Introducción
En el análisis sincrónico de la forma compuesta haber en tiempo presente de indicativo + participio (en adelante “forma compuesta”) en el español de México se encontró que en sus variaciones de uso está presente la noción de ‘cauce temporal’1. El objetivo actual consiste en mostrar que dicha noción es útil para describir las variaciones de uso de la forma compuesta en la diacronía medieval del español peninsular y que la época en que esta forma se distancia del cauce temporal coincide con el momento que se ha señalado como la separación entre el español peninsular y el mexicano.
En primer lugar, presentaré brevemente los resultados de los análisis del español mexicano actual, como antecedente, para enseguida mostrar la adecuación del valor de ‘perfecto’ para la forma compuesta y la noción de ‘cauce temporal’, que surge del valor de ‘presente perfecto’. Describiré la delimitación del corpus diacrónico del español peninsular al que apliqué el análisis. Posteriormente ejemplificaré las variaciones de uso del español peninsular desde el siglo XIV hasta el XX para identificar en ellas el cauce temporal. En los resultados del análisis mostraré la relación entre la noción de ‘cauce temporal’ y los usos tempranos de la referencia al pasado cercano, así como el deslinde posterior de este cauce; luego, finalizaré con unas breves conclusiones.
Antecedentes
Si bien el proceso de gramaticalización del verbo haber hacia la forma verbal compuesta se ha podido atestiguar desde el latín (Riemann 1942; Hanssen 1945, § 578; Vincent 1982; Harris 1982): “in ea provincia pecunias magnas collocatas habent”2 (Cicerón), todavía en los primeros textos del español medieval coexisten dos usos de la construcción formada por haber más un participio3. La construcción podía expresar el resultado de una acción, esto es como una perífrasis resultativa, en la que el participio es un predicativo (a), o como una forma verbal compuesta, que expresa una acción y en la que haber es ya un auxiliar (b):
(a) Mio Çid gañó a Xérica et a Onda et a Almenar, tierras de Borriana todas conquistas las ha (Cid, vv. 1092-1093).
(b) Dexado ha heredades et casas et palaçios (Cid, v. 115).
No sólo en el caso de las construcciones resultativas concordaba el participio, en género y número, con un nominal acusativo (“conquistas” y “las” en el ejemplo a), sino que esta concordancia solía presentarse también cuando el participio era un constituyente de la forma verbal compuesta, de tal manera que se generaban lecturas ambiguas (Romani 2006):
(c) mio Cid Ruy Díaz lid campal á arrancado. Tantos moros yazen muertos que pocos bivos a dexados (Cid, v. 785).
Alarcos Llorach (1947) describió el desarrollo de la construcción haber en presente más participio en la historia del español mediante cuatro pasos semánticos que consideraba vivos al momento de su investigación (aunque reconocía que el primero iba cediendo terreno a la construcción con el verbo tener): 1) ‘duración presente del resultado de una acción anterior’ (pagado vos he); 2) ‘acción continuada que ha producido un estado presente’ (tanto avemos fecho); 3) ‘acción momentánea inmediatamente anterior al presente gramatical’ (tan gran palabra habéis oído); 4) ‘acción momentánea no inmediatamente anterior, pero sentida en relación con el presente’ (según después me ha dicho). Algunos estudios diacrónicos del presente perfecto en español se han dirigido a analizar los terrenos compartidos y divergentes entre haber y otros verbos (ser, tener, estar), enfocando la invasión de ámbitos de uso entre unos y otros como un factor de cambio (Lapesa 1942, p. 255; Moreno de Alba 2001; Romani 2006) y considerando su resolución en distintas lenguas romances (Vincent 1982; Arias 2005, entre otros). García Fernández (1998) reconoce también cuatro etapas en los desarrollos de las perífrasis resultativas, en distintas lenguas indoeuropeas, en cuyo final incorpora el valor pleno de tiempo pasado: referencia a un estado presente (resultante de una acción anterior); referencia a una acción anterior al momento de la enunciación (con un resultado presente); referencia a una acción pasada relacionada con el momento de la enunciación; referencia a una acción pasada (1998, pp. 51-52). Describe el valor de perfecto como el aspecto en que “se focaliza una parte del periodo que sigue al final de la situación” y agrega: “Evidentemente para ello es necesario, en primer lugar, que la situación haya acabado y, en segundo lugar, que haya algo después de la situación que pueda ser focalizado” (1998, p. 49). Señala la incompatibilidad de los perfectos con los verbos estativos permanentes (*Juan ha sido de Cuenca) y su solidaridad con los télicos (No sigas, ya me he dado cuenta de que me engaña).
En distintas lenguas se ha observado que las perífrasis verbales resultativas tienden a continuar su proceso histórico hacia la denotación de un evento pasado relevante para el presente; y se ha encontrado un desarrollo posterior, muy común en las lenguas indoeuropeas, que consiste en que las formas verbales con valor aspectual de perfecto deriven en un valor central de tiempo. En el caso del presente perfecto, se trata de un desarrollo ulterior con valor de ‘pasado’ (Meillet 1921; Comrie 1976; Harris 1982; Squartini y Bertinetto 2000, entre otros).
