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Península

versión impresa ISSN 1870-5766

Península vol.19 no.1 Mérida ene./jun. 2024  Epub 04-Jun-2024

https://doi.org/10.22201/cephcis.25942743e.2024.19.1.87316 

Artículos

Migrantes catalanes en el comercio maderero desde la Laguna de Términos (finales del siglo XVIII-siglo XIX)

Catalan migrants in the timber trade from Laguna de Términos (late 18th century-19th century)

Rosa Torras Conangla1 

1 Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la UNAM; mima638@gmail.com.


Resumen

Con la apertura de puertos al comercio atlántico, se extendió la posibilidad para Campeche de comerciar con Barcelona y otros puntos de la costa catalana. Entre 1784 y 1796, Barcelona fue el segundo puerto -después de Cádiz- receptor de palo de tinte procedente de Campeche, Veracruz y La Habana. Ello impulsó la llegada de migran- tes originarios de pueblos costeros catalanes quienes se introdujeron a la economía extractiva forestal en auge, en ese periodo, en la cuenca de la Laguna de Términos (partido del Carmen, Campeche). A dife- rencia de muchos de ellos, que regresaron e invirtieron sus fortunas en sus territorios de origen -los indianos-, es notoria la presencia de catalanes que se quedaron en tierras campechanas, insertándose en las élites asentadas tanto de la villa del Carmen como en San Francisco de Campeche. El presente artículo se propone indagar en las trayectorias y estrategias de dicho grupo migratorio, así como en su presencia en la conformación de imaginarios coloniales regionales.

Palabras clave migraciones; comercio; Campeche; Cataluña; siglos XVIII y XIX

Abstract

With the opening of the ports to Atlantic trade, the possibility of Campeche trading with Barcelona and other points along the Catalan coast was expanded. Between 1784 and 1796, Barcelona was the second port -after Cadiz- to receive logwood from Campeche, Veracruz and Havana. This prompted the arrival of migrants from Catalan coastal towns who entered the booming forestry extractive economy in that period in the basin of Laguna de Términos (Carmen district, Campeche). Unlike those who returned and invested their fortunes in their territories of origin -the Indianos-, the presence of Catalans who stayed in Campeche and became part of the elite, settling in both Villa del Carmen and San Francisco de Campeche, is notorious. This article aims to investigate the trajectories and strategies of this migratory group, as well as its presence in the conformation of regional colonial imaginaries.

Keywords migrations; trade; Campeche; Catalunya; 18th and 19th Centuries

El estudio sobre el proceso de colonización decimonónica de la cuenca de la Laguna de Términos (partido del Carmen, Campeche) revela la participación destacada de un grupo de migrantes que se insertó de forma efectiva en las dinámicas regionales de ese espacio de frontera. Me refiero a los catalanes. Si bien contamos con un bagaje historiográfico sólido sobre el comercio transatlántico catalán con las colonias caribeñas, así como sobre su impacto en la economía de la metrópoli (Martínez Shaw 1980; Oliva 1987; Yáñez 2006; Rodrigo 2007), es menos lo que sabemos todavía referente al papel que desempeñó ese grupo de migrantes ultramarinos en la conformación territorial de lo que sería la República mexicana. Una rápida mirada a la lista de extranjeros residentes en la jefatura política de Campeche en 1837,2 permite identificar como nacidos en alguna localidad catalana al 31% del total. La mayoría de ellos eran comerciantes o tenían algún oficio vinculado a la navegación y llevaban residiendo en tierras campechanas un par de décadas como promedio, siendo que quien declaraba en dicha encuesta mayor número de años de residencia habría llegado en 1789. Acoto el campo de estudio a los que fijaron morada entre los puertos del Carmen y Campeche y de ellos, específicamente, a quienes se vincularon al comercio del palo de tinte en la cuenca de la Laguna de Términos por ser la principal actividad económica de la región. Los árboles crecían en las selvas atravesadas por los ríos que transportaban la madera hacia la laguna para ser embarcada en el puerto del Carmen directamente hacia Europa y Estados Unidos, o pasando primero por el puerto de Campeche para su posterior distribución.

En ese sentido, el propósito del presente texto no es tanto historiar transacciones mercantiles sino aproximarse a las estrategias utilizadas por estos migrantes convertidos en comerciantes para asentarse en esa parte del mundo colonial e incidir en su conformación.

La apertura de los puertos: catalanes en el comercio americano

Como parte de las reformas borbónicas, el real decreto de octubre de 1765 autorizó el libre comercio entre las islas de Barlovento y los puertos de Alicante, Barcelona, Cartagena, Gijón, La Coruña, Málaga y Santander, además de Sevilla y Cádiz. Pocos años después se ampliaría a los puertos de Yucatán y Campeche la posibilidad de entrar a ese circuito mercantil, hasta que en 1778 fuera aprobado el Reglamento y Aranceles reales para el comercio libre que rompió definitivamente con el monopolio gaditano, con lo que se pasó a un sistema oligopolístico (Fradera 1995, 23). Es en ese marco que se explica la intensidad que adquirió el comercio catalán con los puertos de Campeche y del Carmen, ubicados en el golfo de México. Cabe mencionar que la escasa presencia de catalanes en la migración transatlántica-necesariamente desde Sevilla o Cádizprevia al libre comercio tuvo que ver, al margen de ciertas restricciones legales, con la situación económica divergente entre la España imperial y Cataluña y sus distintos ritmos de declive económico y expulsión demográfica (Delgado 1982, 122). Pero, además, la apertura al comercio libre coincidió con una etapa no sólo de alta densidad de población en Cataluña, sino de prosperidad productiva que vehiculó el comercio hacia América y supondría la eclosión de migrantes tanto temporales como permanentes, ya fuera en busca de subsistir o de negociar.

