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Nueva antropología

versión impresa ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.29 no.85 México jul./dic. 2016

 

Reseñas bibliográficas

Waldemaro Concha Vargas, José Humberto Fuentes Gómez y Magnolia Rosado Lugo, Fotógrafos, imágenes y sociedad en Yucatán, 1841-1900

Victoria Novelo* 

* Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Ciudad de México. México.

Concha Vargas, Waldemaro; Fuentes Gómez, José Humberto; Rosado Lugo, Magnolia. Fotógrafos, imágenes y sociedad en Yucatán, 1841-1900. Mérida: Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán, 2010.


De entrada quiero decir que disfruté mucho la lectura de este libro. Me gustó lo que dice, cómo lo dice, para qué y para quién lo dice, y cómo los textos están inteligentemente acompañados de documentación visual. Este es un libro que era necesario escribir y felicito de corazón a los autores por haberlo hecho.

Por su formación disciplinaria y sus inclinaciones académicas y estéticas los autores han estado, desde hace tiempo, no sólo vinculados sino involucrados con el tema, y como en el caso de Waldemaro, prácticamente viviendo como vecinos de las fotografías. No es la primera vez que se escribe sobre la fotografía en Yucatán, y en la vasta y acuciosa investigación que desplegaron para este libro, los autores hacen un justo reconocimiento a sus predecesores y a quienes comenzaron a historiar el tema de la fotografía en Yucatán, labor que ellos decidieron continuar y ampliar. Esta es la primera vez, sin embargo, que se traza una historia larga de las incidencias y procesos de desarrollo de la fotografía y sus protagonistas: los fotógrafos y lo fotografiado. La perspectiva usada en la investigación incluye, desde luego, las explicaciones de los procesos técnicos y las mejoras que iban mostrando, pero haciendo un énfasis especial en los contextos que rodearon al mundo de la fotografía en sus vinculaciones básicas con la sociedad de la que formaban parte.

¿Qué nos ofrece este libro?

Si nos ubicamos en el amplio marco de la historia tecnológica y artística de la humanidad, realmente ha pasado muy poco tiempo desde la invención de la fotografía hasta el momento actual y, sin embargo, su desarrollo ha sido muy veloz. Hoy día, como todos sabemos, se pueden ver fotografías en las computadoras, trátese de las imágenes de una fiesta de cumpleaños que alguien nos manda desde su cámara digital o el paseo sideral de un astronauta cuya imagen se registra vía satélite, o incluso la fachada de nuestra casa que se capturó en Google Earth. En ese sentido, el proceso de producción y circulación de las imágenes -fijas y en movimiento- se ha ido transformando en forma vertiginosa y revolucionaria. Por lo tanto, es importantísimo hacer altos en el camino y reflexionar sobre este proceso. Y si la interrogante que guía la curiosidad científica es: ¿cómo hemos llegado donde estamos?, se requiere rastrear los orígenes y múltiples caminos que las imágenes han recorrido de la mano y ojos de sus fotógrafos para mostrarnos mundos que no conocimos. Mundos de inventiva y creación técnica, de andanzas de individuos exploradores y descubridores, de culturas que tienen en alta estima dejar y conservar una constancia considerada “realista” de su paso por la vida. Y esto es precisamente lo que hace el libro que comento, que toma el lapso entre 1841 y 1900 para contarnos las historias que rodearon el nacimiento de la fotografía en Yucatán, y de cómo esa forma de aprehender caras, eventos y paisajes fue convirtiéndose, por una parte en oficio y por otra, en necesidad social, y para nosotros ahora, en documentos que pueden ser estudiados. Así, esta historia de la fotografía y los fotógrafos en Yucatán se añade a los escritos que documentan desde el último cuarto del siglo XIX el trabajo de fotógrafos en Jalisco, Guerrero, Guanajuato y Oaxaca.

Los autores nos llevan de la mano en forma muy amena por las invenciones de la fotografía, sus posibilidades y problemas, su llegada a México y a Yucatán, los fotógrafos viajeros, los itinerantes, los establecidos, las relaciones de la fotografía con las artes gráficas; los estilos que se pueden distinguir y la influencia de los estilos pictóricos en la fotografía del retrato; las diferencias entre las tomas de estudio y las exteriores de acuerdo con la técnica alcanzada; las escenografías de los estudios fotográficos; todo esto acompañado de información relevante sobre la vida de los fotógrafos, su permanencia, su paso o establecimiento en Yucatán, la competencia entre ellos; los temas que abordan las fotografías, y sus formas de difusión y circulación. Para mí fue una sorpresa saber que Picheta (seudónimo de Vicente Gahona) el famoso grabador y caricaturista, fue también fotógrafo en la época del daguerrotipo. El libro termina analizando la etapa industrial de la fotografía, cuando se hizo posible tomar fotos en milésimas de segundo y el oficio comenzó a transformarse, los usos de las fotos se diversificaron, el retrato se popularizó como objeto de consumo, surgieron los fotógrafos aficionados, y la fotografía empezó a ser difundida por medio de la prensa, cambiando el sentido de la misma como recuerdo a transmisor de hechos y eventos considerados noticias.

