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Tzintzun. Revista de estudios históricos

versión On-line ISSN 2007-963Xversión impresa ISSN 1870-719X

Tzintzun. Rev. estud. históricos  no.79 Michoacán ene./jun. 2024  Epub 17-Jun-2024

https://doi.org/10.35830/treh.vi79.1746 

Dossier

México y España en la primera mitad del siglo XIX

EL BACHILLERATO, PRIMER LABORATORIO DE LA RESURRECCIÓN IMPERIAL: LOS TEXTOS ESCOLARES DEL FRANQUISMO Y LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO (1940-1950)

THE BACCALAUREATE, THE FIRST LABORATORY OF IMPERIAL RESURRECTION: THE SCHOOL TEXTBOOKS OF FRANCO’S REGIME AND MEXICAN INDEPENDENCE, (1940-1950)

LE BACCALAURÉAT, PREMIER LABORATOIRE DE LA “RÉSURRECTION IMPÉRIALE”: COMMENT LES MANUELS SCOLAIRES SOUS LE RÉGIME FRANQUISTE ABORDAIENT L’INDÉPENDANCE MEXICAINE. (1940-1950)

Víctor H. Silva Guijarro1 

1Universidad Nacional de Educación a Distancia-UNED


Resumen

En el núcleo de poder de la dictadura franquista fueron conscientes de que para arrasar por completo con el legado de la II República no bastaban solo las armas. Fue en este contexto donde los ideólogos del régimen consideraron que la única forma de borrar de la memoria la cultura republicana, e iniciar el proceso ideológico de restauración del Imperio y de la hispanidad, era trasladando la guerra a un nuevo campo: la educación. En este campo de batalla, los manuales escolares de historia del bachillerato franquista se convirtieron en los instrumentos idóneos para lograr el arraigo en el imaginario de los educandos españoles del proyecto de nación y de identidad nacional que buscó perpetuar el régimen franquista. En especial, para lograr la creación de un “Hombre Nuevo” encargado de construir la “Nueva España”. Para este trabajo realizamos un análisis histórico e historiográfico sobre cómo los manuales escolares franquistas interpretaron y justificaron la pérdida del Imperio americano, poniendo especial atención al proceso insurgente mexicano.

Palabras clave Bachillerato franquista; Textos escolares; Identidad nacional; Estado-Nación; Imperio y Emancipación

Abstract

In the core of power of the Francoist dictatorship, they were aware that in order to completely wipe out the legacy of the Second Republic, weapons alone were not enough. It was in this context that the regime’s ideologues considered that the only way to erase the republican culture from memory, and to begin the ideological process of restoring the empire and Hispanic culture, was to transfer the war to a new field: education. On this battlefield, the history textbooks of Franco’s baccalaureate became the ideal instruments for rooting in the imagination of Spanish students the project of nation and national identity that the Franco regime sought to perpetuate. In particular, to achieve the creation of a “New Man” in charge of building the “New Spain”. For this paper we carried out a historical and historiographical analysis of how Franco’s school textbooks interpreted and justified the loss of the American Empire, paying special attention to the Mexican insurgent process.

Keywords Francoist Baccalaureate; Textbooks; National Identity; Nation-State; Empire and Emancipation

Résumé

Dans les cercles les plus restreints du pouvoir de la dictature franquiste, on était conscient que les armes ne suffisaient pas pour éliminer complètement l’héritage de la Seconde République. Dans ce contexte, les idéologues du régime ont considéré que le seul moyen d’effacer la culture républicaine de la mémoire collective et d’entamer le processus idéologique de restauration de l’empire et de la culture hispanique était de transférer la guerre sur un nouveau terrain : l’éducation. Sur ce champ de bataille, les manuels d’histoire du baccalauréat franquiste sont devenus les outils parfaits pour enraciner dans l’imaginaire des élèves espagnols le projet de nation et d’identité nationale que le régime franquiste cherchait à perpétuer. Cette réécriture visait précisément à aboutir à la création d’un “homme nouveau” chargé de construire la “Nouvelle Espagne”. Pour cet article, nous avons réalisé une analyse historique et historiographique de la manière dont les manuels scolaires franquistes ont interprété et justifié la perte de l’empire américain, en portant une attention particulière au processus insurrectionnel mexicain.

Mots clés Baccalauréat franquiste; Manuels scolaires; Identité nationale; État-nation; Empire et Émancipation

INTRODUCCIÓN. DE LA REPÚBLICA DE INTELECTUALES A LA DICTADURA DE LOS SALVAJES

En el primer tercio del siglo XX la ciencia y la educación española cabalgaban a lomos del impulso regeneracionista de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE). Cabe destacar que este fomento de la ciencia y de la educación, promovido por la JAE, se intensificó en el periodo republicano entre 1931-1936. La II República se convirtió en un laboratorio de reformas políticas, educativas, económicas, institucionales, laborales, culturales y un largo etcétera. Este escenario llevó a que se produjera un vínculo entre ciencia, educación y política, donde científicos junto con otros catedráticos, profesores y maestros, asumieron tareas de gestión en los asuntos públicos y ocuparon los escaños de las Cortes Constituyentes durante la República. La presencia en el escenario político republicano de varios portavoces del ámbito científico y educativo fue la razón por la que Azorín bautizó al nuevo gobierno como la “República de intelectuales”.1

La República creó una atmósfera idónea y facilitó todas las herramientas necesarias para que, en el seno de la sociedad española, surgiera una intensa vida cultural y científica donde el sistema científico técnico español y el mundo educativo alcanzaron el mayor desarrollo desde principios del siglo XX. La ciencia y la educación entre 1931-1936 fueron consideradas como una “res publica”, es decir, unos temas que concernían a diversas capas de la sociedad. Esta situación ocasionó que la República de Intelectuales, de la que hablaba Azorín, se convirtiera también en un espacio de convivencia científica donde profesores, científicos, periodistas, laicos, católicos, republicanos, monárquicos, etcétera, trabajaran juntos para lograr un objetivo común: el progreso y el bienestar de la sociedad.2

El 18 de julio de 1936 estalló la Guerra Civil y todos los esfuerzos realizados por amplios sectores de la sociedad española que promovieron el desarrollo científico y educativo a lo largo del primer tercio del siglo XX, y muy especialmente durante la República, se cuestionaron y empezaron a desaparecer en una parte del Estado español. En la dictadura franquista, los ideólogos golpistas definieron a la II República como un “tumor bolchevique” que estaba matando a España. Es por esta razón que, para Francisco Franco, la Guerra Civil fue interpretada como una “operación quirúrgica” que tenía como fin último amputar el tumor izquierdista de la República que se había arraigado en el cuerpo nacional.3 Para lograr este objetivo, los teóricos del régimen utilizaron muchos instrumentos: represión militar, fusilamientos, exilio, etcétera.

El régimen, en su interpretación demonológica de la Historia de España, vociferó que en la República se condensaron los tres agentes del Mal que han condenado a la patria a la decadencia y a la degeneración: la masonería, el liberalismo y el comunismo. Y para lograr el exterminio de estas encarnaciones del Mal de la Magna Historia de España, había que iniciar otra guerra en un nuevo escenario: la memoria. Los ideólogos del régimen llegaron a la conclusión de que la única forma de borrar de la memoria el pasado oscuro de la República liberal y comunista, era insertando en el imaginario de la nueva juventud española los ideales de la hispanidad y los anhelos de resurrección de la España imperial. Es aquí donde la educación jugó un papel fundamental y muy concretamente la enseñanza de la Historia.

A raíz de este panorama fue cuando se empezó a resignificar, elaborar y adoctrinar mediante la enseñanza de la Historia Patria del régimen, el arraigo en el imaginario de los educandos españoles de la identidad nacional que buscó consolidar y perpetuar el régimen franquista para lograr la creación de un “Hombre Nuevo” encargado de construir la “Nueva España” alejada de los males republicanos. Los sistemas de control de contenidos y censura ideológica fueron herramientas clave para lograr este objetivo, y los manuales de bachiller sobre la Historia de España, fueron un ejemplo central.4

El franquismo utilizó el texto escolar como una herramienta ideológica y muy concretamente los del bachillerato por una cuestión fundamental. La primera labor legislativa realizada por la dictadura fue la promulgación de la Ley de Reforma del Bachillerato de 1938. Por medio de esta ley, los ideólogos del régimen iniciaron una profunda reforma de la educación y decidieron empezar por el bachillerato porque consideraron que era el instrumento más eficaz para transformar rápidamente a la sociedad.5 Finalmente, el bachillerato terminó convirtiéndose en una máquina del régimen encargada de formar intelectual y moralmente a la nueva clase directora6 que tenía por objetivo restaurar los cimientos del Imperio hispánico ya que, como indicó el ministro de Educación Nacional, Pedro Sáinz Rodríguez, los pilares ideológicos de este nuevo bachillerato fueron la potenciación de la cultura clásica y humanística, la defensa del cristianismo y del espíritu imperial y de la hispanidad, defensor de la verdadera civilización, la Cristiandad.7

