A través de una mirada rebelde, crítica, fresca y feminista, Marisa Ruiz Trejo nos ofrece parte de su experiencia y de su trayectoria como mujer joven e investigadora que ha apostado por construir conocimientos que enfrenten la visión androcéntrica de las ciencias sociales, y en especial de la antropología. Se trata de una tarea difícil pero que, sin duda, representa una reivindicación que siembra futuros emancipatorios para transformar la realidad y descolonizar el conocimiento.
Antropologías feministas en rebeldía en Chiapas y Centroamérica es una obra extraordinaria que pone de relieve la importancia de recuperar los saberes de las mujeres antropólogas e investigadoras en una región «epistémicamente herida y orillada» (Ruiz Trejo, 2022: 129), lo que hace que este libro se convierta en un referente clave para las clases de antropología y ciencias sociales desde una perspectiva feminista, antirracista y antiheteronormativa.
La autora nos invita a conocer a las pioneras de la etnografía en México y Centroamérica, así como los aportes de la perspectiva interseccional para analizar la explotación de las mujeres indígenas. En tal sentido, este trabajo resulta fundamental para la comprensión de la dominación en el sistema colonial y patriarcal. Asimismo, nos revela la importancia de la incorporación de investigadoras feministas para la descolonización epistémica a través de producciones creativas como la poesía y el teatro, campos en los que la afectividad es un elemento central y clave para la construcción de conocimiento y para el despliegue de resistencias, espacios en donde las mujeres pasaron de ser «objetos de estudio» a ejercer su propia representación.
La metodología utilizada por la autora es la etnografía feminista, para lo cual se apoya en numerosas entrevistas, trabajo de archivo y una mirada crítica hacia las formas tradicionales de producción de conocimiento. Conversaciones con Mercedes Olivera, Aura Cummes, Gladys Tzul Tzul, Xochitl Leyva, Breny Mendoza, Patricia Castañeda, Petrona de la Cruz, Silvia Monzón, Victoria Tubin, Clara Arenas, Yolanda Aguilar y Walda Barrios Klee, entre otras pensadoras, enriquecen los abordajes presentados en este libro.
Al mismo tiempo, Marisa Ruiz Trejo se plantea preguntas fundamentales en su quehacer como investigadora y activista: ¿cómo se produce el conocimiento?, ¿quién lo produce? y ¿para qué se produce? A partir de estas cuestiones nos invita a reflexionar sobre las dinámicas de poder y las desigualdades presentes en la academia y en las formas canónicas de realizar investigación. Estas preguntas son fruto también del trabajo de investigaciones previas como las de Martha Patricia Castañeda (2012) o Mary Goldsmith y Martha Sánchez (2014), quienes se preguntaron sobre las iniciadoras de la antropología feminista en México y sus contribuciones.
En el capítulo I, Marisa nos introduce en el trabajo de algunas pioneras que realizaron investigaciones en el sureste mexicano, Guatemala y Honduras, como: Gertrude Duby (1974), que incursionó en los debates sobre la desnaturalización de la categoría de raza, entre otros temas; Calixta Guiteras Holmes (1965; 1982), antropóloga, etnóloga, investigadora y revolucionaria comunista cubana que se interesó por las regiones tsotsil y tseltal en el sureste mexicano; Alaíde Foppa (1977), que sumó a los análisis tradicionales de clase el análisis de la fuerza de trabajo que producían y reproducían las mujeres, los cuales no se contemplaban, y Mercedes Olivera (1976), con sus aportes a la teoría feminista de la región al introducir que la categoría mujer no podía ser tratada de forma homogénea.
Posteriormente, en este mismo capítulo emergen investigaciones de mujeres indígenas y afrodescendientes que comenzaron a dar un giro radical a la manera de hacer antropología. Se trata de investigaciones como las de Aura Cumes (2014), quien hizo un análisis sobresaliente del trabajo doméstico y del vínculo entre la explotación de las mujeres indígenas y las relaciones coloniales vigentes en Guatemala, o las de Gladis Tzul Tzul (2014), que introdujo elementos como el territorio y la relación con otras especies en el sistema de gobierno comunal. Este recorrido colabora en un proyecto destinado a descolonizar el conocimiento eurocéntrico y destaca la presencia de perspectivas feministas centroamericanas que son únicas, autónomas y críticas hacia las corrientes epistemológicas predominantes.
En el capítulo II, Ruiz Trejo nos invita a rememorar a las pensadoras marxistas, cuyos aportes desde la visión feminista enriquecieron enormemente los debates sobre la cuestión de clase y la explotación de los trabajadores, especialmente de las mujeres. Nos presenta a pioneras como la antropóloga marxista June Nash, una de las iniciadoras de la antropología de género y feminista en América Latina y en Estados Unidos. Nash, junto con Helen Safa, colaboró en la publicación de Sex and Class in Latin America, obra en la que exploraron la marginación que generaban las labores no remuneradas en el hogar y destacaron cómo esa realidad constituía el factor principal que relegaba a las mujeres a una posición de subordinación en las sociedades capitalistas contemporáneas (Nash y Safa, 1980).
