Introducción
La guerra civil en Siria ha provocado la mayor emergencia humanitaria desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y una de sus principales manifestaciones ha sido el desplazamiento forzoso de más de 7.5 millones de personas dentro de su territorio y alrededor de 3.2 millones hacia los países vecinos.2 Una inmensa mayoría ha sido acogida bajo la condición de refugiados en Líbano, Turquía y Jordania, lo que ha creado una nueva y muy aguda fase en la internacionalización de la guerra civil siria.
La influencia de los refugiados en la política de los Estados receptores puede ser abordada como una problemática de estudio de las relaciones internacionales desde varias perspectivas: la primera es la visión estatista, que sugiere que el flujo de refugiados tiene un efecto directo en las políticas y la estabilidad interna del Estado que los acoge.3 Una segunda perspectiva se refiere a los enfoques normativos (v.gr., el humanitarismo), donde los Estados, las instituciones internacionales y las organizaciones no gubernamentales se convierten en agentes “protectores” de los refugiados. Una última visión enfoca el problema de los refugiados globalmente, tanto en términos migratorios, de movilización social, autogestión y creación de redes trasnacionales, como tomando en consideración los aspectos culturales de la población receptora y migrante.4 Todas estas perspectivas abordan a los refugiados como actores visibles del sistema internacional, un “problema” con causas particulares y efectos sobre las instituciones internacionales y el comportamiento de los Estados que los reciben.
En este estudio, a pesar de utilizar perspectivas de tipo geográfico, sociológico o cultural, primará la visión estatista; en otras palabras, se centrará en el vínculo entre la seguridad y los refugiados como “problema”. A través de este enfoque se buscará comprender específicamente el comportamiento y las respuestas dadas por Líbano, Turquía y Jordania al “problema” de los refugiados. Se seleccionaron estos tres países debido a que han tenido que soportar la más alta afluencia de refugiados en la región y por sus fronteras con Siria, que son utilizadas por los refugiados como puerta de entrada. Al analizar el problema de los refugiados sirios en este contexto regional fue claro que aunque los Estados receptores pensaban inicialmente en consideraciones humanitarias, se vieron compelidos principalmente a generar políticas destinadas a preservar o expandir sus intereses de seguridad. Los refugiados como “problema”, en ese sentido, crearon nuevas amenazas a la seguridad de esos países, los cuales se vieron obligados a buscar mecanismos para mantener el orden o la estabilidad interna, o contener las amenazas de los grupos islamistas o secesionistas, como el caso de los kurdos en Turquía, o la violencia sectaria en Líbano.
Antes de abordar el estudio de los tres países mencionados se desarrollará la noción de refugiados como “problema” en las relaciones internacionales.
Los refugiados como “problema”
Al entrar a ser parte de un orden regido por la legislación de los Estados receptores, los refugiados pasan de ser víctimas a las que se debe acoger, a ser un “problema” internacional.
Una concepción de los refugiados como “problema” es reflejada por Zygmunt Baumann desde el punto de vista sociológico, quien define a los refugiados como “residuos humanos” que están “fuera de lugar” en las sociedades a donde migran.5 El refugiado como “problema” recrea la idea moderna de la estatalidad y sus fronteras como una construcción ininterrumpida de identidades iniciadas en los procesos de la limitación y la otredad, la divergencia entre “nosotros”, integrados al orden, y “ellos”, los ajenos al orden.6
El refugiado como concepto y problema apareció legalmente en la Convención de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados.7 La Convención de 1951 se propuso hacer frente a la situación de los refugiados, y determinó cierto cambio de actitudes y prácticas en los procesos de toma de decisiones bajo un modelo multilateral; esto consideraba la aceptación de acuerdos sobre temas de seguridad, derechos humanos, desarrollo y, en general, las responsabilidades para los países que ratificaron dicha convención.8 Pero el ordenamiento legal internacional vigente reconoce un sistema de Estados-nación basados en su soberanía para abordar este “problema”;9 esto significa que la Convención no asegura el mejoramiento de las condiciones de los refugiados ni la obligación de aceptarlos. En este sentido, cada país es libre de definir quién puede llegar a ser elegido para recibir el estatus de refugiado según sus intereses de seguridad, sus preferencias y sus propias leyes.10
La relación entre migración forzada y seguridad se refleja en la “superposición” del conflicto en los países de la región a través de varios desafíos: riesgo de militarización de los campamentos de refugiados, circulación de armas y combatientes, alteración de los equilibrios demográficos en los países de acogida y agudización de la competencia económica.11 En el caso de los países que se estudian en este artículo, sus intereses van desde el mantenimiento del orden interno hasta la contención de las amenazas generadas por los grupos islamistas o secesionistas. Esto ha llevado a que los Estados receptores adopten cada vez más un comportamiento defensivo o egoísta, para dejar en un segundo plano las medidas humanitarias.