Entre los terrenos referenciales de la forma haber en presente más participio, en el español madrileño del siglo XX, está el pasado cercano4: “La he visto hace un momento”; y se ha señalado este uso referencial a un pasado cercano puntual como la diferencia central del español madrileño con respecto al mexicano y al de otras regiones americanas5. Se ha encontrado que el uso mexicano del siglo XX corresponde al castellano prerrenacentista (Lope Blanch 1961, p. 139; Lapesa 1942, pp. 358-359, se refiere a una amplia zona de América). Los trabajos más detallados del uso mexicano de la forma haber en presente más participio (la “forma compuesta”) en el siglo XX son el de Lope Blanch (1961) y el de Moreno de Alba (1978). Es importante tener presente la diferencia central entre el español madrileño y el mexicano, así como el origen prerrenacentista del segundo, al interpretar los resultados del análisis que se presentarán más adelante.
Lope Blanch (1961) consideró que el uso mexicano de la forma compuesta tenía un valor aspectual de imperfecto; Moreno de Alba (1978; 2002), con algunos matices diferentes, vio en dicha forma un uso de aspecto imperfecto. A partir del análisis que hizo Lope Blanch de las formas verbales “del pasado” simple (canté) y compuesta (he cantado) en el sistema mexicano, llegó a la conclusión de que difieren básicamente en su valor aspectual, aunque encontró alguna diferencia temporal entre ellas. Describió el uso de la forma simple como perfecta; por el contrario, consideró que el valor aspectual de la forma compuesta es el de imperfecto. Lo que motivó a Lope Blanch a considerar la forma compuesta como imperfecta es el hecho de que en uno de sus usos más frecuentes expresa “fenómenos que, aunque iniciados en el pasado, se continúan en el momento presente y aun pueden proyectarse hacia el futuro” (p. 131): “Desde entonces sólo he sido una carga para ti”6. Por este mismo hecho de lengua infiere, además de la diferencia aspectual entre la forma compuesta y la simple, una diferencia temporal, puesto que la forma simple refiere sólo eventos pasados. Moreno de Alba (1978, p. 58), en términos generales, llega a las mismas conclusiones y subraya que el significado de la forma compuesta en el uso mexicano, además de ser aspectualmente imperfecto, es “temporalmente no pretérito sino aún presente”7. Lope Blanch (pp. 134-135) hace notar que el aspecto imperfecto y la referencia a hechos que persisten en el presente aparecen también en algunos usos de la forma compuesta en España, como contenidos secundarios, y afirma que en México éstos constituyen el contenido fundamental.
Tanto Lope Blanch como Moreno de Alba (1978, pp. 54-63; 2000, p. 119) consideran que el uso de la forma compuesta con un sentido aspectual de perfecto en el español de México es excepcional y que sólo ocurre en construcciones muy específicas8. Para ambos autores, la forma compuesta mexicana básicamente es de aspecto imperfecto. En un análisis de corpus amplio, en el que incluye casos semejantes a los descritos por Lope Blanch, Moreno de Alba (1978, pp. 54-68) clasifica las ocurrencias de la forma compuesta en “latamente imperfectivas” y “plenamente imperfectivas”; dentro de las primeras incluye tres tipos: a) los casos que refieren situaciones particulares concluidas y que se interpretan como repetibles en el futuro (“Es la única exposición que he hecho”; “Dieciocho países han estado presentes en nuestros cursos”); b) los enunciados en los que se niega una situación que puede darse en el futuro (“No lo han descubierto”; “No los he ido a ver”); c) los que refieren situaciones concluidas con resultados que se consideran actuales (“Se les ha inculcado respeto a los padres”; “Éste es un hecho al que se le ha dado un profundo significado”). Considera plenamente imperfectivos los casos que refieren situaciones que parten del pasado y llegan al presente: “Es que siempre me ha ido mal”; “Toda la vida he tenido ese hábito”. Encuentra una mayor frecuencia de uso de los casos que llama “latamente imperfectivos”: 56.1%, frente a los “plenamente imperfectivos”: 32.4%.
A partir de un análisis de materiales del español mexicano actual, en García Fajardo 2011 se describe el valor semántico de la forma compuesta en México; es decir el valor que subyace a la variedad de usos mexicanos9; se trata de un valor que corresponde al aspecto perfecto desde la perspectiva del tiempo presente; este valor es: ‘culminado desde la perspectiva del presente’. En el siguiente apartado aclararemos en qué se basa la diferencia entre la concepción de “imperfecto” y la de “perfecto” como caracterización de la forma compuesta.