Posteriormente, entre los años 1969 y 1989 sobresalen las investigadoras y antropólogas perseguidas por los Estados dictatoriales, en una época marcada por los conflictos armados y la represión en los países centroamericanos. En ese contexto destaca una vez más la antropóloga Mercedes Olivera (1976; 1979), cuyo legado continúa vigente. Su mirada marxista crítica al indigenismo le permitió construir categorías como la de «opresión femenina» para explicar la condición de las mujeres indígenas de Chiapas. Su militancia la llevó a ser parte del Ejército Guerrillero de los Pobres en Guatemala. Este y muchos datos históricos son abordados por Marisa Ruiz Trejo, quien tuvo la oportunidad de entrevistar a profundidad a estas mujeres excepcionales y referentes en la antropología.
El recorrido por las teorías críticas feministas de algunas de las autoras más rebeldes es uno de los puntos destacados del libro que nos ocupa. Estas voces de feministas insurrectas, que cuestionaron la universalidad de términos como el de «la mujer», nos permiten reconocer la diversidad de experiencias y luchas que existen en distintos contextos socioculturales donde la raza, la clase, el género y la orientación sexual son parte inherente de la diversidad y de la producción de conocimientos encarnados.
Además, se exploran las epistemologías feministas que critican las maneras tradicionales y androcéntricas de entender la objetividad. En la línea de Haraway (1995), plantea que la objetividad feminista implica conocimientos situados y responsables, propuesta con la que desafía las visiones neutrales y descontextualizadas que han prevalecido en el campo de las ciencias sociales y de la antropología producidas en contextos eurocéntricos. De esta manera, las antropologías feministas y rebeldes que emergieron en contextos como el chiapaneco y el centroamericano se han enfrentado, en palabras de Ruiz Trejo:
[…] a contextos androcéntricos hostiles, a los regímenes militares, golpes de Estado y genocidios, a la desigualdad económica y al racismo histórico-estructural, así como al régimen heteronormativo y por eso han tenido otros devenires, distintos a los de contextos como el de Estados Unidos y Europa (Ruiz Trejo, 2022: 49).
Es precisamente en esta región -Chiapas y Centroamérica-, herida por el proceso colonial, donde surgieron las voces críticas de investigadoras que desafiaron las estructuras de poder y cuyas experiencias en activismos y movilizaciones por la justicia social se entrelazaron con sus reflexiones y preocupaciones académicas. Estas mujeres rebeldes, arraigadas en contextos marcados por la opresión y la resistencia, encontraron en sus propias realidades y vivencias una fuente viva de conocimiento y una motivación para cuestionar las narrativas hegemónicas en las ciencias sociales.
Las antropólogas e investigadoras rebeldes de esta región no solo fueron testigos de las luchas sociales, sino que también participaron activamente en ellas al formar parte de movimientos indígenas, feministas y de derechos humanos. Sus experiencias en activismos de base enriquecieron su labor intelectual, lo que les proporcionó una perspectiva crítica y situada que trasciende los límites tradicionales de la investigación académica.
En el capítulo III (1970-1992) encontramos algunas de las críticas feministas marxistas y socialistas, así como la influencia del pensamiento gramsciano y anticolonial. En este sentido, Alaíde Foppa (1977) es uno de los referentes para pensar en los feminismos rebeldes a partir de sus contribuciones en temas como la explotación de las mujeres, el trabajo doméstico y su relación con la producción y reproducción de la fuerza de trabajo. Además, en este capítulo encontramos referencias a otras pensadoras y activistas extraordinarias como Stella Quan (1972; 1986), antropóloga guatemalteca exiliada en México interesada en recopilar historias de vida, quien en sus testimonios retrató el impacto de la guerra en la vida cotidiana y en los espacios más íntimos de las personas en Guatemala.
Ruiz Trejo analiza también los trabajos de Walda Barrios Klee (1988), guatemalteca de igual modo exiliada en México. Walda, perteneciente a una familia de luchadores sociales, defendió su postura socialista y estuvo interesada en los derechos de las mujeres. Asimismo, destaca Marta Casaús (1992; 2007), una de las precursoras en los estudios sobre racismo en Guatemala y América Latina y cuyas investigaciones han sido sumamente relevantes para evidenciar no solo el racismo en las elites de poder, sino su vínculo con el genocidio del pueblo maya ixil. Estas autoras demuestran cómo la antropología comprometida puede convertirse en una poderosa herramienta para la búsqueda de justicia y la recuperación de la memoria.
Este recuento de las experiencias de mujeres cuya vida personal, intelectual y política se fusionó en su lucha por la justicia nos permite conocer la insumisión y las acciones que fueron capaces de realizar aún en contextos de violencia y persecución política. Además de sus producciones teóricas y reflexivas, estas mujeres llevaron vidas extraordinarias en las que rompieron paradigmas y normas impuestas para su género.