Elaborado por Gabriela Arreola Meneses. INEGI. 2010. Red hidrográfica escala 1:50 000. Edición: 2.0, Subcuenca hidrográficaRH30C Cuenca L de Términos/R.H. Grijalva/Usumacinta [Datos vectoriales digitales]. Recuperado de https://www.inegi.org.mx/app/biblioteca/ficha.html?upc=702825006941. INEGI. 2006. Red hidrográfica digital de México escala 1:250 000. Edición 1.0 [Datos vectoriales digitales]. Recuperado de https://www.inegi.org.mx/app/biblioteca/ficha.html?upc=889463598428.

Mapa Cuenca Laguna de Términos 

Fradera (1995, 23-25) sitúa una primera fase, incipiente, marcada por la consolidación de actividades económicas catalanas en auge que serán vinculadas al comercio colonial: la viticultura, la producción de aceite y frutos secos, la industria textil y, sobre todo, la construcción naval. La caída del imperio español, entre 1810 y 1824 fue la oportunidad para una nueva etapa en el expansionismo catalán, tanto a través del comercio como de la migración, centrado en las Antillas, sobre todo en el algodón y el tráfico negrero vinculado a la economía azucarera y cafetalera. Es conocido el impacto que el comercio negrero tuvo en la posición de fuerza de los catalanes en Cuba; menos se sabe sobre el impacto de la llegada de ese grupo de migrantes y sus actividades económicas en otras áreas que formaban parte de la lógica caribeña colonial, pero que se encontraban situadas en terreno continental, independizado de la metrópoli. La diáspora comercial catalana se centró sobre todo en Cuba y, en menor medida, en Puerto Rico porque siguieron siendo colonias hasta finales del siglo XIX, pero también alcanzó a las repúblicas recién estrenadas en la primera mitad de siglo (como sería la mexicana), específicamente en sus puertos del Golfo-Caribe. Sirva como estimación cuantitativa la que nos ofrece Delgado (1982, 128) a partir de la revisión de 3616 referencias depositadas en diferentes archivos sobre un total de 1263 emigrantes catalanes a América: del total que llegó al Virreinato de Nueva España, el 81.5% lo hizo a Veracruz, el 5.7% a Campeche, el mismo porcentaje arribó a Ciudad de México y el resto a otras localidades.

La cercanía entre La Habana y Campeche explica en buena medida que los catalanes se fijaran en ese segundo puerto estimulados, además, por un producto estrella que crecía en las selvas de la cuenca de la Laguna de Términos: el palo de tinte. De hecho, entre 1784 y 1796 Barcelona sería el segundo puerto -después de Cádiz- receptor de palo de tinte procedente de Campeche para abastecer la demanda de los pintados, tejidos de algodón exportados que recibían el acabado en los talleres catalanes (Contreras 1990, 81). La emergente industria textil catalana sería campo propicio para la importación de troncos de este árbol del que extraían el colorante (Murià 2016, 313). Del otro lado del Atlántico, los puertos de Campeche y el Carmen registraron un incremento sostenido de sus volúmenes de comercio de cabotaje que tuvo su máximo apogeo a partir de la Independencia, viéndose aumentados en un 50% entre 1821 y 1857 (Negrín 1991, 77-81).

Martínez Shaw define la emigración catalana hacia la América colonial como tardía, por ser muy limitada hasta el último tercio del siglo XVIII, calificada, pues fue esencialmente mercantil, gradual, al tener fases muy definidas, y marí

tima, es decir con un predominio absoluto de las zonas de costa tanto catalanas como americanas (Martínez Shaw 1992, 20). En ese sentido y situados en la Nueva España, los puertos de Veracruz -donde se erigió un Consulado en 1795-, de Campeche y del Carmen vivieron un auge de su actividad mercantil caribeña articulados sobre todo a Nueva Orleans y La Habana, convirtiéndose en el espacio de acción de los migrantes catalanes (Arias 2013, 160-164). Tampico y Tabasco, siempre en el Golfo de México, formaban igualmente parte del grupo de puertos por los que circulaban estos comerciantes catalanes quienes iban instalando casas de comercio. De hecho, también originó un flujo migratorio el envío de tropas peninsulares a las que se integraron catalanes (146-147), pero fue el comercio el motor principal de aquellos que llegaron al sureste novohispano conformando la diáspora mercantil catalana.

Arias caracteriza esa diáspora a partir de dos atributos: “la endogamia y la escasa integración local como una forma de búsqueda de confianza mutua que facilitase la cooperación y la transmisión informativa de importancia económica a través de canales exclusivos de comunicación” (153-154). Efectivamente, la formación de redes de confianza basadas primordialmente en los lazos familiares, en el pueblo de origen o en vínculos personales estrechos generó un capital social efectivo para tener éxito en las actividades comerciales de alto riesgo que emprendían. En ese sentido, los rasgos culturales comunes generaban certidumbre y ello se traducía en asociaciones preferentes con otros miembros de la diáspora, en el predominio de matrimonios entre miembros de la misma procedencia regional y en la especialización comercial relacionada con la economía de origen (156-166). No obstante, en un universo donde los foráneos eran precisamente los inmigrantes, esa lógica endogámica se extendió como estrategia de integración a las sociedades receptoras y, gracias a ello, de éxito socioeconómico sostenible. Para el caso del distrito de Campeche, actuaron con la lógica de “endogamia comercial” en la que se movían las élites mercantiles de Antiguo Régimen en la América colonial (Mezeta 2019, 189-194).