Aspecto perfecto y cauce temporal
La descripción de los significados que hacen Lope Blanch (1961) y Moreno de Alba (1978) es la interpretación más natural de los casos que presentan; sin embargo, como se demuestra en García Fajardo 2011 y 2014, dichas interpretaciones son inferencias pragmáticas, como mostraremos enseguida, retomando los ejemplos que ellos proporcionan, a los que les he agregado una continuación. Al continuar los enunciados negando dichas interpretaciones -la repetición en el futuro, en (a); la realización en el futuro de lo negado, en (b); el resultado actual de una situación afirmada, en (c)- se obtienen aserciones que no resultan contradictorias, por lo que se cumple una de las características definitorias de las inferencias pragmáticas (Grice 1967):
Los denominados “latamente imperfectivos”:
(a) Es la única exposición que he hecho y no haré más.
Dieciocho países han estado presentes en nuestros cursos y no se presentarán más.
(b) No lo han descubierto y no lo descubrirán. No los he ido a ver y no iré.
(c) Se les ha inculcado respeto a los padres y ahora se comportan como si no hubiesen recibido esa educación.
Éste es un hecho al que se le ha dado un profundo significado y ahora parece que no tiene sentido para nadie.
En los casos de los denominados “plenamente imperfectivos”, encontramos que la construcción adverbial que presentan (“siempre” y “toda la vida”) obliga a mantener la interpretación de que la situación o el hecho que se afirma continúa siendo real hasta el presente; sin embargo, el cambio del adverbio por otro complemento, o su elisión, muestra que tal interpretación no está fijada en la forma compuesta:
(d) Es que siempre me ha ido mal, #ya no. Toda la vida he tenido ese hábito, ¿#?ya no.
(e) Es que me ha ido mal muchas veces en la vida, ya no. He tenido ese hábito en otra época, ya no.
(f) Sí me ha ido mal.
Yo he tenido ese hábito.
(g) Sí me ha ido mal, ya no.
Yo he tenido ese hábito, ya no.
En (d), la continuación con “ya no” resulta contradictoria con “siempre”, y tal vez no contradictoria, sino contraexpectativa con “toda la vida”. Al contrastar (d) y (e) observamos que la construcción de sentido temporal hace que varíe la interpretación; con “siempre” (d) se entiende que la situación referida llega al presente y con “toda la vida” surge la expectativa de que continúe lo habitual; por esto resulta inaceptable o una contraexpectativa, respectivamente, la continuación con “ya no”; en cambio con “muchas veces en la vida” y con “en otra época” (e) tenemos otra interpretación que resulta compatible con la continuación “ya no”. En (f) tenemos la forma compuesta sin ningún adverbio o complemento temporal y la interpretación de que la situación llega al presente, si llega a inferirse, será sólo como una posibilidad; y vemos que con la continuación, que niega que la situación referida llegue al presente (g), no se produce un enunciado contradictorio.
Las interpretaciones de la forma compuesta que servían de base para concluir que el uso mexicano tiene el valor aspectual de imperfecto resultaron ser inferencias pragmáticas, como se acaba de mostrar. Para identificar formalmente el aspecto contenido en el valor de la forma compuesta, en García Fajardo 2011 se emplea la prueba del condicional. Con los predicados télicos, si en la prótasis del condicional el verbo contiene el aspecto imperfecto, resultará falso el condicional cuando en la apódosis se afirma que ya se realizó la situación referida en la prótasis; pero si el mismo predicado se presenta en la prótasis con aspecto perfecto, el condicional resultará verdadero: “Si Alejandro está construyendo un edificio, entonces ya lo construyó” es un condicional falso; “Si Alejandro ha construido un edificio, entonces ya lo construyó” es un condicional verdadero. De esta manera puede confirmarse con cualquier predicado que la forma compuesta contiene aspecto perfecto, entendido éste como la expresión de que lo que se predica es ya una realidad; a esto me refiero con “culminado”. Los predicados télicos son cruciales en este tipo de pruebas porque permiten distinguir un aspecto del otro con mayor claridad; pero más allá de la clase de los predicados télicos, los condicionales permanecerán verdaderos con cualquier clase de predicado, incluyendo los atélicos, si la prótasis se construye con aspecto perfecto: “Si Fina ha dormido junto al mar, entonces ya durmió junto al mar”.
En García Fajardo 2014 se presenta otra manera de mostrar la perfectividad de la forma compuesta utilizando nuevamente predicados télicos; al ampliar el enunciado expresando que hubo un impedimento para la realización de lo que se predica con la forma compuesta, el resultado es inaceptable (refiriéndose al mismo hecho): #“Javier ha llegado esta tarde a la cima del Everest, quién sabe si el viento le permita llegar (a la cima)”; #“Javier ha llegado esta tarde a la cima del Everest, pero el viento no le permitió llegar (a la cima)”. Con el mismo verbo en un aspecto imperfecto, la construcción es aceptable: “Javier está llegando esta tarde a la cima del Everest, quién sabe si el viento le permita llegar (a la cima)”. Decir que una forma verbal expresa que la situación referida es ya una realidad (esto es “culminada”) no es lo mismo que decir que la expresa como “terminada”. Si el predicado refiere una eventualidad (“Aktionsart”) télica10 no iterada, entonces coincidirán su culminación y su término; en otro caso no coincidirán necesariamente:
+télico, -iteración (coinciden culminación y término):
(a) Lo que nos ha costado encontrar algo abierto (XX b 129, 7-8).