De esta manera, el recorrido histórico y biográfico que desarrolla Marisa Ruiz Trejo representa una manera de llevar a cabo una antropología de la antropología; abona además a la memoria feminista en la región y recupera la historia soterrada de mujeres en un campo disciplinario para que podamos conocer las diversas insubordinaciones protagonizadas por investigadoras y, a través de estas memorias, ser capaces de acceder a una narrativa alternativa que ha sido marginada y subestimada en los relatos académicos. Este ejercicio de justicia epistémica y de recuperación de la historia hecha por investigadoras, antropólogas, activistas, artistas y escritoras es fundamental para desafiar las estructuras heteropatriarcales, racistas, capitalistas y coloniales.
Las formas canónicas de hacer antropología fueron cuestionadas por algunas de estas investigadoras, que refutaron no solo el androcentrismo, sino también el etnocentrismo y el extractivismo en las producciones académicas. De esta manera, en su recorrido Marisa Ruiz Trejo inicia con algunas de las pioneras que abrieron camino con sus estudios e investigaciones, hasta llegar a la consolidación de la antropología feminista en México y Centroamérica, donde las nuevas generaciones de investigadoras feministas en rebeldía nos invitan a descolonizar las narrativas de género, a desnaturalizar el cuerpo y a incluir los transfeminismos. Estos nuevos procesos, además, proponen un fuerte cuestionamiento a la manera en que se ha representado la diversidad:
[…] plantean la importancia de no reproducir representaciones exotizantes y colonizadoras de la «otredad», sino reflexionar sobre la manera en que dichas representaciones han sido producidas como una forma de entender las resistencias diversas de los pueblos indígenas, afrodescendientes y disidentes, así como de respetar su autodenominación, autonomía y autodeterminación (Ruiz Trejo, 2022: 213).
Así, llegamos al capítulo IV (1990-2019), donde podemos reconocer algunxs de lxs investigadorxs que a través de sus experiencias, reflexiones y propuestas han sido capaces de movilizar los feminismos rebeldes, proporcionándoles vitalidad y dinamismo para refutar los sistemas de opresión heteropatriarcales, transfóbicos, capitalistas, racistas, coloniales, capacitistas, antropocentristas, extractivistas, etcétera.
Destacan trabajos como el de Lina Berrio (2013), que ejemplifica cómo desde los feminismos comunitarios las mujeres luchan por sus territorios y hacen frente a los proyectos de despojo y destrucción de la tierra, y las obras de jóvenes antropólogas como Madaí García (2019), Susana Flores (2018) o Carmen Cariño (2020), que son:
[…] mujeres indígenas que han llegado a las universidades en los últimos años y que forman parte de una generación de mujeres que aportan reflexiones epistémicas, entre la academia y las luchas de sus pueblos y comunidades en la defensa de las «tierras-territorios-vida» (Ruiz Trejo, 2022: 192).
Por otra parte, la potencia de los transfeminismos y de hacer antropología desde la perspectiva de la vida de las lesbianas, las personas no-heteronormativas y las no-binarias, así como las transformaciones en la manera de construir conocimiento, son otras de las bondades de este capítulo. En palabras de la autora: «Hacer análisis científico desde la perspectiva de las vidas lesbianas, no-heteronormativas y no-binarias, significa mostrar las tendencias causales subyacentes que la perspectiva de las vidas heterosexuales invisibiliza y, por tanto, aumentar la objetividad en la investigación antropológica» (Ruiz Trejo, 2022: 198).
Al mismo tiempo, Marisa nos invita a descolonizar las narrativas de género, tema en el que pensadoras como Oyèrónké Oyewùmí (2007 [1997]) o Aura Cumes (2019) han dejado grandes conocimientos y debates. Dentro de esta perspectiva encontramos los trabajos de Lukas Avendaño, antropólogx muxhe que ha favorecido en gran medida esta descolonización por medio de la potencia del arte y del performance.
El libro Antropologías feministas en rebeldía en Chiapas y Centroamérica de Marisa Ruiz Trejo se presenta como una invitación y un estímulo valioso para explorar con mayor profundidad la producción teórica de las feministas rebeldes en la región centroamericana y chiapaneca. A través de cuatro capítulos cautivadores, nos adentra en un mundo de conocimiento y resistencia que merece ser explorado y celebrado.
La autora consolida una apuesta política feminista que tiene como objetivo reconocer -con todo lo que eso implica- las valiosas contribuciones a la antropología de mujeres de una región periférica y sus conocimientos anclados en experiencias, sueños y compromisos éticos y políticos encarnados. Estas voces representan un desafío profundo y, como todo buen libro, nos impulsa a plantearnos nuevas interrogantes y a desafiar el canon establecido.
Este esfuerzo representa una diversidad de semillas en pro de la justicia social y epistémica.