En esta aspiración de restauración imperial promocionada por el franquismo a través de los manuales escolares de historia, el Imperio americano fue uno de los temas centrales de este cometido porque evocaba una historia de supuestas “glorias pasadas”, de una España imperial y que prometía volver. El anhelo de la “resurrección” del Imperio y de la Hispanidad, es decir, la extensión de la religión católica y de la raza, costumbres y lengua castellana, fue utilizado como una herramienta ideológica para lograr la consolidación de esa ansiada identidad nacional; es decir, lo que Pérez Vejo ha definido como una diferenciación entre un “ellos” y un “nosotros”.8 En este sentido, el estudio e interpretación en clave hispana de la independencia de Hispanoamérica fue fundamental para la Historia Patria franquista. Por esta razón, nos vamos a ocupar de analizar desde los planos histórico e historiográfico, cómo interpretaron y justificaron la pérdida del Imperio americano los textos escolares del bachillerato franquista, poniendo especial atención al proceso emancipatorio mexicano. Pero también, analizaremos cómo esta preocupación se trasladó a un plano intelectual e historiográfico más elevado, creando doctrina con la convocatoria del I Congreso Hispanoamericano de Historia y el I Congreso Interiberoamericano de Educación, organizado por el Instituto de Cultura Hispánica en 1949 en Madrid, en el que se reunieron más de un centenar de académicos hispanoamericanos. Es decir, investigaremos si se produjo una transposición didáctica, si las tesis expuestas sobre el proceso emancipatorio americano, el “saber sabio”, se trasladaron al “saber enseñado”.9

Para esta investigación elegimos una muestra de siete textos escolares de historia del bachillerato franquista10 que contaban con evaluaciones positivas tras superar el control y la censura ideológica, y cuyos autores han superado el proceso de depuración que los certificaba como soldados al servicio de la interpretación histórica del régimen.11 Otro de los motivos que explican la elección de estos manuales es que, de nuestra muestra general de cincuenta libros escolares, los textos elegidos para este análisis son los únicos que abordan con detalle el análisis de la independencia de México.

Debido a que la dictadura a lo largo de cuarenta años fue mutando y desarrollando una gran capacidad de adaptación a los diversos escenarios políticos, económicos, sociales, etcétera, para este análisis historiográfico hemos delimitado solo un área de contextualización que está en estrecha relación con las políticas que el régimen emitió respecto al libro escolar. Esta área de contextualización es: los textos escolares publicados bajo la censura del Consejo Nacional de Educación desde 1941 hasta 1951.

LA RESURRECCIÓN IMPERIAL Y EL RELATO DE LA HISTORIA DE UN FRACASO: LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO. ANÁLISIS DE LOS TEXTOS ESCOLARES DEL CONSEJO NACIONAL DE EDUCACIÓN (1941-1951)

Consumada la victoria militar, el régimen experimentó el momento de mayor efervescencia represiva y dictatorial, convirtiéndose en una auténtica “dictadura fascitizada”, cuyos pilares ideológicos fueron: el antiparlamentarismo, antisocialismo, anticomunismo, antidemocracia, antiliberalismo político y caudillismo. La aspiración de los ideólogos del régimen por lograr el control de la edición de los textos escolares se materializó el 7 de julio de 1938, cuando se creó la Comisión Dictaminadora de libros de textos de secundaria que fue la encargada de llevar a cabo tareas de censura y control ideológico del contenido de los manuales. El papel desempeñado por la Comisión Dictaminadora se afianzó con la Ley de Estudios del 20 de septiembre de 1938, donde se estableció que ningún texto escolar podría ser utilizado en las aulas ni publicado sin tener la aprobación de la comisión especial propuesta por el Ministerio de Educación. Estos textos escolares de bachillerato, publicados tras superar el control de la censura ideológica, fueron utilizados por el régimen para arraigar en el imaginario de la juventud española su visión ideológica, desterrar la pluralidad política, asegurar la pervivencia del nuevo régimen y convertirlos en un arma ideológica contra la República.12

En el verano de 1940, las tareas depuradoras y censoras de los textos escolares editados por el régimen ya no fueron llevadas a cabo por la Comisión Dictaminadora, pues a partir de este momento fue el Consejo Nacional de Educación el organismo encargado de fijar la política del libro escolar y las labores de censura y control ideológico, así como de llevar a cabo la aprobación —si cumplían con los criterios y contenidos de los cuestionarios oficiales— de los textos escolares para todas las ramas de la enseñanza.13

El régimen franquista también sufrió la derrota de sus aliados fascistas y nazis en 1945. Esta situación provocó una alteración en el marco evolutivo del régimen, pues este acontecimiento llevó a la dictadura a embarcarse en un tránsito, especialmente en su fachada internacional, hacia la “democracia orgánica” cuya naturaleza no se basó en los postulados de las democracias europeas triunfantes de la guerra articulada a partir del sufragio universal, sino que, finalmente, supuso el triunfo del nacionalcatolicismo en la matriz del régimen. De esta forma, esta vía nacional católica buscó reorganizar el régimen utilizando el mismo concepto de Nación —sintetizada en patria, religión e hispanidad— a partir del cual se construyó la España de los Reyes Católicos y de Carlos I.14 El objetivo que perseguía el nacionalcatolicismo era despojarse de todo simbolismo, ahora incómodo, que recordara al régimen su impronta fascista, con la intención de salir del aislamiento internacional.15 Es conocido que en este tránsito del fascismo al nacionalcatolicismo, se escondía un tactismo oportunista y pragmático. Y todo ello en el contexto de la Guerra Fría y de los acuerdos con el gobierno de Estados Unidos de América por su situación política, geográfica y estratégica.16 Sin embargo, cabe informar que este pragmatismo de la dictadura franquista no afectó a la política del libro escolar. La labor depuradora y censora emprendida por el Consejo Nacional de Educación se mantuvo vigente, es decir, el texto escolar siguió siendo un instrumento utilizado para arraigar en los educandos españoles la doctrina fascistizada de la dictadura mediante la censura ideológica.17

Uno de los aspectos más característicos de esta década fue la impresión de varios manuales. El primero de ellos fue publicado en 1941 por la editorial Bosch en Barcelona. Su autor fue José Luis Asián Peña. En octubre de 1925, Asián obtuvo el grado de licenciado en Filosofía y Letras, sección Historia, con premio extraordinario en la Universidad de Sevilla. El 6 de junio de 1930, aprobó la oposición que daba acceso al Cuerpo de Catedráticos y fue electo como catedrático de Geografía e Historia del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Lugo.18 En 1933, el gobierno republicano lo envió a la capital para ocupar la secretaría del Instituto Quevedo, uno de los nuevos institutos creados por la República en Madrid. Asián aprovechó su estancia en la capital para solicitar una pensión de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas para estudiar en Alemania, la cual se le concedió en dos ocasiones: en 1934 y en 1935. En este último año, también fue nombrado catedrático del Instituto Balmes de Barcelona, y tras el estallido del levantamiento en 1936, dado que se encontraba en Coria del Río, Asián decidió ponerse al servicio de los sublevados quienes le destinaron al Instituto de Badajoz donde pasó toda la contienda civil.

Terminada la guerra en 1940, tuvo que pasar el proceso de depuración, el cual fue favorable y la Comisión Superior Dictaminadora confirmó a Asián en la cátedra del Instituto Balmes. Sin embargo, Asián fue depurado nuevamente en 1941 al ser denunciado por haber pertenecido a la masonería. Y, en efecto, Asián en su juventud fue miembro de la logia masónica España núm. 22 y mantuvo estrechos vínculos con el republicanismo de Coria del Río. El Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo lo declaró culpable y fue condenado a la “sanción de inhabilitación absoluta perpetua para el ejercicio de cualquier cargo del Estado”.19 El Ministerio suspendió a Asián de empleo y sueldo, y lo apartó de la cátedra. La sanción fue aminorada en 1943 por la Presidencia del Gobierno y, cuatro años después, el Consejo de Ministros absolvió a Asián de todos los cargos que se la habían acusado.20

Asián, en el prólogo de su texto escolar, informó que había sido elaborado acatando los postulados del Plan Vigente. Con esto, el autor certificaba que su obra respetaba los principios ideológicos del régimen y que contaba con su aval tras haber superado el proceso de inspección del Consejo Nacional de Educación.21 Inició el estudio de la independencia hispanoamericana incorporada en el contexto de la historia de España estrictamente peninsular. Incluso como uno de los temas más importantes del capítulo dedicado al análisis de la guerra de la independencia de España y las Cortes de Cádiz. Nuestro autor, desde un primer instante, dejó claro su posicionamiento histórico con respecto a la independencia de América. Sin duda, para Asián, el continente americano contrajo una deuda con “España” al esta fundar centros de enseñanza, infraestructuras, comercio, ciudades, por el mestizaje que caracterizaba a la mayor parte de la población con los indígenas, etcétera. En resumen, el autor destacaba que la labor colonizadora del Imperio español fue magnífica, pues “llevó a cabo la creación de pueblos que llegaron a sentirse capaces de vivir independientes”.22 Después de dar a conocer este idílico relato de la América colonial, el autor analizó con detalle la tesis de la emancipación o “mayoría de edad” de los pueblos americanos.23