(b) Nos ha dicho que vosotros a lo mejor teníais algo (XX b 147, 4-5).
-télico (no coinciden necesariamente culminación y término):
(c) tras el accidente, se ha sentido vieja injustificadamente (XX a 255, 32-33).
(d) siempre ha olido a colonia, a tabaco y a menta (XX a 189, 33).
+télico, +iteración (no coinciden necesariamente culminación y término):
(e) a las amistades y visitas les ha dicho invariablemente que se trataba de copias (XX a 209, 20-21).
Como se mostró en García Fajardo 2011, el valor semántico de nuestra forma compuesta corresponde al aspecto perfecto desde la perspectiva del tiempo presente; este valor se ha parafraseado como: ‘culminado desde la perspectiva del presente’.
En cuanto al resultado composicional de los valores del tiempo y del aspecto, tenemos lo siguiente: en la forma verbal compuesta que estamos analizando, el valor temporal del auxiliar, como en las otras formas compuestas del español11, no ubica la situación referida en algún momento de la línea del tiempo, como lo hace en las formas simples. En las formas compuestas, el valor temporal del auxiliar expresa el tiempo desde el cual se tiene la perspectiva de lo que se predica ya afectado por el aspecto; así, nuestra forma compuesta, con el auxiliar en presente, expresa que, visto desde el presente, ya es una realidad aquello que se predica12. Al no ubicar el tiempo de la realización, se sugiere un cauce indefinido que queda abierto desde el presente hacia el pasado; a la representación que nos hacemos de esta indefinición sobre el pasado a partir del presente, la llamo “cauce indefinido hacia el pasado”, o simplemente “cauce temporal”. Este cauce, inferido a partir del valor semántico, va a resultar decisivo en el análisis de las variaciones y del desarrollo diacrónico; se aprovecha en la comunicación lingüística de dos maneras que describiré más adelante, en usos a los que he llamado “experiencia atemporal” y “vector hasta el presente”.
La función de la categoría de tiempo en la forma compuesta, que ubica la perspectiva en el momento de la enunciación, es lo que origina su presencia en lo que se ha denominado “discursos de comentario u opinión”, como señala, entre otros, Gutiérrez Araus (2006). Esta misma función de perspectiva desde la enunciación repercute también en el hecho de que sea en los parlamentos de los personajes de textos literarios donde aparece el mayor porcentaje de formas compuestas (como señala Moreno de Alba 2000, p. 139, y 2001, p. 219); esto es así cuando los personajes refieren hechos ubicando el centro deíctico en el momento de su enunciación.
El corpus peninsular diacrónico
Un criterio fundamental dirigió la selección del corpus; obedecía a la necesidad de recoger las ocurrencias de la forma compuesta en textos peninsulares -o por lo menos en capítulos o secciones de textos- en los que se cumplieran dos requisitos: a) que las enunciaciones pertenecieran a los personajes de la obra y b) que los temas de las enunciaciones posibilitaran la inclusión de referencias hodiernales13. Estas características resultan poco comunes en los textos de algunas épocas. La delimitación mediante los tradicionales géneros literarios no garantiza obtener las enunciaciones requeridas14. Si no se garantizaban los dos requisitos, los resultados estarían sesgados, pues no permitirían obtener todos los posibles ámbitos referenciales de la forma compuesta, se estarían recogiendo sólo las ocurrencias de “experiencia atemporal”. Por tanto, del universo de las ediciones más confiables en cuanto representativas de cada época, se seleccionaron textos y fragmentos amplios de obras que cumplieran con los dos requisitos mencionados. Estos requisitos son los que acercan los materiales a la homogeneidad pertinente para el tipo de análisis.
Por razones prácticas, al sistematizar la construcción del corpus con el objetivo de calcular los porcentajes de las clases de interpretaciones, se recogieron las ocurrencias de la forma verbal compuesta en tercera persona del singular. Con ayuda de un contexto amplio para cada ocurrencia, se obtuvieron las interpretaciones, se clasificaron y se calculó la frecuencia de uso de cada clase.
