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Península

versión impresa ISSN 1870-5766

Península vol.18 no.2 Mérida jul./dic. 2023  Epub 23-Abr-2024

https://doi.org/10.22201/cephcis.25942743e.2023.18.2.85949 

Reseñas

Cristina Puga. Un año de pandemia. México: Ficticia Editorial, 2022: 86 pp.

Fernando Castaños* 

Puga, Cristina. Un año de pandemia. México: Ficticia Editorial, 2022. 86p.


Como todo relato que asume propia y plenamente su carácter, este libro da cuenta de un cambio de estado y condición. Contiene, anidados, otros relatos que, a su vez, contienen otros que se van desarrollando en tres planos, tal como lo hacen las narraciones históricas más reveladoras. En el de fondo quedan registradas las decisiones que eran comunes antes del inicio del periodo abarcado y que se resisten a salir de los escenarios; en el segundo plano, se tienen las decisiones que se van volviendo usuales en el mundo relatado; y en el primero, las decisiones improbables, las que cambian el curso del devenir de manera notoria.

Al igual que otros libros, literarios o históricos, éste va configurando tres tiempos conforme se desenvuelve: el tiempo del texto, el tiempo del discurso y el tiempo de los hechos. Ahora bien, en Un año de pandemia esos tres tiempos conforman un cuarto: el tiempo del tiempo, pues, finalmente, en el periodo que abarca, las que cambiaron, más que todo lo demás, fueron las temporalidades. Las temporalidades internas, que definen las anatomías de los diferentes tipos de acontecimiento, y las externas, que relacionan diversos acontecimientos entre sí, hoy son otras. El núcleo nominal del título, “año”, dice mucho desde la portada y va revelando cada vez más a lo largo del libro.

El tiempo del texto, con la disposición de sus unidades en las páginas, es el de un diario. Las hojas del libro están fechadas y se encuentran en el orden en que fueron escritas. Por su materia, por su tono, por su claridad y por su fluidez, me recuerdan un poco las páginas de un diario famoso escrito en lengua inglesa en el siglo xvii, el de Samuel Pepys, las cuales registran datos de su vida cotidiana y de intercambios conversacionales con amigos, familiares y personajes de la época, así como observaciones de las dinámicas sociales e información sobre el avance de la gran peste de Londres, la de la fiebre bubónica -enfermedad de la segunda pandemia registrada en la historia-, que causó la muerte de casi la cuarta parte de la población de la capital británica. Las páginas de aquel diario también recogen los pensamientos de su autor sobre las dificultades del gobierno, que cada vez contaba con menos recursos para impulsar la recuperación del reino y cuyo jefe, el rey Carlos II, solía tomar decisiones equivocadas de gasto.

La primera entrada del libro de Cristina Puga es del 20 de enero de 2020 y la última, del 22 de marzo de 2021. Son, en total, 96 entradas que abarcan un lapso de 429 días y ocupan 86 páginas. En promedio, tenemos una entrada para cada cuatro días y medio, aunque algunas son de fechas muy próximas y otras están algo más separadas; por ejemplo, entre el 28 de abril y el primero de mayo hay una diaria y la siguiente a ellas es del 13 de mayo.

En general, una entrada es de casi una página. Las dos más largas, que son las que concitan más concentración, tienen tres páginas y el tema de ambas es la huelga estudiantil del fin de siglo pasado. Las cuatro o cinco más breves, que son las que suscitan mayor detenimiento, constan de unos cinco renglones. Una de ellas es acerca de un fallecimiento, otra, de un aniversario luctuoso y el resto es de padecimientos de familiares y colegas.

Visto desde cierta distancia, el orden temporal del discurso es doble: lo que cuenta Puga va acompañado íntimamente de lo que ella reflexiona, dando como resultado las clasificaciones que, del libro, hace la editorial: pertenece a la serie Testimonio y a la biblioteca Ensayo Contemporáneo.