Los refugiados como resultado de la guerra civil siria
Lo que comenzó en Siria como una protesta pacífica, en marzo de 2011, en el marco de la llamada Primavera Árabe, se convirtió paulatinamente en un enfrentamiento violento que abarcaría grandes zonas del país. A ello contribuyó que al-Asad aprovechara la ventaja de contar con unas fuerzas de seguridad relativamente leales para emprender una campaña de represión masiva, que radicalizó a los manifestantes opositores y dio lugar a una contienda que ya alcanza el cuarto año.12 En gran medida, el recrudecimiento del conflicto también obedece a una lógica internacional, ya sea por el considerable apoyo que han recibido los rebeldes -bajo el pretexto de ayuda humanitaria-, en dinero y armas, de países como Qatar, Arabia Saudita o Estados Unidos, o por la ayuda que proveen al régimen sirio Rusia e Irán.13
La respuesta del gobierno y la consiguiente militarización del conflicto no sólo han provocado unos 200 000 muertos, sino también -en lo que concierne específicamente a este estudio- un incesante flujo de desplazados y refugiados, y la restricción en el acceso a la ayuda humanitaria y de productos básicos.14 Tras la destrucción de las ciudades, la población se ha visto obligada a huir hacia otras localidades o refugiarse fuera del país, trasladarse de una zona a otra a medida que cambia la geografía de la violencia, y usar como resguardo casas de parientes o extraños, escuelas, mezquitas e incluso cuevas cavadas por ellos mismos.15
La estrategia de “divide y reinarás” del régimen ha contribuido a profundizar la crisis y las diferencias entre las comunidades sunníes, alauíes, cristianos y grupos étnicos árabes, kurdos, turcomanos, asirios y circasianos.16 Con ello, el régimen buscaba infundir el miedo y restringir la conformación de una oposición unificada (debe recordarse que al iniciar el levantamiento un gran número de cristianos, kurdos, e incluso activistas alauíes -estos últimos de la minoría shii de la que es parte el presidente-, acompañaron las protestas). En ese sentido, la relativamente estable y aceptada noción de una sola Siria, identificada con el líder-partido único, llegó a ser quebrantada tanto por el propio régimen como por los sectores de la oposición que comenzaron a propugnar la idea de un solo pueblo, una sola Siria (también hecha pedazos por el posterior carácter sectario que adquirió la guerra civil).17
Esta dimensión sectaria ha provocado el desplazamiento masivo de la población de las ciudades con mayoría sunní y ha afectado también a sectores de la población shii. Esto se verificó en 2012 cuando las fuerzas de seguridad y las fuerzas paramilitares Shabiha18 emprendieron una brutal ofensiva contra el Ejército Libre Sirio en el distrito de Baba Amr, en la ciudad de Homs, que dejó el área completamente destruida y desierta. Los ataques a las comunidades alauíes por el grupo de oposición Al-Farouq, que opera bajo el mando de la brigada de Baba Amr del Ejército Libre Sirio, también responden a esta lógica. Aparte de los asesinatos indiscriminados del régimen contra los alauíes, ha habido violencia contra minorías cristianas, tal y como lo refleja el lema: “El alauí al ataúd y el cristiano a Beirut”.19
El régimen sirio también ha bloqueado la ayuda humanitaria. A través de esta estrategia deja a la población al límite de su resistencia, lo cual deriva en tres efectos: más refugiados y desplazados, el régimen obtiene el control sobre algunos territorios estratégicos, y se comprueba que el humanitarismo es una tarea política para aquellos que tienen más poder.20
La toma de decisiones por organismos internacionales en torno de las intervenciones humanitarias no depende únicamente de la gravedad de la situación o del acceso a la zona para llevar la ayuda, sino también de las estrategias que los actores del conflicto lleven a cabo dentro del territorio en disputa.21