Después de estos vítores de la magnífica labor colonizadora realizada por España en América, Asián sostuvo que fue desde la promulgación de la Constitución de 1812, elaborada al calor de las ideas extranjeras y francesas, cuando el Imperio empezó a resquebrajarse. Esta Carta Magna, cuya matriz ideológico-política se encontraba en la Constitución elaborada por los revolucionarios franceses en 1791, terminó por provocar la pérdida del Imperio colonial en 1820, cuando un grupo de hombres engañados por las ideas francesas restauraron el liberalismo en el trono de España mediante una sublevación. Destacó Asián que esta sublevación de las tropas acantonadas en Andalucía con destino a Río de la Plata lideradas por Rafael del Riego fue el detonante de la “pérdida” del Imperio, ya que, de no haberse sublevado Riego para restaurar a la Pepa, “el destino del Imperio español hubiese sido otro”.24

Después de presentar la causa principal que provocó la pérdida del Imperio colonial, el siguiente paso del autor fue analizar el proceso emancipador de los pueblos americanos que habían alcanzado su mayoría de edad. Nos centraremos en el caso mexicano. Asián manifestó que la propaganda preparatoria de la emancipación del pueblo mexicano fue emprendida por un elemento criollo, un pequeño grupo de blancos nacidos en América, quienes utilizaron el triste episodio de 1808 cuando la Madre Patria fue invadida por las huestes napoleónicas como motivo para comenzar la guerra de emancipación. Una guerra que fue difícil de contener a pesar del retorno de Fernando VII a España y a quien, esos criollos, reclamaban a gritos que retornara mientras se levantaban contra la magnífica labor colonizadora del Imperio español, el único que logró crear pueblos “que llegaron a sentirse capaces de vivir independientes”, como dijimos anteriormente.25

El autor declaró que, para 1810, el caos era total en México, donde el cura Miguel Hidalgo ya había iniciado el levantamiento contra España. Un levantamiento que se saldó con un rotundo fracaso porque no acabó con la Madre Patria, pero sí con la propia vida de quien lo inició. El fusilamiento de Hidalgo en 1811, no frenó a los rebeldes quienes siguieron luchando contra España, esta vez dirigidos por otro sacerdote: Morelos, cuyo levantamiento también transitó por la senda del fracaso al no poder derrocar al Imperio y ser ajusticiado en 1815. Dice Asián que en este proceso emancipador el episodio que tuvo un poco más de fortuna fue la rebelión del general Agustín de Iturbide, quien después de triunfar y proclamar la independencia, se decantó por instaurar en México un sistema de gobierno similar al de la Madre Patria: el Imperio y proclamarse emperador. Pero nuevamente, como si de una maldición se tratara, el proceso de independencia mexicano liderado por Iturbide fracasó porque el emperador tuvo que huir, provocando que en México se instaurara el germen de una República federal.26

A pesar de este fatídico y catastrófico final —la República federal— con el que se consumó la independencia mexicana, Asián exculpaba a España de este resultado porque en México el Imperio colonial cumplió con su misión al crear pueblos y no explotarlos: “España cumplió su misión como ningún otro país y hoy se siente prolongada al otro lado del Atlántico por pueblo de lengua y espíritu tomados de la metrópoli”. Por esta razón, Asián aprovechó el cierre de la explicación del proceso de independencia para dejar claro a los educandos españoles que España fue el primer país que ha tenido el honor de perder su Imperio colonial para que los mexicanos y todos los demás pueblos hispanoamericanos, una vez nutridos de los frutos y de los dones que la Madre Patria ha cosechado y extendido en estas tierras a lo largo de tres siglos, decidieran su propio destino.27

En 1943, la editorial jesuita “Razón y Fe” de Madrid, editó un nuevo manual escolar. Su autor fue el sacerdote jesuita Feliciano Cereceda, profesor de Historia y Geografía en el Colegio del Apóstol Santiago de Vigo. Graduado en Filosofía, Teología e Historia, Cereceda se dedicó principalmente a la docencia en colegios de Valladolid y Pontevedra, y finalizada la Guerra Civil se lanzó —de forma apologética— a la producción de textos escolares acorde a los postulados de la identidad nacional franquista. Los libros editados por Cereceda fueron catalogados por el régimen como obras que se adaptan fielmente a la idea de la “Nueva España”, una patria centralista, antirrepublicana y defensora de la catolicidad. Una de las mayores aportaciones de Cereceda a la construcción de la identidad nacional franquista fue su análisis de la idea imperial y de la Hispanidad que plasmó en sus textos escolares. El mensaje principal que buscaba transmitir con sus libros escolares era claro: restaurar el Imperio hispánico no por las armas, sino por la fe cristiana, donde la Madre Patria y los pueblos hispanoamericanos tenían como misión providencial defender los valores tradicionales. Gracias a sus obras escolares, Cereceda se convirtió —entre los ideólogos del régimen— en un referente de los estudios sobre el concepto de Hispanidad y, por esta razón, fue incorporado al Instituto de Cultura Hispánica.28

En los preliminares de su obra escolar, publicada en 1943, el sacerdote Cereceda informaba al lector que su manual también había sido aprobado por la Comisión Dictaminadora de libros de texto para la Enseñanza Media y que, además, contaba con la aprobación “Nihil obstat: Antonius Valle, S.I. Cens. Eccles”.29

En el análisis de las independencias americanas, la idea central de Cereceda consistió en argumentar que estas fueron emancipaciones. Así, insistía que los pueblos americanos se separaron por su “mayoría de edad”, por una cuestión “natural”, no por una guerra de clases o anticolonial. Es decir, para este autor, la pérdida del Imperio colonial no se produjo como una respuesta de odio hacia la Madre Patria, misma que dio a sus colonias su sangre, su religión y su cultura, una herencia que les permitió vivir libres y elegir su propio destino. La razón principal que hizo volar por los aires el magnífico Imperio colonial fue un producto francés y masónico: el liberalismo de Cádiz, un liberalismo que se encargó de sembrar el caos y la violencia en el alma de los pueblos americanos.30

Respecto a la crucial fecha de 1820, Cereceda subrayaba que la acción de este liberalismo y sus logias masónicas hirió de muerte al Imperio colonial al iniciar una revolución que fue la responsable directa de la independencia de América. Revolución que tuvo en las logias masónicas el epicentro de la conspiración, pues en ellas se encontraban todos los liberales descontentos con el gobierno absolutista. Rey y reinado al que Cereceda hace también responsable por no tener “tacto” y reprimir a los liberales. Fue en este escenario, según el autor, donde entró de una forma decisiva la logia gaditana que, desde 1818, empezó a conspirar entre la oficialidad del ejército que se iba reuniendo en Andalucía con destino a América. Y aquí es donde, según Cereceda, fue importante la acción del rioplatense Juan Martín de Pueyrredón, quien repartió entre los soldados españoles grandes cantidades de dinero para que no embarcaran. Es decir, Cereceda hace recaer la culpabilidad del pronunciamiento en la masonería y en los agentes extranjeros que compraban a los soldados españoles. El autor concluyó su relato sobre la pérdida del Imperio colonial destacando que, si esos traidores antiespañoles de Quiroga y Riego no hubieran iniciado la revolución de 1820, esas “legiones” españolas que no embarcaron “engañadas por la masonería”, hubieran derrotado la sedición americana y extendido la paz por las colonias. El incontestable triunfo de esta revolución sirvió para que los enemigos de la Patria —Francia e Inglaterra— arruinaran a España durante medio siglo, haciéndole descender a potencia de segundo orden, porque “nos costó el Imperio de América”, sentenciaba Cereceda.31

Cereceda inició el relato de la independencia de México del mismo modo que Asián: como la historia de un fracaso que tuvo como fin último acabar con el Imperio colonial donde todos gozaban de la protección y del cuidado de la Madre Patria, para dar inicio a un periodo marcado por la violencia y las revueltas. Los primeros en levantarse en armas contra España fueron los sacerdotes Miguel Hidalgo y José María Morelos. Sus banderas, cargadas de un profundo sentimiento de animadversión hacia el Imperio, no lograron ser izadas en lo más alto del cielo del virreinato de la Nueva España porque las revueltas de los sacerdotes fracasaron y ellos fueron pasados por las armas en 1811 y 1814.32

El territorio disfrutó de una paz relativa hasta que estalló la revolución de 1820 en la península. Las esporas del germen revolucionario y liberal se extendieron, sembrando el caos en el virreinato novohispano donde los absolutistas mexicanos se levantaron en armas contra la Revolución Liberal y masónica de la península. Para poner fin a un escenario de anarquía extendida por todos los rincones, el virrey Juan Ruiz de Apodaca puso al frente de sus tropas a Agustín de Iturbide para cumplir con una misión: apaciguar las revueltas. Lejos de cumplir con su objetivo, Iturbide se dejó apoderar de la traición firmando con los liberales el Plan de Iguala, aparentemente a favor de Fernando VII, pero que en realidad era una conjura extensa contra la soberanía del Imperio en Nueva España. Liberalismo y traición provocaron la separación de otro trozo del Imperio, una separación que se confirmó definitivamente, según Cereceda, con el Convenio de Córdoba, suscrito por Iturbide y Juan O‘Donojú sin contar con la aprobación del legítimo gobierno metropolitano.33

