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Revista de filosofía Universidad Iberoamericana

versión On-line ISSN 2954-4602versión impresa ISSN 0185-3481

Rev. filos. Univ. Iberoam. vol.55 no.154 Ciudad de México ene./jun. 2023  Epub 17-Mayo-2024

https://doi.org/10.48102/rdf.v55i154.170 

Reseñas de libros

Sharon Krishek. Lovers in Essence. A Kierkegaardian Defense of Romantic Love

Raquel Carpintero Acero
http://orcid.org/0000-0002-8643-3952

Krishek, Sharon. Lovers in Essence. A Kierkegaardian Defense of Romantic Lov, e. Nueva York: Oxford University Press, 2022. 243p.


Este reciente libro de la filósofa Sharon Krishek aborda de forma profunda y exhaustiva el tema del amor (en especial, el amor romántico) en el contexto de los planteamientos que Kierkegaard elaboró en sus obras acerca de esta importantísima dimensión de la existencia humana. El proyecto del libro es definido por Krishek, valientemente, como “neo-kierkegaardiano”; este apelativo responde con precisión a su propósito: si bien los planteamientos y nociones del filósofo danés son la base y el motor de la reflexión, los desarrollos y conclusiones a los que llega la autora exceden por mucho la filosofía de Kierkegaard e, incluso, en ocasiones, llegan a señalar sus deficiencias o ambigüedades. Así pues, tomando como punto de partida la filosofía de Kierkegaard, la pensadora realiza una reflexión original acerca de la naturaleza del amor, con el objetivo de defender la moralidad o espiritualidad del amor romántico y rescatarlo del estatuto inferior al que tantas veces ha sido relegado en la reflexión filosófica. Al hilo de las explicaciones, Krishek utiliza como ejemplo a la protagonista de la novela Jane Eyre, aclarando sus afirmaciones con los puntos concretos que extrae de este personaje.

Krishek es miembro del departamento de Filosofía de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Su investigación se mueve en el ámbito del existencialismo, en especial, de la filosofía de Kierke-gaard. Sus intereses también incluyen la filosofía de la religión, la reflexión acerca del amor y la relación entre filosofía y literatura. En 2009 publicó otro libro titulado Kierkegaard on Faith and Love, en el cual ya se compilaban algunas de las ideas sobre el amor romántico que aparecen en la presente obra. Además, ha publicado multitud de artículos de investigación que abordan dicha problemática.

La idea central del libro es enunciada en la introducción, donde quedan delimitados tanto el contexto como los objetivos de su proyecto, así como la estructura que pretende seguir a lo largo de sus páginas. Esta idea es simple y contundente, aunque requiere de un entramado de pasos previos para hacerse patente, al final del libro, ante los ojos de quien se ha embarcado en la lectura: la defensa del amor romántico como un fenómeno no sólo moralmente deseable, sino también espiritual en sí mismo. Sobre la postura de Kierkegaard respecto a este fenómeno, la autora afirma que no es sino ambivalente; por un lado, algunos de sus escritos podrían dar lugar a una afirmación sin ambages del amor romántico, mientras que en otros lugares se manifiestan sus explícitas reservas relacionadas con este tipo de amor, caracterizado como preferencial y, por ende, egoísta. Esta ambivalencia es, para Krishek, la que hace de la filosofía de Kierkegaard el contexto adecuado para su propia reflexión: si bien se puede considerar que dicha filosofía está, en sí misma, predispuesta a la afirmación del amor romántico (nos da las herramientas adecuadas para ello), a su vez no ignora los riesgos que éste entraña. Además, en la introducción remarca un aspecto esencial de la idea que quiere defender: la intrínseca conexión entre el hecho de tener un nombre (que nos otorga nuestra esencia individual) y el amor, puesto que sólo en la vivencia de este último nuestra esencia puede desarrollarse a plenitud.