Esto quedó demostrado cuando se logró el acuerdo entre la ONU y las partes en conflicto para un alto al fuego en Homs, en febrero de 2014, o cuando se buscaba aplicar la Resolución 2139 de 2014 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para impulsar el acceso a la ayuda en Siria, denunciada por Rusia como un intento de encubrir la creación de bases para la intervención militar.22
Tanto la ayuda humanitaria como una herramienta de poder -del gobierno sirio para controlar territorios clave, o de los actores internacionales- como la intransigencia de los actores armados contribuyen a profundizar el flujo de desplazados.23 Como se verá a continuación, este “problema” se refleja en la dimensión internacional de la guerra civil siria, ya que los campos de refugiados sirios, al “camuflar” militantes o generar desequilibrios sociales, se han convertido en fuentes de inestabilidad en los países de mayor acogida.24
Los refugiados sirios como “problema” en los países vecinos
Este desafío lo alimentan los más de 3.2 millones de refugiados que han llegado a los países vecinos a Siria.25 La afluencia de refugiados en países como Líbano, Jordania, Turquía e Iraq aumentó drásticamente a partir de 2012. Estos países de acogida reaccionaron al principio generosamente, en favor de las víctimas de la guerra civil.26 La “comunidad” internacional también respondió a esta crisis a través de la creación del Plan de Respuesta Regional del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Este programa, asistido por 55 organizaciones internacionales, instaba a Estados Unidos, los países árabes, la comunidad árabe en Estados Unidos y la Unión Europea, a brindar asistencia a los civiles que huían de Siria hacia Jordania, Líbano, Turquía e Iraq.27
Sin embargo, el desafío para contrarrestar la tragedia humanitaria de los refugiados no ha sido tarea fácil. Líbano, Turquía y Jordania, además de Iraq, no son países estables o no tienen la capacidad para afrontar el crecimiento demográfico al que están siendo sometidos. Enfrentados a diversas crisis, los refugiados ponen en riesgo la seguridad y la estabilidad de esos países y de la región en su conjunto, lo que redunda en el deterioro de la protección a esos mismos refugiados.28
Líbano
Líbano alberga a más de un millón de refugiados sirios y es el país más afectado de la región; ha sufrido por los menos dos tipos de problemas: alteración de su equilibrio sociodemográfico y reavivamiento de las tensiones étnicas. Es un Estado con una extensión territorial pequeña, y cuenta ahora con una cuarta parte de su población en condición de refugiados extranjeros.29 Aparte de los refugiados palestinos, que tradicionalmente ya habían contribuido a fomentar este tipo de desequilibrios, en Líbano no existen campamentos formales y permanentes; no es parte de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 ni tampoco del Protocolo de 1967, lo que deja en un limbo legal y de asistencia a los refugiados sirios.30
Elaboración propia: diciembre de 2014.Fuente: UNHCR visto el 4 de diciembre de 2014.Referencia de mapa: Geofabrick.de, GADM.
La prohibición de ampliar o reformar los campamentos de refugiados no ha logrado contrarrestar el ingreso de más población siria desplazada, la cual se ha establecido en campamentos informales que carecen de salubridad y seguridad, en las zonas más pobres del país.31 Aunque han sido apoyados por organizaciones internacionales y se han valido de la ayuda de las familias que los han acogido, esta solidaridad ha venido desvaneciéndose. La llegada de una nueva ola de refugiados, entre 2013 y 2014, contribuyó a incrementar la oferta de mano de obra barata, que duplicó hasta por encima de 20% el desempleo y llevó a 170 000 libaneses más a vivir por debajo de la línea de pobreza. Al trabajar ilegalmente y en condiciones extremas, muchos reciben salarios por debajo del rango, mientras los menores de edad realizan trabajos forzados o llegan a la mendicidad.32