Si se mira con atención, el tiempo del discurso es múltiple. La vertiente testimonial comprende crónicas y memorias: una crónica generosa en detalles significativos de la mudanza de Cristina, de la Ciudad de México a Mérida, Yucatán; una crónica escueta y punzante de la colonización del mundo por el virus sars-cov-2 y el probable inicio de la recuperación de los territorios por la humanidad; una crónica inquietante de la política pública del tercer año del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, que se enfoca principalmente en dos asuntos: la errática respuesta nacional a la pandemia en que se convirtió la enfermedad causada por la covid-19 y el preocupante proceso de reforma que debería adecuar la ley de ciencia a los cambios constitucionales efectuados anteriormente. Las memorias son de prácticas que formaron su personalidad y sus gustos y que definieron el entorno del hogar materno y paterno; así como de vivencias con sus hermanos, sus hijos y su nieto; de diálogos que tocan temas de las crónicas; de sus responsabilidades académico-administrativas y, como ya lo mencioné, de la huelga que sufrió la UNAM en 1999 y 2000.

La reflexión es, por momentos, introspectiva y bosqueja las impresiones y las actitudes de la primera persona, la que observa y escribe; en ocasiones, empática y delinea las ideas y los impulsos de las terceras personas observadas; y otras veces, interpretativa y dibuja los marcos cognoscitivos y valorativos del periodo de observación, la situación espiritual de esos días, podríamos decir, si quisiéramos recordar el lenguaje que se usaba a mediados del siglo pasado para hablar del pensamiento de la crisis y la crisis del pensamiento.

Además de su valor intrínseco, derivado de la perspicacia sociológica de la autora, las reflexiones del libro tienen una función estructurante: encuadran, iluminan y enfocan los pasajes narrativos; de montaje, como si el libro fuera una película. Van de la mano con la progresión textual, con la edición, si siguiéramos en el ámbito de la cinematografía. Nos dan a entender cuáles son las regularidades de los pasajes en una crónica o una memoria y las similitudes entre los que pertenecen a distintas narrativas de estos géneros; al mismo tiempo nos hacen ver la singularidad de cada pasaje. Nos llevan a identificar las analepsis, o flashbacks, si recurrimos nuevamente al lenguaje del cine; y las prolepsis, o flash-forwards; y, de ahí, a pensar cómo se encadenaron los antecedentes distantes de una disyuntiva con sus inmediatos. Sus reflexiones nos hacen intentar formular interrogantes que atañen a intervalos de tiempo mayores al año del diario, como éstas: ¿cuál será el punto de vista principal del recuento que prevalezca del sexenio de López Obrador? y ¿cuál será el algoritmo social que seleccione, valide y jerarquice la información de los acontecimientos que han atraído la atención?

En el terreno de los hechos, las temporalidades que quedan en el centro del relato englo bante son, como cabría esperar por la frase que complementa el título del libro, las de la pandemia. Esto es así porque se presentan, desde las primeras páginas, como inciertas, problemáticas. ¿En qué momento empezaron los contagios a tener en cada continente una aceleración preocupante de epidemia que requería la máxima atención? ¿Cuándo cobró conciencia propiamente cada país de ese inicio?

En la entrada del 5 de marzo de 2020, Puga nos dice: “Ciudades enteras de Europa cerradas, hospitales saturados, falta de espacio en cementerios y crematorios. La pandemia cunde más rápido de lo previsto y encuentra a los gobiernos desprevenidos y faltos de respuesta. Hay un crucero varado en Yokohama por enfermedad a bordo. Otro más que había sido detenido por sospechas, acaba de recibir autorización para atracar en Cozumel, pese a la oposición de la población local. Todo parece haber comenzado en Hunan con un murciélago…”.