El capítulo primero trata de exponer qué significa tener una esencia individual (individual essence); para ello, aborda la noción de sí mismo o self presente en La enfermedad mortal, poniéndola en relación con la referencia que hace Kierkegaard, en esa misma obra, al hecho de tener un nombre. Según la autora, poseer una identidad propia equivaldría a tener una esencia individual. Esta esencia, si bien debe existir en cierta medida en el individuo, también requiere de una necesaria y constante actualización (la esencia en su estado potencial es la “base de la individualidad” o “kernel of individuality”). A su vez, se compone de distintas cualidades universales que, sin embargo, no existen universalmente, sino en su particular concreción en cada individuo; además, la esencia individual está conformada no sólo por esas cualidades concretas, sino también por el modo particular en que se combinan.

El segundo capítulo explora el rol que la esencia individual juega en el discernimiento de las razones que nos hacen amar a una persona y no a otra. Aquí se describe el amor como un encuentro de esencias (meeting of essences): responde a una correspondencia entre esencias, de modo que amamos a aquellos que nos ayudan a desarrollar nuestro potencial y a ser, por tanto, quienes realmente somos.

Pero, ¿qué es el amor?, ¿cómo amar en plenitud? La primera pregunta se responde en el tercer capítulo. Aquí la autora trata de ensayar una definición del amor que, dando cuenta de éste en general, no sea reductiva, es decir, que no ensalce un tipo de amor en detrimento de los demás. De hecho, Krishek trata de mostrar cómo el modo en que Kierkegaard presenta el amor en Las obras del amor, si bien contiene elementos muy valiosos, no resulta suficiente para retratar el amor en general y, además, deja de lado al amor romántico. Tras dialogar con los principales defensores de la teoría que Kierkegaard parece desplegar en esta obra, Krishek afirma que el amor no sólo se define por el cuidado y la compasión, es decir, por el desinterés, sino que la alegría es un elemento imprescindible de éste: nos regocijamos en la mera existencia de la persona amada. Así pues, los diversos modos de alegría en la presencia del amado o la amada dan lugar a los distintos tipos de amor.

Los capítulos cuarto y quinto se ciñen en la segunda cuestión: cuál es el modo correcto de amar. El amor debe incluir siempre dos elementos: por un lado, no ser egoísta y, por otro, estar llamado a la universalidad. En primer término, la filósofa defiende que el amor puede comprenderse mejor si se contempla desde el doble movimiento de la fe, descrito en Temor y temblor: en él hay resignación, pero también disfrute, alegría por recibir de nuevo a la persona amada, aunque eso no dependa nunca de uno mismo, puesto que, en este punto, se requiere la confianza en Dios. Así pues, bajo esta perspectiva, el amor romántico no quedaría fuera del plano de lo moral o deseable. Si los diversos tipos de alegría dan lugar a diversos tipos de amor, el romántico se caracterizaría por una “alegría erótica” (erotic joy). El amor, en este paradigma, no sería sólo desinteresado, sino que el interés sería parte esencial -no censurable, no egoísta- de éste. En segundo lugar, Krishek manifiesta que su teoría de la esencia individual no sólo sirve para explicar el amor romántico, sino también la universalidad del amor, y ésta no es incompatible con la exclusividad del primero. La llamada a la universalidad, a amar a cualquier persona, si bien requiere de una disposición previa, no es en absoluto imposible desde el paradigma que Krishek defiende.

En el sexto capítulo, la autora realiza un reclamo exegético. Así establece cómo su teoría sobre la esencia individual se corresponde con los análisis de Kierke-gaard sobre la desesperación (esta última se relaciona con el fracaso en el amor, o con un amor que no llega a ser tal), a la vez que contribuye a un mayor entendimiento de éstos. Aquí, en la noción de “descansar transparentemente en Dios”, en referencia a la actualización de nuestra esencia individual -de nuestro nombre, dado por Dios- Krishek hace notar que su teoría escapa los límites del pensamiento no religioso, puesto que el papel de Dios es ineludible: la desesperación no es sino el rechazo de nuestro propio potencial (aquello eterno en nosotros, que no cambia, pues es dado por Dios) y, por tanto, consiste en una mala actualización de éste, ya sea por querer ponerse en el lugar de Dios, al negar todo aquello que le viene dado, o por un intento de rechazar lo que hay de eterno en uno mismo y, por tanto, toda posibilidad de trascender nuestras circunstancias. El hecho de que el ser humano sea una síntesis de tiempo y eternidad, una relación que no se da sin más, sino que se relaciona consigo misma, es clave para la tesis de Krishek: la relación con Dios, que incluye la aceptación de nuestro potencial dado, exige al mismo tiempo la relación con el mundo, puesto que dicho potencial sólo se actualiza en él (en concreto, en nuestra relación con los demás seres humanos). Amar a Dios incluiría, entonces, el amor a los demás. De entre los distintos tipos de amor, el romántico cumpliría un rol especial a este respecto.