De marinos a comerciantes y contrabandistas: trayectorias familiares de ascenso

Una investigación previa sobre el auge de la explotación del palo de tinte en la cuenca de la Laguna de Términos (Torras 2012) reveló la presencia de apellidos catalanes como parte de la élite comercial y política de los primeros 50 años de vida republicana del entonces partido del Carmen. Según los datos parroquiales de 1839 a 1864, vivían en el pueblo de Palizada, epicentro del corte de madera tintórea que se embarcaba en el puerto del Carmen hacia Europa, las familias Fons [Fonts], Roura, Puy o Puch [Puig], Carbonell, Badia, Ferrer, Totosaus, Roura [Roure], Cabdevila [Capdevila] y Rubert [Robert]. De estas familias, sabemos que al menos los Roura eran originarios de Arenys de Mar (Girona), mientras que Badia, Puig y Totosaus llegaron a las selvas paliceñas desde el pueblo de Torredembarra (Tarragona). Ambas eran localidades de la costa catalana; pueblos marinos con agricultura de subsistencia y vitícola en el caso de Torredembarra. Acerquemos el lente a sus trayectorias familiares.

Antonio Roura Gualba [Joseph Anton Francisco Roure Gualba], bautizado en Arenys de Mar en 1784,3 era hijo de Anton Roura [Roure] y Francisca Gualba. Su padre Anton trabajaba en Arenys como maestro de azuela y su abuelo paterno fue marinero; del lado materno, su abuelo Buenaventura Gualba [Bonaventura Gualba] se había casado en 17474con Margarida Borrell siendo marinero e hijo, a su vez, de marinero igual que su esposa. Antonio Roura Gualba, ya afincado en la villa del Carmen como comerciante, se casó con Rosa Pirolle López nacida en esa ciudad-puerto e hija de Pedro Pirolle, francés de Burdeos que trabajaba como médico en el Hospital Real del Carmen, y de la carmelita Juana Antonia López. Fue alcalde de la ciudad en 1821 y 1822 y su hijo Juan de Mata Anton Roura Pirolle nacido en 1817,5 llegó a ser un insigne político carmelita, comerciante, banquero y propietario de bosques de tinto, además de cónsul de Estados Unidos en El Carmen (1839, 1847 y 1863-1868).6 Rosa Pirolle se casó con Antonio Roura siendo viuda de Francisco Ynurreta, de quien hablaremos más adelante.

Por su parte, Buenaventura Gualba Borrell, tío de Antonio Roura Gualba, también migró hacia tierras novohispanas desde Arenys de Mar, casándose con la campechana Ana María Romero en 17967 quien, una vez viuda, se volvería a casar, en 1811,8 con Juan Totosaus Puig nacido en Torredembarra y viudo de María Antonia Mendoza, de Campeche, fallecida un año antes.9 Tanto Romero como Mendoza eran familias descendientes de españoles previamente asentados en la región. Juan Totosaus Puig era hijo de un botero de Torredembarra de quien cuatro de sus 13 hijos migraron a tierras americanas. El primero en hacerlo fue José [Joseph] quien en 1792 entró a Veracruz como capitán de un bergantín cargado con aguardiente, vinos y otras mercancías. Siguiendo a su hermano, que regresó al terruño, migraron Luís [Lluís], Juan [Joan] y Pedro [Pere] hacia Campeche donde se establecieron, igual que tres de sus sobrinos, hijos de sus hermanas Paula y Rosalía: Pedro Badía Totosaus y Francisco y José Casasús Totosaus (Bargalló 2022, 63-65). Como constata Bargalló, todos se convirtieron en comerciantes especialmente de palo de tinte, al mismo tiempo que eran capitanes de barcos propios y ajenos y, algunos, llegarían a ocupar puestos políticos. Luis Totosaus fue alcalde de Campeche en 1812, 1814 y 1817; mientras que su hermano Juan fungió como regidor del mismo Ayuntamiento en 1814 y 1821 (Murià 2016, 317). Por su parte, Tomás Casasús Rusell [Rossell] fue cónsul de Bélgica en Campeche;10 era miembro de la familia Casasús Totosaus procedentes de Torredembarra (Bargalló 2022, 65-66) y falleció en la villa del Carmen a finales del siglo XIX.