A pesar de este suceso, Cereceda subrayó que los vínculos culturales y espirituales entre la Madre Patria y el joven pueblo mexicano que empezaba a dar sus primeros pasos, se mantuvieron intactos. Y esto, según el autor, se debió a que la labor colonizadora de España en América nunca estuvo guiada por el egoísmo, sino por la providencial misión de extender la civilización hispana y católica por todo el mundo. Un ejemplo de esto, y que Cereceda lo destacó en este manual escolar, fueron las misiones evangelizadoras de los jesuitas en las colonias. En este contexto, destacó que la figura del padre doctrinero desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de la vida de “aquellos naturales de la selva”.34

Los extensos análisis sobre la historia de América realizados en los manuales escolares franquistas continuaron, incluso con más potencia, como veremos en este nuevo texto titulado Los ideales del Imperio español. Séptimo curso de bachillerato, publicado por la editorial Lepanto en Madrid en 1944, bajo la autoría de Antonio Bermejo de la Rica y el historiador americanista Demetrio Ramos Pérez. Bermejo de la Rica fue profesor en el Instituto de Ávila donde se mantuvo durante toda la Guerra Civil, superó rápidamente la depuración y la comisión que evaluó su caso le confirmó en su cargo como catedrático en Ávila. Según la comisión, Bermejo encarnaba los ideales de la “Nueva España” y gozó de la confianza del régimen ocupando cargos importantes en el sistema educativo franquista, por ejemplo, en 1950 fue nombrado inspector de enseñanza media para la zona de Marruecos.35 Por su parte, Ramos Pérez fue catedrático de Instituto en Játiva, Barcelona y Valladolid, después profesor adjunto en la Universidad de Barcelona y, finalmente, ganó la Cátedra de Historia de América en la Universidad de Zaragoza. Fue uno de los referentes del americanismo en España y formó parte de esa lista de catedráticos encargados de promover el desarrollo historiográfico del americanismo en Valladolid.36

Esta obra, publicada en 1944, no fue un manual al uso como los anteriores, sino —como su título afirmaba— una historia del Imperio español. El objetivo de este texto consistió en realizar un estudio en profundidad de la idea imperial hispánica donde Hispanoamérica tuvo un protagonismo clave. Según los autores, el modelo imperial hispánico, desde sus inicios, fue perfecto debido a su vínculo con el cristianismo que fue el faro que iluminó y guio a esta empresa imperial no solo a dominar el mundo, sino también a servirle. En este sentido, la misión providencial y el objetivo principal del Imperio hispánico fue extender la civilización cristiana por todo el orbe.37

Bermejo de la Rica y Ramos Pérez, advirtieron que el magnífico Imperio hispánico, así como su obra civilizadora realizada en América, fue atacado por dos dragones de origen francés que tenían como fin último aniquilar la providencial obra de la España imperial. Estos dragones fueron el nacionalismo, el cual contaminó al Imperio en época borbónica hiriéndolo de muerte, así como el liberalismo, definido por los autores como la “síntesis de la fragmentación del mundo” que provocó la debacle definitiva del Imperio.38 Los autores plantearon que el nacionalismo y el liberalismo fueron los virus que provocaron la debacle imperial y, en este contexto de derrota, hubo “tres generaciones responsables de esa desorientación fatal [del Imperio] que arrinconó nuestras banderas y traicionó los principios del Imperio hispánico: la de la Ilustración, la de 1812 y la de 1898”.39 Siguiendo el esquema establecido en este manual escolar y centrándonos exclusivamente en el periodo analizado, a continuación, nos ocuparemos de desentrañar el papel que jugaron —“para derrumbar el Imperio”— los hombres de la Ilustración y del Doce.

Para estos dos autores, el principal responsable de la ruina generacional del siglo XVIII fue Carlos III. Un rey, definido como “ingenuo”, que consideró que la solución de los problemas de España pasaba por insertar en el imaginario español los ideales de la Ilustración francesa, ideas que “destruyeron los cimientos tradicionales del Imperio”. Estos autores responsabilizaban de ello a los ministros enciclopedistas, lo cual provocó dos trastornos importantes: la entrega de las fuerzas del Imperio a empresas “extrañas” producto de una política de alianzas con países extranjeros y la negación del espíritu misionero debido a la extensión y defensa de las ideas sobre la naturaleza de Rousseau. Según los autores, esto último provocó graves alteraciones en los españoles, ya que los nuevos representantes de la monarquía extendieron la idea de que el “hombre salvaje”, sumido en sus selvas y sin ninguna cultura, no solo era igual de civilizado, sino superior. Incluso, para estos autores, lo más grave de este escenario fue que las ideas rousseaunianas provocaron la pérdida de la importancia de las misiones que, según los postulados filosóficos franceses, ya no tenía ninguna razón de ser por entregar a los hombres a la infidelidad de la vida social. Por todo ello, Bermejo de la Rica y Ramos Pérez, afirmaban que este posicionamiento a favor de las ideas francesas produjo dos acontecimientos claves en este periodo que condujeron a una descristianización del Imperio: la expulsión de los misioneros de Venezuela, Nueva Granada, Quito, Perú, Charcas, Buenos Aires y de la Compañía de Jesús, cuya obra era definida por los autores como “el portaestandarte del espíritu de la catolicidad hispánica”.40 Los autores afirmaron que debido a la extirpación del espíritu misionero y evangelizador, motor del Imperio, este no hizo más que cuartearse y subsistir por inercia hasta 1812, momento en el que entró en escena la segunda generación responsable de la debacle imperial.41

El texto de Bermejo y Ramos planteó que el inicio del protagonismo de los hombres del Doce fue a partir del 2 de mayo de 1808, momento en el que la coyuntura histórica le entregó al pueblo español la ocasión de reintegrarse a su destino —el Imperio—. Si la generación de la Ilustración descristianizó la sociedad, la nueva generación, la de 1812, se encargó además de liberalizar el Estado, mantenían estos autores. El golpe dado por la generación de 1812 al Imperio hispánico y a la idea de misión de Carlos I fue tan decisivo que:

Cuando en América luchaban por la catolicidad y contra el espíritu francés, se vieron desarmados por los diputados de Cádiz que, haciendo caso omiso a la realidad, recreándose en todas las fantásticas historias de la leyenda negra, dirigieron proclamas a los americanos con frases como estas: Ya no habrá servilismo, el yugo que pesadamente sufristeis desde siglos, la fuerza que os tiranizó y explotó años y años, ha dejado de existir; sois libres y, como nosotros, hombres soberanos.42

“España dejaba de existir”, sentenciaron. Las bayonetas francesas y los diputados masones gaditanos acabaron con ella. Pero lo interesante es que, según ambos autores, en este escenario de “caos”, América se convirtió en “un estandarte” en defensa de España, ya que muchos peninsulares para salvar el “espíritu hispánico”, se unieron a los que luchaban por la independencia de Hispanoamérica. Por lo tanto, la independencia de los pueblos hispanoamericanos se precipitó para que esta no cayera en manos francesas y, por ende, anticatólicas. Su argumento era directo, la tesis ultracatólica también: la separación de España se produjo como defensa del catolicismo, “el motor imperial hispánico”. Dicho esto, los autores plantearon que la esencia española católica en estos momentos se encontraba en América.43

En 1945, José Ramón Castro Álava publicó en la editorial Librería General un nuevo texto para el quinto curso de bachillerato de Geografía e Historia. Castro se licenció en Filosofía y Letras y Medicina; en 1933 fue nombrado director del Instituto de Guernica y después fue trasladado al Instituto Miguel Servet de Zaragoza. Vivió el estallido de la guerra en Tudela donde rápidamente se presentó en la Comandancia Militar para ponerse al servicio de los sublevados. Durante tres meses prestó servicios sanitarios a las tropas militares de Tudela. Posteriormente, fue enviado a Zaragoza para ejercer nuevamente la docencia en el Instituto Miguel Servet y para colaborar con el Servicio Nacional de Prensa. Castro pasó rápidamente el proceso de depuración y desde 1938 formó parte de la lista oficial de autores encargados de elaborar, acorde a los postulados ideológicos de la dictadura, los manuales escolares de la “nueva época”.44 Al igual que en las obras previamente analizadas, este autor comunicaba al lector que su manual también contaba con la certificación del régimen tras haber sido aprobado por el Ministerio de Educación General.