Como se mencionó en el apartado de los antecedentes, desde el primer texto castellano de gran extensión aparece el uso de la forma compuesta, aunque en muchos de los casos, el participio concuerda en género y número con un nominal y el contexto no permite esclarecer con toda certeza la ambigüedad posible entre la forma verbal compuesta y la cláusula mínima, en la que el participio es un predicativo y el verbo haber es el núcleo verbal de la cláusula matriz. Esto y la baja frecuencia de ocurrencias claras en los textos medievales más tempranos, después de un sondeo inicial, condujeron a la decisión de comenzar el análisis formal a partir del siglo XIV, cuando pueden distinguirse claramente algunas formas compuestas. Con una sola excepción, se presentó la dificultad de obtener suficientes ocurrencias en cantidad y en clases de interpretaciones, por lo cual se trabajó con dos textos de cada siglo (de algunos de ellos se consideró un fragmento); la excepción fue el texto elegido para el siglo XV, La Celestina, en la que abundaron las ocurrencias en número y en toda la gama de interpretaciones. Con el fin de estar atentos al inicio de las innovaciones, se procuró incluir, en la medida de lo posible, textos que presentaran lenguaje popular. Como se sabe, esto no es fácil de lograr en algunas épocas. La diferencia diastrática (habla culta / habla popular) puede apreciarse claramente entre los dos textos del siglo XX. El objetivo fue analizar alrededor de 100 ocurrencias en cada siglo; sin embargo, para el siglo XIV nos quedamos con 40 ocurrencias en las que la forma compuesta es clara15; y para el siglo XX contamos con 201 ocurrencias. Consideramos que estas diferencias en número no repercutieron significativamente en los resultados, puesto que por una parte el porcentaje se calculó de manera independiente con base en el número absoluto de ocurrencias de cada siglo y, por otra, la búsqueda orientada a satisfacer la gama de las clases de interpretaciones se logró. Se registraron también las referencias al pasado cercano con la forma simple en una muestra de los mismos textos, con el fin de comparar los porcentajes de este uso entre las dos formas.
Menciono enseguida las obras a partir de las cuales se construyó el corpus. En los apartados que siguen citaré los ejemplos por el siglo y la letra que corresponde al texto, como se indica a continuación, más el número de página y de línea del ejemplo16.
[XIV a] Juan Manuel, El conde Lucanor o Libro de los enxiemplos del conde Lucanor et de Patronio.
[XIV b] Libro del caballero Zifar.
[XV] Fernando de Rojas, Comedia o Tragicomedia de Calisto y Melibea.
[XVI a] Mateo Alemán, Guzmán de Alfarache. Primera parte.
[XVI b] Antonio de Torquemada, Coloquios satíricos.
[XVII a] Francisco de Quevedo y Villegas, La hora de todos y la fortuna con seso.
[XVII b] Luis Vélez de Guevara, El diablo cojuelo.
[XVIII a] Leandro Fernández de Moratín, El sí de las niñas.
[XVIII b] Leandro Fernández de Moratín, La comedia nueva.
[XIX a] Benito Pérez Galdós, El terror de 1824.
[XIX b] Pedro Antonio de Alarcón, El sombrero de tres picos.
[XX a] Javier Marías, Corazón tan blanco.
[XX b] José Luis Alonso de Santos, Bajarse al moro.
Las variaciones
El análisis de los datos diacrónicos arrojó tres grandes tipos de interpretaciones, a los que he llamado: “existencia atemporal”, “vector hasta el presente” y “referencia al pasado cercano”. Son variaciones de interpretación contextual. El cauce temporal, que se desprende del valor de ‘perfecto desde la perspectiva del presente’, claramente puede apreciarse en los usos que tienen una interpretación de existencia atemporal y los de vector hasta el presente, como mostraré enseguida.
Con el término “existencia atemporal” me refiero a los usos en que se aprovecha el cauce temporal delineado por la forma compuesta (tal y como se describió en el apartado “Aspecto perfecto y cauce temporal”), de la siguiente manera. En estos casos, lo pertinente del contenido que se comunica es la existencia del acontecimiento referido y no su ubicación en la línea del tiempo (corresponde al llamado “perfecto de experiencia” de García Fernández 1998 y de la Real Academia Española 2009, § 23.71 ); es por ello que resulta adecuado un cauce indefinido hacia el pasado; es decir se expresa el acontecer de lo referido en el predicado y la representación del cauce temporal queda abierta:
(1) El sol se ha parado; la rueda de la Fortuna, nunca (XVII a 8, 10).
Se presenta asertando el acontecer de lo que se predica, como en el caso anterior, o preguntando por él:
(2) ¿A otros no ha acontecido esto, Pármeno? (XV 254, 11-12).
Es común la interpretación de la existencia atemporal en sentencias de tipo genérico:
(3) Lo que de suyo era dificultoso de comer, el azúcar lo ha hecho sabroso y dulce (XVI a 162, 4-6).
Suele ocurrir con sujetos u objetos no específicos (2) y (4) y en construcciones impersonales (5):
(4) en cuanto nota que alguien ha andado ahí (XX b 106, 13-14).
(5) y se ha dicho que la gente iba a vitorearlo obligada (XX a 166, 16-17).
La existencia atemporal puede denotar situaciones u ocurrencias reiteradas, como en (6) y (7), con complementos que refieren una pluralidad o con adverbios como siempre (8). En (6) tenemos un complemento en forma plural, mientras que en (7), el complemento cada rollo, a pesar del uso intensificador que parece tener aquí, no pierde la referencia plural con sentido distributivo:
(6) Este caballo, con ser desbocado, ha tenido muchos amos (XVII a 155, 21-22).
(7) Pues chica, ésta nos ha metido cada rollo con las catequesis (XX b 115, 1-2).