Pedro Badía Totosaus11 se casó con la carmelita Ana Ynurreta, hija de Rosa Pirolle López y de Francisco Ynurreta, su primer esposo ya mencionado, emigrante vasco que llegó a la región del palo de tinte después de ser ranchero en Playas de Catazajá (Chiapas). Los hijos de Pedro Badía Totosaus y Ana Ynurreta Pirolle se casaron con miembros de las familias Gil y Mucel,12 relevantes en la vida política y económica regional. Por su parte, Manuel Repetto Badía casado con Ana Niévez era hijo del italiano Juan Repetto Simonet y de María Rosado (hija natural de Sebastiana Rosado) que luego cambió su apellido a Badía, pues muy probablemente era hija fuera de matrimonio de Pedro Badia Totosaus, quien actuó como testigo en la boda de su nieto habiendo reconocido a María como su hija.13 Ana Niévez era hija de Victoriano Niévez Céspedes, la mayor fortuna carmelita de la época. Victoriano, nacido en Campeche y de origen humilde, empezó trabajando en la tienda del rico comerciante y político catalán José Ferrer Roxac en la ciudad de Campeche para trasladarse a Isla del Carmen en 1825 y trabajar como pequeño comerciante surtiendo los ranchos y monterías a orillas del río Palizada. Su ascenso fue fulgurante convirtiéndose en gran propietario de bosques tintóreos y barcos y, sobre todo, como prestamista. Su hija Ana, unió la fortuna heredada de su padre a la de los Repetto Badia y la aumentó consolidándose como gran propietaria tintórea, terminando por comprarle todas sus propiedades a la única casa comercial que le hacía competencia en ese negocio, me refiero a la de los hermanos franceses Benito y Francisco Anizan.

Sirva lo anterior como una pequeña muestra de la dinámica matrimonial endogámica entre catalanes aunque de diferentes pueblos costeros, en la que se incorporaba a las élites regionales a través del matrimonio, uniendo capitales y estabilizando redes de confianza. Fueron redes iniciadas con lógicas de paisanaje a las que rápidamente se incluyó a aquellos llegados en oleadas previas de migración peninsular y que ya conformaban una estructura hegemónica criolla arraigada al territorio colonizado. Parece evidente que el ascenso de estos inmigrantes vino de la mano del capital social que les daba su lugar de procedencia, pues poco capital económico debieron haber traído dado su origen familiar marinero. La experiencia vivida por Buenaventura Gualba Borrell nos puede dar algunas pistas más sobre sus trayectorias.

Nacido en 1752 en Arenys de Mar, Buenaventura Gualba Borrell era marinero igual que su padre y su abuelo.14 Ignoramos cuándo llegó a tierras americanas, pero sí nos consta que a partir de 1792 actuaba como capitán de barco y comerciante avecindado en Campeche.15 Vendía pintados en La Habana, donde habían llegado muchos otros “patrones paisanos”, con el comerciante barcelonés Juan Puig y Perich como fiador. También exportaba palo de tinte a través de La Habana16 o comerciaba con productos alimenticios y aguardiente con Nueva Orleans.17 Asociado a Luis Totosaus, en 1804 otorgó un poder al comerciante avecindado en Veracruz Francisco Antonio López para que los representara en el juicio que enfrentaban por contrabando, siendo que habían fletado un barco propiedad de otro comerciante de Nueva Orleans comisado en Veracruz junto con los productos que llevaba.18 Finalmente fueron exculpados del delito, pero era muy común que las autoridades decomisaran barcos y cargamentos por evasión de impuestos de los comerciantes. Encontramos a Gualba mercadeando, desde Campeche, no sólo en Veracruz, La Habana y Nueva Orleans, sino también en los puertos actualmente colombianos de Santa Marta y Río Hacha en el Atlántico.19 Su radio de acción era amplio, así como la diversidad de roles que asumía en todo el proceso comercial. En 1806 ya tenía un buen capital porque operaba como fiador de Miguel Graham, capitán maestre de la fragata americana Jersey en la que transportaba diez negros bozales vendidos por 300 pesos cada uno en Campeche: seis comprados por José Dondé, dos por el padre Suárez, uno por Juan Vilaseca y otro por José Batlle. Graham solicitaba, por su parte, regresar cargado de palo de tinte a Filadelfia. Fue autorizada la transacción siempre y cuando lo invertido en la compra del palo no excediera la cantidad “que le ha producido la venta de los negros”.20

Recordemos que el comercio transatlántico de africanos esclavizados fue ilegal a partir de 1817, aunque se contabilizan 543882 nuevos esclavos en Cuba entre 1821 y 1867 (Rodrigo 2021, 75-76). Cabe decir que, en tierras mexicanas, la abolición de la esclavitud motivó la protesta de la élite campechana y carmelita, con el argumento de que la Constitución les privaba de una propiedad sin restitución económica (Restall 2020, 116). Consta en los libros parroquiales el fallecimiento en 1822 de Manuel Dondé, esclavo de José Dondé, nacido en Cádiz y prominente comerciante; el nacimiento en 1820 de José Antonio hijo de Juan de Dios Ynurreta y María Magdalena Moguel, esclavos de Francisco Ynurreta; el bautizo en 1824 de María, negra adulta “demente desde que la hubo el Ciudadano vecino honrado de esta Ysla [del Carmen] Dn. Antonio Roura y se le ha dado el Sto. Bautismo por hallarse gravemente enferma”.21 La entrada de esclavos a México quedó definitivamente como una actividad clandestina en 1829. Para el caso de Cuba, está demostrada no sólo la continuidad del comercio negrero sino su impacto en el enriquecimiento y ascenso social de los empresarios catalanes. En la península de Yucatán, los historidores Rodrigo Alharilla y Luis Mezeta lo demuestran en el caso de Jaime Tintó Miralles, indiano barcelonés que se estableció en Mérida donde se casó con la criolla María Loreto Guzmán Alvarado y formó la compañía comercial Tintó y Guzmán con su suegro (Rodrigo 2021, 76-77; Mezeta 2019, 196-207).