Siguiendo el planteamiento esbozado por los anteriores autores, Castro defendió que fue el pronunciamiento de las Cabezas de San Juan, organizado y puesto en marcha por la masonería y los liberales de Cádiz, el acontecimiento que provocó la debacle imperial porque permitió que la masonería americana empezara a conspirar para lograr la independencia de Hispanoamérica. Pese a que la separación de las colonias americanas se consumó por la acción de las logias francmasónicas, Castro —en su argumentación sobre el carácter de la lucha por la emancipación— advirtió sobre un aspecto esperanzador que dejaba abierta la posibilidad de emprender la restauración del Imperio colonial. Este aspecto fue que, en el proceso emancipatorio, los indios de América estuvieron a favor de España, es decir, defendieron a esa Madre Patria que les dio su religión y cultura para que fueran libres. Sin embargo, quienes realmente triunfaron en la lucha por la independencia no fueron los nativos americanos, sino ese grupo de españoles y curas confundidos por las ideas liberales. Un triunfo que se decidió definitivamente gracias a “la ayuda extranjera de armas, municiones y tropas”.45

Explicadas las razones de la pérdida del Imperio americano y trasladado al educando el deseo de poner en marcha la restauración imperial, Castro se lanzó a analizar los procesos emancipadores de los pueblos americanos. Nos centraremos en el episodio mexicano. El autor manifestó que la primera tentativa separatista en México fue acaudillada por un sacerdote: Miguel Hidalgo. En septiembre de 1810, Hidalgo lideró a una turba de rebeldes que llegó hasta la capital para cumplir con un objetivo: acabar con el dominio español. Sin embargo, este levantamiento contra la metrópoli fracasó porque las fuerzas españolas lideradas por el brigadier Félix Calleja, derrotaron a los rebeldes y el cura Hidalgo fue fusilado en 1811. Estos resultados no pusieron fin a las aspiraciones separatistas y nuevamente otro presbítero, José María Morelos, sucedió a Hidalgo en el caudillaje de los rebeldes. Según el autor, lo más característico de Morelos fue que, además de guerrear, ideó para México un plan de Gobierno Nacional reuniendo un Congreso en Chilpancingo, donde publicó una declaración de independencia. No obstante, este plan fracasó y Morelos corrió la misma suerte que Hidalgo, siendo fusilado en 1814. Fracasadas las aspiraciones separatistas, Castro informaba que la dominación española se restableció en casi todos los territorios.46

Este oasis de paz novohispano terminó con el estallido de la revolución de 1820 en la península, la cual tuvo como trágico resultado el restablecimiento de la Constitución de 1812. Ante el temor a la extensión en el virreinato de la Nueva España del caos y de la anarquía provocada por el movimiento revolucionario español de 1820 y de la restauración de la Carta Magna gaditana, en 1821 los miembros del partido absolutista mexicano decidieron frenar cualquier atisbo revolucionario procedente de España. Para lograr el cumplimiento de este objetivo, el virrey Apodaca puso al mando de las tropas a Agustín de Iturbide, quien terminó traicionando a los absolutistas y se unió a los insurrectos liberales, concretando con ellos el Plan de Iguala en 1821, un plan definido por Castro como una hábil maniobra para seguir simulando adhesión a Fernando VII y cubrir un anhelo total de independencia de México. Apodaca fue depuesto e Iturbide firmó con el general español O‘Donojú el Convenio de Córdoba que ratificaba el Plan de Iguala, es decir, la independencia, sin aprobación del gobierno español. En 1822, Iturbide entró en México, reunió un Congreso nacional y se hizo proclamar emperador. Su Imperio duró ocho meses, pues tuvo que abdicar y refugiarse en Europa debido a que fue combatido por los republicanos. Finalmente, del mismo modo que Hidalgo y Morelos, Iturbide fue fusilado en un intento de recuperar el trono, y también tuvo que saborear el amargo sabor del fracaso, porque pese a proclamar la independencia, su acción fue catastrófica para la historia de México, ya que permitió que en 1824 el partido libertador extremista constituyera una República federativa.47 A modo de colofón, es importante reseñar cómo en otro manual escolar se siguió plasmando el relato de la independencia de México como la historia de un rotundo fracaso y de una traición.

Entre 1946 y 1947, la editorial Teide editó dos textos de bachillerato: el primero, correspondió al 2º curso de bachillerato;48 el segundo, se redactó como un manual complementario. Según se aclaraba en la misma portada, fue de “ampliación”.49 El autor de ambos manuales fue Santiago Sobrequés Vidal, profesor de historia en los institutos de Tarrasa, Málaga y Gerona.

Santiago Sobrequés, entre 1934 y 1936, fue director del Instituto de Tarrasa. Iniciada la guerra, el gobierno de la República lo confirmó en su puesto, pero otorgándole el título de director-comisario. En julio de 1937, el gobierno republicano lo envió al campo de batalla donde desempeñó labores como soldado. En febrero de 1939 pasó a Francia, pero Sobrequés decidió regresar a España para entregarse a las autoridades franquistas. Fue encarcelado durante treinta días hasta que llegaron los avales que lo catalogaron como “adicto a la Nueva España” y, posteriormente, fue incorporado al ejército franquista. Finalizada la guerra, Sobrequés tuvo que pasar el proceso de depuración, el cual fue superado. Moreno Burriel destacó dos testimonios favorables de su expediente de depuración, el de Jesús Solís y el de Salvador Salvatella —miembros de la Falange—, quienes declararon que Sobrequés es “plenamente afecto a la causa nacional […] Y a la inmediata y necesaria reconstrucción intelectual y moral de la Nueva España, Una, Grande y Libre puede aportar valiosa ayuda”. Asimismo, la Guardia Civil de Tarrasa corroboró que no hay denuncia alguna de que Sobrequés, “durante el dominio rojo-separatista, hubiese ejecutado actos contrarios a la Causa Nacional y se le considera adicto a nuestra Santa Cruzada”. Aprobada la depuración, Sobrequés fue enviado como profesor interino al Instituto femenino de Málaga y después al Instituto de Figueras en Gerona. En 1942, aprobó la oposición y ganó la cátedra en el Instituto Seo de Urgel. Obtuvo el título de Doctor en Madrid en 1950 y fue uno de los mayores representantes de la Nueva Escuela de Girona con Lluis Batlle, Jaume Vicens Vives, entre otros.50

En los manuales publicados por Sobrequés, el análisis de la destrucción del Imperio colonial siguió la línea discursiva de los textos estudiados previamente. El autor defendió la idea de que la debacle imperial causada por la independencia de las colonias, se produjo por la infiltración en América de las ideas liberales a causa de la acción de las logias masónicas de Londres y Cádiz.51 Es importante destacar que Sobrequés introdujo en su relato y análisis de las independencias, una evolución cronológica desde 1808. Y su conclusión fue rotunda: “no fue una explosión de odio contra España, sino un hecho natural que las circunstancias precipitaron”.52 La raíz causal insurgente, para Sobrequés, fue una evolución “natural” de las cosas, no una confrontación.

Así, la leyenda de la “Madre Patria”, se empezó a desarrollar. España le dio a América “su sangre, su religión y su cultura”, subrayaba Sobrequés. Y se lanzó a explicar el concepto de emancipación frente al de independencia que significaba una confrontación, el odio y la sangre. “Hizo lo que una madre hace por sus hijos pequeños”, es decir, les concedió la libertad para que se emanciparan, “se separaron de España como los hijos mayores se separan de los padres”.53

Tras la enunciación de la tesis principal, también se presentó la secundaria. Sobrequés explicaba a los alumnos de bachiller de los años cuarenta, que las guerras y las revoluciones en América fueron producto de la precocidad de la “emancipación” porque —estos países— eran “aún demasiado jóvenes”. Unas naciones americanas, decía Sobrequés, que ya han llegado a la “madurez” con un presente “próspero y pacífico”, así como con un “brillante porvenir, de estos trozos de España”.54 Toda una visión dulcificada de las “emancipaciones” americanas.

Con respecto al relato de la emancipación mexicana, Sobrequés dedicó unas pocas líneas para subrayar que México se separó de la Madre Patria por culpa de las divisiones entre los españoles. Asimismo, manifestó que la independencia definitiva se produjo cuando los jefes rebeldes de Iturbide y Guerrero en 1821, convirtieron a México en un Imperio constitucional, cuya corona fue ofrecida a Fernando VII, quien la rechazó. Según Sobrequés, fue este rechazo lo que provocó que Iturbide se erigiera como emperador. Imperio que duró muy poco, pues tuvo que huir dejando el destino de México en manos del sistema republicano.55

Finalmente, Sobrequés cerró el análisis de la pérdida del Imperio colonial en América, informando a los educandos que, a pesar de lo trágico de este suceso para la Historia de España, la Madre Patria “hoy está feliz” porque ha cumplido con su misión providencial de dar a los pueblos americanos su sangre, su cultura, y aquello que recibió gratis, el don más grande que la providencia ha tenido con España: la religión. Es por esta razón que la Madre Patria está feliz porque “España perdió su Imperio colonial en América, pero dieciocho nuevos países continuaron su herencia espiritual”.56