La incertidumbre sobre el posible fin de la pandemia era todavía mayor. Así dice la entrada del 14 de marzo de 2021:

Hoy se cumple un año de haberse declarado formalmente la pandemia y de que inició el confinamiento en el país. El resultado no es risueño: 250 mil muertes por COVID (peor que en una guerra) más las no declaradas que pueden aumentar la cifra a casi 400 mil. A ello habrá que sumar el deterioro económico provocado por la paralización de actividades, los devastadores efectos sobre una generación entera de estudiantes de primaria y secundaria, que, en el mejor de los casos saldrán del ciclo con lagunas, depresiones y desconcierto y en el peor, simplemente abandonarán los estudios. Aún no sabemos si podrán regresar pronto a la escuela. El gobierno desea que sea en unos cuantos meses, pero la pandemia no cede y el semáforo, cuyos colores dependen del número de contagios y muertes en cada estado, permanece en rojo en la mayor parte del país.

El confinamiento, que al principio fue visto por muchas personas como una medida de duración más precisable y, en un eco de esa presuposición, recibía la denominación de “cuarentena”, resultó intermitente, variable e iterativo. Todas las personas tuvimos que salir algunas veces, incluso hubo quienes continuaron realizando trabajos indispensables para los demás la mayor parte del tiempo, como los recolectores de basura y los repartidores de mercancías compradas en línea. Además, para quienes podíamos continuar realizando la mayoría de nuestras actividades desde la casa no hubo un encierro estricto, sino varios, dependiendo del semáforo mencionado en la cita anterior.

En contraste con la duración indefinida de la pandemia y la contabilidad imposible del confinamiento, las interacciones a distancia entre académicas y académicos se multiplicaron, las más formales se desarrollaban con gran puntualidad y muchas de las iniciativas que surgieron de ellas pudieron cumplirse con gran precisión. Ello fue posible gracias a que se pusieron a punto tecnologías de comunicación y almacenamiento digital que se venían desarrollando en los últimos lustros y hubo un insospechado acceso masivo a ellas. Pero muchas de nuestras tareas se dilataron o interrumpieron, porque las actividades que sostienen la vida cotidiana se trastocaron.

Es, precisamente, en esa conjunción tensa de confinamiento y acercamiento que se han ensayado ya los cambios posibles de mayor magnitud. Yo me permito indicarlas telegráficamente, por medio de un oxímoron que ya se volvió un término compuesto de uso común: “presencia remota”. También menciono otros que he escuchado recientemente y no sé si llegarán a generalizarse, como “realidad virtual”, “sincronía diferida” o “regreso a la nueva normalidad”. Esta última expresión evidencia las dificultades que tiene la sociedad mundial para concebir el diccionario y la enciclopedia de su reconstrucción postpandemia. Quiero creer que la gente lo hace imbuida de una convicción que Cristina enuncia al principio de su diario: “Hoy un carpintero flaco, con un Cristo tatuado en el brazo derecho, sustituyó las patas gastadas de mi escritorio por dos tablones firmes y lo dejó listo para servir otros veinte años”. Convicción que reitera al final con palabras que tienen un eco habermasiano: “Con pandemia o sin ella, la vida sigue”.

La idea es vehículo de un agradecimiento profundo de Cristina Puga a los entornos de su nueva etapa de vida, que se expresa a lo largo de todo el libro. Son entrañables las descripciones del estudio donde ahora trabaja, la casa que habita, el barrio de Mérida donde se encuentra, la traza y las arquitecturas de la ciudad, el estado, la Península de Yucatán y el mar Caribe. A quienes hemos conocido algunos de los lugares que describe, ciertamente nos despierta el deseo de volver a los parques con almendros, a las fachadas del Paseo Montejo, a las iglesias, a las plazas, a las ruinas mayas, a las playas.

Son gratos los bosquejos y los enfoques detallados de sus encuentros, presenciales y virtuales, con las personas de sus ámbitos cotidianos y laborales, de los círculos civiles y culturales que le atraen y de la actividad política que observa. Más de una amistad suya se alegrará al leer el libro y ver que ella acertó al decidir seguir la vida allá.

Recomiendo sin reservas leer el libro a quienes estén pensando cómo han cambiado y seguirán cambiando las dinámicas sociales a causa de la pandemia, y también a quienes estén cavilando sobre las causas que se transforman cuando la vida de una persona se renueva.

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