Es difícil tasar la capacidad económica que alcanzaron nuestros personajes, pues los riesgos en su actividad económica eran evidentes, pero sirva de muestra una diligencia judicial ejecutada en 1833, sobre los bienes de los ya difuntos Buenaventura Gualba y Juan Totosaus, hermano de Luis, para ver sus andares financieros articulados a las estrategias matrimoniales.22 Corría el año de 1816 cuando Luis Totosaus pidió se le entregase el valor de la casa vendida del difunto Gualba (7952 pesos en plata) como parte de los 9174 pesos de la dote que había introducido Ana María Romero al matrimonio con Gualba, y que Totosaus consideraba debía recibir como dote tras casarse con la viuda. Efectivamente, se le otorgó a Totosaus la dote completa tras la venta de la casa y el resto en muebles y alhajas, pero sujeta al pago de una deuda del finado Gualba con la Hacienda Real por decomiso de una goleta de la que era fiador.

Los expedientes de contrabando resguardados en la Casa de la Cultura Jurídica de Campeche nos dan cuenta del profundo arraigo del contrabando en el accionar de los comerciantes. Si durante la Colonia esa práctica era intrínseca a la actividad mercantil, durante el siglo XIX republicano no sería menos. A Pedro Totosaus, por ejemplo, las autoridades aduanales le aprehendieron buena cantidad de mercancías clandestinas (pólvora, tabaco, jabón extranjero, zapatos, tejidos de algodón conocidos como madapolanes, dril, té, etc.) tanto en el puerto de Campeche como en su propia casa, por lo que tuvo que pagar una multa.23 También fueron incautadas siete cargas de cacao tabasqueño a Buenaventura Gualba, patrón de la canoa Reyna, cuando las conducía de la Isla del Carmen al puerto de Campeche.24 O a los Señores Antonio Roura Voyce y Compañía, consignatarios del buque francés Bourdalais, a quienes en 1833 les decomisaron 1300 quintales de palo de tinte en el puerto del Carmen listos para ser exportados a Burdeos.25 Deudo de Tomás Voyce nacido en Liverpool y residente en El Carmen quien, bautizándose26 previamente, se casaría con María Candelaria Ynurreta Pirolle. Por su parte, Francisco Ynurreta fue acusado de recibir cacao de contrabando introducido por el puerto del Carmen para ser entregado, según declaró, al comandante de armas José del Rosario Gil.27

Retomemos la figura de José Ferrer Roxac [Reixach], conocido en Campeche como gran comerciante protagonista de un sonado juicio en el que lo acusaban de contrabando. Nacido en 1802 en Palafrugell (Girona), otro pueblo de la costa catalana, era hijo de marinero y nieto de pescador28 llegando a Campeche en 1821.29 Así queda consignada su trayectoria de vida en la historiografía local:

Recomendado a Otero [Ángel Otero, gallego dueño de una tienda de ultramarinos en Campeche], llegó a Campeche, por aquel tiempo, un mozalbete catalán llamado José Ferrer Roxac, quien entró a vivir y a trabajar en la tienda. Varios años después, cuando era ya más que dependiente, el joven inmigrado contrajo nupcias con la señorita Guadalupe Otero, hija de su patrón, y a la muerte de éste, la tienda de Otero pasó a ser la tienda de Ferrer. El nuevo dueño. Aunque de poca cultura, poseía cualidades extraordinarias de orden, laboriosidad e inteligencia, y llegó a ser el importador y naviero más rico no solamente del puerto de Campeche, sino de toda la península de Yucatán […]

El contrabando era un mal necesario por los excesivos impuestos y la falta de vigilancia. Puede decirse que en aquellos tiempos casi todos los grandes comerciantes de la península yucateca eran contrabandistas. Y don José Ferrer Roxac, con la audaz colaboración de su hijo don Manuel Ferrer Otero, ya no quiso ser un comerciante de provincia, sino el mayor naviero de la República Mexicana (Sotelo 1964, 25 y 27).

El estudio sobre el contrabando en la península de Yucatán elaborado por Jorge Victoria Ojeda revela la aparición de élites políticas y comerciales, desde los albores de la Independencia, involucradas en el contrabando por vía marítima (Victoria Ojeda 2015, 161). El mismo Sotelo constata la carga impositiva como la causa fundamental, aducida por los mismos imputados, que encarecía el precio de las mercancías e indujo a muchos comerciantes establecidos a tratar de introducirlas evitando los registros de las autoridades aduaneras. Siendo que, como en el caso de Ferrer, al mismo tiempo trataban de tener bajo su control la aduana. Constata Victoria que estaba tan extendido el contrabando en el litoral yucateco, que en 1835 el presidente de la nación mandó armar un buque en Campeche para perseguirlo. La reacción del gobernador de Yucatán ante la iniciativa federal fue asignarle una escasa fuerza militar al buque, volviendo ineficiente su cometido dada “la amplitud de la red introductoria del contrabando y su encubrimiento por parte de la sociedad que también se beneficiaba del mismo” (128).

Para el buen funcionamiento del comercio, tanto legal como ilegal, las relaciones de confianza eran fundamentales, ya fueran por parentesco o afinidad como el paisanaje. En el mismo sentido, a menudo las denuncias de decomiso reflejaban las disputas dentro de las mismas élites entre facciones políticas pero, sobre todo, por el control del negocio mercantil.