En 1951 se publicó un nuevo texto de bachiller sin especificar autoría. Solo una enigmática referencia: Textos E.P. Una destacada novedad de este manual, fue que se presentaron una serie de movimientos sociales como precedentes de la emancipación: Túpac Amaru, los comuneros de Paraguay, los comuneros del Socorro, la conspiración de Picornell en Caracas o la sublevación de los machetes en México. Y en el estudio de los precedentes, también se incluyó el “famoso” Plan del Conde de Aranda, en el que se proponía la creación de tres reinos en América —México, Tierra Firme y Perú— administrados por un infante español y desde un planteamiento de reorganización del Imperio para resistir lo mejor posible embates de Estados Unidos en el norte del virreinato novohispano y prevenir movimientos de independencia en general. Con todo, lo más interesante e indicativo fue que el autor lo presentó como un precedente de la “Comunidad Británica de Naciones”, es decir, de la Commonwealth de Gran Bretaña.57

En este manual se inició el estudio de la independencia de Hispanoamérica afirmando contundentemente que el desmantelamiento del Imperio colonial no fue por culpa de la Madre Patria, sino de un conglomerado de ideas extranjeras que se fueron arraigando en el territorio imperial desde la época de los borbones, cuyos representantes “no eran ya portadores de valores espirituales, sino funcionarios y legisladores, con criterio tan renovador que no retroceden en su actividad ante realidades tradicionales por todos admitidas”. Estas ideas terminaron por hundir profundas raíces en la matriz del Imperio a causa de la llegada al poder de los liberales masónicos de Cádiz, cuya principal preocupación fue dar una Constitución a España. Una Carta Magna que terminó por romper al Imperio debido a que era un documento calcado de los artículos de la Constitución de 1791 surgida de la Revolución francesa. Dicho esto, en este manual, la explicación de la emancipación de las colonias sirvió de pretexto para reivindicar el protagonismo “civilizador” de España en América porque, según explicaba, la emancipación se debió retrasar dado que la colonización española tendió siempre a la dignificación del indio:

España, madre de pueblos dio a los territorios del Nuevo Mundo su lengua, sus instituciones, su cultura, su manera de ser […] y, como es lógico, las sociedades indígenas llegaron, a través de su proceso formativo, a una mayoría de edad política e intelectual que hacía necesaria y fatal la independencia.58

Tesis de la “mayoría de edad”, de la madurez, pero en esta ocasión referida a las comunidades indígenas; la conclusión de este tema se convirtió en un alegato anti-leyenda negra. El manual manifestaba que los americanos no tenían “ningún motivo para separarse de la metrópoli”. Fue por ello por lo que recurrieron a una falsedad histórica, sin argumentos, a un pretendido “horror colonial”. Fue aquí donde el autor recurrió, para enmendar esa “injusticia tan monstruosa”, a citar la tesis de Antonio Ballesteros sobre la “contienda civil” para explicar los pasajes de violencia y crueldad “con toda la pasión que esta lleva consigo”. Y se despide subrayando que el resquebrajamiento definitivo del Imperio se produjo por culpa de la sublevación de Riego y Quiroga, quienes fueron los responsables de las independencias de las colonias, dado que, a la altura de 1814, las “sublevaciones” estaban prácticamente extinguidas. Fue a partir de 1820, alegaba el texto, cuando “nuestros soldados, carentes de recursos y abandonados por la metrópoli, tienen que rendirse”.59

Con respecto a la independencia de México, en este manual se abordó el análisis de este suceso en dos etapas. La primera va de 1808 a 1815, mientras que la segunda va de 1820 a 1824. En la primera etapa, el autor declaró que la inestabilidad política en la gobernabilidad de México, se produjo a partir de 1808 por culpa del “inepto” virrey José de Iturrigaray que fue depuesto por una Junta de Patriotas disuelta al poco tiempo. Destacó también que la soberanía de la Junta Central española era acatada plenamente hasta que en 1810 se sublevó, en el pueblo de Dolores, el cura Miguel Hidalgo y Costilla. El general Calleja puso fin al levantamiento derrotando a Hidalgo quien fue fusilado en Chihuahua en 1811. A pesar del rotundo fracaso cosechado por el sacerdote de Dolores, Morelos, un discípulo suyo, también padre de la fe y criollo, continuó con la sublevación hasta que terminó compartiendo el mismo destino que su maestro: fue derrotado y fusilado en 1814.60

Después de aplacar las sublevaciones de los sacerdotes rebeldes, se inició un periodo de relativa calma, hasta que estalló la segunda etapa de la independencia. El autor manifestó que a partir de 1820 surgieron nuevamente en México los gérmenes de las sublevaciones a causa de la llegada de unos vientos procedentes de la península que traían una noticia: Riego y la Revolución Liberal ¡triunfaron! Con el objetivo de frenar a toda costa la extensión del germen revolucionario peninsular por las tierras novohispanas donde ya empezaron a surgir conatos revolucionarios, el virrey Pascual Liñán confió la misión de acabar con los revolucionarios al coronel Agustín de Iturbide. Sin embargo, el germen revolucionario lo infectó y lejos de combatir contra el cabecilla Guerrero, Iturbide traicionó al virrey y firmó el Plan de Iguala en 1821, por el que se reconoció la independencia de México. La traición de Iturbide fue premiada por los revolucionarios nombrándole emperador, cargo que ocupó por muy poco tiempo debido a que su proyecto fracasó y salió desterrado a Italia. En 1824, Iturbide regresó a México con la intención de recuperar el trono imperial, pero la suerte no le acompañó y fracasó en el intento, pues fue hecho prisionero y después fusilado. Finalmente, México terminó convirtiéndose en una República federal.61

Había pasado una década desde la publicación del primer manual escolar del periodo analizado, y es interesante destacar cómo en las diversas obras estudiadas se mantuvo el relato de la restauración imperial como un objetivo de cumplimiento primordial, y de la independencia mexicana como la historia de un fracaso y de una traición que terminó de la peor forma posible, poniendo el destino de los mexicanos en manos del peor sistema de gobierno: el republicanismo. A pesar de ello, todos los autores destacaron que por esa impronta hispánica e imperial, México y todos los pueblos que se emanciparon de la Madre Patria, al alcanzar la mayoría de edad, tenían ahora una misión providencial: resucitar el Imperio hispánico.

SEIS TEXTOS ESCOLARES, DOS CONGRESOS Y UN SOLO OBJETIVO: LA RESURRECCIÓN DEL IMPERIO Y LA HISPANIDAD…

En este contexto de restauración imperial, América era una pieza clave en los anhelos imperialistas del régimen, es por esta razón que los manuales como, por ejemplo, el de Cereceda, manifestaron que en esta magnánima labor de resurrección del Imperio y de la hispanidad iniciada por Francisco Franco, América “juega” un importantísimo papel como “ejemplo” y como “actor”. De esta forma, para la visión franquista de la historia imperial, América era un ejemplo de la magnífica labor cultural y espiritual llevada a cabo por España durante la colonia. Y era un actor fundamental para el resurgimiento de los ideales imperiales en las mismas naciones hispanoamericanas que se emanciparon al alcanzar la mayoría de edad. Ellas, mantenía este discurso doctrinal, al igual que la Madre Patria, tenían la misión de defender la “hispanidad” y la civilización cristiana del liberalismo, de la masonería, del comunismo y del socialismo para “posteriormente salvar al mundo”.62

La exaltación de la hispanidad y la búsqueda de la resurrección imperial promovida por los ideólogos del régimen mediante la Historia Patria, en su infatigable tarea por lograr el arraigo de la identidad nacional franquista, no solo se plasmó en los textos escolares, sino también en las actividades científico-culturales promovidas por la academia. Es decir, la propaganda ultranacionalista españolista de la supuesta misión espiritual y cultural donde España junto con Hispanoamérica tuvieron la providencial misión de recuperar los ideales de aquel Imperio hispánico y católico, se trasladó a dos congresos científicos celebrados en 1949 en Madrid.

En 1949, el Instituto de Cultura Hispánica convocó a más de un centenar de académicos hispanoamericanos a dos congresos: Primer Congreso Hispanoamericano de Historia y Primer Congreso Interiberoamericano de Educación, para cumplir con una providencial misión: defender la hispanidad y restaurar los ideales del Imperio hispánico y católico en España y en Hispanoamérica. En este sentido, y contando con las teorías sobre “transposición didáctica”,63 consideramos que es interesante plantear si las tesis expuestas en los congresos, el “Saber Sabio”, se trasladaron a los textos escolares o “Saber Enseñado”. Y en efecto, podemos confirmar que sí ocurrió. El Saber Sabio producido en aquellos congresos, se trasladó de una forma más rotunda y continuada al Saber Enseñado, en este caso, a los textos escolares. A continuación, presentaremos algunos ejemplos de esta transposición didáctica relacionados con el análisis de la independencia de México y los anhelos de restauración imperial.

En las actas del Primer Congreso Hispanoamericano de Historia, se puede apreciar cómo los académicos asistentes a este evento y los autores de los manuales escolares, coincidieron en la interpretación histórica del régimen sobre la independencia de América. Un claro ejemplo de esta concordancia ideológica fue el desarrollo de la tesis de emancipación y la búsqueda de la restauración imperial tanto en los manuales como en las conferencias del congreso. A pesar de que en ambas fuentes se manejó indistintamente el concepto de emancipación y de independencia, la tesis que primó en el análisis de la pérdida colonial fue la de emancipación.