La estructura político-religiosa de Líbano también se ha visto trastocada por la guerra civil siria en general y la crisis de refugiados en particular, y ha creado nuevos factores de riesgo para la estabilidad interna. Debe recordarse que tras la guerra civil libanesa, las comunidades religiosas -sunníes, shiíes, cristianos y drusos- lograron un equilibrio político alrededor de sus intereses político-religiosos. Con la crisis siria, la política libanesa se enfrenta a nuevas tensiones políticas, verificadas en el apoyo del movimiento shii Hezbolá al presidente sirio Bashar al-Asad, y de los musulmanes sunníes que simpatizan con los combatientes rebeldes que intentan derrocarlo.33
Los ataques realizados durante 2013 y 2014 en territorio libanés llevaron al gobierno a reforzar sus fronteras, lo cual se reflejó en ataques a ciudades fronterizas de la gobernación de Beqaa, donde se asienta la gran mayoría de los refugiados sirios. En pequeñas aldeas de esta región se han aglutinado refugiados sirios cristianos, quienes, ante los ataques yihadistas, han empezado a armarse con el argumento de la necesidad de autodefensa. Arsal es la localidad de esta región que más ha sufrido las consecuencias de la guerra, no sólo por recibir unos 80 000 refugiados sirios -que representan el doble de la población local-, sino además por ser la ciudad fronteriza donde los combatientes rebeldes cruzan hacia Líbano; de hecho, estos grupos yihadistas -presumiblemente del Estado Islámico o del Frente al-Nusra- tomaron Arsal en represalia por los avances de Hezbolá en Siria, y la convirtieron en su base para atacar territorio libanés. Arsal se transformó así en el centro de operaciones del ejército libanés y Hezbolá en contra de los grupos yihadistas sirios y, bajo el pretexto de contener esta amenaza, el ejército libanés atacó a los refugiados sirios asentados en un campo informal, lo que dejó varios muertos y detenidos.34
Estos factores minan significativamente la capacidad de Líbano para responder a la crisis de refugiados sirios; por ello, mientras la ayuda a los refugiados depende cada vez más de la comunidad local, el gobierno se niega a construir más campamentos, limita la entrada de nuevos refugiados y despliega sus fuerzas de seguridad en la frontera. La ayuda a los refugiados se circunscribe de ese modo a las divisiones políticas internas y la influencia de actores como Hezbolá.
Turquía
Turquía es el segundo país que ha acogido a más refugiados sirios, pues alberga a más de un millón de ellos.35
Durante la llegada de la primera ola de refugiados sirios, en 2011, el gobierno turco abrió sus fronteras sin mayores limitantes y construyó campamentos cerca de la frontera. Con esta decisión, Turquía recibió a los refugiados bajo una supuesta responsabilidad moral y la obligación de la no devolución.36 Con el recrudecimiento de la guerra, el entonces primer ministro Erdogan se desprendió de la política de acercamiento lograda con el régimen sirio durante los años anteriores a la crisis. Esta ruptura representaba una oportunidad para Turquía, no sólo para proyectarse como una nación con la suficiente credibilidad entre los países árabes, sino también para expandir sus intereses en la región: es probable que la acogida a los refugiados sirios se hiciera con el propósito de debilitar a Siria -con el consecuente apoyo a los rebeldes a través de la frontera- y proporcionar a los rebeldes de la Coalición Nacional apoyo logístico y en inteligencia para, de ese modo, contener la influencia de Irán y mantener la estabilidad y el equilibrio interno y regional.37
Al acoger a los refugiados, sin embargo, Turquía se ha tenido que enfrentar a ciertos desequilibrios políticos, económicos y sociales. La dimensión económica se refleja en la carga financiera para sostenerlos, pues los gastos superan los 750 millones de dólares, de los cuales solamente alrededor de 100 millones provienen de la ayuda externa. Turquía manifestó su descontento con las organizaciones y los países donantes, y reclamó mayor responsabilidad.38
Elaboración propia: diciembre de 2014 Fuente: UNHCR visto el 4 de diciembre de 2014. Referencia de mapa: Geofabrick.de, GADM.
Elaboración propia: diciembre de 2014 Fuente: NY Times, UNHCR visto el 4 de diciembre de 2014. Referencia de mapa: Geofabrick.de, GADM.
