Señor editor: Durante los últimos 30-40 años, la corrupción relacionada con el sector salud ha configurado una enfermedad destructiva, polifacética, multijurisdiccional y multimillonaria que se encuentra en aumento. Esto amenaza el futuro del progreso de la salud global1,2 puesto que limita el acceso a los servicios de salud, la efectividad y sostenibilidad de los programas de salud pública, así como debilita su funcionamiento en cuestión de equidad, calidad, responsabilidad, eficiencia, resiliencia, etc.3
Transparency International es una organización no gubernamental internacional que ha explorado la percepción de la corrupción pública en diferentes sectores, en los cuales se incluye la salud. Para 2013, en su Global Corruption Barometer, indicó que cerca del 50% de la población de más de 42 países considera que sus sistemas de salud son corruptos o muy corruptos, y que ésta es la principal barrera para el desarrollo de mejores sistemas de salud pero, a pesar de ello, pocas han sido las intervenciones realizadas.1,2,4
Día a día, evidenciamos cómo los sistemas de salud se encuentran invadidos por diferentes formas de corrupción,1 por lo cual, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se encuentra promoviendo una estrategia de salud pública coordinada con otras organizaciones internacionales. El objetivo de esta estrategia es crear un modelo que garantice un adecuado control interno de los recursos destinados a la salud, mediante el establecimiento de sistemas externos de vigilancia con la capacidad de localizar y criminalizar la corrupción.5
Recientemente, el interés global en el tema de la corrupción en salud ha llegado a algunas de las revistas científicas más importantes del mundo, como BMC Medicine,2 The Lancet,3 International Journal of Health Policy and Management4 e incluso ameritó una edición completa de la revista Global Health Action.5 Por esta razón, América Latina debe acudir al llamado internacional, mediante investigación y estrategias de políticas públicas que contribuyan al control de esta “pandemia ignorada” que se encuentra inmersa en los sistemas de salud.