El Chipe dorado (Protonaria citrea) es un pequeño parúlido que, en su etapa reproductiva, se distribuye en la Región Neártica (este de Estados Unidos y Canadá, donde se considera una especie amenazada). Durante la temporada de cría habita principalmente en áreas cubiertas de vegetación leñosa de baja altura, frecuentemente con cuerpos de agua (Kaufman, 2005; Hoover, 2009; Alderfer, 2014). Migra a través del Golfo de México hasta Colombia, Venezuela y otros países del Caribe, en donde pasa el invierno (Petit, 1999; Alderfer, 2014; véase también el mapa de distribución en IUCN, 2018). En México puede registrarse sobre todo en la vertiente del Golfo y la península de Yucatán, y se considera una especie transitoria en el Eje Neovolcánico Transversal (Howell & Webb, 1995; Navarro Sigüenza et al., 2007).
Es un chipe fácil de identificar: el macho adulto presenta la cabeza, nuca, garganta, pecho y vientre, de un brillante color amarillo-dorado; el dorso es verdoso y las cobertoras inferiores caudales son blancas. Las alas son de color azul-grisáceo; y los ojos y el pico, negro intenso. Aunque el dimorfismo sexual no es acentuado, la hembra es un poco más opaca, con el píleo y la nuca de color verde-oliva (Kaufman, 2005; Alderfer, 2014).
El 18 de abril de 2017, a las 10:00 a.m., observamos un macho de Chipe dorado (Fig. 1) en las proximidades de la ex Hacienda de Chautla (19°18´55´´ N, 98°28´15´´ O), en el Municipio de San Lucas el Grande, estado de Puebla. La ex Hacienda de Chautla se sitúa a unos 2,300 msnm, en una zona de transición entre el clima semifrío de la Sierra Nevada y el clima templado del Valle de Puebla. Está rodeada por una orla de vegetación forestal y, a mayor distancia, por un mosaico agrícola con áreas urbanas en expansión. El individuo observado se encontraba siempre a muy baja altura, alternando entre la vegetación herbácea y la base de algunos árboles, y en ocasiones muy cerca de la orilla del cuerpo de agua junto a la ex Hacienda.
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Figura 1. Macho de Chipe dorado (Protonotaria citrea), observado a nivel del suelo en la exHacienda de Chautla, San Lucas el Grande, estado de Puebla. Imagen capturada el 18 de abril de 2017, a las 10:05 a.m., con una Canon EOS 80D. ©Arturo Duchateau.
El mismo día 18 de abril, entre las 16:30 y las 16:55 horas, observamos una hembra de Chipe dorado (Fig. 2) a unos 43.5 km de la ex Hacienda de Chautla, en el Parque Ecológico “Revolución Mexicana” (19°01´47´´ N, 98°11´08´´ O), dentro de la superficie urbana de la ciudad de Puebla, que se sitúa a unos 2,100 msnm y cuyo clima es templado sub-húmedo, con lluvias en verano. El individuo observado estaba forrajeando cerca de la orilla de uno de los cuerpos de agua del Parque Ecológico, entre las ramas de una bugambilia (Bougainvillea glabra) de porte bajo, a menos de 1 m del suelo.
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Figura 2. Hembra de Chipe dorado (Protonotaria citrea), observada entre las ramas de una buganvilia (Bougainvillea glabra) en el Parque Ecológico “Revolución Mexicana”, Puebla, estado de Puebla. Imagen capturada el 18 de abril de 2017, a las 16:45 horas, con una Canon PowerShot SX40 HS. © Francisco Javier Jiménez Moreno.
El Chipe dorado no aparece en el inventario de las aves del Municipio de Puebla (Mendoza Cuamatzi et al., 2012). Es más, aunque Hernández Castán et al. (2013) sí incluyeron al Chipe dorado en su listado de las aves del estado de Puebla (como una especie potencialmente presente), lo cierto es que, hasta este momento, no se conocía ningún registro. Por lo tanto, de acuerdo con los criterios prácticos propuestos por Sánchez González (2013), las observaciones que reportamos en este trabajo (Fig. 3) constituyen los dos primeros registros confirmados para el estado de Puebla.
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Figura 3. Distribución potencial del Chipe dorado (Protonotaria citrea) durante su migración en México (polígono irregular amarillo), según Navarro & Peterson (2007). Se muestra la localización del estado de Puebla (polígono verde), así como la de los dos primeros registros de la especie en el estado de Puebla (este trabajo: triángulos negros).
El registro de especies fuera de su área de distribución conocida resulta importante, ya que contribuye a una mejor delimitación de la misma y permite descubrir nuevas poblaciones (Sánchez González, 2013). Además, puede arrojar luz sobre la ecología de las especies migratorias, como el Chipe dorado. González Oreja (2011) revisó 16 publicaciones científicas que informaban de la composición de las comunidades de aves presentes en 11 ecosistemas urbanos de todo México, y el Chipe dorado no había sido citado nunca en tales publicaciones. Ahora bien, el hecho de que la especie no apareciera en estos estudios no implica que no hubiera sido registrada previamente en entornos urbanos. De hecho, Varona-Graniel (2001) lo había observado ya en varias áreas verdes de la Ciudad de México: Bosque de Chapultepec y Parque Aragón (octubre, 1996) y Parque Alameda (abril, 1997). Además, DeSucre Medrano et al. (2010) informaron de la colecta de una hembra (octubre, 1996) en el Jardín Botánico de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, en Tlalnepantla, Estado de México. La aplicación web eBird (2012) recoge más observaciones históricas y recientes en áreas verdes y otros puntos de la Ciudad de México: Bosque de Chapultepec (marzo, 1987), Parque México (septiembre, 2008), Parque Triangular (Parque María Enriqueta) (agosto, 2011 y junio, 2017), Parque Ecológico de Xochimilco (septiembre, 2010 y marzo, 2017), Comisión Nacional para la Conservación de la Biodiversidad (septiembre, 2012) y Canal Nacional-Prado Churubusco (febrero y marzo, 2018).
Nuestros registros amplían el conocimiento disponible sobre la distribución del Chipe dorado en México durante la migración de primavera. A la luz de la información ya comentada, pareciera que está aumentando la frecuencia de sus registros en áreas verdes urbanas, como parques y jardines, marcadamente diferentes de los hábitats naturales en los que se reproduce en Norteamérica (Petit, 1999; Alderfer, 2014). Es posible que el Chipe dorado esté aprovechando las condiciones ambientales y/o los recursos naturales de los ecosistemas urbanos, lo que podría reflejar un proceso de urbanización. Aunque también es posible que los observadores de aves estén registrando, cada vez más, la avifauna presente en los entornos urbanos (véase Gómez de Silva & Alvarado Reyes, 2010). En cualquier caso, es importante mejorar nuestro conocimiento sobre la distribución de esta especie en México durante la migración, así como determinar si su registro en el estado de Puebla resulta accidental o puede considerarse como residente de invierno (DeSucre Medrano et al., 2010).