El libro, como apunta el propio título, aborda los límites del modelo altruista en la donación de órganos. Dicho de otro modo, «… el altruismo como único elemento regidor de los programas de donación, es una cuestión problemática» y «… el modelo de donación altruista en términos de equidad es desventajoso para la familia donante» (p. 17).
Para el logro de esos propósitos, la autora divide el tema en cuatro capítulos. El primero es la delimitación del problema (pp. 1724). En él se plantea el carácter problemático de los trasplantes en el modelo de la total gratuidad sin ningún tipo de retribución por parte de los otros actores involucrados; es decir, la persona receptora y la institución de salud. En este capítulo se establece que entre los dos extremos de comercializar los órganos y el altruismo total, cabe una posición intermedia, que es recibir cierta retribución social y ética por la donación.
El capítulo segundo, «El altruismo como elemento regidor de la donación de órganos» (pp. 25- 43), se estudia, por una parte, el significado e implicaciones del concepto de «altruismo» y, por otra, se presentan los resultados empíricos de un estudio de casos, en donde se muestran las complejas consecuencias en la familia cuando se realizan donaciones de personas vivas. El estudio empírico muestra muy bien las afectaciones psicológicas, costos económicos y sociales de ser donante. En particular, resalta la sensación de cosificación que perciben los sujetos involucrados al pasar por todo el protocolo que se centra en los aspectos clínicos básicamente. La autora no se queda sólo en el diagnóstico, sino que propone mejoras a ese proceso de donación, en donde se deba atender a los donadores con su nombre propio en todo el proceso, recibir atención psicológica, y absorber los gastos del proceso de donación entre otros. En conclusión: «atender la afección emocional y paliar en lo posible la afección económica -de los donadores- hace que toda una sociedad luche por evitar el consecuente impacto negativo en la cultura de donación que precariamente hemos logrado desarrollar» (p. 43).
En el siguiente capítulo, «Estudios cualitativos» (pp. 45-68), se estudian las consecuencias en las familias donantes del proceso de donación, pero ahora en donaciones cadavéricas. Se dio un seguimiento a seis familias donantes, de modo que se pudiera evaluar las implicaciones de la donación. El estudio demuestra que hay implicaciones psicológicas, económicas y sociales en los involucrados. Se dan implicaciones en el proceso de duelo debido a la dificultad de aceptar la muerte cerebral, y al mismo tiempo ver signos como la respiración o el latido cardiaco. Existen problemas entonces con el proceso del duelo y la aceptación de la donación.
Asimismo, el capítulo presenta otro estudio en población abierta acerca de la posibilidad de ser donadores. Se muestra que el hecho de descubrir que existen costos económicos en el mismo proceso de donación disminuye significativamente la posible aceptación de donar y tiene claras implicaciones éticas al no disponer de una información completa del proceso de la donación por lo que es: « …una trasgresión al principio de autonomía, beneficencia y no maleficencia… El protocolo de donación cadavérica debería establecer como punto de corte, el momento en que se determina que el paciente tiene muerte encefálica. A partir de ese momento, todos los gastos derivados -por cualquier concepto- deben ser considerado parte del protocolo de donación de órganos» (p. 67).
El siguiente capítulo, «Donación cadavérica en reciprocidad» (pp. 69-102), se centra ya en la propuesta central de todo el trabajo. Examina así las implicaciones filosóficas, jurídicas, médicas y sociales de la retribución recíproca de la donación. Asimismo, la autora no desdeña los posibles riesgos de esta perspectiva, como pudiera ser el convertir la reciprocidad en una «forma soterrada de compra-venta de órganos» (p. 92), la reciprocidad altruista que se convierta en egoísmo al atender la familia donante sólo sus intereses. La posible corrupción del mecanismo para así obtener beneficios sociales es otro peligro. El capítulo cierra con las conclusiones generales del estudio presentado.
Entre las conclusiones resalto la siguiente que va a ser un leitmotiv de todo el libro: «la propuesta de una donación cadavérica que no se base únicamente en el altruismo, surge de la necesidad que vemos de reestructurar los aspectos que ya están presentando problemas en el modelo de donación cadavérica altruista. En particular el aspecto económico, porque consideramos que el hecho de que la familia donante llega incluso a absorber parte de los gastos derivados del protocolo de donación, se debe a la tergiversación que el concepto de altruismo ha sufrido; es decir, altruismo se iguala a gratuidad… La familia donante puede ser altruista, pero eso no significa que esté dispuesta a absorber gastos» (p. 99).
En suma, la autora demuestra bien la complejidad en los protocolos de donación y las implicaciones en los donantes que, a veces, pasan desapercibidos. La investigación presentada es equilibrada y aunque algunos temas, como el de la justicia distributiva, por ejemplo, podrían ampliarse, logra muy bien lo que se propone.
El libro es un buen ejemplo de que hacer bioética no implica necesariamente sofisticadas elucubraciones conceptuales. Tiene el enorme mérito de hablar con claridad, argumentar con precisión equilibrar lo conceptual con los datos empíricos.