(8) Así me ha sucedido siempre (XX a 169, 1).
Llamo “vector hasta el presente” al otro uso en que se aprovecha el cauce temporal; en él se interpreta que la situación o acontecimiento tiene origen en un pasado no cercano y se prolonga recorriendo la línea temporal hasta el presente17. A diferencia del caso anterior, a lo largo del cauce temporal fluye la realización de lo que se predica:
(9) su tía la monja, con quien ha vivido en Guadalajara (XVIII a 168, 20).
Según ha sido señalado por otros autores (como Moreno 1978), los predicados estativos se interpretan como una sola ocurrencia, tal es el caso de (9); sin embargo, aparecen algunos casos con estativos, pocos, en los que se entiende que se trata de varias ocurrencias. Con los eventos télicos (“achievements”18 o “eventos límite” y “accomplishments” o “eventos con fin”), los usos en los que la interpretación atraviesa el cauce temporal hasta el presente, se interpretan como reiteraciones (10), a veces con sentido habitual (11):
(10) Cada uno de estos individuos la ha decepcionado o la ha abandonado (XX a 256, 23-24).
(11) a las amistades y visitas les ha dicho invariablemente que se trataba de copias (XX a 209, 20-21).
Los predicados de proceso (llamados por otros autores “actividades”19), a pesar de no ser télicos, denotan sucesos concretos que, al ocurrir en el mundo, no se prolongan sin límites; por esto, cuando se construyen con adverbios o complementos de tiempo que rebasan el límite temporal en que normalmente ocurre en la realidad el hecho referido, se interpretan como reiteraciones, a veces con sentido habitual y no como una sola ocurrencia prolongada:
(12) De ese modo me ha mirado siempre, desde que yo era niño (XX a 183, 7).
Al negar un verbo de clausura, se interpreta una continuidad, otra forma de expresar el vector hasta el presente:
(13) en nadie ha dejado de ver un proyecto (XX a 256, 26-27).
Incluyo también en “vector hasta el presente” los casos en los que se niega que algo haya ocurrido dentro de un periodo que va de un pasado no cercano hasta el presente, porque la negación es válida en el recorrido de dicho vector:
(14) y no la ha visto desde que la llevaron a Guadalajara (XVIII a 167, 4-5).
Esta manera de negar que algo haya ocurrido en el cauce temporal se emplea con frecuencia para resaltar alguna propiedad (positiva o negativa) de un acontecimiento, de un momento o de un objeto contemporáneo a la enunciación, contrastándolo con el pasado:
(15) De seguro no ha brillado en toda nuestra historia un día más ignominioso (XIX a 44, 12-14).
También se emplea el recurso de contraste con el cauce del pasado sin negación, en construcciones superlativas:
(16) Su cara era la más bella que se ha visto durante muchos años (XIX a 63, 10-11).
Por último, tenemos los casos conocidos de “referencia al pasado cercano”:
(17) ¡Que ha roto la pared! (XX b 134, 4).
(18) Perdona. Se me ha disparado... Joder (XX b, 153, 27).
(19) ¿Y se ha hecho daño Su Señoría? [acaba de caerse] (XIX b 83, 5-6).
(20) por amor de Dios, que me ha robado, no lo suelten, ténganlo, quítenle la joya (XVI a 359, 21).
Los resultados del análisis
En los materiales del siglo XIV la forma compuesta es todavía escasa, aunque ya se presenta funcionando con claridad20, a diferencia de las ocurrencias no claras de los siglos XII y XIII. Patrizia Romani (2006) había mostrado que ya en la Edad Media, la secuencia del verbo haber en presente más participio abunda en ocurrencias sintácticamente ambiguas y representa dos posibles estructuras sintácticas, una que corresponde a nuestra forma verbal compuesta y otra que es una construcción resultativa, más cercana a la construcción latina que le dio origen21. En un sondeo previo pude constatar que esto ocurre en los textos anteriores al siglo XIV y que ya en este siglo las formas compuestas aparecen sin ambigüedad. En cambio, continúan incluso en el siglo XV algunos casos en los que el participio precede al auxiliar (“¡Encaxado ha la saya!”, XV 337, 16), con un clítico intercalado (“Cativado la ha esta fechizera”, XV 432, 16) y casos en los que se inserta un complemento temporal entre el auxiliar y el participio (“ha fasta agora callado”, XV 598, 10-11). En el siglo XIV tenemos ejemplos de pronombres de sujeto y adverbios intercalados (“ha él ya pensado”, XIV a 154, 13-14)22. A continuación presento los resultados del análisis encaminado a mostrar la relación entre la referencia al pasado cercano con la forma compuesta y los dos usos en los que interviene el cauce temporal: su cercanía temprana y su posterior distanciamiento.
La existencia atemporal se presenta con la forma compuesta desde el siglo XIV hasta el XX (1-7). También se presenta con la forma simple (8):
(1) él que vos ha fecho guerra e mucho daño (XIV b 106, 12-13).