A modo de epílogo: tejiendo redes, construyendo nación

Como bien apuntan los estudios de Yáñez (1995, 16-18), el comercio ultramarino creó las condiciones favorables para que, desde las poblaciones del litoral catalán, se tejieran redes de relaciones económicas y sociales con América, a partir del estrecho nexo entre emigración, comercio y navegación experimentado en esa región. El perfil de ese emigrante, que encontramos en los personajes aludidos en este texto, es el de hombres generalmente muy jóvenes y solteros con un oficio vinculado al mar y entre quienes la decisión de migrar era parte de una estrategia familiar. Para ello, era fundamental contar con acceso a información fidedigna que permitiera conectar al migrante con las redes comerciales, para luego seguir el procedimiento de emigración en cadena. Es por ello que el parentesco y el paisanaje son fundamentales en la estrategia migratoria pensada como permanente o, al menos, de largo plazo. Para el caso de los Totosaus, por ejemplo, parece claro que la principal misión del primer emigrante, Joseph, cumplió con la encomienda de facilitar la migración de los otros hermanos, quienes acumularon capital propio integrándose exitosamente en la tierra de acogida como empresarios coloniales. Era un modelo migratorio comunitario, sobre todo familiar.

El ideario decimonónico de la República mexicana era, como en el resto de las jóvenes naciones latinoamericanas, fomentar el progreso a partir de la inmigración europea y católica que blanqueara la nación y que pudieran fácilmente convertirse en propietarios y productores.30 Si bien hubo proyectos oficiales de colonización colectiva la mayoría de los cuales fracasaron, como sería el de los franceses en el Istmo de Tehuantepec en 1828, la situación política de mediados de siglo XIX hizo cambiar el enfoque migratorio hacia estimular y facilitar la colonización individual, sustentada en estrategias familiares e integrándose a las élites regionales. La separación de Texas había consolidado los temores hacia los extranjeros protestantes que podían apoderarse de terrenos mexicanos, lo que frenó los anhelos yucatecos de colonizaciones masivas de europeos y anglosajones en la década de 1840. Al contrario, el modelo utilizado hasta esa fecha había resultado exitoso, idea compartida por los gobiernos mexicanos que necesitaban asegurarse el control territorial sobre la Península frente a los intentos separatistas yucatecos y a la Guerra de Castas que estalló en 1847. La misma idea se afianzó para la frontera norte del país, prefiriéndose la migración de españoles, franceses, belgas o italianos con mayores coincidencias culturales con México y respondiendo al llamado de familiares ya residentes que les comunicaban las facilidades otorgadas a los extranjeros por los gobiernos mexicanos a lo largo de todo el siglo XIX (Mac Gregor 1992, 43-47).

Los Ynurreta, Voyce, Mucel, Repetto, Dondé, Niévez, Anizan, Gil y Pirolle junto con los Shiels, Requena, Cárdenas, Quintero, Paullada, Urquiola o Pauling, consolidaron una red de capitales solidificada en parentescos y compadrazgos a la que se integraron los emigrantes catalanes Roura, Gualba, Puig, Totosaus, Ferrer, entre otros que habrá que seguir historiando como los Preciat, Gual, Fons, Carbonell, Clausell, Cantarell o Pallàs quienes también llegaron a la región incidiendo en la lógica de blanqueamiento de las élites decimonónicas. El valor de su tierra de origen a la hora de ser aceptados para matrimoniarse es notorio, aunado a que eran católicos. Vivían entre la villa del Carmen y el pueblo de Palizada, configurando la oligarquía carmelita estrechamente vinculada en lo económico y en lo familiar a la de la ciudad-puerto de Campeche, aunque tuvieran, en la primera mitad del siglo XIX, desencuentros políticos en la disputa por la hegemonía regional.

De hecho, dominaron la vida económica del decimonónico partido del Carmen y fueron fundamentales en la histórica rivalidad entre Campeche y Mérida, capital del estado de Yucatán. En los vaivenes jurisdiccionales que vivió la península yucateca durante el siglo XIX, los campechanos secundados por los carmelitas y bendecidos por los poderes centrales mexicanos provocaron la fragmentación política de la Península formándose en 1862 el estado de Campeche separado del de Yucatán.

Fue precisamente la vocación comercial y naviera de las élites carmelitas y campechanas uno de sus argumentos más esgrimidos a la hora de justificar la necesidad de erigirse como estado independiente del de Yucatán. En el alegato escrito por los diputados Tomás Aznar Barbachano y Juan Carbó en ese sentido, resultó ser un elemento principal el discurso sobre la capacidad de blanquear a la sociedad que tenían los numerosos marinos y comerciantes llegados de otras tierras, lo que los distinguía de Yucatán donde los conquistadores “no eran, por cierto, agentes poderosos para fundar una civilización nueva y fecunda”. En cambio, consideraban, que el caso de Campeche había sido distinto y así lo manifestaron en 1861 frente al Congreso de la Unión en la Memoria sobre la conveniencia, utilidad y necesidad de erigir constitucionalmente en Estado de la confederación mexicana el antiguo Distrito de Campeche:

Gran parte de estos colonos fue de Cataluña. Gente vigorosa, trabajadora, de voluntad enérgica, domó la raza indígena. Le hizo modificar sus costumbres, cambiar sus vestidos, hablar el castellano, y en fin, formó un pueblo de carácter independiente, conocedor y amante de sus derechos […] Sin embargo de que el elemento colonizador se renovaba constantemente, entraba luego en fusión y formaba esa amalgama que constituye nuestra sociedad. (Aznar y Carbó 2007, 5 y 7).