Por otra parte, los campamentos y algunas otras poblaciones turcas se han convertido en zonas de resguardo para los militantes y centros de disputa entre las comunidades locales y los refugiados, donde difícilmente pueden diferenciarse los combatientes de las verdaderas víctimas. Un ejemplo de ello ha sido la ciudad de Hatay, que cuenta con cinco campamentos de refugiados, donde se albergan más de 15 000 sirios. Estos campamentos están siendo utilizados por los combatientes para atender a los convalecientes, como es el caso del campo de refugiados de Apaydin, que además acoge a desertores del ejército sirio y ha servido como centro de entrenamiento y suministro de armas para los miembros del Ejército Libre Sirio; también se presume que grupos armados relacionados con Al Qaeda circulan en esos campamentos.39
Hatay integra a la mayoría de la población alauí de la región. Según los residentes, el gobierno turco apoya a los rebeldes sirios sunníes, y toman esta posición como una conspiración contra la población alauí en Turquía.40 Asimismo, las ciudades de la frontera sirio-turca experimentan incesantes ataques de facciones de rebeldes sirios, como el Estado Islámico, el Frente al-Nusra o los kurdos armados vinculados al Partido de la Unión Democrática, que luchan entre sí por más influencia y control. Estos frentes de lucha se han concentrado en la región de Kobane, donde la mayoría de la población es kurda, situada estratégicamente como cruce fronterizo hacia Turquía. En territorio turco, los refugiados se concentran en la ciudad de Suruc; entre Kobane y Suruc, los refugiados están en medio de una batalla de varios frentes. El gobierno turco se enfrenta a una disyuntiva, derivada, por un lado, de la lucha de los insurgentes sirios y los autodefensas kurdos de las Unidades de Protección Popular -que cuentan con apoyo de Estados Unidos- contra el Estado Islámico y, por otro, del antiguo conflicto entre Turquía y la minoría kurda; en especial, contra las fuerzas del Partido de los Trabajadores de Kurdistán, quienes sostienen y defienden los campamentos de refugiados en Suruc. Presionado por atacar al Estados Islámico, en conjunto con sus aliados y las fuerzas kurdas, Turquía ha preferido mantenerse al margen y neutralizar las acciones del Partido de los Trabajadores de Kurdistán y de las Unidades de Protección Popular. Quienes sufren las consecuencias de esta disyuntiva son los refugiados de Kobane y Suruc, que no pueden pasar la frontera por los constantes combates. Ante el abandono del gobierno turco, los refugiados admiten que prefieren unirse a las fuerzas de las Unidades de Protección Popular para defender su pueblo.41
La agudización de la crisis en la frontera llevó al gobierno turco a limitar el principio de “puertas abiertas”, y a considerar la deportación de supuestos responsables de actos violentos en Turquía; con ello, deja en entredicho la responsabilidad inicial de protección temporal y el derecho al no retorno.42
Jordania
La crisis de refugiados sirios ha alcanzado también a Jordania, que alberga 597 385 personas.43
Jordania es uno de los países con mayor diversidad étnica en Medio Oriente, debido principalmente a la afluencia de los refugiados palestinos durante las guerras árabe-israelíes de 1948-1949 y 1967, así como al retorno de los trabajadores migrantes de los países árabes del Golfo después de la Guerra del Golfo de 1991, y el ingreso de iraquíes que huyeron de la ola de violencia sectaria suscitada tras la invasión de Estados Unidos a Iraq, en 2003. Esta masiva afluencia de refugiados obligó a las autoridades a hacer cambios en sus políticas de aceptación de refugiados (Jordania no es signatario de la Convención de 1951); sin embargo, las excepciones y las preferencias se aplican particularmente a los refugiados de Palestina, lo que condiciona el trato con los refugiados de otros países.44
Elaboración propia: diciembre de 2014. Fuente: UNHCR visto el 4 de diciembre de 2014. Referencia de mapa: Geofabrick.de, GADM.
A pesar de que la regulación de los refugiados no es generalizada, el gobierno jordano ha logrado sopesar los procesos de acogimiento de las diferentes olas de ingreso de refugiados gracias a la ayuda internacional; la ayuda humanitaria ha sido financiada especialmente por Estados Unidos. Con el fin de preservar su influencia en la región, la intensificación de esta ayuda se dio en el marco de la “guerra global contra el terrorismo”, donde Jordania desempeña un rol relativamente destacado, debido a su ubicación estratégica, como aliado de Estados Unidos. El humanitarismo no puede ser abordado sin analizar la estrategia de seguridad de Estados Unidos en la región.45