La tesis de la emancipación jugó un papel fundamental en la Historia Patria del franquismo, pues se convirtió en uno de los instrumentos clave para lograr la materialización de uno de sus anhelados objetivos identitarios: “la resurrección del Imperio hispánico”. Esta tesis buscó que la independencia de América fuera estudiada como un proceso de madurez, en el que los pueblos americanos se separaron de esa Madre Patria que le dio su sangre, religión y cultura porque alcanzaron su mayoría de edad. La independencia de América analizada desde la tesis de la emancipación ha evitado, además, que este proceso sea estudiado, por ejemplo, desde la óptica de la Historia Patria ecuatoriana, presente en los textos escolares del país andino, donde se analiza este acontecimiento como una guerra anticolonial, es decir, como un enfrentamiento entre dos supuestas naciones e identidades: ecuatorianos versus españoles.64 Como ha quedado de manifiesto, a lo largo del análisis de los manuales escolares, todos los autores, en consonancia con las aspiraciones y anhelos ideológicos del régimen, emplearon la tesis de la emancipación, misma que también fue desarrollada desde la apertura del congreso hasta su clausura.

Otro ejemplo de transposición didáctica y de concordancia ideológica entre los autores de los manuales y los académicos del congreso, se puede apreciar en el análisis de la independencia mexicana. Según todos los manuales estudiados, el liberalismo español fue el culpable de sembrar la semilla del caos y la división en los territorios del virreinato de Nueva España. Y todo esto porque ese liberalismo era un producto de la Revolución francesa y de la masonería que fue creado para cumplir con una misión: destruir el Imperio hispánico. Pues bien, este mismo argumento sobre el liberalismo, también fue definido como la causa principal de la independencia de México en las actas del I Congreso Hispanoamericano de Historia por el historiador y sacerdote jesuita José Bravo Ugarte, quien fue uno de los representantes de la comisión mexicana en el congreso.

Bravo Ugarte, al igual que en los textos escolares, declaró que una de las principales causas de la independencia mexicana fue el propio liberalismo peninsular que surgió de la Revolución francesa. El autor consideró que este liberalismo fue el hecho político más importante que provocó las graves alteraciones experimentadas tanto en España como en los reinos de Ultramar desde la segunda mitad del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX. Una de esas alteraciones fue el desarrollo de los procesos de independencia y, para corroborar esta hipótesis, Bravo realizó un análisis del impacto que ha tenido el liberalismo en la desintegración del Imperio. El autor abordó este análisis dividiéndolo en tres etapas y lo circunscribió a un marco territorial concreto: Nueva España.65

La primera etapa correspondió a la difusión de las ideas liberales o francesas durante la segunda mitad del siglo XVIII. Desde un primer instante, Bravo dejó claro que las ideas liberales, y por consiguiente toda la obra constitucional gaditana, fueron un producto de la heterodoxa Ilustración francesa, no una creación original pensada en las Cortes de Cádiz de 1810. Es decir, el autor empezó a hablar de ideas liberales peninsulares ya desde la década de los veinte del siglo XVIII porque, para él, toda la obra constitucional gaditana no fue nada revolucionaria ni novedosa, simplemente fue un trasunto francés. Según Bravo, la propagación de las ideas liberales por el Imperio era una obviedad y, a pesar de la Inquisición, en la península se leía a los heterodoxos franceses, ingleses e italianos con quienes los liberales españoles tenían relaciones amistosas y se encargaban de propagar sus libros figurando entre los adeptos a estas nuevas doctrinas personajes de todas las clases sociales. El gran éxito de la propagación de estas ideas por el Imperio se debió, como no, al papel desempeñado por la masonería.66

La entrada del liberalismo en Nueva España se produjo a causa del envío, entre 1765-1768 por parte del rey español, de varios cuerpos de soldados extranjeros entre los cuales se encontraban muchos masones. Bravo confirmó la fuerte presencia del liberalismo en los territorios novohispanos apoyándose en un escrito de los Inquisidores del 26 de mayo de 1769 y en una carta dirigida al rey por los obispos con fecha del 24 de octubre de 1771, en estos documentos ya se comunicaba a la península sobre los graves perjuicios que estaba causando la propagación del liberalismo como, por ejemplo, “la perversión de los indios y de los españoles que perdían la devoción por el gran libertinaje”.67 Posterior a la llegada de estos soldados extranjeros, Bravo afirmaba que se produjo la aparición en escena de los primeros masones en Nueva España. La propagación del liberalismo realizada por la masonería fue tan eficaz, que incluso sedujo a varios clérigos y religiosos quienes en 1794 fueron procesados por la Inquisición por su liberalismo religioso y político. Por ejemplo, el franciscano español Juan Ramírez de Arellano, guardián de Texcoco, así como Antonio Pérez Alamillo, cura y juez eclesiástico de Otumba, fueron condenados por elogiar abiertamente las ideas de la Revolución francesa y mostrarse afectos a la independencia de México. El proceso judicial más relevante es el del seminarista de México, Juan José Pastor Morales, quien además de aceptar su amor a la libertad política y al sistema republicano, reveló la existencia en el Seminario de un grupo de afrancesados, entre los que figuraban nombres como Bartolomé Escauriaza, Dionisio Zúñiga y los licenciados Fernando Mirafuentes y José María Cardoso.68

Paralelamente al arraigo del liberalismo en las “mentes” de los novohispanos y en varias de las instituciones de Nueva España, también a causa de la rápida propagación de las ideas liberales, empezaron a surgir en 1794, según Bravo, las primeras conspiraciones por la independencia, destacando los tres procesos liderados por Durrey, Guerrero y Montenegro, junto con Contreras. Bravo manifestó que el éxito de la propagación de las ideas liberales en la Nueva España fue gracias a la labor desempeñada por la masonería que fue la encargada de dar cohesión y firmeza a todo el movimiento liberal novohispano, utilizando para lograr este objetivo sus logias del antiguo rito escocés. La primera de estas logias se estableció en la capital de la Nueva España en 1806, concretamente en la casa del regidor del Ayuntamiento Manuel Lugando.69

La segunda etapa presentada por Bravo para dar a conocer la “culpabilidad” del liberalismo peninsular en el proceso de independencia novohispano, transcurrió entre los años de 1808 a 1814. El autor hace un breve análisis de los sucesos provocados en la península por la invasión francesa. En la Nueva España, la desaparición de los reyes legítimos a causa de la invasión francesa, el posterior desarrollo del proceso juntista y el surgimiento de las Cortes de Cádiz, provocaron una grave crisis que desembocó en una guerra civil que se inició con el levantamiento de Dolores liderado por el sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla el 16 de septiembre de 1810. Tras el fracaso militar y político de Hidalgo, y ante el temor a que Fernando VII retornara contaminado de las ideas francesas después de haber entregado España a Napoleón como si de “un rebaño de ovejas” se tratara, el sacerdote José María Morelos convocó el Congreso de Chilpancingo donde se emitió la Constitución de Apatzingán, consolidada a partir de las ideas roussonianas y gaditanas. Tras esta afirmación, Bravo —en consonancia con el análisis de los manuales escolares— definió todo el proceso de independencia novohispano como el escenario de continuos fracasos donde lo único que se buscó fue lograr la implantación de las doctrinas liberales franco-gaditanas en Nueva España.70

La tercera etapa comprendió los años de 1820 a 1821 y se caracterizó por ser otro escenario de implantación de las doctrinas liberales en Nueva España, donde a causa de las mencionadas doctrinas, finalmente se consumó la independencia en 1821. Bravo destacó que, en Nueva España, después de dar por concluida la guerra civil que estalló en la década de 1810 a causa de las ideas liberales, se respiró cierto aire de paz. Sin embargo, el autor declaró que, en abril de 1820, debido al conocimiento de las noticias sobre el triunfo de la Revolución Liberal progresista en la península, estalló en Nueva España una sangrienta disputa entre los partidos políticos de absolutistas, constitucionales e independientes, cuyos líderes empezaron a fraguar planes y conspiraciones.71

La Revolución Liberal triunfó y Nueva España cambió. Los estragos provocados por la restauración del constitucionalismo no tardaron en hacerse visibles en medio de la sociedad novohispana. Por ejemplo, Obardo, fiscal de la Audiencia, en una carta escrita el 24 de octubre de 1820 al ministro de Gracia y Justicia, ya informaba que “no es la Nueva España lo que era en enero o febrero de este año; el espíritu público ha cambiado enteramente; las cabezas, antes pacíficas se han vulcanizado”. Los trastornos generados por la restauración del liberalismo provocaron la extensión de un sentimiento de desconfianza en todos los grupos sociales. El pueblo, en general, miraba a las Cortes como una reunión de impíos que tenían por único objetivo destruir la Religión. Para el 31 de enero de 1821, el caos era generalizado y, según Bravo, el propio virrey Apodaca presentó la emancipación de la Nueva España como una solución a los desastres causados por la restauración de la Constitución de Cádiz en 1820. Para consumar este objetivo que, repetimos, se llevó a cabo para acabar con el caos generado por el liberalismo gaditano e implantar el orden en Nueva España, jugó un papel relevante Agustín de Iturbide.72