El libro tiene otro atributo: le hace honor a Yucatán, una región del país con una antigua presencia de estudios fotográficos y fílmicos, lo cual habla de la existencia de condiciones sociales apropiadas para la producción y el consumo de imágenes. Yucatán posee el tercer archivo fotográfico más importante de México, resguardado por la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán. Es también una región que fue (y sigue siendo) multivisitada por infinidad de exploradores, comerciantes, espías disfrazados de cónsules y artistas quienes atraídos por “lo maya” han dado origen a una profusión de imágenes que han llenado museos y archivos extranjeros. Yucatán también alberga tesoros inexplorados que se guardan en cajones de antiguas casonas y haciendas yucatecas en espera de ser descubiertos -como ya empezaron a hacer los autores del libro- antes de desaparecer o llenarse completamente de los hongos propios de la humedad.1

En México, el descubrimiento académico de las potencialidades documentales de las imágenes por los historiadores es mucho más reciente que entre los antropólogos, por la familiaridad que estos últimos han tenido con aquellos a quienes los primeros han llamado pueblos “sin historia” (por carecer de escritura). Además, la antropología ha utilizado la fotografía y el cine como documentos que informan etnográficamente, como registro y representación documental del trabajo de investigación de campo y como herramienta de investigación.2 Si bien los investigadores interesados en las imágenes -descontando a los historiadores del arte- constituyen todavía un grupo pequeño, el interés por la fotografía fija es más relevante y antiguo que por el cine; aun así, los estudios interpretativos son escasos. Entre este tipo de estudios, es notable el libro de Rosa Casanova, Alberto del Castillo, Rebeca Monroy y Alfonso Morales, Imaginarios y fotografía en México, 1839-1970 (2005). Otro estudioso de estos temas, John Mraz (1998: 77), para quien la historia gráfica es la que se hace a partir de las imágenes y “supone una relación dialéctica indisoluble entre la imagen y la palabra”, destaca muy pocas obras con tales características de una variedad de historias con ilustraciones que reseña. En la investigación de Lourdes Roca y Fernando Aguayo sobre los usos de la imagen por la academia, se concluye, entre otras cosas, que los archivos tienen más preocupación por conservar, restaurar y difundir que por el análisis documental, con lo que se reproduce la tendencia “a utilizar la imagen como mero adorno o complemento y con ello a descontextualizarla constantemente, en detrimento de la propia investigación social”; esto, aunado a que el personal de los archivos es escaso, trabaja con bajo presupuesto, debe realizar múltiples funciones y no tiene tiempo ni especialización en trabajos interpretativos, a menudo no se puede ni identificar al autor de las colecciones de fotografía.3

En este contexto del valor que la ciencia social otorga a los documentos visuales, me parece que es necesario destacar otro atributo del libro, y es el papel que deberá desempeñar en la discusión académica que razona e insiste en las virtudes de analizar las fuentes visuales y darles el importante lugar que les corresponde en la investigación social.

Para terminar, un par de comentarios de otra índole. En algunas partes del texto la referencia a la situación social es un tanto breve y no se articula con fluidez. También me hubiera gustado que se explicara y ubicaran algunos hechos muy interesantes que cita el libro de la vida social yucateca, por ejemplo, la tradición de retratar cadáveres. Hay lugares de México y el mundo donde fue tradicional guardar fotos de los bebés muertos, ¿se trata de lo mismo? Asimismo, es deseable y necesario en una historia sobre la fotografía, conocer lo que las fotos han representado y representan en el entramado de creencias de la gente que se fotografía.

Referencias

Ana María Salazar Peralta (coord.), Antropología visual, México, UNAM, 1997 [ Links ]

Cuicuilco núm. 13, 1998 [ Links ]

Desacatos núm. 8, 2001 [ Links ]

Fernando Aguayo y Lourdes Roca (coords.), Imágenes e investigación social, México, Instituto Mora, 2005 [ Links ]

Nueva Antropología, núm. 67, de 2007 [ Links ]

Rosa Casanova, et al., Imaginarios y fotografía en México,1839-1970, México/Madrid, Conaculta-INAH/Lunwerg Editores, 2005, p. 4. [ Links ]

1Dice Rosa Casanova que “las ruinas que hoy conocemos como mayas, atrajeron a un gran número de exploradores a partir de las noticias que se difundieron en Europa en 1822 con la publicación, acompañada de litografías, del reporte sobre Palenque del capitán Antonio del Rio”; Rosa Casanova, et al., Imaginarios y fotografía en México,1839-1970, México/Madrid, Conaculta-INAH/Lunwerg Editores, 2005, p. 4.

2Las preocupaciones, las metodologías y las potencialidades de las imágenes como documentos sociales para la antropología mexicana han sido expresadas en varias publicaciones. Una relación sumaria podría ser: el Boletín Antropología del INAH que en sus números 32 (1990) y 35 (1991) contiene artículos sobre antropología visual; Ana María Salazar Peralta (coord.), Antropología visual, México, UNAM, 1997; la revista Cuicuilco núm. 13, 1998, dedicada a “Antropología e Imagen”; el proyecto Camaristas (CIESAS, Centro de la Imagen, Casa de las Imágenes, 1998) la revista Desacatos núm. 8, 2001, “Lo visual en antropología”; Fernando Aguayo y Lourdes Roca (coords.), Imágenes e investigación social, México, Instituto Mora, 2005; la revista Nueva Antropología, núm. 67, de 2007, también ha dado cabida al tema. Fuera de la antropología y la historia pero con nexos con ellas, la revista Luna Córnea (México, Centro de la Imagen/Conaculta) difunde desde 1992 textos valiosos sobre el mundo de la fotografía, su historia y sus aportes y la revista Alquimia del Sistema Nacional de Fototecas (INAH) que lleva doce años publicándose.

3La investigación de Roca y Aguayo partió del estudio de una muestra de 19 acervos de los 106 que aparecen en el Directorio de Archivos Fotográficos. Es esperanzador que en varios centros superiores de docencia e investigación se hayan abierto muy recientemente Laboratorios Audiovisuales (Universidad Autónoma Metropolitana, CIESAS, ENAH, Instituto Mora) lo cual es augurio de un mayor trabajo científico con las imágenes; Fernando Aguayo y Lourdes Roca (coords.), op. cit., pp. 12-17.

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