(2) Más herramienta se me ha embotado en su servicio que a vosotros (XV 480, 8-9).
(3) Cuanto más me ha sido defendido, más ha crecido el deseo (XVI a 461, 22-23).
(4) Traje turquesco; que es la usanza húngara, como ha sido rey de Hungría (XVII b 177, 25-178, 2).
(5) Que porque ha vivido un poco de tiempo entre monjas (XVIII a 198, 6-7).
(6) Un miserable corazón que se ha atrevido a dudar de la mujer más noble (XIX b 136, 15-16).
(7) uno sigue no recordando después de que se lo ha obligado a recordar a uno (XX b 149, 32-34).
(8) quanto bien e quanta merçed vos fizo (XIV b 332, 17-18).
El vector hasta el presente se expresa únicamente con la forma compuesta, desde el siglo XIV hasta el XX:
(9) mayores desonras de quantas le ha fecho fasta el día de oy (XIV b 106, 15-16).
(10) Él ha siempre vivido penado por ti (XV 378, 14-15).
(11) No le ha llegado al mozo su maduro (XVI a 409, 6-7).
(12) ha sido tanta la costumbre de no salir dél (XVIi b 42, 1-2).
(13) pero si hasta ahora se ha padecido alguna estrechez (XVIII b 138, 8).
(14) Esta joven me ha recogido, me ha dado de comer y de vestir, me trata como a un padre (XIX a 58, 18).
(15) los días que ha estado en el hospital (XX b 166, 1-2).
La referencia al pasado cercano con la forma compuesta se presenta desde el siglo XIV hasta el XX (16-22). Esta referencia se expresa también con la forma simple (23):
(16) agradesco mucho a Dios por quánta merced ha fecho a vos & a nos oy en este día (XIV b 98, 34-35).
(17) ¿Con qué pagarás a la vieja que hoy ha puesto su vida al tablero por tu servicio? (XV 336, 4-5).
(18) ¡Y qué bien nos ha tratado el que no vende gato por conejo...! (XVI a 179, 30-31).
(19) ahora que se iba a trasponer un poco, le ha tocado a rebato un mal de madre de su mujer (XVIIb, 43, 2).
(20) Mi teniente se ha ido al Colegio Mayor a ver a un amigo (XVIII a 185, 25).
(21) ¿Solita, se ha marchado usted? -No señor, aquí estoy oyéndole (XIX a 32, 27).
(22) ¿has visto dónde has apuntado? -Se me ha escapado, Alberto, de verdad (XX b 152, 19).
(23) Ella me cree con mi padre ahora mismo, pero mi padre salió inesperadamente (XX a 234, 28-29).
Las proporciones de la forma compuesta en las variaciones de uso, en los materiales de cada siglo, se muestran en el siguiente cuadro:
SIGLO XIV | SIGLO XV | SIGLO XVI | SIGLO XVII | SIGLO XVIII | SIGLO XIX | SIGLO XX | |
40 | 98 | 108 | 100 | 108 | 100 | 201 | |
EXISTENCIA ATEMPORAL | 65% | 41% | 45% | 57% | 60% | 40% | 39% |
VECTOR AL PRESENTE | 10% | 13% | 10% | 12% | 17% | 19% | 26% |
PASADO CERCANO | 25% | 46% | 44% | 31% | 23% | 41% | 35% |
Observamos que la existencia atemporal y el vector hasta el presente, los dos usos que reflejan un cauce temporal, juntos representan el mayor porcentaje de uso, desde el siglo XIV; esto y el hecho de que el vector hasta el presente sea privativo de la forma compuesta, podrían ser indicio de que el cauce temporal se infiere del valor de la forma compuesta al menos desde el siglo XIV. Sin embargo, tenemos también los casos de referencia al pasado cercano desde los primeros siglos, XIV y XV. Tales resultados nos condujeron a explorar con más detalle las ocurrencias de referencia al pasado cercano y a compararlas con el uso de las formas del pasado simple para referir también el pasado cercano.
Aun tomando con cierta cautela las épocas en que el estilo literario no favorecía la referencia al pasado cercano (siglos XIV, XVI y XVIi), podemos encontrar un cambio en la preferencia entre la forma compuesta y la simple para tal referencia. En los siglos en que abunda dicha referencia, el contraste es claramente mayor: en el siglo XV se prefiere la forma simple, y en los siglos posteriores hasta el XX, a partir del XVI y del XVII (en que obtuve pocas referencias al pasado cercano con la muestra), el número de ocurrencias de la forma compuesta está por encima del doble de las ocurrencias de la forma simple. En la Gráfica 1 puede apreciarse el cambio en la preferencia entre la forma compuesta y la simple para referir el pasado cercano.
Como puede observarse, a partir del siglo XVI, la forma compuesta gana terreno a la forma simple, para referir el pasado cercano. Las pocas ocurrencias totales que pude obtener en los siglos XVI y XVII motivan a tomar con reservas los niveles tan bajos para la forma simple; sin embargo, la tendencia a ceder ampliamente el campo a la forma compuesta se mantiene en los siglos posteriores, en los que logré obtener mayor número de ocurrencias. Por tanto, podemos ubicar en el Renacimiento la preferencia por emplear la forma compuesta para referir el pasado cercano.