El análisis de la desesperación, en su conexión con la esencia individual, conduce al séptimo y último capítulo, dedicado al amor romántico. Aquí convergen los desarrollos hechos a lo largo del libro, de modo que el lector puede reconocer en seguida la coherencia de los reclamos que Krishek quiere hacer con su trabajo. Si la curación del estado de desesperación se da mediante el amor a Dios en la aceptación de nuestro potencial, en su intrínseca unión con la vivencia del amor intersubjetivo, amar a los demás está en una íntima conexión con llegar a ser uno mismo y, por tanto, con nuestra relación con Dios. Sin embargo, este amor debe ser correcto. Para hablar de cómo amar correctamente, Krishek invita a contemplar la fe tal y como se describía en Temor y temblor, pues el amor también responde al doble movimiento de la fe, que incluye la resignación y la erradicación del egoísmo y, al mismo tiempo, la alegría y el disfrute de la presencia del amado o amada, así como la recuperación del mundo en virtud de la confianza en Dios. Krishek realiza una original lectura de la conexión entre la fe y el amor, al revisar La enfermedad mortal a los ojos de Temor y temblor: superar la desesperación a través de la fe implica descansar en el potencial que Dios nos ha dado, el cual sólo puede desplegarse en el mundo a través del amor que, al ser una correspondencia entre esencias, permite el desarrollo de ese potencial cuando se da de forma correcta, mediante el doble movimiento de la fe. Sin menospreciar los otros tipos de amor, Krishek afirma que el amor romántico cumple de un modo maravilloso y profundo ese cometido esencial de nuestra existencia. A pesar de que el amor romántico envuelve aspectos psíquicos y físicos, se trata ante todo de un fenómeno genuinamente espiritual, basado en la capacidad que los amantes tienen de ayudarse en la tarea de llegar a ser ellos mismos. Para ilustrarlo, el capítulo concluye con una ejemplificación de todos estos elementos en el comentario al amor reflejado en la relación entre Jane Eyre y Edward Rochester. A este último capítulo le sigue una escueta conclusión que recapitula las intenciones y resultados más importantes del trabajo reflejados antes, dándoles mayor claridad.

La obra se define por el rigor y la exquisitez en las distinciones conceptuales. Aunque se trata de un trabajo que pretende dialogar directamente con los textos de Kierkegaard, se introduce en los debates recientes sobre la filosofía del amor, no como interés principal, sino para arrojar luz a sus planteamientos, distinguiéndolos de aquellos que suelen defenderse en el contexto actual. Otro aspecto que debe ensalzarse es que la autora se rige por una actitud fenomenológica, no en el sentido dado a esta corriente filosófica, sino en su significado más básico de tratar de describir los fenómenos de acuerdo con la propia experiencia. A pesar de que el concepto de esencia individual desemboca en una visión excesivamente estática sobre el ser humano como espíritu, que puede oscurecer en cierta medida la dialéctica que consiste en ser uno mismo en las obras de Kierkegaard, las tesis que Krishek defiende sobre el amor romántico son de inmensa valía; son originales al tiempo que respetuosas con el pensamiento del danés, y merecen ser tenidas en cuenta en cualquier consideración acerca de este aspecto fundamental de la existencia humana. Además, por el interés de sus interpretaciones, este libro también será de gran utilidad para aquellos que se encuentren inmersos en el estudio del pensamiento de Kierkegaard, cuya obra se ha calificado, no pocas veces, como ajena a la existencia concreta, alejada de las relaciones que tienen lugar en el mundo, y vertida hacia la interioridad incomunicable del individuo.

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