No omito decir que Juan Carbó Álvarez, nacido en Campeche en 1823, era hijo de un comerciante catalán establecido en esa ciudad a finales del siglo XVIII. Si el padre, Mariano, fue poco destacado, el hijo sería una de las principales figuras políticas en la fundación del estado de Campeche (Murià 2016, 309). Otro personaje, con mucho peso en la vida económica y política campechana gran defensor de la secesión de su distrito del de Yucatán, y muy interesado en el control de la aduana portuaria de Campeche, fue el mencionado José Ferrer Roxac (Ligorred 1998, 35-36; Sotelo 1964, 47-54). El enfrentamiento entre dos de las principales casas comerciales campechanas de las décadas 1830-1860, la Ferrer y la Ibarra, se reflejó políticamente en las facciones enfrentadas que dominaron la vida política regional en este periodo: la casa Ibarra estaba asociada al gobernador Santiago Méndez y la casa Ferrer era aliada de los jóvenes políticos liderados por Miguel Barbachano. De hecho, ambas se disputaban el control del puerto y los beneficios aduanales, toda vez que lograrían sacudirse la competencia de sus a menudo familiares asentados en Mérida (Sierra et al. 2011, 130-135).

Las élites campechanas asociadas a las carmelitas recibieron el apoyo incondicional del gobierno central mexicano en su objetivo de anular las aspiraciones independentistas de Yucatán, y al mismo tiempo coincidían en el imaginario racial con el que se estaba construyendo la República mexicana. El sustrato del poblamiento colonial que se fue nutriendo en las décadas independientes había marcado diferenciaciones entre las élites centradas en las ciudades de Campeche/ El Carmen y de Mérida/Valladolid. Con base en el censo de 1810, Deosdedy Sarmiento afirma lo siguiente:

Mérida y Valladolid fueron pobladas por descendientes de andaluces, castellanos y extremeños, mientras que Campeche recibió a vascos-navarros, catalanes y asturianos, entre otros; es decir, núcleos poblacionales peninsulares dedicados históricamente al comercio y a la navegación. Tal ascendencia, también, fue motivo para que en las dos ciudades se desarrollasen idiosincrasias diferentes. A Campeche le correspondió la tradición comercial de sus colonizadores, mientras que en las dos primeras ciudades predominaron las aspiraciones señoriales (Sarmiento 2012, 68-69).

El mismo imaginario seguía siendo alimentado a lo largo del siglo XIX por la clase política regional con el aval federal. En el tomo sobre Geografía y estadística de la República Mexicana dedicado al estado de Campeche publicado en 1895, se aseveraba que:

Como en la nueva villa de San Francisco de Campeche hubiese pocos indígenas, pronto preponderó el elemento extranjero, sobre todo los catalanes; lo que hizo que Campeche llegase a adquirir una importancia ostensible sobre las demás poblaciones de Yucatán, y que de ahí naciesen rivalidades entre esta ciudad y la de Mérida […]31

Incluso sitúa la llegada de los catalanes en el momento de la fundación de la ciudad en 1540: “Sus primeros pobladores fueron casi todos catalanes, contándose algunos indios mayas”.32 Si la narrativa nacional decimonónica mexicana excluía tanto a su población maya como a la afrodescendiente, es interesante ver en una escala micro peninsular yucateca de qué manera las categorías étnicas eran esgrimidas en los discursos como parte de las disputas entre élites -a menudo emparentadas- por el control territorial.

Con las evidencias encontradas a la fecha, no me es posible afirmar que el actuar de estos catalanes estuviera motivado por ninguna conciencia étnica, sino más bien respondía a la experiencia de vida marinera y naviera de sus lugares de origen -compartida por vascos, asturianos, gallegos o canarios- que cristalizó en una cultura mercantil marítima convertida en bandera campechana y carmelita a la hora de justificar su autonomía jurisdiccional frente a Mérida a mediados del siglo XIX. En ese sentido, los empresarios catalanes colaboraron de forma decidida en la reorganización territorial de la Península en la medida de que favorecía sus intereses económicos y sociales.

No tenemos forma de asomarnos al espacio íntimo de las intenciones de los catalanes a la hora de tomar la decisión de emigrar al que llamaban Nuevo Mundo, pero parece evidente que los hombres recién llegados vincularon el hecho de quedarse en la tierra prometida con casarse con mujeres criollas locales, lo que apuntalaba su posición social. Luego, ya como parte de las élites regionales, su origen incidió en un discurso identitario legitimador de acciones políticas campechanas y carmelitas vinculadas a la organización del territorio adoptado bajo los parámetros de la modernidad de la época. De ahí que estos asumiesen como propio un origen europeo y naviero que los diferenciaba del terrateniente colonial temprano que identificaba a los yucatecos.

Archivos

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AHN: Archivo Histórico Nacional (Madrid). [ Links ]

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Investigación realizada gracias al Programa UNAM-PAPIIT IN401022.

2BY, Sección Manuscritos XXX 1837 2/2, 013, años 1837-1838.

3“España, registros parroquiales y diocesanos, 1307-1985”, base de datos con imágenes, FamilySearch. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HY-X9X9-GW7?cc=1784529&wc=9PRX-DPD%3A141480301%2C141480302%2C141480303%2C141531301.

4“España, registros parroquiales y diocesanos, 1307-1985”, base de datos con imágenes, Family- Search. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HT-62D9-7KC?cc=1784529&w- c=9PGY-K66%3A141480301%2C141480302%2C141480303%2C141684001.

5“México, Campeche, registros parroquiales, 1638-1944”, base de datos con imágenes, Family- Search. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HT-XH19-Y32?cc=1473200&w-c=3PM6-VZ9%3A45198701%2C45198702%2C45198703.

