similares. Los testimonios que recoge de guatemaltecas y chiapanecas dejan constancia de ello, pero, si se acepta la propuesta de Silvia Soriano, habría que hurgar un poco más para encontrar que los saldos profundamente negativos que todas sus entrevistadas debieron afrontar, propiciaron en algunos casos transformaciones positivas.

Una de las grandes virtudes de Mujeres y guerra en Guatemala y Chiapas es que nos pone en contacto con personas de carne y hueso; lejos de mitificar la relación entre hombres y mujeres, coloca en su justa dimensión los intercambios de poder que se padecen independientemente del género y aquellos que provienen de este último.

Parte fundamental de la exposición se sustenta en un trabajo de campo serio y en entrevistas que el lector puede recrear con los fragmentos, muy ricos a mi parecer, citados a lo largo del libro. Ese tipo de acercamiento nos permite entrar en contacto con los referentes que las propias involucradas han construido sobre la guerra y sobre su papel en ella. Tal vez desde la ortodoxia feminista podría cuestionarse la pertinencia de tales referentes para alcanzar una mayor equidad de género, y ese es el punto central del debate al que invita el texto aquí reseñado.

Lo que Silvia Soriano pone en el tapete de la discusión es una argumentación que cuestiona que la guerra sea un legado patriarcal y que recupera al género como construcción social. Asimismo, remite el concepto a relaciones de poder más amplias que han favorecido la opresión de los hombres hacia las mujeres. A diferencia de quienes creen que la lucha debe dirigirse a combatir exclusivamente la desigualdad de género, o bien, en el extremo contrario, que hay que transformar las relaciones económicas y sociales de explotación para terminar con toda forma de discriminación, plantea que los vínculos entre trayectorias personales y condicionantes estructurales son más complejos.

Teniendo como telón de fondo el devenir reciente de Guatemala y Chiapas, la autora hurga en la vida de aquellas mujeres que descubrieron las ventajas de organizarse para enfrentar la adversidad y aunque en principio concluye que la guerra modifica las relaciones de género, también afirma que “la paz devuelve a cada cual a su sitio” (p. 237). Sin embargo aclara que ese sitio va a depender de “cómo se incorporaron a la guerra, qué razones las introdujeron, qué hacían antes, qué hicieron entonces y qué quedó después” (p. 237).

Las intersecciones entre el actuar individual y el actuar social, entre el papel pasivo y el papel activo, entre el perderlo todo y asumirse como víctima y el perderlo todo pero sacando ganancias de los escombros, se delinean alrededor de ese cómo y esos qué. Su tratamiento sistemático amplía el horizonte de quienes se interesan en las mujeres como sujeto de análisis o como seres humanos capaces de revertir la subordinación de la que por lo general son objeto.

Finalmente pero no por eso menos importante, habría que decir que el texto es de fácil lectura porque está bien estructurado, la redacción es amena y se acerca a un estilo más ensayístico que académico, aunque salta a la vista el trabajo de investigación que lo sustenta. Mujeres y guerra en Guatemala y Chiapas sintetiza años de reflexión basada en lecturas exhaustivas, observaciones rigurosas, conocimiento de la región, y entrevistas bien pensadas; además de todo ello refleja la valentía intelectual de su autora, pues no es fácil romper lanzas para demostrar que donde la mayoría ve destrucción, se vislumbran cimientos de un mejor tipo de vida para las mujeres, aún si todavía deben recorrer un buen trecho en contra de la violencia que históricamente han padecido.

1“A los hombres (a la mayoría) les gusta la guerra, pues para ellos hay en la lucha alguna gloria, una necesidad, una satisfacción que las mujeres (la mayoría) no siente ni disfruta”, recuerda Susan Sontag a propósito de los planteamientos de Virginia Wolf en Tres guineas; si bien la argumentación de Soriano no va contra ninguna de estas dos reconocidas intelectuales, cito la idea para mostrar la trascendencia de una postura fuertemente debatida en Mujeres y guerra en Guatemala y Chiapas. Susan Sontag, Ante el dolor de los demás, México, Alfaguara, 2004, p. 11.

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