Ahora bien, al analizar detalladamente los usos de la forma compuesta para referir el pasado cercano, encontramos lo siguiente. Durante los primeros siglos -XIV y XV-, prácticamente en todas las referencias al pasado cercano registradas hay indicios de un cauce temporal. Identificamos el cauce porque unas veces fluye en él la duración de lo que se predica (52) y (53) o bien se trata de una reiteración (54), o de un hecho del pasado cercano cuyo resultado dura hasta el presente (55), o se expresa la consecuencia presente de un hecho anterior (56), o un hecho presente del que se tenía una expectativa desde el pasado (57), o un cambio a partir de un estado previo (58). En ninguno de estos casos se refiere un hecho puntual sin un transcurso en el tiempo:
(52) ¿qué te paresce de Calisto, qué dormir ha hecho? Que son ya las cuatro de la tarde... (XV 515, 13-14).
(53) Aun hasta en esto me ha corrido buen tiempo (XV 393, 14).
(54) ¿quándo podré yo galardonar a vuestro marido & a vos quanta merced me ha fecho Dios oy en este día por él y por vos? (XIV b 102, 23-24).
(55) ¡...que me ha muerto de amores su vista! (XV 378, 22-23).
(56) Esta herida es la que siento agora que se ha resfriado, agora que está elada la sangre que ayer hervía (XV 506, 8-110).
(57) hasta agora, que ha plazido a Aquel que todos los cuydados tiene... que te hallase aquí (XV 256, 18-20).
(58) Todo el enojo que de tus passadas fablas tenía, se me ha tornado en amor (XV 392, 19-20).
En las escasas referencias al pasado cercano del siglo XIV, con la forma compuesta, el cauce temporal las abarca todas; en los siglos XV y XVI, en casi la totalidad, aunque en el XVI puede advertirse una presencia un poco mayor de referencias al pasado cercano para hechos más puntuales, sin cauce temporal (59). A partir del siglo XVIi comienza a bajar la presencia del cauce; en este siglo encontramos la referencia sin cauce temporal en casi la mitad de las ocurrencias (60); y en los siglos posteriores la referencia al pasado cercano sin cauce temporal asciende notablemente, superando la mitad de las ocurrencias (61-63):
(59) ¿Pues cómo ha hecho vuesa merced tan gran exceso, salir de casa sin mi licencia? (XVI a 7-8).
(60) Miente; que ése me la ha hurtado (XVII a 117, 16).
(61) ¿Pero se podrá saber qué especie de insulto ha sido éste? (XVIII b 150, 15-16).
(62) ¡Que el señor Corregidor puso la silla en vago, fue a mecerse, y se ha caído! (XIX b 83, 1-3).
(63) Es que su hijo le ha pegado un tiro (XX b 154, 19-20).
La Gráfica 2 nos muestra las curvas que dibujan la consecución de las referencias al pasado cercano con y sin cauce temporal.
Los datos indican que en los primeros siglos, la forma compuesta funcionaba expresando un cauce temporal, aun al referir el pasado cercano, con unos cuantos casos, a partir del siglo XV, que se empleaban sin expresar un cauce. Observamos que es a partir del periodo renacentista que la forma compuesta va prescindiendo cada vez más del cauce temporal. Esto coincide con el momento de preponderancia de la forma compuesta sobre la simple para expresar el pasado cercano, como había quedado ilustrado en la Gráfica 1. Los datos resultan congruentes con la idea de que la forma compuesta originalmente expresaba un cauce temporal (mismo que, como se mostró en un inicio, surge del valor semántico de ‘culminado desde la perspectiva del presente’) con tres variantes de uso: la existencia atemporal, el vector hasta el presente y un pasado cercano, con cauce también. Posteriormente, en la época renacentista, el uso de la forma compuesta fue desligándose del cauce temporal al expresar el pasado cercano.
Conclusiones
El cauce temporal, que se desprende del valor de ‘perfecto desde la perspectiva del presente’, se mostró productivo para describir los usos de la forma compuesta haber en presente de indicativo + participio, desde el siglo XIV hasta el XX en el español peninsular. El periodo de los cambios que el análisis mostró coincide con la época que se había señalado como el punto de partida del desarrollo peninsular de la forma compuesta, que no siguió el español mexicano. Se trata del procesamiento de “despegue” del cauce temporal en el uso peninsular al referir el pasado cercano. Por tanto, no sólo resultó adecuado el análisis del cauce temporal, con respecto al momento de separación de la forma compuesta entre el uso peninsular y el mexicano, sino que también se mostró adecuado el cauce temporal como una característica prerrenacentista. De manera indirecta, esto apoya la caracterización que se había hecho del valor semántico de la forma compuesta en el español mexicano: ‘perfecto desde la perspectiva del presente’.