6Agradezco a Pascale Villegas haber podido consultar su manuscrito “El personal consular norteamericano en el puerto del Carmen (Yucatán). Visiones e intereses, 1830-1872”, en proceso de edición.

7“México, Campeche, registros parroquiales, 1638-1944”, base de datos con imágenes, FamilySearch. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HT-6LSW-H5W?c-c=1473200&wc=3PM6-W36%3A45196901%2C45648301%2C47607201.

8“México, Campeche, registros parroquiales, 1638-1944”, base de datos con imágenes, Fami- lySearch. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HT-6LLS-F6S?cc=1473200&w-c=3PM6-6TL%3A45196901%2C45648301%2C47789401.

9“México, Campeche, registros parroquiales, 1638-1944”, base de datos con imágenes, Fami- lySearch. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HT-6SL3-VZ?cc=1473200&w-c=3PMD-BZ9%3A45196901%2C50289401%2C51131501.

10Agradezco a Pascale Villegas haber podido consultar su manuscrito “El personal consular norteamericano en el puerto del Carmen (Yucatán). Visiones e intereses, 1830-1872”, en proceso de edición.

11“México, Campeche, registros parroquiales, 1638-1944”, base de datos con imágenes, FamilySearch. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HT-XH1S-WH8?c-c=1473200&wc=3PM6-VZ9%3A45198701%2C45198702%2C45198703.

12José del Rosario Gil, nacido en la villa del Carmen, tuvo altos cargos militares en esa villa de 1824 a 1854. Siendo militar, fue nombrado jefe político del partido del Carmen en 1829 y 1850, así como alcalde de la villa de 1837 a 1839. Por su parte, el también carmelita Juan de Dios Mucel, descendiente de canarios, fue alcalde de la villa del Carmen de 1831 a 1835 y de 1840 a 1841, además de propietario de numerosos tintales en la región.

13“México, Campeche, registros parroquiales, 1638-1944”, base de datos con imágenes, Family- Search. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HT-D1K3-C84?cc=1473200&w-c=3PMD-VZ3%3A45198701%2C45198702%2C45816201.

14“España, registros parroquiales y diocesanos, 1307-1985”, base de datos con imágenes, FamilySearch. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HY-X9X9-GD5?c-c=1784529&wc=9PRX-DP8%3A141480301%2C141480302%2C141480303%2C141507901.

15ACA, Real Audiencia, Consulado y Tribunal de Comercio, C, 10210, año 1792.

16AHN, Ultramar, leg. 6227. Cuba, años 1784-1809.

17AGN, Instituciones Coloniales, Real Hacienda, caja 096 vol. 25 exp. 35, año 1804.

18AGN, Marina, vol. 213 exp. 4, año 1805.

19AGN, Marina, vol. 213 exp. 9, año 1805.

20AGN, Instituciones coloniales, Indiferente Virreinal, caja 5522 exp. 015 f. 3, año 1806.

21“México, Campeche, registros parroquiales, 1638-1944”, base de datos con imágenes, FamilySearch. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HY-69ZW-MKC?c-c=1473200&wc=3PMX-YWL%3A45196901%2C45421501%2C45623101; “México, Campeche, registros parroquiales, 1638-1944”. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S-3HT-XCCS-NHY?cc=1473200&wc=3PM6-2NG%3A45196901%2C45648301%2C46285801; Archivo de Diócesis de Campeche, Campeche (Campeche Diocese Archives, Campeche); Libro bautismos Parroquia del Carmen, 1824-1831 (IMG 69); “México, Campeche, registros parroquiales, 1638-1944”. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HT-XH19-RQD?c- c=1473200&wc=3PM6-VZ9%3A45198701%2C45198702%2C45198703; “México, Campeche, registros parroquiales, 1638-1944”. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S-3HT-XH1S-JXN?cc=1473200&wc=3PM6-VZ9%3A45198701%2C45198702%2C45198703.

22CCJC, Juicio Civil, caja 1 exp. 10, año 1833.

23CCJCCCJC, Juicio Penal, caja 18 exp. 6 año 1837.

24CCJC, Juicio penal, caja 3 exp. 70, año 1830.

25CCJC, Juicio Penal, caja 13 exp. 32, año 1832.

26“México, Campeche, registros parroquiales, 1638-1944”, base de datos con imágenes, Family- Search. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HT-XH19-R81?cc=1473200&w-c=3PM6-VZ9%3A45198701%2C45198702%2C45198703:

27CCJC, Juicio penal, caja 2 exp. 35, año 1832.

28“España, registros parroquiales y diocesanos, 1307-1985”, base de datos con imágenes, Fami- lySearch. Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HY-69TS-FT2?cc=1784529&w-c=9P5X-VZS%3A141480501%2C163261401%2C141649702%2C163279001.

29BY, Sección Manuscritos XXX 1837 2/2, 013, años 1837-1838.

30Quedan claramente excluidos de este sector anhelado los africanos, chinos, coreanos y árabes que también llegaron a la región.

31Velasco, Alfonso Luis. 1895. Geografía y Estadística de la República Mexicana. Tomo XVI:

32Ibid., 84.

23CCJC, Juicio Penal, caja 18 exp. 6 año 1837.

24Geografía y Estadística del Estado de Campeche, 12. México: Secretaría de Fomento.

Recibido: 23 de Enero de 2023; Aprobado: 29 de Agosto de 2023

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