La politización del humanitarismo se refleja en las restricciones a las políticas para los refugiados en términos de seguridad nacional. El temor en este contexto se resume en que los campos de refugiados y el acceso indiscriminado a ellos pueden servir de base tanto de posibles centros terroristas como de centros de reclutamiento de los grupos alzados en armas. Esta problemática se refleja especialmente en el campo de refugiados de Zaatari, construido en 2012 con apoyo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, que reúne por lo menos a 100 000 sirios que llegaron allí con enemistades mutuas. Zaatari está ubicado a tan sólo 12 kilómetros de Siria, lo cual lo convierte en un lugar que condensa toda la dimensión internacional del conflicto.46 Las agresiones, los robos, las violaciones, el vandalismo y la criminalidad son parte de la cotidianidad del campamento, lo que ha obligado a las autoridades locales y a los trabajadores humanitarios a establecer políticas de convivencia que mejoren la calidad de vida en Zaatari.47
Asimismo, la frontera ha servido de paso para las milicias, el tráfico de armas y la mayor radicalización de jordanos salafistas, quienes se dirigen a Siria a combatir en las filas de los grupos con los que más se identifican. Esto llevó al gobierno a pedir más ayuda a Estados Unidos para proteger sus fronteras, y centrarse específicamente en sus capacidades de inteligencia, vigilancia y reconocimiento. Así, el gobierno de Obama, además de brindar cerca de 300 millones de dólares en financiamiento militar, proporcionó equipo y capacitación que complementa el programa de seguridad fronteriza y mejora la capacidad de las fuerzas armadas de Jordania para descubrir e interceptar los intentos ilegales de cruzar la frontera o de contrabando de armas de destrucción masiva.48 Sin embargo, los rebeldes del Ejército Libre Sirio están siendo entrenados dentro del territorio jordano con ayuda de Estados Unidos en el marco más amplio de la lucha contra el Estado Islámico.49 En ese sentido, Jordania, al preservar su seguridad, ha politizado la ayuda humanitaria o ha tenido que enfrentar el dilema de promocionar a algunos rebeldes y enfrentar a otros.
Conclusiones
La crisis de refugiados sirios representa una faceta crítica de la internacionalización del conflicto de ese país. Al ser parte activa del conflicto, los refugiados crean problemas en los países que los acogen. Líbano, Turquía y Jordania experimentan, en ese sentido, diversas crisis políticas; a su vez, la expansión del conflicto a lo largo de las fronteras y los enfrentamientos entre la población local y los refugiados son factores que deterioran la situación de éstos y la percepción de ellos como “problema”. El alto flujo de refugiados, por lo tanto, genera amenazas a la seguridad interna y regional, y obliga a los Estados receptores a concebir nuevas políticas, de acuerdo con sus intereses o su rol en el conflicto sirio.
En Líbano, en medio de sus propias divisiones políticas, el incesante aumento de refugiados ha llevado al gobierno de ese país a tomar medidas reactivas, tales como el fortalecimiento de sus fronteras y el control en la entrada de nuevos refugiados. Estas decisiones hicieron que se dejaran de lado las necesidades humanitarias de los refugiados y se deterioraran las ya precarias condiciones en las que se encuentran, lo cual aumenta el riesgo de desestabilización política, económica y social del país.
Por otra parte, Turquía ha sufrido la incesante e incontrolable espiral de violencia a lo largo de su frontera. Las tensiones etnorreligiosas entre la comunidad local y los refugiados, y la posición estratégica de los campos de refugiados en zonas de combate, alimentan aún más la inseguridad y con ello el involucramiento de Turquía en el conflicto. Mientras que las fronteras entre Turquía y Siria sigan sirviendo para el intercambio de armas o la circulación de combatientes, la ayuda humanitaria, ciertamente politizada, no hará sino aumentar las problemáticas de seguridad y la precariedad de los refugiados.
Por último, en el caso de Jordania, pudo observarse que los intereses de seguridad y las alianzas estratégicas prevalecen sobre las intenciones humanitarias. Si bien la asistencia a los refugiados sirios ha ayudado a aliviar su situación, Jordania ha tenido que hacer frente a un creciente problema de seguridad; por ello, las decisiones del gobierno respecto a los refugiados seguirán siendo restrictivas mientras siga captando “ayuda humanitaria” y apoyo militar de sus aliados estratégicos.
Finalmente, los refugiados se han convertido también en una herramienta del régimen de al-Asad (y los rebeldes) como parte de una retórica que alimenta los discursos de libertad o humanitarismo, aunque en realidad buscan perpetuar la represión y legitimar sus objetivos de guerra.
Los refugiados, así, quedan supeditados a las políticas que favorezcan los intereses de los actores implicados: recibir más ayuda disfrazada de humanitarismo y concebir su proyecto político sin darle mayor relevancia a las pretensiones moralistas de la comunidad internacional. En tanto aumente el flujo de refugiados regionalmente, los Estados receptores se enfrentarán a mayores problemas de inseguridad; mientras, los refugiados no tienen más remedio que esperar un cambio favorable en el curso del conflicto y las intenciones benevolentes de la comunidad internacional.