Iturbide empezó a participar en los movimientos por la emancipación con el objetivo de dirigir al país hacia el bien y evitar que “la más bella y rica parte de la América del Septentrión fuese despedazada por las facciones” provocadas por la restauración de la Constitución gaditana. Según Bravo, Iturbide en una carta dirigida al virrey en 1821, realizó una detallada exposición de los peligros que “acechan la tranquilidad del país, próximo a romperse en manos de egoísmos —personales y de partido— y bajas pasiones”. Y para solventar esta grave situación, Iturbide presentó su plan de independencia: el Plan de Iguala. Este plan fue presentado como la solución a las divisiones provocadas por el liberalismo peninsular. Bravo destacó la gran capacidad que tuvo Iturbide para exponer de forma concreta los motivos de la separación: “la Nueva España ha adquirido, por sus luces propias, opinión, y se emancipa en la edad núbil de la casa paterna, conservando a sus progenitores respeto, veneración y amor”.73

En este relato de la intervención de Iturbide en el proceso de independencia de México, podemos apreciar un destacado cambio con respecto a los manuales escolares. Bravo presentó a Iturbide como un defensor del orden y su Plan de Iguala como la única vía para acabar con los males ocasionados por el liberalismo peninsular, mientras que los manuales catalogaron a Iturbide como un traidor por pactar con los liberales el Plan de Iguala que, para los autores de estas obras escolares, realmente era un proyecto para acabar con la administración del Imperio en Nueva España. Bravo concluyó su análisis certificando que la extensión de las ideas liberales por Nueva España desde el siglo XVIII, subsumieron a los novohispanos en un periodo de desconfianza, egoísmos y conflictividad donde el proceso de emancipación fue interpretado como la única solución para superar los estragos provocados por las ideas liberales.

El Instituto de Cultura Hispánica, a tan solo días después del congreso de historia, convocó a los principales educadores de toda Hispanoamérica al Primer Congreso Interiberoamericano de Educación, celebrado en Madrid entre el 16 y el 25 de octubre de 1949. Uno de los principales objetivos ideológicos de este congreso, fue lograr la determinación de unos principios educacionales hispánicos que tuvieran la capacidad de unir a toda Hispanoamérica en torno al legado más maravilloso del magno Imperio colonial: el catolicismo. Es por esa razón que en las conclusiones del congreso se esbozó la obligatoriedad de defender y extender en sus respectivos países la formación religiosa de la juventud, solo de esta manera se podría garantizar efectivamente los derechos educativos, inalienables, de la familia y de la Iglesia, en perfecta armonía con los derechos del Estado.74

En las actas de este congreso se puede apreciar cómo —al igual que los manuales escolares— el catolicismo es definido como la piedra angular sobre la que se debe sustentar esta búsqueda de la restauración del Imperio colonial. Y esto porque la defensa del catolicismo, en aquellos territorios que conformaron el Imperio, no fue una empresa extraña, ya que, a pesar de la emancipación, “España sembró en el corazón de los pueblos americanos la semilla de la fe que conduce a todo hombre a la plena libertad”.75 Siguiendo esta línea ideológica, los representantes de la comisión mexicana que asistieron al congreso, dedicaron sus intervenciones a destacar la magnífica labor colonial y espiritual realizada por la Madre Patria en México.

Oswaldo Robles, representante de la comisión mexicana en el congreso, destacó en su intervención que la filosofía en Nueva España apareció desde el inicio de la colonización a través de la fundación de las primeras instituciones educativas, por ejemplo, los Estudios Conventuales de las diversas órdenes religiosas, los primeros colegios, como el Colegio de Santiago Tlatelolco y la fundación de la Pontificia Universidad de México. Asimismo, subrayó que la grandiosa conquista espiritual de México realizada por España no solo se llevó a cabo en la época del gran poderío militar y político, sino también en el momento de la fundación de sus universidades.76

Citando a José Elguero, Robles, en su argumentación sobre la importancia de la herencia colonial y espiritual, expuso que “la piedra angular de nuestra cultura fueron los misioneros del siglo XVI […] porque los frailes que envío España a Méjico para difundir la civilización europea no solo eran santos, sino también, muchos de ellos, sabios ilustres”.77 Gracias a la labor de uno de estos frailes, el Colegio Mayor de Tiripetío en Michoacán fue el primer colegio del Nuevo Continente donde se enseñó Filosofía y Teología. Concretamente, todo esto fue posible gracias a la providencial misión de fray Alonso de la Vera Cruz, quien es definido por Robles como “el Padre Venerable de la Inteligencia mejicana” y el primer maestro que explicó “filosofía en el Continente Americano, habiéndolo hecho con la profundidad y con la erudición que se acostumbraba en las Universidades de la España Imperial”. Robles concluyó su intervención destacando que gracias a las obras publicadas por fray Alonso sobre filosofía, arte y teología, los mexicanos aprendieron a “balbucear la filosofía”. Por esta razón, según Robles, el recuerdo de la labor misionera emprendida por esos hombres enviados por Dios y por la Madre Patria, para los mexicanos, será siempre un pretexto para agradecer y sentirse orgullosos de ese pasado imperial.78

Otro representante de la comisión mexicana fue Evagrio López Parra. En su intervención, este educador hizo una denuncia y advirtió que el legado cultural y espiritual de la Madre Patria en México como, por ejemplo, la educación católica surgida de la epopeya misionera en la época colonial, estaban en peligro por el auge de las ideologías torcidas producto del liberalismo y su educación laica que se estaban arraigando en la mayoría del magisterio. Concluyó su intervención buscando apoyo para construir en México una libertad educativa al amparo de “Nuestra Señora de Guadalupe, forjadora de la nación mejicana”.79

Estas conexiones que se producen entre el Saber Sabio —de los congresos— y el Saber Enseñado —de los textos escolares—, son el reflejo del gran poder en materia ideológica y pedagógica de la dictadura franquista que fue capaz de controlar la “Escuela y la Academia” para, posteriormente, hacerlas trabajar juntas en un objetivo común: manipular el pasado acorde a los postulados de la Historia Patria franquista. Esta historia patriótica se encargó de transformar la historia de España y, concretamente, el relato de la emancipación colonial en una historia de reconquista y de restauración imperial donde Franco fue presentado como el elegido para iniciar la cruzada contra las ideas extranjerizantes de la anti-España80 y resucitar el Imperio.

ESPAÑA ESTÁ RENACIENDO AL GRITO DE ¡FRANCO!

La Historia Patria del régimen se encargó de inventar un pasado nacional, una especie de pintura nacionalista cuyo relato tenía como objetivo insertar en el imaginario de la población el “pasado al que debían ser fieles”. Es por esta razón, y apoyándonos en la obra de Tomás Pérez Vejo, que se puede certificar que la Historia Patria franquista se inventó un idílico pasado colonial que fue utilizado como una justificación ideológica para hacer realidad el deseo de los teóricos del franquismo: resucitar el Imperio y la hispanidad.81 Es en este contexto donde los manuales escolares, imbuidos de esta Historia Patria, abordaron el análisis de la independencia de las colonias como un proceso emancipatorio donde la Madre Patria, después de darlo todo en la empresa colonial —su sangre, su religión y su cultura—, y al ver que sus “hijos” ya habían alcanzado la mayoría de edad, les concedió la libertad para que se emanciparan. Con todo lo indicado se puede certificar que el texto escolar, visto como un instrumento ideológico-cultural sujeto a las regulaciones políticas de la dictadura —censura, depuración, manipulación ideológica, etcétera—, tuvo un éxito clave en el proceso de aculturación del fascismo español,82 el cual se caracterizó por la fuerte presencia y poder que ejercía el tradicionalismo y el ejército en las aulas.83

Finalmente, también podemos confirmar que el bachillerato franquista fue el primer laboratorio donde los ideólogos del régimen insertaron en el imaginario de la sociedad un patriotismo esencialista, capaz de lograr que todos crean en la nación inventada, aunque esta no se vea. Esta fe en la nación se arraigó en el imaginario de los educandos gracias a los textos escolares que fueron los instrumentos utilizados para replicar en las aulas el relato falsificado, nacionalista e imperialista de la Historia Patria franquista.84 Un relato que en ningún momento contó con la voluntad colectiva, sino que respondió a un delirio histórico-nacionalista que tenía como fin último convertir a los educandos en instrumentos subordinados al régimen85 y a Franco en el salvador de España que derrotó al marxismo y la reorientó a su verdadero destino inmortal: el Imperio.

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Notas

10Los manuales escolares que analizaremos para esta investigación forman parte del fondo del Centro de Investigación MANES-UNED: https://www.centromanes.org/

Recibido: 31 de Julio de 2023; Aprobado: 02 de Septiembre de 2023

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